Lo
de arriba es igual a lo de abajo y no hay nada nuevo bajo el sol, tal y como
insiste en recordarnos permanentemente mi tutor en la Universidad de Dios. En mayo de 2010 ya comentamos en
esta bitácora acerca de uno de los
negocios del futuro que no sólo constituye una metáfora de nuestro
tiempo de imposturas, en el que nada suele ser lo que parece, sino que sospecho
se convertirá en uno de los mayores peligros para la salud humana por su relación directa con nuestra alimentación: la carne
artificial. Por resumir un poco lo que allí contamos (el que quiera toda la
información, ya sabe dónde tiene el archivo del blog, ahí a la izquierda), la
empresa New Harvest, fundada en 2004, confirmaba estar trabajando en lo que
definían como “carne fermentada”, producida en laboratorio a partir del cultivo
de células madre o de músculo de pollos, cerdos y corderos.
La
compañía anunciaba que en pocos años podría poner en el mercado hamburguesas,
salchichas y bastoncitos de pollo y, en unos diez años más, filetes y chuletas
con todo el aspecto, el sabor y el olor de las verdaderas pero…, “fermentadas”.
Naturalmente, aparte de presentarse como una “alternativa al sufrimiento
animal” y un “beneficio para el medio ambiente”, este proyecto insistía en las
presuntas ventajas sanitarias de semejante producto, como el control y
prevención de enfermedades y contaminantes, la inclusión de elementos buenos
para la salud como altos niveles de ácidos grasos poliinsaturados (el famoso
Omega 3 de los anuncios de televisión) o incluso la posibilidad de fabricar comida/medicamento. Algo así
como ir al médico y mantener el siguiente diálogo:
-Hola
doctor, tengo tuberculosis…
-No
se preocupe hombre: tómese estas chuletas de Sajonia fermentadas tres veces a
la semana durante las próximas tres semanas y se curará.
Y
no sólo New Harvest… Ya entonces hablamos de las cantidades de dinero
invertidas en un proyecto similar por parte de gobiernos como el japonés, el australiano y, en Europa, Holanda
y los países escandinavos…
Bien,
pues no ha hecho falta esperar mucho. El médico Mark Post (en la imagen de la derecha), jefe del
departamento de fisiología de la universidad holandesa de Maastricht, acaba de
anunciar la presentación de la primera hamburguesa artificial para el otoño de
este mismo 2012. Así lo ha confirmado en la conferencia anual de la Asociación
Americana para el Avance de la Ciencia que se ha celebrado en la localidad
canadiense de Vancouver (vaya, justo donde se rodaba la serie de Expediente
X… ¡Viva la sincronía!). Por lo que contaba Post, su proyecto no se diferencia
gran cosa del de New Harvest, puesto que se basa en la producción de tejido
muscular en laboratorio a partir de células madre: un tejido que imita
exactamente a la carne natural y en consecuencia puede sustituirla.
La
primera hamburguesa ya se ha confeccionado a partir de suero fetal bovino
(dicho así, te quita todas las ganas de probarla..., de hecho, a medida que estoy escribiendo este artículo estoy empezando a sopesar seriamente las ventajas del vegetarianismo), aunque de momento a un
precio prohibitivo para los usuarios de las cadenas comerciales: 250.000 euros,
nada menos. El objetivo ahora es presentar la nueva carne sintética el próximo
otoño y después ir mejorando poco a poco la producción hasta conseguir un precio bastante más
asequible. Al ritmo en el que la industria suele mejorar este tipo de iniciativas,
en muy pocos años veremos cómo se extiende el uso de esta carne artificial que,
sumada a la generalización de los productos transgénicos, acabará provocando un
colosal rosario de nuevas enfermedades y dolencias (más negocio para las
multinacionales farmacéuticas, de paso) en la sociedad, por la sencilla razón
de que nuestro cuerpo está preparado para procesar los alimentos de origen natural, no los de origen artificial, so pena de desarrollar todo tipo de problemas físicos.
¿Alarmismo
injustificado? Sin considerar los productos estrictamente artificiales, existen muchos estudios y documentos advirtiendo en contra de los productos
elaborados…, la mayoría de ellos a buen recaudo para que no lleguen al
conocimiento del gran público y que éste pueda decidirse a asumir la soberanía
que debería tener sobre su propia alimentación en lugar de renunciar
alegremente a esa responsabilidad. Después de todo, ¿acaso no somos lo que
comemos? La mayoría de los nutricionistas lo saben y por eso en sus
recomendaciones para el control del peso y la mejora de la salud lo primero que
tratan de prescribir son productos como los refrescos azucarados (más de uno
son pura y exclusiva química) además de recomendar el consumo de los naturales
(sobre todo los de la llamada dieta mediterránea) a ser posible sin cocinar,
como los vegetales o las frutas.
