Por su interés, transcribo estos fragmentos de la conferencia que esta noche va a ofrecer mi gato conspiranoico Mac Namara en un club felino muy exclusivo. Me la he encontrado impresa en su habitación (sí, tiene una habitación, en lugar de una simple cesta para gatos, pero cualquier seguidor habitual de este blog sabrá que éste no es un gato cualquiera) y la verdad es que su contenido me ha parecido un poco fuerte, pero también bastante explicativo...
(...) Examinemos por ejemplo eso que los humanos llaman "la crisis económica" sin tener ni idea sobre lo que está hablando. Sabemos, desde hace mucho tiempo, que la economía se divide, básicamente, en tres partes: producción, distribución y consumo. Toda la actividad económica se basa en este simple esquema: alguien produce algo. Por ejemplo, un pescador pesca sardinas. Luego lo distribuye, a través o no de un intermediario, pero empleando dinero como medio de intercambio, a alguien que lo consume. Digamos un ciudadano, que tiene un gato y debe alimentarlo con sardinas frescas. Si estudiamos el mundo moderno, vemos que nunca antes se había llegado a un nivel de productividad tan alto como el actual. Ni un solo rey, ni siquiera el mayor emperador humano de la Antigüedad, vivía con tantas comodidades y artículos a su disposición, como posee hoy un ciudadano común del llamado Primer Mundo. Tampoco se había conseguido nunca antes el nivel de consumo que existe en nuestros días, y no sólo por el número de consumidores sino por el número de productos diferentes que consume cada uno de ellos. Por tanto, la crisis en el sistema económico no está ni en la producción ni en el consumo. ¿Dónde está entonces? Evidentemente, en el único fragmento no citado del trío original: la distribución o, lo que es lo mismo, el dinero.
El dinero fue, en sus orígenes, una gran idea para el desarrollo social de la cultura humana, pero con el tiempo se ha constituido en la gran perversión que ha desencadenado las crisis "económicas" que conocen históricamente los humanos y, en especial, la que padecen en la actualidad. Al principio, cumplía a la perfección su papel de regulador de intercambios. Ejemplo sencillo: un humano quería vender su vaca para irse a pescar. Pescar sardinas para su gato, es evidente... Así que su precio era una barca en buen estado. Otro quería la vaca y le propuso cambiársela por sus tres ovejas, pero el primero se negó: ¿para qué quedarse con tres ovejas? No le servían para irse a pescar. Así que el segundo tenía que buscar a un tercer humano que tuviera un esquife o una almadía o algo que flotara en el agua y que admitiera cambiárselo por sus ovejas para luego finalmente volver junto al primero y cambiar la barca por la vaca. Todo eso se simplificó en cuanto se creó el dinero, que servía para comprar y vender cualquier cosa: la vaca, las ovejas y la barca.
Pero...
El dinero tenía un problema: era muy fácil de perder o de robar. Era más fácil robar una bolsa de monedas que una vaca, una barca o tres ovejas. Así que apareció una casta de guardianes del dinero: los banqueros, que en un principio se instalaron, qué curioso, en los templos... Eran los encargados de guardar el dinero de todo el mundo en sus cámaras protegidas y cobraban un pequeño precio por cumplir su papel, además de extender recibos a sus clientes a cambio de las cantidades bajo su control. Además, eran muy respetados porque, cuando alguien necesitaba un préstamo para sacar adelante un negocio, ellos lo adelantaban y luego lo cobraban con un pequeño interés tras estudiar prudentemente al solicitante y ver si se haría responsable del pago.
En algún momento de la Historia, los banqueros constataron, observando el dinero que guardaban y retiraban sus clientes, que éstos solían manejar una cantidad pequeña para sus gastos diarios, en torno al 10 por ciento, y dejaban la mayor parte en el banco. Entonces, la codicia les venció. Empezaron a prestar mucho más dinero del que realmente poseían en sus cámaras: dado que la gente dejaba habitualmente el 90 por ciento de su capital en el banco, los banqueros llegaron a prestar nueve veces más del dinero real que poseían. Eso permitía afrontar proyectos mucho más importantes y más caros de la comunidad. Y para evitar que el dinero se perdiera o se robara, inventaron los talonarios: o sea, unos recibos equivalentes al dinero que allí se describía. La gente se acostumbró enseguida a pagar y cobrar con esos pedazos de papel y no con dinero verídico que hace mucho tiempo que no circula.
