Siempre me ha llamado la atención la cantidad de personas de mente cerrada que se encuentran precisamente en aquellas profesiones donde más falta hace el pensamiento crítico y el escepticismo (en el sentido de no aceptar, pero tampoco negar, absolutamente nada hasta que no comprobemos en persona si lo que tenemos ante nosotros es verdadero o falso): existen multitud de escritores, periodistas, académicos, educadores e intelectuales en general que se comportan ante distintos hechos políticos, históricos o sociales como si fueran dogmáticos militantes de una secta religiosa, más que como científicos de la mente, que es lo que se supone que son. Es decir: se han formado una opinión al respecto y no están dispuestos a modificarla absolutamente bajo ningún concepto aunque esa opinión "seria y contrastada" se base únicamente en teorías sin demostrar (por más que sean mayoritariamente aceptadas..., la mayoría de la gente creía antes de los viajes de Colón que la Tierra era redonda, aunque no supieran a ciencia cierta si lo era o no) o, aún peor, que se acumulen las pruebas y evidencias que indican que están equivocados (la mayoría de la gente sigue estudiando y aprendiendo que Colón fue el primer europeo en llegar a América cuando hoy tenemos pruebas materiales de que antes que él llegaron otros, no sólo los vikingos). Como decía el clásico: Errare humanum est..., sed perseverare diabolicum. Para los que suspendieron el latín: Errar es humano..., pero insistir en el error es diabólico.
Entiendo que hay asuntos sobre los que pesan enormes intereses políticos y financieros que ejercen una presión terrible (una presión, me atrevo a decir, inimaginable para el profano) con objeto de que determinadas informaciones no trasciendan al público en general porque más cosas de las que parecen a simple vista dependen de que la mayoría de la población siga actuando de acuerdo con ciertas creencias y no con hechos contrastados. Pero, precisamente por eso, los profesionales a los que antes me refería deberían ser los primeros en dar un paso al frente y contribuir a aclarar tanta neblina como a veces nos rodea. En cierto modo, son corresponsables de la educación de la sociedad en la que viven y hay muchísima gente que, simplemente, nunca tendrá el tiempo ni el conocimiento (ni la capacidad para adquirirlo) suficiente para hacer otra cosa que asentir a todo lo que les cuenten sus líderes de opinión: "si lo dice mi presentador favorito de la radio o de la tele será verdad..., si lo defiende mi máximo dirigente religioso será porque así lo quiere mi dios..., si lo argumentan los expertos de la ONU será porque ellos lo han comprobado..." y etcétera. Todas esas personas se merecen que alguien les explique otras facetas de la verdad, no sólo la verdad oficial y políticamente correcta. Eso, si es que pretendemos disfrutar algún día (en el futuro, porque todavía carecemos de ella, no ya en España sino en todo el planeta) de una democracia real, que es la compuesta por ciudadanos independientes y responsables debido, entre otras cosas, a su formación y a su capacidad como librepensadores individuales.
Uno de esos temas tabú sobre los que estos intelectuales nunca debaten a fondo, más allá de cuatro cosas comúnmente aceptadas y nunca cuestionadas, es la Segunda Guerra Mundial. Por increíble que parezca, el conflicto armado más brutal y documentado de la Historia posee todavía bastantes ángulos muy desconocidos por el gran público, a pesar de que diversos investigadores han tenido acceso a informaciones, digamos, sorprendentes, que han logrado difundir sólo en muy pequeños círculos porque rompen los tópicos tranquilizadores de la explicación oficial, el más importante de los cuales es que los "malos" fueron malísimos y sólo unos mientras que los "buenos" fueron buenísimos y sólo otros. Pongamos un ejemplo sin salir de esta misma bitácora, donde publiqué hace casi siete años, un
artículo sobre uno de esos hechos: los "campos de la muerte" instalados en Alemania por orden de Eisenhower, donde fueron ingresados cientos de miles de alemanes, soldados que se habían rendido a las tropas norteamericanas porque sabían que si se entregaban a las soviéticas serían asesinados o trasladados al Gulag. Un muy elevado porcentaje de estos soldados fallecieron a manos de sus captores yankees. Fueron literalmente dejados morir de hambre, sed y enfermedades en unas condiciones aún peores que los que sufrieron los prisioneros de los KZ germanos. Alguno de estos campos estuvo abierto hasta 1949 ¡4 años después del final del conflicto bélico! Trato el tema también en mi último libro de ensayo publicado a primeros de este año: Fugas y evasiones de la SGM. Ahora bien, ¿cuántas películas y teleseries sobre la Segunda Guerra Mundial se han estrenado sólo en los últimos siete años? ¿Y cuántas de ellas han tratado este tema (del que yo hablé aquí en febrero de 2010, pero que fue publicado por primera vez en una revista norteamericana en septiembre de 1989)? Señoría, no hay más preguntas.
