Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 25 de abril de 2014

Cuando Bruno encontró a Rubbia

Hace poco tuve ocasión de leer una interesante recopilación de artículos científicos divulgativos previamente publicados en Internet y editados ahora en formato papel con el título de La pizarra de Yuri. Es éste, además, el nombre original del sitio web donde vieron la luz por vez primera los textos y, en sí mismo, es también una buena prueba de hasta qué punto puede autoformarse en profundidad cualquier persona con un mínimo de inteligencia, voluntad e inquietudes personales, sin necesidad de someterse a las a menudo tan soporíferas como contraproducentes doctrinas del mainstream educativo. El libro y el sitio web están firmados por Antonio Cantó..., que nada tiene que ver con el actor y político, por cierto.

El mayor aporte de La pizarra de Yuri, tanto para los iniciados como sobre todo para los profanos e incluso los néofitos en cuestiones científicas, es la claridad con la que explica con muy pocas líneas una serie de datos y argumentos cuya comprensión es difícil de aprehender si uno no está acostumbrado a manejar los conceptos originales en su día a día. Todos hemos oído hablar de los quarks, la cromatografía o la Nube de Oort. Es decir, nos suenan más o menos vagamente... Pero, ¿sabemos exactamente lo que son? ¿Y por qué deberían resultarnos interesante conocer más sobre ellos? Pues a eso dedica su tiempo y su esfuerzo Cantó: a explicarlo.

El primero de los artículos, por ejemplo, es especialmente divertido, cuando relata, paso por paso, la dirección completa que debería incluir en un sobre un extraterrestre que nos escribiera desde otro punto del Universo y quisiera mandarnos un mensaje postal... Suponiendo, que es mucho suponer, que existiera un servicio de correos interplanetario y que pudiera viajar a unas velocidades hoy inconcebibles para no entregar el sobre unos cuantos millones de años más tarde desde que fuera escrito originalmente (Y si existiera tecnología para eso, ¿quién diablos perdería el tiempo escribiendo una carta? A no ser que fuera un extraterrestre romántico). En todo caso, para los interesados, que sepan que la dirección completa es:


      Nuestro nombre
Nuestra calle, número, código postal, ciudad y país.
Tierra, Tercer planeta de Sol.
1178486506 . 0,2967059728
5320116676 . 3,089232776
792520205 . 1,1868238914
Vía Láctea
Supercúmulo de Virgo
Universo Local



Los números que aparecen ahí son los correspondientes a la frecuencia y posición de tres púlsares, tal y como los percibimos nosotros desde nuestro planeta, cuya triangulación permitiría al servicio postal interplanetario encontrar nuestro pequeño planetita azulado en la inmensidad del cosmos.

Leyendo La pizarra de Yuri, comprobé con satisfacción una vez más cómo la ciencia contemporánea se aproxima cada vez más a la "magia" de nuestros antepasados. Muchos arrogantes (que rima con ignorantes) científicos, ya sea profesionales o meros aficionados, de los siglos XIX y XX (e incluso del XXI) han despreciado sistemáticamente los conocimientos de las civilizaciones antiguas calificándolas de "atrasadas" y "primitivas" cuando a menudo solían hablar de cosas muy similares a las que hoy se investigan, pero empleando para ello una descripción cultural diferente. Hoy, cada vez más científicos de verdad están empezando a comprender que no somos tan diferentes de nuestros ancestros, en casi ningún sentido.

Por ejemplo, en su artículo Sobre la permanencia de la memoria cuántica, Yuri/Cantó recuerda al gran Giordano Bruno, quemado vivo en 1600 por obra y gracia de los secuaces del Papa Clemente VIII. Este tipo, que no hizo precisamente honor a su nombre artístico (puesto que en realidad se llamaba Ippolito Aldobrandini), fue entre otras cosas el responsable de la puesta en marcha de la autorización previa (censura) del Santo Oficio (la Inquisición) sobre cualquier libro que quisiera publicarse en la Europa católica, además de publicar él mismo una nueva edición (léase, una nueva manipulación) de la Biblia en su edición Vulgata. Además de lo de Bruno, claro, al que quemaron vivo en Roma y cuyas cenizas fueron arrojadas al Tíber (y sus libros incluidos en el índice de textos prohibidos), tras ser hallado culpable de "inmoralidad, enseñanzas erróneas, blasfemia, brujería y herejía".

