Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 20 de diciembre de 2013

L'Iber, el maravilloso museo de los soldaditos de plomo

Y aquí estamos, un año más, celebrando Yule, o el Solsticio de Invierno, o el Día del Sol Invicto, o la Navidad, o tantas y tantas otras fórmulas culturales y/o religiosas ideadas por la humanidad a lo largo de distintos períodos históricos para recordar y celebrar al espíritu del Sol, el principal responsable de mantener el terreno de juego en el que nos entretenemos durante esos sucesivos y breves períodos de tiempo, esos chispazos de existencia material, que los homo sapiens describen como "vidas"...   Esos parpadeos cósmicos que sólo los jugadores más expertos reconocen y aprovechan como lo que realmente son: ventanas de oportunidad para cosechar el néctar que alimenta el camino hacia la eternidad.

Manipulados como las marionetas que para su desgracia son, al servicio de fuerzas e intereses que no entienden y sobre cuya existencia ni siquiera llegarán a sospechar hasta el final de sus días al suponer que actúan con entera "libertad", los homo sapiens cumplen los rituales cuidadosamente 
programados para ellos porque, como los bebés, necesitan una rutina externa para mantener la falsa sensación de seguridad que permite mantenerlos bajo
control. En estas fechas, el ceremonial incluye la reproducción de mecánicos mensajes y gestos de amor y felicidad hacia el mismo prójimo que el resto del año ignoran, desprecian o incluso atacan con saña, además de gastar los recursos económicos que tienen (y a veces los que no tienen) en consumir todo tipo de productos en general prescindibles y que poca cosa van a aportar a su limitado destino. Uno de esos comportamientos obligados para los próximos días incluye la entrega de regalos a los niños. Regalos lo más grandes y aparatosos posible, envueltos con papeles de colores y lazos brillantes, con los cuales se alimenta su ilusión y también la de los adultos que los entregan, incapaces de comprender que, en cierto modo, ellos también son niños, a otro nivel, que reciben regalos de otro tipo de adultos para mantener hasta el último minuto esa misma ilusión sobre el sentido verdadero de su existencia.

Pues bien...  Como estamos en época de regalos, yo también voy a obsequiar a todos los lectores de este blog con una serie de imágenes que probablemente les devuelvan (como a mí me hicieron mientras las obtenía) a la época en la
 que eran todavía niños de verdad y jugaban con soldaditos en miniatura que
montaban y pintaban pieza a pieza con marcas de leyenda como Tamiya o Airfix. Atención, estoy hablando de hace unos cuantos decenios, cuando todavía no estaba mal visto jugar con ellos... Si hoy por hoy en España se le ocurre a alguien regalar a un menor alguna maqueta militar o un simple paquete de soldados, aun de plástico, para que desarrolle su imaginación enseguida le pueden tachar de fascista o poco menos...  Está mucho mejor visto regalar videojuegos de un realismo apabullante en el que ese mismo menor puede sumergirse virtualmente en la más brutal de las batallas para destripar a sangrientas cuchilladas las entrañas de sus enemigos o convertirse en uno de esos mismos soldaditos ametralladora en mano dispuesto a matar y matar y matar...

Hace unos días y por razones personales estuve de nuevo en Valencia y allí pude al fin visitar un museo del que había oído hablar en reiteradas ocasiones pero que por unas razones u otras no había tenido ocasión de conocer en persona: L'Iber, el museo de los soldaditos de plomo. A pesar de su nombre, el palacio de estilo gótico de los Marqueses de Malferit que alberga su impresionante colección no sólo tiene soldaditos y no sólo son de plomo,
aunque sí es cierto que éstos poseen el mayor protagonismo de las alucinantes exposiciones que me hicieron disfrutar como un enano durante las horas que pasé sumergido en la contemplación de sus fondos (los que se exhiben, que son unas 90.000 piezas, aunque por simple cuestión de falta de espacio conservan guardadas 1.200.000 más), hasta que literalmente me echaron por haber llegado la hora del cierre. El museo se fundó a partir de la colección particular del empresario valenciano Álvaro Noguera y muestra todo tipo de figuras, algunas de las cuales se remontan a los años cuarenta del pasado siglo XX. Incluyo a continuación, pues, algunas fotografías seleccionadas de los varios cientos de imágenes que capté allí, empezando por este detalle del espectacular torneo medieval descrito en la famosa novela de caballerías del siglo XV Tirant lo Blanch de Joanot Martorell...

En las sucesivas salas se pueden contemplar fascinantes exposiciones de todas las épocas. Desde un detallado aeródromo militar alemán durante la Segunda Guerra Mundial...



... hasta una monumental reproducción de la batalla de Almansa, uno de los hitos de la llamada Guerra de Sucesión española...



... pasando por la visita de la reina Victoria Eugenia a Valencia en 1924...



...las recreaciones de las batallas napoleónicas de Austerlitz y Waterloo, la campaña de Egipto, el 2 de mayo de 1808, la retirada de Rusia y por supuesto el Estado Mayor del Pequeño Corso...



...la visita a países lejanos como el Pekín de siglos pasados...



... las guerras de los conquistadores españoles contra los belicosos aztecas...



... el colorido mundo de los personajes de comic, incluyendo a los superhéroes Marvel, el Far West de Lucky Luke o ciertos inconfundibles y enloquecidos galos de Armórica...



... los espectáculos en los locales "de mala nota" con el can-can y el cabaret...



... los toros, el fútbol, el circo y la ópera, representación de Lohengrin incluida...



... y mis salas favoritas: las de la Antigüedad. Allí encontraremos desde una representación de la carrera de cuádrigas en la inolvidable versión de Ben-Hur firmada por William Wyler...



... hasta escenas cotidianas en los campamentos romanos como el castigo a un legionario, probablemente por quedarse dormido haciendo guardia...



... los idus de marzo con el asesinato de Julio César, las fiestas de Tiberio en Capri, el incendio de Roma con Nerón tocando el arpa o el suicidio inducido del filósofo Séneca...



... la batalla de Gaugamela, con Alejandro Magno triunfante sobre Darío III...



