Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

lunes, 31 de mayo de 2010

La Edad Media que viene

Juan Brom es un académico de la Universidad Nacional Autónoma de México que, como tantas personas con vidas más o menos intensas pero en el fondo corrientes (las personas con una vida verdaderamente interesante nunca publican su autobiografía: reservan el néctar que hayan podido extraer de la existencia para sí mismos), ha creído necesario escribir su autobiografía, recién publicada en Grijalbo con el título De niño judío alemán a comunista mexicano. Puede ser de todas formas un libro curioso de leer, si es que profundiza en las ideas que empleó el pasado fin de semana durante su presentación pública en México D.F. y que no vienen sino a confirmar lo que otros pensadores de mayor o menor proyección social y, en realidad, cualquiera que tenga un poco de olfato histórico, puede detectar con cierta facilidad: vivimos el final de una época y nos espera, a la vuelta de la esquina, algo muy diferente a lo que conocemos y para lo cual la inmensa mayoría de las personas no está preparada (aunque no tendrá más remedio que someterse o perecer).

¿Qué significa exactamente el final de una época? Viajemos un poco en el tiempo y pongámonos en la piel de un patricio romano en su villa de Hispania, o de Galia, o de Tracia, o de cualquier parte del imperio, en la época de su decadencia. Con un poco de conocimiento de cuáles eran las circunstancias vitales en ese momento no es difícil comprender la mezcla de sentimientos (angustia, congoja, nostalgia, rabia...) con que ese patricio podría añorar un orden (y la fuerza militar que lo sostuvo, y la gloria que de las conquistas devino) de acuerdo con el cual su familia vivió durante generaciones y que fue lo bastante sólido (en aparicencia) para dotar de cierto sentido a su vida de persona común, aun en una escala elevada, perfectamente integrada en la sociedad de su época. Un orden que en esos momentos estaba desapareciendo, desvaneciéndose en medio del caos económico, la corrupción política, las invasiones bárbaras y otro tipo de factores que, para su pesar, estaban transformando su existencia y la de sus descendientes para siempre.

Y es que la caída del imperio romano suele representarse como una invasión de bárbaros furiosos (mongoles, por lo general) que entra a saquear la capital a sangre y fuego y se lleva como esclavo a todo aquél al que no ha asesinado en su criminal avance, pero ésta es una imagen falsa, como la de la mayoría de las estampas históricas que nos "venden", de lo que ocurrió. En realidad, no fue tanto una caída de un día para otro como un desmoronamiento progresivo, gradual a través de los años, en el que todos tuvieron algo que decir.

La Antigua Roma fue destruida desde sus propios cimientos gracias a su podrida casta política (empezando por la serie de sinvergüenzas que ocuparon el trono imperial, en ocasiones durante apenas unos meses), pero también y sobre todo debido a la acomodada, indiferente y ciega ciudadanía a la que no le interesaba otra cosa que holgazanear y seguir los juegos cada vez más brutales y sangrientos del Coliseo. Eso, sin olvidar a los comerciantes financieros cuyo único interés era hacerse más y más ricos a costa de quien fuera, al elevado número de viajeros procedentes de todas las partes del imperio con el único objetivo de medrar personalmente sin pensar en nadie más y aun a costa de la destrucción de las instituciones en las que conseguían penetrar, a los fanatismos religiosos que destruyeron los últimos restos de moral (muchos de los primitivos cristianos no fueron precisamente ejemplo de santidad, por mucho mártir que hubiera entre sus filas, sino más bien ejemplo de fanáticos apocalípticos convencidos de que el fin del mundo estaba a la vuelta de la esquina y por tanto decían que resultaba "agradable a Dios" ayudar a destruir el orden para facilitar la Parusía) y a la excesiva avalancha de inmigrantes hambrientos y deslumbrados por el poder romano (aunque fuera decadente) llegados de más allá de las fronteras imperiales con el objetivo de hacerse un hueco en el "paraíso".

¿A alguien le suena todo esto?

- Sí, claro -interviene Mac Namara-. Se parece sospechosamente a cierto momento histórico que conoce bien cualquiera de tus (escasos) lectores. De hecho, yo también he tenido esa sensación de encontrarnos en plena decadencia del imperio occidental y al borde de una segunda Edad Media.

- Exactamente eso es lo que ha dicho Brom -le contesto, tratando de parecer indiferente a su desagradable comentario sobre mis escritos-. En la presentación de su autobiografía aseguró que la Humanidad está a las puertas de una "nueva Edad Media" que además será "muy prolongada y muy dolorosa" a través de un "régimen muy cerrado, muy autoritario", aunque extremadamente eficiente desde el punto de vista del control, ya que impedirá la discusión, el debate o los movimientos sociales con un fuerte componente antidemocrático en el ejercicio del poder.

- ¿Y dijo algo del control por microchips de la población? -pregunta mi gato conspiranoico.

- No especificó mucho pero sí recordó que los medios tecnológicos existentes en la actualidad permiten un control total, imaginado pero no conseguido por dictaduras anteriores. "Los nazis y los soviéticos utilizaban tarjetas para vigilar y documentar a la gente bajo su control pero hoy día los sistemas automatizados permiten contar con información detallada de millones de personas en unos cuantos disquitos" (discos duros), son sus palabras.

- No está mal el análisis. ¿Y qué más? ¿A quién echó la culpa él de lo que ocurre?

- Pues..., como buen teórico de izquierdas, Brom apunta a las crisis del capitalismo, en combinación con la globalización (que multiplica sus efectos) como responsables principales del desmoronamiento actual y asegura que el problema nace de la desaparición de los llamados países socialistas, a partir de la cual el mundo entró en una peligrosa situación de crisis permanente en una u otra región.

- Como buen teórico de izquierdas, Brom equipara capitalismo con liberalismo y por tanto se equivoca, puesto que buena parte de lo que está sucediendo en la actualidad es obra del capitalismo, sí, pero ¿qué es en realidad el capitalismo sino otra versión del socialismo que parece añorar en su discurso?

- Explícame eso, Mac.

- Una cosa es el liberalismo: el libre mercado, la ley de la oferta y la demanda con un control intermedio de un gobierno independiente para evitar los desmanes de los poderosos. Otra muy diferente, aunque la gente se confunde y cree que es lo mismo, es el capitalismo hoy rampante en el que el gobierno (y el resto de los partidos políticos) es un guiñol al servicio de las mismas fuerzas del mercado entre otras cosas porque le deben una cantidad impagable de millones en préstamos y por tanto sólo actúa cuando le dejan u ordenan. Piensa que el ideal del capitalismo es crear empresas cada vez mayores hasta que llegue un momento en el que una sola megacorporación lo controle todo (como en los regímenes socialistas, sólo que en ellos la megacorporación se disfrazaba con el nombre de Estado) y los ciudadanos pasen a ser todos iguales (consumiendo lo mismo, trabajando lo mismo, pensando lo mismo) unidos bajo el control de un mando único a nivel mundial, destruidos sus intereses particulares tanto a nivel político, como religioso, social o familiar. El famoso simulacro que conocimos como Guerra Fría no fue más que un experimento para ver cuál de los dos métodos, el capitalismo o el socialismo, servía mejor al plan de control directo de la población en general mientras de paso se minaba y destruía el liberalismo. En todo caso, la culpa de lo que está ocurriendo no es tanto de los -ismos como de los mismos ciudadanos, en su inmensa mayoría ignorantes y/o cobardes, que se dejan comer el terreno por los "malos" y son incapaces de hacerles frente aun siendo mucho más numerosos.

- Si tú lo dices...

- Yo lo digo, que sé más que tú. ¿Y qué propone el tal Brom para salir de todo esto?

- Según él, la sociedad debe "generar un gran movimiento mundial" que ofrezca una "salida a los problemas actuales, pero no bajo el prisma capitalista pues ya se ha visto que el actual sistema no ofrece más que desempleo y explotación, expoliación de los recursos del planeta, y pobreza". Algo que permita a la sociedad adquirir el dominio de sus recursos básicos y "no el control de un simple taller o microempresa, sino de medios fundamentales para organizar la producción y la distribución en beneficio de toda la Humanidad", aunque reconoce que "éste es un tema de largo plazo, porque la inmensa mayoría de la población no aspira actualmente a una sociedad socialista o a algún nuevo sistema tenga el nombre que tenga".

- Palabrería entonces. No me dice nada nuevo -sentencia Mac Namara-. Si eso es todo, prepárate para desembarcar en una nueva Edad Media, y a no mucho tardar. Prepárate para un nuevo sistema feudal, unas nuevas cruzadas, una nueva época de hambrunas y pestes, una nueva Inquisición...

No medito. Contesto de inmediato:

- Está bien. Me prepararé para formar parte de una nueva orden templaria o teutónica o de cualquiera otra clase de caballería. Me prepararé para construir de nuevo catedrales que enmudezcan a los príncipes de este mundo. Me prepararé para resucitar a los minnesänger y los trovadores y dedicar mi corazón a una dama que lo merezca... Y no me importa el mundo que me depare el futuro: lo conquistaré por la fuerza de mi espíritu, sea con la ayuda de un teclado de ordenador o con la de una espada desenterrada de una piedra.