¿Cuáles fueron la barbaridades difundidas por este "cordero descarriado" que le hicieron merecedor de una pena tan severa? Pues, entre otras, que la Tierra gira alrededor del Sol, que el universo alberga una pluralidad de mundos más que probablemente tan habitados como el nuestro o que ese mismo universo puede ser infinito. Este último punto no lo puede resolver ni siquiera la actual teoría del Big Bang, pese a ocupar hoy día una posición de privilegio entre los científicos (como por cierto la han ocupado muchas otras teorías antes que ella, sin ir más lejos el geocentrismo ptolemaico) puesto que nadie ha sido capaz de explicar de dónde se supone que salió esa gran "pelota" de materia y energía (o si habría existido siempre) que habría hecho explosión en un momento dado y cuya expansión estaría en marcha en la actualidad. Después de todo, la energía ni se crea ni se destruye sino que se transforma, reza el dogma.

Mucho antes que Bruno, en la antigua Grecia (y es probable que aún antes, aunque hoy no dispongamos de los documentos para atestiguarlo) otros sabios hablaban de lo mismo, pero entonces no tenían Internet para difundir sus descubrimientos y conocimientos. 

Lo cierto es que entre las ideas de este "mártir de la herejía" figura ésta otra, excepcionalmente moderna, y es que como resultado del principio de causalidad, el universo posee memoria de sí mismo. Resumiendo mucho el asunto, ese principio nos enseña que todo efecto nace de una causa previa y que de hecho no existiría aquél si ésta no hubiera existido previamente. En consecuencia, todo lo que ocurre en el mundo, en cualquier momento, tiene siempre un sentido (aunque en su ignorancia el ciego e impaciente homo sapiens contemporáneo se deje arrastrar tan a menudo por el nihilismo y la desesperación al no poseer suficiente altura de miras ni perspectiva para comprender lo que le está ocurriendo). Ahora bien, si la causa es la razón del efecto, es evidente que el efecto contiene de forma natural toda la información de la causa que le generó, de la misma forma que un hijo es un reflejo genético de sus padres y a través de su ADN se puede conocer el de ellos. La aparición de un efecto genera una nueva causa (porque llueve y estoy en la calle, me mojo y me embarro; porque me mojo, voy a secarme a casa; porque me seco, empapo y ensucio una toalla; porque tengo que limpiar la toalla, pongo una lavadora; porque...) y, de la misma manera, la causa que generó el efecto fue a su vez un efecto de una causa previa (llueve y me mojo porque no tomé la precaución de mirar la previsión meteorológica antes de hacer un recado ineludible; no miré la previsión meteorológica porque no me dio tiempo; no me dio tiempo porque me quedé dormido; me quedé dormido porque me acosté más tarde de lo habitual; me acosté tarde porque estuve de cervezas celebrando el cumpleaños de un amigo...).  En fin, que al final acabé poniendo una lavadora porque fue el cumpleaños de un amigo. Por cortar la secuencia en alguna parte.

La idea es que, si dispusiéramos de las herramientas adecuadas, podríamos llegar a deducir la secuencia completa de las causas previas y remontarnos así, a partir del presente..., hasta el mismo origen del universo.

Esta reflexión de Giordano Bruno coincide con la teoría de la información cuántica que, como recuerda Yuri/Cantó, afirma que "todo lo que existe y ha existido en el universo deja una traza indeleble en el tejido del cosmos y los límites de esta memoria cuántica constituyen una de las grandes preguntas todavía sin respuesta." 

En las novelas (y en algunos libros de divulgación) relacionadas con el ocultismo exotérico, con equis, del siglo XIX y principios del XX se hizo muy popular el concepto de Archivos Akáshicos, que hoy es corriente dentro de lo que se conoce como Nueva Era. Este adjetivo es un neologismo que proviene de Akasha, una palabra sánscrita que equivale a Cielo o Éter. Teósofos como Annie Besant o Charles Webster Leadbeater, masones como Manly Palmer Hall, esoteristas como Rudolf Steiner y hasta profetas como Edgar Cayce, entre otros muchos, han afirmado que estos Archivos son el gran almacén cósmico donde se guardan todos y cada uno de los acontecimientos generados desde el principio de los tiempos, incluyendo los más grandes secretos sobre el ser humano y su destino. Aseguran que están ubicados en otro plano de la realidad, fuera del alcance de la gente común, pero aún así accesibles para aquéllos que conocen las técnicas adecuadas para ingresar en ellos, generalmente a través de experiencias extracorpóreas. La ciencia oficial no reconoce, por supuesto, ni siquiera la posibilidad de que algo semejante pueda existir.

O quizá sea mejor decir que no lo reconocía..., hasta ahora, pues ¿acaso la teoría de la información cuántica no está sugiriendo precisamente la existencia, si no de los Archivos Akhásicos, de un tan masivo como todavía desconocido repositorio similar de información?

