Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Mi Vela Roja

Estos días he estado muy ocupado salvando al mundo; por eso no he podido escribir nada en el blog hasta hoy. Salvar el mundo forma parte de los exámenes parciales de diciembre en la carrera de Dios. En realidad, está en peligro serio varias veces al día durante todo el año. Lo que pasa es que normalmente son los dioses encargados de la protección de la Humanidad los que se ocupan de esta tarea. Durante los exámenes, ellos se retiran a un discreto segundo plano para ver si los alumnos somos capaces de hacer su labor. Y hay un montón de peligros diferentes: meteoritos que están a punto de impactar contra el planeta y hay que desviar en el último momento, genios locos construyendo máquinas como el Colisionador de Hadrones y queriendo ponerlas en marcha sin importarles sus efectos, viajeros temporales de tendencia anarquista que llegan a nuestra época dispuestos a alterar el mayor número posible de cosas para desencuadernar lo más posible nuestro futuro que es su presente, seres reptilianos metamorfos que se esconden en las profundidades de nuestro mundo y de vez en cuando organizan una buena, brujos negros que montan guerras y atentados sólo para poder disimular sus propios sacrificios humanos..., uf, la lista es interminable, aunque los mortales jamás suelen enterarse.

De hecho, ésa es una de las características principales de estos dioses especializados: salvar al mundo sin que los mortales se percaten, de forma que continúen haciendo su vida día a día ejercitando su libre albedrío sin interferencias. Es muy sencillo seguir el Camino Correcto cuando uno disfruta de una demostración gráfica de poder, mas lo que le da valor al asunto es ser capaz de escoger y seguir ese Camino sin saber si uno está haciendo lo que debe hacer. La duda genera preguntas y las preguntas, si se plantean bien y se reflexionan mejor, generan las respuestas que necesitamos. Por desgracia, los mortales suelen despreciar la duda y miran hacia otra parte, con lo que sepultan las preguntas y, con ellas, las respuestas que buscan. Pero eso forma parte también de su decisión libre a la hora de afrontar la vida.

En mi examen, me tocó desbaratar los planes de cierta sociedad secreta que había conseguido una tecnología sensacional para clonar cuerpos físicos de cualquier tamaño o condición. Una especie de fotocopiadora de seres humanos. Actuaban de la siguiente forma: primero secuestraban al tipo al que querían clonar y lo llevaban a su laboratorio. Siempre se trataba de gente muy principal, con poder. Por ejemplo, Barack Obama (eh, el presidente de EE.UU. es más fácil de secuestrar de lo que podría creer un profano: ése es el mensaje oculto en tantas películas de Hollywood...). Una vez allí, asesinaban a otro tipo de aspecto similar e introducían su cadáver en la Máquina Clonadora. Conectaban al secuestrado (Obama, en este caso) en una camilla con un complicado instrumental adjunto y, en cuestión de media hora, la Máquina remodelaba la forma del cadáver hasta conseguir un cuerpo exactamente igual al del secuestrado, hasta en el mínimo detalle, ya fuera una verruga o un padrastro. De manera que ya tenían dos Obamas. Entonces el Obama clonado era reanimado y conducido a un Centro de Adiestramiento donde un equipo de psicólogos y otros expertos terminaban el trabajo remodelando su mente (con la transferencia de recuerdos que habían obtenido, por cierto, del cerebro del Obama original) y poniéndola al servicio de sus siniestros propósitos (básicamente, gobernar el mundo; las sociedades secretas oscuras son monocordes, en este aspecto). Luego, lo instalaban en el lugar de trabajo habitual del secuestrado y nadie se daba cuenta del cambio.

En cuanto al Obama original, era conducido a la Isla de los Desconocidos. El nombre responde a una cruel burla de este extraño grupo pues en esta isla, ubicada en un lugar muy lejano, cerca de Papúa-Nueva Guinea, agrupaban a todos los famosos y poderosos que habían secuestrado y que, desprovistos de sus cargos y prebendas en favor de sus clones ahora al servicio de la sociedad secreta, trabajaban como mulos en todo tipo de humillantes tareas.

Ni qué decir tiene que cuando me encomendaron la misión, me entusiasmé con ella y llegué a la conclusión de que, esta vez sí, conseguiría el ascenso a Tercero de carrera. Estudié las diversas fórmulas para estropear los siniestros planes de la malvada sociedad secreta y, al final, llegué a la conclusión de que lo mejor que podía hacer era conseguir que me secuestraran a mí. Así me introduciría en su laboratorio y una vez allí desbarataría todos sus planes. En teoría el plan estaba bien diseñado (con el ligero defecto de que no soy un tipo famoso y por tanto secuestrable). En la práctica... Evito relatar todas mis peripecias. Lo cierto es que logré cargarme el plan de la sociedad secreta pero me pasé a la hora de utilizar mis poderes divinos y la misión concluyó con cuatro edificios derruidos y ardiendo, treinta y cinco sicarios muertos y doce más heridos de diversa consideración (mis capas de autoprotección funcionaron muy bien, aunque creo que me pasé a la hora de usar los rayos de destrucción), media ciudad colapsada y los reporteros de una docena de televisiones enfocándome y transmitiendo mi imagen en acción incluso a Internet.

Así que la consigna de discreción brilló por su ausencia...

Y, en cierto modo, la de eficacia también: destruí su cuartel general y su Máquina Clonadora, pero no pude detener a los principales responsables de la sociedad secreta. Los Seis Elegidos, que era como se autodenominaban los jefes (eran seis, claro), lograron huir. Un poco de mala suerte la tiene cualquiera.

El caso es que tuvieron que intervenir los dioses tutelares del día, que resolvieron el problema como suele hacerse en estos casos: extendieron un hechizo general sobre todo el mundo para que los mortales olvidaran lo que había ocurrido. En su mente sólo ha quedado el recuerdo de que se ha producido un terremoto en esta ciudad, que ha destruido varios edificios y ha causado treinta y cinco víctimas mortales y doce heridos. Pero ni rastro de mi imagen ni de mi actuación, ni de la Máquina Clonadora, ni nada. Hasta los Seis Elegidos, estén donde estén, han olvidado quiénes son en realidad y que se conocen unos a otros.

Como es lógico, me he despedido, un año más, de poder aprobar para subir a Tercero. Así que el año 2010 volveré a cursarlo en Segundo. Y van... Bueno, ya sabía cuando empecé esta carrera de Dios que no iba a ser sencillo terminarla, así que es el momento de apretar los dientes y tirar para adelante. Me queda el consuelo (mal de muchos, consuelo de tontos) de que nadie en mi clase ha conseguido este año aprobar el examen tampoco.

Ahora disfrutamos ya de unos días de asueto en la Facultad de Dios. He aprovechado para hacer dos cosas que siempre hago por estas fechas. La primera cosa: encender mi Vela Roja, para ayudar al Espíritu Divino del Sol a renacer durante el Solsticio de Invierno. En esta época, es como un Bebé cósmico que nace una vez más: como tantas otras, a lo largo de los eones. Y no está indefenso, como algunos creen, pues su poder es el más grande y no hay fuerza que pueda enfrentarse a él en los límites del Sistema. Sin embargo, durante este renacimiento el Fénix Solar sí puede ver ensuciada su Luz por los impíos servidores de la Bestia y por eso todos en la Facultad de Dios (profesores, alumnos, ujieres...) encendemos nuestra Vela Roja. Cada una de ellas por separado no es gran cosa, pero todas juntas arman una Llama Sagrada que alimenta al Bebé y le permite crecer más rápidamente para heredar el trono que se lega a sí mismo cada año.

La segunda cosa: me he ido con mi pandilla a casa de Jesús, que cumple años justo hoy y suele organizarnos una queimada para celebrarlo. Es uno de mis mejores amigos, desde hace no sé cuántas reencarnaciones, aunque está licenciado de la carrera de Dios hace ya bastante tiempo: siempre fue el más aplicado de entre nosotros. Él luchó con la Bestia hace tiempo pero, por desgracia, no pasó de las tablas cuando todos confiábamos en que le hubiera dado una buena patada en el culo y expulsarla así del Sistema para siempre. Aún así, se dejó literalmente la piel en el intento. En cierta ocasión, cuando todos dormían ya, me confesó su error:

- ¿Sabes? Fue como en un examen. Me falló la discreción.

Se atormenta desde entonces, aunque nunca ha habido nadie más valiente que él.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Esperanza

Cualquiera que tenga los ojos abiertos y sea un poco consciente de lo que tiene alrededor puede percatarse de la oscura época en la que hemos elegido reencarnarnos. Mucha ciencia, mucha tecnología, muchas comodidades..., y poca calidad humana, sombríos sentimientos, instintos decadentes...

El panorama puede parecer desalentador pero, si nos detenemos a pensar un poco, en realidad es todo lo contrario: si el mundo fuera perfecto, nuestra vida sería inútil por completo. Tenemos ante nosotros un inmenso abanico de posibilidades para aprender, comprender y actuar sobre cuanto nos rodea. Sólo hace falta que asumamos de una vez por todas que ninguna divinidad va a perder el tiempo manifestándose entre nosotros para arreglar lo que sólo nosotros hemos desarreglado y en consecuencia nos corresponde reparar.

