Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 31 de octubre de 2014

Océano de plástico

Hay un dicho corriente sobre el manejo y la manipulación de la información según el cual puedes engañar a mucha gente durante poco tiempo o a poca gente durante mucho tiempo, pero es imposible engañar a mucha gente durante mucho tiempo. Obviamente, esta sentencia debió dejarla escrita alguno de los habilidosos profanadores modernos del significado de las cosas, a fin de que la población corriente no  descubra el arrollador potencial del que dispone hoy día un manipulador medio. Lo digo porque, para una mente pensante independiente, resulta hoy día bastante evidente lo fácil que es mantener engañada durante un tiempo indefinido a la inmensa mayoría de la sociedad, aunque existan pruebas contundentes de que a veces la realidad es muy distinta de la que muestran una y otra vez los grandes medios de comunicación como si fueran profetas defendiendo la incuestionable imagen de un dios. Como dijo alguien que sabía bastantes cosas: se trata sólo de repetir muchas veces la misma mentira con convicción. Ese alguien añadió, con acierto, que cuanto más grande sea esa mentira (incluso descomunal, si es posible) más sencilla será de creer por el ingenuo sapiens.

Todo buen seguidor habitual de esta bitácora podrá recitar de corrido algunas "verdades" que no lo son en absoluto, por mucho que se hayan rodado grandes producciones cinematográficas internacionales o se hayan escrito auténticos best-sellers al respecto o haya un día sí y otro también un puñado de tertulianos en televisión machacando sobre las ideas que forman parte del dogma oficial del pensamiento único y por tanto deben formar parte del nuestro... Para qué volver a señalar el hecho en apariencia extraordinario de que nuestras tan autoalabadas democracias hayan literalmente prohibido por ley, con penas de cárcel incluidas, albergar una simple sospecha (ya no hablo de plantear públicamente una tesis en toda regla) acerca de que ciertas "verdades oficiales" son en realidad una milonga que no se sostiene sobre sí misma en cuanto uno lleva a cabo una mínima investigación desprejuiciada... Por fortuna aún existen (y por mucho dinero que inviertan los Amos en experimentos mentales y psicológicos, que lo hacen, jamás lograrán dar con la fórmula para evitarlo) ciertas personas que están fabricadas con una pasta especial, una pasta estelar que les transforma en seres lo bastante extravagantes como para escapar a las redes mentales que someten a la mayoría de la población. Son como pececitos escurridizos y tan pequeños que pueden evadirse a través de los agujeros de la red de pesca que atrapa a todos los demás seres marinos. 


Véase el caso de una anécdota conocida en la carrera espacial y protagonizada por uno de esos seres raros, que en este caso adoptaba la forma de nativo norteamericano. Sucedió durante el  adiestramiento de los astronautas norteamericanos que, encabezados por Neil Armstrong, viajarían en el Apolo 11 en la mítica misión hacia la Luna. Uno de los escenarios que se emplearon para ese entrenamiento fue un paraje desértico de aspecto adecuadamente lunar ubicado en el oeste de los Estados Unidos, en algún lugar de una de las reservas indias en las que el Padrecito Blanco de Washington y sus Casacas Azules recluyeron en su día a los nativos norteamericanos tras robarles sus tierras, su esperanza y, lo peor, su identidad propia en un holocausto real sobre el que aún no se ha publicado, ni rodado, la obra definitiva. Un día, mientras los astronautas desarrollaban el plan de entrenamiento de la NASA, apareció pues un indio y les preguntó con curiosidad qué estaban haciendo allí exactamente. Los futuros hombres del espacio, orgullosos de su labor, le explicaron que formaban parte de la expedición científica que marcaría un hito en la ciencia moderna al llevarles a poner el pie en la mismísima Luna. Cuando el indio escuchó esto, reflexionó unos instantes y luego les preguntó si podían hacerle un favor.

- ¿Qué favor? Si está en nuestra mano lo haremos -le dijeron.

- Es sencillo -contestó el nativo-. La gente de mi tribu cree que la Luna está habitada por espíritus sagrados. Me gustaría que les transmitieran un mensaje importante para ellos, de parte de mi pueblo.

- Por supuesto. ¿Qué quiere que le digamos?

- Deben hablar a los espíritus en mi lengua -advirtió el nativo, quien a continuación pronunció unas palabras en el idioma de su tribu y pidió a los astronautas que lo memorizaran, repitiéndolo una y otra vez hasta que las pronunciaron correctamente.

- ¿Qué significan estas palabras? -preguntaron los astronautas luego.

- Es un secreto que sólo nuestra tribu y los espíritus de la Luna pueden conocer. Por tanto, no puedo decírselo pero les doy las gracias por llevar el mensaje -contestó el nativo.

Cuando regresaron a la base, los astronautas no pararon hasta encontrar a alguien que pudiera traducirles la lengua de la tribu. Repitieron el mensaje secreto delante de esta persona y le pidieron que les revelara qué había dicho exactamente el indio. Al escuchar las palabras, el traductor se carcajeó y más tarde aclaró a los astronautas lo que el indio les había pedido que dijeran a los espíritus sagrados de la Luna:

- "No os creáis una sola palabra de lo que esta gente os diga. Han ido allí sólo para robaros vuestras tierras." 

A veces he pensado que ese indio no era otro que el mismísimo Don Juan Matus. Pero en ésas estamos también por estos pagos..., en la Universidad de Dios es norma recurrente no creer por sistema en las versiones oficiales de las cosas, puesto que los encargados de elaborarlas y transmitirlas nos han defraudado ya demasiadas veces, igual que lo hicieron las autoridades yankees con el indio y, simplemente, han perdido toda la credibilidad que les quedaba. Por eso la mejor compañera del aspirante al conocimiento es la Duda. Con mayúscula.

Además, cada día que pasa se descubren más circunstancias raras, que no cuadran ni se explican adecuadamente y que incluso podrían hacernos pensar..., motivo por el cual son cuidadosamente relegadas del conocimiento y el debate público mientras se atiza permanentemente el fuego del debate sobre estupideces políticas, tonterías deportivas o ridiculeces sociales. Por ejemplo, un asunto relacionado con el medio ambiente que resulta especialmente chocante: la contaminación marina por plásticos. Todos tenemos en la cabeza la imagen, realmente repugnante,
de esas montañas de basura flotantes que por desgracia ensucian nuestros océanos, la más conocida de las cuales es la ubicada en el Pacífico norte. De hecho, se la llama irónicamente "el séptimo continente" y también "la gran placa de basura del Pacífico", y se encuentra a medio camino entre Hawai y Norteamérica. El problema se generó en los años 70 del siglo XX, cuando los restos de espuma de poliestireno empezó a llegar al mar en grandes cantidades. Esta isla de bsrua se ubica en uno de los cinco grandes giros de circulación del agua superficial en el océano: regiones aisladas por sistemas de corrientes que giran en torno a su periferia. En el 2010, se descubrió una isla de porquería similar en otro de los giros, esta vez en el Atlántico Norte Occidental y, poco después, un equipo de expertos españoles del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) encabezados por Carlos Duarte certificó la existencia de otros tres, uno por cada uno de esos giros (en el Pacífico Sur, en el Atlántico Sur y en el Índico), y publicaron su descubrimiento en Proceedings el pasado verano, con lo que tenemos localizados ahora mismo cinco grandes acumulaciones de residuos plásticos en mar abierto. Los principales residuos hoy día son polietileno y polipropileno, los polímeros empleados en la elaboración de productos de uso diario como bolsas, utensilios de cocina, contenedores de comida o bebida... La mayoría son microplásticos, o sea partículas menores a un centímetro de diámetro que se supone pueden llegar a durar cientos de años. 