La física cuántica es una de las principales disciplinas de vanguardia pero, irónicamente, se está convirtiendo a medida que se desarrolla en uno de los principales refuerzos de las enseñanzas de nuestros ancestros. Además del caso de tan peculiares archivos convendría echar un vistazo por ejemplo a su planteamiento de que existe una energía única en constante transformación que se manifiesta ora como materia, ora como energía, de la misma forma que en las Escuelas de Misterios de la Antigüedad se planteaba que todo el Universo está formado por la misma e idéntica sustancia, la energía Mente, la cual sólo parece diferente pero no lo es al modelarse y cristalizar en distintos grados de vibración. O, por poner otro ejemplo, vemos también cómo nos habla de algo muy similar a la vieja ley de la Polaridad del Hermetismo al describir la pareja de partículas polarizadas, electrón y positrón, que, unidas, forman el fotón.

Creo que ya le cité en otra ocasión, pero no me resisto a volver a hacerlo porque su apreciación es demoledora: el fisico italiano Carlo Rubbia que, además de director del CERN en Ginebra y doctor honoris causa en más de 30 universidades de todo el mundo, fue Premio Nobel en 1984, ha dicho en alguna ocasión que la materia visible constituye sólo la milmillonésima parte del universo existente. La milmillonésima parte. ¿Somos capaces de concebir eso? Es como si tuviéramos una enorme habitación llena de cosas y sólo fuéramos capaces de ver un milímetro cuadrado, o tal vez menos. Y encima nos sintiéramos orgullosos de ello.



Por cierto que Rubbia también hizo otra reflexión que demuestra la humildad del verdadero científico, en una entrevista que concedió hace casi treinta años a El País y en la que tras confesar su impresión personal por el orden, la coherencia y la belleza que muestra el orden natural del cosmos añadía: "no puedo creer que todo esos fenómenos que se unen como engranajes perfectos puedan ser el resultado de una simple fluctuación estadística o de una combinación al azar. Evidentemente hay algo o alguien que hace las cosas ser como son. Vemos los efectos de esa presencia, pero no a la presencia misma. Es en este punto donde la ciencia se acerca más a lo que yo llamo religión." En realidad, la verdadera ciencia es prácticamente lo mismo que la verdadera religión. No es una casualidad que los primeros sacerdotes fueran también los primeros médicos o los primeros astrónomos, como no lo es que, hasta los siglos más recientes, los principales pensadores y científicos fueran también grandes herejes. Isaac Newton, por citar un caso obvio, está oficialmente considerado como uno de los mayores científicos de la Historia pero a lo largo de su carrera escribió un mayor número de páginas dedicadas a temas "no científicos" como la alquimia, las profecías y la teología. Textos que no vieron la luz en su día por razones evidentes (en especial, el miedo a ser perseguido por sus ideas e investigaciones en este sentido) y que hoy se obvian discretamente para no "empañar" su imagen de pensador racionalista y materialista. 










viernes, 18 de abril de 2014

Teoría de la manipulación de la opinión pública

En alguna ocasión ha aparecido por esta bitácora el nombre de un experto en el estudio de la conducta del homo sapiens que fue muy popular en su momento pero que hoy está desprestigiado y semiborrado del corpus del conocimiento común con el clásico argumento de "esto se ha quedado antiguo y fue superado hace ya mucho tiempo". Se trata de Gustavo Le Bon, el autor de Psicología de las masas. En realidad, no es que su labor está superada sino más bien que los responsables contemporáneos de la cultura y la educación decidieron quitarlo de en medio hace tiempo: a él, a sus libros y a sus ideas..., igual que han hecho con tantos otros sabios antiguos. Su pecado: haberse atrevido a revelar públicamente las claves de la manipulación del hormiguero que pomposamente se autodenomina Humanidad (y además con mayúscula). Ahora que ya tenemos próxima la fecha de las próximas elecciones europeas (y luego irán cayendo en cascada las municipales, generales y autonómicas), conviene recordar algunos párrafos incluidos dentro de su obra más conocida. Por nada en especial, sólo por recordar dónde estamos... 