Por un momento, sólo por un momento, detecto en los ojos de Mac Namara un leve destello de aprobación, tan raro en él como el Rayo Verde. Pero se da media vuelta para que no le mire y se aleja meneando su cola, impasible. Y me deja, como de costumbre, pensativo.

viernes, 28 de mayo de 2010

Un número de teléfono con mucho peligro

Nos pasamos el día manejando y recordando números lo que, para alguien de Letras Puras como el que suscribe, suele resultar bastante latoso. La fecha de la jornada (y la hora, cada dos por tres... ¡Nunca mejor dicho!), la matrícula de nuestro vehículo, el portal en el que vivimos (y el piso) y el de la calle donde está la empresa que trabajamos, el dial de las emisoras que escuchamos, la fecha (y la edad) de los cumpleaños de las personas queridas, la complicada contraseña que le pusimos a un correo de Internet, el precio del libro aquél que queremos comprarnos... Y por supuesto nuestro número (o números, porque aun cuando parezca asombroso hay masoquistas que emplean varios) de teléfono. ¿Cuánto dinero estaríamos dispuestos a pagar por tener uno de esos teléfonos fáciles de recordar como el de algunas empresas que se anuncian en los medios de comunicación (pongamos un 676 767 676)?

Sin embargo, a veces tampoco es muy recomendable para la salud emplear un número facilón..., o ésa es al menos la teoría del diario británico The Daily Telegraph que esta misma semana publicó una de esas noticias que hay que leer varias veces para saber si nos están tomando el pelo o no. Hablaba de un número "maldito": el 888 888 888, que más que un número de teléfono parece una cenefa para la cocina. El problema con él es que sus tres últimos poseedores murieron digamos que "antes de tiempo" después de utilizarlo durante sólo dos años cada uno. Motivo por el cual, la empresa búlgara Mobitel, que lo comercializaba, ha decidido darlo de baja. En teoría, para siempre jamás.

El primer propietario de este número de teléfono fue precisamente el director general de la empresa, Vladimir Grashnov, quien decidió quedárselo para su uso personal precisamente por lo fácil de recordar, y que falleció de cáncer en 2001, cuando contaba sólo con 48 años de edad. No hay pruebas que lo confirmen pero al poco de fallecer corrieron fuertes rumores de que su cáncer no se había generado de manera natural sino por un envenenamiento con sustancias radiactivas (no sería la primera vez que un político, empresario o cualquiera otra personalidad relevante de un país del Este de Europa padece este tipo de ataques; recordemos por ejemplo los conocidos casos del espía ruso Alexander Litvinenko -arriba- y del presidente ucraniano Víktor Yuschenko -abajo-, ambos en la imagen) provocado por un rival comercial ligado a ciertas tramas mafiosas.

Curiosamente, el siguiente propietario del número fue uno de los considerados jefes de la Mafia búlgara, Konstantin Dimitrov, quien, como corresponde a su peculiar profesión, murió de forma violenta con sólo 31 años de edad. Sucedió en Holanda en 2003, durante un viaje de inspección de su negocio de drogas valorado según el periódico británico en unos 500 millones de libras esterlinas, nada menos. Allí fue muerto a tiros por un asesino solitario (por suerte, no tengo aquí al lado a Mac Namara ya que, si no, me hubiera obligado a escribir seis o siete párrafos extra sobre las falsedades del adjetivo "solitario" aplicado a estos casos y cómo se organiza una trama para que parezca realmente que un criminal de este tipo actúa solo) que acabó con su vida por encargo de un gran mafioso ruso mientras el búlgaro almorzaba con una modelo al mejor estilo James Bond. En el momento del asesinato, tenía el móvil consigo.

De Konstantin a Konstantin y tiro porque me toca, el tercer propietario del número pasó a ser Konstantin Dishliev: otro "hombre de negocios" de turbia trayectoria, esta vez implicado en una operación masiva de tráfico de cocaína hacia Colombia, que por cierto fue intervenida por la Policía, por valor de unos 130 millones de libras esterlinas. El tipo fue tiroteado, y muerto, en 2005 a la salida de otro restaurante, esta vez hindú pero ubicado en Sofía, la capital búlgara.

Como vemos, el bautizado como "número asesino" actuaba cada dos años, si bien cabe dentro de lo posible que hubiera perdido mucho de su carácter maldito si Mobitel se lo hubiera concedido a una persona con una vida relativamente normal, en lugar de a otras de moral dudosa... Nunca sabremos quiénes hubieran sido sus siguienes víctimas en 2007 y 2009, fechas en las que tocaba continuar con el ritmo macabro, porque tras el asesinato de Dishliev, la Policía ordenó suspender la concesión del teléfono mientras investigaba el suceso.

Cerrado el archivo policial, las autoridades han devuelto recientemente la licencia para el uso normal del teléfono a Mobitel, pero los actuales directivos de la empresa han decidido meterlo en un cajón y no volver a sacarlo de ahí, por si acaso. Oficialmente "no tenemos ningún comentario, la empresa no discute la asignación de números individuales". Así que ya está dado de baja aunque según cuenta el rotativo británico todavía se puede llamar al número ahora mismo. Eso sí, lo único que se escucha es un mensaje grabado anunciando que ese teléfono está fuera de cobertura de la red.

En algunas escuelas de Numerología, se conoce al número 8 como La Doble Revolución y se le describe como el número de la reacción y la justicia, que equilibra las cosas e impulsa la armonía. De hecho, nace de un doble 4, que ya de por sí se refiere precisamente al equilibrio (pocas figuras más estables que un cuadrado o su expresión en tres dimensiones: el cubo). Tal vez por eso traiga mala suerte a las personas de vida y actividades poco honorables, así que en lugar del teléfono "asesino" habría que hablar del teléfono "justiciero"... Gráficamente, el 8 es también muy estable pues se ve igual se mire desde la derecha o desde la izquierda (lo que no sucede con su raíz: el 4). Y si "tumbamos" la cifra obtenemos el signo gráfico del infinito, lo que nos habla también de equilibrio universal.

Por último, en China y otros países del Lejano Oriente se considera como un número muy afortunado, aunque esto también puede traer problemas como le ocurrió a la niña india Lakhsmi, que fue noticia en 2007 cuando trascendió su caso: nació con 8 extremidades, cuatro brazos y dos piernas. Los supersticiosos vecinos veían en ella a una reencarnación de la diosa del mismo nombre, pero sus padres y su médico veían más bien los restos del gemelo parásito (que no había lo grado desarrollarse en el vientre de su madre) que la pequeña había asumido y de los que había que librarle. Por fortuna su caso pudo ser resuelto por el cirujano Sharan Patil quien al frente de un equipo de 30 personas logró transformarla en una persona físicamente normal tras una larga operación de 24 horas. Y sin necesidad de usar el teléfono...

jueves, 27 de mayo de 2010

Premonition

No son pocas las obras famosas de la Literatura Mundial (y del Séptimo Arte) que juegan con uno de los conceptos clásicos de la CF, la Ciencia Ficción: el viaje en el tiempo..., y las consecuencias del mismo. Primera pregunta típica: ¿se puede ir al pasado o al futuro físicamente hablando de alguna manera? Segunda pregunta típica: ¿podríamos interactuar libremente con las circunstancias si lográramos consumar el viaje (sobre todo si se tratara del pasado, donde cualquier pequeña y en aparente inocente intervención podría desencadenar un alud de circunstancias que cambiarían el futuro; es decir, el presente del cual provenimos)?

Respecto a la primera pregunta hay diversos equipos científicos trabajando en ello desde hace más de lo que sospechamos, aunque de momento (y salvo diversas leyendas urbanas que circulan en ciertos ambientes) no se ha conseguido gran cosa. Si acaso, explorando las sorprendentes fronteras de la Física Cuántica algunos estudiosos han advertido de la existencia de anomalías que podrían indicar que es posible a un nivel diminuto avanzar y retroceder mínimamente en el tiempo..., pero sus conclusiones se basan en las mismas características de las partículas más pequeñas oficialmente conocidas (los protones, neutrones y sobre todo electrones en los que se divide el átomo) cuyo comportamiento es tan sorprendente como mágico.

El dogma materialista argumenta que vivimos en un mundo sólido, como nos demuestran todos los días nuestros sentidos al poner ante nosotros a una serie de objetos y de seres vivos a los que podemos tocar, acariciar, chocar, etcétera, y que están compuestos por átomos. Sin embargo, todas las creencias místicas nos dicen que el mundo no es más que una gran ilusión, que no existe en realidad (recordemos la sentencia oriental que se puso tan de moda hace algún tiempo: "Todo es maya, todo es ilusión"). Y, de hecho, el universo material que experimentamos es cierto que no existe: lo creamos cada día en cada momento por la interpretación común que hacemos de manera consensuada en el fondo de nuestros cerebros de la señales que recogen nuestros sentidos y que éstos nos transmiten. Los locos, es decir aquéllos que no consensúan su experiencia con los demás porque interpretan las señales a su manera, no perciben de la misma forma cuanto nos rodea y probablemente sea por esta razón por la que son capaces de protagonizar hechos extraordinarios como por ejemplo desarrollar, si lo requieren, una tremenda fuerza física, por completo desproporcionada al cuerpo que lucen.

