- Mmmmmh, simplemente delicioso... -paladeó el sabor, tomándose su tiempo- ¡Espere, no me lo diga! Por el color, y por el sabor..., y por el olor..., yo diría que es una copa de..., sí: ¡una copa de niño de cuatro años, caucasiano, de origen norteamericano, con no más de seis meses de antiguedad desde su sacrificio!
- Es impresionante, monsieur Jonás... -reconoció asombrado el maître de El colmo del colmillo, el restaturante de moda entre la comunidad de vampiros de París- Ésta es la sexta copa de sangre distinta que le sirvo y ha sido usted capaz de diferenciar, una por una, la procedencia de todas ellas...
- Llevo muchos siglos en esto, amigo mío -se encogió de hombros, sonriendo, el condenado parásito.
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