Copio algunos párrafos significativos de Psicología de las masas, de su capítulo especialmente dedicado a Las masas electorales:

*) "Las masas electorales (...) manifiestan sobre todo una escasa aptitud de razonamiento, ausencia de espíritu crítico, irritabilidad, credulidad y simplismo. En sus decisiones se descubre también la influencia de los líderes y el papel desempeñado por los factores que enumeramos anteriormente: la afirmación, la repetición, el prestigio y el contagio (...) El prestigio personal no puede ser sustituido más que por el que proporciona la fortuna. El talento, el genio mismo, no constituyen factores de éxito. La necesidad de prestigio por parte del candidato para poder, por tanto, imponerse sin discusión resulta capital. Los electores (...) no nombran a un igual sino por razones accesorias..."

*) "Al elector le gusta que le halaguen sus ambiciones y sus vanidades. El candidato ha de abrumarle con extravagantes y serviles adulaciones y no vacilar en hacerle las más fantásticas promesas (...) En cuanto al candidato adversario tratará de anulársele procurando convencer a los electores mediante afirmación, repetición y contagio, de que es el último de los canallas y que nadie ignora que ha cometido diversos delitos. Desde luego sin aportar nada que se asemeje a una prueba."

*) "El programa escrito del candidato no será muy categórico, ya que sus adversarios podrían achacarle posteriormente su incumplimiento, pero el programa verbal no corre nunca el peligro de ser excesivo. Pueden prometerse sin temor las más considerables reformas. Tales exageraciones causan mucho efecto de momento y no comprometen nada para el futuro." En este caso, y teniendo en cuenta el desarrollo de los medios audiovisuales, la idea queda un poco obsoleta porque hoy todo se graba y, además de las hemerotecas, en un momento dado se puede echar mano del archivo digital..., pero en el fondo sigue siendo una forma "válida" de actuar en las ocasiones en las que el candidato trata de convencer a electores en un escenario sin grabación formal.

Le Bon (en la imagen adjunta, antes de publicar sus libros) hace referencia también al efecto de las palabras y las fórmulas orales que hoy llamaríamos eslóganes políticos y electorales, gracias a las cuales "el orador que sabe manejarlas conduce a las masas a su placer". Entre los ejemplos que aporta figura el desastre de la rebelión cantonalista que se produjo durante la Primera República Española en 1873, cuando se empleó "una de tales palabras mágicas, de complejo sentido y que cada cual puede interpretar con arreglo a su esperanza". La palabra, las dos palabras en este caso, fueron "república federal" y su efecto fue devastador: "...los radicales habían descubierto que una república unitaria es una monarquía disfrazada y, para agradarles, las Cortes proclamaron unánimemente la república federal sin que ninguno de los votantes hubiera podido definir aquello que acababa de ser votado (...) No había aldea, por pequeña que fuese, que no quisiera hacer rancho aparte. El federalismo se convirtió en un cantonalismo brutal, incendiario y asesino y por doquier se celebraban sangrientas saturnales..." No sé por qué releyendo esta parte de su libro me viene a la mente la insistencia de los actuales dirigentes del socialismo español tratando de convencer a todo el mundo (sin lograrlo, por cierto) de que es "necesario" hacer "evolucionar" la situación política actual hacia un "mayor federalismo". 

Le Bon no confiaba en las asambleas de iguales, con independencia de la calidad o formación de sus miembros pues "en toda asamblea anónima, aunque esté compuesta exclusivamente por universitarios, la discusión reviste fácilmente las mismas formas. Los hombres, cuando están en masa, tienden a la igualación mental y a cada instante hallamos pruebas de ello (...) Por lo que respecta a cuestiones generales, el sufragio de 40 académicos no es mejor que el de 40 aguadores", sentencia.

En consecuencia, ¿cómo puede formarse la opinión de un elector? Vana ilusión, pues "las masas tienen opiniones impuestas, jamás opiniones razonadas. Dichas opiniones y los votos de los electores se hallan en manos de comités electorales (...) sean cuales sean sus nombres: clubes, sindicatos, etc (...) representan la forma más impersonal y en consecuencia más opresora de la tiranía. Sus dirigentes hablan y actúan en nombre de una comunidad pero están liberados de toda responsabilidad y pueden permitirse todo (...) No cabe imaginarse despotismo más duro". Pese a lo cual, recomienda no ir públicamente contra la idea del sufragio universal (que sería una idea perfecta para regir un país..., si los electores fueran todos hombres y mujeres de probado valor moral e intelectual, lo que por desgracia no es el caso ni nunca lo ha sido en ninguna democracia del mundo) pues "este dogma posee en la actualidad el mismo  poder que tenían antes los dogmas cristianos. Oradores y escritores hablan del sufragio universal con un respeto y unas adulaciones que no conoció ni siquiera Luis XVI."