...y hasta una mitológica orgía con faunos incluidos...



... sin olvidar el asalto de las tropas de Nabucodonosor a Jerusalén...



... las recepciones de los faraones egipcios a los embajadores extranjeros...



... los paseos junto a la Puerta de Isthar en Babilonia...




... o las expediciones de carros sumerios. 





Sí, es un museo que merece la pena y que volveré a visitar en cuanto tenga oportunidad y ojalá con más calma, aunque todavía hoy no tengo demasiado claro por qué me gustó tanto: si porque me devolvió a mi niñez de esta reencarnación o porque por un instante tuve la sensación de encarnar al Demiurgo, entretenido en ver cómo juegan, y se matan en ese juego, sus ciegas y esclavizadas criaturas...

Feliz Sol Nuevo: me voy a Walhalla a pasar las fiestas y volveré en 2014.







viernes, 13 de diciembre de 2013

San Nelson Mandela

Como saben los lectores habituales de esta bitácora, en la presente reencarnación me gano la vida como escritor (especialmente en el subgénero periodista), así que no me queda más remedio que prestar atención a las expresiones y los giros del lenguaje que utiliza la sociedad contemporánea, aunque me guste más la forma de hablar de otras épocas (me parece particularmente graciosa, por ejemplo, la recreación del habla en el antiguo imperio romano que practican los guionistas de la serie televisiva Spartacus, la que catapultó hacia una efímera fama al malogrado Andy Whitfield, cuando dicen por ejemplo "Gratitud" en lugar de "Gracias" y cosas similares). De esta forma he descubierto construcciones tan divertidas como "eres más cursi que un unicornio vomitando arco iris", muy utilizada hoy por hoy entre adolescentes y jóvenes españoles. Resulta muy adecuada para describir ciertas situaciones como la que hemos padecido, y seguimos padeciendo, a lo largo de toda esta semana a raíz del fallecimiento de Nelson Mandela: después de lo de los últimos días, me veo obligado a nadar con el mayor entusiasmo para no hundirme en un océano de colores... 


Aunque más que Mandela quizá deberíamos mejor decir: San Nelson Mandela. Desde luego, si los miembros de alguna delegación extraterrestre recién llegados a nuestro planeta y convenientemente camuflados para no ser reconocidos entre los homo sapiens se hubieran entretenido en seguir las noticias llegadas desde Suráfrica, con tan extraordinaria sucesión de homenajes y ceremoniales para encumbrar la memoria de este icono del África Negra, habrían llegado a la conclusión de que el personaje que acaba de fallecer era poco menos que un avatar divino. Es normal que cuando uno se muere todo el mundo empiece a alabarle y a recordar lo mejor que ha dejado durante su vida en este mundo (de hecho, en España es la única manera de escuchar algún halago de tus compañeros de profesión), pero lo que ha pasado y lo que aún está pasando en Suráfrica estos días va mucho más allá. Algunas de las descripciones que hemos podido escuchar no son sólo exageradas sino sonrojantes, no ya por su carácter hagiográfico, sino por la ignorancia (o la manipulación intencionada) que demuestran en labios de los personajes que de manera tan rimbombante las han pronunciado. Citaremos sólo tres declaraciones, aunque cada una de ellas espectacular por el nivel de tontería alcanzado en semejantes palabras por aquéllos que las emplearon en sus respectivos discursos. 


La primera es la de la presidenta de Brasil Dilma Rousseff, cuando decía, tan ufana ella durante los desmedidos funerales organizados en el estadio de fútbol FNB de Johannesburgo (sólo el escenario elegido para el postrer homenaje, ese moderno templo para masas fanáticas de victorias insustanciales, ya debería sugerir alguna interesante reflexión a todos aquéllos todavía capaces de utilizar ese órgano tan desconocido que tenemos dentro del cráneo y que se llama cerebro) que Mandela fue "la personalidad más extraordinaria del siglo XX". ¡¿Cómo se puede decir eso en un siglo que ha visto multitud de personalidades verdaderamente extraordinarias, para bien o para mal, por su influencia real en todo el mundo desde Stalin a Krishnamurti, pasando por Picasso, Lindbergh, Fleming, Churchill, Ortega y Gasset, Presley, Hawking, Watson, Jobs, Hitler, Kennedy, Mao, Ben Gurion, Juan XXIII y tantos otros?! Si yo fuera amiga o pariente de Rousseff ya sé lo que podría regalarle para estas Navidades: una buena enciclopedia histórica. La misma que me serviría para quedar bien con Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, autor 
 de la segunda declaración oficial en la que calificaba a Mandela como "uno de los más grandes ejemplos (como ser humano) de la Historia". Si el líder surafricano pierde a la hora de ser comparado con "grandes ejemplos" no sólo durante el siglo XX, no digamos ya si tenemos que empezar a compararlo con Sócrates, Cervantes, Miguel Ángel, Jesucristo, Newton, Galileo, Buda, Shakespeare, Napoleón, Da Vinci, Platón, Buda, Gutenberg, César..., por citar sólo un puñado de "pequeños" ejemplos. La tercera declaración (incluyo sólo tres, pero ésta es mi selección: cualquiera puede hacer la suya propia escogiendo de entre el catálogo de elogios que han regado nuestros oídos durante estos últimos días) es española y la pronunció el jefe de la oposición política celtibérica: el actual secretario general del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba, quien en un guiño obvio a los Amos que gobiernan realmente tras el telón afirmaba sin despeinarse que "Mandela merecía ser el presidente de la Humanidad". ¡De la Humanidad! ¿Y por qué no de todo el Sistema Solar? Ahí queda eso...

