Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

lunes, 29 de abril de 2013

Las tres conferencias

Uno de los principales orientadores de los alumnos en la Universidad de Dios es el profesor de Misticismo y Paradojas, el mulá Nasrudin. Por dos motivos: su impresionante paciencia para escuchar cualquier problema, por largo o pesado que resulte, y su aún más extraordinaria facilidad para sintetizar el meollo de la cuestión, que suele resolver con un sabio consejo casi siempre ilustrado por una anécdota hilarante. Por eso es uno de los tipos más populares del campus y mucha gente, ya se trate de profesores o de estudiantes, suelen acercársele no ya para preguntarle nada en concreto sino simplemente para charlar con él. La semana pasada estábamos juntos varios colegas de mi curso de Dios debatiendo sobre el trabajo de los tertulianos: ese trabajo ideal para tantos españoles, que consiste en ganarse la vida en los medios de comunicación limitándose a opinar sobre cualquier cosa, aunque no se tenga la más remota idea acerca de ella. Cuántas veces habré escuchado ese argumento en bocas de diferentes críticos, tertulianos y opinadores profesionales: "hombre, yo sobre este asunto no tengo ni la menor idea, pero creo que..." ¡¡¡¿"Creo que"?!!! ¿Cómo que "Creo que"? Si uno no tiene idea, no la tiene. ¿Cómo es posible que haya gente que no tenga el menor pudor de expresarse de esa manera, simplemente por no "quedar mal" ante los demás?

En realidad, y según nos recuerda periódicamente mi tutor en la Universidad de Dios, opinamos demasiado y deberíamos aprender a vivir la vida disfrutando intensamente de cada uno de sus momentos, viviéndolo, en lugar de perder la ocasión juzgando sobre ellos... Pero a lo que íbamos: en plena discusión, no nos dimos cuenta de que se acercaba Nasrudin, quien se detuvo a escucharnos y sonrió al captar el tema de fondo.

- Oh, esto ha sido siempre así -dijo entonces-. No penséis que los tertulianos son un fenómeno contemporáneo. En todas las épocas hubo listillos.

Y nos contó lo que le ocurrió cuando, siendo él joven, le mandaron de profesor a un lejano pueblecito de Oriente Medio... Por entonces ya se le daba bastante bien tratar con chavales y traía una ligera fama de ser un tipo bastante erudito y capaz de responder a casi cualquier pregunta. Así que el alcalde del pueblo, junto con el resto de las autoridades del mismo, le exigieron que diera una conferencia a todos los vecinos. El mulá estaba preocupado porque no tenía nada especial que decir, ni además tenía gana alguna de llamar la atención, así que decidió improvisar sobre la marcha. Cuando le hicieron subir a un escenario construido al efecto en la misma plaza del centro de la localidad, entró pisando fuerte, se detuvo delante de la expectante audiencia y dijo:

-Si habéis venido hasta aquí, supongo que ya sabréis lo que puedo deciros.

- No lo sabemos -contestaron algunas voces entre el público-. ¡Háblanos e ilumínanos con tus conocimientos!

Nasrudin se encogió de hombros y dijo:

- Pues si habéis venido sin saber lo que puedo deciros, entonces no estáis preparados para escucharlo.

Dicho lo cual, se bajó del escenario y se marchó, aliviado porque su estratagema le había funcionado. Y ¿cómo? Muy sencillo: Nasrudin, como buen filósofo y psicólogo de la gente, sabía que siempre saldría alguien del público, un crítico o un tertuliano, queriendo quedar por encima de sus vecinos. Y discutiendo lo que dijera esta persona, a él le dejarían en paz. En efecto, eso es lo que sucedió. Mientras la gente emprezaba a indignarse por lo ocurrido y pensaban en ir a su casa a protestar por una conferencia tan rara, el tertuliano de turno apareció. Fue uno de sus nuevos vecinos quien dijo:

- Qué tipo tan inteligente. 

Como sucede siempre cuando las personas sin criterio no entienden nada pero alguien dice en voz alta "qué inteligente", "qué bello", "qué profundo" o "qué-lo-que-sea", todos empezaron a repetir lo mismo para no quedar como ignorantes. Es el mismo mecanismo que el del cuento del traje nuevo del emperador... Entonces, otro asistente dijo:

- No sé si muy inteligente, pero lo que sí ha sido es muy breve.

  El tertuliano, por no perder la posición en la que había quedado por encima de los demás, aclaró:

- Por supuesto, ya que los sabios siempre son breves, además de inteligentes. Tiene toda la razón. Fijáos: ¿cómo vamos a venir aquí sin saber siquiera lo que venimos a escuchar? Hemos sido un poco tontos. De hecho, hemos perdido una oportunidad maravillosa para captar la sabiduría de este gran hombre. Pidámosle a Nasrudin que nos dé otra conferencia, de la que realmente podamos sacar más fruto.

El mulá, que pensaba que le dejarían en paz, se sorprendió de que la comisión de autoridades se presentara de nuevo en su casa para exigirle que diera esa segunda conferencia. Él trató de negar el cartel que le habían puesto e insistió en que no tenía mucho más que decir pero la comisión interpretó sus reticencias pensando que Nasrudin era un hombre muy humilde..., y no pararon hasta que éste aceptó.

Al día siguiente, pues, segunda conferencia en el mismo escenario. Nasrudin empleó la misma táctica, diciendo las mismas palabras que la vez anterior:

- Si habéis venido hasta aquí, supongo que ya sabréis lo que puedo deciros.

- Sí, claro que lo sabemos 
-contestaron algunas voces entre el público, para demostrarle que no pretendían ofenderle como pensaban habían hecho en la conferencia anterior- y por eso hemos venido.

- Bueno, pues si ya lo sabéis, no veo la necesidad de repetirme -y se fue por donde había venido.

 El público se quedó igual de estupefacto que la vez anterior, porque habían dicho una cosa diferente pero el resultado había sido el mismo. Se volvieron hacia el tertuliano pidiendo explicaciones y éste, sin saber muy bien por dónde salir, dijo entonces:

- Qué tipo tan brillante..., es el complemento perfecto a la conferencia de ayer. Y qué capacidad de síntesis para decir tantas cosas con tan pocas palabras...

Los demás se fiaron de lo que decía el tertuliano y empezaron a calificarle también de brillante sin saber muy bien por qué. No tardaron mucho en aparecer las voces que deseaban más: una tercera conferencia, que redondeara tanta exposición de sabiduría..., o que al menos les permitiera enterarse de algo. La comisión de notables se reunió de nuevo y regresó a casa del mulá. Éste, que esperaba haber terminado ya con tanta ida y venida, se desesperó por la insistencia y les preguntó a las autoridades qué tenía que hacer para que le creyeran cuando afirmaba que no tenía nada que contar. No poseía conocimientos suficientes para dar dos conferencias..., así que mucho menos para dar tres.

- Será sólo una más. La conferencia definitiva -le rogaron.
 
Nasrudin aceptó finalmente pero no sin antes forzar a los miembros de la comisión a firmar un compromiso según el cual no estaría obligado a dar ni una sola comparecencia pública más a propósito de su presunta sabiduría. Luego escribió a sus superiores solicitando ser trasladado a otra localidad, pues se sentía agobiado por todo lo ocurrido en aquel pueblo tan pequeño donde él había pensado que viviría tranquilo.

Llegó pues el tercer día y, con él, la tercera conferencia. Al igual que sucediera en las jornadas anteriores, el mulá Nasrudin subió con cierta solemnidad al escenario y pronunció su frase de siempre:

- Si habéis venido hasta aquí, supongo que ya sabréis lo que puedo deciros. 
El público se había puesto de acuerdo, siguiendo las instrucciones de la comisión de autoridades y a indicación del tertuliano. Así que le gritaron:

- Algunos sí y otros no.

Durante un instante se produjo un silencio impresionante. Todos concentraron sus miradas sobre Nasrudin, conteniendo el aliento ante la contestación que pudiera dar y esperando que, esta vez sí, fuera más amplia, más explicativa y más nutritiva intelectualmente. Al fin, el mulá respondió:

- En ese caso, los que ya lo saben, que se lo cuenten a los que no.