Ahora, no olvidemos que éstas y otras reflexiones de gran calibre fueron originalmente escritas en 1895. Políticos, economistas, gerentes de la cultura y, en general, hombres de poder de su tiempo tomaron buena nota de estos razonamientos especialmente en su Francia natal pues Le Bon se relacionó entre otros con Paul Valery, Henri Bergson y Raimond Poincaré. Pero sus razonamientos traspasaron fronteras. Años más tarde, un sobrino de Sigmund Freud llamado Edward Bernays (en la imagen, también de jovencito), resucitó en parte sus ideas, con un libro que tampoco aparece entre los best sellers contemporáneos a pesar de su importancia. Y de su título, breve pero explicativo: Propaganda. Es obvio que el libro no ha sido popularizado por su contenido, bastante llamativo y en la misma línea que los planteamientos de Le Bon pero yendo más allá, puesto que no se limita a advertir sobre la facilidad para manejar a las masas sino que defiende la necesidad de hacerlo y ofrece ejemplos claros de cómo llevar a cabo este propósito... Entre otras cosas, Bernays declaró allí, ojo a este párrafo, que la propaganda es necesaria porque "la manipulación deliberada e inteligente de los hábitos estructurados y de la opinión de las masas es un elemento imprescindible en las sociedades democráticas. Los que manipulan este oculto mecanismo de la sociedad constituyen un gobierno invisible que es el verdadero poder dirigente de nuestro país. Somos gobernados, nuestras mentes están moldeadas, nuestros gustos están formados, nuestras ideas nos son sugeridas, en gran medida, por hombres de los que nunca hemos oído hablar."

Graduado en agricultura por formación, pero estudioso del Periodismo, la Publicidad y las Relaciones Públicas por vocación, Bernays está considerado de hecho como el "inventor" de la fórmula contemporánea de las relaciones públicas. Incluso llegó a bautizarlas con ese nombre al publicar, en 1923 en Nueva York, su obra Cristalizando la opinión pública. Ha sido uno de esos "hombres en la sombra", completamente desconocidos para esa misma opinión pública que él tanto analizó, pero responsables en buena medida de las acciones de los gobernantes a los que vemos habitualmente en primera fila. Bernays ha asesorado y sugerido (¿tal vez ordenado?) la forma de actuación de varios presidentes de los Estados Unidos y de algunas de las empresas internacionales más importantes del mundo.

Aquí van algunas de las "joyas" seleccionadas de este individuo:

*) "Fue, por supuesto, el éxito sin precedentes de la propaganda durante la guerra mundial (y cuyos efectos se mantienen más fuertes que nunca tantos decenios más tarde, cuando la mayoría de la población cree, y cada vez más, en los argumentos propagandísticos más que en los históricos) lo que les abrió los ojos a los más perspicaces en los más diversos campos acerca de las posibilidades de disciplinar con ella a la opinión pública (...) En la actual organización de la sociedad es indispensable la aprobación del público para atacar cualquier proyecto de gran envergadura (...) la misión de la propaganda es llevar a cabo un esfuerzo constante y duradero que cree o manipule todas las circunstancias al objeto de influir en la impresión que el público debe tener con una empresa, una idea o un grupo." Para ello, la repetición se revela una vez más como una técnica poderosa pues "ciertos estímulos repetidos con frecuencia pueden crear un hábito o la mera reiteración de una idea puede crear una convicción." Y esto lo comprobamos diariamente...

*) "Todos los gobiernos, ya sean monárquicos, constitucionales, democráticos o comunistas, dependen hoy del visto bueno de la opinión pública (...) y lo cierto es que el gobierno sólo lo es en virtud de ese visto bueno." Dicho lo cual, ¿es entonces necesario que dependamos de un gobierno? ¿No sería mejor que cada cual tomara sus decisiones sin necesidad de tener una autoridad? Su razonamiento es que entregamos nuestra libertad a cambio de la comodidad y de una organización más racional de la convivencia: "En teoría, cada ciudadano dilucida sobre los asuntos públicos y las cuestiones de índole privada. En la práctica, si todos los hombres tuvieran que estudiar por sí mismos los abstrusos datos económicos, políticos y éticos que implica dada cuestión, les resultaría imposible llegar a cualquier conclusión. Por eso hemos consentido dejar que un gobierno invisible filtre los datos y destaque los asuntos más relevantes de modo que nuestro ámbito de decisión se reduzca a unas proporciones más realistas".