Así pues, ¿qué tal si empezamos a movernos, cada uno en nuestro pequeño espacio, en esa cuadrícula que ocupamos en medio de la inmensidad? ¿Qué tal si ordenamos, limpiamos y embellecemos ese lugar que nos corresponde, por minúsculo o poco importante que nos parezca? ¿Qué tal si trabajamos sin fijarnos en si los demás también trabajan o no, o si lo hacen con mayor lentitud o con peores resultados? El verdadero atleta sabe que nunca compite contra otro rival que él mismo. Y todas las carreras son importantes para nosotros porque son las nuestras y las de nadie más.

Por pequeño que nos parezca nuestro espacio, si lo acondicionamos y prendemos una vela para alumbrarlo, se convertirá en una luz que se verá en muchos kilómetros a la redonda en medio de las tinieblas que hoy parecen reinar en nuestro mundo sin que nadie sea capaz de oponerse a ellas. Y ya habremos ayudado a mejorar todo, sin necesidad de fatuos y narcisistas actos heroicos.

En medio del marasmo, la indiferencia y el estancamiento ha llegado a mí este video. Es una boda en Minnessota, en Estados Unidos. Se casan Kevin y Jill, que se conocieron en la boda de unos amigos comunes. No tienen miedo al reto que afrontan de la vida en común, sobre todo amparados por una institución como el matrimonio (da igual de qué religión se trate) que, como tantas otras que dieron estabilidad y tranquilidad a las civilizaciones de antaño, hoy son calumniadas, carcomidas y finalmente destruidas por los apóstoles del caos y la entropía. Y como son jóvenes, y están alegres y esperanzados ante su unión y lo que tienen por delante, quieren demostrarlo. Y lo hacen, con la ayuda de sus amigos y testigos de boda.

Ojalá fuéramos capaces de brillar en nuestra vida diaria como brillan ellos, todos juntos, en esta maravillosa secuencia que destila buen humor y goce de vivir:


jueves, 17 de diciembre de 2009

El miedo al año 2012

Nunca entenderé la obsesión que padecen los mortales por la llegada del fin del mundo. O, mejor escrito, del Fin del Mundo, con mayúsculas, para impresionar más. Existe un placer morboso y sadomasoquista a la hora de regodearse en la posibilidad de participar en el Apocalipsis, como si eso pudiera dar sentido a una vida por lo demás anodina y mediocre. Sólo en esta reencarnación ya he conocido 4 fines del mundo "seguros".

El primero estaba fechado en 1983, cuando se suponía que un planeta gigantesco llamado Hercólubus se precipitaría contra nuestro sistema solar y especialmente contra la Tierra y nos convertiría en víctimas de una carambola brutal que podría enviar nuestra bola azul directamente al agujero (negro, por supuesto). Como ése no llegó (aunque tuvo un aspecto bueno para la industria editorial: la gente que escribió todos aquellos libros sobre lo que se suponía iba a suceder ganó un montón de dinero con sus alarmismos), de inmediato los expertos se dedicaron a estudiar una posible nueva fecha.

Y al fin la encontraron: ahora sí, el mundo se acabaría en 1999, con un colapso informático a nivel mundial resultante de un cálculo insuficiente cuando se crearon los primeros ordenadores. Además, era el fin del segundo milenio y no sólo teníamos el demoníaco número de la Bestia 666 boca abajo en ese año con toda la leyenda apocalíptica asociada, sino que además había que recordar el pánico de las gentes medievales con la llegada del año 1000... O eso decían los listillos, porque en realidad casi la totalidad de la gente que vivió en aquellos lejanos días jamás supieron el año en el que se encontraban. En primer lugar, porque no les importaba lo más mínimo (no estaban preocupados por el calendario, por el segundo a segundo que nos horroriza a nosotros). En segundo lugar, porque no contaban el tiempo como nosotros lo hacemos (no decían "estamos en el año 997 después de Cristo" sino por ejemplo "estamos en el cuarto año del reinado de Gudrun el Magnífico"). En tercer lugar, porque vivían el Apocalipsis a diario pues sus circunstancias vitales eran tremebundas con hambre, guerras, violaciones, pestes..., todo permanente.

De todas formas, tampoco llegó esta vez el final. Alguien se dio cuenta entonces del "error": ¡no era 1999, sino 2000! Sería definitivamente en el 2000, la tercera fecha elegida, cuando todo se iría definitivamente al traste, porque se necesitaba un número redondo que justificara la conjunción cósmica. Pero resulta que el calendario que usamos hoy día no es correcto. Es decir, en este momento no han pasado 2009 años desde el nacimiento de Jesús en Belén, sino algunos más, porque el cálculo que empleamos es erróneo gracias al monje escita Dionisio el Exiguo quien en el siglo VI d.C. se equivocó entre cuatro y siete años (generalmente, se redondea a cinco) al fijar el comienzo de la era cristiana. Es decir, que hoy en realidad sería 17 de diciembre de 2014.

Para complicar aún más las cosas, un científico ruso llamado Anatoly Fomenko, al que le llamaron la atención las numerosas disfunciones de las épocas conocidas, se dedicó a estudiar todo lo que sabemos de Historia y llegó a una conclusión sorprendente en su documentadísimo libro History: fiction or science? y es que alguien se ha inventado literalmente cientos de años en la cronología histórica que manejamos, en especial durante la Edad Media en lo que los ingleses llaman "Edad Oscura". Por ejemplo, Fomenko demostró que el tiempo transcurrido entre el 614 y el 911 jamás existió en realidad. Para mejor entender esto hay que pensar que los libros históricos que hoy existen han sido redactados por historiadores que se basan en las fechas que recibieron de otros historiadores anteriores en el tiempo que a su vez se basan en los que les precedieron, etc., y es imposible saber cuántos Dionisios Exiguos alteraron las fechas de los acontecimientos por interés, ignorancia o simple descuido.

Con todo esto, ahora estamos a la espera del cuarto fin del mundo que, esta vez (como las otras) nos dicen sí que es seguro. Y nos lo colocan en 2012, basándose en una presunta interpretación del calendario maya. Pero vamos a ver: si los científicos contemporáneos son incapaces de traducir aún hoy los complicados y enigmáticos códices y geoglifos de esta asombrosa civilización precolombina, ¿cómo me van a convencer de que han podido traducir la fecha profetizada del final de los tiempos? Da igual: lo mismo que en 1983, hay un montón de personas haciendo negocio con el 2012, a base de libros y sobre todo (triste época la nuestra) de películas impactantes y sombrías.

Y sin embargo el pasado 27 de diciembre de 2004 sí pudo haber sido el verdadero Fin del Mundo, aunque nos hemos tenido que enterar casi cuatro años después. En aquella fecha, la Tierra recibió un "regalito" desde la lejanísima constelación de Sagitario (a más de 50.000 años de luz de distancia de nosotros): un bizarro tipo de estrella de neutrones o púlsar conocido como magnetar y cuyo nombre científico es SGR 1806-20 nos lanzó un estallido de energía equivalente a medio millón de años de luz solar que alcanzó nuestro planeta a la velocidad de la luz durante dos décimas de segundo. Afortunadamente sólo fueron esas dos décimas y la constelación estaba muy lejos porque el resultado fue la ionización de las capas superiores de nuestro mundo por el súbito impacto de cantidades masivas de rayos gamma que entre otras cosas provocaron que buena parte de nuestros satélites dejaran de funcionar. Si la emisión hubiera durado más tiempo o el púlsar hubiese estado más cerca de nosotros, el planeta entero habría quedado esterilizado en menos de un segundo. O algo peor.

Y el 19 de marzo de 2008 pudo ser otro Fin del Mundo, pues fue entonces cuando la Tierra detectó la mayor oleada de energía jamás apreciada por nuestros instrumentos modernos al encontrarse con la brutal explosión cósmica bautizada como GRB 080319 B. Fue tan grande que pudo distinguirse a simple vista desde la Tierra durante cerca de 15 segundos (aunque casi nadie la vio: había que saber dónde mirar y en qué momento) y los delicados instrumentos del satélite de la NASA Swift que la detectaron quedaron temporalmente inútiles por su brillo.

La pasada noche, más allá de las dos de la madrugada, un terremoto de 6,3 grados en la escala de Richter en la costa sur de Portugal sacudía Andalucía y Extremadura y llegaba incluso a Madrid. Pocas personas lo apreciaron pues en ese momento dormían. Pero si el seísmo hubiera sido más fuerte y se hubieran hundido sus casas probablemente habrían muerto sin enterarse. Eso sí que habría sido un Fin del Mundo rápido y eficiente. Si el Apocalipsis nos puede llegar individualmente a cualquier hora en cualquier lugar, ¿no es un poco tonto tenerle tanto miedo?