Hasta ahora, todo asquerosamente normal (porque muchos sapiens consideran normal tirar al mar cualquier porquería, no importa lo tóxica o peligrosa que sea, con tal de quitársela de encima sin pararse a pensar en que eso es como escupir al cielo) pero... Pero resulta que los trabajos de Duarte y de otro equipo español encabezado por Andrés Cózar de la Universidad de Cádiz y publicado en PNAS en el que se analizaron más de 3.000 muestras de agua recogidas en todos los oceános han descubierto algo muy raro. En el 88 % de las muestras aparecen restos de esta basura aunque "la inmensa mayoría del plástico descompuesto en piezas de menos de 5 mm no aparece" por ninguna parte. No sólo eso, sino que el volumen de contaminación de los oceános es asombrosamente inferior al que se suponía que existía: cien veces menos, para ser exactos. Los investigadores pensaban encontrar millones de toneladas pero han hallado "sólo" decenas de miles. Y aún más misterioso: al comparar varias series históricas de concentración de plásticos en la superficie en las conocidas como "zonas muertas" del océano se ha comprobado que no ha habido ningún incremento significativo en el volumen de residuos acumulados desde los años 80 del siglo XX a la actualidad, a pesar del conocido incremento de la producción de todo tipo de plásticos y de su vertido descontrolado a los mares.

Entonces, ¿dónde están todos esos plásticos? ¡Nadie lo sabe!

El propio Cózar reconocía al explicar los detalles de su trabajo que "la novedad" es que existe un "proceso no identificado aún" que está "retirando microplásticos de la superficie del mar a una alta velocidad". Para tratar de explicar este misterio,
se barajan cuatro teorías: los microplásticos se hunden hasta el fondo y se depositan en el lecho oceánico (¿por qué ellos sí y otros no?), se adhieren a otras superficies o se compactan (¿no debería entonces aumentar el número de basura en lugar de ser tan reducida?), se fragmentan en partículas más pequeñas (¿eso quiere decir que lo de que los plásticos tardan cientos de años en biodegradarse es otro cuento chino?) o son ingeridos por la fauna mesopelágica (¿serán nutritivos para estos peces de aguas profundas?). Las investigaciones de Duarte precisamente apuntaban a la posible existencia de unos peces pequeñitos que podrían estar dedicándose a devorar el plástico: los mictófidos o peces linterna, feos como ellos solos (véase el ejemplo en la fotografía) y muy abundantes en las profundidades medias del océano, hasta el punto que se han estudiado unas 250 especies diferentes. Con la oscuridad de la noche suben a alimentarse a aguas de la superficie y después de comer vuelven a descender a su vecindario habitual. Se considera que el tamaño óptimo para convertirse en una de sus presas está entre 1 y 5 mm, así que muy bien podrían ser ellos los responsables de esa disminución de plásticos. Si es que de verdad un pez puede vivir de comer eso. Además, según esta tesis habría que considerar una presencia masiva de este tipo de animales, lo que no sólo multiplicaría por 30 la biomasa marina que se calcula en la actualidad sino que le convertiría en el vertebrado más abundante de todo el planeta, 

¿No es todo esto muy sugerente?

Conocemos otros seres vivos que comen plásticos de verdad y de hecho en la actualidad se está estudiando su viabilidad para la limpieza de vertidos plásticos e incluso petrolíferos a gran escala, pero no son ni mucho menos tan grandes como estos pececillos. Se trata de microorganismos como los que han sido descubiertos incluso dentro de las islas de basura. Llegan atraídos por los nutrientes concentrados en los desechos, se anclan al plástico y empiezan a propagarse sobre él perforándolo incluso para construirse su propia "vivienda", casi como si un ratón hiciera un agujero en un queso gigante para vivir allí mientras se lo come. Entre ellos figuran 
por ejemplo las diatomeas, algas unicelulares que comen los nutrientes del plástico mientras toman el sol para obtener de él energía. Una isla de basura es en su caso un concepto paradisíaco. Entre las bacterias que viven bien en este ambiente figuran los vibriones, algunos de los cuales son patógenos: es decir, nos causan enfermedades como por ejemplo la diarrea inflamatoria autolimitada, el cólera. Aquí a la derecha tenemos una imagen del simpático bicho. Pese al peligro que representan para el ser humano, los vibriones tienen un poder interesante: pueden romper los lazos de hidrocarburos dentro de los plásticos (así los destruyen, acelerando su proceso de envejecimiento natural). Lo que los científicos no saben en este momento es si los vibriones localizados en estas islas de desechos llegaron allí enganchados ya a algunos de los plásticos arrojados desde tierra o viven también en el mar y simplemente desembarcaron en su nuevo hogar.

Tierra adentro se ha descubierto alguna otra especie interesante en este sentido. En 2008, un grupo de estudiantes del  departamento de biología molecular y bioquímica de la universidad de Yale (EEUU) viajaron a la selva amazónica para recolectar diversas especies dentro de sus investigaciones de campo. Entre ellas, un grupo de endofitos: hongos o bacterias que viven parte (o toda) de su vida en simbiosis con los tejidos de las plantas, respetándolas y sin causarles enfermedades. Al regreso a casa, se pusieron a estudiar lo que habían recolectado. Y uno de estos alumnos, Jonathan Russell, descubrió que parte del plástico de una de las placas de Petri que estaba utilizando había desaparecido sin ton si son. Pues bien, resulta que lo había destruido uno de los hongos que habían traído desde el Amazonas: el Pestalotiopsis microspora. Otras especies también pueden descomponer al menos parcialmente el plástico pero ésta en concreto se ha revelado la única, que sepamos, que puede comérselo sin presencia de oxígeno.


¿Cuántos seres más existen en la Tierra que puedan comer literalmente plástico? ¿Está desapareciendo este producto contaminante de los mares de verdad por esa razón? ¿Dónde están los millones de toneladas que faltan? ¿Cuál es la cifra real de porquería que hemos vertido? ¿Es realmente el plástico tan duradero y contaminante como nos repiten prácticamente a diario?

Como diría Plastic Bertrand:
... touche pas ma planète (no toques mi planeta)
it's not today (no será hoy)
que le ciel me tombera sur la tête (cuando el cielo se caerá sobre mi cabeza) ...






viernes, 24 de octubre de 2014

Es fácil conquistar el mundo en época de rebajas

Durante mucho tiempo, el adjetivo “conspiranoico” ha sido considerado por las personas cultas como un insulto, una auténtica descalificación que servía no sólo para anular cualquier hipótesis heterogénea que pudiera manejar la persona objeto de semejante etiquetado sino para plantearse incluso su estado mental y proponer así una conveniente intervención para apartarle de circulación. Todavía a día de hoy quedan numerosos grupos de irreductibles que, parapetados tras sus alambradas de intereses no revelados (o, lo que es peor, de ignorancia alimentada por su soberbia), se niegan a aceptar que la misma Historia es el resultado de una continua Conspiración pues los hechos históricos rara vez se corresponden con la realidad sino con la reconstrucción de la realidad que los grupos de poder se ponen de acuerdo periódicamente para imponer a la gran masa de manera sistemática. Mac Namara sabe un montón sobre eso y ha sido mi principal maestro en los últimos años.


