Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 26 de junio de 2015

La luna de oro

Existen multitud de leyendas acerca de Walt Disney, lo cual es un indicio claro de que realmente fue un tipo muy interesante. O, por decirlo de otra manera, que tenía una historia detrás muy diferente de la que se suele proyectar de forma oficial acerca de su persona. Sólo la gente que tiene algo que decirle al mundo se ve envuelta en esa neblina de mitos, habladurías y equívocos que terminan difuminando su imagen y cambiándola aleatoriamente de lugar, como esos espejismos que se dice contemplan los desesperados cuando languidecen en pleno desierto. Se sabe que al hombre le interesaba el conocimiento oculto desde muy joven (aquéllos inspirados sinceramente en las Cosas del Otro Mundo lo son casi siempre desde temprana edad, pues de alguna forma parecen conservar un recuerdo más claro del antes de su caída en este planeta en lugar de ver oscurecida su memoria como los hombres corrientes) puesto que perteneció en su juventud a la Orden DeMolay, una organización paramasónica no muy conocida así llamada en honor al último de los grandes maestres del Temple. Posteriormente, Disney ha aparecido incluido en numerosas listas de libros relacionados con la que hoy sea probablemente la más conocida de las sociedades discretas a la que habría pertenecido. Esto último, de todas formas, no es en sí mismo una gran prueba de nada, puesto que esa organización suele apropiarse alegremente de la memoria de hombres famosos del pasado para darse prestigio a sí misma, hayan o no pertenecido a la misma.

No obstante, cualquiera que tenga ciertos conocimientos y sea capaz de analizar algunas de las obras más poderosas de la fábrica Disney se percatará de inmediato de que, al igual que los Minnesänger y los trovadores provenzales, esos "inocentes" cuentos "para niños" son en realidad formidables máquinas simbólicas destinadas a conservar y transmitir significados profundos que el mundo de pega en el que vivimos ha tratado de sepultar denodadamente para mejor esclavizar al homo sapiens. No se habla aquí de todas las películas, obviamente, y mucho menos de
 los cortos: el número de personas que intervenían en el desarrollo de la industria de la animación y decidían si se hacía esto o lo otro creció exponencialmente con el éxito de sus producciones familiares y en cierto momento dejó de estar bajo control. Pero sí hay ciertos títulos como sus versiones de Blancanieves, Pinocho o La Bella Durmiente que cualquier peregrino en poder de las claves necesarias disfrutará mucho más que todos los niños del mundo juntos. Incluso más allá de la muerte de Walt Disney, algunos de sus antiguos colaboradores lograron sacar adelante una película de visión obligada para todo aquél que verdaderamente aspire a comprender qué es y para qué sirve el camino espiritual: La bella y la bestia, en una versión tan exquisitamente disimulada como película "romántica" para los cerebros más romos.

Examinar con detenimiento los aportes simbólicos de este maestro de luz cinematográfica requeriría un tiempo y un espacio del que no disponemos, pero saber que él se dedicaba a algo más que un simple juego de espejos para el divertimento animado puede explicarnos el porqué de las luchas soterradas tras su muerte (¿murió? ¿está criogenizado? ¿han traspasado su alma a un dibujo animado en una ceremonia satanista?) para controlar su imperio de creatividad. Los nuevos gestores impulsaron un giro progresivo en las historias hasta desvirtuarlas por completo respecto a su versión original. El resultado es que los niños que crecieron con las primeras películas Disney tenían una mentalidad diferente (yo creo que mejor) a los que lo hicieron con las películas rodadas tras su desaparición física: los mensajes con valor y significado útil dejaron paso a los vulgares y huecos clichés de la estúpida contemporaneidad.

Un ejemplo claro es el personaje del Tío Gilito, originalmente la perfecta parodia de John D. Rockefeller. Ya Walt Disney sabía lo mismo que otras pocas personas con conocimientos antes que él pero que nadie hasta su llegada había sido capaz de condensar exitosamente en un arquetipo básico, en una caricatura dibujada comprensible tanto para adultos como para menores: la verdadera naturaleza de los seres parásitos que ofician a través de las grandes riquezas amasadas sobre la corrupción, la estafa usuraria y el trabajo esclavo de millones de personas y que, a través de un limitado grupo de entidades bancarias manejadas por un exclusivo puñado de familias, dominan el mundo a su aire, inspirados y sostenidos por el Demonio al que adoran. Los Amos.