*) Para este control hay que tener en cuenta "las posibilidades de desarrollar un gobierno en la sombra de la sociedad mediante la manipulación de los impulsos que mueven al hombre dentro de un grupo" pues, como Bernays también reconoce, "la mente del grupo no piensa, en el sentido de la palabra. En lugar de pensamientos tiene impulsos, hábitos y emociones. A la hora de decidir, su primer impulso es normalmente seguir el ejemplo de un líder en quien confía". Conclusión: "el gobierno se le puede vender a una comunidad igual que se le vende cualquier otro artículo".  Exactamente lo que hizo Barack Obama, de momento uno de los presidentes más inútiles de la historia de los EE.UU. hasta el punto de que su mayor mérito ha sido el de ser el primer presidente mulato, y que es por cierto un ávido y confeso lector de la obra de Bernays.

Y quien dice "vender un gobierno" dice vender cualquier otra cosa y en la escala que sea necesaria. Sólo hay que seguir los pasos que cuenta en su tesis sobre las relaciones públicas y se puede cambiar los hábitos y hasta la moralidad de una nación entera. De un mundo, si es necesario. En 1929, Bernays, entonces a sueldo de la Compañía Americana de Tabaco, organizó una campaña para promover el uso del cigarrillo entre las mujeres. Para ello aprovechó un pequeño escándalo local cuando un grupo de jovencitas fumaban en público durante un desfile. Ante las recriminaciones a las chicas, ideó la manera de asociar publicitariamente la causa de la liberación de la mujer con la posibilidad de que ésta pudiera fumar en público igual que los hombres. De esta forma, una muchacha con un pitillo dejaba de ser simplemente eso para encarnar nada menos que al espíritu de la mismísima Estatua de la Libertad. Su campaña tuvo mucho éxito. Se puede decir que, gracias a Bernays, muchas mujeres que hubieran podido vivir con salud buena parte de su vida, se vieron finalmente mutiladas por culpa del cáncer de mama o directamente fallecieron gracias a su incorporación a la legión de incautos adictos al tabaco, cegadas por el mensaje de "rebeldía" y "libertad". Éste es sólo un caso de los muchos en los que demostró su capacidad para influir de manera masiva sobre la sociedad, siempre cobrando astronómicas sumas (puesto que ofrecía resultados palpables) y por lo general nunca en beneficio de la sociedad en la que vivía sino en la de los patronos que le contrataban. Su vida laboral es, en ese sentido, apasionante, aunque algunos de los trabajos que llevó a cabo se pueden describir sencillamente como repugnantes.

Ahora, como suele decir Mac Namara, Bernays sólo es uno y además falleció hace unos años. Hay muchos más, hoy día, poniendo en práctica éstas y otras ideas para crear la opinión pública adecuada.  



viernes, 11 de abril de 2014

Bielefeld existe

A medio camino entre Dortmund y Hannover, cerca del bosque de Teutoburgo en el noroeste de la actual Alemania, existe una ciudad de poco más de 300.000 habitantes que se llama Bielefeld. Es un sitio con Historia, como la mayoría de urbes centroeuropeas. La primera mención escrita oficial acerca de ella se remonta a principios del siglo XIII, aunque se sabe que había asentamientos previos que se remontan a vaya usted a saber cuándo, y desde entonces sucedieron varias cosas interesantes por allí: desde su integración en la Liga Hanseática en el XV y la fundación de una de las empresas de hilandería más grandes del XVIII hasta el nacimiento de la industria agroalimentaria de August Oetker (sí, el de las pizzas), pasando por el nacimiento de Friedrich Wilhelm Plumpe más conocido por su seudónimo de Murnau (el director de, entre otras, películas como Satanas,  Faust, Der Letzte Mann y, sobre todo, Nosferatu). Luego, durante la Segunda Guerra Mundial fue, como tantas otras poblaciones alemanas, salvajemente arrasada por los bombardeos "de alfombra" angloamericanos y más tarde saqueada hasta sus cimientos por los ejércitos de los Aliados. Finalmente fue reconstruida si bien, al igual que sucede con todas esas ciudades aniquiladas, poco tiene que ver con lo que fue..., pero existe.

Hay que insistir en su existencia, de la que yo mismo puedo dar fe puesto que hace algunos años tuve oportunidad de comprobarlo durante una visita al cercano Hermannsdenkmal o monumento (a la derecha, la broncínea figura que lo corona) que honra el recuerdo de uno de los más grandes héroes de la resistencia contra Roma en suelo europeo: el caudillo querusco Hermann..., o Arminius, en su versión latina, que es la que ha pasado a los anales históricos. Hermann/Arminius aplicó tácticas de guerrilla similares a las de los jefes rebeldes celtíberos a la hora de enfrentarse contra los invasores romanos y gracias a ellas aplastó a las tres desgraciadas legiones de Publio Quintilio Varo en la conocida batalla del citado bosque de Teutoburgo.