Hoy día, sin embargo, cualquier persona medianamente informada, sin necesidad de tener diez masters o media docena de restringidos carnets de investigador para acceder a instituciones superprotegidas, puede comprobar gracias a Internet la endeble tramoya que sostiene el gran decorado y por tanto la realidad de algunas versiones conspiranoicas de los hechos, que en apariencia a primera vista parecen auténticas locuras mientras que en la práctica se acaban revelando como la única explicación lógica posible. Precisamente por eso, los que mandan están como locos buscando fórmulas para controlar el monstruo que se les ha escapado de las manos. No quieren destruirlo, porque gracias a él saben cada día más de más gente y pueden extender sus tentáculos a las cuatro esquinas del planeta. Tampoco podrían, en todo caso, destruirlo con facilidad, porque millones de homo sapiens 
hipnotizados que hoy se pasan el día con los ojos puestos en la pantalla descubrirían que existe otro mundo mucho más pleno a su alrededor y puede que hasta escaparan de su control (como en aquel capítulo de Los Simpsons en el que los niños dejan de ver los dibujos animados y, restregándose los ojos, salen a la calle y descubren que se pueden divertir jugando de mil maneras unos con otros en lugar de languidecer toda la tarde engrilletados por las retinas al televisor).

Uno de los asuntos conspiranoicos más comentados en los últimos años, más negados oficialmente por los moruecos del rebaño humano a la vez que más fácilmente demostrables, tanto por lo que ocurrió en el pasado como sobre todo por lo que está ocurriendo en el presente, es el del control del dinero y, por mediación de ello, del control de la sociedad entera. La archiconocida frase atribuida a Mayer Amschel Rothschild (“Dadme el control de la moneda de un país y no me importará quién haga las leyes”), aquí a la izquierda, es el resumen de una estrategia que se ha hecho realidad en el pasado de manera tan poderosa como imprudente ya que ha sido capaz de hundir imperios. Y sigue siendo igual de válida en el presente. Buen ejemplo de ello es la famosa crisis supuestamente económica y en realidad financiera que sufre el mundo, y especialmente Occidente, desde 2008 con las siniestras consecuencias que ha traído consigo (y que van mucho más allá de la enorme y dramática pérdida generalizada de puestos de trabajo).

En mi novela de ciencia ficción Islas en el cielo toqué muchos temas, no sólo el de qué hay o puede haber en el centro de la Tierra (algo que a día de hoy seguimos ignorando completamente..., no deja de ser curioso que sepamos más acerca de algunos planetas del sistema solar que de nuestro propio mundo). Uno de los más interesantes, en mi opinión, era precisamente el del control del dinero combinado con la instalación de chips individuales en toda la población con el fin de ejercer un mayor control de una manera democráticamente dictatorial. Especulaciones para pasar el rato, me comentaron algunos lectores. Proyecciones de una realidad cada vez más posible, contestaba yo. Y..., ahí está: hete aquí que hace unos días aparecía una significativa noticia en Israel que ha pasado por completo inadvertida en estos pagos porque los grandes medios de comunicación la han ignorado olímpicamente (¿Censurada? Qué cosas se me ocurren..., si vivimos en un Occidente democrático donde se puede hablar de todo, ¿no?)

Resulta que el gobierno de Benjamín Netanyahu (qué simpático, aquí al lado) ha anunciado la creación de una comisión presidida por Harel Locker, director de su propia oficina, para estudiar “las formas de eliminar el dinero en efectivo que circula con el objetivo de buscar la mejor manera para impedir que los ciudadanos evadan sus impuestos”. El dinero en papel será sustituido (“podría ser sustituido” dice el ingenuo u obediente redactor de la noticia) por las transacciones electrónicas realizadas con tarjetas con chip... En realidad, la inmensa mayoría de la masa monetaria que circula hoy en el mundo ya es electrónica. No existe, de hecho, más que como simples anotaciones de deber/haber que las entidades financieras anotan de acuerdo a las normas que ellas mismas han impuesto a la sociedad y que les convierte en las verdaderas creadoras/destructoras de dinero a placer, fuera del control de cualquier gobierno. Todo lector atento y veterano en esta bitácora es perfectamente consciente de que el negocio bancario es una tragicómica ficción y de que eso de entrar a mano armada a robar un banco al estilo del Lejano Oeste hoy día es una estupidez porque el ladrón no va a encontrar más que unos pocos billetes de verdad (y a lo mejor los tiene que sacar del bolsillo de los clientes, ni siquiera de las vacías cajas de las oficinas bancarias).

Pero sigamos con la información, que por cierto reconoce que “los billetes y monedas representan menos del 10 % de la economía de los países de la eurozona y un 7 % en los EE.UU.”, por si no estaba lo bastante clara la cosa. En el comité estarán presentes también miembros de la Policía, la Autoridad Tributaria, la Administración gubernamental responsable de lavado de dinero, el Banco Central y varios funcionarios de la Procuraduría del Estado, entre otros. El argumento es que en una economía sin dinero en efectivo, todos los registros estarían en formato electrónico y los impuestos se recogerían en tiempo real (…) al eliminar el dinero efectivo se puede ampliar la base tributaria y evitar el lavado. Además, esta medida puede ser exportable al resto del mundo ya que “en todo el mundo sabemos que el dinero es un elemento clave de la economía y el lavado de dinero es ilegal”. Aún más, revela que las autoridades de Suecia están trabajando para crear una economía (léase, unas finanzas) con un sistema “completamente digital, basado en chips especiales para 'smartphones'” que permitirían acceder mediante las huellas digitales. Esas mismas que ya recopilan alegremente los aparatos de la última generación de iPhones para “evitar riesgos” y “facilitar la experiencia” a sus usuarios. Hay más planes similares en otros países.

Visto lo visto, la defensa contra los planes de instalación de un gobierno mundial con todo el aspecto de ir a ser cualquier cosa menos democrático (por mucha apariencia de democracia con que quiera vestirse) se hace progresivamente más difícil. Como, por otra parte, corresponde a la época en la que nos encontramos del Kali Yuga. Porque lo peor no es que haya un reducido grupo de conspiradores dispuestos a imponer su propia y única ley, sino que la gran mayoría de no conspiradores que podrían hacer algo para desbaratar sus intenciones no están en condiciones de hacerlo. En realidad, no están en condiciones más que de seguir a los que extraoficialmente ya son sus amos, pues se han convertido progresivamente en sus esclavos al abandonarse poco a poco en sus almibaradas redes.

Esta semana tuvimos ocasión de ver en España, de manera muy gráfica, qué tipo de esclavos solicitan los amos con el nuevo programa televisivo Adán y Eva emitido por Cuatro, una sonrojante colección de situaciones que a cualquier persona con un poco de inteligencia en la cabeza y otro poco de libertad en el corazón pudo generarle un torrente de sentimientos de vergüenza ajena. El programa consistía en meter a dos hombres y dos mujeres, todos jóvenes y de buen ver, en una isla paradisíaca para “encontrar el amor” y el aliciente principal para enganchar a la audiencia, a base de morbo, es que todos están completamente desnudos, si bien la realización tuvo mucho cuidado de no ofrecer planos excesivamente provocativos... Sin embargo, lo tremendo del programa no eran los desnudos, sino la filosofía de fondo y la calidad de las personas elegidas. Como decía una de las concursantes, “voy a intentar encontrar al hombre de mi vida” aunque, al ser preguntada cuáles debían ser sus características, ella contestaba: “que sea educado, de buena presencia, atractivo..., y que tenga dinerito, que tenga un buen coche, Mercedes o BMW, que pague todas las cuentas..., porque yo estoy acostumbrada a lo mejor”. Como para encontrar a un hombre de su vida pobre...

