Hace poco más de un año, a primeros de mayo de 2010, comentamos en esta bitácora el caso del caradura Bienvenu Mobutu Mondondo... Me autocito textualmente: “dispuesto a adquirir fama y dinero a costa del carcomido edificio cultural y político europeo” a través de una denuncia contra la editorial Casterman, responsable de los derechos de Tintín, el más famoso de los personajes de Hergé. El tipo quería retirar de circulación sus tebeos, y especialmente Tintín en el Congo con la excusa de que eran “racistas y ofensivos”. ¡Por mil millones de bachibozuks, no sería la primera vez que algún “amante de la libertad” como éste consigue atentar con éxito contra Tintín! Recuerdo la censura imperante y mal disimulada durante decenios en los democráticos gobiernos de la Europa Occidental a su primera aventura: Tintín en el país de los Soviets, el único tebeo del personaje que sólo pude leer siendo mayor de edad.
Las razones por las que el tal Mondondo pudo no sólo presentar su denuncia sino encima obtener amplio eco a la misma ya las comentamos en su momento, pero siguen siendo igual de válidas para un caso muy similar a éste, patrocinado ahora por un francés descerebrado que, desde luego, no hace honor a su apellido: Antoine Buéno, que se autodefine como “escritor prospectivista” aunque me da la impresión de que es uno de esos autores “artísticos” y políticamente correctos, de los que necesitan montar bronca y decir barbaridades diversas para que el personal se fije en ellos. Pues nos vamos a fijar, hombre, dado que Buéno se ha tomado la molestia de atacar gratuitamente otro de los iconos de la historieta europea: nada menos que los Pitufos de Peyo.
En el caso de Georges Remi, alias Herge (aquí a la derecha), aún se puede aducir para criticarle sus simpatías políticas con los “malos” de su época, aunque está por ver que eso influyera realmente en el grueso de su obra. Y, por cierto, hoy nadie quiere recordarlo pero las susodichas simpatías estaban harto generalizadas entre sus contemporáneos tanto en Bélgica como en Francia aunque, cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, fueron rápidamente abandonadas y sustituidas por otras más democráticas, exactamente igual que sucedería años más tarde en España donde tantos ciudadanos fueron franquistas hasta que murió Franco y luego se autodefinían sin pudor como “demócratas de toda la vida”... Pero en el caso de Pierre Culliford, el nombre completo de Peyo, ¿qué podría decirse?
Más bien poco. Por eso los argumentos de Buéno son ridículos. Pero vamos por partes: Peyo (aquí a la izquierda) falleció en 1992 después de una vida dedicada a la publicidad, al animación y, sobre todo, al tebeo. Y hay que recordar que los Pitufos nacieron como personajes secundarios en una de las aventuras de su personaje Johan, publicado inicialmente por los periódicos de Bruselas a partir de 1946 y basado en la fascinación que el autor sentía por la Edad Media (como tantos otros creadores que jamás nos hemos creído esa trola de que la Edad Media fue una “edad oscura” y estéril). Johan era un galante y valeroso paje que, acompañado por el holgazán de Pirluit, corrió diversas aventuras por los mundos medievales hasta que, en el noveno álbum de la serie, “La flauta de seis agujeros”, publicada en 1958, a Peyo se le ocurrió introducir su más famosa creación: un pueblo de duendecillos azules con pantaloncito y gorro blancos que vivía en lo más profundo del bosque en el País Maldito y cuyo lenguaje estaba absolutamente “pitufado”, ya que sustituían sistemática y aleatoriamente todo tipo de sustantivos, adjetivos y verbos por derivados de su pitufo…, digo, de su nombre.
El éxito de este tebeo fue tan arrollador (gracias a los nuevos personajes, los schtroumpfs, en el original francés) que su título cambió de inmediato y fue reeditado a partir de entonces como La flauta de los seis pitufos (En España se publicó como La flauta de los Pitufos a secas). En el siguiente episodio, La guerra de las siete fuentes, los pitufos aparecían también pero Peyo los utilizó más como guiño a los aficionados que con intención de darles continuidad. De hecho, trató de quitárselos de en medio, pero ya no hubo manera. La gente quería más pitufos…, y volvieron en El País Maldito, donde son los grandes protagonistas. A partir de ahí, Johan y Pirluit estaban definitivamente sentenciados, en beneficio de los pitufos. En 1975 llega la primera película de dibujos animados y detrás, los discos; los muñequitos de plástico, peluche, resina y metal; los cuentos; la serie de televisión y demás elementos que catapultaron a estos personajes a la fama en muy poco tiempo. Los pitufos se convirtieron en uno de los tebeos favoritos de niños de toda Europa (en Madrid, aún se llama popularmente pitufos a los policías municipales por su vestimenta azul). Sin embargo, en 1992, Peyo falleció de un ataque cardíaco cuando, con la ayuda de Alain Maury, preparaba el siguiente álbum. Finalmente, Maury tuvo que terminarlo en solitario y se publicó como La Horde du Corbeau. Ni éste ni los tres siguientes trabajos (con guión del hijo de Peyo, Thierry Culliford, junto con Yvan Delporte), que yo sepa, han llegado a publicarse en español hasta el momento.