 Y es que a mediados de mayo de 1994 un entonces estudiante y hoy ingeniero de informática llamado Achim Held soltó una gracia en un grupo de noticias de Internet que tuvo un éxito tan arrollador como increíble. Held aseguraba que, en realidad, Bielefeld era un lugar ficticio, un invento de Sie (Ellos, en alemán), un grupo secreto que en connivencia con el gobierno germano estaba desarrollando una campaña de desinformación entre los ciudadanos, por supuesto con oscuras intenciones. Para probar esta conspiración planteaba tres preguntas: 

1º) ¿Alguna vez has estado en Bielefeld? 
2º) ¿Conoces a alguien que haya estado allí? 
3º) ¿Conoces a alguien que sea natural de Bielefeld?

Dado que esta localidad se encuentra en una región rural, sin atractivos turísticos especiales ni grandes monumentos urbanos (gracias a los "simpáticos chicos" de Sir Arthur Bomber Harris) que mostrar, no suele aparecer en los medios de comunicación. Y ya sabemos lo que eso significa: lo que no te cuenta la televisión o cualquiera de los otros grandes media no existe. Literalmente. Además, tampoco hay un acento, un deje o un modo específico y característico de hablar entre sus habitantes, como sí lo tienen los ciudadanos de Hamburgo o de Munich, cada uno el suyo, por poner dos conocidos ejemplos que permiten identificar si una persona viene o no de estas otras urbes alemanas sin necesidad de preguntárselo.

 En consecuencia, la inmensa mayoría de personas a las que se les ha planteado a lo largo de estos últimos años las tres preguntas conspiranoicas contesta que no. Y se suma a la creencia general, o al menos a la duda. Si algún viajero ha pasado por allí o tiene algún conocido y se le ocurre contestar que , para mucha gente eso no invalida el planteamiento sino más bien al contrario. Ellas tienden a pensar que es muy raro que alguien pueda contestar afirmativamente, dado que tanta gente lo hace negativamente, por lo que, si alguien afirma haber estado o conocido a algún habitante de Bielefeld, no está 
diciendo la verdad sino que participa en la conspiración. Puede que incluso sea uno de Ellos... El propio Held, al que vemos aquí, se fotografió años después en Bielefeld riéndose de su broma..., y como es lógico pasó a formar parte de los integrantes del "malvado grupo secreto". Más de un convencido debió pensar, decepcionado: "¡Oh, Dios mío..., le han captado incluso a él!"  

Podemos reírnos de esta actitud, sobre todo teniendo en cuenta que en la era de la información es francamente sencillo comprobar la existencia de Bielefeld..., pero hay que tomarse la molestia de hacerlo y el homo sapiens, lo sabemos, es un animal vago por naturaleza. Por ese motivo, muchas víctimas de la "conspiración" que no tienen a mano un atlas (o una conexión de Internet..., o que la tienen y buscan la entrada correspondiente pero creen que la información disponible también forma parte de la campaña de engaño masivo) prefieren dejar "aparcado" el asunto en su memoria, sin tener muy claro si de verdad existe o no este lugar, ya que en el fondo tampoco es un asunto preocupante para su supervivencia. Y además, hay algunos detalles a medio camino entre la comicidad y la incompetencia que hasta refuerzan las divagaciones más bizarras. Véase la campaña que se le ocurrió organizar al Ayuntamiento de la ciudad casi cinco años más tarde de que el cuento comenzara a rodar (para entonces ya era muy popular en toda Alemania) 
publicando un texto en los diarios que se titulaba "¡Bielefeld existe!" (por cierto, supongo que todo esto le sonará muy familiar a los habitantes de Teruel, en el este de la península ibérica).  El problema es que no se les ocurrió otra cosa que publicarlo..., en Aprilscherz: o sea, el 1 de abril, conocido en casi toda Europa como El Día de los Tontos (el equivalente al 28 de diciembre en España, cuando todo el mundo tiene la boba costumbre de gastar bromas como mejor forma de conmemorar la bíblica matanza infantil ordenada por el rey Herodes). En consecuencia, la defensa que la corporación municipal quiso hacer de la existencia de su población acabó sirviendo como argumento para los defensores de la teoría conspirativa. Con todo ello, y por extraordinario que pueda parecer, para un número indeterminado pero parece que no pequeño de personas, Bielefeld sigue todavía hoy emparentada con el gato de Schrödinger, desde el punto de vista de su indefinición vital.