Esto, por no hablar del nivel cultural de los “perdidos” en la isla, con diálogos completamente surrealistas que incluyeron frases como “El título del programa, 'Adán y Eva', viene del primer fascículo de la Biblia. La Biblia sirve para leer, como el resto de los libros” o “¿Que me llevas al Manzanares? ¿Eso que es? Me suena a frutas o así...” (por el río Manzanares de Madrid) o “¿El palacio de la Alambrada? ¿Es que está hecho de alambre? ¿Y dónde está, en Córdoba?” (por el palacio de la Alhambra de Granada) o “Yo sé poco de arte, pero leo libros. Como Dan Brown, que cuenta cosas de Da Vinci y eso... Es que no me gusta el arte porque soy anárquica” (por el famoso best-seller de Brown)

Con semejantes ciudadanos, podemos imaginar lo fácil que es, hoy, conquistar el mundo. Estamos en plenas rebajas.






viernes, 17 de octubre de 2014

Prostitutas, drogadictos y contrabandistas

Nunca he entendido a las personas que dicen aburrirse con su día a día porque, total, "nunca pasa nada" y lo que pasa (en general, se refieren a peripecias de famosillos, futbolistas o gente que viaja o vive en algún país exótico) es demasiado grande o está demasiado lejos para participar en ello. Lo cierto es que el parque de atracciones en el que nos marean un día sí y otro también están pasando cosas, y cosas importantes, en todo momento. El problema es que estamos tan aturdidos que somos incapaces de percibirlas. Como esos seres feéricos que revolotean a nuestro alrededor en cuanto pisamos la Naturaleza pero lo hacen vibrando a tal velocidad que se vuelven literalmente invisibles para nuestra torpe capacidad de percepción. Mi tutor en la Universidad de Dios me dio hace mucho tiempo un pequeño truquito, que ya he comentado en alguna ocasión, para superar el atontamiento: las "luces rojas". O, lo que es lo mismo, esos pequeños detalles que de repente encuentras que no cuadran en la vida diaria, como si se hubiera salido del guión o como si fueran pequeños restos del gran decorado que alguien se olvidó de limpiar del escenario antes de que los actores salieran a declamar sobre las tablas. Son pistas mínimas pero suficientes para replantear toda la secuencia de acontecimientos y ayudar a ver más allá de lo aparente.

Después de tanto entrenar la vista para reconocerlas, la verdad es que tengo un problema serio con las "luces rojas" porque a menudo las veo más a ellas que a la presunta realidad en la que tengo que mover y utilizar a mi muñeco de carne y hueso, y ello me hace perder oportunidades y aparecer como un despistado que vive permanentemente en su mundo sin centrarse en "lo que importa". De todas formas, como es verdad que cada dos por tres me abstraigo en mí mismo, lejos de las tonterías materiales, la gente "normal" no le da mayor importancia a mis aparentes desvaríos... El caso es que estas señales de alarma, estas chispas de conciencia, están por doquier y te las puedes encontrar con facilidad cuando sabes lo que estás buscando. Es impresionante comprobar cómo alguna te
 ilumina en un momento dado, mientras que la inmensa mayoría no ve nada raro en ella, pero eso es como digo por la falta de entrenamiento. Cuando nadie te ha explicado la diferencia entre el color rojo y el verde te da igual ver una bombilla de uno u otro tono (incluso las ves físicamente iguales, aunque no lo sean), pues no consideras que tengan una interpretación muy diferente... Todo esto se parece a lo que comentábamos la semana pasada acerca de los símbolos y su pluralidad de significados según el grado de conocimiento.

Hay una historia que refleja muy bien esto y es aquélla en la que un eminente científico nuclear alemán pierde uno de sus libros técnicos, estudiado y anotado por su puño y letra, en la jungla.
Primero lo encuentra un leopardo, pero pasa por encima del objeto, quizá pisándolo, sin prestarle mayor atención.
Luego lo encuentra un mono, al que le resulta gracioso que el libro se pueda abrir y tenga hojas, pero al cabo de un rato se aburre de jugar con él y lo deja.
En tercer lugar aparece un nativo analfabeto, que puede reconocerlo o no como una posesión de los "colonos blancos", pero tampoco encuentra mayor utilidad en ello aparte de usarlo si acaso como diana para entrenamiento.
Más tarde llega un francés que se da cuenta de que es un libro pero, como está en alemán y no sabe ese idioma, lo abandona igualmente.
Por fin aparece un alemán, pero es un niño que no lee más que tebeos y no le interesa lo más mínimo los libros de adultos, por lo que lo abandona donde lo encontró, como todos los que le precedieron.
Llega otro alemán, bien formado y lector habitual de diversos géneros, pero de la misma forma deja el texto donde lo halló porque es tan específico que tras echarle una ojeada y quizá leer unas pocas páginas comprueba que el tema le aburre soberanamente.
 Después de tanto ajetreo, pasa por allí otro científico nuclear alemán y se da cuenta de que está ante un auténtico tesoro para él, no sólo por los conocimientos que aporta el texto sino por las anotaciones del colega que lo perdió: rápidamente se apoderará del objeto y se lo llevará consigo dando gracias a la Providencia por haberlo puesto en su camino.

Aquí encontramos siete niveles de significado diferentes para un mismo artículo, que puede ser perfectamente despreciable para alguien al mismo tiempo que puede ser una brillante joya para otro alguien, pero hay muchos más niveles intermedios. De hecho, este cuentecillo tan simple explica por qué la Sabiduría y el Conocimiento con mayúsculas, a pesar de hallarse ante nuestras propias narices cada día a todas horas, han estado, están y estarán siempre completamente a salvo de ignorantes, envidiosos y traidores, por mucho que los "malos" quieran hacerlos desaparecer del planeta (como tantas veces lo han intentado a lo largo de la Historia y tantas veces han fracasado). 

También es un buen ejemplo de cómo es posible que lo que para uno es una "luz roja" en toda regla, para otro no sea más que otra simple información, una frase anodina o un dato prescindible.

Por ejemplo, esta mañana la Oficina Estadística de la Unión Europea, Eurostat, ha hecho públicos los datos de riqueza de los 28 países del Viejo Continente adscritos al club de mercaderes dirigido por Bruselas incluyendo en sus respectivos PIB (Producto Interior Bruto) aspectos tan llamativos como la prostitución (!), las drogas (!!) y el contrabando y juego ilegal (!!!). Lo llaman "cambio metodológico" y justifican su inclusión asegurando que así los datos de la economía europea "serán más reales" (!!!!!!!!!!!!!!!!). En el caso de España, esta nueva manera de medir la riqueza ha elevado el PIB del años 2013 hasta un 2,6%. Además de ser una idea absurda que va en contra de cualquier razonamiento lógico (¿cómo va a ser más real una cifra hinchada por el dinero negro obtenido en actividades ilegales y no controlado por el Estado, y que por tanto no beneficia al conjunto de sus ciudadanos? ¿cómo es moral y éticamente posible que se equiparen algunas de las actividades más denigrantes y criminales del homo sapiens con las legales? ¿por qué se incluyen precisamente esos delitos y no otros, que también generan mucho dinero, como la corrupción, la pederastia o el asesinato por encargo, en el cómputo final?), es que resulta materialmente imposible comparar los índices de los distintos países europeos. ¿Alguien lleva una cuenta fiable del número de prostitutas que ejercen no ya en España sino en Malta o en Bulgaria? ¿O del número de cocainómanos que hay en el Reino Unido, Eslovaquia o Luxemburgo? Lo más aberrante es que no parece que el tema haya llamado la atención no ya de los políticos que supuestamente gobiernan la UE en general y cada uno de sus Estados vasallos en particular, sino de los propios líderes de opinión nacionales y, en última instancia, de los ciudadanos que se tragan este tipo de noticias como si fuera lo más normal del mundo.