Resumiendo: los banqueros se enriquecieron en muy poco tiempo prestando un dinero que no existía -nueve veces más del que poseían de verdad- y que además era ajeno -de sus clientes- para obtener unos beneficios descomunales, de hasta el 1.800 por ciento, sin riesgo alguno -pues, si el proyecto fracasaba y el cliente no podía pagar el préstamo, debía entregar a cambio alguna garantía: casas, negocios, cosechas, etc.-. ¡Y encima estaban bien vistos por los demás ciudadanos ya que gracias a los préstamos se podía financiar cualquier proyecto!
(...) Pero lo peor de esta situación estaba por llegar y no era otra cosa que las consecuencias del interés bancario. El interés es el sobreprecio que se paga en los productos por el hecho de que dependan de un préstamo. Una de las razones que demuestran a las claras que los humanos son muy inferiores a nosotros, los gatos, es que son incapaces de percatarse de la existencia de un mecanismo maligno detrás del hecho de que los precios de bienes y servicios suban siempre. Ninguno de ellos ve nada raro en que cualquier artículo cueste hoy mucho más que hace veinte años, aunque ese artículo no se haya encarecido en su producción y aún se haya abaratado durante esos mismos veinte años gracias a la nueva tecnología y aunque tampoco existan otros factores que justifiquen la subida del precio como un mayor porcentaje de consumidores. Los analfabetos humanos creen que eso es "normal" porque "también suben los salarios"..., aunque los precios lo hagan más que los salarios...
(...) Era cuestión de tiempo que los banqueros, convertidos en la gente más rica de la sociedad, tomaran al asalto el poder real en la misma. La técnica fue idéntica a la empleada con los ciudadanos normales: prestar dinero a los jefes de cada país, a sus reyes primero, después a sus políticos... Y a continuación excitarles para que gastaran esas cantidades con rapidez y en las quimeras más descabelladas posibles: construcción de grandes monumentos, aventuras de exploración, guerras con los vecinos... La mayoría de esos proyectos no resultaron rentables y, cuando llegaba la hora de pagar, el rey o los políticos de turno se encontraban con que no tenían con qué abonar las deudas en las que se habían involucrado. Resultado: los banqueros empezaron
a cobrarse "en especie", primero con favores de toda clase. Por ejemplo:"haz noble a mi hijo" o "casa a mi hija con tal tipo importante" o "asciende a mi amigo en la administración", etcétera. Cuando tuvieron estos deseos satisfechos, obligaron a los gobernantes a inventar impuestos sobre cualquier cosa para sacar dinero a los ciudadanos de todas las maneras posibles. Y cuando el dinero no llegaba, empezaron a quedarse con empresas públicas de todo tipo, previa campaña publicitaria en la que se intentaba convencer al resto de la sociedad de las ventajas de "la gestión privada". Así, todo el país llegó prácticamente a pertenecerles..., sin que la propia gente del país lo supiera. Y ahí tenemos a los poderes políticos protegiendo a los poderes financieros a fin de que éstos les den el dinero que necesitan a cambio de facilitarles las regalías que ellos exijan en pago.
Eso sigue sucediendo exactamente hoy día. En noviembre de 2005, el diario El Mundo publicaba el acuerdo entre La Caixa de Cataluña y el Partido Socialista de Cataluña por el cual la primera condonaba (es decir, perdonaba sin más) seis millones y medio de euros al segundo, mientras que el resto de la deuda que esta formación política mantenía con ella, casi ocho millones de euros más, era renegociado con un tipo de interés tres veces inferior al existente cuando se prestó el dinero, en 1994. Y el diario añadía: "...todos los partidos políticos han logrado en los últimos años condonaciones de las entidades financieras o tratos de favor. Fuentes del sector financiero conocedoras de estas actividades apuntan que 'las condonaciones a partidos políticos han sido y son normales, y no sólo a ellos, también a Ayuntamientos e instituciones con implicaciones sociales. No es caso de ponerse a embargar un partido, una corporación o una empresa clave para un municipio'". Entonces, ¿esconder la mala gestión y el despilfarro de un partido o de una institución no es delito?
