Los solsticios son mis dos momentos preferidos del año natural. El primer solsticio, el de verano, por razones evidentes, ya que mi última (de momento) reencarnación en este planeta se produjo precisamente entonces: en la noche de San Juan (en realidad empezó esa noche y duró hasta la siguiente, porque el mío fue un parto largo y complicado, como corresponde a cualquier divinidad que se tome la molestia de vestirse de carne, sangre y huesos para manifestarse en este grosero mundo de la materia). El segundo solsticio, el de invierno, por razones también evidentes, ya que los hijos del Sol celebramos como propia la reencarnación anual del "jefe", que por estas fechas de diciembre se desprende de su capa gastada y deteriorada para sustituirla por una nueva, brillante y más luminosa que la anterior. En su honor, todos los años encendemos por esta época una gran vela roja para ayudarle a seguir iluminando el mundo, justo en el momento en el que se queda desnudo en el cambio de capas.
Resulta, pues, obvio, que disfruto enormemente estos días en los que aprovecho el cierre por vacaciones de la Universidad de Dios para retirarme a mi hogar en el Walhalla y reencontrarme con mi familia divina. Ya tenía ganas de volver a verlos, porque éste de 2011 ha sido un año verdaderamente "movido" (aunque siendo justos hay que reconocer que han sucedido más cosas buenas que malas..., pero en el fondo ¿qué es el bien y que es el mal?) y necesito descansar. La verdad es que sería incapaz de pasar estas fiestas en la Tierra, rodeado de una desorientada y entontecida masa de homo sapiens más perdidos que un dalit en la Quinta Avenida de Nueva York, porque no tienen ni idea de lo que se celebra de verdad. Por eso, la mayoría opta por una de estas dos posiciones: o bien desprecian y calumnian amargamente el espíritu de estos días o bien se dejan llevar por las supersticiones religiosas tan elaboradas a lo largo de los siglos gracias a la oratoria y/o mala fe de sus pastores y, en los últimos decenios, las invenciones de Hollywood.
Al final, y con la excepción de dos villancicos entonados con estilo de karaoke de fin de semana, todo queda reducido a comer al estilo de la bacanal romana (con vomitonas y exceso de peso incluidos) y a consumir por consumir (siguiendo las directrices de los oscuros sacerdotes de Mammón y Moloch). Así el homo sapiens se enfanga cada vez más en el lodo materialista, haciendo honor a esa frase que tan bien le define de "polvo eres y en polvo te convertirás".
Luego hay discusiones divertidas, porque resulta divertido contemplar a un ignorante discutiendo con otro ignorante, mientras ambos adoptan el mismo gesto adusto del que se supone que es una autoridad y además exige a los demás que le reconozcan como tal. Por ejemplo, en los últimos años se ha puesto muy de moda el debate Papa Nöel vs Reyes Magos (un debate, por cierto, alimentado única y exclusivamente para que al final todo el mundo compre regalos tanto en una fecha como en la otra). Hay quien defiende más a uno y quien defiende más a los otros, pero los argumentos son tan absolutamente ridículos y peregrinos como el siguiente, tan repetido incluso por los medios de comunicación en sus informativos (porque no hay noticias suficientes para rellenar la media hora y sin embargo hay que rellenarla, así que se multiplican los "reportajes" sobre tradiciones y usos populares): "los Reyes Magos son más nuestros, más españoles y de nuestra tradición, mientras que Papa Nöel es un invento de Coca-Cola que hemos importado de Estados Unidos". Y lo mismo sucede con el árbol de Navidad, que se interpreta como una tradición ajena por completo al alma hispana.