Pues no, señor. Ahí tenemos no una simple "luz roja", sino una auténtica Betelgeuse, una supergigante roja, sobre la que una adecuada reflexión podría conducirnos a conclusiones muy claras, empezando por el hecho de que estamos al borde mismo de la desaparición de nuestra civilización..., que, en realidad, murió hace ya un tiempo pero sigue caminando como un zombie, proporcionando a los incautos una sensación de entontecida normalidad.

Hace ya la friolera de siete años, se publicó un dato que podríamos considerar precedente de lo de Eurostat y el PIB de la UE. Y es que la patronal de la pequeña y mediana empresa de Italia, Confesercenti, presentó un informe reconociendo que el mayor negocio privado de su país no es el basado en la compra venta de pasta, arte, moda, armas... No, la empresa más rentable es la Mafia, que facturaba entonces anualmente 90.000 millones de euros o, lo que es lo mismo, el 7 % del PIB de uno de los países considerados entre los siete más y mejor industrializados del mundo. Según este documento, avalado por cierto por las autoridades italianas, las principales actividades mafiosas serían la usura y el chantaje, seguidos por el robo y el fraude. En las películas de Hollywood, los atractivos canallas que aparecen en sus fotogramas se lían a tiros por el juego, las apuestas o el contrabando, pero todos estos delitos están en un segundo plano. En total, el texto reconocía 160.000 comerciantes afectados por la extorsión, con algunas ciudades italianas completamente tomadas por este grupo de delincuentes, como las dos principales urbes sicilianas: Palermo y Catania. Las cosas no han mejorado demasiado desde entonces.

Por cierto, por aquella época fue detenido el supuesto jefe supremo de Cosa Nostra (supuesto, porque lo cierto es que la organización ha seguido funcionando como si cualquier cosa), un tipo llamado Salvatore Lo Piccolo, al que vemos aquí trasladado bajo la custodia de dos policías. Entre los documentos que se le intervinieron había uno muy interesante, escrito a máquina y en mayúsculas, con el título Derechos y deberes. Las autoridades italianas lo tomaron como una especie de Diez Mandamientos Mafiosos, una guía de conducta que tal vez se leyera o copiara para los nuevos integrantes del clan. Resumidamente, son éstos:

 1º.- Nunca te presentarás directamente a otra persona. Tendrás que hacerlo siempre a través de un tercero.
2º.- No mirarás ni desearás a las mujeres de tus amigos.
3º.- No te compararás a ti mismo con los agentes de Policía.
4º.- No frecuentarás bares ni tabernas.
5º.- Estarás siempre disponible para cuando Cosa Nostra te reclame, incluso si tu mujer está a punto de dar a luz.
6º.- Respetarás y serás extremadamente puntual en las citas.
7º.- Respetarás a tu propia esposa.
8º.- Dirás toda la verdad cuando seas llamado a informar sobre algo.
9º.- No se consiente que te apropies del dinero que pertenece a otros compañeros o a otras familias.
10º.- Para entrar en la "familia", no deberás tener un pariente entre las fuerzas del orden ni haber traicionado sentimentalmente a tu esposa o familiares. No podrás tener un comportamiento pésimo o carecer de valores morales.

Se me ocurren muchos comentarios sobre estas indicaciones, incluyendo el pavoroso cinismo de la última frase del décimo mandamiento, pero dejo la interpretación al albur de cada lector. Sólo quiero hacer notar que esta monumental "luz roja" y lo que venía a significar fue también completa, perfecta y absolutamente ignorada hace siete años.





viernes, 10 de octubre de 2014

Símbolos y banderas

Vivimos rodeados, presionados, condicionados por todo tipo de símbolos. Ésa es una de esas verdades que sabe cualquier homo sapiens medianamente ilustrado pero que hace todo lo posible por ignorar ya que rompe su ilusión de libre albedrío. Especialmente si el tal homo es un español de los rancios, de los que usan aquella tan vanidosa como estúpida expresión de “usted no sabe con quién está hablando”. La realidad es que los símbolos nos atrapan constantemente: nos permiten cruzar una calle o no según el semáforo nos ofrezca su cara roja o la verde, nos hablan desde el papel o desde la pantalla de nuestro dispositivo si somos capaces de decodificar los mensajes escritos con su alfabeto, nos permiten comerciar con unas monedas que sólo tienen el valor que nosotros nos empeñamos en darles, nos indican por dónde entrar y por dónde salir, nos dan ideas para ligar preguntando a cuál de los doce arquetipos cósmicos pertenecemos... No tenemos, en realidad, una mejor forma de relacionarnos con este mundo material que conocer bien el código de símbolos que lo ordena y estratifica. Sobre todo, si aspiramos a liberarnos de los grilletes con que nos aherrojaron al caer en ese escenario de tinieblas.

Como todas las cosas, los símbolos tienen diversos grados de lectura e interpretación, según el conocimiento de la persona del complejo laberinto de sus significados. Un ejemplo muy claro es el del Ojo de Horus, que los más recientes aficionados a la conspiranoia se empeñan en relacionar sistemáticamente con los “malos”, cuando en realidad en su origen tiene que ver con los “buenos” y, hoy por hoy, se usa indiscriminadamente por ambos bandos..., con un concepto muy diferente. Por resumir muy mucho, para los “buenos” este antiguo signo egipcio hace referencia al hombre despierto, al hombre que sabe y por tanto está en contacto con la sabiduría divina ya que puede ver fuera pero, más importante, también dentro de sí mismo, y eso le confiere el mayor de los poderes: el poder sobre sí mismo (un poco en la línea de todos los dioses de un solo ojo, como en el caso de Odín Wotan, que no es tuerto en realidad sino que usa un ojo para mirar el mundo exterior y otro para mirar el interior). En ese sentido es un símbolo preciosísimo y no es extraño que los supersticiosos e iletrados elaboraran réplicas suyas como objeto “atractor de buena suerte”. Sin embargo, exactamente el mismo signo para los “malos” tiene una interpretación completamente distinta ya que se refiere al ojo-que-todo-lo-ve, lo que hoy conocemos también como el Gran Hermano. Es un arma peligrosa en manos de los desaprensivos, que están aniquilando, entre otras cosas, la intimidad individual y colectiva por medio de la instalación progresiva de mecanismos de vigilancia cada vez más perfeccionados con los cuales tener controlados y a su merced al rebaño social.

