Hace un año por estas fechas nos felicitábamos todos, dándonos esas reconfortantes palmaditas en la espalda que tan bien sientan a la sufrida vanidad de los escritores, por la aparición de una antología singular: España criminal, un mosaico de relatos de género negro organizado y compilado por Pablo Sebastiá Tirado como cabeza más visible del grupo literario 12 Plumas Negras, nacido en Castellón hace casi seis años. El nombre del grupo lo dice todo: una docena de autores relacionados de una u otra forma con el periodismo y la comunicación y especializados en la literatura detectivesca, que en 2008 publicaron su primera antología: Crímenes de Castellón. En principio, el experimento se redujo a su provincia natal pero poco a poco fue extendiéndose como una mancha de sangre (obviamente) con la incorporación de nuevos autores al grupo original y la publicación de libros sucesivos... Fui iniciado en esta peculiar secta el año pasado, cuando publiqué mi relato largo Fiat Lux en su cuarto proyecto editado (el susodicho España criminal) y ahora repito en el quinto con mi segunda aportación: se titula Gigantes y cabezudos y figura en el índice de España negra. 27 relatos policíacos, antología recién aparecida estos días de la mano de la editorial Rey Lear, y que, como su título indica, ha incrementado exponencialmente el número de Plumas Negras.
La verdad es que la actual nómina es impresionante y nuestra carga de caballería puede ser imparable. Empezando por los más conocidos y reconocidos, ahí tenemos a Lorenzo Silva, el reciente y flamante premio
Planeta (y en su día también premio Nadal), firmando su relato Siete apuntes negros del natural. O a Jorge Martínez Reverte, que fuera premio Ortega y Gasset, con La muerte de Rufina. O a Mariano Sánchez Soler, premio internacional de novela negra L.H.Confidencial, aportando True Crime. O uno de los principales abanderados de los Plumas Negras ahora mismo pese a que se unió al grupo también con el proyecto anterior, que es Juan Bolea, premio Abogados de Novela, quien escribe Silencio. Con semejantes primeros espadas abriendo brecha sobre la masa lectora, el resto de la tropa avanzamos detrás cosiendo y cantando. O casi. Capitaneados por el propio Pablo Sebastiá y su Pura estadística, irrumpe el pendón castellonense bajo el cual encontramos autores como Pedro Tejada Tello (uno de los fundadores junto a Pablo de Castelló Negre) y El rayo que no cesa; Suso Postigo y Las llaves del delito; Ana Rosa Sanfeliú y La maleta..., entre otros. Finalmente galopamos los mercenarios más selectos, escogidos para esta cruzada por nuestra acerada pluma y poderosa armadura literaria (qué bonito, esto...) como por ejemplo Francisco Galván y A quién hay que matar; Carlos Salem y Margaritas en los charcos; Luis Pousa y El bonzo amable... O un servidor. En fin, todos los nombres de autores y relatos figuran en la antología que, además, se da el lujo de contar hasta con un prologuista: el juez y actual senador (por Castellón, claro) Manuel Guillermo Altava Lavall.
La verdad es que la actual nómina es impresionante y nuestra carga de caballería puede ser imparable. Empezando por los más conocidos y reconocidos, ahí tenemos a Lorenzo Silva, el reciente y flamante premio
Planeta (y en su día también premio Nadal), firmando su relato Siete apuntes negros del natural. O a Jorge Martínez Reverte, que fuera premio Ortega y Gasset, con La muerte de Rufina. O a Mariano Sánchez Soler, premio internacional de novela negra L.H.Confidencial, aportando True Crime. O uno de los principales abanderados de los Plumas Negras ahora mismo pese a que se unió al grupo también con el proyecto anterior, que es Juan Bolea, premio Abogados de Novela, quien escribe Silencio. Con semejantes primeros espadas abriendo brecha sobre la masa lectora, el resto de la tropa avanzamos detrás cosiendo y cantando. O casi. Capitaneados por el propio Pablo Sebastiá y su Pura estadística, irrumpe el pendón castellonense bajo el cual encontramos autores como Pedro Tejada Tello (uno de los fundadores junto a Pablo de Castelló Negre) y El rayo que no cesa; Suso Postigo y Las llaves del delito; Ana Rosa Sanfeliú y La maleta..., entre otros. Finalmente galopamos los mercenarios más selectos, escogidos para esta cruzada por nuestra acerada pluma y poderosa armadura literaria (qué bonito, esto...) como por ejemplo Francisco Galván y A quién hay que matar; Carlos Salem y Margaritas en los charcos; Luis Pousa y El bonzo amable... O un servidor. En fin, todos los nombres de autores y relatos figuran en la antología que, además, se da el lujo de contar hasta con un prologuista: el juez y actual senador (por Castellón, claro) Manuel Guillermo Altava Lavall.
