Una expresión que últimamente me carga bastante, sobre todo cuando la veo incrustada en el título de un libro, es la de "enigma histórico", que suele ir acompañada del apellido "por descubrir" o bien el de "al fin descubierto". Sin tener que recurrir a los Archivos Akhásikos para consultar mis vidas anteriores, ya he visto (y leído, y hablado, y viajado) lo suficiente en ésta como para saber a ciencia cierta que esa definición de enigmático, misterioso, inexplicable..., para definir hechos de la Historia es un mero camelo: a veces, meramente publicitario y, las más de las ocasiones, resultado de la profunda ignorancia o bien de la perversa manipulación del autor del texto. La mayor parte de escritores de textos históricos se limitan a documentarse (recordatorio: copiar significa calcar el texto de otro autor; documentarse significa calcar el texto de muchos autores) en libros anteriores sin aportar gran cosa de su propia cosecha, aparte de modernizar dos o tres palabras y cuatro expresiones de uso común. Y si los libros de donde "copia y pega" consideran misteriosos unos hechos y ésa sigue siendo la opinión general, cualquiera se atreve a adelantar una hipótesis distinta...
El Archivero Mayor del Cotolengo de Santa Eduvigis, que sigue dándole vueltas a lo de los palacios egipcios que ya comentamos en su día (me consta que ha hecho algunos progresos a base de dejarse las pestañas a la luz de las velas para examinar antiguos pergaminos y códices miniados), se me quejaba recientemente de que la inmensa mayoría de los textos, si no todos, publicados en los últimos treinta o cuarenta años sobre el Antiguo Egipto siguen hablando exactamente de las mismas cosas que se hablaba en épocas anteriores. Aparte de documentar los nuevos descubrimientos de estatuas, objetos o papiros que se han sucedido en estos decenios y obviando los desparrames mentales de los pseudoesoteristas, ningún científico serio ha aportado nuevas ideas, nuevos planteamientos, nuevas hipótesis..., sobre el desarrollo de esta civilización aunque, campo para hacerlo, hay mucho. Pero nadie se atreve a mover el foco y mirar desde un ángulo diferente, que podría explicar muchas cosas. En lugar de eso, todo el mundo sigue observando desde el mismo punto donde siempre se ha observado y que, como es lógico, nada nuevo va a aportar. Y así, seguimos hablando de los "misterios" de la vieja civilización egipcia.
Está claro que hay que cambiar el punto de vista. Necesitamos una historia de las guerras púnicas contada por los cartagineses y otra de la conquista de las Galias contada por los galos; ya sabemos lo que opinaban los romanos de ambos conflictos (lo que nos han hecho opinar a todos los demás). Necesitamos conocer las cruzadas explicadas por los generales musulmanes (conocemos lo que dicen los caballeros cristianos y el Papado: es lo que pensamos hoy) y la quema de brujas narrada por las propias brujas (y no por la Inquisición, que por mucho que la maldigamos sigue siendo quien nos explica, a su manera, lo que ocurrió y nosotros nos lo creemos). Necesitamos una historia de la conquista de América explicada por las civilizaciones precolombinas (no por los conquistadores españoles, a pesar de que los textos hispanos son en general bastante buenos en este sentido) y un relato de los nativos sobre la colonización de África y Asia (no por los historiadores ingleses y franceses, expertos en esconder al mundo la brutal y repugnante conducta de sus ejércitos de conquista y, peor, de sus sinuosos políticos, a base de crear "leyendas negras" a sus competidores históricos).
Mientras seamos incapaces de movernos mentalmente y observar las circunstancias desde un lugar diferente, persistirán los "enigmas" y los hechos "inexplicables". Empezando por algo básico que a día de hoy y, víctimas del mil veces condenado pensamiento de lo políticamente correcto, seguimos sin aceptar: es absolutamente imposible comprender el comportamiento de nuestros antepasados si no nos liberamos de los prejuicios de la época en la que estamos viviendo hoy y adoptamos temporalmente los de la época en la que ellos vivieron. Nos empeñamos en interpretar sus hechos vitales y su forma de ser como si tuviéramos que aplicarlos nosotros ahora, olvidando por completo que su educación y su visión del mundo eran muy diferentes. Eso da lugar a interpretaciones de la realidad ridículas y sinsentido como el remake que en 2002 se rodó del clásico de 1939 Las cuatro plumas, basada en la novela homónima de A.E.W.Mason. Tanto en la novela como en la primera película se contaba la historia desde el punto de vista de la sociedad británica de la época, ensalzando ciertos valores así como el sistema político imperialista y el racismo y la superioridad de la "raza británica" por sobre los "salvajes africanos". La versión de 2002 intentó equilibrar el argumento, transmutando a los personajes típicos del siglo XIX en gentes del XXI y abogando por el respeto a la diferencia cultural y etcétera..., y lo que hizo fue destruir la historia. Las cuatro plumas es lo que es y está escrita como es, en la época que es y con el trasfondo que es. Intentar hacer una adaptación a la época actual es, como mínimo, risible.