artículo sobre uno de esos hechos: los "campos de la muerte" instalados en Alemania por orden de Eisenhower, donde fueron ingresados cientos de miles de alemanes, soldados que se habían rendido a las tropas norteamericanas porque sabían que si se entregaban a las soviéticas serían asesinados o trasladados al Gulag. Un muy elevado porcentaje de estos soldados fallecieron a manos de sus captores yankees. Fueron literalmente dejados morir de hambre, sed y enfermedades en unas condiciones aún peores que los que sufrieron los prisioneros de los KZ germanos. Alguno de estos campos estuvo abierto hasta 1949 ¡4 años después del final del conflicto bélico! Trato el tema también en mi último libro de ensayo publicado a primeros de este año: Fugas y evasiones de la SGM. Ahora bien, ¿cuántas películas y teleseries sobre la Segunda Guerra Mundial se han estrenado sólo en los últimos siete años? ¿Y cuántas de ellas han tratado este tema (del que yo hablé aquí en febrero de 2010, pero que fue publicado por primera vez en una revista norteamericana en septiembre de 1989)? Señoría, no hay más preguntas.
La explicación parcial y tópica de la Historia produce monstruos intelectuales que a menudo resultan tan patéticos como risibles. Lo hemos visto este mismo mes de noviembre cuando uno de los programas más famosos de la telebasura española, que envenena especialmente a la juventud, mostraba la tremenda ignorancia de una de las muchachas que participan en él. La concursante trataba de explicar a sus compañeros de peripecia televisiva lo que era el Muro de Berlín. Copio y pego la transcripción textual de lo que según ella fue esta vergüenza construida por el régimen soviético de la RDA en la antigua capital prusiana: "Pues era que estaba un muro, ¿vale? Y que separaba todo lo que era la zona de América y todo eso. Estaba separada y todo eso por, como..., la gente estaba.., o sea, hubo como una guerra, digamos, ¿vale? Y se construyó un muro y estaba separado por una zona, ¿vale?, donde estaba la gente un poco más pobre y por otra zona donde había gente más rica. Y la gente pobre ya, hmmmmm, después de tantos años, estuvo veinte años o así separados, no podían pasar nadie al otro territorio. Mucha gente, muchos familiares, estaban en el otro territorio, no se podía acceder. Era como un poco aquí, gente que quiere emigrar, cosas..., no lo mismo pero un poco así. Una guerra muy importante, hasta que los obreros, digamos, ya se hartaron y cogieron y empezaron a destrozar el muro entero, que imagínate todo lo que es un muro que separe todo, ¿sabes? Es increíble. Y aún quedan restos de ese muro y hay gente que sufrió mucho por todo eso..."
El muro de Berlín cayó el 9 de noviembre de 1989. Aún tengo una camiseta que me compré meses más tarde allí, junto a la puerta de Brandenburgo, con un mapa en ella de la actual Alemania que incluía sus Länder escritos y la leyenda Wiedervereinigung (Reunificación). Una leyenda falsa, por cierto, ya que existe una parte de Alemania, la que realmente se puede llamar del Este (la RDA era en realidad la Alemania central), la del antiguo reino de Prusia, que a día de hoy todavía permanece bajo ocupación polaca. En este mapa se aprecia lo que era la nación germana antes de la guerra. Las banderitas indican qué países ocuparon qué regiones de la Alemania derrotada. Los Aliados le "regalaron" el Este a Polonia al final del conflicto para compensarla por el "mordisco" territorial que la URSS dio a su vez a los polacos, a los que robó todo el este de su propio país cuando comenzó la guerra. Ah, sí, porque éste es otro punto del que nadie quiere hablar: nos dicen que Alemania provocó el conflicto mundial porque atacó a Polonia (en realidad, era un enfrentamiento local entre ambos países que derivó en mundial cuando franceses y británicos declararon la guerra a los alemanes) pero nadie recuerda que la URSS atacó también a Polonia quince días después (pero ni franceses ni británicos declararon la guerra también a los rusos..., y esto sigue sin extrañarle a casi nadie).