En cuanto a mi aportación particular para la primera antología, en Fiat Lux maté a media docena de personajes y, de propina, sugería alguna muerte más de manera inmediata, por aquello de entrar a lo grande en el grupo: que no se pensaran que acababan de fichar a un blandengue. Sin embargo, En Gigantes y cabezudos, sólo mato a uno, pero ¡qué muerte más elaborada! ¡Cuánta dedicación y paciencia por parte del asesino (y mía)! Si en aquella primera narración, los sucesos se ambientaban en Cádiz y su costa, con el "marco natural" añadido de las ruinas romanas de Baelo Claudia, en esta segunda cambio completamente de escenario y me voy al norte: a la coqueta y agradable villa riojana de Ezcaray donde unos entrañables amigos me regalaron un fascinante y divertido fin de semana coincidiendo con las fiestas
de San Lorenzo. Uno de sus principales atractivos es el desparrame de gigantes y cabezudos, que aparecen aquí a la derecha frente al Ayuntamiento formando todos juntos para la foto oficial antes de comenzar el recorrido anual por el pueblo. Tengo para mí que el origen de estos personajes tradicionales es mucho más remoto en el tiempo de lo que suele fecharse. Personalmente disfruté como un enano, valga la expresión, acompañando la danza de los gigantes, colosales derviches que saltan al ritmo de instrumentos tradicionales (y otros que no lo son tanto), y escapando al mismo tiempo de los zurriagazos propinados por los cabezudos, que daban a diestro y siniestro sin importarles la edad, el sexo o la procedencia de cuantos acompañábamos el atávico paseo. Fue tanto lo que me gustó esta fiesta, que decidí ambientar en ella mi relato para España negra.
Así que ya estamos de nuevo en marcha: las presentaciones de España negra se sucederán en el tiempo durante las próximas semanas a lo largo y ancho de la geografía española, tras el obligado estreno en Castellón y la indeclinable presentación en Madrid. A ésta última pertenece la fotografía de la izquierda, en la librería Estudio en Escarlata, en la que aparezco entreteniendo al personal con mi verbo generoso, con Jesús Egido (editor de Rey Lear) sentado a mi derecha y Virginia Aguilera (autora también en la antología, recién incorporada a nuestra secta) más a mi derecha. Fui el último de varios escritores que estuvimos presentes y aprovechamos la oportunidad de hablar sobre el libro, además del editor y del prologuista, así que mi intervención fue recibida con especial júbilo por la asistencia, que ya estaba a esas alturas más que empapada de sangre y vísceras (virtuales). Como es de recibo, según finalizó el acto nos marchamos a
celebrar el feliz alumbramiento literario ingiriendo unas cuantas cervezas como paso previo a la cena que mandan los cánones. Para la ocasión, estuvimos en La Repanocha de tapas, una casa de comidas al estilo madrileño tradicional, en la que entre otros manjares tuvimos ocasión de deglutir una de las especialidades de la casa: el tortillón de callos (básicamente, una maxi tortilla de patatas sumergida por una costra de callos), un plato no apto para estómagos frágiles...