De vez en cuando alguno de esos informes se
filtra a los medios, como el elaborado hace poco por expertos de la Comunidad
Valenciana dirigidos por el catedrático de Fisiología Ángel Nadal , del
Instituto de Bioingeniería y la Universidad Miguel Hernández de Elche. El
equipo de Nadal ha confirmado la relación entre la exposición al componente
plástico Bisphenol A (BPA) con el desarrollo de la obesidad y la prediabetes. Este
componente se fabrica para multitud de productos, no sólo alimenticios, pero
está presente por ejemplo en las botellas de agua o en los biberones. Una
pequeña ingesta del BPA altera con facilidad las células grasas y las fuerza a
engordar más de lo que deben y también puede provocar un error de
interpretación en el páncreas de manera que segregue un exceso de insulina
(hormona que regula el metabolismo de la grasa, precisamente). ¿Llevará esta información a las empresas
productoras de este plástico a dejar de fabricarlo o al menos a dejar de
emplearlo en envases con productos destinados al consumo humano? Se admiten
apuestas…, pero no es la primera vez que alguien advierte sobre los peligros
del BPA (otros trabajos aparecidos en diversas revistas científicas lo asocian con un
mayor riesgo de cáncer de mama, trastornos endocrinos y complicaciones
cardiovasculares, entre otros) y ninguna autoridad pública ha hecho nada al
respecto.
Otro
detalle interesante del estudio del equipo de Nadal es la certificación de
que el BPA no es más que uno los 20 disruptores endocrinos utilizados
habitualmente en artículos de uso diario. Es decir, no basta con controlarlo o
incluso retirarlo de circulación, porque hay muchos otros elementos de riesgo
de este tipo conviviendo a nuestro lado a todas horas camuflados en diversos artículos, como la dioxina, los ftalatos, el tributilestaño o la nicotina. Y
no podemos limitarnos a la obesidad, sino que hay que hablar también de los otros problemillas que generan estos productos como infertilidad,
problemas cognitivos, cáncer..., entre otras dolencias.
Los
elementos químicos y los plásticos son enemigos declarados de nuestra
alimentación, pero ¿cómo frenarlos en una civilización como la nuestra que se
basa, precisamente, en el uso y el abuso del plástico? Todo es plástico a nuestro
alrededor: desde los teclados de los PCs hasta la pintura de la pared, pasando
por tantos componentes de nuestro coche, los cubiertos de cocina, buena parte del mobiliario y hasta el bolso de
paseo… Tan es así que también en este caso se invierten sumas
astronómicas en la producción de diversos plásticos que no provengan del
petróleo, dada la previsión de su creciente escasez. Hace pocos días hemos
conocido que, también en Holanda, se ha llegado a producir etileno y propileno
indistinguibles de los fabricados con petróleo gracias a un catalizador de
hierro confeccionado con nanopartículas que puede transformar materia orgánica
vegetal como árboles o césped en plástico. ¿Hay mejor metáfora de nuestro mundo
contemporáneo que ésta que nos convierte en destructores del paisaje natural
para transmutarlo en estériles y estilosos (según el diseño actual) objetos
muertos?
Y he dejado lo mejor para el final. Antes comentaba que también en Japón se ha experimentado en los últimos años en busca de carne artificial. Los nipones son muy aficionados a los sucedáneos, desde las hamburguesas de tofu hasta las salchichas de soja o los palitos de surimi..., pero hay un tipo llamado Mitsuyuki Ikeda que trabaja en el Centro de Evaluación Ambiental en Okayama y que ha dejado todo lo anterior reducido a mera tontería al presentar una hamburguesa fabricada con soja, salsa para carne y proteínas extraídas de..., excrementos humanos.
Desde luego, nadie puede negar a Ikeda (a la izquierda, con una muestra de su "apetitosa" cocina..., ¡sí, en la bolsa de plástico pone "SHIT BURGER" realmente!) una firme candidatura al título de mejor reciclador de nuestra época. Su sistema, según sus propias explicaciones, consiste en extraer las proteínas y los lípidos del "barro de las aguas residuales" y luego combinar este particular elemento con un potenciador de la reacción para más tarde batir el conjunto y añadir la soja y la salsa. Y voilá: una sabrosa hamburguesa de caca, baja en grasas y cuya fabricación también se presenta como beneficiosa para el medio ambiente y etcétera, aunque su producción es de momento entre diez y veinte veces más cara que una hamburguesa de carne normal. Sin tener en cuenta el aspecto psicológico del asunto y el propio origen de la materia prima.
Lo dicho: van a conseguir que me haga vegano...