Pues lamento destrozar las creencias de más de uno, pero si alguno de esos personajes es más europeo y más español es precisamente Papa Nöel, o el Viejo Pascuero como se le conoce en Hispanoamérica, pero hay que saber su historia real para entenderla, no la engañifa con la que, como en tantas otras ocasiones, nos ha ocultado (y nos sigue ocultando) la realidad el Judeocristianismo Vaticanista rampante que esclaviza Occidente desde que el astuto Constantino lo convirtiera en religión de Estado en el imperio romano casi en su lecho de muerte allá por el 337 después de Cristo. El mismo Constantino que, siguiendo los consejos de ciertos personajillos muy bien instalados en su corte en una posición de preeminencia,
decidió adoptar (aduciendo una especie de "revelación divina" a medio camino con lo onírico) como estandarte militar imperial un lábaro con el llamado crismón. Y éste es un signo en absoluto original, puesto que en realidad se trata de una runa Hagal convenientemente deformada y por tanto desactivada en su significado profundo. Es así como nos han llegado tantos y tantos hechos de interés a lo largo de la Historia: solapados, mutilados, alterados..., o directamente aniquilados por las intenciones ocultas camufladas entre los siglos.
Según el fantasioso cuento urdido por los expertos propagandistas de Roma/Vaticano la figura de Papa Nöel se inspira en un obispo cristiano de origen griego, muy venerado durante la Edad Media, que vivió en el siglo VI d.C. en Anatolia (hoy Turquía) y que se llamaba Nicolás. De ahí que el nombre del personaje en el norte de Europa sea San Nicolás o Nicklaus o Klaus o Santa Klaus. El tal Nicolás, como llegó a santo de lo bueno que era, alcanzó el extravagante honor de que sus restos no recibieran un descanso tranquilo sino que fueran metidos en una urna y conducidos a una basílica bautizada con su nombre y construida en su honor en Bari (Italia). Muchas maravillas se cuentan acerca de su existencia. Por ejemplo, que sus padres de familia acomodada murieron por culpa de la peste mientras ayudaban a los enfermos de su ciudad y que él, conmovido por tanta desgracia, repartió sus bienes entre los afectados y luego se ordenó sacerdote. O que tenía una relación muy especial con los niños, hasta el punto de que fue capaz de prácticamente resucitar a unos pequeños acuchillados por un delincuente sólo arrodillándose para rezar por ellos. Su afán por ayudar a los más pobres le hacía repartir regalos por todas partes, aunque la historieta que lo encumbra definitivamente como distribuidor de juguetes es aquélla en la que echa una mano a un padre de tres hijas que no podía casarlas porque no tenía dinero para sus dotes: al enterarse de ello, aprovechó la noche para meterse en casa de esta familia y colocó una bolsa de monedas de oro en los calcetines de cada una de las jóvenes que justo en ese momento colgaban sobre la chimenea para secarse.
Con semejantes explicaciones, se "cristianizó" (es decir, se ocultó) el verdadero origen de Papa Nöel (Papá Navidad, en francés), que quedó asociado a un simpático y barbudo viejecito clerical que traía regalos a los más pequeños y así fue trasladada su imagen hacia Estados Unidos por los inmigrantes nórdicos que aún así guardaban en lo más profundo de su inconsciente el recuerdo de quién era en realidad el personaje, al reproducirlo vestido de verde. De verde como los bosques en los que se manifestaba el original... Más tarde, durante el siglo XX, Coca Cola se apropió de su imagen, la banalizó aún más y le devolvió (sí, le devolvió, no se inventó el tono) el color rojo original del personaje porque coincidía con la marca de fábrica de la zarzaparrilla con cocaína y otros condimentos. Y así ha llegado completamente deformado hasta nosotros. Pero, ¿quién es entonces Papa Nöel?