Así que podemos reírnos de esta actitud, decía, pero la verdad es que no deberíamos hacerlo..., porque los mecanismos mentales que han confundido en este caso a tanta gente son exactamente los mismos que utilizan los "Ellos" de verdad, los que Mac Namara llama genéricamente (y yo también, por puro seguidismo de mi gato conspiranoico) los Amos, para engañar diariamente a la población general y llevarla por el camino que más les interesa.

El cerebro es un órgano maravilloso, sin el cual no es posible aspirar a una vida plena en nuestro planeta, y no sólo a la hora de desarrollar el punto de vista físico o el intelectual, sino para conectar con planos más elevados. Las capacidades personales que podemos desarrollar gracias a su correcto entrenamiento son fabulosas, propias casi de superhéroes, pero como sucede con tantas otras cosas es imprescindible una larga e intensa preparación previa, así como un uso racional e inteligente de sus posibilidades. Por desgracia, muy pocas personas poseen la voluntad y el tesón necesarios para mantener ese programa de adiestramiento; ni siquiera para empezarlo. Y por eso acaban siendo ahogadas por las toneladas de información vulgar que tragamos a diario y arrastradas por corrientes de opinión y análisis ajenos que terminan por encuadrarlas en un sitio o en otro..., en cualquier parte menos en el que ellas hubieran elegido para sí mismas si hubiesen desarrollado la necesaria capacidad de discernimiento para comprender el mundo en el que vivimos. La buena noticia es que no es tarde para cambiar de actitud y empezar a trabajar con uno mismo. Nunca lo es, hasta el día de la muerte. Pero cada vez queda menos tiempo.







viernes, 4 de abril de 2014

La imposibilidad de los viajes en el tiempo

- … en resumen: el viaje en el tiempo a bordo de una máquina con destino a una época diferente del pasado o del futuro es una completa, total y absoluta imposibilidad física y hasta diría que matemática, a pesar de algunos planteamientos un poco, digamos, “osados” por parte de algunos colegas. Déjenselo a los guionistas de comic y a los directores de películas de ciencia ficción. Nosotros me temo que tendremos que conformarnos con seguir utilizando la única máquina del tiempo que sabemos funciona razonablemente bien: el reloj.

El eminente doctor Phil Connors, premio Nobel de Física y Química y uno de los científicos más prestigiosos vivos en el mundo, tomó todas las hojas de su discurso y las sacudió conjuntamente sobre el atril para dar a entender que había finalizado la charla, mientras recibía una ensordecedora salva de aplausos del repleto auditorio.

El profesor James Cole, uno de los organizadores del simposio se levantó de la mesa presidencial en el estrado y se acercó sonriente y aplaudiendo con gesto complacido hasta el doctor Connors, antes de darle la mano con fervor y, pidiendo un poco de silencio a través del micrófono, dirigirse al público:

- Después de las explicaciones del doctor me quedo más tranquilo, pensando que ningún descendiente mío va a viajar en el tiempo para venir a matarme por cualquiera que sea el pecado que pueda cometer en los próximos años -comentó irónico, antes de pedir un nuevo aplauso para la celebridad investigadora.

Connors saludó de nuevo a los asistentes y abandonó el lugar con urgencia. Había pactado media hora de discurso, aparte del encuentro con los periodistas aquella misma tarde, y no tenía intención de dedicar un minuto más a su compromiso, pese a la exorbitante tarifa económica, viaje y alojamiento incluidos, que cobraba por su presencia en este tipo de seminarios.

Abandonó el Edificio de Congresos y Exposiciones y facilitó la dirección de su hotel. El trayecto fue rápido y, al llegar al hall del establecimiento de lujo, advirtió al encargado de que nadie le molestara. No debían pasarle ni una sola llamada telefónica hasta que volviera a bajar de la habitación, más tarde.

Estaba harto, necesitaba unas vacaciones e iba a tomárselas en ese mismo momento. Tres semanas junto al mar, por lo menos. Abrió su maletín personal y extrajo el collarín de reintegración. Mientras esperaba que el flujo de condensación de partículas fuera acumulándose hasta conseguir la masa crítica necesaria que le permitiera abrir la puerta interdimensional, se despojó de la estúpida e incómoda ropa característica de principios del siglo XXI en aquella versión tan primitiva de la Tierra y esperó, completamente desnudo, a que se formara la apertura ante él.

- Viajes en el tiempo... -masculló- Sólo a este puñado de idiotas se les podía ocurrir que algo así fuera posible. Estoy deseando terminar con este estúpido trabajo como explorador y quedarme en mi propia dimensión.