Entre tanto incienso y cántico celestial, muy pocos se han atrevido a poner el dedo en la llaga acerca del perfil completo del homenajeado. Y algunos lo han hecho incluso sin querer seguramente hacerlo, como José Luis Centella, un político español de izquierdas, que ha denunciado el "cinismo" y las "lágrimas de cocodrilo" en las palabras de algunos de los dirigentes mundiales presentes en el gran homenaje del martes pasado teniendo en cuenta que ellos nunca le apreciaron demasiado y que de hecho le tuvieron durante mucho tiempo catalogado en la lista de peligrosos terroristas internacionales. Un momento, un momento..., ¿terrorista? ¿Mandela? ¿Nuestro entrañable Madiba? Pero, ¿cómo es posible? ¿Este ángel de la Humanidad que se abraza lo mismo con el presidente norteamericano que con el dictador cubano, este abuelito canoso, simpático y sonriente y siempre rodeado de niños agradecidos, este moderno tío Tom de llamativas camisas de colores..., un terrorista (lo peor que se puede ser según los cánones políticos contemporáneos, después de un nazi)?

Pues..., sí. Resulta un poco incómodo despertar al mundo real cuando uno lleva años instalado en la dulce siesta de la manipulación mediática y el olvido del pasado, pero ahí están las hemerotecas para recordarnos esa verdad que, de manera no tan increíble para aquéllos que conocen lo sencillo que es manejar a la opinión pública, nadie puede cambiar. Y es que desde 1961 Mandela dirigía el Unkhonto We Sizwe ("Lanza de la Nación"), el "brazo armado" (léase: el grupo terrorista) del Congreso Nacional Africano encargado de robar, extorsionar y asesinar para garantizarse la supremacía en el movimiento surafricano contra el régimen de apartheid y para, a continuación, luchar contra éste de la forma más violenta posible. Y cualquiera que esté tentado de emplear ese razonamiento (que determinados "intelectuales" modernos ven suficiente para  
justificar todo tipo de barbaridades, siempre que vengan exclusivamente desde la izquierda política) según el cual todo vale para luchar contra un régimen totalitario, harían bien en compararlo con el caso de España, especialmente durante la época de Franco, pero no sólo entonces. Unkhonto We Sizwe era el equivalente a ETA, igual que el prosoviético Congreso Nacional Africano podría compararse con los partidos abertzales vascos. Los 19 asesinados y más de 200 heridos en el atentado con bomba aprobado directamente por Mandela en Church Street en Pretoria en 1983 no se diferencian mucho de los 21 asesinados y cerca de medio centenar de heridos en el atentado con bomba autorizado por Santiago Arróspide Sarasola, alias Santi Potros, en el centro comercial Hipercor de Barcelona en 1987. Desde luego, las fotografías de las víctimas de ambos cobardes ataques con explosivos se parecen bastante entre sí. Y no me cuesta mucho imaginar la frustración y el envenenamiento del alma de los familiares de las víctimas surafricanas (y de los supervivientes a los atentados) ante el panegírico de estos días en favor del responsable último de aquel crimen, de la misma forma que comprendo sentimientos parecidos en los familiares y supervivientes españoles cuando un sistema legal, pero profundamente inmoral e injusto, permite que tantos etarras puedan salir con tranquilidad de la cárcel tras pagar penas de uno o dos años de prisión por cada asesinato que cometieron en sus indiscriminados y rastreros mazazos con explosivos.

Cada vez que los profesionales de las loas gratuitas repiten que la grandeza de Mandela está en que perdonó a aquéllos que le maltrataron y encarcelaron y que trabajó por la concordia en su país me acuerdo de la superior grandeza de todos aquéllos (y de sus familiares) a los que él ordenó maltratar y, peor, asesinar, que a su vez se vieron obligados a perdonarle a él trabajando tanto o más por la misma concordia..., y sin que nadie se lo reconozca a día de hoy. De 
hecho, a estas alturas son pocos los que se acuerdan siquiera del abogado y político Frederik de Klerk: él y no Mandela fue el verdadero artífice del fin del apartheid surafricano. Como presidente de su país tras el mandato de Pieter Botha, De Klerk decidió terminar con ese régimen derogando las leyes segregacionistas, puso en libertad a Mandela (junto con otros políticos negros encarcelados) y legalizó el Congreso Nacional Africano para a continuación ofrecerle trabajar conjuntamente en la construcción de un nuevo país del que pudiera disfrutar todo el mundo con independencia del color de su piel. Fue De Klerk quien impulsó definitivamente la evolución democrática de Suráfrica: si él hubiera deseado que las cosas siguieran como hasta entonces, no habría pasado nada, absolutamente nada. En su época se lo reconocieron con la concesión del Premio Nobel de la Paz y también del Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, ambos ex aequo con Mandela. A pesar de ello, dudo mucho de que, si hoy se diera un paseo por alguno de los barrios exclusivamente habitados por ciudadanos negros la mayoría de sus habitantes le reconocieran y se pararan a saludarle y agradecerle lo que hizo por ellos. Lo más probable es que terminara sufriendo algún tipo de desprecio, insulto o agresión por el simple hecho de ser un blanco y, por tanto, un fascista-esclavista-explotador, pues ésa es la demagógica ecuación (blanco=malvado porque sí) impuesta poco a poco en el mundo entero por los Amos para sus propios fines. 

¿Y, a todo esto, por qué estaba encarcelado Nelson Mandela? ¿Por qué transcurrieron casi 30 años de su vida entre rejas? La respuesta "oficial" que tanto hemos oído esta semana es, como insistía Jacob Zuma, el actual presidente surafricano y uno de sus antiguos colaboradores (tanto en el Congreso Nacional Africano como en el Unkhonto We Sizwe), porque era "un luchador por la libertad" que "siguió inspirándonos incluso desde el interior de los muros de la prisión". Sí, ya sabemos que dio el visto bueno al sangriento atentado de Church Street desde la cárcel... No suele contarse que, en un principio, el Congreso Nacional Africano luchaba contra el apartheid a través de la vía política y que fue la llegada de Mandela y de su colega Joe Slovo lo que cambió esta tendencia ya que ambos se convirtieron en los jefes del grupo terrorista que comenzó sus atentados, sabotajes y asesinatos en 1961. El grupo 
se radicalizó en el decenio de los años 80 del siglo XX cuando organizaron sucesivos ataques contra objetivos industriales, militares y civiles. Por ejemplo, en diciembre de 1985, en un centro comercial de Amanzimtoti, una localidad de vacaciones, asesinaron a cinco personas de las cuales tres eran niños. La organización de Mandela fue considerada terrorista por la mismísima ONU (en la imagen de al lado, aparece una lista de las "acciones" más devastadoras autorizadas por el homenajeado) y es bastante significativo que sus actividades no recibieran el visto bueno ni siquiera por parte de Amnistía Internacional, ONG que suele tener bastante "manga ancha" con los grupos "armados" que "luchan" por la "liberación" de diversos pueblos.