Carpe diem, decían los antiguos y cínicos romanos.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

No nos enteramos de nada

La imagen publicitaria que aparece a la izquierda muestra a una bella señorita (según los cánones de la época) del siglo pasado degustando una copa para celebrar lo bien que trabaja (ya lo dice el anuncio: the best) el equipo de D.J.Flooring: igual atiende a particulares que a comercios, un trabajo completamente asegurado, reparaciones de todo tipo, se les puede contactar a cualquier hora... No pasaría de ser un anuncio más si no fuera porque se trata de uno de los más famosos (y antiguos, en prensa) ejemplos de mensaje subliminal con el que constantemente son bombardeados los seres humanos desde los medios de comunicación, casi siempre sin que los propios trabajadores de esos medios se percaten de ello. En realidad, no es un asunto de ahora mismo. Mi viejo amigo y maestro Arístocles Platón, y luego su aplicado discípulo Aristóteles, y Leibnitz más tarde, y muchos otros después, ya nos advirtieron de que el mundo está lleno de infinitos mensajes e informaciones que llegan a nosotros sin que nos percatemos de ello y que en consecuencia somos incapaces de percibir o recordar. Precisamente por eso se meten hasta el fondo del cerebro, se instalan allí y empiezan a operar como aliens que nos inducen a tener "opiniones", "pensamientos" o "intuiciones" acerca de lo que debemos hacer en la vida.

Este asunto de los mensajes subliminales es un tabú contemporáneo, precisamente por su utilidad para manipular a la gente sin que se dé cuenta. En la mayoría de países occidentales está prohibido utilizarlos en la publicidad o al menos no está bien visto hacerlo porque resulta muy poco ético. Sin embargo se emplean profusamente. Si quieres investigar más a fondo resulta difícil encontrar quien te quiera ilustrar, sobre todo en el propio sector publicitario, donde los creativos hablan de "coincidencias" cuando descubres uno de sus mensajes ocultos. En cuanto a estudios científicos al respecto, en español, por ejemplo, existen muy pocos trabajos serios publicados y son difíciles de encontrar. Sólo recuerdo ahora los de la doctora en psicología Lucía Sutil como Mensajes subliminales o Estimulación subliminal o el texto del televisivo Eduardo García Matilla Escrito en nuestro cerebro. En internet se pueden encontrar algunas cosas más, pero en general suelen ser refritos de refritos y con escaso fundamento científico: más bien en plan "mira qué divertido".

Un ejemplo de su uso en la publicidad contemporánea, aunque en este caso resulta hasta gracioso es el de una agencia francesa que recibió el encargo de crear un anuncio eficaz pero al mismo tiempo elegante (y que no
produjera sonrojo) de un producto tan complicado de promocionar como un gel lubricante para las "partes íntimas" de la mujer (a fin de mejorar las relaciones sexuales). El resultado fue el siguiente:


La mayoría de los mortales que desconocen el poder de los mensajes subliminales y que no tiene tampoco mucho tiempo para examinar cada uno de los anuncios que desfilan ante él cada día pasó por encima d
e este anuncio sin fijarse gran cosa aparte de si poseía una estética más o menos limpia... Pero si observamos con atención la imagen descubriremos todo el poder del gel, que es realmente apabullante: hasta el punto de que la modelo es capaz de sentarse sobre el noray del muelle. Pero sentarse hasta el fondo tal y como sugiere su postura con los brazos apoyados en el suelo y las piernas abiertas mientras contempla el horizonte pensando seguramente en su marinerote, que no termina de regresar a casa...

¿Cuántos anuncios en prensa o en televisión (lo subliminal funciona especiamente bien con la imagen) hemos visto en los últimos tiempos que no hemos entendido, aunque el producto nos resultaba atractivo por algún motivo? Muchas mujeres que vieron el anuncio anterior y que no lo entendieron, se encontraron luego con el mismo gel en la droguería o el supermercado y, sin saber muy bien por qué, decidieron adquirirlo.

Una de mis películas favoritas, que ha salido recientemente editada en DVD con (por fin) una cierta calidad (no excesiva, tampoco) es Agency y trata precisamente acerca del poder de la información subliminal. Rodada en 1979, los protagonistas son Robert Mitchum en el papel de un poderoso y maléfico emp
resario y Lee Majors (el que fuera marido de Farrah Fawcett, la más popular de Los Ángeles de Charlie y que murió este mismo año, en junio) en el de un jefe de creativos publicitarios de la Agencia que da nombre a la historia. Sucede que el inquietante Ted Quinn (Mitchum) asume la dirección de la Agencia apoyado en el dinero de unos inversores desconocidos. Los métodos del nuevo mandamás no le gustan a los publicitarios de la empresa y en consecuencia van siendo despedidos uno por uno y sustituidos por otros trabajadores que aporta el propio Quinn. El director creativo Philip Morgan (Majors) se queja a Quinn pero éste insiste en que confía en él y por eso le mantiene en el cargo. Poco después, el mejor amigo de Morgan, que desde el principio ha visto algo muy turbio en la forma de actuar de Quinn y así se lo ha comentado en multitud de ocasiones, aparece muerto en extrañas circunstancias (y dentro de su congelador: eso sí que es creatividad asesina). Morgan entonces empieza a investigar en serio y descubre que Quinn se dedica a manipular los anuncios con mensajes subliminales. Y que piensa ir aún más allá...

El final no lo cuento porque merece la pena descubrirlo por uno mismo y seguramente sea ése el motivo (por sus paralelismos con la realidad) por el que, curiosamente, nadie se haya planteado hacer un remake treinta años después, ahora que Hollywood está tan necesitado de guiones que no hace más que rodar una y otra vez las mismas películas (se acaba de anunciar la enésima versión de la historia de Robin Hood, ahora con Russell Crowe como protagonista).

Hay distintas técnicas para ocultar un mensaje y hacérnoslo tragar sin que nos enteremos. Sutil por ejemplo nos habla del enmascaramiento (presentar un primer estímulo que queremos que llegue y un segundo estímulo al mismo tiempo que impida la correcta percepción del primero de modo que nos da la impre
sión de que sólo hemos recibido el segundo), el emborronamiento (difuminando una imagen para que forme parte del fondo o retocando con aerógrafo), el anamorfismo (muy usado en pintura, sobre todo en el Renacimiento, a base de distorsionar el dibujo de forma que sólo se vea correctamente en un ángulo concreto) o el efecto Pötzl (todos los estímulos normales que no son objeto directo de nuestra atención actúan como subliminales: eso quiere decir... ¡casi todo lo que nos rodea!).

Lo único bueno de los mensajes subliminales es que, una vez descubiertos, pierden el poder sobre nosotros. Esto es realmente curioso porque si somos capaces de desentrañar un mensaje de este tipo cada vez que volvamos a ver la imagen en la que se oculta lo primero que veremos es ese mensaje.

En el caso de nuestra señorita celebrando por el trabajo de D.J.Flooring, veremos que se ha puesto tan contenta que, después de tomarse la copita, decide ofrecerse un autohomenaje más en profundidad. Para descubrir cuál es, basta con darle la vuelta al anuncio. Y para verlo mejor, tapemos con un papel la parte inferior del dibujo, donde se encuentra la cabeza y la mano con la copa. Sorprendente, ¿no?

Tampoco cabe extrañarse demasiado: la inmensa mayoría de los mensajes subliminales juegan siempre con el Eros y el Tánatos, pues son las dos pulsiones más importantes del ser humano.

martes, 15 de diciembre de 2009

¿El colapso de EE.UU.?

Llevaba ya unos veinte minutos concentrado para intentar levitar en mi habitación (es uno de los ejercicios imprescindibles en los exámenes de Tercero en la carrera de Dios: hay que elevarse un mínimo de treinta centímetros por encima del nivel del suelo para aprobar). Naturalmente, no había obtenido ningún éxito todavía, aunque mi nivel de meditación era especialmente elevado. En éstas, Mac Namara apareció tan silencioso como de costumbre y me dio el susto del día al acariciarme la mano con su aterciopelada cola de color chocolate.

- Menudo susto... ¿Es que no puedes maullar como todos los gatos? -le reproché.

- No soy un gato corriente -me contestó- y se supone que a estas alturas de tus estudios debías haber desarrollado ya cierto grado de imperturbabilidad. Por lo demás, ahora sí que te voy a dar el susto: ¿sabes quién es Igor Panarin?

- ¿Un personaje de Guerra y paz?

Mac Namara puso los ojos en blanco al escuchar lo primero que se me había ocurrido contestarle y, suspirando profundamente, explicó:

- Panarin es un respetado profesor y polemista ruso. Según las malas lenguas, en su día fue analista del KGB aunque hoy es el decano de la Escuela de Diplomacia en el actual Ministerio de Exteriores de Moscú. Un tipo que aparece habitualmente en los medios de comunicación de su país, bien informado por lo general.

- Muy bien. Encantado. ¿Y me quieres decir por qué este tipo es tan importante para interrumpir mis intentos de levitación?