Es decir, "todos los partidos políticos" deben cantidades importantes. Cantidades que alcanzan cifras monstruosas e impagables en el caso de las principales formaciones políticas. ¿Y los banqueros las perdonan por la cara bonita de los políticos? ¿O por conciencia social? Hay que ser un humano para creer semejante fantasía.
(...) En la actualidad, la mayor parte de los banqueros actúa a menudo como una mafia peligrosa, cubriéndose unos a otros e incidiendo en la medida que pueden, que es mucha, en la evolución de los distintos países, para controlar y mejorar sus privilegios. Si para mantenerlos hace falta crear una crisis "económica", se crea. ¿Cómo? Muy fácil: negando el crédito. Los bancos cierran el grifo de los préstamos a particulares y, sobre todo, a empresas. Éstas se hunden y dejan a la gente en la calle..., y ya está montado el colapso teniendo en cuenta cómo funciona hoy día la economía, a base de pedir y pagar constantemente créditos por diversos importes. La actual "crisis económica", en realidad financiera, se resolverá en cuanto se hayan cumplido las expectativas, sean éstas cuales sean, que los banqueros y sus aliados depositaron en ella para hacer realidad sus particulares objetivos. En ese momento, se dará orden de volver a dejar fluir el dinero a través de los préstamos y la actividad económica se recuperará. Todo volverá a fluir normalmente y los "expertos" lo explicarán aludiendo a unos supuestos ciclos económicos autorreguladores de la economía..., hasta la próxima.
Y si es necesario hacer la guerra, se hacen con tal de no perder los privilegios. Cualquiera que examine en profundidad el conflicto bélico que los humanos llaman Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, llegará a la obvia conclusión de que se produjo, principalmente, por la razón financiera. Para decepción de los bien pensantes menos informados, las democracias occidentales no fueron a la guerra por defender la democracia y la igualdad de derechos; y si alguien no lo cree, que se lo pregunten a los negros en Estados Unidos, los irlandeses en Inglaterra, los congoleños en Bélgica o los argelinos en Francia, en aquella misma época y aún en años muy posteriores a los de la guerra.
Tampoco fueron por la libertad de los pueblos; y si no que les pregunten a los oprimidos bajo el yugo soviético antes de comenzar el conflicto o a los que lo sufrieron al terminar. No, ni siquiera lo hicieron por los judíos perseguidos: los mismos que ningún país democrático de Europa quería aceptar en sus territorios o en sus colonias, aunque hoy nadie quiera recordarlo..., y eso que existen hasta películas rodadas sobre el tema, como Éxodo de Otto Preminger en 1960. Por terrible que resulte reconocerlo: eslóganes y propaganda aparte, las democracias occidentales fueron a la guerra por el dinero, por defender el sistema financiero impuesto por los banqueros.
La clave está en un hecho concreto: el régimen totalitario que gobernó Alemania entre 1933 y 1945 puso en marcha una serie de leyes que arrebataban a los banqueros el control efectivo del dinero y, por tanto, de la economía, para devolvérselo al gobierno, además de poner en manos del Estado todos los servicios básicos, con lo que se evitaban los abusos de multinacionales y monopolios. Por increíble que parezca, durante aquellos doce años, de los cuales la mitad transcurrieron en guerra, los precios en Alemania no sólo se mantuvieron estables sino que incluso bajaron. Fue el llamado "milagro económico alemán" que no tenía nada de milagro, ni de económico: era un simple pero estricto control financiero. Como comprenderéis, amigos felinos, los banqueros que controlaban el resto de los países más importantes del mundo no podían permitir que prosperara semejante régimen porque eso significaría que tarde o temprano todos los demás países querrían vivir igual de bien que entonces se vivía en Alemania..., siempre que no pertenecieras a una de las minorías estigmatizadas, por supuesto, y en consecuencia el mundo entero acabaría por desterrar el sistema financiero vigente. Por eso usaron su influencia sobre
los gobiernos tanto democráticos como totalitarios, cual el caso del igualmente criminal sistema político impuesto por la URSS, para declarar la guerra a la Alemania de aquella época. Para luchar contra ella, destruirla y satanizar su régimen político, cuyas maldades se publicitan hasta el día de hoy multiplicadas al infinito mientras se ocultan sus bondades, que también las hubo..., aunque decir esto hoy día coloque al humano que lo haga automáticamente bajo sospecha de complicidad con los peores crímenes imaginables pues nadie debe siquiera sospechar que se puede manejar la finanza de un país de una manera distinta y mejor a cómo funciona hoy día.