Pero es que, además, si descendemos al nivel de las partículas atómicas, descubrimos con gran sorpresa que los átomos, esos "ladrillos" del mundo físico, están compuestos en su mayor parte de... ¡nada! El mejor ejemplo es el modelo clásico del átomo que estudian hasta los niños pequeños: un núcleo de "bolitas" que representan a protones y neutrones, alrededor del cual giran otras "bolitas" que representan a los electrones. Una especie de Sistema Solar en miniatura. Ahora bien, esto es sólo una forma de representar el concepto pues las "bolitas" son apenas un minúsculo porcentaje del espacio que ocupa el átomo en sí. Para entender esto mejor, se elaboró un cálculo comparativo en su momento según el cual si el núcleo del átomo fuera aproximadamente del tamaño de una moneda de 10 centavos de dólar, el átomo completo (incluyendo todo el espacio ocupado por los electrones girando alrededor del núcleo) sería ¡del tamaño de una catedral! ¿Eso es solidez? ¿Eso es un mundo material?

Respecto a la segunda pregunta, parece obvio que si existe la posibilidad de un viaje físico en el tiempo, debería existir también algún tipo de ley o de cuerpo de seguridad formado por policías crononautas (un personaje muy común en el género de la CF) controlando que nadie se dedique a alterar las circunstancias, en beneficio de todos. Recientemente leí la divertida ¿Quién necesita a Cleopatra? de Steve Redwood en la que los protagonistas viajan a diversos lugares del pasado y del futuro, y uno de ellos es la Crucifixión de Jesucristo. Allí descubren con sorpresa que tanto los legionarios romanos como la mayor parte del público que asisten al Calvario son en realidad viajeros temporales como ellos, pero de otras épocas, que se prestan a disfrazarse para componer la estampa a petición de los polis crononautas de turno. Cuándo se interesan por lo ocurrido, uno de los agentes les explica que ¡la primera viajera temporal que llegó a la época era una fundamentalista evangélica norteamericana armada hasta los dientes que ametralló a todos los presentes menos a Jesús para evitar que le crucificaran!

En la Universidad de Dios, mi tutor el gran Thoth nos ha comentado en varias ocasiones acerca de la extraña naturaleza del tiempo y, entre otras cosas, nos advirtió de que en realidad el viaje a través de él estaba inventado desde hacía mucho. Que el ser humano sólo perdía el tiempo, y nunca mejor dicho, viajando para detrás y para delante, en lugar de quedarse en el lugar que le corresponde, que no es otro que el momento presente. Y es así. Pensemos en un día de diario, un día cualquiera, y nos daremos cuenta de que la mayor parte de las 24 horas la invertimos anticipando acontecimientos (es decir, viajando hacia el futuro) que puede que sucedan o puede que no..., o recordando otros acontecimientos (es decir, viajando hacia el pasado) que, para colmo, puede que sucedieran como los tenemos en mente o puede que no: ¡la memoria es muy engañosa!

Thoth nos sugirió otra forma de contemplar todo esto. En cierta ocasión nos dijo:

- Pensad en la vida de una persona, en vuestra propia vida, como en una película de DVD donde, en el menú, podemos escoger las escenas. Digamos que hay ocho recuadros de escenas a elegir: Embarazo y nacimiento, Niñez, Adolescencia, Juventud, Madurez, Envejecimiento, Senectud, Muerte. Si presionamos el mando a distancia en la escena número 1 experimentaremos nuestra llegada a esta reencarnación y nuestros primeros pasos en ella: desde la primera vez que nos amamanta nuestra madre hasta ese momento en el que nos ponemos en pie y comenzamos a caminar. Pero démosle a la pausa y volvamos al menú y pinchemos ahora en la escena número 4: aquí veremos otro tipo de aventuras, desde nuestra primera relación seria de pareja hasta el primer trabajo, por ejemplo. Pausa de nuevo. Si regresamos a la escena número 1 veremos de nuevo todo lo que ya habíamos visto, exactamente igual que la primera vez respecto a nuestra época de bebé. Y tantas veces como vayamos a una escena o a otra, no cambiará en absoluto: siempre aparecerán las mismas experiencias, igual que en cualquier película del DVD por mucho que naveguemos por el menú y cambiemos de escenas, siempre veremos las mismas imágenes. ¿Qué significa esto, mis jóvenes padawan?

Obviamente, que el tiempo no es lineal, como nuestros sentidos nos engañan diciendo que lo es. No sucede primero un pasado, luego un presente y finalmente un futuro sino que, según el gran Thoth, pasado, presente y futuro están juntos y suceden al mismo tiempo constantemente. Nosotros experimentamos uno u otro de manera lineal porque nos movemos linealmente a través de las escenas, pero si fuéramos capaces de desplazarnos como si dispusiéramos de un mando a distancia, podríamos por ejemplo repetir cuantas veces deseáramos las mismas escenas divertidas o placenteras y saltarnos las dolorosas o dramáticas.

Hoy me he acordado de todas estas cosas porque he encontrado una película que refleja de manera asombrosa la explicación de mi tutor (de hecho, tengo la impresión de que el nombre del guionista, Bill Kelly, es un simple seudónimo de Thoth: a veces le da por encarnarse en la Tierra y dejarnos pistas para que las encontremos, en plan jueguecito intelectual). Se trata de un largometraje que ostenta el equívoco título de Premonition (Premonición, aunque en España se estrenó con el subtítulo de 7 días) y que está protagonizada por Sandra Bullock y Julian McMahon, dos semiestrellitas de Hollywood que personalmente no me apasionan lo más mínimo..., pero nunca veo cine por sus estrellitas, sino por los argumentos interesantes, camuflados en el océano de la mediocridad general. A primera vista, Premonition parece el típico thriller de ambiente opresivo y algún que otro susto sobrenatural rodado para pasar la tarde del domingo. De hecho, la crítica se ensañó con ella de manera salvaje. Absurda, triste, siniestra, abusa del flashback, deprimente, falta de lógica, estúpida...; son sólo algunos de los calificativos que encontré para ella, lo cual ya me puso sobre alerta porque, por lo general, las películas que incluyen un mensaje interesante, suelen ser descalificadas de inmediato. Qué digo descalificadas: despellejadas, descuartizadas, arrastradas por el lodo y finalmente rociadas con sal y quemadas en una pira.

Así que me despejé lo más posible y la vi, y por supuesto que recomiendo muy mucho verla. Premonition cuenta la historia de una señora norteamericana que ha alcanzado el cielo del American Way: un marido exitoso, apuesto y fuerte, dos hijas simpáticas y dicharacheras y una de esas casas maravillosas que parece sólo están al alcance de una clase media en todo el mundo: la de EE.UU., pero... Resulta que un día le comunican que su esposo ha muerto en un brutal accidente de tráfico y su mundo de princesita de cuento se desmorona. Tras vivir un día de mucho dolor se va a dormir y al día siguiente ¡despierta con su marido en la cama de nuevo y la vida tan normal como de costumbre! Desconcertada, en un primer momento piensa que ha sido un sueño muy vívido y empieza a temer que tal vez ha sufrido una experiencia premonitoria (de ahí el título de la película) pero al levantarse al día siguiente resulta que sí, que el hombre está muerto de verdad. A punto de volverse loca, la protagonista acaba descubriendo que, por alguna razón que desconoce, el tiempo se ha desordenado y está viviendo una semana (de ahí el subtítulo de la película) trastocada, con el domingo delante del martes y el miércoles después del sábado..., y, lo más grande, consciente de que esto está sucediendo.

¿Significa esto que carecemos de libre albedrío? ¿Que llegamos a este mundo con el destino marcado, sin potestad para alterar nada y que, hagamos lo que hagamos, lo que ha de sucedernos nos sucederá sin que podamos evitarlo? Piotr Demianovich Ouspensky, el más avispado y listo de los discípulos del nuestro querido viejo Gurdjieff ("el Neoplatón del Neosócrates", como solíamos llamarle en broma durante nuestras reuniones en San Petersburgo, no hace tantos decenios pero sí los suficientes como para que parezcan una eternidad), escribió acerca de ello en su Una extraña vida de Iván Osokin. En esta inquietante novela relataba cómo una persona normal a la que, a las puertas de la muerte, se le ofrece la oportunidad de volver a vivir, conscientemente, todos los hechos de su vida, es incapaz de superar sus mecanismos y acaba repitiendo uno por uno, aun conociéndolos con antelación, todos los errores que le condujeron al fracaso existencial.