Hay muchos ejemplos de "misterios" históricos que desaparecerían en dos minutos simplemente escorando un poco el ángulo de visión. Tomemos por ejemplo la Segunda Guerra Mundial, sin duda el hecho más importante y decisivo de los últimos siglos, por lo que se jugó ahí y por cómo nos sigue afectando (nuestro mundo actual es directo heredero de ese conflicto, que no terminó ni mucho menos en 1945). Tomemos uno de esos "enigmas" que tanto les cuesta explicar a la mayoría de los historiadores: ¿Por qué no se rindieron los alemanes mucho antes, si sabían que la guerra ya estaba perdida desde el desastre de Stalingrado y el desmoronamiento del frente soviético? ¿Por qué aguantaron hasta la destrucción de muchas de sus ciudades, incluida su capital? ¿De verdad tenían tanto poder las instituciones nazis, Gestapo y SS incluidas, como para forzar a la gente a seguir combatiendo y resistiendo incluso durante los primeros meses de 1945?
De Hitler y de los nazis sabemos lo que nos cuentan las películas y algunos libros. Es decir, la versión de los vencedores, pero nos falta una versión de los vencidos, como no tenemos la de los cartagineses, la de los galos, la de los aztecas, los mayas, las brujas o los nativos africanos. Y datos hay, lo que ocurre es que, aunque parezca mentira, a estas alturas de 2011 seguimos observando este brutal conflicto con la misma miope lupa de la propaganda utilizada durante los años cuarenta. Si pudiéramos mover el ángulo nos encontraríamos con que a lo largo de la guerra (y sin tener en cuenta los atentados como el de de Von Stauffenberg y compañía) Alemania presentó en varias ocasiones diversas propuestas para iniciar conversaciones serias de tregua e incluso de firma de paz (recordemos que la guerra mundial fue declarada por Inglaterra y Francia a Alemania, cuando los alemanes -y también los soviéticos, cosa que se suele olvidar- decidieron intervenir en Polonia para frenar los horrorosos desmanes que sufrían los colonos alemanes a manos de los polacos: desde incautaciones ilegales de tierras hasta salvajes violaciones y asesinatos en masa, según recuerdan los periódicos de la época) que fueron sistemáticamente rechazadas una detrás de otra por las potencias aliadas, sobre todo a raíz de la imposición de la doctrina de la Rendición Incondicional dictada personalmente por el presidente norteamericano Franlin Delano Roosevelt.
Rendición Incondicional significa exactamente eso: que uno queda por completo a merced de los vencedores y sin derecho a protestar nada, ni siquiera a negociar los términos de la rendición, aunque fuera en un documento tan pésimo y criminal como el tristemente famoso Tratado de Versalles, verdadero germen de la Segunda Guerra Mundial. Y quedar a merced de los vencedores era algo que a los alemanes no les hacía gracia, teniendo en cuenta las cosas que se publicaron durante la guerra en los países aliados. Cosas que entonces conocía todo el mundo pero que hoy día muy poca gente, a no ser los estudiosos del tema, saben..., aunque hablan poco acerca de ellas.
Uno de los primeros en denunciar ese tipo de cosas fue Monseñor Reichenberger, enemigo de Hitler, que huyó a EE.UU. en lugar de quedarse en Alemania y allí descubrió las barbaridades que se publicaban en la prensa norteamericana. Por ejemplo, en el Life Magazine un articulista llamado J.A.Marcus publicó literalmente que "No necesitamos 70 millones de alemanes. No les hemos pedido que se reproduzcan como las ratas y que asesinen luego a sus vecinos sólo para ganar espacio para su población sobrante" y a continuación llamba al "exterminio" de "los bárbaros hunos". Otro articulista del momento, Walter Winchel, exigía que a todos los alemanes había que "hacerles tragar arsénico" y The New York Times publicaba que "Alemania debe ser reducida, desde el punto de vista de la población, al tamaño de Francia" aunque no especificaba cómo...