- Déjate de levitaciones, que para eso se inventaron los ascensores. Escucha: Panarin ha elaborado y hecho público recientemente un pronóstico interesante. Según él, el año de 2010 va a ser muy entretenido en los Estados Unidos, donde el presidente Barack Obama impondrá la ley marcial, pero ello no impedirá que la nación se divida en seis (vaya, en seis precisamente) distintos países a partir de un proceso de creación de territorios autónomos que acabará degenerando en secesión, con lo que Rusia y China pasarán a convertirse en los regidores de un nuevo orden mundial.

- ¿En qué película sale eso? -le pregunté con indolencia ante lo aparentemente absurdo de la predicción.

- Panarin explicó sus predicciones en la Academia Diplomática de Moscú ante decenas de estudiantes, profesores y diplomáticos de carrera..., y también algunos medios de comunicación extranjeros como la agencia norteamericana de noticias AP, Associated Press. La negativa visión de la evolución norteamericana que ofrece está en línea con la que posee el expresidente y hoy primer ministro Vladimir Putin, que ha equiparado en varias ocasiones al sistema norteamericano contemporáneo con el de la Alemania Nazi y acusa a Washington de ser el primer culpable de la crisis financiera global. Lo cierto es que lleva unos años pronosticando la caída del gigante yankee por la decadencia moral y el estrés psicológico que padece su población y que según él se materializa en sucesos como las matanzas en las escuelas, la magnitud de presos en las cárceles y el volumen de homosexualidad en la población. Pero en su opinión el fin de los Estados Unidos está ahora más cerca que nunca, como se puede apreciar en datos como la caída de su Producto Interior Bruto, el desmoronamiento de los índices bursátiles o el fin de la dominación de los mercados globales. Dice que todo empezará en un par de meses.

- ¿Y por qué se va a dividir precisamente en seis países más pequeños y no en veintiocho?

- No sé -confesó Mac Namara- pero dice que se dividirá como le ocurrió a la Unión Soviética y cita cuáles serán los seis pedazos resultantes: la América del Atlántico (lo que se llamaba
antigüamente el Este, de forma genérica, incluyendo Nueva York, Boston, etc., que según él quedaría bajo influencia europea y hasta podría solicitar su entrada en la Unión Europea), la República del Centro-Norte de América (que estará bajo influencia canadiense o puede que incluso acabe formando parte del vecino del norte), la República de California, que se extiende a lo largo de toda la costa oeste y que a su juicio quedará bajo la influencia directa de China), la República de Texas (que volverá a ser libre..., relativamente, porque podría acabar integrándose en México), las islas Hawaii (que serán captadas bien por China, bien por Japón, con lo que dejarán de ser oficialmente americanas para reconvertirse en asiáticas) y Alaska (que retornará a la Madre Rusia, a la que perteneció en su día hasta que el avispado William H. Seward, por entonces secretario de Estado norteamericano, compró al zar ese inmenso, despoblado y en teoría inútil territorio -cuánto petroleo se ha descubierto luego debajo del hielo- por poco más de siete millones de dólares de la época).



















- ¿Y después del derrumbe de Yankeelandia? -pregunté.

- Será el momento de rusos y chinos, que saldrán reforzados de la crisis económica y que colaborarán para crear la nueva moneda de referencia en el mundo, distinta del dólar norteamericano, por supuesto. Y luego..., pues ya veremos. Será otro 1984, supongo. Diferente a éste al que nos encaminan ahora, pero otro 1984 después de todo.

A lo largo de la Historia, la máxima de Divide y Vencerás se ha empleado fructíferamente para derrotar a un enemigo en numerosas ocasiones, pero me cuesta imaginar que en este caso sea posible.

- Escucha Mac Namara, una pregunta: todo este plan necesita un líder visible, alguien que pueda arrastrar a las masas tras él para construir semejante nueva arquitectura. Supongo que ya hay nombre para él y supongo que ya lo sabes. Y que me lo vas a decir...

Me miró sin reírse y sin reírse dijo:

- Joan Laporta.

Por último añadió sombrío:

- Otro día te hablo de los campos de concentración levantados casi en secreto en EE.UU.


lunes, 14 de diciembre de 2009

Ciegos

Respecto al comentario del otro día sobre el bajo estado de vigilia del hombre corriente que le mantiene sumido en un sueño profundo en su vida diaria, aunque se desplace con los ojos abiertos, hable por el móvil y tome café, recibí un correo con la historia de cierto interesante experimento social que se llevó a cabo hace ahora casi un año y que ratifica hasta qué punto los seres humanos marchan ciegos por el mundo adelante, de tan dormidos que están.

Sucedió en Washington, en una mañana de enero en la que un individuo llegó a una estación de metro y se puso a tocar el violín. En apariencia era un tipo como tantos otros que se instalan en los pasillos del ferrocarril subterráneo con su ropa usada y su instrumento musical, dispuesto a desplegar una muestra de su arte inspirado por Euterpe a cambio de unas monedas. Permaneció en la estación durante aproximadamente 45 minutos y en ese tiempo interpetó media docena de obras de Bach (mi clásico favorito, después del divino Mozart). Más o menos unas mil personas pasaron junto a él durante aquel tiempo, con gesto apresurado y mirando su reloj por si llegaban tarde al trabajo... El músico callejero recibió el primer reconocimiento económico a su música más o menos a los cinco minutos de empezar a tocar: una mujer le dió un dólar, aunque no se paró a disfrutar las piezas porque tenía prisa. Poco después, otra persona se detuvo a escucharle y permaneció así durante un par de minutos pero enseguida se dio cuenta de la hora que era y siguió su camino.

La inmensa mayoría de la gente que pasó al lado del violinista solitario hizo lo mismo. Sólo siete personas se detuvieron a escucharle unos minutos. Una veintena más le dieron dinero, aunque sin pararse. El mejor público era el infantil. Los niños pequeños se detenían invariablemente ante él para escucharle y sus madres tenían que tirar con fuerza de ellos para que siguieran adelante.

Al finalizar su concierto, el violinista había recaudado 32 dólares. Se retiró tan silenciosamente como había llegado, sin aplausos, ni vítores, ni nada. Un músico callejero más.

Pues bien: esto es lo interesante. No era un músico callejero más, sino Joshua Bell, considerado en la actualidad como uno de los mejores violinistas del mundo. De hecho, las piezas que interpretó están consideradas entre las composiciones más complejas escritas por un autor clásico. Y el violín que utilizó para darles vida cuesta tres millones y medio de dólares. Dos días antes de este experimento, que organizó el diario norteamericano The Washington Post, Bell había llenado un teatro en Boston, con localidades que se vendieron a una media de cien dólares. El popular periódico, considerado como uno de los dos o tres más importantes de los Estados Unidos, pretendía investigar la percepción de los seres humanos: básicamente, si somos capaces de apreciar la belleza y saborearla si nos la encontramos en una situación inesperada.

Es evidente que no. Parece bastante claro que ni una sola de las personas que pasaron delante de Bell aquella mañana se dieron cuenta de quién era el músico, ni lo que es más importante fueron capaces tampoco de apreciar la calidad de lo que estaba interpretando. Sin embargo, muchos de ellos podrían haber pagado los cien dólares para asistir al concierto de Boston. Todos pasaron a su lado ciegos. O quizá sería mejor decir sordos.

Y la pregunta, la inquietante pregunta que surge de todo esto: ¿cuántas cosas buenas, bellas y útiles hay en nuestro entorno en este mismo instante que somos incapaces de apreciar y de reconocer? ¿Cuánto hay que nos estamos perdiendo, aunque seríamos capaces de hacer lo que fuera por disfrutar de ello si supiéramos que realmente estaba ahí, esperándonos?

viernes, 11 de diciembre de 2009

¿Alguien tiene una remota idea...?

... de lo que es esto?


This movie (still image shown) from Cassini, made possible only as Saturn's north pole emerged from winter darkness, shows new details of a jet stream that follows a hexagon-shaped path and has long puzzled scientists.


Hace tiempo que sigo muy intrigado la noticia acerca del descubrimiento del Gran Hexágono ubicado en el Polo Norte de Saturno: una historia excepcional que los medios de comunicación se han cuidado muy mucho de ocultar porque al ciudadano medio hay que mantenerle dormido con mediocridades como el fútbol y los barriobajeros personajes de la telebasura. Ayer hablamos de ello: no conviene que la gente corriente se despierte y se dé cuenta de que el mundo en el que vive (y eso incluye su Sistema Solar) no tiene mucho que ver con la versión oficial con que nos castigan las "autoridades competentes" día sí y día también.

Las imágenes obtenidas hace un par de decenios por las sondas Voyager ya eran verdaderamente misteriosas, teniendo en cuenta que la Naturaleza no suele construir sus obras con ángulos rectos y mucho menos con formas geométricas complejas como la de un hexágono. Sin embargo, las últimas fotografías que ha logrado la sonda Cassini y que la NASA acaba de hacer públicas son tan asombrosas como ésta.