Otro símbolo, relacionado a menudo con el Ojo de Horus, es la pirámide, que igualmente posee significados diferentes aunque la imagen sea, en lo gráfico similar. Para los “buenos”, es la expresión tridimensional de la divinidad que por lo común suele ser representada en forma de triángulo (las tríadas de dioses son moneda corriente en la inmensa mayoría de los sistemas religiosos y filosóficos que conocemos, desde Jesús, María y José hasta Brahma, Vishnú y Shiva pasando por Osiris, Isis y Horus y tantos otros); esto es, la materialización del principio divino en nuestro mundo de tres dimensiones. En tanto en cuanto ese mismo principio está en nuestro interior, la pirámide es también el mapa de viaje, el camino espiritual que se nos muestra claro y contundente: siempre hacia arriba, siempre esforzado, desde lo general de la base hasta la particularidad del vértice..., la pirámide es reflejo del iniciado mismo y, como ella, cuando ha logrado completarse es eterno e inmutable. No obstante, para los “malos” la pirámide (encima de la cual colocaron incluso el ojo-que-todo-lo-ve para resaltar el mensaje) supone el rotundo y colosal poder de lo material con el que aplastan cuanto cae bajo su control: ¿quién es capaz de mover un milímetro semejante mole de piedra? Y también es un mensaje de jerarquía, aunque bien diferente: aquí se promete la cumbre, pero ésta nunca será alcanzada en realidad. Sí hay una oportunidad en el camino espiritual, pues el objetivo final es que cada iniciado constituya su propia pirámide, pero en este otro caso, todos los implicados forman parte de la misma pirámide..., y los niveles superiores hace tiempo que están copados y reservados para ciertos parásitos que viven sólo para ver realizado su sueño de conquista y dominio físico del mundo.

En este mundo de símbolos, pues, aparece entre otros de especial interés, el de la bandera. Para un inmortal y estudiante de la Universidad de Dios como un servidor, sólo existe una: la negra, blanca y roja. Las tradiciones antiguas decían que estos colores imperiales se correspondían con las enseñas de la antigua Atlántida, donde Platón asegura en sus escritos que las rocas eran sólo de esos colores. Sin embargo, el mensaje alquímico es evidente y rotundo. Nigredo, el estado de oscuridad inicial del hombre corriente, sometido a las pasiones y a las circunstancias corrientes de la vida. Albedo, el estado de iluminación del que trabaja sobre sí mismo buscando la purificación y el autocontrol. Rubedo, el estado feliz de trasmutación definitiva, en el que la prueba ha sido superada y el ser ha logrado abrir la puerta hacia la inmortalidad, ha logrado derrotar al demiurgo y "exportarse" de este mundo, dotar de una cara concreta e individual a su espíritu eterno. 

Yo (como cualquier otro estudiante de la Universidad de Dios, por cierto) tengo dos banderas, no obstante. La negra, blanca y roja es la que corresponde a mi ser interior más profundo y su significado es el que es. Pero esa fuerza cósmica hoy contenida y apresada en este cuerpo físico tiene que expresarse a través de una personalidad. Y esa personalidad posee una nacionalidad con su propia bandera: la roja y amarilla de España. Un estandarte que no se remonta a la Armada de Carlos III, como dicen los liantes especializados en esconder la Historia de la humanidad. Ni siquiera a tiempos anteriores como la época medieval de la Corona de Aragón, de donde derivan hoy los estandartes valenacianos, catalanes o baleares. La bandera española es la más antigua del mundo, tan antigua que pude ver una primitiva recreación de ella hace pocas semanas en la cueva cántabra de El Castillo en Puente Viesgo, donde algún remoto antepasado había pintado con sus rudimentarias pinturas las franjas rojas y amarillas junto a unos enigmáticos puntos de colores y el contorno de sus manos abiertas (ese viejo símbolo español, el saludo del hombre libre, que se expresa extendiendo el brazo en alto con la palma de la mano abierta y vacía, y que posteriormente sería copiado por los usurpadores de la antigua Roma, a los que a su vez imitarían ya en el siglo XX algunos regímenes totalitarios). Nos contó la guía que una de aquellas manos había sido datada recientemente en 40.000 años de edad. ¡Que me hablen luego de la "antigüedad" de las civilizaciones mesopotámicas, que no pasan de los 5.000 á 7.000 años...!

Los colores rojo y amarillo que siempre han caracterizado los pendones, lábaros y banderolas españolas están ahí por una razón: porque son los colores del Sol. Cualquiera que haya tenido el privilegio de contemplar un crepúsculo sobre el Atlántico podrá dar fe de ello al contemplar los espectaculares colores que adquiere el cielo, a menudo con un fondo rojo sobre el que desfila, brillante y amarillo, el dios menor de este sistema cósmico... España era (cuando sólo Europa existía en el mundo) el finis terrae, el punto extremo de Occidente, allá donde el Astro Rey terminaba su periplo diario antes de hundirse dulcemente en las aguas oscuras del océano que equivalía al fin de todas las cosas..., antes de reencarnar y renacer mágicamente al día siguiente por el Oriente. Hay otros países europeos que se encuentran en el oeste del Viejo Continente, pero ninguno de ellos posee esa leyenda, ni esos colores, ni esas banderas. Los pueblos antiguos sabían, en verdad, bastantes más cosas que nosotros con todas nuestras redes de telecomunicaciones e internet.

Mi bandera personal es roja y amarilla, pues, y estoy contento de haber nacido bajo ella. Es la misma bandera que albergó a grandes escritores como el intocable Cervantes, el socarrón Quevedo o el divertido Jardiel Poncela y la misma que me permite comunicarme en casi todo el mundo con 400 millones de personas que hablan y escriben el mismo idioma que yo. Es la bandera que iluminó a enormes pintores desde el más grande de todos los tiempos, Velázquez, al luminoso Sorolla o el brillantísimo Murillo, y que ha creado escuelas y estilos artísticos en número no igualado por otros países. Es la bandera que vio nacer a rebeldes como Viriato, pero también a emperadores como Trajano y a filósofos como Séneca, aunque sus símbolos oficiales la ocultaran al pasar a un primer plano histórico. Es la bandera de 
conquistadores como el intrépido Hernán Cortés, el astuto Francisco Pizarro o el incansable Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que si hubieran sido británicos, franceses, alemanes o norteamericanos hoy serían considerados como grandísimos héroes y habría numerosas superproducciones cinematográficas contando su aventura pero que, al ser españoles, han sufrido el sino habitual de tantos ilustres compatriotas: la crítica despiadada, el descrédito, la minusvalía de sus hazañas..., y por supuesto la incomprensión de su vida, juzgada siglos después con los parámetros de esa época posterior. Es la bandera que permite a las mujeres de mi familia ser iguales que los hombres, vestir como quieran y llevar sus gloriosas melenas al viento, en lugar de sufrir una cárcel en vida o de ser consideradas como mera moneda de cambio. Es la bandera bajo la cual he comido y bebido como los mismos dioses (y mira que he tenido oportunidad de comer en muchos otros lugares del planeta, pero nunca he encontrado sabores ni goces similares). Es la bandera...

Basta, podría seguir llenando líneas y líneas, pero con esto es suficiente... Sé que la roja y amarilla también es la bandera de corruptos, traidores, asesinos, malas personas..., gentuza que se esconde bajo ella en lugar de lucirla como una gala. Pero, ¿acaso no sucede eso con el resto de banderas? ¿Acaso la Union Jack no protege también a furcias, comerciantes avaros y piratas? ¿Acaso la enseña francesa no sirve de escondrijo, entre otros, a usureros, cobardes y ventajistas? ¿Acaso las barras y estrellas no camuflan, igual a los "valientes" que a los miserables, los codiciosos y los despreciables?