(...) Respecto a los desahucios, tan de moda en la actualidad informativa, hay que recordar antes que nada que en España se producen muchísimos más por falta de pago en los alquileres que por falta de pago en las hipotecas. En todo caso, los banqueros actúan siempre a medio y largo plazo, previendo la situación varios años por delante, motivo por el cual quedan siempre por encima de las previsiones del humano corriente, incapaz de organizarse o ver más allá de las próximas vacaciones e incluso del próximo fin de semana. Los banqueros tuvieron un importante papel en la creación de la llamada burbuja inmobiliaria, siguiendo un plan preestablecido. En primer lugar: inflar los precios de las viviendas tasando al alza y a la vez excitando la codicia de los torpes y analfabetos humanos, tanto de los que vendían como de los que compraban, siempre buscando hacer un negocio fácil. Después, conceder alegremente estas hipotecas sin estudiar en demasía las disponibilidades de pago del cliente. En un momento, previamente determinado, pincharon la burbuja y los pisos descendieron bruscamente de precio. Los bancos volvieron a tasar los hogares, pero ahora les adjudicó un valor sensiblemente inferior, a menudo de hasta la mitad de lo que habían tasado previamente. Si a todo esto le sumamos los efectos de crecimiento del paro por la "crisis", el resultado es que muchos humanos, humanos no pocas veces demasiado ambiciosos y codiciosos que mordieron un hueso más grande de lo que podían roer, se quedan sin posibilidades de pagar... Llega el embargo y el desahucio y, al final, el banco tiene más casas bajo su control y encima un montón de dinero público facilitado por el partido en el gobierno -da igual cuál esté: todos están en sus manos porque todos deben a los bancos una cantidad obscena de dinero, como antes comenté- para "sanearse".
"¡Pero el banco no puede convertirse en una inmobiliaria!", dicen los ingenuos y llorones humanos, "¡no tiene sentido!" ¿Cómo que no? ¡Si es el negocio ideal! En este momento, cuando el humano termina de pagar su hipoteca, puede desvincularse del banco que se la ha financiado a un interés siempre carísimo, y vivir en su ilusión de "propiedad privada". ¡Es una ilusión porque el humano corriente ni tiene ni tendrá jamás con el actual sistema una casa en propiedad: las autoridades locales le seguirán robando cada año, cobrándole todo tipo de impuestos por el simple hecho de poseer un techo bajo el que guarecerse! Pero, ¿y si existiera una fórmula para que el ciudadano se viera obligado a pagar y pagar y pagar y pagar sin poder llegar nunca a resolver su hipoteca, que se transformara en un alquiler eterno? Hay países del mundo como Suiza o Japón donde las instituciones financieras ofrecen desde hace años hipotecas interminables, de hasta cien años, que empiezan a abonar los humanos abuelos y pueden terminar pagando los humanos nietos..., si es que no pierden antes la casa. Pues bien, con el descenso
progresivo del poder adquisitivo y la consiguiente y creciente dificultad para pagar la letra de la hipoteca, el negocio redondo para el banco consiste en poseer efectivamente las casas y renegociar con el cliente a fin de pagar menos al mes a cambio de ampliar el tiempo de pago..., y por tanto los intereses, y por tanto la cantidad final total de dinero. Hacer como hace con los partidos políticos: te "perdono" parte de la deuda, pero te dejo la suficiente para que sigas encadenado a mí de por vida...