Un aspecto especialmente terrible del "luchador" Mandela en aquella época fue la promoción del necklacing: una forma de tortura y asesinato tan horrible como barata, consistente en colocar uno o varios neumáticos alrededor del cuello, la cintura, los brazos..., de la víctima y prenderle fuego a continuación. Sus entusiastas partidarios lo aplicaron con miles de granjeros y campesinos blancos pero también con otros tantos negros que no estaban de acuerdo con los métodos del Unkhonto We Sizwe o que buscaban resolver el problema del apartheid a través de sus propias organizaciones políticas o que, simplemente, no estaban por la labor de ayudar en los objetivos finales del Congreso Nacional Africano porque vivían a su aire sin preocuparse de nada más... Muchos de aquellos torturadores entraron después a las fuerzas armadas surafricanas y aún está por ver que algún partido político o alguna organización no gubernamental de dentro o de fuera del país exija una investigación seria para depurar responsabilidades como por ejemplo se hizo en Argentina con los torturadores que durante la época de la dictadura se refugiaron en las filas militares (o ya estaban en ellas). Las brutalidades alimentadas por este grupo llegaron a tal extremo que hasta el duro de Botha, el Gran Cocodrilo, llegó a ofrecer a Mandela, el preso 46664 (sí..., qué número más sugerente, ¿verdad?) de la isla de Robben, la libertad e incluso el comienzo de negociaciones como las que posteriormente llevaría a cabo con más éxito su sucesor De Klerk si él y su grupo renunciaban oficialmente a la violencia. Mandela el pacifista no lo hizo: de hecho, tras conseguir su libertad habló mucho y en muchas partes acerca de la necesidad de concordia pero no llegó a renunciar en público al ejercicio de la violencia. Es un sugerente ejercicio de imaginación plantearse por qué existen tantas fotografías y películas del Mandela presidente de Suráfrica y los años posteriores (ya investido de su imagen de Santa Klaus negro) y en cambio resulta tan difícil encontrar imágenes suyas antes de ser llevado a prisión: sería interesante tener acceso a fotografías de esa época para ver lo que revelaban...

Bien, pues ya tenemos a Madiba en libertad, ganando elecciones gracias al voto concedido a los ciudadanos negros, mayoritarios en Suráfrica debido a la constante emigración a lo largo de muchos años de distintas tribus hacia las zonas inicialmente colonizadas, trabajadas y hechas fructificar por los emigrantes europeos que llegaron a unas tierras salvajes y desocupadas. Ya le tenemos convirtiéndose en presidente del, hasta su llegada al poder, régimen más próspero (racista, pero próspero) de toda África... ¿Qué hizo Mandela como presidente de su país, aparte de conceder a sus hermanos de raza la ilusión de que su voto servía para algo (en eso, todos los homo sapiens son iguales, con independencia del color que tengan, de su sexo, su edad o condición)? La verdad es que no gran cosa. Durante el homenaje de esta semana en el estadio FNB de Johannesburgo la multitud abucheó constantemente a Zuma por considerar que él era el culpable de lo mal que están las cosas, pero Zuma no ha hecho más que aplicar las mismas políticas que Mandela y sus sucesores, todos del mismo origen. Políticas que han arruinado el país en poco tiempo. Un país hoy muy supuestamente colorido, multirracial y alegre, sí..., pero en realidad con una de las mayores tasas de violencia e inseguridad del mundo, el récord de infectados por SIDA, porcentajes nunca vistos de pobreza y desempleo (todos los datos muy superiores a los registrados hasta la época de De Klerk) y, por si fuera poco, tan racista como antes. Porque ni siquiera eso se ha salvado. A pesar del desnortado titular con el que el diario El País encabezaba hace unos días el informe especial de su muerte (Mandela, el hombre que derrotó al racismo), la cruda verdad que nadie quiere oír, ni siquiera los propios surafricanos, es que el racismo no sólo no ha muerto sino que se ha radicalizado en su tierra. Y no ya el racismo antiblanco, como en la "buena época" de la lucha contra el apartheid, sino contra los negros de etnias diferentes, como la de los zulúes. En un año muy cercano a nosotros, 2008, los "luchadores" negros del Congreso Nacional Africano cometieron multitud de asesinatos contra inmigrantes negros cuyo delito era ser pobres y atreverse a viajar desde otros países como Mozambique, Malawi o Zimbabwe en busca de un futuro mejor. Pensaban hallarlo entre hermanos..., pero se encontraron con un montón de caínes.



















viernes, 6 de diciembre de 2013

Lucharon en batallas decisivas

Estamos terminando 2013 y podría decir que ha sido un año raro. Bueno, tan raro como los últimos cincuenta durante esta reencarnación. Han pasado muchas cosas y de algunas he conseguido enterarme mientras que otras, a día de hoy, sigo analizándolas con el microscopio (o con el telescopio, según). Pero lo que sí es cierto es que desde el punto de vista literario ha sido uno de mis mejores años, hasta el momento. A finales de mayo se publicó mi tercera novela, La tumba de Gerión (un proyecto especial que llevaba ya años de retraso en ver la luz). En junio apareció mi relato Valhalla en la antología de Ciencia Ficción Más Allá de Némesis (coordinada por Juan Miguel Aguilera). Y ahora en noviembre, además de la publicación de mi cuento Gigantes y cabezudos en la antología de género detectivesco España negra (reseñada en el artículo anterior), llega al mercado Lucharon en batallas decisivas: mi último ensayo, esta vez centrado en la Segunda Guerra Mundial.