Sin embargo, aquella vez que Thoth nos explicó la vida comparándola con un DVD nos reveló también este fascinante secreto:

- Así es la vida para la persona corriente. Está destinada a recorrerla desde la escena 1 hasta la escena 8 de su menú. Y punto final. Sin embargo, la persona que sabe, la persona despierta, tiene muchos menúes para elegir. En realidad tiene infinitos menúes de infinitas películas a su disposición, con escenas distintas y tiempos de duración diferentes, que se extienden a un lado y a otro de la película primera. La persona corriente sólo puede ver esa película y en ese orden, en una única dirección, como si fuera el actor obligado a interpretar el papel escrito para él. La persona despierta puede alternar, según su deseo hacia una dirección o hacia otra, viviendo una película o la de más allá, puede escribir su propio guión y dirigirlo, además de interpretarlo.

Y concluyó, sonriendo:

- Todo es un Gran Juego y nosotros no somos sino Jugadores.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Agnotología

Robert Proctor, profesor de la Universidad norteamericana de Historia de la Ciencia en la siempre motivadora universidad de Stanford, publicó en 2008 junto con su mujer Londa Schiebinger un libro muy interesante titulado Agnotology: the making and unmaking of ignorance (Agnotología: la construcción y destrucción de la ignorancia) a propósito del cual la revista Muy interesante publicó una de las entrevistas más interesantes (valga la redundancia) que han aparecido en sus páginas a científicos contemporáneos, por lo general muy monocordes en la defensa de sus dogmas y fanatismos redactados en manuales universitarios que en el fondo no se diferencian tanto de los que siglos atrás poseían los inquisidores, ya que no se les puede tocar ni una coma en las teorías vigentes.

Proctor es uno de esos tipos extraños al que merece la pena escuchar porque su postura ante el mundo es verdaderamente científica: abierta a cualquier posibilidad y a la experimentación personal para la comprobación de los hechos y las leyes en el mundo que nos rodea. Él define la agnotología como el estudio de la política de la ignorancia (y cómo ésta se genera activamente a través de políticas deliberadas, empleando datos científicos para defender lo indefendible) y asegura que empezó a documentarse al respecto por la atracción que para él supone la combinación de la ciencia con la política y la ética. Sus investigaciones le permiten analizar tanto los problemas actuales como los del pasado. Como él bien dice: "me sorprende que la gente no sea curiosa, me educaron para pensar que la vida consiste en hacerse preguntas constantemente y darse cuenta de que siempre hay más cuestiones por resolver". ¡Exacto, amigo: ésa es la clave! Sin embargo, él mismo también ha demostrado con sus estudios cuál es el gran problema y es que hoy ya no se educa a la gente para hacerse preguntas sino para todo lo contrario: obedecer, y hacerlo con las anteojeras bien puestas.

Lo sé muy bien. Parte de mi trabajo desde hace años pasa por la formación de becarios como futuros periodistas y es asombroso (y verdaderamente triste) constatar el bajón de año en año en las sucesivas generaciones. Y, como diría cierto formador que conozco, no es una cuestión de aptitud, sino de actitud. Atención al cambio de una sola letra. No se trata de que los jóvenes periodistas (o científicos, o políticos, o lo que sea) no sean aptos para desarrollar un trabajo pues al principio nadie lo somos: todos hemos tenido que colocarnos la L de Learning (Aprendiendo) como los conductores novatos, hasta llegar al nivel que exige el mercado para catalogarnos como trabajadores mínimamente preparados. No es eso, entonces, sino la actitud: el afán de querer hacer cosas nuevas y diferentes, de preguntarse por qué el mundo funciona así y si sería posible que lo hiciera de otra manera, y si podríamos ser nosotros quienes lo cambiáramos, el plantearse retos a uno mismo para ver hasta dónde uno puede llegar... Cada vez es más difícil encontrar personas (ya no me limito a los jóvenes, aunque en teoría debería ser más fácil al comienzo de la vida laboral, cuando se supone que no estamos todavía tan rígidamente condicionados por las circunstancias empresariales y las responsabilidades personales) con la disposición precisa.

He aquí tres de las ideas más destacables de la entrevista que publicó Muy Interesante con Proctor:

* "La 'fabricación de ignorancia' es un fenómeno frecuente" en nuestro mundo contemporáneo en el que encontramos gente que "ha desarrollado y perfeccionado durante mucho tiempo las técnicas de fabricación de dudas, que después se han exportado a otros sectores. Hay cientos de empresas que hoy usan estrategias de confusión con la intención de minimizar sus riesgos económicos. Una de sus metas es cuestionar los datos proporcionados por las estadísticas".

Proctor cita por ejemplo a la industria del tabaco (donde está calificado como persona non grata puesto que fue el primer científico que destapó seriamente sus tejemanejes propagandísticos) y también la polémica del calentamiento global, pero se puede aplicar prácticamente a cualquier área del conocimiento pues es bien sabido que casi cualquier estudio de la realidad puede presentarse ante el público como algo positivo o como algo negativo según se resalte un aspecto concreto del mismo y se calle otro. Cualquier periodista con un mínimo de años de profesión puede relatar sus propias experiencias acerca de la forma en la que la industria manipula una serie de datos concretos para apoyar sus tesis, y sus productos, y cómo él mismo ha colaborado en ello. Me viene a la mente por ejemplo el caso de cierta empresa farmacéutica que organiza anualmente (no es la única: todas, a partir de cierto nivel, lo hacen) un viaje de lujo a un país caribeño con periodistas españoles con un mínimo de influencia para presentar allí sus nuevas y revolucionarias medicinas cura-lo-que-sea. Programa del viaje: una rueda de prensa de una hora para presentar las medicinas y una visita de un par de horas a uno de los centros de la empresa..., intercalados entre una semana de playa, mojitos y fiestas. ¿Quién se resiste luego a hablar mucho y bien de las medicinas, y de la misma empresa?

* "Las malas ideologías pueden producir buena ciencia y viceversa (...) Por ejemplo, todos pensamos que los nazis estaban locos pero, como sabes, hicieron a veces ciencia extraordinaria, no sólo a pesar de su ideología sino precisamente a causa de ella (...) Y en mis estudios sobre los orígenes del ser humano demostré que el antirracismo 'progre' también puede producir muy mala ciencia."

Éstas son palabras extremadamente raras y rentables intelectualmente por al menos dos razones. Una: siempre que se habla de la época del Nacionalsocialismo alemán se destacan sus sombras pero son pocos (por miedo a la censura y el sambenito de los sacerdotes de lo Políticamente Correcto) los que, como Proctor, se atreven a recordar que también tuvo sus luces; y una de ellas fue el desarrollo de importantes investigaciones en favor de la salud humana que, después de la Segunda Guerra Mundial, sirvieron como base para la mejora de la salud en todo el mundo (en la imagen, su libro The nazi war on cancer: La guerra de los nazis contra el cáncer). Dos: es cierto que también hubo "científicos locos" e incluso sádicos declarados en sus filas (de hecho, es la imagen habitual que tenemos del investigador nazi gracias a las películas) pero no lo es menos que científicos locos y sádicos han existido también en las Democracias, entre los "buenos". Y lo que es peor, incluso aterrador: siguen existiendo y actuando con total impunidad. En los últimos años hemos conocido gravísimos y criminales experimentos realizados en nombre de la Ciencia por los gobiernos occidentales sobre sus propios ciudadanos, algo a lo que no se atrevieron los propios nazis que "sólo" usaron para sus experimentos a los considerados como "enemigos del Estado"... Desde los efectos de la radiación de la bomba atómica que el gobierno francés estudió sobre sus propios y desdichados soldados, hasta las consecuencias de la expansión de diversas gripes inducidas a través de los túneles del metro que el gobierno británico llevó a cabo en Londres capital o el estudio del efecto placebo en personas de raza negra enfermas de sífilis a las que no se les trató con medicación adecuada en Estados Unidos para ver lo que tardaban en morir. Y, en efecto, mucha gente murió o quedó enferma o mutilada en los últimos decenios por las investigaciones de científicos "demócratas" alentadas y financiadas por políticos "demócratas" que, ni unos ni otros, jamás han penado con la cárcel el empleo de sus conciudadanos como cobayas.

* "Sigo tres principios emocionales en mi trabajo: el asombro, la compasión y la crítica. son virtudes de distintas disciplinas que no suelen combinarse (...) son buenos principios. Los científicos suelen estar implicados en trabajos muy concretos que son pequeñas fracciones de un gran cuadro (...) pero es necesario contemplar la escena completa de la realidad porque cuando se decide financiar un tipo de investigación en vez de otra se está tomando una opción política y social: es una decisión colectiva sobre lo que queremos considerar importante (...) La especialización puede ser la muerte de la investigación intelectual."

Si ya es anómalo encontrar un científico que reconoce seguir empleando la capacidad de asombro en sus investigaciones (a pesar de que en teoría ésta es una característica de cuantos se dedican al estudio) en lugar de limitarse a repetir las rutinas de laboratorio, cuando habla de la necesidad de la compasión se deben haber disparado todas las alarmas en el rígido sistema contemporáneo. Y sin embargo tiene mucha razón. Resulta muy fácil (y aún más deshonesto) criticar a posteriori la forma de actuar de nuestros ancestros, fueran científicos o no, porque nosotros sí sabemos lo que ocurrió durante su época y a consecuencia de ella, mientras que ellos tuvieron que tomar decisiones, casi siempre difíciles, sobre la marcha y por lo general a ciegas. Sólo con compasión, como bien saben los maestros de los cuentos orientales, podemos ponernos en el lugar de nuestros antepasados y tratar de entender por qué hicieron lo que hicieron, bueno o malo, así como asumir que nosotros seguramente no hubiéramos hecho nada distinto. De hecho, no lo hacemos, si somos capaces de aplicar la escala a nuestra vida diaria.