No importa: otros autores explicaron cómo había que hacer eso. Por ejemplo, el libro del norteamericano Theodore N. Kaufman con el explícito título de "Germany must perish" ("Alemania debe perecer") y que fue recibido por el Times Magazine con el titular "una idea sensacional" y por el The New York Times con el de "un plan para la paz eterna entre las naciones civilizadas". ¿Y cuál era esa gran idea? La esterilización de todos los alemanes. Escribía Kaufman: "Esta guerra no está dirigida contra Adolf Hitler ni es tampoco una guerra contra los nazis (...) Es una lucha entre la nación alemana y la humanidad (...) Alemania debe ser eliminada para siempre (...) Queda entonces pues solamente un método (...) este moderno método conocido por la ciencia como esterilización eugenésica puede practicarse inmediatamente, es humano y total (...) dentro de dos generaciones se hará irrevocable realidad lo que anteriormente nunca se pudo lograr, ni al costo de millones de humanos ni siglos de esfuerzos inútiles, cual es el exterminio del alemán".
Otro ejemplo de la época es el artículo del profesor de Harvard Ernest Albert Hooton que en 1943 apareció en el Peabody Magazine norteamericano y donde el autor, "una importante personalidad de nuestro tiempo", reflexiona sobre el tema "¿Debemos matar a todos los alemanes?" y, tras llegar a la conclusión de que matar es un verbo demasiado duro para aplicarlo a diestro y siniestro, lo mejor es matar o encarcelar de por vida sólo a los jefes nazis (sin necesidad de juicios), exiliar para siempre a los oficiales de carrera, esclavizar durante un mínimo de 20 años a todos los soldados como miembros de grupos de trabajos forzados y casar a las alemanas con hombres de otras razas y nacionalidades para "reducir la natalidad de los alemanes de 'pura raza'".
Éstos son sólo unos pocos ejemplos de lo que se escribía en aquellos días, y sólo de lo que se escribía en los democráticos Estados Unidos (donde por cierto, los ciudadanos negros seguirían siendo discriminados e incluso esclavizados hasta los años sesenta..., por no hablar del maltrato a los de origen iberoamericano) donde también se proponía públicamente una serie de planes para dividir Alemania en dos o más países, matar directamente por desnutrición a unos 30 millones de personas, y otras sugerencias por el estilo. Ahora pongámonos en la piel de un alemán de aquellos días, un simple alemán, soldado o civil, no nazi: una persona atrapada en esas circunstancias dramáticas que le tocó vivir y que estaba deseando, como casi todo el mundo normal, que terminara la guerra de una vez por todas para volver a su casa con su familia. Imaginemos lo que podía pasar por su cabeza cuando oyera hablar de la expresión Rendición Incondicional y a continuación lo relacionara con los planes que se barajaban para él desde la parte enemiga... Como es lógico, no hacía falta que le hablaran de "armas maravillosas", ni que le dirigieran discursos fanáticos, ni que le controlara ningún comisario político. Preferiría seguir luchando aunque el mundo se desmoronara alrededor, con la esperanza de evitar quedar a merced de unos vencedores que querían aplicar semejantes iniciativas.
Se acabó el "enigma". Y hay muchos más que podrían terminar también. Sólo hace falta, insisto, cambiar el ángulo de visión.
Hay muchos ejemplos de "misterios" históricos que desaparecerían en dos minutos simplemente escorando un poco el ángulo de visión. Tomemos por ejemplo la Segunda Guerra Mundial, sin duda el hecho más importante y decisivo de los últimos siglos, por lo que se jugó ahí y por cómo nos sigue afectando (nuestro mundo actual es directo heredero de ese conflicto, que no terminó ni mucho menos en 1945). Tomemos uno de esos "enigmas" que tanto les cuesta explicar a la mayoría de los historiadores: ¿Por qué no se rindieron los alemanes mucho antes, si sabían que la guerra ya estaba perdida desde el desastre de Stalingrado y el desmoronamiento del frente soviético? ¿Por qué aguantaron hasta la destrucción de muchas de sus ciudades, incluida su capital? ¿De verdad tenían tanto poder las instituciones nazis, Gestapo y SS incluidas, como para forzar a la gente a seguir combatiendo y resistiendo incluso durante los primeros meses de 1945?