Y se fue.




viernes, 26 de abril de 2013

Preguntas sobre lo de Boston

Ciertos analistas políticos de altura (o considerados como tal) calificaron los atentados del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos como el "verdadero comienzo", el digamos "hecho fundacional", del siglo XXI. Eso de que la mayor superpotencia contemporánea fuera golpeada en varios frentes al mismo tiempo en su propio terreno y de manera tan dramática como espectacular (sí, hay que decirlo: que fuera golpeada de manera tan cinematográfica) suponía una importante novedad y un cambio bastante reseñable en la forma en la que el país más poderoso de turno se enfrentaba a sus enemigos y justificaba, dadas las circunstancias, el calificativo. En realidad, hay otro elemento básico en ese golpe respecto a otros que han justificado la intervención norteamericana en grandes momentos históricos desde su fundación en sus doscientos y pico años de Historia y es la presencia de medios de comunicación que han difundido los hechos (por no hablar de su transmisión en directo) y los han analizado hasta la extenuación y hasta incluso diría la tergiversación. 

En 1898, la voladura del buque de guerra norteamericano Maine en el puerto de La Habana permitió a unos pujantes y bien armados EE.UU. declarar la guerra por sorpresa y casi a traición a una decadente y desprotegida España para robarle lo que le quedaba de su imperio americano y asiático y sustituirla definitivamente como potencia colonial en la zona. El caso del Maine, que enardeció al pueblo norteamericano (muy bien azuzado por dos legendarios manipuladores y mafiosos el periodismo llamados William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer, que hoy figuran sarcásticamente como ejemplo de "grandes" periodistas) contra el español, sirvió para rematar el siglo XIX y cerrar toda una época y estaba "muy bien estudiado" por los historiadores..., hasta que con el paso de los años, digamos un siglo después, se confirmó lo que los españoles de la época ya habían denunciado por activa y por pasiva. Es decir:
 que no, que la versión oficial era falsa y que el barco no había sido objeto de atentado por su parte, sino una simple excusa para declarar la guerra. Hasta los principales expertos norteamericanos reconocen hoy que España no tuvo nada que ver con la voladura, y la mayoría reconocen que todas las pistas apuntan en este momento hacia lo que hoy llamamos un ataque de bandera falsa. Resumiendo: alguien organizó ese ataque y lo presentó como culpa de España, para que EE.UU. atacara en justa venganza y provocara de esa manera un cambio del statu quo internacional. ¿Y quién organizó ese ataque de bandera falsa? Con todo lo que sabemos sobre el caso, parece bastante claro hacia dónde hay que señalar, pero para los neófitos que se acerquen a la cuestión, la primera pista debería ser la frase que empleaban los representantes de la Justicia en la antigua Roma cuando buscaban al culpable de cualquier crimen: Cui prodest? Es decir, ¿a quién beneficia? 

Nadie organiza un asesinato múltiple camuflado de atentado terrorista o de ataque de otra nación si no espera obtener resultados concretos. En el caso que nos ocupa, el de Estados Unidos, hay que constatar dos hechos reconocidos por cualquiera que se haya tomado la molestia de estudiar la trayectoria de esta potencia. Primero, la exótica divergencia entre su opinión pública general y sus dirigentes en el gobierno. Es un hecho más que demostrado que el ciudadano norteamericano medio es una persona de tendencia individualista, reacio a ser intervenido por el Estado (tanto en lo bueno como en lo malo) y preocupado preferentemente por los intereses de su comunidad local. Aunque los medios de comunicación se empeñan en presentarnos a todos los estadounidenses como chulos y ansiosos conquistadores dispuestos a tomar su fusil de asalto para embarcarse en la primera guerra lejos de casa que se les presente a fin de imponer el american way, cualquiera que los conozca un poco puede atestiguar que, en general, se trata de personas tranquilas y no especialmente violentas, además interesadas tan sólo en su mundo más cercano. No olvidemos que las primeras oleadas migratorias de colonos en la "tierra de libertad" estaban integradas por gentes que sólo buscaban que les dejaran en paz para practicar su propia forma de vida, lejos de las imposiciones de la política, la religión, la economía o la sociedad de la encorsetada Europa de la época. Su país se fundó bajo la consigna: "Cada uno que haga lo que quiera mientras no moleste al de al lado". Pero esas gentes son gobernadas hoy por una elìte política con intereses muy diferentes, que incluyen la construcción y el mantenimiento de un nuevo imperio, y que son los que las han metido (y las siguen metiendo contra su voluntad) en un conflicto tras otro para satisfacer sus propios intereses.


Porque ése es el segundo hecho: EE.UU. posee un sorprendente historial de "oportunos" atentados (algunos de los cuales exhalan un apestoso tufo a "autoatentado") que han permitido a su clase dirigente movilizar a toda la sociedad detrás de sus belicosas intenciones, que la gran mayoría de ciudadanos en principio no apoyaban. Pensemos en la matanza de El Álamo: ese pobre y heroico puñado de norteamericanos entre los que se incluía el mítico David Crockett que fueron masacrados por las superiores fuerzas mexicanas..., cuando muy cerca de allí había tropas estadounidenses que ignoraban lo que estaba ocurriendo y podían muy bien haberles ayudado y hasta evitado la batalla pero cuyos jefes recibieron las órdenes pertinentes de no moverse hasta que concluyó el asalto. De esta manera se justificaba la venganza. Gracias a la muerte de los milicianos yankees a manos de las unidades de Santa Anna, se pudo movilizar a todo el país en una guerra que permitió la anexión de Texas a los EE.UU. al grito de "¡Recordad El Álamo!". Pocos años más tarde, la guerra contra España se llevó a cabo tras un alarido muy similar: "¡Recordad el Maine: al infierno con España!"

Y detrás podríamos añadir el caso del buque Lusitania: un teórico barco civil de transporte de pasajeros, cuyo hundimiento fue presentado como un crimen de guerra alemán y permitió movilizar a la población norteamericana hacia la Primera Guerra Mundial..., cuando en realidad el barco había sido artillado y servía para transportar armas al Reino Unido y fue hundido por un submarino germano después de que el gobierno del Kaiser hubiera advertido públicamente (incluso con anuncios en la prensa de Nueva York) que ése y otros barcos podían ser atacados si se usaban en la guerra en Europa. O el del irónico Día de la Infamia por el ataque "sorpresa" de Japón a Pearl Harbour, que movilizó también a los ciudadanos estadounidenses hacia la Segunda Guerra Mundial, cuando el gabinete de Roosevelt llevaba meses devanándose los sesos tras una excusa para ir a la guerra pese a que acababa de ganar las elecciones basándose en las promesas de no hacerlo. Hoy sabemos que Washington empujó a Tokio a declararle la guerra con sus políticas de acoso comercial y financiero y que conocía no sólo el plan de ataque (de origen por cierto norteamericano) sino el día y la hora exactas del ataque a la famosa base militar de Hawai, pero dejó hacer a los nipones y sacrificó a 3.000 de sus propios hombres para tener una vez más la justificación de la venganza. 

Hay más casos, entre los cuales quizá el más destacable sea el del incidente del Golfo de Tonkín cuando EE.UU. denunció el ataque de dos de sus destructores que navegaban en la zona por parte de lanchas vietnamitas. Según la versión oficial, los charlies atacaron no en una sino en dos ocasiones y, en la segunda, incluso sufrieron el lanzamiento de decenas de torpedos. La "noble" indignación del gobierno yankee permitió declarar la guerra a Vietnam... Sólo para que veinte años más tarde se desclasificara la información oficial que demostró que el incidente había sido completamente falso. La misma excusa de siempre para movilizar a la misma sociedad de siempre en la guerra de turno. Respecto al resto de sucedidos, ¿cuántos años tendremos que esperar por ejemplo para que se desclasifique la información oficial que explica lo que sucedió de verdad el 11 de septiembre de 2001? Porque una cosa es lo que dice la Casa Blanca hoy y otra la que demuestran los hechos amplia y profundamente estudiados desde entonces por cientos de investigadores independientes..., a los que se descalifica alegremente por el procedimiento de colgar la etiqueta de "conspiranoicos", como le sucede a Mac Namara, pese a  que las autoridades norteamericanas mintieron y/o tergiversaron muchos de los hechos ocurridos en esa dramática jornada. Véase la sugerente captura televisiva que acompaña este párrafo.