Los pitufos, como tantos otros personajes de tebeo, han hecho las delicias de pequeños y grandes durante muchos años, pero ahora sufren el ataque de Buéno demostrando una vez más aquel viejo adagio según el cual el pecado suele estar a menudo en el ojo de quien lo denuncia, más que en quien lo comete. ¿Qué dice Buéno? Sus delirantes acusaciones se resumen en el libro que acaba de editar, titulado “El pequeño libro azul: análisis crítico y político de la sociedad de los pitufos”, en el que se arroga, como tantos otros críticos antes que él, el derecho a interpretar lo que un creador quiso hacer o decir, y lo que no, con los personajes nacidos de su particular universo imaginativo.
Las aportaciones de Buéno:
El Papá Pitufo no es el sabio anciano, al estilo del druida Panorámix, encargado de distribuir mesura y buen juicio entre el resto de los pitufos sino…, "un jefe único y autoritario de la comunidad (...), un dictador a lo Castro".
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El brujo Gargamel no es un “malo” cualquiera, un hechicero gran enemigo de los pitufos sino…, “una caricatura antisemita” por su nariz (presuntamente) aguileña y porque su gato se llama Azrael.
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La Pitufina no es un elemento distorsionador de un pueblo en el que hasta su llegada no aparecen elementos femeninos sino…, “una idealización del perfil ario por el color de sus ojos y el de su melena” (sus ojos, por cierto, ¡son oscuros!).
(!!!)
Los pitufos negros no son simplemente un símbolo del Mal (el color negro lo ha sido siempre, representando a la oscuridad, hasta que los procesos creadores pasaron a ser controlados durante la segunda mitad del siglo XX por una pandilla de memos como Buéno)…, sino "una muestra del racismo y la defensa de la pureza de sangre que defiende la sociedad de los pitufos".
(!!!!)
La economía simplona del pueblo, basada en la subsistencia día a día es…, “una autarquía con un sistema de producción cercano al colectivismo”.
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El nombre en inglés de pitufo es smurf, pero no es una denominación simpática como otra cualquiera sino…, "el acrónimo de Small Men Under Red Forces (hombrecitos bajo –el mando de- las Fuerzas Rojas)" (¿Y entonces, PITUFO en español significa Pobres Idiotas Tontos Unidos en el Funambulismo Oriental? Y el original francés, schtroumpfs, mucho más breve que smurf, no me lo quiero ni imaginar...)
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Para rematar, no estamos ante un pueblo de fantasía concebido para divertir a sus lectores sino, nada más y nada menos que ante…., “una utopía totalitaria con tintes estalinistas y nazis”.
(!!!!!!! y se me acaban los !)
Puestos a delirar, no me explico cómo al tal Buéno (que aparece aquí a la izquierda con una cara de inteligencia que puede explicar en parte el porqué de sus desvaríos) no se le ha ocurrido que en realidad la aldea de los pitufos es la mayor comunidad homosexual del universo del comic, ya que antes de la llegada de la Pitufina todos eran machos y después de la llegada de la Pitufina, a excepción del pitufo romántico y alguno más, no parece que la hagan mucho caso. O bien podría decir también que en realidad los Pitufos es el único pueblo de personajes masones del tebeo europeo, ya que usan el gorro frigio y sus colores son el azul, el blanco y el rojo,los correspondientes a los llamados Grados Azules, los más comunes en la Masonería.
¿¡Qué habremos hecho los aficionados al comic para tener que soportar a cretinos de este calibre!?
Todo autor tiene sus secretos,sobre todo si son personajes de ficción como es el caso de los cómics,pensar q el autor de los pitufos solo quiere entretener,sin reflejar en sus personajes parte de sus pensamientos,de los cuales fueron creados,es decir q el autor, pinta por pintar y escribe por escribir,como el que pinta un cuadro o hace una película,por eso intertar descifrar las obras no es de cretino,ya que cretino significa ser un estupido y un estupido es el q no se cuestina nada,aunque alomejor a ti,te gustan los cuentos.
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