Mi objetivo final es poder ondear ambas banderas juntas al final de esta vida. La negra, blanca y roja junto con la roja y amarilla. Si logro inmortalizar ésta última, si logro llevármela conmigo, aunque sólo sea un pedazo de ella, todo habrá tenido sentido.

























viernes, 3 de octubre de 2014

Once more!

Tempus fugit, decían los antiguos latinos con toda la razón del mundo. Me fui ayer de vacaciones a Walhalla y resulta que hoy ya han pasado los tres meses que me habían concedido los dioses y he debido abandonar de nuevo mi Casa de Origen para regresar a este planetilla de segunda clase donde según mis profesores de la Universidad de Dios "progreso adecuadamente" en mi carrera (aunque llevo ya veintintantos años terrestres para haber llegado sólo a Tercero..., menos mal que soy inmortal). Vuelvo a mi apartamento en el campus de la Universidad y me lo encuentro silencioso y gatuno, como de costumbre tras el verano, puesto que Mac Namara ha mantenido a salvo el fuerte pero al precio de caracterizarlo más como cueva felina que como hábitat humano. Ahora toca reacondicionarlo de nuevo. Siempre cuesta volver a empezar y más cuando se trata de retomar las cosas serias, así que he pensado mucho en suspender las publicaciones en esta bitácora a fin de obtener más tiempo para mí y poder proseguir ciertas interesantes investigaciones que comencé hace un tiempo. Y he estado a punto de hacerlo. Sin embargo, se me han aparecido los padrinos de Fácil para nosotros, los Otto-al-cuadrado cuyos estandartes figuran al frente de la página, y han empezado a recriminarme hablando de responsabilidades asumidas, combates sin tregua y otras zarandajas típicas del concepto aquél de morir con las botas puestas, así que no me ha quedado más remedio que prometerles que seguiré al estilo de Enrique V "once more unto the breach, once more my friends", al menos durante esta temporada.

Y eso que las cosas no han cambiado demasiado desde que me fui a finales de junio. Resumiendo muy mucho, en España continúa el golpe de Estado blando encabezado por los independentistas catalanes ante un gobierno central tan atolondrado como acomplejado (no podría decir cuál de estas dos características es la más presente en este momento) mientras el enésimo fantoche desembarca en la política española disfrazado de mesías y dispuesto a hacerse millonario como todos los demás a costa de la credulidad de la gente, tan harta como desesperanzada. En Europa, los mismos de siempre siguen estrangulando financieramente la posibilidad de prosperar mientras destruyen social e históricamente nuestras raíces (aunque ahora toca enviar mensajes de supuesta recuperación económica). En Estados Unidos, el Nobel 
"de la Paz" sigue planeando y/o ejecutando diversas guerras de baja intensidad por el mundo de acuerdo a los intereses no de sus propios ciudadanos sino de otros muy diferentes. En el resto del planeta siguen campeando a sus anchas los cuatro Jinetes del Apocalipsis, alimentando a diario los templos de Moloch con el sacrificio de los ¿inocentes? La Tierra sigue siendo un escenario saturado de robots, de humanoides replicantes que defienden su identidad de seres humanos reales como si de verdad lo fueran, sólo porque desde el punto de vista físico se parecen a ellos. Resulta irónico que una de las películas de Ciencia Ficción más famosas del mundo, incluso entre aquellos que ni aman ni comprenden la Ciencia Ficción sea hoy Blade Runner, la historia de un especialista en "retirar" replicantes.

En este escenario, hace unos días tuve ocasión de conocer y charlar con uno de los nuevos gurúes del conocimiento: Yuval Noah Harari, un profesor de historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén que por algún motivo que sólo el sector editorial internacional conoce ha convertido en best seller uno de esos libros de divulgación científica que aspiran a merecer el título de "auténtico heredero" de los trabajos de Charles Darwin, pero en tamaño condensado (apenas 500 páginas). El estudio, que por cierto es muy ameno de leer con independencia de lo que se pueda opinar sobre su contenido (ya han aprendido que no basta con apabullar con datos, hay que convencer amablemente), lleva el significativo y narcisista título de De animales a dioses: breve historia de la humanidad. Cualquiera que haya seguido habitualmente esta bitácora y conozca nuestra opinión sobre la mitología, o que sepa algo más acerca de ciencia (y me refiero a los efectos de la ley de la entropía), deducirá de inmediato que Mac Namara y yo no podemos considerar este título más errado puesto que la realidad sería más bien la contraria: la historia de la humanidad es la historia de Dioses caídos que han terminado enjaulados como Animales. En todo caso, el volumen analiza las últimas decenas de miles de años de acuerdo a los parámetros materialistas que dominan la ciencia contemporánea. En persona,
 Harari (aquí, en la foto) responde al arquetipo de científico inquietante, con un cuerpo menudo de aspecto frágil y cabeza enorme, que habla de manera contenida pero al mismo tiempo apasionada por lo suyo y que irradia un aura general de saber más cosas de las que está contando. Aparte de las preguntas habituales en una entrevista periodística, incluyendo la explicación de la principal tesis que defiende en su libro (en pocas palabras, que el homo sapiens llegó a "dominar el mundo" gracias a su capacidad para el chismorreo y la creación de narrativas abstractas), aproveché para hurgar en sus opiniones sobre el futuro inmediato, que resultaron tan turbadoras como las de otros personajes con información a los que hemos tenido ocasión de escuchar durante los últimos años y que confirman algunas predicciones de la Ciencia Ficción.

Una de las cosas más interesantes es la confirmación de la existencia, de aquí a cuarenta o cincuenta años (aunque yo creo que son una realidad ya, en este mismo momento) de seres amortales. Es decir, gente que no morirá de vejez ni de enfermedad, pues cada diez años aproximadamente pasarán por el "taller" de servicios hospitalarios carísimos y exclusivos pero en los que podrá "parchearse" y "repararse" todo tipo de fallas del cuerpo físico. ¿Tenemos el hígado mal? Lo cambiamos por otro. ¿Un problema de artrosis? Tratamiento especial diseñado a partir del desarrollo de ciertas capacidades de las células madre para renovar el esqueleto. ¿La sangre infectada? Si hace falta le cambiamos hasta la última gota reponiéndola por otra más joven y en perfecto estado... Y así todo, de acuerdo con esa idea tan materialista de que no somos más que un cuerpo físico. Y cualquier cosa física deteriorada con los años puede ser reparada e incluso reconstruida. Esto producirá una casta de seres que no serán inmortales pues podrán seguir falleciendo igualmente víctimas de un accidente o de un atentado o de cualquier otra forma "no biológicamente natural" pero seguirán vivos por tiempo indefinido si no se produce ninguno de estos imprevistos. Como es lógico, costear cada tratamiento de amortalidad costará un auténtico dineral que no proveerá ningún Estado ni institución pública. Si uno quiere vivir "eternamente" tendrá que pagarse sus revisiones y por tanto ello obliga a los usuarios a ser escandalosamente ricos para poder permitirse semejante continuidad en el tiempo. Aquí le pregunté a Harari: ¿Bien, y qué pasa con los pobres? La muerte ha sido siempre la gran igualadora de ricos y pobres. De hecho, la que ha servido para contener las revoluciones con la promesa a los más favorecidos de una vida mejor en el futuro o en la otra vida... Su respuesta me dejó helado, sobre todo porque la dijo con total frialdad, como si el tema fuera tan interesante como debatir si mañana lloverá o amanecerá despejado:

- Oh, la edad de las masas ha pasado. Fue el siglo XX, pero cada vez la masa, el grupo, tiene menos importancia y decisión sobre los hechos del mundo. Los pobres seguirán muriendo como siempre, pero se entretendrán con drogas y juegos de ordenador...