Con estos precedentes, tenemos ahora sobre la mesa una semana complicada en la que hemos visto tres acontecimientos terroristas juntos en EE.UU. y sobre la cual mi gato conspiranoico y yo hemos tenido ocasión de charlar largo y tendido. El primero, una extraña y brutal explosión de una empresa de fertilizantes en West, junto a Waco, ¡justo cuando se cumple el veinte aniversario de la matanza de la secta de los davidianos en el rancho rodeado por el FBI en esta localidad! Un incidente sobre el que a día de hoy sigue habiendo poca y mala información. El segundo, un envío más que raro de cartas con ricina que recuerda al envío de cartas con ántrax en la época del 11-S (por cierto, ántrax procedente de una cepa existente en un laboratorio bajo control de los servicios secretos norteamericanos: el caso generó un gran escándalo periodístico pero en cuanto se publicó el detalle del origen de las cartas, la información desapareció de los medios de comunicación). El tercero, el bestial atentado de la maratón de Boston obviamente destinado a generar miedo, en una de las ciudades más pacíficas y tranquilas del país.
La versión oficial asegura que Tamerlán y Dzhokhar Tsarnaev, dos inmigrantes chechenos que vivían becados y controlados por las autoridades norteamericanas, fueron los autores de la matanza. Que colocaron y detonaron las dos bombas, por motivos religiosos en defensa del Islam, y movidos por el rechazo a las guerras de Estados Unidos en Iraq y Afganistán. El hermano mayor, Tamerlán (un nombre que nos trae el recuerdo del legendario conquistador asiático, aunque la mayoría de los analfabetos corresponsales de hoy sigan llamándole Támerlan, al estilo yankee, seguramente porque ignoran quién fue el personaje histórico), habría sido el director del grupo, radicalizado presuntamente por posiciones islamistas fanáticas desde hacía años, y murió durante la persecución policial. El hermano menor, Dzhokhar, cayó en manos de la Policía, oportunamente herido en la garganta para que no pueda hablar mucho de lo ocurrido... Y ya está: sólo falta terminar la investigación para concluir que fueron dos locos solitarios más, fanatizados religiosamente. Pero, como dice Mac Namara, en cuanto uno se pone a hacer preguntas, descubre que aquí también, como en otros atentados en suelo norteamericano, hay muchas preguntas sin respuesta. Que conste que no es mi gato el único que lo dice: políticos norteamericanos como Tom Cotton o Charles Grassley han reconocido que "hay un montón de preguntas sin respuesta y tenemos que llegar al fondo de todo esto". Por ejemplo:

¿Cómo es posible que prepararan semejante atentado y no escaparan inmediatamente después si tenían intención, según se dice ahora, de atentar también en Nueva York? ¿Por qué se quedaron varios días más en su residencia habitual, a la espera de que les localizaran? ¿Por qué mataron sin necesidad y justificación alguna al policía Sean Collier? ¿Por qué revelaron sus planes, como si fueran malos de una película de serie B, al chino que dice haber sido secuestrado junto con su coche para conducirles allí y que escapó de la manera más tonta cuando estaban repostando gasolina?

¿Es creíble que Katherine Russell, la mujer de Tamerlán conversa al Islam y como indica esta religión fiel esposa y colaboradora suya, además de madre de su hijo de tres años, no supiera absolutamente nada de los planes de su marido? ¿Por qué los padres de los presuntos autores de los atentados, que confirmaron que Tamerlán había estado "bajo control del FBI desde hacía entre tres y cinco años (...) sabían lo que hacía mi hijo", aseguraron contundentemente que los servicios secretos "le engañaron y le tendieron una trampa"?

¿Por qué las autoridades rusas pidieron a las norteamericanas que se aplicara una vigilancia específica y una investigación sobre Tamerlán (en cuya actitud y forma de comportarse antes del atentado el FBI dijo no haber encontrado nada extraño)? ¿Por qué se negaron a facilitar información adicional sobre este individuo cuando se la solicitaron los estadounidenses? ¿Qué saben los rusos que no han dicho?  

¿Si la vigilancia de Tamerlán no encontró nada raro, por qué la CIA pidió que fuera incluido en una "lista negra"? ¿Y si era tan peligroso como para ello, por qué no se encargó directamente ella en lugar de solicitarlo en general al resto de agencias de los servicios secretos de EE.UU. sin que quedara muy claro quién iba a hacerlo?

¿Cuál es la verdadera identidad del usuario anónimo que, apenas unas horas después de los atentados de Boston, dijo trabajar en una "comisión de seguridad" y auguró en una comunidad on line, 4chan, que "intentarán culpar a un joven de veinte y pocos años" pero "no encontrarán al sospechoso hasta final de semana, posiblemente el viernes"?

¿Qué hacían en el atentado y además en la zona de las explosiones (como se ha podido verificar por la distribución posterior de fotografías del día del ataque) varios miembros de Craft International, una compañía de seguridad privada que literalmente alquila a combatientes y cuyo explícito lema es "La violencia soluciona problemas"? ¿Qué llevaban en las mochilas negras que portaban a sus espaldas, similares a las que contenían los explosivos que se hicieron detonar en la maratón (mientras que las mochilas de los hermanos Tsarnaev ¡eran de color gris, una, y blanca, la otra, pero no negras!)
 
¿Para qué sirven tantos controles teóricos en las entradas y salidas de EE.UU. si luego resulta que Tamerlán habría pasado varios meses de 2012 en Daguestán, donde se dice que pudo recibir armas, entrenamiento e instrucciones, sin que lo supiera el en teoría vigilante FBI por culpa de un "error de ortografía en una base de datos"?

Por cierto, ¿qué significa exactamente la expresión "radicalizarse a sí mismos" utilizada por las autoridades norteamericanas para justificar su comportamiento? ¿Y qué se considera como una persona radicalizada aparte de su significado de alguien con fuertes convicciones que no tienen por qué coincidir con las imperantes en el sistema?

Esta última pregunta me interesa especialmente, más que nada por saber si Mac Namara y yo estamos incluidos también en alguna lista de radicales o podemos estarlo el día de mañana por plantearnos preguntas incómodas y acabamos protagonizando una huida a lo Starsky y Hutch, de éstas que tanto gustan a la audiencia de la tele.





miércoles, 24 de abril de 2013

No sólo los coches son híbridos

Hace casi cuatro años por estas fechas apareció en la playa de Long Island un bicho verdaderamente extraño que parece sacado de la película de John Carter o quizá de alguno de los largometrajes de la interminable lista de secuelas de Star Wars. La información que llegó al respecto aseguraba que los restos habían sido recogidos y transportados al laboratorio para su análisis ya que los responsables de la limpieza de playas fueron incapaces de deducir ante qué tipo de animal se encontraban, si bien a primera vista da la impresión de ser un perro en estado de descomposición. Sin embargo, esa jeta extravagante,
casi demoníaca..., no infunde precisamente confianza ante la naturaleza del animal. Lo cierto es que pocos días más tarde fue descubierto un cuerpo parecido, esta vez sin cabeza, que fue igualmente recogido. A fecha de hoy no ha trascendido absolutamente nada acerca de estos seres y sus análisis, lo que naturalmente ha disparado todo tipo de especulaciones y explicaciones peculiares sobre su definición exacta. Sobre todo porque uno de los testigos directos aseguró que no lejos de allí existía un centro de experimentación animal del gobierno. ¡Zas! Para qué queríamos más... Conspiranoia habemus. ¿Estamos ante un híbrido que se escapó de un laboratorio secreto?.


En otra parte de esta bitácora, ya tuvimos ocasión de acordarnos de Brunetto Chiarelli, el catedrático de antropología de la Universidad de florencia que hace treinta años ya denunció la existencia de experimentos específicos para crear híbridos de humanos y simios en los Estados Unidos. Y lo más gordo: que la mezcla era viable, gracias a los avances científicos de la época, así que hay que imaginarse lo que se podría hacer ahora... Es más, en aquel artículo también hacíamos referencia a los experimentos de hibridación que hoy, ahora mismo, se llevan a cabo legalmente en el Reino Unido gracias a la ley de Embriología y Fertilización Humana (¡¡¡Humana!!!) que aprobó en 2008 el ya semi olvidado pero no por ello menos siniestro ex primer ministro británico Gordon Brown, con la excusa habitual en estos casos: dirigir la investigación hacia el descubrimiento de la cura de un amplio catálogo de enfermedades. Por entonces, se citaba a tres centros concretos donde se desarrollarían estas prácticas: las universidades de Newcastle y Warwick y el King's College de Londres. 