De Hitler y de los nazis sabemos lo que nos cuentan las películas y algunos libros. Es decir, la versión de los vencedores, pero nos falta una versión de los vencidos, como no tenemos la de los cartagineses, la de los galos, la de los aztecas, los mayas, las brujas o los nativos africanos. Y datos hay, lo que ocurre es que, aunque parezca mentira, a estas alturas de 2011 seguimos observando este brutal conflicto con la misma miope lupa de la propaganda utilizada durante los años cuarenta. Si pudiéramos mover el ángulo nos encontraríamos con que a lo largo de la guerra (y sin tener en cuenta los atentados como el de de Von Stauffenberg y compañía) Alemania presentó en varias ocasiones diversas propuestas para iniciar conversaciones serias de tregua e incluso de firma de paz (recordemos que la guerra mundial fue declarada por Inglaterra y Francia a Alemania, cuando los alemanes -y también los soviéticos, cosa que se suele olvidar- decidieron intervenir en Polonia para frenar los horrorosos desmanes que sufrían los colonos alemanes a manos de los polacos: desde incautaciones ilegales de tierras hasta salvajes violaciones y asesinatos en masa, según recuerdan los periódicos de la época) que fueron sistemáticamente rechazadas una detrás de otra por las potencias aliadas, sobre todo a raíz de la imposición de la doctrina de la Rendición Incondicional dictada personalmente por el presidente norteamericano Franlin Delano Roosevelt.
Rendición Incondicional significa exactamente eso: que uno queda por completo a merced de los vencedores y sin derecho a protestar nada, ni siquiera a negociar los términos de la rendición, aunque fuera en un documento tan pésimo y criminal como el tristemente famoso Tratado de Versalles, verdadero germen de la Segunda Guerra Mundial. Y quedar a merced de los vencedores era algo que a los alemanes no les hacía gracia, teniendo en cuenta las cosas que se publicaron durante la guerra en los países aliados. Cosas que entonces conocía todo el mundo pero que hoy día muy poca gente, a no ser los estudiosos del tema, saben..., aunque hablan poco acerca de ellas.
Uno de los primeros en denunciar ese tipo de cosas fue Monseñor Reichenberger, enemigo de Hitler, que huyó a EE.UU. en lugar de quedarse en Alemania y allí descubrió las barbaridades que se publicaban en la prensa norteamericana. Por ejemplo, en el Life Magazine un articulista llamado J.A.Marcus publicó literalmente que "No necesitamos 70 millones de alemanes. No les hemos pedido que se reproduzcan como las ratas y que asesinen luego a sus vecinos sólo para ganar espacio para su población sobrante" y a continuación llamba al "exterminio" de "los bárbaros hunos". Otro articulista del momento, Walter Winchel, exigía que a todos los alemanes había que "hacerles tragar arsénico" y The New York Times publicaba que "Alemania debe ser reducida, desde el punto de vista de la población, al tamaño de Francia" aunque no especificaba cómo...
No importa: otros autores explicaron cómo había que hacer eso. Por ejemplo, el libro del norteamericano Theodore N. Kaufman con el explícito título de "Germany must perish" ("Alemania debe perecer") y que fue recibido por el Times Magazine con el titular "una idea sensacional" y por el The New York Times con el de "un plan para la paz eterna entre las naciones civilizadas". ¿Y cuál era esa gran idea? La esterilización de todos los alemanes. Escribía Kaufman: "Esta guerra no está dirigida contra Adolf Hitler ni es tampoco una guerra contra los nazis (...) Es una lucha entre la nación alemana y la humanidad (...) Alemania debe ser eliminada para siempre (...) Queda entonces pues solamente un método (...) este moderno método conocido por la ciencia como esterilización eugenésica puede practicarse inmediatamente, es humano y total (...) dentro de dos generaciones se hará irrevocable realidad lo que anteriormente nunca se pudo lograr, ni al costo de millones de humanos ni siglos de esfuerzos inútiles, cual es el exterminio del alemán".
