Hierve el atanor y la redoma es sometida a altísimas temperaturas una vez más. El doloroso borboteo del líquido sublimando es la melodía característica que certifica el desarrollo del proceso de acuerdo con el protocolo exigido: Nigredo, Albedo, Rubedo. El laboratorio se inunda con la característica neblina de las transformaciones alquímicas. Hay que tener cuidado con la expulsión de los gases tóxicos y reconducir la salida de los nobles hacia el repositorio adecuado. La destilación comienza a dar su fruto y el emocionante goteo final del líquido ambarino, llenando poco a poco el frasco, es la prueba del éxito: allí está, una vez más el Elixir divino, líquido, de la Piedra Filosofal.
Todas las dudas, todos los problemas, todos los sinsabores..., han sido transformados siguiendo el Arte Real, que no está al alcance de las gentes corrientes. Una vez más, Epícteto estaba en lo cierto:
"Cuando alguien hable mal de ti, persuádete de que lo hace porque cree que está obligado a hacerlo. Así que no es posible que él tenga tu misma opinión ni que te apoye, puesto que sólo se querrá adherir a sus ideas. Pero si su parecer es erróneo, por mucho que hable contra ti sólo conseguirá herirse a sí mismo, ya que sólo él se equivoca. Es lo mismo que alguien que cree falso un silogismo verdadero: no es el silogismo el que sufre, sino quien en su juicio erróneo se engañó sobre el silogismo.
Si te sirves bien de esta regla soportarás pacientemente a quien hable mal de ti pues, cada vez que lo haga, no dejarás de decir: 'Él cree tener razón'".
¡Sí! ¡La Piedra! ¡La tengo!
Hermoso
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