Bien, pues la novedad es que algunos periodistas británicos (en concreto, del Daily Mail) tuvieron acceso a los resultados de estos trabajos, que por cierto están calificados de estricto secreto, y comprobaron que los científicos habían conseguido al menos 155 embriones con una mezcla de material genético humano y animal. Algunos eran monos (y por eso en el informe del profesor Robin Lovell-Badge del Medical Research Council's, se hablaba específicamente del experimento bautizado como Planeta de los Simios) pero otros se desarrollaron con especies diferentes.
La mezcla se procuraba de acuerdo con distintas fórmulas. Por ejemplo, aunque parece lo mismo, una cosa es una quimera, en la que las células humanas se mezclan con los embriones animales y otra cosa en un cíbrido, en donde se implanta un núcleo humano en una célula animal. En todo caso, el resultado es una aberración de la Naturaleza. Existen numerosas historias acerca de híbridos en la Antigüedad, pero por lo que cuentan los viejos cronistas en aquella época no había tanto laboratorio ni tanta genética: los cruces se producían "a la brava" siguiendo la vieja usanza de fertilizar al animal de turno, como en esta clásica estatua de Pan y la cabra.

El escándalo generado por la exposición de estos característicos experimentos condujo a la protesta de activistas de diversas organizaciones así como de algunos políticos como David Alton, lord barón, que en plena intervención parlamentaria en Londres expresaba su firme oposición a la creación de este tipo de híbridos "por una cuestión de principios" pues "ninguno de los científicos que se presentaron ante nosotros pudo ofrecer justificación alguna de estos trabajos (...) que rayan en lo grotesco". Según los datos manejados al respecto, del cerca de un centenar de tratamientos y curas de enfermedades que se han desarrollado hasta ahora a partir de la experimentación con células madre, todos se alcanzaron merced a células madre adultas humanas, no embrionarias. ¿Cuál es el objetivo real, entonces, de la hibridación? En la actualidad, los laboratorios ya no están trabajando en esto por los recortes (la crisis ha llegado también a los gabinetes de los mad doctors) o esto se nos dice oficialmente. Vaya usted a saber si es cierto o los británicos continúan haciéndole cosquillas a la naturaleza en el más absoluto secreto. Aunque no hay que ser tan ingenuos como para pensar que estas barbaridades antinatura sólo se le pueden ocurrir a los ingleses. La advertencia de Chiarelli, recordemos, apuntaba hacia Estados Unidos, pero es obvio que éstos no son, ni mucho menos, los únicos países en los que los científicos tienen la oportunidad de jugar a ser dioses.

Y que nadie piense que, una vez comprobada la viabilidad de los embriones con genes mezclados, los investigadores se van a detener ahí. La idea es seguir hasta el final, siempre que se pueda, aunque sólo sea para "ver qué pasa". Lo sabemos ya, aunque pretendamos negárnoslo a nosotros mismos. Pero ¿quién puede olvidar la oreja humana creciendo en la espalda de un ratón durante los experimentos dirigidos por Jay Vacanti en el Hospital General de Massachussets, en los Estados Unidos? ¿O el hueso de un pulgar humano, injertado también a modo de grotesca joroba de otra rata de laboratorio, reproducido esta vez por el equipo del doctor Christian Weinand en el hospital suizo Insel, de Berna? ¿O las ovejas que poseen hígados, corazones e incluso cerebros parcialmente humanos en el experimento que se desarrolla en la Universidad de Reno, en los EE.UU., en lo que se ha convertido ya en el primer rebaño humano (rebaño formal, claro) que se conoce? 

 Existen multitud de experimentos aterradores en este campo y muchos de ellos se han hecho públicos sin que haya pasado nada, más allá de la clásica exclamación de "¡Ay que ver lo que adelanta la ciencia!". Por ejemplo, en 2004, un equipo de la Universidad de Cambridge dirigido por el profesor John Gordon reveló la creación de un híbrido de ¡hombre y rana! (y no es un chiste) fusionando el núcleo de células de la sangre de un adulto con ovocitos de un batracio. En 2005 era un investigador español, Juan Carlos Izpisúa, director del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona, quien anunciaba la intención de implantar células madre de embriones humanos en ratones (¡no olviden vitaminares y remineralizarse!). Otro de los experimentos en marcha fue en 2007 el planteado por el equipo de Ian Wilmunt (el polémico padre de la famosa oveja Dolly, el primer animal clonado que conocemos oficialmente) que pretendía ya entonces mezclar células humanas con óvulos de vaca (¡¡¡el Minotauro!!!). Hay muchas experiencias más... Y todo ello sin mencionar las clonaciones más "normales" de ovejas, vacas, perros, conejos, mulas y otros animales: cerca de una veintena de especies ya. Hasta Jeremy
Rifkin, quizás uno de los más brillantes economistas y medioambientalistas del mundo contemporáneo, ha advertido contra este tipo de investigaciones en un artículo de Los Angeles Times recordando que nadie, ni siquiera los científicos que los desarrollan, sabe a dónde conducirán este tipo de trabajos que "pueden permitir la reescritura de la historia de la evolución, esparcir partes del Homo Sapiens en el resto del reino animal (...) e incluso crear nuevas subespecies y superespecies. ¿Estamos en la cúspide del renacimiento biológico, como algunos creen, o estamos dispersando las semillas de nuestra propia destrucción?"

Un momento, un momento... Todo esto ¿no suena muy parecido a la teoría de la creación del ser humano por los dioses? Imaginemos que en el pasado, hace mucho más tiempo del que podemos concebir, la Tierra estuviera habitada por una raza de seres humanos semidivinos, física y mentalmente, con poderes que a nosotros nos parecerían casi imposibles: llamémosle Homo Superior. Esta especie estaría tan adelantada científicamente que dispondría del poder y el capricho de experimentar sobre los animales del entorno, digamos sobre un tipo concreto de monos, para determinar cómo influir en su evolución. ¿Y si el Homo Superior hubiera mezclado partes de sí mismo con esos monos para crear al Homo Sapiens? ¿Y si después de eso, por alguna razón, el Homo Superior hubiera desaparecido (tal vez se extinguió por culpa de alguna enfermedad desarrollada por sus propios laboratorios o tal vez el Homo Sapiens se rebeló y se lo comió, literalmente) y en su lugar sólo hubiera quedado una torpe imitación que, andando el tiempo, hubiera terminado por conquistar este planeta?

¿Estamos repitiendo la historia?

  


lunes, 22 de abril de 2013

Desubicado

Decían los gnósticos antiguos que el infierno no estaba bajo tierra ni en una dimensión paralela sino aquí mismo, en la Tierra, en este mismo momento. Según su forma de verlo, el orden aparente que rige la existencia sólo es una mala imitación del Orden verdadero imperante en el universo de lo Real. Una simple emulación diseñada por un diosecillo de baja estofa y capacidades limitadas que conocían con el nombre de Demiurgo y que en su opinión se pasaba el día intentando (y fracasando) la hazaña de recrear o reproducir en su laboratorio particular las condiciones de vida del auténtico mundo del Espíritu. Para los gnósticos, no hay más que rascar 
un poco en el barniz de las impresiones que nos dejan nuestros sentidos para desvelar la mala calidad del material que hay debajo. Algo peor todavía que las malas imitaciones de artículos de lujo que se fabrican en los países asiáticos para ser vendidos en los mercadillos occidentales. Por establecer una comparación poco sutil sería como comparar al David esculpido por un dios llamado Miguel Ángel con el muñeco de madera articulado construido por un deminurgo llamado Fulanito de Tal.

La verdad es que, cuando uno se pone a mirar alrededor con los ojos bien abiertos, es fácil que sienta la tentación de darles la razón a los gnósticos. Personalmente, estoy un poco cansado de que me digan que vivimos en la mejor época de la historia de la humanidad, porque nunca más gente ha vivido más y mejor que en la actualidad, con comodidades generalizadas e impensables en siglos precedentes. Un argumento habitual es el de que cualquier ciudadano occidental de clase media con una vida corriente vive hoy mejor que, por ejemplo, un faraón o un rey de la Edad Media. Posee coches y aviones para desplazarse a su gusto, televisión y videojuegos para entretenerse todas y cada una de las horas de su vida, comida y bebida en cantidades anormales en cualquier otro momento histórico, calefacción y aire acondicionado para disfrutar siempre de la temperatura ideal y un sinfín de comodidades por las que debería estar agradecido. Ese argumento suele obviar que esos mismos coches y aviones han generado unos problemas de contaminación tremendos (por no mencionar que han destruido el placer del viaje en sí, ya que el personal ahora sólo tiene en cuenta la meta, olvidando que lo importante del viaje no es tanto la llegada sino lo que sucede desde que uno echa a andar hasta que llega), que esa televisión y esos videojuegos están matando la creatividad y la inteligencia (dejando aparte el adocenamiento, la vulgaridad y la confusión de valores que generan), que esa comida y esa bebida han multiplicado el número y la importancia de las enfermedades (en los sobrealimentados y obsesos occidentales por un lado, y en los muertos de hambre del Tercer Mundo que se quedan sin buena parte de sus alimentos para que éstos lleguen a los mercados de los primeros), que esa calefacción y ese aire acondicionado han debilitado al ser humano (haciéndole más blando y menos resistente a los cambios, más vulnerable a las incertidumbres no sólo meteorológicas sino por extensión de la vida misma) y que, en fin, las comodidades en exceso son peores que las penurias en exceso, al reducir al homo sapiens corriente a la calidad de mero animalillo mal educado, egoísta, exigente con los demás (pero no consigo mismo), miedoso y autolimitado.