En cuanto a la especialización, es evidente que no hay nada peor para un ser humano que aspire verdaderamente a comprender lo que es la vida, que dedicarse en exclusiva a una sola rama de la investigación. Solemos calificar de "renacentistas" a las personas que, aún hoy, no se limitan a un campo de la experiencia sino que, al estilo del gran Leonardo, lo mismo son capaces de dibujar que de estudiar las estrellas, tocar la guitarra, escribir un tratado de cocina o construir estanterías para su hogar. En suma, que no se cierran a la amplia gama de posibilidades que nos plantea la vida. Lo cierto es que no es que los renacentistas sean personas superiores a nosotros. Es que nosotros, porque queremos y somos unos vagos acomodaticios, voluntariamente nos ponemos por debajo de ellos.

En todo caso, la ignorancia siempre va a existir, porque existen además fuerzas poderosas que se aprovechan de ella y la impulsan constantemente ya que les conviene que el animal humano sea cada vez menos humano y más animal. En la batalla por el conocimiento, nada podemos hacer por mantener (mucho menos, por elevar) el nivel general si no es el cultivo personal de cada uno de nosotros, la experimentación sobre nuestra propia trayectoria y el desarrollo de nuestros dones y capacidades (todos tenemos algunos dones y capacidades: el problema es que muchas personas no se toman la molestia de buscarlos ni, una vez hallados, ponerlos en marcha). Y eso sólo está en manos de cada cual.

martes, 25 de mayo de 2010

Los estafadores

Leer un diario, hoy, o escuchar un informativo de radio, o ver un informativo de televisión es hacer serias oposiciones a caer enfermo de rabia y/o depresión ante el panorama que se nos presenta. Hagamos un pequeño y lamentable recuento:

1º) Un gobierno lleno de inútiles y obedientes esclavos a los que les da igual desdecirse de un día para otro en su constante esfuerzo para asegurar nuestro "bienestar ante unas circunstancias inesperadas" que se han materializado porque ellos mismos las convocaron.

2º) Un Parlamento lleno de verduleras faltonas en lugar de políticos serios y trabajadores, entre los que no se adivina ningún sustituto de calidad para los inútiles del punto anterior.

3º) Un caradura gimoteante (cuya mujer por cierto debe ser la política española que acumula mayor número de cargos oficiales -con sus respectivos sueldos- en este momento en toda España) encargado del gobierno de cierta región con ínfulas de ser algo que jamás ha sido utilizando a toda la clase política de su tierra para presionar sin vergüenza (también se puede escribir todo junto) para que todo un Tribunal Constitucional (a propósito ¿dirigido? por una acreditada incapaz para hacerlo reaccionar en tiempo y forma) falle a su favor aunque no tenga razón.

4º) Unos jueces que igual libran a un violador porque la violada "iba provocando" que consideran el "buen comportamiento" de un condenado por ¡terrorismo! para que le puedan dedicar una calle.

5º) Un jefe de la patronal ¡con sus empresas quebradas! y unos líderes sindicales cuya mayor preocupación no son los trabajadores a los que se suponen defienden (imagino que habrá sindicalistas honrados en alguna parte: mi experiencia personal en distintas empresas es desoladora porque sólo he encontrado a los que no lo son) es que el Estado (o sea, usted y yo, y todos los demás) les sigamos pagando un sueldo público por su cara bonita.

Y así podríamos seguir, punto tras punto, hundiéndonos en el abismo de la desesperanza..., y eso que me he limitado a escoger sólo puntos patrios y no entro a considerar los millones muertos por hambre o guerras, las amplias zonas del planeta contaminadas y arrasadas, la soberbia del clan financiero mundial que sigue campando por sus respetos y riéndose de todos los ciudadanos que exigieron un "mayor control de los mercados" tras el comienzo de la crisis mundial, etc.

He escuchado y he leído en las últimas horas a muchas personas, desde comentaristas políticos con criterio hasta simples participantes en foros de Internet el argumento de que "nos merecemos un gobierno mejor, una clase política mejor, unos líderes sociales mejores".

¿Nos los merecemos, de verdad?

¿Nos los merecemos nosotros, los trabajadores españoles que en su mayoría tratamos de estafar a las empresas en las que trabajamos comprometiéndonos lo menos posible con ellas y arañando todas y cada una de las ventajas que nos puedan dar eludiendo las responsabilidades y deberes que nos pidan asumir? ¿Nos los merecemos nosotros, los empresarios españoles, que en su mayoría tratamos de estafar a nuestros trabajadores y a nuestras autoridades tratando de hacer dinero fácil, arriesgando lo menos posible y haciendo las cosas como "nos da la gana hacerlas" en lugar de como exigen el mercado y la experiencia? ¿Nos los merecemos nosotros, los consumidores españoles, que en su mayoría tratamos de estafar a todo el que se ponga por delante cuando se trata de acumular posesiones materiales (que, por cierto, tan a menudo no necesitamos en realidad) e incluso intentamos cambiar "por defectuoso" cualquier objeto que hemos estropeado por descuido o ignorancia? ¿Nos los merecemos nosotros, españoles en general, que tanto nos ufanamos de nuestras fiestas y nuestras siestas y de lo poco que nos gusta cumplir con las obligaciones y de la habilidad que tenemos para endosarle el muerto a otro, para estafarle? ¿Nosotros, españoles en general, que somos incapaces de reconocer el talento y el esfuerzo personal de alguna rara avis que nace en este nido y es capaz de volar y triunfar, y al que, en lugar de apoyar, inmediatamente que levanta el vuelo le damos caza con rabia y envidia, estafándonos a nosotros mismos porque ése que había sido capaz de superarse más tarde podría enseñar a otros de entre nosotros a hacer lo mismo?

Los españoles somos, por desgracia, un pueblo de estafadores (no es lo peor que podríamos haber sido, de todas formas: otros pueblos padecen defectos aún más terribles). Siempre lo hemos sido, buscando el mayor "dame" a cambio del menor "ten". Este vicio nuestro, como otros, era antigüamente equilibrado por virtudes que compensaban la situación y nos permitían de alguna forma salir adelante. Virtudes que, a día de hoy, nuestro decadente sistema de vida ha logrado eclipsar casi por completo a nivel nacional, aunque pervivan excelentes excepciones. Lo más dramático en la situación de un estafador es que no comprende que el primer estafado es uno mismo porque nadie, absolutamente nadie, puede engañar a la Naturaleza y aquél que la hace siempre la paga, aunque tarde mucho tiempo (según nuestra forma de medir el mundo) en hacerlo.

Es por tanto normal, es lo lógico, que de un pueblo de estafadores nazca una clase política de estafadores.

Nasrudin me contó esta mañana la siguiente anécdota: un día un hombre fue a ver al doctor porque se sentía realmente mal. El doctor le examinó y le recetó una serie de consejos: "deja de fumar, de beber alcohol, deja de salir hasta altas horas de la madrugada, deja de ir con mujeres..., deja todos los excesos y vive de manera prudente y tranquila si quieres, no sólo recuperarte, sino además no recaer". El hombre escuchó atentamente y luego se levantó y abandonó la habitación. El doctor se levantó de inmediato y le siguió gritando: "eh, no me has pagado por mis consejos" y el hombre respondió: "es que no pienso seguirlos".

Mucha gente clama al Cielo pidiendo justicia ya. Pero es probable que si alguien allí respondiera de inmediato a esta exigencia esa misma gente, al ser colocada en el sitio que verdaderamente le corresponde, estaría mucho peor que antes de presentar su reclamación.

lunes, 24 de mayo de 2010

Somos miopes

Foxconn, una de las principales empresas tecnológicas de Taiwan, se ha convertido en las últimas semanas en el escenario de un capítulo de Expediente X. Esta compañía fabrica algunos de los iconos técnicos de la contemporaneidad, como el famosísimo iPhone de Apple, forma parte del conglomerado industrial Hon Hai (relacionado con multinacionales como Nintendo, Sony o Amazon) y da trabajo a unos 700.000 empleados. La mayoría de ellos, unos 400.000, lo hacen en la ciudad de Shenzhen. Pues bien: allí se han producido en los últimos tiempos una decena de intentos de suicido, de los cuales ocho han tenido completo éxito. El último (que sepamos a esta hora) fue el pasado viernes, cuando un empleado de sólo 21 años llamado Nan Gang se subió a la azotea de una torre de las instalaciones de Foxconn y se arrojó desde lo alto.