A mí se me ocurre una explicación, pero prefiero que cada cual utilice su cerebro y llegue a sus propias conclusiones.


jueves, 10 de diciembre de 2009

Dormir, tal vez soñar

Hablando el otro día con Epicteto sobre la seguridad personal, nos preguntábamos asombrados cómo tantos mortales podían sacrificar las cosas verdaderamente importantes como su libertad a cambio de unas garantías de seguridad facilitadas por los Estados o por bandas organizadas tipo partidos políticos o mafias o en última instancia por la compra de un arma: unas garantías que a la hora de la verdad resultan inútiles por lo imposibles de cumplir ya que desde el mismo instante en el que una persona coloca su seguridad fuera de sí mismo, de su mundo interno, y la deposita en cualquier otro lugar se queda sin ella. ¿Qué Estado, qué banda organizada, qué arma..., le va a garantizar que el vecino de abajo no deje abierta la espita del gas sin querer y de repente todo el edificio haga BUM, o que su corazón cansado por el estrés, el sobrepeso y el sedentarismo decida de pronto dejar de hacer BUM-BUM?

En el momento en el que nos damos cuenta de que estamos completamente a merced de los dioses (los que rigen este planeta, yo sólo estoy en 2º de carrera, snif) y de que no somos dueños de lo que nos ocurre o deja de ocurrir deja uno de pensar en muchas tonterías y empieza a ocuparse de lo importante. Al final Epicteto y yo llegamos a la conclusión de que el problema, tal y como siempre han dicho los sabios, es que los mortales están dormidos. Parecen despiertos porque llevan los ojos abiertos, pero en el fondo son como esos sonámbulos de chiste, que caminan con el pijama puesto y las manos extendidas por encima de los tejados a las tantas de la madrugada. ¡Y no se despeñan!

Mi tutor de la Universidad de Dios me enseñó hace mucho tiempo que el sueño es como la temperatura o la altura. No hay un valor absoluto de estar despierto o estar dormido, como no lo hay de hacer calor o hacer frío o de ser alto o ser bajo. Todo es relativo y los grados son cuasi infinitos. Uno está echado en la cama y con los ojos cerrados pero ¿en qué estado realmente? Quizá sumido en un sopor tan profundo que ni siquiera pueda soñar o tan ligero que el más mínimo ruido le despierte como a un gato, no son el mismo nivel de dormir..., o puede estar realmente soñando mezclando en su experiencia onírica los ruidos reales que lleguen a su habitación o puede estar muy relajado e incapaz de mover el cuerpo de inmediato pero sin haber perdido la conciencia del todo, o puede haberse quedado en duermevela... De la misma forma, uno está de pie o sentado o caminando con los ojos abiertos pero eso no significa que esté completamente despierto y alerta: puede ir absorto pensando en un problema, o relajado sin fijarse por dónde camina, o angustiado con una situación personal que se le reproduce ante sus ojos una y otra vez, o seleccionando con la mirada un tipo físico de persona por alguna razón...

No suelen darse cuenta (ni comprender lo que eso significa de terrible para su vida) pero, en general, los mortales pasan la mayor parte de su día "despierto" en un estado de completa hipnosis. Eso explica muchas cosas, empezando por la cantidad de veces que nos tropezamos con gente torpe por la calle y terminando por la cantidad de insultos, peleas e incluso asesinatos y otras desgracias personales que suceden, en la mayoría de las ocasiones por una estupidez. Y es que resulta muy sencillo hipnotizar a una persona: eso también me lo enseñó mi tutor. Basta con atrapar su atención en algo que se encuentre fuera de sí mismo (como sucede con la seguridad). Y vale casi cualquier cosa: desde que se nos caiga al suelo nuestra cartera hasta que se cruce en nuestro camino un ejemplar despampanante del sexo opuesto, pasando por supuesto por la Caja Tonta o televisión, así llamada no porque sea tonta sino porque hace tontos a los que la utilizan, al sorberles la atención por completo.

Algunos científicos saben esto y tratan de aplicarlo correctamente. Por ejemplo, en el IX Congreso de la Sociedad Española de Odontología para el Minusválido y Pacientes Especiales que se desarrollaba a finales del mes pasado en San Sebastián, varios médicos explicaron la utilidad de la hipnosis aplicada a sus pacientes polimedicados o con fobias o ansiedad, en lugar de inyectarles anestesia en vena. Hoy, en España, y según reveló el vicepresidente del comité organizador del congreso, Santiago Pardo, se está usando ya la hipnosis en numerosas intervenciones relativamente "sencillas" como la colocación de empastes, pero también en otras de mayor complejidad.

Otros también lo saben, pero lo utilizan en su beneficio. En el caso de los políticos, distribuyendo Pizzas et Fútbol, que es la versión contemporánea de Panem et Circenses. Y es que esto es lo más interesante: cuanto más dormida está la persona, más fácil es manejarla, ergo cuantas más personas estén dormidas, mejor. Así se explica que nadie proteste por aberraciones como que un señor que desde que ha llegado al poder sólo ha tomado una decisión importante (mandar varias decenas de miles de sus compatriotas más a una guerra cuyos beneficios siguen embolsándose unos pocos) pueda recibir el que se supone es el mayor reconocimiento mundial a una labor de paz (!). O que otro señor que hizo de la retirada de los soldados de un país lejano llamado I el leit motiv para ganar unas elecciones haya metido a esos mismos soldados en el país de al lado llamado A (y más soldados y durante más tiempo) y de paso se esté forrando con la venta de armas al Tercer Mundo..., y no salgan a protestar todos los que chillaban cuando su predecesor decía que no pensaba mover a los soldados de I.

Como dice un reciente y cínico anuncio de videojuegos en el que se induce a los usuarios a dormir todavía más profundamente, pegados a cierta famosa wiideoconsola: ¡Vive la realidad!


miércoles, 9 de diciembre de 2009

Una espiral sobre Noruega

Noruega es uno de los lugares más hermosos del mundo. Hace casi dos años busqué allí, en el punto más al norte del contintente europeo, en su región de Finnmark, una de las Grandes Puertas a la Tierra Interior. La falta de presupuesto me detuvo al borde mismo del Ártico, un océano oscuro como si fuera de hierro líquido, alumbrado apenas en aquel mes de febrero por la luz mortecina de un Sol renqueante que servía para poco más que para distinguir la senda cubierta de nieve y hielo, barrida por el omnipresente y gélido viento del Norte. Hay tan poca luz en el Círculo Polar Ártico que los descendientes de vikingos que allí residen carecen de cortinas y hasta de persianas en sus casas para aprovechar el más mínimo rayo solar. Contemplando el horizonte salvaje me lamentaba de no disponer de un submarino para continuar viaje hacia la Tierra Misteriosa, la Hiperbórea mítica en la que residen, aún hoy, lejos de la estupidez y la locura de esta civilización en ruinas, los Padres de los Dioses. Me consolé pensando que si no podía llegar más lejos era una suerte para mí pues debía ser que aún no estaba preparado y habría arriesgado en vano mi existencia si hubiera seguido adelante. Pues los Padres de los Dioses son los únicos que dan permiso para llegar hasta las Grandes Puertas y traspasarlas y cualquiera que lo intenta sin su beneplácito perece.

Por fortuna, y a pesar de la sucesión de días nublados durante el tiempo que pasé recorriendo la región, una noche pude asistir al milagro de la Aurora Boreal: la Luz de la Tierra Interior. Es sin duda el más impresionante de los espectáculos naturales que he tenido ocasión de disfrutar a lo largo de esta reencarnación y se produjo en un momento realmente simbólico: una noche, tras una sauna, en un baño al aire libre en el que la temperatura caliente del agua contrastaba con fuerza con el frío bajo cero de los bosques oscuros que rodeaban el establecimiento de hielo y madera en el que me alojaba. Así, casi desnudo, como debe presentarse uno ante la Diosa Isis, tuve la oportunidad de contemplar por primera vez la majestuosa y silenciosa danza de la Aurora: una cortina de tonos verdes que aleteó sobre las cabezas de los hombres, ajena a ellos, concentrada en sí misma y naciendo no en las capas altas de la atmósfera, como insisten los que se dedican a engañarnos, sino en un tronco luminoso claramente visible que partía de detrás del horizonte. La Aurora emergía, lo sé, lo vi, de la Tierra Interior. Y su contemplación fue para mí la promesa de que algún día llegaré más allá del borde del océano Ártico, hasta el lugar iluminado por el Sol Negro.