El Tío Gilito, Scrooge McDuck en el original, es un personaje despreciable, egoísta y perpetuamente malhumorado, desconfiado y descortés, codicioso y siempre obsesionado con el dinero físico que acumula en un gigantesco almacén blindado donde utiliza sus incontables toneladas de monedas para bañarse entre ellas como si fuese una piscina. Pero eso es en sus ratos libres, porque habitualmente está ocupado comprando empresas e industrias, invirtiendo en Bolsa, buscando petróleo y, en general, haciendo negocios. Sólo cuando aparece su sobrino, el Pato Donald, cambia su horizonte pues, muy a su pesar, acaba involucrado en cualquier tipo de aventura extravagante.

Tras el cambio de manos de la propiedad Disney, la imagen de este elemento se ha suavizado muy notablemente. En lugar de compartir aventuras con Donald u otros personajes, suele preferir acompañar a sus inteligentes sobrinos Jaimito, Jorgito y Juanito, gracias a los cuales adquiere un rol de abuelo-benefactor-que-instruye-y-cuida-de-los-más-jóvenes. En las historias modernas ya no es tan avaro. Antes bien, actúa a menudo como un generoso mecenas de diversas causas y se muestra inteligente, prudente y valiente. Incluso amable. Sigue conservando la costumbre de bañarse en su dinero pero, con el impresionante cambio de look que se le ha aplicado, este detalle es hasta simpático y por supuesto se le perdona... Así es como Tío Gilito ya no existe: ha desaparecido sustituido por un personaje completamente diferente pero con el mismo nombre y la misma apariencia física. Es curioso que los Amos empleen la misma técnica de vaciado y sustitución del significado de las palabras para actuar en el mundo "serio" de los adultos igual que en el de los niños. 

Sin embargo, me acuerdo de un comic Disney de cuando el Tío Gilito todavía era él mismo. Lo leí hace decenios pero creo recordar que se titulaba La luna de oro y el argumento giraba precisamente en torno a la aparición de un cuerpo cósmico completamente hecho de oro que llega viajando por el universo hasta las inmediaciones del Sistema Solar. De inmediato se organiza una competición de naves espaciales para apoderarse de semejante tesoro y entre los competidores figura el cohete espacial de Gilito, que recluta a Donald y sus tres sobrinos para la tripulación con el fin de que le ayuden, aunque por supuesto no tiene intención ninguna de compartir el premio con ellos. Tras una bizarra carrera, su nave llega primera a la luna y plantan su bandera para reclamar la propiedad de la luna de oro... Pero resulta que ésta ya tiene dueño. Aparece tras una colina un extraterrestre que es su verdadero poseedor y que sólo estaría dispuesto a venderla a cambio de algo que no cree que lleven consigo los viajeros: un simple puñado de tierra. Por azares de la historieta, resulta que sí llevaban esa tierra a bordo y se la entregan al extraterrestre. Éste, muy excitado, les cede la propiedad de la luna ipso facto mientras introduce la tierra en una extaña máquina que de pronto empieza a vomitar material. Con gran rapidez, la máquina utiliza los elementos contenidos en la tierra para crear todo un planeta lleno de vida al que salta el extraterrestre despidiéndose de Gilito y compañía al grito de: "Ahora sí que soy rico de verdad. Antes, sólo tenía oro, pero ahora tengo de todo." El pato millonario se queda pensativo, pensando si no ha hecho el peor negocio de su vida.