Pues lo cierto es que no es otro que Wotan, Woden, Odín, el Gran Dios Gris, el Señor Tuerto, el Padre de los Dioses, el Caudillo de los Berserkrs, el Gran Sabio, el Guía de las Walkyrias, el Rey de Walhalla, el Que dice Siempre la Verdad, el Dios de la Magia..., la divinidad que como Prometeo se apiadó de los humanos y a ellos les cedió el inmenso regalo de sabiduría escondido en las Runas (que tanto sacrificio le costó adquirir al colgar boca abajo desde Yggdrassil, el Fresno Cósmico que sostiene y desde el cual se accede a los Nueve Mundos, durante nueve noches sobre el espanto del Abismo Primordial). Wotan se manifiesta en el cielo cabalgando sobre Sleipnirr, su mágico caballo de color rojo y ocho patas (que hoy se ha transformado en el tontorrón reno Rudolf), y al frente de su Horda Salvaje que incluye a menudo a su hijo Thor montado en su carro volador tirado por los machos cabríos Tanngrisnir y Tanngnjöstr (hoy convertido en el resto de los renos y en el trineo de "Santa"). Los miembros de su Horda (walkyrias, guerreros muertos en batalla, otros dioses...) han sido reducidos en la actualidad al papel de ridículos duendecillos dedicados a empaquetar regalitos... Wotan, como deidad solar que es, se manifiesta entre otros momentos concretos precisamente en el solsticio invernal en el que el espíritu del astro rey se renueva materialmente. Y en contra de la opinión generalizada (y falta de datos) no es un dios exclusivamente del norte. Tenemos constancia de antiguos documentos peninsulares en los que aparece incluso con el españolizado nombre de Güoden. Y un recuerdo particular, también muy matizado (y "cristianizado") de la Horda Salvaje es la tradición gallega de la Santa Compaña...
En cuanto al árbol de Navidad, la leyenda judeocristiana nos ofrece dos opciones. Para los católicos, tenemos el cuento de San Bonifacio, que taló el árbol que los antiguos germanos empleaban para simbolizar a Yggdrassil y en su lugar plantó un pino (textual) que adornó con manzanas (como símbolo del pecado original y de las tentaciones) y velas (como representación de la luz de Jesús y su Iglesia alumbrando el mundo). Para los protestantes, tenemos la historieta de Lutero que, meditando en estas fechas al aire libre, contempló las estrellas brillando a través de un abeto y se inspiró en esta imagen para "inventarse" la tradición. En realidad, ni Bonifacio ni Lutero: el bosque en general y el árbol en particular formaban parte del culto de nuestros antepasados desde tiempos inmemoriales (desde luego, desde mucho antes de la invención del Judeocristianismo) y de hecho sus ceremonias religiosas no se efectuaban en templos construidos por su mano sino en lo profundo de los bosques, en presencia de los dioses. Y en todo caso, aquí tenemos el recuerdo del mismo Yggdrassil, que por lo demás es un eco relativamente moderno de rituales mucho más antiguos. Lo cierto es que la gente empezó a utilizar árboles en sus casas a medida que dio la espalda a la Naturaleza encerrándose en ciudades cada vez más artificiales y como una forma de recordar, aun inconscientemente, cuando la comunidad se unía en las antiguas ceremonias.
Frente a esto, tenemos la tradición de los reyes magos y del belén o pesebre que se remonta según la tradición al siglo XIII, cuando San Francisco de Asís monta la primera representación de lo que se supone fue el nacimiento de Jesús (una historia, como sabemos, extraída casi punto por punto del nacimiento de Mitra). En España, los belenes con sus reyes incluidos no empezaron a popularizarse hasta el siglo XVIII, cuando el rey Carlos de Nápoles pasó a serlo también de la península e importó la moda de Italia, donde ya se había convertido en algo común. Ergo, resulta que la tradición de Wotan/Papa Nöel y el árbol navideño son netamente más españolas que los belenes con reyes magos incluidos...
Dicho lo cual, me marcho al Walhalla, que ya tengo a Thor esperándome en la puerta. Me subiré con él a través de Bifrost y disfrutaré de los próximos días en mi Walhalla natal. Volveré al blog el año que viene. ¡Feliz Sol Nuevo a todos!