Lucharon en batallas decisivas obedece a un interesante planteamiento de Ediciones Robinbook, en cuya colección de Historia Bélica se puede encontrar ya. Se trata de analizar el mayor conflicto contemporáneo desde una perspectiva inédita en papel: a través de las historias personales de los personajes que participaron en esa suprema ordalía que es la guerra, capaz de hacer aflorar lo más terrible del ser humano (a través de su capacidad para hacer daño a los demás) pero, paradójicamente, también lo más hermoso (en forma de virtudes como el honor, el coraje o la inteligencia). Esta forma de presentar los sucesos en capítulos forzosamente breves permite además disfrutar del libro en cualquier lugar en cualquier momento, por ejemplo durante los trayectos en transporte público, según me ha confirmado ya algún lector. La editorial ha publicado hasta ahora cuatro textos de esta colección, de los cuales el mío sirve como un repaso (muy) sintetizado al período completo 1939.1945 a través de diez capítulos. Cada uno de ellos incluye una síntesis previa del escenario sobre el que operaron estos personajes.

Los capítulos son Blitzkrieg, asalto a Polonia (con la ruptura formal de hostilidades a raíz de la invasión alemana del territorio polaco); La batalla de Inglatera, "Nunca tantos..." (o la confirmación de que Hermann Göring fue tan gran piloto de caza en la Primera Guerra Mundial como un perfecto inútil como organizador de la Luftwaffe durante la Segunda Guerra Mundial); Operación Barbarroja, la guerra deseada (la guerra verdadera que desde el primer momento deseó Adolf Hitler, cuyo objetivo no era la conquista del mundo ni todas esas tonterías que se repiten tontamente por ahí, sino la destrucción de la Unión Soviética en cuanto para él encarnaba el régimen político alumbrado por el "judío internacional" que éste deseaba extender a todo el planeta); El Alamein, el zorro en el cepo (donde brilló uno de los principales generales alemanes, admirado en ambos bandos por sus excepcionales cualidades militares y personales, Erwin Rommel el "zorro" del desierto); El Atlántico, "¡Hundid el Bismarck!" (que demuestra la supremacía británica en el océano, su primera y principal trinchera, casi se podría decir que su "trinchera eterna" frente al enemigo); Stalingrado, la batalla decisiva (donde la URSS decidió el destino de la guerra en una de las batallas más terribles); Pearl Harbour, la excusa perfecta (la excusa para Franklin D. Roosevelt, que estaba como loco por llevar a EE.UU. al conflicto pero no encontraba el argumento con el cual convencer a su reacia población local); Normandía, la nueva Troya (una batalla en la que se pueden contar bastantes más cosas que el tópico de  "salvad al soldado Ryan"); Iwo Jima, la bandera de Rosenthal (y el fin de las aspiraciones japonesas a pintar algo en el Pacífico) y Berlín, el Ragnarok (el apocalipsis del III Reich).

Cualquier aficionado al tema, al echar un vistazo al libro, podría preguntar: ¿y por qué no Montecassino, o Kursk, o Guadalcanal..., o cualquier otra batalla también importante? Pues sencillamente porque el espacio del libro es limitado. Y la idea no era confeccionar una enciclopedia exhaustiva del conflicto, sino un cuadro general del que extraer las pinceladas concretas, que es lo que lo hace diferente a otros ensayos sobre este asunto.

A lo largo de Lucharon en batallas decisivas (que por cierto no era el título original), podremos conocer desde la maldición de Tamerlán y su influencia en la invasión alemana de la URSS hasta la importancia que tuvo una gaita para el desembarco de Normandía, pasando por quién fue el mejor francotirador de toda la guerra, por qué un oso fue nombrado oficialmente soldado del ejército polaco, dónde apareció el más famoso de los militares japoneses treinta años después de terminadas las hostilidades o cómo se llamó el mejor piloto de caza de toda la historia de la aviación militar..., entre otras curiosidades, algunas más conocidas que otras, sobre este período tan dramático como determinante de nuestra época contemporánea.

"¿No paras nunca? ¿Cómo puedes escribir tantas cosas, teniendo en cuenta el poco tiempo que tienes, con todas las otras actividades que realizas aparte?" Eso es lo que suelen preguntarme algunos conocidos que ignoran mi condición de alumno en la Universidad de Dios. Y eso que estoy en tercero de carrera. Cuando llegue, no sé, a séptimo u octavo, me salgo de la tabla...





 

viernes, 29 de noviembre de 2013

España negra

Hace un año por estas fechas nos felicitábamos todos, dándonos esas reconfortantes palmaditas en la espalda que tan bien sientan a la sufrida vanidad de los escritores, por la aparición de una antología singular: España criminal, un mosaico de relatos de género negro organizado y compilado por Pablo Sebastiá Tirado como cabeza más visible del grupo literario 12 Plumas Negras, nacido en Castellón hace casi seis años. El nombre del grupo lo dice todo: una docena de autores relacionados de una u otra forma con el periodismo y la comunicación y especializados en la literatura detectivesca, que en 2008 publicaron su primera antología: Crímenes de Castellón. En principio, el experimento se redujo a su provincia natal pero poco a poco fue extendiéndose como una mancha de sangre (obviamente) con la incorporación de nuevos autores al grupo original y la publicación de libros sucesivos... Fui iniciado en esta peculiar secta el año pasado, cuando publiqué mi relato largo Fiat Lux en su cuarto proyecto editado (el susodicho España criminal) y ahora repito en el quinto con mi segunda aportación: se titula Gigantes y cabezudos y figura en el índice de España negra. 27 relatos policíacos, antología recién aparecida estos días de la mano de la editorial Rey Lear, y que, como su título indica, ha incrementado exponencialmente el número de Plumas Negras.