Por cierto que la receta para construir un duplicado exacto de la Tierra no es tan complicada. Courtney Dressing, del centro de astrofísica norteamericano Harvard Smithsonian, presentó hace unos meses la fórmula exacta de los ingredientes que debe tener un mundo rocoso como el nuestro para salir adelante. Durante una reunión de la Sociedad Astronómica Americana facilitó la siguiente relación para confeccionar el "pastel": 1 taza de magnesio y otra de silicio, 2 tazas de hierro y otras tantas de oxígeno, media cucharadita de aluminio y también de níquel y de calcio, un cuarto de cucharadita de azufre y un chorrito de agua. Mezclados bien todos los ingredientes, se obteniene una bola redonda que después sólo hay que colocar en la llamada (por razones evidentes) "zona de habitabilidad" alrededor de una estrella joven. La receta se completa calentando la bola con la luz y el calor de ese sol durante millones de años y luego dejando que se enfríe y sazonándola con agua y compuestos orgánicos. Y, zas, ahí aparecerá la primera y delgada película de vida que andando el tiempo podrá llegar a pensar por sí misma y continuar el juego del parque temático en el que nos manejamos más o menos.




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Y así llegamos a la última entrada de junio. La Universidad de Dios está ya cerrada para el verano y Mac Namara no sé dónde se ha metido..., lleva un año muy guerrero e independiente. Ni siquiera le he podido encargar que se ocupe del blog durante el verano mientras yo regreso a mi casa en Walhalla, así que a día de hoy ignoro si alguien redactará algo por aquí durante los próximos meses hasta mi regreso en octubre. Bueno..., si regreso. Ahora mismo tengo grandes planes encima de la mesa y me pregunto si no será el momento de concentrar fuerzas en estos planes para sacar adelante ciertos proyectos que las ocupaciones diarias (incluyendo los siete años que lleva este blog en marcha) tanto han retrasado. Sería interesante conocer la opinión de los lectores...











viernes, 19 de junio de 2015

Esperando al ladrón

Para los fatuos y los cegados por la búsqueda del poder personal. Para los corruptos. Para los endiosados miserables. Para los serviles con los poderosos y abusadores de los débiles. Para los envidiosos y ruines. Para los prepotentes y soberbios. Para los millonarios en dinero y en egoísmo. Para los depravados y malignos. Para los cínicos malvados. Para muchos otros..., mi fabuloso y bienamado profesor de Misticismo y Paradojas, el mulá Nasrudin, nos ha contado hoy en la Universidad de Dios una anécdota que le ocurrió hace muchos años y que creo les puede venir bien. Si la entienden.

Nasrudin vigilaba un día su puesto de frutas pero se quedó adormilado, momento que aprovechó un ladrón para robarle un saco de sus mejores manzanas. Cuando despertó, se indignó muchísimo. En ese momento, apareció uno de sus mejores amigos por allí, al que le contó lo ocurrido y luego le pidió el favor de que se quedara un momento en el puesto del mercado mientras iba a buscar al ladrón.

- Pero, ¿sabes dónde ha ido? Si estabas dormido... Ni siquiera has visto la cara del que te ha robado las manzanas -protestó débilmente su amigo.

Nasrudin le dijo que no le hiciera preguntas y se limitara a quedarse al frente del puesto, mientras desaparecía rápidamente.

El amigo permaneció el resto del día con las frutas y, al caer el sol, lo recogió todo y se fue a casa, pensando que Nasrudin debía estar registrando casa por casa cada uno de los barrios de Bagdad.

Como vivía en las afueras, pasó junto al cementerio y de pronto se sorprendió al verle sentado tranquilamente en la puerta del cementerio.

- ¿Qué haces ahí? ¿No ibas a buscar al ladrón? -le preguntó, sorprendido, al mulá.

- Sí, estoy esperándole, precisamente. Tarde o temprano aparecerá por aquí.



viernes, 12 de junio de 2015

Mitos del "calentamiento"