Bien, si el conocimiento que tiene la gente joven de la caída del muro de Berlín, que es un suceso reciente (menos de 30 años atrás) es el de esa concursante televisiva, imaginemos lo que pueden saber sobre qué pasó de verdad entre 1939 y 1945.
Un ejemplo clásico es la matanza de Katyn, cuando la NVKD, la siniestra policía soviética cuyas andanzas a menudo convirtieron a la temida Gestapo alemana, por comparación, en un grupo de amiguetes, asesinaron a más de 20.000 polacos: intelectuales, historiadores, abogados, oficiales del ejército, policías e incluso sacerdotes cristianos. El objetivo era descabezar a la sociedad de Polonia para apoderarse más fácilmente del país. Por cierto, que el bosque de Katyn, originalmente polaco, es parte de esos territorios que los soviéticos se anexionaron alegremente mientras ingleses, franceses y norteamericanos miraban para otro lado. Las tropas alemanas, en su avance hacia el Este, descubrieron y denunciaron esta matanza. Londres dijo que la culpa era de los alemanes, que estaban intentando desviar su responsabilidad a sus aliados soviéticos y los norteamericanos dijeron luego que apoyaban la versión inglesa. Durante más de 70 años, el crimen de Katyn figuró en la larga lista de acusaciones que los vencedores lanzaron contra el Tercer Reich. No fue sino hasta la época de Gorbachov y el final de la URSS en los años 90' del siglo XX cuando se reconoció oficialmente que la matanza había sido responsabilidad rusa, no alemana (por supuesto, a Alemania no se le ofreció disculpa alguna por haberla difamado durante tanto tiempo: después de todo, no olvidemos que los alemanes son los "malos" malísimos y se merecen todo lo que les pase, en opinión de algunos iluminados...). Y no fue sino hasta ¡2013! cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó a Rusia por "no haber ofrecido todas las facilidades necesarias" para investigar adecuadamente la masacre. Aunque está claro que fue el régimen soviético el responsable del crimen, todavía muchos "investigadores" rusos siguen negándolo y hasta la famosa Wikipedia (un gran pozo de opiniones, más que de información fiable) sigue, a día de hoy al menos, dando cierta credibilidad a la versión soviética.
Como éste tema, hay muchos otros. Hace poco leí un libro muy interesante, en cierto modo fallido, pero que recomiendo vivamente: El impostor, de Javier Cercas. El autor lo presenta como una novela sin ficción pero, con sus más de 400 páginas, en realidad es un reportaje demasiado largo para ser publicado en un periódico. Trata sobre Enric Marco Batlle, un individuo que ocupó varios cargos de cierta relevancia como la secretaría general del sindicato CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y la presidencia de Amicale de Mauthausen de España. Al menos desde 1976 empezó a contar que había vivido exiliado en Francia tras la última guerra civil española y que había sido desde allí deportado a un campo de concentración alemán: el de Flossenbürg, en Baviera, donde había sufrido algunas vejaciones y había visto otras muchas. Se hizo muy popular ofreciendo charlas y conferencias por toda España para dar su testimonio sobre lo que había padecido en los campos de concentración, fue condecorado oficialmente por la Generalitat de Cataluña y llegó a hablar en el Parlamento a principios de 2005 durante una conmemoración en honor de las víctimas de los KZ en un dramático discurso que hizo llorar hasta a Carmen Chacón, entonces vicepresidenta del Congreso de los Diputados. En mayo de aquel mismo año, iba a hablar también ante los presidentes de los gobiernos español y austríaco y ante ex deportados de toda Europa en el acto de conmemoración de la liberación del campo de concentración de Mauthasen-Gusen... Pero en abril de 2005 fue desenmascarado por el historiador Benito Bermejo. Resulta que Marco nunca había sido exiliado republicano y que si había ido a Alemania había sido en calidad de trabajador voluntario al servicio de la industria del Reich, contratado como otros emigrantes españoles de la época. Sí había estado en la cárcel (no en un campo de concentración), arrestado por la Gestapo, pero sólo durante tres semanas, hasta que fue juzgado bajo la acusación de repartir propaganda comunista a sus compatriotas..., aunque el juez le absolvió de los cargos así que ni siquiera ese pedazo de "gloria" como "luchador antifascista" le queda.
Cercas reconstruye minuciosamente la vida de Marco a partir de las largas conversaciones y entrevistas que mantuvo con él y de la recopilación de material literario y audiovisual que encontró sobre su persona. Y muestra hasta qué punto fabuló, mintió, inventó y tergiversó su vida para llegar a ser "alguien". Alguien conocido, popular, prestigioso... Alguien que mezcló verdades con mentiras (la peor forma de falsedad que se puede construir, porque es la que más engaña a los ingenuos) con la excusa de ser la voz de los verdaderos deportados que no podían hablar sobre sí mismos.