Otro ejemplo de la época es el artículo del profesor de Harvard Ernest Albert Hooton que en 1943 apareció en el Peabody Magazine norteamericano y donde el autor, "una importante personalidad de nuestro tiempo", reflexiona sobre el tema "¿Debemos matar a todos los alemanes?" y, tras llegar a la conclusión de que matar es un verbo demasiado duro para aplicarlo a diestro y siniestro, lo mejor es matar o encarcelar de por vida sólo a los jefes nazis (sin necesidad de juicios), exiliar para siempre a los oficiales de carrera, esclavizar durante un mínimo de 20 años a todos los soldados como miembros de grupos de trabajos forzados y casar a las alemanas con hombres de otras razas y nacionalidades para "reducir la natalidad de los alemanes de 'pura raza'".
Éstos son sólo unos pocos ejemplos de lo que se escribía en aquellos días, y sólo de lo que se escribía en los democráticos Estados Unidos (donde por cierto, los ciudadanos negros seguirían siendo discriminados e incluso esclavizados hasta los años sesenta..., por no hablar del maltrato a los de origen iberoamericano) donde también se proponía públicamente una serie de planes para dividir Alemania en dos o más países, matar directamente por desnutrición a unos 30 millones de personas, y otras sugerencias por el estilo. Ahora pongámonos en la piel de un alemán de aquellos días, un simple alemán, soldado o civil, no nazi: una persona atrapada en esas circunstancias dramáticas que le tocó vivir y que estaba deseando, como casi todo el mundo normal, que terminara la guerra de una vez por todas para volver a su casa con su familia. Imaginemos lo que podía pasar por su cabeza cuando oyera hablar de la expresión Rendición Incondicional y a continuación lo relacionara con los planes que se barajaban para él desde la parte enemiga... Como es lógico, no hacía falta que le hablaran de "armas maravillosas", ni que le dirigieran discursos fanáticos, ni que le controlara ningún comisario político. Preferiría seguir luchando aunque el mundo se desmoronara alrededor, con la esperanza de evitar quedar a merced de unos vencedores que querían aplicar semejantes iniciativas.
Se acabó el "enigma". Y hay muchos más que podrían terminar también. Sólo hace falta, insisto, cambiar el ángulo de visión.
"Se acabó el "enigma". Y hay muchos más que podrían terminar también. Sólo hace falta, insisto, cambiar el ángulo de visión."
ResponderEliminar¿Revisionismo histórico y negacionismo en especial sobre los famosos "campos"? ¿Es ese otro de los ángulos de los que habla?
La historia como siempre manipulada....
Por ejemplo: se sabe que cuando Hitler invadió la URSS solo se encontraba como oposición unidades de ataque, divisiones completas preparadas para el ataque. ¡No había unidades defensivas! Eso demuestra que la URSS estaba a punto de atacar Alemania y que Hitler se adelantó por decimas de segundo, como demuestra que los uniformes no eran de temporada, una imprevisión impropia del ejercito alemán, que tuvo que tirarse al río o hubieran perecido ese mismo año...
ResponderEliminarTiene usted mucha razón. Estamos demasiado acostumbrados a la información políticamente correcta y en una sola dirección. Gracias por ayudarnos a cambiar de foco con su blog. No sabía lo de los planes para destruir Alemania como usted cuenta y tampoco lo que comenta el segundo "anónimo" sobre la invasión de Rusia. Respecto al primer "anónimo" alucino con los fanáticos como él, que inventan lo que no pone en ningún lado porque viven para sus obsesions. Como muy bien dice, la historia en efecto como siempre manipulada aunque él y los que son como él son los primeros en manipularla.
ResponderEliminarYo creo que de la segunda guerra mundial se desconocen aun muchísimas cosas, algunas manipuladas convenientemente y otras que por diversos motivos, casualidades y errores se perdieron en los feroces combates de esta. Sobre el primer anónimo, supongo que se referirá a los informes leuchter y rudolf y a las investigaciones del escritor francés Roger Garaudy, aunque estas cosas hay que tomarlas con muchísimo cuidado porque es muy probable que haya mucha gente con intereses de modificar la historia para fines propios (lo de los famosos "campos" como el dice, lo de que dicen que hitler se escapó de alemania etc...). Por eso estoy de acuerdo con José Manuel Valdivia que muchas veces el que critica, es el primero que manipula. Ultimamente la gente ve conspiraciones por todos lados y se está empezando a cuestionar muchísimos fragmentos de la historia aunque realmente no se con qué fin, porque a veces parecen más divagaciones que otra cosa y si ya le metemos contenido político, entonces se hace una guarreria de algo que debería existir para comprender lo qué pasó y así entender el presente. Como siempre el blog muy interesante, dando mucho que pensar. Felicidades
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