Cada vez que entramos en junio me pongo especialmente contento porque sé que a finales de mes la Universidad de Dios cierra sus puertas hasta el próximo octubre y por tanto todos los estudiantes hacemos las maletas y regresamos a nuestras Casas de Origen. Bueno, los que las tenemos..., porque te encuentras con alumnos muy raros en los pasillos universitarios, que nadie sabe muy bien de dónde han salido pero parecen proceder de cualquier sitio menos de esta misma dimensión. En mi caso, en cuanto nos dan el visto bueno disfruto sin prisa pero sin pausa de mi último paseo por el campus y, sin más, me voy al apartamento, recojo mis cosas (que ya he ido metiendo en mis maletas astrales durante los días precedentes) y me largo a Walhalla. Son sólo unos meses de vacaciones, antes de que me fuercen a regresar a este plano y a este planeta, pero me dan la vida, allá en mi querida Asgard. Cuando termine el curso 13 de la carrera, voy a presentar como trabajo de fin de carrera un universo asgardiano desde su primer Big Bang hasta su último Big Crunch. No quiero ninguna de las pesadeces que llevo tantas vidas estudiando en este mundo de quinta categoría arbitrariamente conocido como la Tierra...  Pero bueno, para eso todavía falta un largo trecho. Después de casi treinta años en la universidad, aún me resta aprobar los últimos 10 cursos así que tengo tiempo para planear bien ese trabajo. 

Este año universitario ha sido especialmente intenso y complicado respecto al anterior, aunque la verdad es que hace doce meses pensaba lo mismo y, hace veinticuatro, ídem de ídem, así que a la hora de la verdad no sé si realmente es que cada curso es más difícil o es que estoy tan cansado que ya todo me confunde. Soy como uno de esos atletas que saltan vallas durante no sé cuántos metros y, cuando empiezo la carrera, brinco con la elegancia de una gacela africana pero, a estas alturas y con la línea de meta ya en lontananza, las embisto directamente con la sutilidad de un mamut, ansioso por terminar de una vez el esfuerzo.

El caso es que estaba hoy guardando algunas de mis cosas, preparando el hatillo como quien dice, cuando me he encontrado con Mac Namara en el pasillo.

- Vaya, mira quién aparece por aquí, el gato perdido y hallado en el templo
-le he dicho, medio en broma, medio en serio- ¿Dónde te metes? Este año casi no te he visto el pelo...

Como de costumbre, me ha mirado con displicencia, antes de dignarse contestar:

- Creerás que eres el único que tiene cosas que hacer. Tus misiones y responsabilidades, si me permites que te diga, son bastante simples en comparación con las discretas pero vitales labores que se me encomiendan habitualmente. Vigilarte y educarte es la última de mis preocupaciones en este momento...

- Usted perdone, ilustrísima excelencia -me reí-, supongo que si durante el invierno no te has dejado ver mucho en casa, ahora con el calorcito veraniego aún menos. Y, ya que hablamos de temperaturas, me dirás que estás en misión secreta para luchar contra el cambio climático o algo así.

Fue como si le hubiera dado una bofetada. Bufó con desagrado y saltó encima de uno de los incontables montones de libros en el pasillo de casa. Empujó al suelo uno de ellos con la pata .

- Luego, cuando tengas un ratito te echas un vistazo a este texto, a ver si te enteras de algo...

Recogí el volumen y me fijé en la portada. Firmado por Christopher C. Horner, tenía ante mí a un pingüino con collar de flores hawaiano bajo el título de Guía políticamente incorrecta del calentamiento global. Ni que decir tiene que todo lo que lleve el adjetivo de "políticamente incorrecto" es bienvenido en nuestro apartamento de solteros, así que tomé la obra y la abrí por una página cualquiera. Zas, como si los dioses lo hubieran hecho a propósito, me encuentro el siguiente decálogo: Los diez principales mitos del "calentamiento global". No voy a copiarlo íntegramente porque es muy largo, pero he aquí un pequeño resumen, para dar una idea del contenido:

Mito 1o: ¡Aquí hace calor! (...) ¿En comparación con qué? (...) Las temperaturas actuales son cálidas si las comparamos por ejemplo con las de la década de 1970 o con las de la Pequeña Edad de Hielo desde aproximadamente 1.200 a.C. hasta finales del siglo XX (...) pero si seleccionamos otros puntos de partida (...) los de la década de 1930 o el año 1998, veremos que de hecho son más frías (...)

Mito 9: La década de 1990 fue la más cálida hasta la fecha (...) la expresión "hasta la fecha" hay que entenderla desde que desarrollamos mediciones de temperaturas fiables, lo que en general significa un período de tiempo muy corto. Además, en 2006, la National Academy of Sciences puso en evidencia esta afirmación (...)