Según la información policial, Nan Gang había sufrido dos desengaños amorosos en los últimos cuatro meses y además arrastraba fuertes deudas de juego (uno de los principales vicios de la cultura china) por lo que sufría amenazas de algunos delincuentes. Pero ¿es suficiente eso para decidir arrebatarse la vida cuando uno apenas está empezando a conocerla? Como el resto de los suicidas de Foxconn, este hombre tenía menos de 25 años y llevaba poco tiempo trabajando en la empresa. Algunos analistas locales aseguran que las duras condiciones de trabajo en la compañía (la televisión local de Pekín mostró hace poco unas imágenes poco edificantes de los guardias de la sucursal en la capital china que la emprendieron a golpes con los trabajadores) y el "carácter acomodaticio" de las nuevas generaciones de chinos son la causa del suceso. Sin embargo...

Sin embargo, la dirección de esta super compañía tecnológica contrató recientemente a un grupo de monjes especializados en exorcismos para que llevaran a cabo sus rituales y eliminaran los "malos espíritus" o las "almas perdidas" que consideraban como posibles responsables de la ola de suicidios. Según parece, varios de los miembros de la dirección están convencidos de que existe algún tipo de mala influencia, no precisamente física, actuando sobre los trabajadores, pero no se ponen de acuerdo en cuál: ¿el fantasma del primer obrero que se suicidó?, ¿un demonio desocupado dando la lata?, ¿un mal de ojo lanzado por una compañía rival?

Visto lo ocurrido el pasado viernes y ya que los exorcismos no han dado resultado (todavía), y teniendo en cuenta además que resulta poco probable que los agentes Fox Mulder y Dana Scully se presenten por allí a investigar estos extraños fenómenos, otra parte de la dirección ha decidido contratar además a 2.000 psicólogos y psiquiatras para que echen una mano a las oraciones y ceremoniales religiosos. La preocupación de la firma es seria. No hay más que ver los salarios que cobrarán estos psiquiatras: hasta 75.000 dólares al año (el que menos cobre se llevará un tercio, 25.000 dólares) frente al sueldo base anual de 1.750 dólares de los obreros comunes.

¿Quién resolverá antes el asunto: los monjes exorcistas o los psiquiatras? ¿O ninguno de ellos?

Una mente racional descartaría de inmediato la intervención de fantasmas o cualquier otro ente no tangible o material, al menos a primera vista. Sin embargo, un estudiante de la carrera de Dios no puede descartar nada, sobre todo cuando la propia Ciencia actual da la razón a los conocimientos místicos y mágicos de la antigüedad. Es el caso de la astrofísica italiana Giuliana Conforto que, en su Universo Orgánico, publicado hace apenas 6 años, recordaba que "la materia luminosa que observamos con nuestros instrumentos es sólo el 0,5 por ciento de toda la masa calculada. Y lo que vemos con nuestros ojos es todavía menos. " Es cierto. Mucha gente adopta por sistema la postura del Santo Tomás neotestamentario según el cual si-no-lo-veo-no-lo-creo aunque a la hora de la verdad muchas de las cosas en las que cree tampoco las ha visto.

Quiero decir que el mismo tipo que se niega a aceptar la posibilidad de la existencia de fantasmas (aunque contemple imágenes elocuentes) porque nunca ha visto uno personalmente es el mismo que se cree (sin haberlos visto tampoco más que en imágenes) la existencia de determinados seres microscópicos como las bacterias y los virus. ¡No se puede comparar ambas cosas!, se podría argumentar, ¡pues los científicos son gente seria, no charlatanes!. ¿Lo son? Quizá: con el tiempo, he aprendido a dudar de todo, de entrada. Y más cuando la tecnología, la política y la finanza han sustituido a la religión, la mística y la magia a la hora de constituirse en dogma de fe, de manera que las mismas personas que en siglos pretéritos hubieran creído a pies juntillas lo que le dijeran los representantes de éstas últimas por delirante que fuera ahora se creen de la misma forma lo que dicen los representantes de aquéllas primeras aunque también sean conceptos delirantes. Un ejemplo cercano en el tiempo lo hemos tenido con la famosa epidemia internacional de la Gripe A y la ansiada vacuna para la misma, que con el paso de los meses se demostró un auténtico fraude organizado y promovido por altos cargos de la mismísima Organización Mundial de la Salud, compuesta con científicos muy serios (por cierto, no sólo no han caído cabezas -políticamente hablando- por lo ocurrido sino que los medios de comunicación que hacen sangre enseguida con cualquier aspecto de las llamadas "ciencias alternativas" callan, complacientes, desde entonces).

Y es que resulta que es verdad: que lo que podemos ver con nuestros sentidos es muy poco, aunque a nosotros nos parezca un universo completo. Nuestros cuerpos están diseñados para reconocer la materia luminosa, la que refleja la luz electromagnética, pero la Ciencia nos enseña que más del 95 por ciento de la materia que existe en el universo está fuera de nuestro alcance: es lo que enigmáticamente se ha denominado la materia oscura. Algunos de nuestros más avanzados instrumentos tecnológicos han logrado desentrañar parte de ella, pero es una parte ínfima. No sabemos lo que esconde.

En cuanto al espectro electromagnético (¡que constituye sólo el 0,005 por ciento de la energía y/o materia conocida!) nuestros ojos sólo pueden distinguir una fracción pequeñísima en él: la llamada luz visible, los colores comprendidos en el arco iris (por encima están los ultravioleta, los rayos X, los gamma..., y por debajo los infrarrojos, los microondas, etc.). Muchos animales, empezando por mi gato Mac Namara, son capaces de ver un mayor rango del espectro que los humanos y por eso a veces protagonizan incómodos incidentes. Por ejemplo, cuando estamos solos con nuestra mascota en una habitación y de pronto empieza a jugar con "amigos invisibles" que nosotros no podemos ver. O cuando se eriza (esto me pasó a mí en cierta ocasión) su piel, bufa, se arquea, saca las uñas y se prepara para atacar..., a un espacio vacío. Lo que a nuestros ciegos ojos nos parece un espacio vacío, porque es obvio que los animales están viendo algo que está fuera del alcance de nuestra percepción.

¿Se puede ampliar ese rango de percepción? ¿Ir más allá de la visión normal? Por supuesto: eso es lo que llevan haciendo conscientemente desde tiempos inmemoriales ciertas personas dotadas para ello, como por ejemplo chamanes y druidas (los de verdad, no los que hoy se hacen pasar por unos u otros para sacarle el dinero a los crédulos y a los tontos, que de todo hay en la viña del Señor). Pero, ¿realmente queremos ir allí y contemplar paisajes ajenos a nuestro destino? Hay quienes han experimentado la visión de un espectro más amplio, bajo el influjo del alcohol y/o las drogas y lo que han visto no les ha ayudado mucho: más bien les ha precipitado más hacia lo profundo de su abismo personal.

viernes, 21 de mayo de 2010

Iberia unida: el sueño

Un estudio elaborado por la Universidad de Salamanca con el apoyo del Centro de Investigación de Estudios de Sociología de Lisboa y que se ha presentado esta mañana alimenta las esperanzas de los partidarios de una utopía que en ciertos momentos históricos fue una realidad y que muy probablemente redundara en el beneficio de todos si algún día se llegara a materializar una vez más: es la Unión Ibérica, la fusión de España y Portugal, que hoy figuran en los mapas como dos países diferentes cuando durante buena parte de su existencia, sobre todo en los tiempos antiguos, los habitantes de estas tierras se reconocían hijos y hermanos (eso sí, como hermanos en plan Caín y Abel, cada uno en su tribu, que para eso somos muy nuestros) de la misma y universalmente conocida como Piel de Toro o Península Ibérica. Según el informe, casi la mitad de los portugueses son partidarios de esta integración mientras que al menos un tercio de los españoles ven la idea con buenos ojos.

El documento propone cuatro fórmulas de integración, que obtienen mayor apoyo a los dos lados de la frontera según su nivel de flexibilidad. Un Estado unitario y jacobino al estilo francés es el que menos atrae (un 3 y pico en una escala del 0 al 10 tanto en España como en Portugal). Un Estado federal supera ya el 4 entre los lusos aunque no llega a esa cota entre los españoles. Un Estado confederado (al estilo de Suiza) eleva la cifra casi al 5 en el caso de nuestros vecinos y sube por encima del 4 en nuestro caso. Y una alianza con plenos derechos políticos reconocidos a los ciudadanos de cada país residentes en territorio del otro (una fusión estilo Unión Europea, digamos) nos lleva por encima del 6 a los españoles y cerca del 7 a los portugueses. En una escala de 0 a 10, insisto. Es una puntuación similar a la que se obtiene ante la propuesta de crear una alianza similar con la UE o con Iberoamérica.