Nunca más personas han disfrutado de tantas comodidades, cierto. Pero también es cierto que nunca más personas han sido más infelices y han vivido con más estrés, incapaces de darle un sentido superior a su vida: un sentido más allá de la satisfacción de sus deseos y caprichos corrientes y pasajeros. Vivimos en la era de la banalidad y de las modas fútiles, de la impermanencia, en la que hoy resulta cool vestir camisas verdes y uno en consecuencia debe comprarse camisas en todo tipo de tonalidad verde..., sólo para descubrir que mañana el verde se ha convertido en un color detestable y lo que hay que hacer es vestir camisas amarillas. El escaparate de productos es interminable y por definición inabarcable, sometiendo a los consumidores a un eterno estrés por intentar cumplir todos los estándares sociales al precio que sea. Todo se mide en términos financieros, que no económicos, porque el dinero se ha  
convertido en el dios absoluto. Es la encarnación del temible Mammón. Eso de lo que hace años nos reíamos cuando hablábamos de los estadounidenses y nos creíamos superiores a ellos ("no tienen más dios que el dólar") es hoy una realidad entre los europeos, entre todos los occidentales. La Navidad ya no es la Navidad sino el-día-en-el-que-hay-que-comer-mucho, la Semana Santa ya no es una fecha para una celebración religiosa íntima sino una excusa para irse a una playa, el día de la madre o del padre hace tiempo que dejaron de ser una jornada de homenaje a los progenitores para pasar a convertirse en sendos sorteos de un montón de millones de euros. Y así todo.

 Las noticias que se publican en los grandes medios de comunicación abundan en este absurdo modelo de ¿cultura? y ¿civilización? en el que vegetamos hoy por hoy. Si despojamos de los titulares las informaciones destinadas a meter el miedo en el cuerpo a la gente para mejor poder manejarla o las dedicadas a distraerles con tonterías como los enfrentamientos deportivos (¿cuántos partidos del siglo hemos visto ya entre eternos rivales en esas estresantes competiciones que duran meses y meses pero no resuelven nada porque tras el paréntesis veraniego vuelven a empezar?) y la información basura (Fulanita se ha desnudado en tal sitio, Menganito ha roto con su pareja, Zutanito ha dicho que le gustaría hacer una película con el director de moda...), nos encontramos con un montón de naderías que no conducen a ninguna parte.

Pongo tres ejemplos, tomados al azar durante la última semana:

* La Federación de Usuarios Consumidores Independientes (FUCI) ha elaborado y publicado un estudio que cifra el coste medio de un hijo durante el primer mes de su vida en 1.910 euros, aunque la cantidad total puede llegar a los 2.500 en el caso de que la familia adquiera productos "no completamente necesarios" como un humidificador o unos intercomunicadores. Un bebé "cuesta tres veces el Salario Mínimo Interprofesional". ¿Sólo a mí me parece absolutamente demencial no ya que a alguien se le haya ocurrido redactar un estudio semejante sino que una importante organización de consumidores se haya prestado a materializarlo de verdad? Pero ¿en qué cabeza humana cabe valorar el "coste" de un hijo? ¿No se supone que habíamos dejado atrás la época de la esclavitud en la que los homo sapiens se compraban y vendían a precio de mercado? Y ya puestos a valorar, ¿por qué no se incluye en su precio el coste emocional que supone su cuidado, las horas que "pierden" los padres al estar pendientes de él o el dinero que dejan de ingresar los establecimientos como bares, gimnasios, teatros o cines a donde solían ir sus progenitores antes de que naciera y a los que por razones obvias tienen que renunciar por el momento?

* La agencia oficial de noticias china Xinhua está muy preocupada por "la atención psicológica" que hubo que facilitar a varios osos panda en la zona de la provincia de Sichuan donde un seísmo de 7 grados en la escala de Richter dejó unos 200 muetos y más de 11.000 heridos. Según un centro de creía de pandas de la región, ningún ejemplar de la reserva sufrió herida alguna e incluso "los pandas más valientes mantuvieron la calma" pero "varios quedaron traumatizados" y tuvieron que recibir "atención especial". De acuerdo con que los osos panda son unos animales preciosos, muy simpáticos y entrañables pero ¿de verdad necesitaban psicólogos, teniendo en cuenta que son animales acostumbrados a los procesos naturales (y un terremoto no deja de ser un proceso natural) y que a lo mejor había bastantes más seres humanos necesitados de esa misma atención y con mayor razón, habida cuenta el desastre provocado por el movimiento de tierras? La "humanización" de animales tan característica de los dibujos animados ha hecho mucho, pero mucho daño...

* Uno de los programas televisivos de moda en medio mundo, a pesar de ser una auténtica nimiedad como concepto y un aburrimiento absoluto en su desarrollo, se titula Splash: consiste en que una serie de famosillos se tiran a la piscina (con un estilo a menudo patético) desde trampolines de distintas alturas y presentan la experiencia casi como si estuvieran participando en una osada acción de comando contra un campamento de guerrilleros maoístas en algún remoto paraje del Nepal. Éste es un ejemplo de cómo los medios de comunicación incumplen claramente uno de los tres mandatos clásicos para los que fueron diseñados en teoría: el de formar, además del de informar y entretener. ¿Alguien sabe qué utilidad real, que tipo de formación, ofrece al televidente contemplar a esos personajillos tirarse al agua? Cuando veo este tipo de programas aferrados como piojos a los mejores horarios de las cadenas de televisión me acuerdo siempre de aquel divertido tema de Les Luthiers en el que la maravillosa pandilla de músicos y cómicos argentinos parodian las parrillas de programación y, en cierto momento, anuncian el programa "Cultura para todos" describiéndolo como lo más interesante, lo más erudito, lo más fascinante..., e insistiendo a sus oyentes a que lo escuchen "en su horario habitual de las tres de la mañana". Para colmo, en esta semana hemos sabido que en la versión china del programa ha muerto uno de los asistentes de un concursante, al ahogarse en la piscina de los saltos. Y que en la versión americana ya son cinco los concursantes que han tenido que ir al hospital tras participar en el programa.


Con todo esto, supongo que resultará comprensible que a menudo me sienta en este mundo como si fuera Michael Smith, uno de los personajes del gran Robert Heinlein en su épica e inolvidable Forastero en tierra extraña.



 

 
 

viernes, 19 de abril de 2013

Gusanos auditivos

Ahora que está muy de moda practicar diferentes limpiezas e higienizaciones físicas para librar al cuerpo de todo tipo de parásitos internos sobre todo en el sistema digestivo, como por ejemplo la cándida, convendría recordar que las principales infecciones padecidas por el ser humano tienen que ver más bien con otro tipo de invasores silenciosos: los que ingresan en nuestro cerebro, encuentran un almohadón mullidito entre neurona y neurona y se instalan allí para siempre. Y lo peor no es que vivan a nuestra costa, sino que empiezan a actuar sobre nuestros análisis, opiniones y creencias y acaban determinando muchas de nuestras decisiones. Son como malware, ese tipo de paquetes informáticos maliciosos que se cuelan en nuestros computadores para estropearlos o, lo más interesante desde nuestro punto de vista, para zombificarlos: ponerlos al servicio de alguien ajeno a nosotros y usarlos según sus intereses. ¿Cuántos homo sapiens no son hoy día más que simples zombies que creen abrazar banderas libremente y actuar por propio convencimiento cuando en realidad no hacen otra cosa que seguir obedientemente el dictado de instrucciones de fuera? Sin embargo, nadie plantea poner en práctica limpiezas mentales internas regulares para quitarnos todas estas porquerías.