Mito 8: la ciencia ha establecido que el CO2 provoca el calentamiento global (...) el CO2 atmosférico aumenta después de que se inicie el calentamiento, no antes (...) se dice que el debate se desarrolló en su día y se dio por cerrado con un "consenso". De estar realmente cerrado, ¿por qué entonces los científicos no renuncian a los 5.000 millones de dólares que reciben anualmente del bolsillo de los contribuyentes destinados a la investigación del clima? (...)

Mito 7: El clima era estable hasta que llegó el hombre. Tragarse este embuste significa quemar prácticamente todos los textos existentes de ciencia e historia, igual que en épocas pasadas se quemaron "brujas" como venganza por los cambios de clima (...)

Mito 6: Los glaciares se derriten (...) la retirada de los glaciares sobre la que tanto hemos leído es selectiva. Los glaciares también están avanzando, incluyendo algunos situados en lugares muy próximos a los que están retirándose (...)

Mito 5: El cambio climático está haciendo subir el nivel del mar. El nivel del mar sube en los períodos interglaciares, como el que vivimos en este momento (...) lleva mucho tiempo subiendo lenta y gradualmente y, ni la industria, ni el aumento de las temperaturas, ni el aumento de CO2 han afectado a ese crecimiento de forma relevante (...)

Mito 4: El cambio climático es la mayor amenaza para los pobres del mundo (...) el cambio climático no añade nada nuevo a su situación (...) Siempre es preferible enfrentarse al mismo tipo de tormenta en Florida que en Bangladesh. Las instituciones, las infraestructuras y el acceso a la energía, y no el racionamiento del consumo energético, son los factores básicos para gestionar un clima en cambio constante.

Mito 3: "Calentamiento global" equivale a tormentas más frecuentes y más fuertes (...) Las tormentas son cíclicas y, dicho esto, no son más frecuentes ni más fuertes que en el pasado. Por suerte para Al Gore, los periodistas pocas veces disponen de los datos reales.

Mito 2: Las propuestas sobre el "calentamiento global" tienen que ver con el medioambiente (...) nadie se atreve a decir que el carísimo Procotolo de Kioto modificaría el clima de una forma que resultase detectable (...) sus proponentes admiten con franqueza su deseo de controlar el estilo de vida de los demás, las empresas que lo apoyan esperan sacar millones de dólares del tratado y el comisionado de medioambiente europeo admitió que Kioto "tiene que ver con la competencia" (...)

Mito 1: EE.UU. se ha quedado solo en cuanto a Kioto y al "calentamiento global" (...) EE.UU., junto con 155 países más, que representan la mayoría de la población mundial, actividad económica y crecimiento futuro (...)

Levanté la vista hacia mi gato conspiranoico y me limité a comentar:

- Mmmmh..., parece interesante.

- ¿Parece? ¡Parece! -bufó de nuevo-  Y eso que el libro se está quedando viejo con rapidez, porque es de 2007. Pero te daré algunos datos más para que no vuelvas a hablarme de la estupidez del "calentamiento global". Ya sabes que los climatólogos de todo el mundo se pasan el día hablando de la Antártida como termómetro del planeta y anunciando que lo que pase allí primero pasará luego en el resto del globo terráqueo. También han denunciado su supuesta pérdida progresiva de hielo con espectaculares imágenes de icebergs rompiéndose, que por lo demás son normales en la zona... Pues los datos que tenemos indican precisamente que, tanto la Antártida como la banquisa de hielo marino que la rodea, siguen enfriándose -entonces me mostró la imagen que reproduzco aquí al lado- como demuestran los datos recogidos en abril de este mismo año de 2015. La línea rosa es la media de hielo de la banquisa desde 1979 y como ves en la mayor parte del continente blanco está superada. Es decir, hay más hielo de lo normal. En total, más de 9 millones de kilómetros cuadrados rodean ahora mismo la Antártida. Y, por cierto, si quieres seguir empleando los datos de la media, dime qué te parece esto... -y me mostró esta otra imagen que también incluyo aquí- Es una gráfica que recopila los datos precisamente desde el año de 1979 y se puede ver perfectamente
 cómo el hielo marino ha ido ganando progresivamente terreno desde entonces, algo más de un 4% por decenio, hasta el punto de que hoy ¡hay más que nunca, desde que tenemos registros históricos! Y el hielo, que yo sepa, nace del enfriamiento, de la bajada de las temperaturas, nunca del calentamiento o subida de las mismas. 