Por supuesto que no pude dejar de recordar el poderoso avance durante los últimos años, de los videojuegos, que se han convertido en el negocio más importante y rentable con diferencia en el sector audiovisual. Sobre todo después de haber podido probar en persona el Oculus, ese dispositivo que captura tu vista (y con ella, tu cerebro) para mantenerte atado a un mundo virtual. La combinación de este endiablado elemento (una vez lo bastante aligerado, quizá convertido en lentillas) con un traje completo para estimular cada uno de los centímetros cuadrados del cuerpo como los que se están experimentando en la actualidad nos permitirá el día de mañana luchar como gladiadores en un coliseo, acostarnos con nuestra estrella favorita de la televisión o aprender a llevar una lancha motora en medio de peligrosos acantilados..., sin movernos del sofá. Y también recordé, naturalmente, los experimentos masivos con drogas aplicadas a la población. A través del agua del grifo o en ciertos elementos de ciertos alimentos o, más recientemente, gracias a ese "fenómeno inexplicable" que se conoce como chemtrail y que, curiosamente, suele aparecer en el cielo cuando hay alguna manifestación numerosa. 

Recordé todo eso y pensé que Harari no bromeaba. Y que, sí, sería posible. En un mundo de esclavos como el que vivimos hoy será fácil instalar unos cuantos grilletes más. Sin embargo, él debió ver la expresión de mi rostro y añadió:

- Oh, es sólo una hipótesis...

Otras cosas que me dijo después apoyaban esa "hipótesis". Por ejemplo, cuando al preguntarle sobre la posibilidad del gobierno mundial me contestó que no sólo era muy factible sino que "prácticamente ya vivimos en uno porque, si se fija, incluso los Estados más importantes poco pueden hacer para afrontar en solitario los grandes problemas a los que nos enfrentamos como el cambio climático, la crisis económica mundial o las inmigraciones masivas (indirecta confirmación de que la teoría del cambio climático se creó no sólo para hacer dinero a costa de la venta de derechos del CO2 sino como un argumento más para socavar la soberanía de las naciones; mientras que tal y como nos ha explicado Mac Namara en una y mil ocasiones sabemos que tanto la crisis económica -financiera, mejor dicho- como las inmigraciones masivas son resultados esperados de problemas creados artificialmente con este -y otros- objetivos muy meditados) y no tienen más remedio que ponerse de acuerdo para actuar conjuntamente... Por lo demás, los gobiernos 
de cada Estado en particular cada vez tienen menos poder para decidir nada".  Aún más, me insistió en que el concepto de ciudadanía democrática había quedado obsoleto teniendo en cuenta que "ahora mismo, ya existe una casta global integrada por dirigentes políticos, grandes empresarios, líderes culturales, etc., que son los que toman las decisiones más relevantes por las que se guían ahora cada vez más los gobiernos desarrollados y pronto los de todo el planeta".  Una casta en la que "no importa la nacionalidad que uno tenga o la cultura de dónde venga, sino el nivel de preparación e influencia que se puede ejercer; yo por ejemplo formo parte en este momento de ese grupo de científicos integrados ahí" y que, por supuesto, ni ha sido escogida por las urnas, ni responderá a necesidades o peticiones de la población general sino a las de ese difuso gobierno mundial que carece de cabeza visible.

Y es que, en su opinión, "el secreto evolutivo está en el nivel colectivo, no en el individual" porque "los seres humanos no son, uno a uno, mejores que los animales, pero sí cuando se unen como grupo. Si enfrentas a un sapiens contra un chimpancé siempre apostaré por el chimpancé, pero si son mil sapiens contra mil chimpancés, sí apostaré por los humanos. La colaboración en grandes cantidades es la clave del éxito: las revoluciones comienzan siempre con grupos y los líderes son importantes sólo como detonantes y creadores de narrativa", aseguraba Harari de nuevo reduciendo la complejidad del auténtico ser humano a su mera dimensión física. Es coherente con su visión maquinista e incluso insectívora de la especie humana: ese gigantesco termitero hacia el que nos empujan un día sí y otro también, destruyendo cuanto de noble podemos encontrar en el espíritu humano. De hecho, destruyendo (o tratando de hacerlo) el propio espíritu humano. En la apuesta entre el sapiens y el chimpancé, sin ir más lejos, parece obvio que Harari no ha leído Robinson Crusoe, la más famosa obra de Daniel Defoe... Pero es que nuestro entrevistado entiende que la Historia hubiera sido poco más o menos igual si no hubieran existido un Alejandro, un Jesús, un Atila, un Buda, un Carlomagno, un Newton, un Hitler..., individualidades todas ellas "prescindibles" por cuanto según su versión de la vida cualquiera que pasara por allí en el mismo momento podría haber asumido el papel de líder y conseguido el mismo resultado azuzando a los colaboradores pertinentes. Prefiero no reproducir aquí las barbaridades que dijo Mac Namara cuando le comenté estas ideas la primera vez.

Podría contar muchas más cosas pero me temo que ya me he pasado de espacio (como de costumbre) así que cerraré este repaso a las ideas que se quieren imponer (que se están imponiendo) manu militari a través de la desquiciada mente occidental actual con otra aportación extraordinariamente soberbia. Uso este adjetivo no porque sea muy buena sino porque es eso: propia del conocido como pecado de soberbia. En opinión de Harari, "por primera vez en la historia de la Humanidad hemos alcanzado el nivel suficiente para rivalizar con la Naturaleza. Durante 4.000 millones de años la vida ha evolucionado según la selección natural, en un proceso muy lento. Pero en este siglo XXI, los sapiens ya estamos empezando a crear vida, a manipularla. A no mucho tardar, nosotros seremos quienes marquemos el destino de nuestra especie y de todas las demás en el planeta... El único problema es que nos comportemos como dioses caprichosos". ¿Rivalizar nosotros con la Naturaleza? ¿En serio? Una afirmación semejante demuestra un profundo desconocimiento o una magnífica vanidad o probablemente ambas cosas al mismo tiempo a propósito del colosal equilibrio (y las fuerzas completamente suprahumanas precisas para desarrollarlo) que es necesario conservar para que el más simple de los ecosistemas mantenga su continuidad en el tiempo y en el espacio. Ya no digamos si se trata del equilibrio de todo un planeta. 

Tanto estas últimas frases como las anteriores y otras que se me quedan en el aire sin comentar las expresó mi entrevistado con serenidad, sin alterar la voz, convencido de lo que estaba diciendo, como si fuera lo más lógico, lo más plausible, lo natural. No dudo de que él, como tantos otros científicos de la misma "casta" que defiende, está completamente persuadido de estar en lo cierto y como cualquier otro fanático religioso (en este caso, adorador de la diosa Razón Material) está dispuesto a predicar su "buena nueva" a todos los iletrados y fantasiosos sapiens del planeta...

Por eso este mundo sigue necesitándonos a nosotros, los extravagantes. Los ángeles caídos. Los aprendices de dioses. Los que vamos en otra dirección.