Igual que los parásitos físicos, existen diferentes tipos de parásitos mentales. Y no todos parecen peligrosos, sino todo lo contrario. En realidad, es lógico: si yo fuera Satanás y tuviera que ir tentando por ahí a las mujeres para hacerlas brujas y ponerlas a mi servicio, lo último que se me ocurriría es aparecerme en toda mi gloria y esplendor infernales, con cuernos, patas de cabra y tridente..., más bien me presentaría como un macizo arrollador de sonrisa impecable, labia aduladora, bolsillo lleno de dinero para gastar y unas flores preciosas para regalar a mis víctimas. Y si se tratara de tentar a hombres, pues lo mismo pero con el sexo opuesto. De la misma forma que el esclavo más sumiso es aquel que piensa ser libre, se parasita con mayor facilidad a quien cree estar haciendo lo que le da la gana sin plantearse siquiera que pueda estar en riego de ser vampirizado.

Por ejemplo, ahí tenemos el Ohrwurm o gusano auditivo tal y como lo bautizaron los psiquiatras alemanes a finales del siglo XIX. Ya uno de los colaboradores directos de Freud, Theodor Reik, describía el fenómeno haciendo hincapié en que el estudio de este parásito mental "ofrece al analista un indicio para llegar a la parte más secreta de la vida emocional en cada persona".  En esta época de dictatorial anglosajonización
  el término ha sido britanizado y popularizado como earmworm, aunque algunos investigadores prefieren denominarlo MIR, las siglas de Musical Imaginary Repetitions (Repeticiones Musicales Imaginarias), tal y como los rebautizó el neurocientífico Sean Bennett, de la Universidad de Cambridge. Bennett planteó que los MIR no eran otra cosa que demostraciones de un nuevo tipo de memoria que llamó audio-eidética (se ve que a este hombre le gusta poner nombre a todo, como Bob Dylan en su pegadiza canción de Man gave names to all the animals) y que se ven reforzadas por la música, que ayuda a recordar las palabras que se desea imprimir en el recuerdo.

Un momento, un momento... Cualquier lector que haya escuchado alguna vez la citada canción de Bob Dylan la habrá recordado ipso facto al mencionarla y lo más probable es que empiece a tararearla, aunque sea el estribillo. Y si desde este mismo momento a aquél otro en el que se vaya a dormir ese estribillo reaparece en sucesivas ocasiones sin que uno pueda ya quitárselo de la cabeza, entonces sabrá lo que es un gusano auditivo. En efecto, a pesar de que fueron oficialmente detectados al menos hace un par de cientos de años, estos parásitos están especialmente relacionados con la cultura contemporánea a través de la música pop, las bandas sonoras y la publicidad, donde se multiplican y crecen a velocidad de vértigo. Y prácticamente todos los hemos sufrido (más de un 98 por ciento según los estudios elaborados por el propio
Bennet). Otro neurólogo, Daniel Levitin, esta vez de la universidad canadiense McGill, los describe como fragmentos auditivos muy breves, inferiores a los treinta segundos, lo que les hace ideales para los jingles publicitarios. Existen multitud de ejemplos prácticos, como el de Nocilla. Esta famosa crema de avellana utilizó varios eslóganes publicitarios como Es única, Sólo Nocilla es Nocilla o La merienda de los hombres fuertes, pero sólo uno de ellos ha perdurado en el tiempo, y es el que nos taladró la mente con una melodía característica. Es aquél que reza: Leche-cacao-avellanas-y azúcar...-No-ci-llaaaa. Prueba de lo bien que funciona, es que se instaló en nuestra mente hace tantos años y aunque haga el mismo tiempo que no consumimos la marca la publicidad moderna no necesita incluir el eslógan. Basta con reproducir la música para que nuestro cerebro automáticamente recupere el texto y nos lo imponga en nuestro recuerdo, aunque nosotros no lo deseemos..., y además con un plus de simpatía hacia el producto.

 Un experto en mercadotecnia de la universidad norteamericana de Cincinnati llamado James Kellaris identificó cuatro características definitorias del gusano auditivo, que se parecen mucho (por no decir que son idénticas) a las de los anuncios más eficaces. En primer lugar, la repetición. Contrariamente a lo que piensan muchos legos, la publicidad más rentable y eficiente no es la mejor hecha sino la que impacta en mayor número de ocasiones sobre su público. En segundo lugar, la simplicidad musical. Algo muy evidente, aunque a menudo lo olviden los sesudos y desconectados ejecutivos publicitarios que pagan fortunas por composiciones extravagantes firmadas por músicos prestigiosos en campañas que a menudo no ofrecen los resultados apetecidos, es que somos muy perezosos y nos resulta más agradable recordar una cancioncilla tonta pero fácil que un tema originalísimo. En tercer lugar, la incongruencia entre texto y música. Esto se puede ampliar también a las imágenes, de forma que resulta mucho más llamativo combinar por ejemplo una serie de imágenes dramáticas con el fondo musical de una cancioncilla infantil. Y en cuarto lugar, la incongruencia también entre ritmo y métrica. Con estos datos, hace pocos años un laboratorio de investigación musical elaboró en Canadá una lista con los gusanos auditivos más populares. Ahí aparecían temas muy radiados en aquel momento como la lacrimógena canción You're Beautiful de James Blunt, clásicos contemporáneos como The lion sleeps tonight o temas de bandas sonoras como Mission impossible. Seguramente si hoy se reelaborara esta lista tendríamos cambios interesantes en la misma, aunque los investigadores reconocen que hay cerebros y cerebros. Algunos, muy sencillos de invadir. Otros, verdaderas fortalezas mentales.

Ojalá aprendiéramos a limpiar estos molestos gusanillos internos, igual que nos duchamos a diario o nos cortamos las uñas periódicamente, porque su peligro no radica tanto en los mensajes para que compremos diversos artículos de consumo sino en los otros mensajes que no percibimos conscientemente.










miércoles, 17 de abril de 2013

Túneles norteamericanos

Nuestro planeta tiene más agujeros que un queso de gruyere y nosotros no tenemos ni idea de lo que hay dentro. Siempre me ha llamado la atención el hecho de que conozcamos mejor la minúscula fracción del universo que rodea a la Tierra que su propio interior, sobre el que sólo cabe la especulación científica, porque con todos nuestros modernísimos artefactos tecnológicos apenas hemos sido capaces de arañar su superficie. Con asombrosa mansedumbre aceptamos las teorías hoy imperantes acerca de la presunta constitución de éste o de cualquier otro cuerpo planetario del Sistema Solar e incluso más allá: pero no sabemos lo que hay aquí dentro..., como para saber qué hay en el interior de Marte o Júpiter..., por no hablar siquiera de la propia Luna. Ésa fue una de las razones que impulsó la creación de mi novela Islas en el Cielo (en Alberto Santos Editores) sobre la teoría de la tierra hueca. Y que sigue motivando mi interés por cualquier historia al respecto que circule por ahí acerca de extraños descubrimientos subterráneos, sobre los que, paradójicamente, se echa tierra siempre que se puede.

Una de las viejas y conocidas historias al respecto que parece haberse vuelto a poner de moda estos días en Internet es la de la expedición que a principios del siglo XX organizó el Instituto Smithsonian al Gran Cañón del Colorado. Justo por estas fechas hace poco más de un siglo, en abril de 1909, un diario de Arizona, La Gaceta de Phoenix, daba cuenta de un extraño descubrimientos en medio de uno de los escenarios naturales más impactantes de los Estados Unidos. El artículo contaba la historia de un explorador y cazador llamado G.E. Kinkaid, que había hallado una ciudadela subterránea en la región. Lo llamativo de la información era el tamaño de la susodicha ciudadela y el hecho de que no contuviera restos de nativos indios o incluso de colonos blancos..., sino de inspiración y presunta procedencia oriental. El descubrimiento de Kinkaid era de tal calibre que había justificado la financiación posterior de una expedición  comandada por el profesor S.A. Jordan, representando a una de las instituciones científicas más prestigiosas de los Estados Unidos y en cuyos almacenes seguramente se almacena más de un objeto digno de una buena novela de misterio.

Los datos facilitados por el diario norteamericano hablaban de una caverna ubicada aproximadamente a kilómetro y medio bajo la tierra, con un pasadizo principal que conducía a una cámara "gigantesca" de la cual salían varios pasillos "como los radios de una rueda". La expedición de Jordan, que se mostraba literalmente "entusiasmado" (enthused) con el hallazgo, había encontrado "cientos de habitaciones" con artículos "jamás conocidos como oriundos de Estados Unidos y con un origen indudablemente oriental"
A pesar de que el adjetivo precisaba que los objetos eran de origen "egipcio", la descripción de una escultura concreta descubierta por los exploradores aleja más hacia el Este el posible origen de este tesoro: "... en la sala se encuentra el ídolo o imagen del dios de esta gente extraña, con las piernas cruzadas y una flor de loto o lirio en cada mano. El aspecto del rostro es oriental. El ídolo se asemeja a Buda, aunque los científicos no están seguros del culto religioso al que representa. Tomando en cuenta todos los detalles recogidos hasta el momento, es posible que tuviera más relación con el antiguo pueblo del Tibet". Interesante..., sobre todo cuando sabemos que los tibetanos poseen varias leyendas acerca del Rey del Mundo que mora en cavernas secretas en los Himalayas, que estarían conectadas con otros emplazamientos subterráneos ubicados en diversos puntos del planeta. Cierto mito incluso sugiere que existe un acceso directo desde el Potala o palacio del Dalai Lama con la residencia de este misterioso personaje. 