Lo cual es perfectamente lógico: después de todo, España negra tampoco es una antología para lectores frágiles. Estamos hablando de un libro compuesto por relatos de género negro, así que sus páginas concentran políticos sobornables y sobornados, policías corruptos y/o vengadores, empresarios poderosos y/o malvados, sindicalistas de doble vida instalados en el lado oscuro, víctimas de cualquier tipo de abuso que imaginarse pueda y todo tipo de criminales y delincuentes inspirados en la vida real de la España de hoy. Y todos ellos nacidos de la imaginación de un puñado de señoras y señores que, si les conoces así en corto, te parecen todos muy majos y agradables..., pero lo cierto es que a la hora de escribir dejan salir todos sus demonios con siniestra eficacia literaria. Menos mal que se limitan (nos limitamos) a llevarlos al papel porque, si no, esta última frase podría pasar por ser una advertencia para los críticos de España negra: más vale que, a la hora de reseñarla, pongan la antología por las nubes y faciliten así la venta de sucesivas ediciones hasta convertirla en un gran éxito o a cualquiera de nosotros se nos podría ocurrir una forma de "que parezca un accidente..."
de San Lorenzo. Uno de sus principales atractivos es el desparrame de gigantes y cabezudos, que aparecen aquí a la derecha frente al Ayuntamiento formando todos juntos para la foto oficial antes de comenzar el recorrido anual por el pueblo. Tengo para mí que el origen de estos personajes tradicionales es mucho más remoto en el tiempo de lo que suele fecharse. Personalmente disfruté como un enano, valga la expresión, acompañando la danza de los gigantes, colosales derviches que saltan al ritmo de instrumentos tradicionales (y otros que no lo son tanto), y escapando al mismo tiempo de los zurriagazos propinados por los cabezudos, que daban a diestro y siniestro sin importarles la edad, el sexo o la procedencia de cuantos acompañábamos el atávico paseo. Fue tanto lo que me gustó esta fiesta, que decidí ambientar en ella mi relato para España negra.
Así que ya estamos de nuevo en marcha: las presentaciones de España negra se sucederán en el tiempo durante las próximas semanas a lo largo y ancho de la geografía española, tras el obligado estreno en Castellón y la indeclinable presentación en Madrid. A ésta última pertenece la fotografía de la izquierda, en la librería Estudio en Escarlata, en la que aparezco entreteniendo al personal con mi verbo generoso, con Jesús Egido (editor de Rey Lear) sentado a mi derecha y Virginia Aguilera (autora también en la antología, recién incorporada a nuestra secta) más a mi derecha. Fui el último de varios escritores que estuvimos presentes y aprovechamos la oportunidad de hablar sobre el libro, además del editor y del prologuista, así que mi intervención fue recibida con especial júbilo por la asistencia, que ya estaba a esas alturas más que empapada de sangre y vísceras (virtuales). Como es de recibo, según finalizó el acto nos marchamos a
celebrar el feliz alumbramiento literario ingiriendo unas cuantas cervezas como paso previo a la cena que mandan los cánones. Para la ocasión, estuvimos en La Repanocha de tapas, una casa de comidas al estilo madrileño tradicional, en la que entre otros manjares tuvimos ocasión de deglutir una de las especialidades de la casa: el tortillón de callos (básicamente, una maxi tortilla de patatas sumergida por una costra de callos), un plato no apto para estómagos frágiles...
Lo cual es perfectamente lógico: después de todo, España negra tampoco es una antología para lectores frágiles. Estamos hablando de un libro compuesto por relatos de género negro, así que sus páginas concentran políticos sobornables y sobornados, policías corruptos y/o vengadores, empresarios poderosos y/o malvados, sindicalistas de doble vida instalados en el lado oscuro, víctimas de cualquier tipo de abuso que imaginarse pueda y todo tipo de criminales y delincuentes inspirados en la vida real de la España de hoy. Y todos ellos nacidos de la imaginación de un puñado de señoras y señores que, si les conoces así en corto, te parecen todos muy majos y agradables..., pero lo cierto es que a la hora de escribir dejan salir todos sus demonios con siniestra eficacia literaria. Menos mal que se limitan (nos limitamos) a llevarlos al papel porque, si no, esta última frase podría pasar por ser una advertencia para los críticos de España negra: más vale que, a la hora de reseñarla, pongan la antología por las nubes y faciliten así la venta de sucesivas ediciones hasta convertirla en un gran éxito o a cualquiera de nosotros se nos podría ocurrir una forma de "que parezca un accidente..."