A lo largo del estudio se plantea el nivel de aprobación en la colaboración actual entre ambos países y la posibilidad de profundizar en él: los porcentajes son elevados. Quizás el más alto sea la posibilidad de estrechar la colaboración policial, judicial y militar (por encima del 93 por ciento). También se plantea la percepción de los vecinos. Los españoles les vemos simpáticos, trabajadores, orgullosos de ser lusos y responsables individualmente. Particularmente, yo siento a los portugueses como una comunidad más de la familia peninsular, de eso que, de manera significativa, se conoció en siglos pasados como Las Españas..., porque lo de las CC.AA. no es nuevo, sino una expresión política moderna de un sentimiento que siempre ha existido entre nosotros: cada uno se siente de su pueblo, pero todos con una base común de la que sentirnos honrados. Por cierto que los portugueses nos ven también simpáticos, con un elevado nivel cultural, mentalidad abierta y orgullosos de nuestra nación.

Si nos caemos tan bien y nos gusta nuestra mutua vecindad, ¿por qué no seguimos siendo un solo país, como lo fuimos hasta la época en la que los antiguos romanos desembarcaron en nuestra península decididos a destruir, saquear y borrar del mapa la viejísima civilización que aquí habitaba aún entonces y de la que tantas cosas robaron (porque por desgracia tuvieron pleno éxito)? ¿O por qué no lo somos al menos como lo fuimos con los visigodos, que lograron reunificar casi toda la península en su momento tratando de recuperar la antigua gloria arrasada por los buitres de Roma?

Evidentemente, porque no le interesa a los poderes que manejan el mundo en este momento. Es un hecho que cuando España o, digamos mejor, la Península Ibérica en general, españoles y portugueses unidos, ha estado unida ha llegado a adquirir una fuerza y una proyección que le ha convertido en una potencia impresionante capaz de hazañas que países más grandes o con más recursos ni siquiera llegaron a intentar. Por eso el arma empleada siempre para doblegar y dominar a los españoles ha sido fomentar su división, alimentar eso que por desgracia tan bien conocemos que es el enfrentamiento entre Villaarriba y Villaabajo. La misma Historia de nuestro país no es en cierto modo más que una sucesión de traiciones y guerras civiles de las que el episodio de 1936-39 no es más que (de momento) el último conocido. Los que manejan los hilos saben que es necesario tenernos entretenidos pues no hay deporte que nos guste más que matarnos unos a otros..., pero, si en lugar de eso, adquirimos de pronto un poco de cordura y decidimos que preferimos entrelazar las manos mirando todos juntos hacia delante nos convertimos de nuevo en algo peligroso e incontrolable. ¿Algún país en el mundo ha conseguido lo que ha conseguido España en los últimos 35 años: pasar de una férrea dictadura subdesarrollada en muchos aspectos a convertirse en una de las naciones más avanzadas y donde mejor se vive del mundo, a pesar del paro y las dificultades económicas (y el que no quiera verlo, que haga la maleta y viaje por ahí: no hace falta ir muy lejos)? Y esto en sólo 35 años de respetarnos los unos a los otros un poquito... ¡Qué no podríamos conseguir con un siglo de paz entre españoles!

Pero no nos van a dejar. No, hay que frenar a estos celtíberos orgullosos, hay que pararles antes de que se lo crean. ¿Y cómo vamos a hacerlo? Pues como siempre: primero, cegándoles en su conocimiento (¡ay, por desgracia nunca fue una virtud mayoritaria entre los hispanos el gusto por leer y aprender cosas nuevas!) y en la memoria de lo que son y de lo que fueron; y segundo, separándolos, enfrentándolos entre sí, estableciendo falsas fronteras entre ellos.

Dentro de la segunda estrategia se incluye la ofensiva de eso que se ha dado en llamar nacionalismo catalán que siempre ha servido (lo supieran o no sus militantes) a intereses no sólo ajenos a los españoles sino a los propios catalanes. Un nacionalismo fundado sobre un montón de mentiras y tergiversaciones históricas (fáciles de implantar en las mentes de los más pequeños a través de unos programas educativos que dan vergüenza ajena) para soliviantar a unos españoles contra otros. La carta firmada por 62 articulistas catalanes (la mayoría de los cuales, conocidos en su casa a la hora de comer) y publicada hoy por 9 diarios de Cataluña en plan tremendista y con titulares como Secesión o Involución ante la posibilidad de que el Tribunal Constitucional (organismo al que su actual presidenta María Emilia Casas, en la imagen, ha sumido con empeño digno de mejor causa en una inoperancia delirante) invalide buena parte del nuevo Estatuto de Autonomía (votado por cierto por una minoría de catalanes) daría risa si no fuera porque estos lacayos a sueldo de los caciques que dominan políticamente la región son herederos de otros títeres que contribuyeron con sus escritos igualmente "dignos" y "conscientes" a preparar el clima que hizo posible el estallido de violencias y matanzas de épocas pasadas. No es exageración, es Historia: las hemerotecas (y los escritos que contienen) están para quienes quieran tomarse la molestia de estudiar las advertencias que contienen..., pero ya comentamos que no es la lectura afición favorita por estas tierras.

En el caso catalán, es especialmente sangrante lo que se está haciendo pues probablemente no existe una región más española (a excepción del País Vasco, de donde descendemos todos los españoles) que ésta que incluso comparte con el reino de Aragón (eso sí que es una "comunidad histórica", no el pequeño condado de Cataluña que históricamente perteneció a la Corona Aragonesa), con el de Valencia y con Baleares la misma bandera que con el resto de España. Pues en efecto la famosa senyera (leyendas medievales aparte) no es otra cosa que una versión de la rojigualda: los colores del Sol, rojo y amarillo, siempre fueron los que distinguieron a los pueblos peninsulares cuyos emblemas y banderas iban adornados con los tonos del astro rey (incluso la bandera republicana escogió como tercer color el púrpura, otra tonalidad solar). Todas las sociedades antiguas, desde Egipto hasta Grecia, desde Roma hasta Asiria, conocieron a la península como el Finis Terrae, el lugar donde moría el Sol, y por ello la mayoría de las enseñas y pendones de nuestro país estuvieron siempre decorados con sus colores.

En un librito minúsculo pero apasionante titulado Catalanes y castellanos, un mismo origen, un mismo nombre, un mismo pueblo, nuestro conocido Jorge María Ribero Meneses desmonta filológicamente el cuento de los catalanes como pueblo distinto del resto de españoles. Distinto..., y por tanto mejor, porque cuando alguien se dice distinto de otro es porque implícitamente se considera por encima de ese otro. Si no, no querría ser diferente. En esta obra citada, el prehistoriador y filólogo recuerda un puñado de verdades, constantemente ocultas (o puede que hasta ignoradas, tampoco me extrañaría) por los nacionalistas catalanes. Por ejemplo que los mapas de Ptolomeo dibujados hace 1.800 años muestran ya entonces a buena parte de Cataluña poblada por la tribu de los castellani (la idea de que castellanos son los habitantes de los castillos medievales y que Castilla se llama así porque hay muchas edificaciones de este tipo se revela una auténtica estupidez cuando uno considera que el resto de España y toda Europa están llenas de castillos y no hay una sola región, excepto la española, con ese nombre). Ese nombre evolucionaría posteriormente a cattalani y de ahí al actual catalanes. Castilla, Castellón y Cataluña son distintas evoluciones del mismo nombre para designar a las mismas gentes ocupando unos u otros territorios.

Otro dato interesante recogido por este texto: a finales de 1999 se hizo público el descubrimiento de una placa de bronce (reproducida aquí al lado) en Bembibre, en León, con una antigüedad exacta de 2020 años. Tal precisión es posible porque su contenido es un edicto del emperador Octavio Augusto en el que se refiere de manera específica a los castellanos paemeiobrigenses, tribu que le había permanecido fiel durante sus guerras con los pueblos autóctonos del norte peninsular. Hasta cuatro veces repite el término en este documento, para que quede claro que no se trata de una errata. Lo cual, por cierto, destroza la teoría generalmente aceptada de que Castilla es un invento de origen medieval porque, como vemos, sus habitantes se remontan bastante más atrás en el tiempo y es lógico suponer que a su tierra le llamarían como se llamaban ellos..., si no es que ellos se llamaban así porque el nombre de su tierra era, ya entonces, precisamente ése.