La verdad es que la actual nómina es impresionante y nuestra carga de caballería puede ser imparable. Empezando por los más conocidos y reconocidos, ahí tenemos a Lorenzo Silva, el reciente y flamante premio 
Planeta (y en su día también premio Nadal), firmando su relato Siete apuntes negros del natural. O a Jorge Martínez Reverte, que fuera premio Ortega y Gasset, con La muerte de Rufina. O a Mariano Sánchez Soler, premio internacional de novela negra L.H.Confidencial, aportando True Crime. O uno de los principales abanderados de los Plumas Negras ahora mismo pese a que se unió al grupo también con el proyecto anterior, que es Juan Bolea, premio Abogados de Novela, quien escribe Silencio. Con semejantes primeros espadas abriendo brecha sobre la masa lectora, el resto de la tropa avanzamos detrás cosiendo y cantando. O casi. Capitaneados por el propio Pablo Sebastiá y su Pura estadística, irrumpe el pendón castellonense bajo el cual encontramos autores como Pedro Tejada Tello (uno de los fundadores junto a Pablo de Castelló Negre) y El rayo que no cesa; Suso Postigo y Las llaves del delito; Ana Rosa Sanfeliú y La maleta..., entre otros. Finalmente galopamos los mercenarios más selectos, escogidos para esta cruzada por nuestra acerada pluma y poderosa armadura literaria (qué bonito, esto...) como por ejemplo Francisco Galván y A quién hay que matar; Carlos Salem y Margaritas en los charcos; Luis Pousa y El bonzo amable...   O un servidor. En fin, todos los nombres de autores y relatos figuran en la antología que, además, se da el lujo de contar hasta con un prologuista: el juez y actual senador (por Castellón, claro) Manuel Guillermo Altava Lavall.

En cuanto a mi aportación particular para la primera antología, en Fiat Lux maté a media docena de personajes y, de propina, sugería alguna muerte más de manera inmediata, por aquello de entrar a lo grande en el grupo: que no se pensaran que acababan de fichar a un blandengue. Sin embargo, En Gigantes y cabezudos, sólo mato a uno, pero ¡qué muerte más elaborada! ¡Cuánta dedicación y paciencia por parte del asesino (y mía)! Si en aquella primera narración, los sucesos se ambientaban en Cádiz y su costa, con el "marco natural" añadido de las ruinas romanas de Baelo Claudia, en esta segunda cambio completamente de escenario y me voy al norte: a la coqueta y agradable villa riojana de Ezcaray donde unos entrañables amigos me regalaron un fascinante y divertido fin de semana coincidiendo con las fiestas
de San Lorenzo. Uno de sus principales atractivos es el desparrame de gigantes y cabezudos, que aparecen aquí a la derecha frente al Ayuntamiento formando todos juntos para la foto oficial antes de comenzar el recorrido anual por el pueblo. Tengo para mí que el origen de estos personajes tradicionales es mucho más remoto en el tiempo de lo que suele fecharse. Personalmente disfruté como un enano, valga la expresión, acompañando la danza de los gigantes, colosales derviches que saltan al ritmo de instrumentos tradicionales (y otros que  no lo son tanto), y escapando al mismo tiempo de los zurriagazos propinados por los cabezudos, que daban a diestro y siniestro sin importarles la edad, el sexo o la procedencia de cuantos acompañábamos el atávico paseo. Fue tanto lo que me gustó esta fiesta, que decidí ambientar en ella mi relato para España negra.

Así que ya estamos de nuevo en marcha: las presentaciones de España negra se sucederán en el tiempo durante las próximas semanas a lo largo y ancho de la geografía española, tras el obligado estreno en Castellón y la indeclinable presentación en Madrid. A ésta última pertenece la fotografía de la izquierda, en la librería Estudio en Escarlata, en la que aparezco entreteniendo al personal con mi verbo generoso, con Jesús Egido (editor de Rey Lear) sentado a mi derecha y Virginia Aguilera (autora también en la antología, recién incorporada a nuestra secta) más a mi derecha. Fui el último de varios escritores que estuvimos presentes y aprovechamos la oportunidad de hablar sobre el libro, además del editor y del prologuista, así que mi intervención fue recibida con especial júbilo por la asistencia, que ya estaba a esas alturas más que empapada de sangre y vísceras (virtuales). Como es de recibo, según finalizó el acto nos marchamos a
celebrar el feliz alumbramiento literario ingiriendo unas cuantas cervezas como paso previo a la cena que mandan los cánones. Para la ocasión, estuvimos en La Repanocha de tapas, una casa de comidas al estilo madrileño tradicional, en la que entre otros manjares tuvimos ocasión de deglutir una de las especialidades de la casa: el tortillón de callos (básicamente, una maxi tortilla de patatas sumergida por una costra de callos), un plato no apto para estómagos frágiles...

 Lo cual es perfectamente lógico: después de todo, España negra tampoco es una antología para lectores frágiles. Estamos hablando de un libro compuesto por relatos de género negro, así que sus páginas concentran políticos sobornables y sobornados, policías corruptos y/o vengadores, empresarios poderosos y/o malvados, sindicalistas de doble vida instalados en el lado oscuro, víctimas de cualquier tipo de abuso que imaginarse pueda y todo tipo de criminales y delincuentes inspirados en la vida real de la España de hoy. Y todos ellos nacidos de la imaginación de un puñado de señoras y señores que, si les conoces así en corto, te parecen todos muy majos y agradables..., pero lo cierto es que a la hora de escribir dejan salir todos sus demonios con siniestra eficacia literaria. Menos mal que se limitan (nos limitamos) a llevarlos al papel porque, si no, esta última frase podría pasar por ser una advertencia para los críticos de España negra: más vale que, a la hora de reseñarla, pongan la antología por las nubes y faciliten así la venta de sucesivas ediciones  hasta convertirla en un gran éxito o a cualquiera de nosotros se nos podría ocurrir una forma de "que parezca un accidente..."




viernes, 22 de noviembre de 2013

Hace cincuenta años..., en un universo alternativo

El anciano miraba por la ventana como si sus ojos vidriosos pudiesen distinguir realmente algo más allá de aquel cristal necesitado de una limpieza urgente, y no sólo por el vaho que lo impregnaba por completo. Cualquiera que examinara su rostro ajado y tembloroso se daba cuenta enseguida de que su mirada  contemplaba una dimensión diferente: otro tiempo y otro espacio muy alejados del plano y nevado horizonte de Massachusetts que se extendía fuera de la residencia Salomon para mayores.

- Hoy hace cincuenta años -musitaba una y otra vez.

Me sorprendió oírle hablar y oírle hacerlo tanto rato, aunque fueran siempre las mismas palabras. Por lo general, el paciente John (en la residencia, llamábamos de la misma forma a todos los internos: el paciente y a continuación su nombre; según los psicólogos de la dirección, semejante familiaridad desterrando los apellidos debe hacerles sentir más acogidos, aunque personalmente creo que a esas alturas de su vida ya todo les da igual) era un hombre silencioso capaz de pasar horas sentado sin moverse. Podías ponerle delante de un televisor o colocarle un periódico en la mano o incluso un vaso largo de bourbon. El tipo simplemente adoptaba la postura y se quedaba ahí como si se hubiera petrificado, sin importarle el paso del tiempo o de la gente a su lado.

- ¿Hoy cumples cincuenta años, John? -bromeé, mientras barría alrededor de su sillón.

- ¿Hubert? -preguntó de pronto, aferrándome el brazo con su mano huesuda-¿Eres tú? ¿Dónde estamos? ¿Qué es este lugar?

No sé qué es lo que más me sobresaltó: si el hecho de que me agarrara inesperadamente o la mirada de desesperación que me dedicó, buscando en mi rostro alguna huella de su pasado.

- Tranquilícese, John -le dije con suavidad-. Sólo soy Barnie, su enfermero.

- ¿Barney? -me miró como si no me reconociera, aunque yo llevaba ya casi un año trabajando en la residencia Salomon, pero enseguida continuó hablando-: Hoy hace cincuenta años que mataron al presidente.

- ¿A qué presidente? -pregunté, siguiéndole el juego por curiosidad, y también con creciente incomodidad.

- A Nixon, al presidente Richard Nixon. Dick. Dickie. No era mal tipo, ¿sabes? Era republicano pero no era mal tipo. Oh, Dios, aún puedo oír los disparos en la Plaza Dealey de Dallas, en Texas...

Me encogí de hombros.

- Bueno..., hace mucho de eso -le contesté-. Yo ni siquiera había nacido. ¡Qué digo? No sé ni si mis padres se conocían ya entre sí en aquella epoca...

Sin embargo, fui incapaz de frenar a John que a partir de ese momento empezó a hablar como si alguien hubiera encontrado la llave del grifo que había cerrado su boca durante todo aquel tiempo y la hubiera dejado abierta a chorro para limpiar bien las cañerías.

- Era un buen chico, Dickie... Pero estaba mal aconsejado. Estaba rodeado de enemigos. Unos se los buscó él y otros, los peores, se los impusieron. Le dijeron que serían sus más leales amigos y consejeros, que le ayudarían en todo momento... Y fueron los primeros que le traicionaron. Hernry Kissinger, por ejemplo. ¿Le suena? Uno de los peores bichos que he conocido en toda mi carrera... Yo me enfrenté a Dickie en las elecciones de 1960. Fue la primera vez que se televisó un debate. Fueron tres debates, y los gané sin problemas. Yo era mucho más joven, más apuesto, más dinámico... Mírame ahora... -estudió sus propias manos, descarnadas y llenas de manchas- Las encuestas me favorecían. Mis discursos eran mucho más brillantes; mi equipo de campaña, más profesional; mi candidatura, una estrella rutilante que iba a abrasar la tierra de los valientes... Yo iba a ser el presidente de los Estados Unidos de América, el primer presidente católico.

- Pero no lo fue, ¿eh? -apunté, irónicamente.

- No, claro que no... Por culpa de Johnson. El maldito Lyndon B. Johnson y sus malditos contactos y planes secretos. Tan grande físicamente y al mismo tiempo tan pequeño en su alma ennegrecida. Nunca me perdonó que le ganara en las primarias para candidato del Partido Demócrata. Ni tampoco me perdonó que fuera católico: ¿cómo iba a consolidarse un candidato católico en la presidencia de los Estados Unidos WASP? Él, rencoroso y vengativo, me organizó la trampa.

- ¿Qué trampa?

 - Johnson sabía de mi..., de mi "debilidad" por el sexo femenino. Siempre me han gustado mucho las mujeres y siempre he tenido éxito con ellas. Ese tipo sin escrúpulos utilizó a su propia mujer, a Claudia. Lady Bird le llamaban sus amigos y conocidos... Lady Buitre le rebauticé yo, y no precisamente por su nariz... Johnson me citó urgentemente en su mansión para estudiar unos documentos importantes respecto a la candidatura electoral. Dijo que corríamos un gran riesgo por un asunto delicado que había encontrado y que no podía contarme por teléfono. Como un idiota, me presenté allí y me recibió Claudia, con un vestido demasiado alegre, que mostraba un escote generoso. No era una mujer especialmente guapa, no lo era. Pero podía resultar encantadora cuando quería. Me dijo que su marido había ido a la oficina a recopilar los documentos y que no tardaría en llegar, que me haría compañía en un saloncito privado mientras le esperaba. Yo estaba estresado por los ajetreos electorales y sólo quería sentarme un rato y relajarme. Ella entonces me ofreció un trago y, juro que no sé cómo ocurrió, pero de pronto... De pronto yo estaba con la copa en la mano, mis pantalones bajados y ella empleándose a fondo con..., con mi miembro..., mientras yo miraba incrédulo. Y dejándome hacer: eso tengo que reconocerlo.

- Vaya con John -le interrumpí, silbando-. Fuiste un chico muy malo.

- Estaba todo preparado, maldición. En ese momento entró Johnson con varios asesores de campaña y un periodista. ¡Un fotógrafo! ¿No está claro que todo era una trampa? Se supone que los documentos que íbamos a estudiar eran confidenciales. ¿Qué hacía allí un periodista, y fotógrafo además? Un fulano que llevaba la cámara cargada y que estaba lo bastante advertido de lo que iba a encontrar en el salón como para tomar un par de imágenes antes de que me diera tiempo a reaccionar. Johnson montó un gran escándalo, por supuesto. Exigió todo tipo de satisfacciones, me amenazó con divulgar las fotos y hundirme. Tuve que prometerle todo tipo de cosas, aparte de pedirle excusas mil y una veces... Todo fue en vano. Tras varias horas de tensas negociaciones llegamos a un acuerdo para mantener lo ocurrido en secreto con tal de no perder las elecciones. A cambio le compensaría de muchas maneras. Pero tres días más tarde las dos fotografías se habían filtrado a la prensa. Johnson nunca reconoció que lo había hecho a posta. Fue un desastre, todo aquello: arruinó mi carrera política para siempre. Perdí las elecciones de 1960 ampliamente, como era de suponer.

- Y Nixon ganó sin más problemas -intervine.

- Sí, pero eso me salvó la vida y Dickie pagó muy cara su victoria...

- Fue un completo inútil, John. Por muy bien que te cayera. Fracasó en la invasión de Cuba, se dejó ganar por los rusos en la carrera espacial, le dieron en los dos carrillos en la guerra de Vietnam...

- Sí, pero había una medida que él y yo compartíamos: la más importante de todas. Dickie y yo eramos amigos. Rivales políticos, pero amigos desde hacía muchos años. En cierta ocasión, cuando todavía no sabíamos siquiera si lograríamos ser los candidatos de nuestros respectivos partidos en las elecciones presidenciales, intercambiamos ideas sobre ello durante una cena. Nos conjuramos..., tiene gracia cuando lo recuerdo ahora..., nos conjuramos para imponerla en cuanto pudiéramos si uno de los dos llegaba a ser presidente.

- ¿Y qué medida era ésa?

El paciente miró para un lado y otro, me indicó que me acercara a él y bajó la voz.

- Ellos gobiernan de verdad, ¿sabes? Ellos. No el presidente, ni los secretarios de Estado, ni los generales, ni nadie más.

- ¿Quiénes son "ellos"? -pregunté, confundido.

- Y su arma es el dinero -continuó, sin contestar-. A través de la finanza, lo controlan todo. "Dadme el control de la moneda de un país y no me importará quién haga las leyes". Eso dicen. Y eso hacen. A través de la FED. Sí, la condenada Reserva Federal, el supuesto banco central de los EE.UU.: ¡ja! Un banco privado, en realidad. Y su base de operaciones y control. Cada vez que el gobierno quiere imprimir billetes de dólar tiene que solicitarlo previamente a la FED y recibir su permiso: sin él, no es posible. Además, debe pagar fuertes intereses por obtener ese permiso. El permiso de una entidad que nunca en toda su historia se ha sometido a una auditoria... ¿Puedes creerlo? Con eso queríamos terminar Dickie y yo, y lo planeamos muy bien para que, si cualquiera de nosotros lograba la presidencia, pudiera asestar un golpe de gracia para aniquilar con rapidez a esa mafia corrupta de 
financieros. Ahora escucha bien: a primeros de junio de 1963, Dickie, el presidente Nixon, firmó una orden ejecutiva, la número 11110, que devolvía al gobierno norteamericano la facultad de emitir moneda, sin tener por qué pedirla prestada a la FED. Fíjate cómo son Ellos: les gustan las cábalas, las extrañas coincidencias. Hay dos onces en esa orden: 11+11+0. El once es el número del castigo en la numerología... Pues bien, esta simple pero poderosa iniciativa ponía punto final a la FED, la destruía por completo y permitía así recuperar el control de la deuda al devolver a la administración estadounidense la posibilidad de crear su propio dinero respaldado con la plata y el oro en poder del Estado: dinero libre de interés. Si esa medida se hubiera mantenido en el tiempo, jamás hubiéramos padecido la crisis financiera que azota el mundo desde 2008... Ni muchas otras servidumbres Algo más de 4 millones de "dólares Nixon" fueron puestos en circulación. Y pocos días más tarde de firmar esa orden ejecutiva, el presidente fue asesinado a tiros en pleno centro de Dallas.

- Sí, por Lee Harvey Oswald...

- Ese pringado sólo fue un cabeza de turco. Pero lo más interesante es que sólo cinco meses después de ser asesinado el presidente, dejaron de emitirse esos dólares. La orden 11110 nunca ha sido derogada. Sigue siendo legal, pero ni un solo presidente ha vuelto a usarla jamás, a pesar de que sigue siendo un arma tremenda para terminar con la crisis financiera. 

- ¿Y qué hizo usted después de perder las elecciones, John?

- Mi vida fue de fracaso en fracaso. Mi mujer me dejó por un millonario, un armador griego bastante feo. Me lié con una actriz de cine pero mi hermano también estaba enamorado de ella y acabamos compartiéndola..., la pobre no sabía por cuál de nosotros dos decidirse y terminó mal. Emocionalmente inestable, se suicidó con pastillas. Poco después traté de montar un negocio con un activista negro que conocía, Martin Luther, al que llamaban el Rey de las Hamburguesas en Memphis: teníamos intención de crear una cadena de comida rápida a escala nacional, pero le mataron en un crimen que nunca se aclaró... Todo fue de mal en peor... Y de repente mi vida ha pasado, esto se termina y, cuando miro atrás, veo que nada de lo que he hecho pervivirá. Nada es importante. Mi recuerdo se perderá como cenizas aventadas por un temporal y mi vida habrá sido un absurdo total.

El paciente John finalizó su parlamento con tanta brusquedad como lo había comenzado. Por más que le pregunté, le comenté y le insistí, no volvió a abrir la boca. Parecía que había dicho todo lo que quería decir y no deseaba, ni podía tampoco, añadir nada más. Regresó a sus miradas perdidas hacia la ventana. Y a su mantra, repetitivo:

- Hoy hace cincuenta años...

Murió esa noche. 

Por curiosidad, comprobé los datos que me dijo. Todos eran ciertos, incluido el de la existencia de la orden ejecutiva 11110.