Además de la sorprendente imagen, los exploradores del Smithsonian encontraron momias envueltas "en tejido de cáñamo" y todas de sexo masculino, herramientas diversas, espadas rotas, jarrones y vasos de cobre y oro, graneros con semillas de diversos tipos y tabletas de piedra talladas, igual que "todas las urnas y paredes sobre las puertas", con "misteriosos jeroglíficos" cuya clave esperaban descubrir y analizar los científicos.
 Tras recorrer el laberinto subterráneo, llegaron a la conclusión de que éste no era otra cosa que una auténtica ciudad subterránea en la que "más de 50.000 personas podrían haber vivido cómodamente". Una ciudad al estilo de las excavadas, y no totalmente exploradas, urbes bajo tierra de la Capadocia, como la muy famosa de Derinkuyu, un mapa de la cual podemos apreciar en esta imagen. Los científicos plantearon la teoría de que las tribus indígenas locales de Arizona pudieran ser "descendientes de los siervos o esclavos de los pueblos que habitaron la cueva", de lo cual deducimos que las momias no eran de indios precisamente ya que se menciona también una leyenda de los Hopi en la que estos indígenas refieren que en tiempos antiguos vivieron en el inframundo en aquella región. Como en todas las buenas historias de aventuras, hay un final abierto, al citar una cámara con un pasillo tan oscuro que la luz que llevaban se mostró insuficiente para alumbrarlo. Cuando los expedicionarios se acercaron detectaron "un olor mortal" y temieron que en su interior hubiera productos químicos en estado de descomposición que pudieran resultar peligrosos, motivo por el cual no fueron más allá. La descripción es digna de un relato de Poe: "la imaginación puede deleitarse en conjeturas y fantasías impías teniendo en cuenta los siglos que han transcurrido." 

La historia es completamente fascinante, pero aparte de esta información, el diario nunca volvió a publicar nada más acerca de los resultados de la expedición. Tampoco tengo referencia de que lo hiciera ningún otro diario. ¿Por qué? Es frustrante y en cierto modo incomprensible para una mentalidad contemporánea, acostumbrada a ver a través de Internet no sólo el texto sino las imágenes (e incluso las imágenes en movimiento y a todo color) de casi cualquier hecho que sucede en el otro punto del planeta al poco de suceder y hasta en el momento mismo de hacerlo. Pero estamos hablando de principios del siglo XX, un momento en el que aún estaba lejos de producirse la revolución tecnológica (y también de pensamiento) que conduciría al mundo saturado de informaciones en el que vivimos hoy día. Un momento en el que resultaba muy fácil todavía censurar una noticia de este tipo, por espectacular que pudiera llegar a ser. La respuesta a por qué nunca más se supo sobre lo que había exactamente en el interior de la cueva y quién, cómo y cuándo lo deposito en ella figura en el propio informe de Kinkaid que recoge La Gaceta de Phoenix. El explorador y cazador explica que encontró el lugar prácticamente por casualidad cuando buscaba vetas minerales y se topó con la boca de la cueva "casi inaccesible (...) en la pared del escarpado cañón". Y a continuación añade, un tanto ingenuamente, que "se encuentra en terrenos propiedad del gobierno y a ningún visitante sin permiso se le permitirá el acceso (...) Un viaje ahí sería inútil y cualquier curioso sería enviado de vuelta."

Es curioso, porque Estados Unidos registró, entre mediados del XIX y mediados del XX varias historias parecidas, quizá porque, aparte de la ausencia de la susodicha revolución tecnológica y su adecuado control, el país era demasiado grande y demasiado despoblado para que ciertos personajes encargados de ocultarnos aspectos digamos interesantes del mundo en el que vivimos pudieran extender con rapidez sus tentáculos. Una historia parecida a la relatada en Arizona sucedió en California, donde un ingeniero de minas llamado G. Warren Shufelt descubrió un laberinto de túneles similar a unos 75 metros de profundidad bajo la conocida como colina de Fort Moore, no lejos del famoso Sunset Boulevard en Hollywood. Su historia fue publicada en enero de
1934 en el diario Los Angeles Times. El ingeniero y su equipo descubrieron no sólo este laberinto sino, al igual que el caso anterior, todo tipo de esculturas, joyas, objetos y, en lugar de tablas de piedra grabadas, planchas doradas con inscripciones irreconocibles. También en este caso encontramos por medio una leyenda Hopi que hablaba acerca de los presuntos habitantes de aquel reducto subterráneo hoy abandonado, con el inquietante detalle de que en esta ocasión los indios aseguraban que había sido el asentamiento de una antiquísima civilización de hombres lagarto... Cuando empezaron a aparecer cosas demasiado extrañas, intervinieron las autoridades y se acabaron las excavaciones. O, quizá sería mejor decir, se acabaron las excavaciones públicas

Y naturalmente no volvió a publicarse nada al respecto. Si alguien pretende seguir la pista hoy día, la respuesta oficial es la acostumbrada: risas condescendientes y palmaditas en la espalda con un comentario del estilo  "Amigo, ¿no es usted un poco mayorcito para seguir viendo series como 'Expediente X'?"...





 

lunes, 15 de abril de 2013

Ajedrez literario

- ¡Jaque al rey! -proclamé, triunfal.

- ¿A cuál de los cinco? -contestó Martin, jocoso.












viernes, 12 de abril de 2013

Manipulaciones

Mac Namara es una constante fuente de asombro para mí. Todo le interesa, todo lo estudia, sabe de todo... Como buen felino, y conspiranoico como es él, se pasa el día tumbado en actitud indolente, aparentemente sesteando y desconectado de la realidad. Pero yo sé que los gatos duermen siempre con un ojo abierto (gracias a eso tienen sus famosas siete vidas) y que su teórico estado de relajación esconde en realidad una alerta permanente que ya quisiera para mí. Ayer tarde, que debía yo cumplir el ritual periódico, monótono e ineludible de la compra semanal, me pidió que le llevara con él, camuflado en el carro para los productos. Aquello me dejó un poco sorprendido: ¿qué pretendía con semejante expedición? Es lo que me estuve preguntando durante todo el tenso rato que estuvimos dentro del hipermercado, donde le introduje envuelto en mi cazadora y luego le acomodé en la sillita de niños del carro, bien tapado por la prenda, esperando que ninguno de los dependientes (o de los otros clientes) le descubriera. Como bien dijera Virgilio en su fabuloso texto de La Eneida, "Audentes Fortuna iuvat" o, lo que es lo mismo, "La Fortuna sonríe a los audaces". Así que todo salió bien y pudimos volver a nuestro apartamento con la compra en las bolsas y sin que nadie nos hubiera tirado de la oreja. Una vez en la cocina, mientras guardaba la compra en la nevera, no pude aguantar más y le exigí una explicación.

- Estoy desarrollando una hipótesis y quería recopilar más información -me contestó sin inmutarse.

- ¿Una hipótesis sobre qué? 

- Sobre los sistemas de control de "ellos"... Ya sabes que hemos hablado en más de una ocasión sobre los chips insertables bajo la piel para controlar al ser humano, y que el asunto era inmediato: antes de cinco años sería obligatorio llevarlo encima. Sin embargo, ahora empiezo a dudar si es necesario... Al menos a corto plazo. Supongo que tal vez acabarán implantándolo en el futuro pero mi idea es que ahora mismo no hace falta.

Aquello me sorprendió aún más, pero Mac Namara dijo manejar tres argumentos.

- En primer lugar, mucha gente ha oído hablar ya sobre el chip y ha mostrado sus reticencias al respecto. Si se tratara de imponer por la fuerza en este momento, generaría demasiado rechazo. En consecuencia, hemos de ver aún una fuerte campaña de años en favor de esta intrusión tan brutal en la intimidad humana. En segundo lugar, en este momento hay muchos controles externos que pueden facilitar toda la información requerida sin necesidad de meterse bajo la piel de la gente, empezando por todos los datos que alegremente dejamos en las redes sociales... Y tú, el primero -me reprochó-, que te he leído regularmente en el Facebook y en el Twitter. 