Hasta entonces, me limito a soñar con ello y, hoy, asombrarme ante las noticias que me llegaban desde Tröndelag, más al sur de adonde llegué hace dos años, pero desde donde también se puede apreciar habitualmente la belleza de las Auroras. Por eso entiendo la alarma de los cientos de testigos que llamaban a las autoridades para denunciar la existencia de un misterioso fenómeno que poco antes de las ocho de esta
mañana provocó asombro y temor durante los dos o tres minutos que pudo apreciarse en el oscuro cielo invernal noruego. Era una especie de foco suspendido en el espacio, formado por una espiral luminosa que arrojaba un rayo verde sobre la Tierra. O seguramente tal vez al revés: una proyección sobre el espacio de un rayo que surgía desde nuestro planeta. El extraño suceso preocupaba y conmovía de manera especial a las fuerzas militares y de seguridad noruegas, habida cuenta del viaje del presidente norteamericano Barack Obama que mañana jueves llega a Oslo por lo del Premio Nobel que comentábamos ayer.

Como de costumbre en estos casos, se buscó la explicación fácil de "será un cohete lanzado por los suecos o los rusos..." pero ni unos ni otros habían disparado nada y así lo hicieron constar de inmediato. A esta hora, ni los militares, ni los astrónomos, ni los meteorólogos, ni los científicos en general ni, por supuesto, los políticos tienen idea de qué era esa espiral, de dónde venía y por qué estaba ahí. La única "explicación" de algunos ocurrentes informadores noruegos es que se trata del aviso de Papa Nöel a Rudolf y el resto de sus renos, para que dejen de retozar libremente por ahí y regresen cuanto antes a su casa, dispuestos a engancharse en su mágico trineo que recorrerá el mundo entre Nochebuena y Navidad.

Sin embargo, hay otra posible explicación. Una que nadie se atreve a decir todavía en voz alta. Se llama LHC: el Gran Colisionador de Hadrones.

Mañana más.



lunes, 7 de diciembre de 2009

Drácula

Por supuesto que existe Drácula. Conozco a los de su estirpe y los conozco bien: pertenecen a un mundo sombrío y viscoso, muy lejos de las fantasías cinematográficas o las especulaciones literarias. Incluso traté a uno de ellos (no por mi gusto, precisamente) durante un tiempo. Los vampiros son seres repugnantes, parásitos obsequiosos que, si uno tiene buen ojo y la suficiente experiencia, se delatan a sí mismos con cierta facilidad por el grado de cinismo e hipocresía que destilan y con el cual tratan de ocultar su maldición. Sus dos maldiciones. La primera, su carácter de sanguijuelas humanoides, incapaces de vivir por sí mismas sino a través de la fuerza vital de los demás. La segunda, su inmortalidad carnal (siempre y cuando no se expongan a los elementos que pueden dañarles e incluso acabar con ellos como el fuego o la cruz -pero la cruz aquí tiene un significado muy distinto al que los mortales suelen conferirle, en realidad más próximo a su significado original-), que es una inmortalidad huera, cansina, estéril..., una parodia de la real inmortalidad del espíritu al que estas bestias no pueden aspirar.


Bram Stoker, el escritor que "creó" a Drácula era un iniciado de la Golden Dawn, la legendaria orden de inspiración rosacruz que se reveló a finales del siglo XIX en el Reino Unido y a la que también pertenecieron otros grandes de la literatura de la época como William Butler Yeats, Gustav Meyrink o Arthur Machen (pues hay cosas en el mundo que sólo se pueden hacer públicas a través de las páginas de la "ficción")..., e incluso Crowley el Maldito antes de ser expulsado y fundar su propia orden, la Astrum Argentum (plateada y pálida, como la Luna, parásita del verdadero dios de nuestro sistema: el Sol del Dorado Amanecer). Stoker sabía muchas cosas. También conocía a los vampiros y quiso alertarnos contra ellos. Por eso escribió su obra maestra, a medio camino entre el género novelístico, el epistolar e incluso el dramático ya que existen indicios de que en un principio pretendió difundir su advertencia a través de un formato popular en su época como era el teatro.


Sin embargo, los vampiros pueden ser malvados pero no tontos. Se apoderaron del libro de Stoker y lo deformaron, lo parodiaron, lo destruyeron públicamente transformándolo en algo muy diferente. Hacen eso con todo lo que es peligroso para ellos, ante la ingenuidad y la indiferencia de los distraídos mortales. ¿Cuál creen ustedes que es la mejor forma de hacer desaparecer un conejo?, suele preguntarnos mi tutor en la Universidad de Dios. Y él mismo responde: Limítense a cambiarle el nombre. Y así es, en verdad: si llamamos mesa o coche al conejo, el conejo habrá desaparecido de hecho. Así que convirtieron al monstruo en un fantasma de opereta, un tipo vestido con frac y pajarita con colmillos propios de un hombre lobo y obsesionado con morder los cuellos -y sólo los cuellos- de bellas y bien dotadas señoritas aunque ellas ofrecieran sus generosos escotes (esto me hizo dudar algún tiempo sobre si los vampiros eran homosexuales). Más tarde, cuando se hizo necesario refundar su imagen para mantener el engaño con las generaciones contemporáneas, lo transformaron en un patán metrosexual apestando a desodorante de marca y mascarilla para el cabello. Y últimamente, en una nueva vuelta de tuerca, lo han transformado en un blando adolescente de sitcom norteamericana que pasa más tiempo en el gimnasio o jugando con los videojuegos de moda que persiguiendo víctimas para alimentarse con el precioso líquido donde dicen los antiguos que reside el alma.


Vaya, puede decirse que me siento orgulloso de que haya sido precisamente mi hermano quien haya venido a poner el mito en su sitio. A devolvernos el Drácula que pergeñó Stoker y recordarnos así que el vampiro no es un personaje que deba inspirarnos admiración o compasión..., ni siquiera curiosidad, puesto que no estamos ante un ser humano doliente y condenado a un castigo por unas u otras razones, sino ante otra cosa muy diferente: un ser infernal con la capacidad de mutar de aspecto para adoptar el que resulte más atractivo para nuestros sentidos, tan fáciles de engañar, y de esa manera conducirnos a la trampa. Satán jamás se muestra francamente con sus patas de cabra y oliendo a azufre, sino vestido impecablemente, bien peinado y oliendo a colonia, con una amplia sonrisa en su rostro de porcelana. Es el padre de la mentira después de todo.


Ignacio García May es autor, director y actor teatral pero en los últimos años ha convertido la adaptación teatral (incluso de obras que jamás soñaron llegar a verse encima de un escenario) en un auténtico subgénero con sus propias reglas y su propia eficacia, ofreciéndonos un menú difícil, muy difícil, no ya de superar sino de igualar al menos en los escenarios españoles. Nos emocionó (muy) profundamente con su Viaje del Parnaso (ese manjar para cualquier creador que se dedique a las Letras y realmente las ame con devoción), nos llenó el corazón de épica con sus Romances del Cid (saltando de la alegría a la amargura al mostrar con tanta claridad lo que significa ser español, lo que ha significado siempre: tanto en la Edad Media como en la actualidad) y nos mostró la senda de la gran aventura en El hombre que quiso ser rey (o cómo rodar una película con cientos de extras empleando a sólo dos personas en escena..., y nuestra propia imaginación).


Ahora, en el Teatro Valle-Inclán de Madrid, nos devuelve al verdadero Drácula y lo hace además con una soberbia puesta en escena, con un uso deslumbrante (nunca mejor dicho) de la iluminación y con detalles tan particulares como un sereno Abraham Van Helsing psicoanalista (José Luis Patiño), tan lejano de los greñudos y enloquecidos clavaestacas del cine yankee, una Mina Harker (Xenia Sevillano) verdaderamente heroica (ya quisiera el lobby feminista poseer el carácter y la fuerza del personaje, y también de la actriz que lo interpreta) o un Jonhatan Harker (Iñaki Rikarte) verdaderamente débil y consciente de sus muchas limitaciones pese a su disfraz de Tintín. Y un Drácula crepuscular, agotado (José Luis Alcobendas), que no levanta pasiones, no seduce, no inspira demasiado temor, no lidera: es un monstruo reptante y despreciable, al que no apetece imitar. Así es y así debe ser.



viernes, 4 de diciembre de 2009

Cómo prosperar siempre

En esta época rara y decadente, donde todo son peticiones, exigencias y tengo-derecho-a, mi Profesor de Filosofía, Epicteto, sigue marcando el camino de manera magistral.

Dice Epicteto: No pidas que las cosas lleguen como tú las deseas. Más bien, deséalas tal como te lleguen. Así prosperarás siempre.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Por qué no me fío de lo que veo a mi alrededor

A pesar de su arrogante manera de estar en el mundo, el hombre corriente no tiene ni idea de quién es, por qué está aquí exactamente y, desde luego, qué es lo que está sucediendo en el mundo en realidad. De hecho, los mismos dioses (bueno, los aprendices de dioses) nos las vemos y nos las deseamos para entender cuáles son y cómo actúan las fuerzas que dominan nuestras tres dimensiones visibles y el resto de las invisibles...