Y un tercer dato, para no aburrir, es el de la lengua. El famoso problema de la lengua (rotular en catalán) que tanto "diferencia" a los catalanes del resto de los españoles. Pues, como bien explica Ribero Meneses, el catalán es "una lengua absolutamente hermanada con la castellana de la que es un auténtico calco" hasta el punto de que "resulta difícil encontrar un término catalán que no tenga su paralelo y su precedente en el castellano más arcaico que, merced a los más viejos textos literarios, resulta posible documentar". Igual que sucede con la toponomia, la cuestión es que la lengua catalana lo que ha hecho ha sido "conservar las más viejas formas del castellano, ahbiendo evolucionado fonéticamente menos que éste y manteniendo por ende algunas de las peculiaridades que éste tuvo en épocas pretéritas". O lo que es lo mismo: "las lenguas catalana y castellana son exactamente la misma, en dos estadios distintos de evolución" por lo que aquéllos que emplean la existencia del catalán como argumento principal para acreditar la presunta nacionalidad de Cataluña no se dan cuenta (no se quieren dar cuenta) de que "lo que esa lengua acredita y documenta es justamente lo contrario: la absoluta identidad de origen de catalanes y castellanos."


jueves, 20 de mayo de 2010

Los cuernos

El pasado 16 de mayo falleció, víctima de un cáncer de estómago, Ronald James Padavona, más conocido por su alias de Ronnie James Dio o, simplemente, Dio. Tenía 67 años (6+7=13, ¡mala suerte, muchachote!). A los que nos les guste la música conocida como heavie metal no les dirá nada, pero fue uno de los principales personajes de la vertiente satanista del rock duro. Resulta gracioso escuchar a los "expertos" (ciertos críticos musicales y algunos peleles con un increíble poder mediático que dictan lo que debe ser cultura y lo que no) que reducen la parafernalia de este tipo de bandas (cruces y pentáculos invertidos, el triple seis, las imágenes infernales de zombies amenazadores o de demonios arrogantes, los nombres característicos de los grupos, las letras obvias de sus canciones...) a "simple y entretenido espectáculo que sólo escandaliza hoy a las señoras mayores" pues demuestran una de dos: o su perfecta ignorancia de cómo afectan los símbolos a la mente humana o su directa complicidad con quienes siempre han apoyado este tipo de música básicamente ruidosa y agresiva que tanto ha contribuido a la deshumanización actual (y a la sordera) de muchas personas sin ser éstas conscientes de ello. De hecho, él mismo lo admitió titulando así, Deshumanizer, el disco que grabó con Black Sabbath en 1992.

Uno de los principales expertos en psiquiatría de bebés y de mujeres embarazadas, el canadiense Thomas Verny, declaraba justamente hace unos días al diario El País que al ser humano más primario, al feto que se encuentra en el vientre de la madre (y por tanto se guía por impulsos absolutamente naturales no contaminados por influencia intelectual alguna) no le gustan ni el rock ni el jazz pero sí la música clásica y en especial, el divino Mozart y el maravilloso Vivaldi. Verny, de 74 años, dejó la obstetricia por la psiquiatría perinatal con el fin de estudiar el fascinante mundo de la mente de los recién nacidos y, entre otros descubrimientos, comprobó la existencia de personas que poseían recuerdos previos a los dos años de edad, incluso con pocos días de vida. Sus experiencias, recogidas en libros como La vida secreta del niño antes de nacer, le llevan a la conclusión de que la salud mental del pequeño se puede preparar incluso antes de su concepción en este mundo. Cuenta que el director de orquesta Boris Brott le reveló un pequeño secreto familiar y es que cuando estudiaba música se dio cuenta de que en algunas partituras podía anticipar cómo seguiría la melodía del chelo, como si tuviera "poderes de adivinación" pero sólo para este instrumento. Más tarde, su madre le explicó el porqué: durante buena parte de su embarazo del futuro director ella no dejó de practicar con su chelo. Y las piezas que ella tocaba en aquella época eran las que años después y "sin conocerlas previamente" Boris Brott podía reconocer y "anticipar".

Pero volvamos a Dio. Nacido en Estados Unidos de padres italianos (Padavona no es un apellido precisamente noruego), comenzó a tocar música muy jovencito en grupos como los Red Caps (Gorros Rojos) y Ronnie and the Prophets (Ronnie y los Profetas). Del rockabilly de la época evolucionó a un sonido más trabajado con diversas influencias, desde el Rythm and Blues hasta el Pop, y a finales de los años 60 le encontramos dirigiendo The Elves (Los Elfos) que, enseguida, mutó su nombre por el de Elf (Elfo) a secas. La leyenda cuenta que la denominación de la banda se debe a la escasa altura de sus componentes, teniendo en cuenta que él era el más alto y apenas llegaba al metro sesenta. Sin embargo, es interesante repasar el nombre de los distintos grupos en los que participó a lo largo de su vida para darnos cuenta de que siempre están relacionados con hechos místicos o religiosos (incluso el primero, Red Caps, pues éste es uno de los apodos que en la tradición anglosajona tienen cierto tipo de elfos por el color de sus sombreritos; por cierto, que en esas leyendas los elfos no son sólo los seres educados, etéreos y hermosos estilo El Señor de los Anillos, sino que el término se emplea también para designar a seres bastante más desagradables).

Otro mito del rock duro, Ritchie Blackmore, le reclutó para su grupo Rainbow (Arco Iris) con el que conoció sus primeros triunfos de importancia durante los años 70 y de donde saltó a Black Sabbath (Sabbat Negro) sustituyendo a otra leyenda del satanismo rockero, Ozzy Osbourne. Con ellos, su carrera se consolidó definitivamente con discos como Heaven and Hell (Cielo e infierno, título con el que luego actuarían también como grupo) o Live Evil (Directo Diabólico) y decidió dar el salto en solitario con su grupo, al que en el característico arranque de soberbia típico en estos casos, bautizó como a él mismo. Es decir, como el apodo artístico con el que se dotó desde bien temprano: Dio. En italiano (el idioma de sus padres), Dio significa Dios, lo que ya de por sí debería darnos una idea de lo que pensaba sobre sí mismo..., aunque algunos estudiosos consideran que en realidad era un acróstico de Devil Is Ours (El demonio es el nuestro -nuestro Dio, nuestro Dios-). Convendría recordar las declaraciones de Tony Iommi, uno de los líderes de la banda y que posteriormente tocó con Dio, cuando dijo en una entrevista que "la magia negra y la brujería no son chorradas sino necesidades legítimas."

En 1983 debutó la banda con su nombre y lo hizo con un disco de sarcástico título: Holy Diver (Santo submarinista), ya que en su explícita portada se aprecia un gigantesco demonio con un rostro muy similar al de Seth (el dios del Mal en la mitología egipcia) y que se convirtió en la "mascota" de su grupo arrojando al mar a un sacerdote encadenado y presa del pánico porque su destino inmediato es ahogarse. Ese demonio muestra un gesto en su mano izquierda que se ha convertido en un clásico de la llamada música metal y, en general, de todo el rock duro: los cuernos. El entorno de Dio extendió la leyenda de que había sido el "inventor" de esta posición característica de los dedos de la mano, con el índice y el meñique extendidos y el resto de los dedos cerrados sobre la palma. En realidad, fue simplemente su máximo difusor entre los jóvenes hipnotizados por el ritmo brutal de sus álbumes y por los mensajes de rebeldía y surrealismo oscuro de sus canciones. Él se limitó a aprenderlo de su abuela italiana, que lo utilizaba como protección contra el mal de ojo..., o para echarlo. Cualquier estudiante mínimamente versado en rituales y ceremonias (esto no es ni de Primero de la Carrera de Dios, sino del curso de preparación previo) conoce lo que significan "los cuernos" y a quién se invoca con ellos.

Los títulos de sus discos a lo largo de su carrera hablan por sí solos: desde los ya citados hasta Under wheels of confusion (Bajo las ruedas -o Arrollado- por la confusión), The rules of Hell (Las reglas del Infierno), Dream Evil (Sueño diabólico), The devil you know (El diablo que ya conoces) o Angry Machines (Máquinas furiosas), entre otros. Siguió tocando en conciertos y preparando nuevos temas prácticamente hasta el final de su vida. Para finales de 2009 se le diagnosticó el cáncer de estómago por el cual comenzó su tratamiento en la Clínica Mayo: un centro hospitalario irónicamente denominado como el mes en el que definitivamente ha muerto, seis meses después de la aparición de la enfermedad.

Respecto a los "cuernos", que tanto ignorante toma como un simple gesto rockero, un rápido vistazo a la galería de fotos nos mostrará cómo muchos de los personajes más conocidos del mundo contemporáneo emplearon o siguen empleando este signo para invocar ciertas fuerzas en su beneficio. Y según algunos, para reconocerse entre ellos, públicamente, como miembros de cierta cofradía secreta. Desde músicos tan conocidos como:


Pasando por populares actores (sobre todo en EE.UU., donde la libertad de culto es sensiblemente superior a Europa):


Por supuesto, también políticos, y no precisamente los de tercera fila:


Incluso mujeres de políticos, incluso en portadas de revista de gran tirada:


A veces se disimula este antiquísimo signo, se le convierte en familiar para la gran masa social, "adaptándolo" a otros sistemas de comunicación mucho más modernos. Por ejemplo, en el idioma de los sordomudos, en inglés, ¡es sinónimo de Te quiero! Y como tal apareció en su día en un sello oficial de los Estados Unidos:


¡Hasta Spiderman
, el héroe por excelencia de Marvel, pertenece a la extraña cofradía! Sus famosas telarañas sólo salen expulsadas de sus muñecas cuando practica el gesto característico...

Y cuando nuestra capacidad de asombro parece haber llegado a su límite resulta que el Papa Benedicto XVI reconoce públicamente durante su reciente viaje a Portugal que "los ataques al Papa y a la Iglesia no sólo vienen del exterior sino que los sufrimientos de la Iglesia proceden de dentro, del pecado que existe en la Iglesia. Esto se ha sabido siempre, pero hoy lo vemos de una forma aterradora". Si él lo dice, debe saber por qué: