El periodista y escritor Jon Ronson reveló hace pocos años al mundo que estamos dirigidos por psicópatas. Se interesó en este asunto a raíz de conocer algunas anécdotas que le explicaron varios expertos..., como aquella ocasión en la que una especialista le mostró a un psicópata reconocido (y asesino) la fotografía de un rostro asustado y le pidió que identificara la emoción de la persona que aparecía retratada. Él la miró con cierta indiferencia y argumentó que no sabría explicar cuál era exactamente la emoción que reflejaba, pero lo que sí pudo decir es que era la misma cara que ponían sus víctimas justo antes de matarlas. Fascinado por la frialdad con la que suele reaccionar este tipo de homo sapiens, Ronson se puso a recopilar información y terminó publicando un interesante texto: The psycophath test (El test del psicópata). En cierto modo, tampoco era una idea nueva puesto que varios psicólogos como Paul Babiak y Robert Hare ya lo habían adelantado en trabajos previos, pero él tiene el mérito de ser el primero en redactar un texto asequible para todos los públicos, que obtuvo un impacto interesante más allá del ámbito especializado.
Babiak, por ejemplo, había obtenido un peculiar e inesperado resultado al evaluar durante tres años la capacidad profesional de varios grupos de empleados con distintas responsabilidades y pertenecientes a siete empresas diferentes. Los máximos directivos de estas compañías deseaban conocer hasta qué punto estos trabajadores eran prometedores y por tanto convenía impulsarlos en su carrera en beneficio de la marcha general del negocio. Entre los parámetros que empleó Babiak para examinar a los sujetos, aparte de otras pruebas más corrientes en relación con sus responsabilidades, su ocupación general, etc., figuraba la conocida como Escala PCL-R, también llamada Escala de Calificación de Psicopatía de Hare, un test que se utiliza generalmente para determinar las tendencias psicópatas de los criminales o si se puede dejar en libertad a internos de hospitales psiquiátricos de alta seguridad en el mundo anglosajón... Pues bien, de las poco más de 200 personas examinadas con esta escala, casi una decena (1 de cada 25) obtuvieron una puntuación clara de psicópatas, aunque ninguna de ella poseía un pasado criminal ni apariencia de ir a cometer un delito en cualquier momento. Puede parecer poco, después de todo, pero la cifra cuadruplicaba el porcentaje esperado entre la población general..., y todos aquellos empleados formaban parte de la misma. Y no sólo eso: precisamente los empleados con este tipo de tendencias habían sido a menudo descritos en informes previos de sus compañías como personas inteligentes, innovadoras, fiables..., y auténticos líderes de opinión.
Algunas de las características de estos psicópatas ocultos son las siguientes: en apariencia, son encantadores y sociables aunque sólo superficialmente porque en realidad son fríos y despectivos, mienten con una facilidad extraordinaria gracias a su habilidad para enmascarar su verdadera personalidad y aunque parecen dispuestos a ayudar sólo lo hacen cuando les interesa y siguiendo un modo de ser a menudo marcado por la irritabilidad, la impaciencia y los ataques de furia. Y carecen de remordimientos por su devastadora forma de actuar sobre sus víctimas que, en general, son cuantos les rodean. ¿Alguien conoce algún jefe o compañero de trabajo con ascendiente sobre los demás que despliegue semejante panoplia de humanidad? Yo sí, muy de cerca, y estoy seguro de que no soy el único en esta sala que ha "disfrutado" de las atenciones de este tipo de monstruito, más común de lo que en principio podríamos imaginar en la actual sociedad.
Pero tiremos hacia arriba, hacia lo más alto. A raíz de conocer los estudios de Babiak y Hare, Ronson habló con muchos otros psicólogos de trayectoria reconocida y llegó a la misma conclusión que muchos de ellos: los psicópatas no son un puñado de tipos peligrosos camuflados sin más, sino que gobiernan el mundo. Literalmente y como suena. "Siempre había pensado que la sociedad era fundamentalmente algo racional pero ¿y si resulta que no lo es? ¿Y si está basada en la locura?", se pregunta Ronson. Lo cierto es que las mismas bases teóricas de la sociedad no parecen mal planteadas. El problema radica más bien en cómo y sobre en todo quiénes la aplican. Nuestro hombre siguió entrevistando gente, que es una de las cosas más entretenidas y útiles de ser periodista a la hora de buscar cualquier clase de conocimiento, porque uno puede actuar como si fuera un detective pero sin despertar los recelos de mucha gente. Tras un fértil trabajo de investigación, llegó a la conclusión definitiva: "la Psicología tiene razón y esta clase de gente no sólo existe sino que tiene mucho poder". De hecho, llega a definir "el capitalismo en su expresión más despiadada" como una vulgar "manifestación de psicopatía", aunque siguiendo sus métodos podríamos meter en el saco a casi todos los sistemas políticos.
Y por supuesto a sus líderes. Por poner un caso, ahí tenemos algunas de las medidas aplicadas por la administración del Premio Nobel de la "Paz", Barack Obama como la que conocimos en febrero de 2013 y apenas mereció un par de comentarios (otra prueba que demuestra que la mayor parte de la sociedad está profundamente dormida..., o tal vez que arrastra algún defecto psicópata también, ya que lo aceptó como algo normal). Me refiero al documento clasificado de 16 páginas del Departamento de Justicia de los Estados Unidos que consiguió y filtró la cadena de noticias NBC y en el que se defiende la tesis de que es perfectamente legal asesinar a un ciudadano norteamericano en el extranjero "si un alto cargo del gobierno" determina que se trata de un elemento terrorista de Al Qaeda cuya simple existencia supone "una amenaza inminente de ataque contra los EE.UU." y no se le puede detener. Además, el informe explica que no hace falta que el gobierno norteamericano tenga pruebas concretas de una conspiración para matar a quien le dé la gana (ya ni siquiera se echa mano del cinismo de George Bush Junior y sus épicas frases del estilo de "invadimos Iraq porque tiene armas de destrucción masiva"..., armas que jamás aparecieron una vez invadido y destruido el país) porque Al Qaeda "siempre está planeando ataques, que ejecutará en cuanto le sea posible." La medida recibió el visto bueno de Obama, un presidente que, según el entonces portavoz de la Casa Blanca Jay Carney "tiene mucho cuidado a la hora de conducir la guerra contra el terrorismo de acuerdo a la Constitución y las leyes". Si ese presidente tan "amante" de la humanidad está dispuesto a matar a sus propios conciudadanos sin necesidad de pruebas, ni de juicio, ni de nada, podemos imaginar lo que le preocupará matar a un ciudadano de cualquier otro país del mundo.
Por supuesto, no es Obama el único aspirante a psicópata oculto con poder en el mundo. Una de las mejores cosas que tiene Estados Unidos es precisamente su Constitución y sus leyes, que consagran el derecho a la libertad de información y expresión (un derecho real, no como las progresivamente totalitarias legislaciones de los países europeos, donde hay cosas sobre las que se puede hablar, otras sobre las que se puede pero hasta cierto punto y unas terceras sobre las que sencillamente no se puede y es que no se puede, por muy contradictorio que resulte eso con la supuesta democracia que rige la UE). Por ello justamente nos podemos enterar de las travesuras de Obama, Bush y compañía, pero no de las de sus equivalentes a este otro lado del Atlántico. Sin embargo, en el Viejo Continente (por no mencionar otros lugares aún más deficitarios en derechos en el resto del planeta), sucede exactamente igual, sólo que es muchísimo más difícil conseguir y ya no digamos publicar los documentos que lo demuestran. Un ejemplo de ficción podría bastarnos en este caso: ¿cuál es el héroe de aventuras más popular del Reino Unido en el siglo XX y lo que llevamos del XXI? ¿Acaso Sherlock Holmes? ¿El Doctor Who? ¿Jack el Destripador? No, James Bond. ¿Quién no ha soñado con ser Bond alguna vez? Sobre todo cuando se trata de los Bond más atractivos cinematográficamente hablando, como Sean Connery o Timothy Dalton... Las novelas y las películas de Bond ensalzan a un tipo guapo, fuerte y atlético, ingenioso e inteligente, capaz de manejar las tecnologías más vanguardistas, sumamente elegante y educado, demoledoramente atractivo para las mujeres..., y un auténtico canalla asesino dispuesto a matar fríamente a quien haga falta, sin juicio ni jurado, y sin sentir pena alguna por aquéllos a los manda al "otro barrio". Y además siguiendo órdenes... ¡Caramba, ahora que lo pienso, James Bond no es tan diferente del prototipo de malvado-villano-del-Tercer-Reich al que nos tiene habituados la cultura popular!
Otro ejemplo de psicopatía aparece en la revista Life de septiembre de 1955 con el titular de Comedores conscientes de una dieta atómica y que hacía referencia a los experimentos que la administración del peculiar D.D. Eisenhower desarrolló utilizando como conejillos de Indias a sus conciudadanos (después de haber criminalizado a los alemanes contra los que él había luchado por experimentar también con humanos, aunque ellos lo hicieron con prisioneros y no con sus propios ciudadanos, como sí hicieron además de Eisenhower otros populares líderes norteamericanos, británicos y franceses de diversos gobiernos democráticos). Así que el simpático Ike dio vía libre, entre otros, a este experimento probablemente diseñado por un psicópata en el que participaban los jóvenes objetores de conciencia que se negaban a servir en el ejército estadounidense. Lo único que tenían que hacer a cambio los objetores era alimentarse..., con comida radiactiva. Tenían que comerse "cada una de las migas y cada gota de grasa" depositadas en sus vajillas". Participaban así en un estudio para conocer los efectos que tenían los alimentos tratados con radiactividad en un organismo joven, sano y fuerte. Oficialmente, se trataba de comprobar si la radiación nuclear podía servir para matar los microorganismos perjudiciales para el ser humano de manera que pudiera mantenerse la comida durante más tiempo y que fuera más sana. Además, la experiencia era totalmente voluntaria. Podemos aceptar que los ingenuos objetores que participaron en este experimento fueran completamente ignorantes acerca de los efectos de la radioactividad (y cabría preguntarse cuántos habrían participado voluntariamente de haber estado más informados) pero resulta muy poco creíble que los responsables militares y científicos no los conocieran, habida cuenta que habían pasado ya 10 años desde esos dos crímenes de guerra jamás juzgados que fueron los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki con sendas armas atómicas. Por cierto, no hay datos públicos a día de hoy sobre qué pasó con esos objetores y cómo les afectó el experimento.
En el Estado de Nevada, la Casa Blanca autorizó casi un millar de pruebas nucleares entre 1951 y 1992, en un campo de tiro apenas a 100 kilómetros de la legendaria ciudad de Las Vegas. ¡Lo más demencial del asunto es que las explosiones nucleares se veían perfectamente desde este emporio del juego, por lo que se convirtieron en una celebrada atracción turística! No es un dato muy conocido que, a mediados de los años 80 del siglo XX, el gobierno norteamericano tuvo que pagar por orden judicial cerca de 300 millones de dólares como compensación por los daños causados por las pruebas nucleares en diversos puntos del país... Pero, insisto, psicópatas hay en todas partes y no sólo en EE.UU., como demuestran los programas atómicos de otros países, no muy diferentes a los de los yankees. En la época de la Unión Soviética, los rusos hicieron lo mismo y emplearon a su propia población como cobayas. Por ejemplo, utilizaron el polígono de pruebas de armas nucleares de Semipalatinsk durante años: sus ensayos afectaron a más de un millón de habitantes de la región, muchos de los cuales siguen a día de hoy padeciendo los cancerígenos efectos radiactivos que en algunos casos se han incorporado a sus genes. En los años 50 del siglo XX, los británicos en Australia y los franceses en Argelia expusieron a propósito a sus tropas a la radiación nuclear colocando a diversas unidades a escasa distancia del lugar de las detonaciones atómicas para ver "qué pasaba". ¡Para qué quiere uno enemigos, teniendo estos amigos en sus propias filas! Todos eso, naturalmente, sin contar cómo afectaba a la población local.
Dicho todo lo cual, cada vez que un defensor de la contemporaneidad me expresa su satisfacción por vivir en un mundo tan moderno, lleno de comodidades y tecnologías de vanguardia, no puedo hacer otra cosa que mirarle con escepticismo. Por supuesto, los psicópatas no son un invento actual. Basta echar un vistazo a la Historia para comprender que esto no es de ahora: la humanidad ha estado, por lo general, en manos de psicópatas mucho más tiempo que en manos de buenas personas. La diferencia es que un psicópata con poder en la Antigüedad podía quizá matar a unos miles de personas o puede que incluso a un país entero..., pero casi cualquier psicópata con poder a día de hoy puede iniciar la secuencia de acontecimientos que termine con la total destrucción del planeta. Así que ¿conviene preocuparse mucho sobre nuestra seguridad? Vivimos en este pequeño mundo casi de milagro, exclusivamente porque los dioses quieren y por supuesto para cumplir sus propios fines, aunque nos guste imaginar que disponemos de libre albedrío para perseguir los nuestros. Si fuéramos capaces de comprender lo que eso significa, sería la ruina para el negocio de las compañías de seguros...
Hablando de dioses, a estas alturas de año ha terminado el curso en la Universidad de Dios, así que estoy haciendo las maletas para regresar a mi Walhalla natal y, tras reencontrarme con mi cósmica familia, ver dónde paso los próximos meses de (espero) tranquilas vacaciones. Sé que a Mac Namara no le gusta ocuparse de esto, pero ya que él se va a quedar todo el verano dormitando en el apartamento, le he dejado encomendado una vez más el mantenimiento de este blog durante mi ausencia.
Volveré.
Creo.
Babiak, por ejemplo, había obtenido un peculiar e inesperado resultado al evaluar durante tres años la capacidad profesional de varios grupos de empleados con distintas responsabilidades y pertenecientes a siete empresas diferentes. Los máximos directivos de estas compañías deseaban conocer hasta qué punto estos trabajadores eran prometedores y por tanto convenía impulsarlos en su carrera en beneficio de la marcha general del negocio. Entre los parámetros que empleó Babiak para examinar a los sujetos, aparte de otras pruebas más corrientes en relación con sus responsabilidades, su ocupación general, etc., figuraba la conocida como Escala PCL-R, también llamada Escala de Calificación de Psicopatía de Hare, un test que se utiliza generalmente para determinar las tendencias psicópatas de los criminales o si se puede dejar en libertad a internos de hospitales psiquiátricos de alta seguridad en el mundo anglosajón... Pues bien, de las poco más de 200 personas examinadas con esta escala, casi una decena (1 de cada 25) obtuvieron una puntuación clara de psicópatas, aunque ninguna de ella poseía un pasado criminal ni apariencia de ir a cometer un delito en cualquier momento. Puede parecer poco, después de todo, pero la cifra cuadruplicaba el porcentaje esperado entre la población general..., y todos aquellos empleados formaban parte de la misma. Y no sólo eso: precisamente los empleados con este tipo de tendencias habían sido a menudo descritos en informes previos de sus compañías como personas inteligentes, innovadoras, fiables..., y auténticos líderes de opinión.
Algunas de las características de estos psicópatas ocultos son las siguientes: en apariencia, son encantadores y sociables aunque sólo superficialmente porque en realidad son fríos y despectivos, mienten con una facilidad extraordinaria gracias a su habilidad para enmascarar su verdadera personalidad y aunque parecen dispuestos a ayudar sólo lo hacen cuando les interesa y siguiendo un modo de ser a menudo marcado por la irritabilidad, la impaciencia y los ataques de furia. Y carecen de remordimientos por su devastadora forma de actuar sobre sus víctimas que, en general, son cuantos les rodean. ¿Alguien conoce algún jefe o compañero de trabajo con ascendiente sobre los demás que despliegue semejante panoplia de humanidad? Yo sí, muy de cerca, y estoy seguro de que no soy el único en esta sala que ha "disfrutado" de las atenciones de este tipo de monstruito, más común de lo que en principio podríamos imaginar en la actual sociedad.
Pero tiremos hacia arriba, hacia lo más alto. A raíz de conocer los estudios de Babiak y Hare, Ronson habló con muchos otros psicólogos de trayectoria reconocida y llegó a la misma conclusión que muchos de ellos: los psicópatas no son un puñado de tipos peligrosos camuflados sin más, sino que gobiernan el mundo. Literalmente y como suena. "Siempre había pensado que la sociedad era fundamentalmente algo racional pero ¿y si resulta que no lo es? ¿Y si está basada en la locura?", se pregunta Ronson. Lo cierto es que las mismas bases teóricas de la sociedad no parecen mal planteadas. El problema radica más bien en cómo y sobre en todo quiénes la aplican. Nuestro hombre siguió entrevistando gente, que es una de las cosas más entretenidas y útiles de ser periodista a la hora de buscar cualquier clase de conocimiento, porque uno puede actuar como si fuera un detective pero sin despertar los recelos de mucha gente. Tras un fértil trabajo de investigación, llegó a la conclusión definitiva: "la Psicología tiene razón y esta clase de gente no sólo existe sino que tiene mucho poder". De hecho, llega a definir "el capitalismo en su expresión más despiadada" como una vulgar "manifestación de psicopatía", aunque siguiendo sus métodos podríamos meter en el saco a casi todos los sistemas políticos.
Y por supuesto a sus líderes. Por poner un caso, ahí tenemos algunas de las medidas aplicadas por la administración del Premio Nobel de la "Paz", Barack Obama como la que conocimos en febrero de 2013 y apenas mereció un par de comentarios (otra prueba que demuestra que la mayor parte de la sociedad está profundamente dormida..., o tal vez que arrastra algún defecto psicópata también, ya que lo aceptó como algo normal). Me refiero al documento clasificado de 16 páginas del Departamento de Justicia de los Estados Unidos que consiguió y filtró la cadena de noticias NBC y en el que se defiende la tesis de que es perfectamente legal asesinar a un ciudadano norteamericano en el extranjero "si un alto cargo del gobierno" determina que se trata de un elemento terrorista de Al Qaeda cuya simple existencia supone "una amenaza inminente de ataque contra los EE.UU." y no se le puede detener. Además, el informe explica que no hace falta que el gobierno norteamericano tenga pruebas concretas de una conspiración para matar a quien le dé la gana (ya ni siquiera se echa mano del cinismo de George Bush Junior y sus épicas frases del estilo de "invadimos Iraq porque tiene armas de destrucción masiva"..., armas que jamás aparecieron una vez invadido y destruido el país) porque Al Qaeda "siempre está planeando ataques, que ejecutará en cuanto le sea posible." La medida recibió el visto bueno de Obama, un presidente que, según el entonces portavoz de la Casa Blanca Jay Carney "tiene mucho cuidado a la hora de conducir la guerra contra el terrorismo de acuerdo a la Constitución y las leyes". Si ese presidente tan "amante" de la humanidad está dispuesto a matar a sus propios conciudadanos sin necesidad de pruebas, ni de juicio, ni de nada, podemos imaginar lo que le preocupará matar a un ciudadano de cualquier otro país del mundo.
Por supuesto, no es Obama el único aspirante a psicópata oculto con poder en el mundo. Una de las mejores cosas que tiene Estados Unidos es precisamente su Constitución y sus leyes, que consagran el derecho a la libertad de información y expresión (un derecho real, no como las progresivamente totalitarias legislaciones de los países europeos, donde hay cosas sobre las que se puede hablar, otras sobre las que se puede pero hasta cierto punto y unas terceras sobre las que sencillamente no se puede y es que no se puede, por muy contradictorio que resulte eso con la supuesta democracia que rige la UE). Por ello justamente nos podemos enterar de las travesuras de Obama, Bush y compañía, pero no de las de sus equivalentes a este otro lado del Atlántico. Sin embargo, en el Viejo Continente (por no mencionar otros lugares aún más deficitarios en derechos en el resto del planeta), sucede exactamente igual, sólo que es muchísimo más difícil conseguir y ya no digamos publicar los documentos que lo demuestran. Un ejemplo de ficción podría bastarnos en este caso: ¿cuál es el héroe de aventuras más popular del Reino Unido en el siglo XX y lo que llevamos del XXI? ¿Acaso Sherlock Holmes? ¿El Doctor Who? ¿Jack el Destripador? No, James Bond. ¿Quién no ha soñado con ser Bond alguna vez? Sobre todo cuando se trata de los Bond más atractivos cinematográficamente hablando, como Sean Connery o Timothy Dalton... Las novelas y las películas de Bond ensalzan a un tipo guapo, fuerte y atlético, ingenioso e inteligente, capaz de manejar las tecnologías más vanguardistas, sumamente elegante y educado, demoledoramente atractivo para las mujeres..., y un auténtico canalla asesino dispuesto a matar fríamente a quien haga falta, sin juicio ni jurado, y sin sentir pena alguna por aquéllos a los manda al "otro barrio". Y además siguiendo órdenes... ¡Caramba, ahora que lo pienso, James Bond no es tan diferente del prototipo de malvado-villano-del-Tercer-Reich al que nos tiene habituados la cultura popular!
En el Estado de Nevada, la Casa Blanca autorizó casi un millar de pruebas nucleares entre 1951 y 1992, en un campo de tiro apenas a 100 kilómetros de la legendaria ciudad de Las Vegas. ¡Lo más demencial del asunto es que las explosiones nucleares se veían perfectamente desde este emporio del juego, por lo que se convirtieron en una celebrada atracción turística! No es un dato muy conocido que, a mediados de los años 80 del siglo XX, el gobierno norteamericano tuvo que pagar por orden judicial cerca de 300 millones de dólares como compensación por los daños causados por las pruebas nucleares en diversos puntos del país... Pero, insisto, psicópatas hay en todas partes y no sólo en EE.UU., como demuestran los programas atómicos de otros países, no muy diferentes a los de los yankees. En la época de la Unión Soviética, los rusos hicieron lo mismo y emplearon a su propia población como cobayas. Por ejemplo, utilizaron el polígono de pruebas de armas nucleares de Semipalatinsk durante años: sus ensayos afectaron a más de un millón de habitantes de la región, muchos de los cuales siguen a día de hoy padeciendo los cancerígenos efectos radiactivos que en algunos casos se han incorporado a sus genes. En los años 50 del siglo XX, los británicos en Australia y los franceses en Argelia expusieron a propósito a sus tropas a la radiación nuclear colocando a diversas unidades a escasa distancia del lugar de las detonaciones atómicas para ver "qué pasaba". ¡Para qué quiere uno enemigos, teniendo estos amigos en sus propias filas! Todos eso, naturalmente, sin contar cómo afectaba a la población local.
Dicho todo lo cual, cada vez que un defensor de la contemporaneidad me expresa su satisfacción por vivir en un mundo tan moderno, lleno de comodidades y tecnologías de vanguardia, no puedo hacer otra cosa que mirarle con escepticismo. Por supuesto, los psicópatas no son un invento actual. Basta echar un vistazo a la Historia para comprender que esto no es de ahora: la humanidad ha estado, por lo general, en manos de psicópatas mucho más tiempo que en manos de buenas personas. La diferencia es que un psicópata con poder en la Antigüedad podía quizá matar a unos miles de personas o puede que incluso a un país entero..., pero casi cualquier psicópata con poder a día de hoy puede iniciar la secuencia de acontecimientos que termine con la total destrucción del planeta. Así que ¿conviene preocuparse mucho sobre nuestra seguridad? Vivimos en este pequeño mundo casi de milagro, exclusivamente porque los dioses quieren y por supuesto para cumplir sus propios fines, aunque nos guste imaginar que disponemos de libre albedrío para perseguir los nuestros. Si fuéramos capaces de comprender lo que eso significa, sería la ruina para el negocio de las compañías de seguros...
Hablando de dioses, a estas alturas de año ha terminado el curso en la Universidad de Dios, así que estoy haciendo las maletas para regresar a mi Walhalla natal y, tras reencontrarme con mi cósmica familia, ver dónde paso los próximos meses de (espero) tranquilas vacaciones. Sé que a Mac Namara no le gusta ocuparse de esto, pero ya que él se va a quedar todo el verano dormitando en el apartamento, le he dejado encomendado una vez más el mantenimiento de este blog durante mi ausencia.
Volveré.
Creo.