La proliferación de medios de información (más a menudo de lo que parece, transformados en medios de desinformación) no ayuda demasiado. En la Antigüedad, los que tenían el coraje de buscar la Verdad podían pasarse la vida entera recorriendo el mundo y sometiéndose a durísimas pruebas de las que tal vez no salieran con vida, pero sabían que si lograban llegar al final del camino tendrían acceso finalmente a Ella: a la anhelada Isis sin velo. Hoy, sin embargo, resulta casi imposible encontrarla (a no ser que uno esté en la Universidad de Dios, y aún en ese caso los esfuerzos y trabajos no son menores que los de la Antigüedad: tan sólo diferentes) porque el buscador se topa durante su camino con cien mil verdades (con minúscula) proclamando cada una de ellas a gritos ser la Verdad (con mayúscula) y, lo peor, muchas de ellas ofrecen la apariencia de que es así, con lo que resulta frecuente que el buscador acabe ahogado, aplastado por el exceso de evidencias (falsas).

En esta lucha, nuestros sentidos tampoco son muy útiles. Al contrario. Es muy fácil engañar a la gente, cada vez más. En algunas ocasiones, por interés económico; en otras, por simple diversión; o por pura maldad... Razones hay para todos los gustos y colores, pero todas se encuadran en el objetivo final de confundir, desestabilizar y desorientar a los seres humanos para que sigan sin encontrarse a sí mismos. A continuación, algunos ejemplos de lo sencillo que resulta impresionar a los demás con un puñado de mentiras visuales bien construidas. Unas son muy populares. Otras, no tanto. Todas han sido, en el fondo y aunque no lo parezca, inspiradas por la misma Mente Perversa e Innombrable contra la que los dioses de todas las épocas hemos luchado (y no, no es Voldemort: ése es un pringado de Párvulos, comparado con el Monstruo).

La primera es una imagen muy conocida del expresidente de los Estados Unidos George Bush Junior, durante su visita a una escuela. Esto de fotografiarse con niños es uno de los vicios propagandísticos clásicos entre la clase política norteamericana, empeñada en vender un aire tierno e interesado por la infancia. Pero la mayoría de los políticos no se preocupan por los ciudadanos, como para preocuparse por sus hijos. En la foto de arriba, que circuló ampliamente por Internet se ve a Bush (que no es como resulta vox populi precisamente un tipo inteligente) en una pose especialmente estúpida, porque mientras la niña lee el libro sobre América, él sostiene el mismo libro al revés demostrando de nuevo su estulticia. Sin embargo, se trata de un montaje. La foto original es la de abajo, en la que Bush sigue teniendo la misma cara, el pobre, pero se demuestra que al menos el libro lo sostenía correctamente.

Otra foto muy yankee y más o menos de la misma época es la de este inocente turista que, según la información que circuló para ilustrarla, se encontraba en lo alto de las Torres Gemelas del World Trade Center el día del holocausto neoyorquino con el que estrenamos el siglo XXI: el 11 de septiembre de 2001. Incluso le han impreso la fecha en la parte inferior de la imagen para dotarle de mayor verosimilitud. De hecho, se difundió algunas semanas después del ataque contra la Gran Manzana. Pero el fraude es bastante evidente en este caso, aunque sólo fuera porque resulta un poco difícil creer que su cámara fotográfica hubiera podido sobrevivir a la demolición controlada de las Torres. Aunque, después de todo, ¿no nos dice la versión oficial, entre otros muchos detalles increíbles, que los equipos de desescombro encontraron el pasaporte (requemado, pero ahí estaba) de Mohamed Atta, el presunto jefe del presunto comando de presuntos terroristas presuntamente islámicos que presuntamente tomaron el mando del avión para presuntamente protagonizar el atentado?























La siguiente es otra imagen genial, si no fuera por el trasfondo dramático de la misma. En los peores momentos de la guerra de Iraq (o de la postguerra..., lo cierto es que no tengo muy claro si la guerra como tal ha llegado a terminar realmente), algunos soldados norteamericanos cayeron en manos de los partidarios de Sadam Husein o de algunos líderes iraquíes de la resistencia que iban por libre. Unos lograron ser liberados, otros fueron asesinados (ejecutados era la palabra empleada por sus secuestradores). Para presionar a los mandos norteamericanos a través de la opinión pública, los insurgentes enviaban videos o fotos de sus rehenes. Y una de ellas fue la imagen de la izquierda, con un soldado maniatado y apoyado a la pared, con un fusil ametrallador apuntándole a la cabeza y una pancarta con una proclama islámica tras él. La angustia se apoderó de nuevo de los norteamericanos ante la suerte que podía correr el militar, llamado John Adam por el grupo islámico que le había capturado..., hasta que el ejecutivo de una fábrica juguetera desveló que en realidad aquello no era sino un montaje elaborado con uno de los muñecos que vendía su empresa: el Special Ops Cody, una especie de Madelman vestido de marine.














Una imagen especialmente terrible, teniendo
en cuenta la serie de desastres "naturales" que ha padecido el mundo en los últimos años, es ésta que se divulgó en 2004 afirmando que pertenecía al momento en el que el tsunami que afectó a Phuket, en Tailandia, impactaba contra la costa. Sin embargo, el paisaje no corresponde al sur de Asia sino al de América. La ciudad que aparece en la imagen es la de Antofagasta, en Chile, cuyo paisaje se parece al de Phuket como un huevo a una castaña, siguiendo el dicho popular. Y por supuesto la ola se añadió también con una pequeña ayuda digital.























De regreso a Asia, uno de los montajes más fascinantes (y mejor elaborados) de los últimos años fue el que mostraba unas impresionantes imágenes del esqueleto de un ser humano gigante presuntamente encontrados en la India en 2007. La información difundida aseguraba que habían aparecido durante unas excavaciones en las que participaba la revista National Geographic Society. Las fotos eran realmente increíbles y parecían confirmar tantas historias que relatan los libros sagrados de las viejas civilizaciones... Recuerdo lo que pensé después de verlas, hipnotizado, media docena de veces: ¡demasiado buenas para ser de verdad!



















Y luego hay muchas otras fotos diseñadas especialmente para impresionar, empleando escenarios naturales y también animales característicos. Por ejemplo, el tiburón: uno de los más elegantes y hermosos habitantes de las profundidades. Hay decenas de especies de tiburones y están extendidas prácticamente por todos los océanos del planeta pero, que yo recuerde, sólo tres son peligrosas para el ser humano: el tiburón blanco, el tigre y el martillo. El resto están muy alejadas de la pésima imagen que de ellas ofreció al mundo el manipulador Steven Spielberg en su película de 1975.
Incluso son bastante cobardes a la hora de enfrentarse a una presa, si no es de un tamaño sensiblemente inferior al suyo. Pero no vamos a impedir que la realidad estropee un buen fotomontaje, como éste divulgado en 2001 acompañado de un surrealista texto en el que se aseguraba que un tiburón de grandes dimensiones se dedicaba a atacar a las fuerzas de la Marina Británica en Suráfrica. Dejando aparte la pregunta lógica de qué demonios hace ese tipo colgando de una escalerilla tan cerca del agua sin nada alrededor que justifique el ejercicio (más que dar una excusa para que se nos encoja el corazón ante la posibilidad de que el bicho se lo meriende), resulta que el puente que se ve detrás no es otro que el Golden Gate de San Francisco..., un poco lejos de Suráfrica, la verdad.

Otra historieta de tiburones, ésta más divertida, es la de la siguiente imagen, que se tomó precisamente para un concurso de fotomontajes y así se aprecia claramente porque el autor o autora de la foto tendría que haber seguido el mismo destino de los fotografiados..., aunque luego alguien la distribuyó diciendo que era real y que mostraba una inmersión de un matrimonio de buceadores en Australia pocos segundos antes de que el gran tiburón blanco que aparece a sus espaldas se los comiera a ambos. El hijo de la pareja habría sido el encargado de difundirla (por cierto que el tiburón parece el personaje de dibujos animados de la película de Disney "Nemo" que en España doblara Javier Gurruchaga):























Y un último ejemplo: el de este "lindo gatito" que, según la historia que circuló en el 2000 había crecido cerca de un laboratorio nuclear instaldo en Canadá. Sólo un año después de que la foto hubiera dado la vuelta a la Red varios cientos de veces, el hombre de la imagen confesó que todo había sido una broma para sus amigos. Aunque también era bastante evidente pues, si las radiaciones nucleares habían hecho eso al animal (en la mejor línea de la Ciencia Ficción de los años 50), el mismo hombre que sostiene en brazos al gato, por cierto sin esfuerzo alguno, debería haber crecido hasta convertirse en un gigante como el del falso esqueleto de la India.




















¿Conclusión? Mi lema favorito: Las cosas nunca son lo que parecen.



miércoles, 2 de diciembre de 2009

Están aquí...