-Fascinante -reconocí.

-Pero eso no es todo
-insistió, enseñándome una tercera imagen que obviamente adjunto-. Aquí tienes las mediciones de las temperaturas oceánicas de la región que rodea la Antártida. Como verás, las temperaturas han ido descendiendo en estos 35 últimos años, sin "calentamientos" raros detectables en el examen científico...

-Entonces, toda esa insistencia con el calorazo africano que está a punto de llegar y asfixiarnos...

-Hay mucho dinero en juego en todo esto. Entre los científicos que no están a sueldo del panel dirigido y pagado por la ONU, la opinión mayoritaria es la de que la Tierra no se está calentando sino todo lo contrario: se está enfriando y vamos ya hacia una nueva era glacial lo que, por cierto, nos va tocando históricamente si hacemos una media con los datos que poseemos en este momento sobre la alternancia entre eras cálidas y frías. En los últimos dos millones de años hemos tenido una veintena de eras glaciales y estamos ahora terminando la cálida que hemos disfrutado estos siglos pasados. El experto austríaco Fred Singer insistía en una entrevista publicada hace ya cinco años en el diario 'El informador' en que el clima no puede ser cambiado por los humanos, porque "es un ciclo natural, mucho más poderoso" que ellos, que sólo tienen capacidad para cambiar hábitats "locales" concretos pero no el global. Sin embargo, los partidarios de la teoría del calentamiento "se basan únicamente en mediciones de las estaciones en tierra" e "ignoran los datos de temperatura en los satélites". Singer mostró cómo hace mil años la temperatura era "más alta" que hoy y hace cinco mil años "era mucho más alta". Y no está solo. Como digo, entre los especialistas independientes de las Naciones Unidas, una institución que tú y yo sabemos es cualquier cosa menos transparente y equitativa, la creencia es a pensar que llega una nueva edad de hielo, aunque no se sabe si la veremos nosotros o nuestros cachorros bisnietos... Pero llegar, llegará. Eso es seguro.

Pensé que sería divertido que el famoso apocalipsis llegara después de todo con una inmensa montaña de hielo tragándose la civilización, en lugar de con la interminable serie de amenazas con las que nos bombardean desde hace más años que los que tengo en esta vida actual, advirtiendo contra virus mutados, guerra nuclear, espectacular subida de las aguas, impactos de meteoritos y hasta con hordas de zombies... Hice propósito de leerme el librito entero en cuanto tuviera un rato y de pronto vi cómo Mac Namara desaparecía por la puerta.

- ¡Eh! ¿A dónde vas ahora? -le pregunté.

Su voz sonó lejana, desde la ventana del final del pasillo, a la que ya se había encaramado para volver a saltar fuera de casa y desaparecer como es su costumbre.

- Voy a buscar una bufanda. Nunca se sabe.










viernes, 5 de junio de 2015

La Casa del Dolor

Sonríe demasiado. No me gusta la gente que sonríe demasiado, que luce sus blancas y perfectas dentaduras como símbolo de estatus o como si quisiera decir: "¿Ves qué dientes tan brillantes? Con ellos te voy a devorar". 

Ese maldito doctor loco... 

Estoy atrapado aquí, en su Casa del Dolor, esperando mi turno para ser sometido a su pavorosa panoplia de torturas. No sé qué me va a preguntar, qué quiere de mí, pero tengo tanto miedo que sospecho que diré cualquier cosa con tal de evitar el tormento en la medida de lo posible.

He visto algunos de sus instrumentos del pánico: finísimas, puntiagudas, frías y elaboradas herramientas de suplicio infinito, que desatan el espanto de sus víctimas y les hacen gritar incluso antes de ponerles la mano encima.

Y el silbido sobrenatural de su taladradora, que ahoga los ensangrentados gorgoteos de los mártires. 

Yo...

- Héctor, deja de escribir esas tonterías y pasa al gabinete. 

- Sí mamá.

Maldito dentista. Maldita madre opresora.