Hay fragmentos muy buenos en el libro. Por ejemplo, cuando Cercas explica que lo ocurrido es “el fruto de dos prestigios paralelos e imbatibles: el prestigio de la víctima y el prestigio del testigo. Nadie se atreve a poner en duda la autoridad de la víctima. Nadie se atreve a poner en duda la autoridad del testigo. La cesión pusilánime a ese doble soborno –el primero de orden moral y el segundo de orden intelectual- engrasó el embeleco de Marco. Lo hicieron también, al menos, otras dos cosas. Una es nuestra relativa ignorancia del pasado reciente en general y del nazismo en particular (…) La segunda cosa (…) la conversión del discurso de la izquierda en una cáscara hueca, en el sentimentalismo hipócrita y ornamental que la derecha ha dado en llamar buenismo”. En ese sentido, afirma que "la memoria y la historia son en principio opuestas: la memoria es individual, parcial y subjetiva, en cambio la historia es colectiva y aspira a ser total y objetiva (…) el individuo que desempeña un papel en el acontecer histórico nunca entiende su significado”. Y así el testigo “no siempre tiene razón, la razón del testigo es su memoria y la memoria es frágil y a menudo interesada, no siempre se recuerda bien, no siempre se acierta a separar el recuerdo de la invención, no siempre se recuerda lo que ocurrió sino lo que ya otras veces recordamos que ocurrió o simplemente lo que nos conviene recordar que ocurrió” con lo que el historiador “no puede aceptar el chantaje del testigo porque responde a la verdad, llegado el caso debe tener el coraje de negarle la razón. En tiempo de memoria, la historia para los historiadores”.
O cuando se pregunta y se contesta: "¿Qué es la industria de la memoria? Un negocio. ¿Qué produce ese negocio? Un sucedáneo, un abaratamiento, una prostitución de la memoria; también una prostitución y un abaratamiento y un sucedáneo de la historia porque, en tiempos de memoria, esta ocupa en gran parte el lugar de la historia. O dicho de otro modo: la industria de la memoria es a la historia auténtica lo que la industria del entretenimiento al auténtico arte (…) el kitsch histórico, vale decir la mentira histórica. Marco fue la encarnación perfecta de ese kitsch (…) esto es lo que hay. La industria de la memoria resultó letal para la memoria, o para eso que llamábamos memoria y que era apenas un cobarde eufemismo".
Sin embargo, me parece un libro fallido en el sentido de que se queda corto en la investigación. Se limita a Marco, en lugar de ir más allá. El propio autor reconoce que le costó mucho ponerse a escribir esta obra y que lo hizo presa de muchas dudas (de hecho, a menudo da la sensación de que está disculpándose por haberlo hecho) quizá porque tenía miedo de su principal conclusión: la confirmación de lo fácil que es engañar una vez lleva a pensar en lo fácil que es engañar muchas más veces y por tanto a preguntarse cuántas nos han engañado, cuánto de lo que nos han contado es de verdad real o también una mezcla interesada de verdades y mentiras, o sea una falsedad. De hecho, compara a Marco con Tania Head “quien durante mucho tiempo fue la presidenta de la asociación de víctimas del atentado (del 11S), era una impostora y el 11 de septiembre de 2001 ni siquiera estaba en Nueva York". También, para evitarse críticas y acusaciones incómodas, afirma que "a estas alturas el debate sobre el negacionismo del Holocausto es un debate muerto o como mínimo agonizante (…) sostener que está vivo sólo delata ignorancia sobre la realidad del Holocausto y las discusiones que giran en torno a él”. Pero poco después se desdice al citar a diversos inventores de tragedias que han quedado desenmascarados en los últimos años (aunque a menudo sus libros siguen vendiéndose como si fueran realidades y los grandes medios de comunicación nunca publican grandes reportajes sobre esta cuestión espinosa).