- Es una estrategia comercial... -protesté débilmente- Y no dejo datos personales...

-Eso es lo que tú te crees. Recientemente se han filtrado unos estudios sobre la organización e interpretación de datos cosechados en las redes sociales por el mero hecho de publicar unas u otras informaciones, darle al botón de "me gusta" en Facebook o "retwittear" o marcar como "favorito" en Twitter. Es impresionante el perfil psicológico que se puede obtener del usuario sólo mediante el análisis de estos datos. En teoría, sólo se utilizan después para ofrecer determinados productos publicitarios al consumidor... Porque, recuerda, no somos clientes sino directamente consumidores... Pero, en la práctica, quién sabe dónde pueden terminar esos perfiles. Buena muestra de la facilidad con la que nos vendemos a nosotros mismos entregando nuestra propia información es que esta noticia, a pesar de aparecer en medios de comunicación nacional, no ha generado polémica alguna, como hubiera sucedido si se hubiera publicado hace unos pocos años. Y es que ya damos por sentado que alguien puede recopilar lo que decimos..., y no nos importa en absoluto. Una encuesta elaborada hace un par de años por Cisco y en la que se entrevistó a cerca de 3.000 estudiantes universitarios y trabajadores menores de treinta años de varios países con fuerte presencia de elementos informáticos como EE.UU., India, Japón, México, Australia, Rusia, Alemania y España entre otros, aseguraba que uno de cada tres jóvenes considera ya el acceso a Internet tan importante para su propia vida como el consumo de aire, agua, comida..., o tener una vivienda. Más de la mitad de los encuestados afirmaba también que a estas alturas no podría ya vivir sin la red.

- Un poco exagerado... Supongo que los apasionadísimos de Internet serán sobre todo los yankees...

- Pues no. Son los brasileños y los chinos los que más equipararon Internet a los recursos vitales. ¡Brasileños y chinos! Más de un 60 por ciento lo hicieron... Y los franceses fueron los que mostraron más cordura, al ser los que menos compartían esta afirmación. El informe, cuyo título por cierto es 'Cisco Connected World Technology Report' por si quieres echarle un vistazo, advertía de que "las comunicaciones a través de Internet desafían ya el contacto cara a cara como principal método de relación interpersonal" y han crecido tanto en influencia que "en algunos casos resultan incluso más importantes que las citas directas con los amigos". ¡El 40 por ciento de los universitarios encuestados valora más Internet que tener una cita, salir con los amigos o escuchar música! Son aspirantes claros a futuros androides: simples máquinas, enganchadas a la pantalla. Y tan fáciles de controlar...

 Lo cierto es que los datos resultan implacables cuando uno se para a pensarlo. Pero me faltaba una tercera razón. Le pregunté por ella.

- Sí... En tercer lugar, el personal está tan dormido, que no se entera ya de nada, ni siquiera de lo que está más cerca a su alrededor. Sin ir más lejos, ¿te has dado cuenta de cómo te han manipulado en el interior del hipermercado?

- ¿Manipulado? ¿A mí? -contesté con un punto de indignación.

- Oh, en este caso, no se trata de esclavizarte con oscuras intenciones sino de manipularte lo justo para que consumas más de lo que necesitas. Durante el rato que pasamos en el comercio me fijé en varios detalles. Para empezar, los productos básicos como el pan, los huevos o la leche estaban en las estanterías del fondo. Así te obligan a ti y a los otros clientes a recorrer todo el negocio y hay más oportunidad de que compréis otros que en principio no pensabais adquirir. Y supongo que no te has fijado pero las marcas más caras son las más fáciles de recoger de las estanterías: las baratas están muy arriba o muy abajo y resulta más incómodo incluso el simple hecho de ver el precio. Otra estrategia es colocar juntos diversos artículos de muy distinto origen completamente desordenados... Es un simple truco psicológico, porque tendemos a identificar la falta de orden con los productos baratos. Por cierto, que hay algunas marcas que aparecen como una oferta, con colores y letras llamativos, pero tienen en realidad un precio superior a otras de similar calidad que se ofrecen al lado. Sin embargo, la gente ve la palabra "oferta" y eso ya les hace escoger ese producto sin pensar más... 

Me di cuenta en ese momento de que era mi caso: recordaba vagamente haber introducido en el carro de la compra varias ofertas sin comparar con otras marcas y ahora me arrepentía de no haberme tomado mi tiempo para mirar con mayor detalle. Por lo menos, para poder llevarle ahora la contraria a Mac Namara. 

- Claro que, hablando de precios, me llama la atención que todavía haya gente picando en lo de la falta de redondeo. Por ejemplo, muchas personas están convencidas de que nunca pagarían más de 300 euros por un electrodoméstico concreto y no obstante es muy probable que lo hagan si ven que el precio es de 299... La diferencia real es de sólo un euro, pero en su mente el razonamiento es "eh, fíjate: esto estaba a 300 y ahora sólo cuesta 200 y pico, así que igual merece la pena comprarlo". Si te fijas, al poner además unos precios con números desiguales se hace más complicado compararlos unos con otros, sobre todo cuando uno cambia de hipermercado. En el caso del electrodoméstico está claro. Una persona quiere comparar precios en distintos centros comerciales y puede encontrar que el mismo artefacto le cuesta 302 euros en uno al lado de casa, pero recuerda que en otro mucho más lejos estaba "bastante más barato" a 200 y pico..., a 299. Es seguro que conducirá su coche para ir a por el del precio "bajo", aunque gaste más tiempo y gasolina, es decir más dinero, en el viaje.

-Bueno... Ése no es mi caso -dije-, yo sólo he comprado comida, no ningún electrodoméstico.

- No esta vez, cierto. Pero pregúntate: ¿has comprado la comida que querías o más de la que querías? De todos los artículos que te llevaste, ¿cuántos de ellos estaban en tu lista original, aunque no la llevaras por escrito? ¿Cuántos, con los que no contabas en un principio, has adquirido también? He observado por ejemplo que algunos productos complementarios suelen colocarse juntos o muy cerca unos de otros. Por ejemplo, las mermeladas aparecen al lado de los panes. Así, la asociación es automática: vas a comprar sólo una barra de pan pero no puedes evitar, al ver los tarros que están al lado, qué tal sabría si lo untaras con ese nuevo sabor de arándanos o con otros más clásicos como la fresa o el melocotón. Ya que estás, adquieres también un tarro. "¡Sólo uno, y para probar!" Naturalmente... Podría contarte también acerca de la iluminación de determinadas zonas del hipermercado. O de la música... ¿Te has fijado qué diferente es el hilo musical que suena de fondo, según el nivel de ocupación del local? Si hay poca gente, suena música tranquila de fondo, que invita a comprar relajadamente, tomándote tu tiempo..., mientras que, si el establecimiento está lleno, lo que escuchamos son ritmos rockeros y discotequeros, animando al movimiento, para que los consumidores vayan rápido y no colapsen el centro.

Con semejante avalancha de razonamientos, me quedé pensativo: yo pensaba que estaba más despierto, pero no me había fijado en todo eso. Simplemente, había ido a hacer la compra. Mac Namara me miró, condescendiente, y añadió:

- No te tortures a ti mismo. Sólo estás en Tercero de la carrera de Dios, así que careces del nivel elevado necesario para darte cuenta todavía de muchas cosas que suceden en este campo de juegos que llamáis planeta Tierra. Mi papel se limita a ilustrarte de vez en cuando. Darte una, digamos, colleja psicológica para reencauzarte.

Dicho lo cual, desapareció por el pasillo con su felino y elegante trotar, dejándome junto a la nevera abierta. Y..., sí, pensé que tenía razón en muchas cosas que había contado. Por ejemplo: ¿qué hacían ahí esas latas de cerveza, en lugar de mi marca favorita? Seguramente las había comprado porque me las habían "metido por los ojos" al presentarlas como una ganga. Era cierto: la manipulación acecha en cada esquina y... 
¡Un momento, un momento...! 
Hablando de manipulaciones... 
 Mac Namara había dicho que me leía regularmente en Facebook y Twitter, lo que significa... ¡que él también tiene cuentas abiertas y no me lo ha confesado! 

¿Dónde se ha metido ese gato liante? 

En cuanto le encuentre me va a oír, ese grandísimo manipulador.