Un grupo de preocupados ciudadanos de Denver, Estados Unidos, están dispuestos a llegar hasta el final en su proyecto de crear nada más y nada menos que una Comisión de Asuntos Extraterrestres. Si su propuesta liderada por un tal Jeffrey Peckman sale adelante, y hay mucha gente que la apoya (unos en serio y otros porque es un gran tema de conversación entre cerveza y cerveza en los bares de Denver), se sometería a referéndum su definitiva aprobación el próximo 10 de agosto coincidiendo con las elecciones primarias a varios cargos en el Estado de Colorado. Los impulsores de esta iniciativa necesitaban recoger un número mínimo de firmas del 5 por ciento de la participación en los últimos comicios para alcalde (los que se celebraron en 2007): una cifra inferior a las cuatro mil. Según los últimos datos facilitados por el propio gobierno municipal, llevan ya más de cuatro mil doscientas, aunque ellos dicen que son casi diez mil (depende de cuántas veces cuenten la misma firma, claro).

La idea es que la Comisión, financiada a través de subvenciones públicas y donaciones, se ponga en marcha formalmente y que a partir de ahí estudie y determine qué mensajes o informaciones deben ofrecer los humanos a los extraterrestres cuando definitivamente desembarquen de forma pública en nuestro (¿nuestro?) planeta. Porque Peckman, de 55 años de edad, dice estar convencido de que, lo que es estar, están y que hay pruebas más que suficientes de contactos entre humanos y ETs a lo largo de la Historia. Él mismo dijo haber visto una misteriosa bola verde sobre la ciudad de Denver la noche que murió Michael Jackson.

(Lo cual por otra parte no es nada raro ya que él era un alienígena, como muy bien se insinúa en la película Men in Black; tampoco es que muriera: sólo que a partir de cierta edad los de su planeta sufren una metamorfosis que los transforma en una especie de hipopótamos voladores, así que cuando se acercaba el momento de la suya vinieron a buscarle y se lo llevaron, diciendo que había fallecido simplemente como coartada para los terrestres).

La comisión tendría como objetivo principal el de "asegurar la salud, la seguridad y la concienciación tanto de los seres humanos como de los seres extraterrestres inteligentes al objeto de facilitar una coexistencia lo más armoniosa, pacífica y respetuosa posible para ambas partes". Echo de menos en esta definición el adjetivo "inteligente" también aplicado a los seres humanos igual que lo está a los extraterrestres y me acuerdo del viejo chiste acerca de buscar vida inteligente dentro de la Tierra antes de intentar encontrarla fuera de ella.

En realidad, Peckman se hizo popular en EE.UU. (incluso le entrevistó Larry King) después de convocar hace unos meses a la prensa para mostrar una imagen en la que se veía un extraterrestre, del tipo de los llamados "grises" por los ufólogos contemporáneos (humanoides pequeños, cabezones, de grandes ojos negros y piel de un tono grisáceo desprovista de pelo, con un aspecto en general muy poco recomendable), asomado a la ventana de una casa de Nebraska y fisgoneando en su interior. Más tarde llegaría el video del que fue extraída la imagen, en el que durante unos pocos minutos se podía ver al pequeño engendro mirando desde el alféizar hacia el interior de la vivienda. El video fue rodado en julio de 2003 por un tal Stan Tiger Romanek, quien había dejando una cámara grabando hacia la ventana porque en ocasiones anteriores había visto movimiento alrededor de ella. Tiene dos hijas adolescentes y pensaba que alguien se dedicaba a mirarlas. O sea, que a los extraterrestres les van las chicas de la Tierra (bueno, no es nada nuevo: en los textos del antiguo profeta Enoch se habla de esos "ángeles" que "se enamoraron de las hijas de los hombres" y de su "amistad" nacieron "gigantes").

Romanek se mudó a Colorado después de esta grabación, aunque dice haber tenido más de un centenar de contactos con los alienígenas. Me los imagino llamando a la puerta de su casa: "-Señor, ¿me da permiso ya para llevarme a sus hijas a dar una vuelta en mi ovni?" Y al señor Romanek contestando: "-¡Maldito enano descolorido, déjalas en paz de una vez! ¡Si se tienen que liar con un alien, mejor que sea con los de tipo nórdico (los que los ufólogos llaman así porque son parecidos a los escandinavos pero más altos y con el cabello rubio más largo, y van vestidos a menudo con trajes luminosos)!"

A día de hoy aún se ignora si todo esto es un elaborado montaje o hay algo inquietantemente real detrás de la película. En la cafetería de la Universidad de Dios es un tema de moda desde hace varias semanas
, aunque hay dos cuestiones que ni Peckman, ni Romanek, ni King, ni nadie han contestado y, la verdad, no sé siquiera si se las han planteado:

1º) Teniendo en cuenta el grado de violencia, mentiras, estafas, asesinatos y demás barbaridades que se cometen diariamente en la Tierra, y que demuestran claramente que somos una especie infraevolucionada e incapaz de generar confianza por mucha tecnología de que dispongamos, ¿de verdad una civilización extraterrestre va a querer estrechar lazos de amistad con nosotros?

2º) Si una raza de alienígenas está tan desarrollada como para viajar desde vaya usted a saber dónde, ¿le interesará unirse a otra más primitiva que poco tiene que ofrecerle? Es más, ¿serán capaces de comunicarse con nosotros (igual que nosotros tenemos dificultades para comunicarnos, por ejemplo, con las hormigas, ya que nuestra civilización está mucho más adelantada que la suya)?

Por supuesto en la cafetería conocemos las respuestas a estas preguntas porque lo que la inmensa mayoría de los mortales desconoce es que los extraterrestres hace mucho tiempo que están aquí, en la Tierra, entre nosotros. De hecho, son nuestros propietarios. Vaya: ése es uno de los motivos por los que me metí en la Universidad, para dejar de ser uno de sus esclavos.



martes, 1 de diciembre de 2009

Era Luna llena

Cuenta una leyenda que la Luna recibe cada noche las almas de los muertos antes de que éstas puedan dar el paso definitivo hacia el Más Allá. Lo que sobre la fría superficie de nuestro ¿muerto? satélite digan o hagan, los dioses a los que recen o los alaridos que les desgarren mientras finalizan su tránsito son asuntos sombríos acerca de los cuales nunca se habló demasiado en voz alta..., y aún menos en nuestra torpe y necia época contemporánea. La misma leyenda afirma que los lobos tienen la capacidad de ver el desfile de los espectros ascendiendo lenta, resignadamente, a través de una rampa invisible hacia el Ojo Tuerto de Horus, que asume su papel de Reina de la Noche en cuanto el Gran Dios Sol desaparece al otro lado del horizonte en busca de nuevas aventuras en tierras extrañas. Y que por eso aúllan, desesperados, pues les gustaría dejar de sufrir: ciertamente preferirían vivir tan ciegos como los hombres, que osan componer canciones de enamorados al engañoso fanal nocturno, confundidos acerca de su real utilidad cósmica. Pudiera ser que el primer hombre-lobo fuera en realidad un lobo-hombre. Uno de esos lobos de épocas primigenias, particularmente doliente, que no pudiendo resistir por más tiempo el pánico y el dolor ante las visiones nocturnas hubiera decidido disfrazarse de hombre, mudar de especie, y lo hubiera conseguido tan sólo a medias. Anoche la Universidad de Dios se vio sobrecogida por el dolor con la muerte de Waldemar Daninsky, uno de entre ese linaje macabro que, quizá no físicamente, pero en alguna envoltura interna (o más probablemente en una vida anterior) estábamos todos convencidos de que se había visto obligado a aúllar a la Luna. La identidad profesional de Daninsky era Paul Naschy, actor, y el alias humano que utilizaba para camuflarse entre los mortales era el de Jacinto Molina. Según su biografía oficial había nacido muy cerca de la mismísima Plaza Mayor de Madrid, hacía justo 75 años, y se disfrazó tan bien en la sociedad humana que se licenció en Arquitectura, trabajó como dibujante e ilustrador, publicó novelas del Oeste y llegó a ser siete veces campeón de España de Halterofilia. Antes de lograr su hueco en la historia del fantástico español (sobre todo a partir de La marca del hombre lobo, dirigida por Enrique López Eguiluz, y que él mismo escribió y protagonizó en 1968) participó como extra en algunas superproducciones de Hollywood que se rodaron en las por entonces baratísimas localizaciones cinematográficas españolas, como 55 días en Pekín. Acababa de editar, hace un par de meses, su primera y ya única novela de terror: Alaric de Manac. Cierta persona que conozco bien y que compartió campus universitario con él me contaba justo hace un par de días (¡vivan las sincronías!) una anécdota acerca de su poderío físico: Daninsky se había roto un brazo y en consecuencia los médicos se vieron obligados a escayolárselo. En este aparente estado de indefensión, un tipo que no se llevaba muy bien con él le provocó de forma cobarde, quizá con la intención de aprovecharse de su desventaja. Pero la jugada le salió mal, porque Daninsky le aferró de la camisa con la mano del brazo bueno y le preguntó en voz alta: "Y ahora, ¿con qué quieres que te dé? ¿Con la cabeza o con la escayola?" El provocador se zafó como pudo y salió corriendo. Nunca volvió a meterse con él. Waldemar Daninsky se fue en la noche del 30 de noviembre al 1 de diciembre, pero no fue una bala de plata lo que acabó con él. Era Luna llena.