Y así “la verdad es que desde el mismo final de la guerra hubo gente de muchas nacionalidades que aseguraba que había estado en los campos nazis y que en realidad no había estado en ellos, o gente que maquillaba o adornaba o exageraba la realidad de su estancia en los campos nazis". Un fenómeno que, recuerda, el investigador judío Norman Finkelstein, el autor de La industria del Holocausto, achaca a dos razones: "dado que el haber soportado los campos confiere una corona de mártir, muchos judíos que habían pasado la guerra en otros lugares se hicieron pasar por sobrevivientes de los campos. Aparte de ello, el otro motivo para esta impostura fue material. El gobierno alemán de posguerra pagaba compensaciones a judíos que habían estado en los guetos o en los campos. Muchos judíos se fabricaron un pasado acorde con losk requerimientos de ese beneficio’. Sólo algunos de estos impostores alcanzaron claro está la notoriedad de Marco pero unos cuantos la superaron o poco menos.”
Y cita a continuación casos como el de Jerzy Kosinski “cuyas falsas memorias de víctima infantil del Holocausto, tituladas ‘El pájaro pintado’ fueron saludadas en 1965 como una de las mejores denuncias del nazismo, convertidas en un texto básico sobre el Holocausto, premiadas varias veces, traducidas a multitud de idiomas y recomendadas como lectura en las escuelas”. O el de Benajimn Wilkomirski “que se hizo célebre por un libro publicado en 1995 y titulado ‘Fragmentos de una infancia en tiempos de guerra’, donde narraba como si fuera real su internamiento inventado en Auschwitz o Majdanek. O el de Herman Rosenblat, “que en unas falsas memorias tituladas ‘El ángel en la valla’ contaba que de niño en un campo nazi había conocido sin verla a una niña a la que muchos años más tarde por un azar inverosímil había reconocido y con quien seguía casado cuando el libro se publicó en 2008” (entre paréntesis, este Rosenblat engañó incluso a la famosa presentadora de televisión norteamericana Ophra Winfrey en un programa en directo). O el de la belga Misha Defonseca “quien el año anterior había publicado con gran éxito ‘Misha: recuerdos de los años del Holocausto’ donde cuenta que en 1941 cuando apenas había cumplido seis años, sus padres fueron arrestados por ser judíos y enviados a un campo de concentración y que ella se pasó los cuatro años siguientes peregrinando por Alemania, Polonia, Ucrania, Rumanía y Yugoslavia, hasta que volvió a Bélgica a través de Italia y Francia, cuando la realdiad es que ni era judía ni había salido de Bruselas en toda la guerra.”
Pese a que Cercas habla de “algunos” inventores de tragedia al estilo Marco, al final termina reconociendo que “la lista de grandes impostores podría alargarse (durante 20 años Deli Strummer pronunció conferencias en EE.UU. sobre su paso por los campos nazis hasta que en 2000 se descubrió que nunca había sido prisionero en un campo nazi; Martin Zaidenstadt fue en su vida adulta un próspero hombre de negocios hasta que tras su jubilación empezó a hacer de guía y a pedir limosna a los visitantes del antiguo campo de Dachau fingiendo que había sido prisionero allí). Todas esas personas son o eran judíos o decían serlo. El hecho no es anecdótico”. Aún más, “en diciembre de 2004, pocos meses antes de desenmascarar a Marco, el propio Benito Bermejo desenmascaró a un segundo falso deportado español que había adquirido casi tanta notoriedad como Marco: Antonio Pastor Martínez.” El negocio es el negocio.
La conclusión del escritor sobre este individuo es que “eso es lo que es Marco: el hombre de la mayoría, el hombre de la muchedumbre (…) que nunca dice NO porque quiere caer bien y ser amado y respetado y aceptado (…) una cebolla a la que se le han quitado todas las capas de piel y ya no es nada (…) un gran silencio elocuente (…) un misterio transparente que sin embargo es imposible descifrar, y que quizás es mejor no descifrar”. Al final, tiende no a absolver pero sí a perdonar a Marco, al que compara una y otra vez con Alonso Quijano queriendo ser el Quijote, para disculpar en parte su autoinvención de sí mismo. Bueno..., "pobre hombre", viene a decir, "sólo buscaba la gloria personal, un poquito de vanidad bien entendida... ¿Quién no ha tenido nunca delirios de grandeza?" Y sin embargo, este tema es muy importante, porque ha sido con muchos testimonios no contrastados del tipo de Marco, o de los otros citados párrafos arriba, con los que se ha construido el relato del pasado. Es justo preguntarse: entonces ¿qué sucedió exactamente?
Cercas repite durante todo su libro, como un mantram (al que parece que él mismo se aferra desesperadamente), que "la realidad mata y la ficción salva". Tiene miedo, obviamente, de descubrir la realidad.
Mucha gente tiene miedo de hacerlo.