Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

miércoles, 27 de febrero de 2013

No dejéis de leer a Orwell

Uno de los pensamientos más manidos (y por tanto vaciados de significado) de la historia de la Filosofía, en el estilo del inmortal Sé tú mismo, es aquél que dice: Cuando el sabio señala la Luna, el ignorante se fija en el dedo. Lo vemos en acción constantemente, sobre todo en esta época extraña de disolución y decadencia que elegimos vivir. A veces el propio ignorante cae en el error y a veces es empujado alegremente hacia él por el listillo de turno, al servicio de los amos del cotarro. Véase por ejemplo lo que está sucediendo con el autor de dos de los libros más importantes escritos durante el siglo XX y, en realidad, de cualquier época: Eric Arthur Blair.

La mayoría de la gente no le conoce por su nombre real (por desgracia, muchos no le conocen ni siquiera por su seudónimo) sino por aquél que eligió en su momento para pasar a la posteridad: George Orwell. Dicen los críticos que lo escogió en homenaje a la tradición británica: George, por Jorge (el santo patrón de Inglaterra) y Orwell, por el río del mismo nombre en Suffolk, un auténtico símbolo de la característica campiña inglesa. Escritor y periodista (¡qué gran combinación!), Blair/Orwell disfrutó de una vida agitada y llena de acontecimientos, incluyendo su autoalistamiento en las filas republicanas en Cataluña durante la última guerra civil española de 1936-1939. Allí fue testigo (y posteriormente dejó un detallado relato por escrito de ello) del duro totalitarismo y la burda propaganda desplegados por el "bando democrático" y de la "libertad" en la sangrienta contienda: especialmente por los comisarios políticos del Partido Comunista de España y los del gobierno republicano de Juan Negrín, cuya actuación ha sido tan blanqueada por los partidos de izquierda contemporánea como la de los líderes del militarismo franquista lo ha sido a su vez por los partidos de la derecha. Él mismo, que luchaba por las ideas republicanas, estuvo a punto de ser asesinado precisamente por los propios republicanos en Barcelona: en su condición de intelectual británico era demasiado libre para el gusto de los antifascistas.

En 2005 supimos, gracias a uno de esos informes que se descalifican tanto tiempo después pero nunca con el suficiente bombo mediático para que el homo sapiens corriente sepa de una vez en manos de quién estamos, que Orwell fue espiado y vigilado por el servicio secreto británico durante al menos 12 años. Las autoridades de Londres le consideraban un tipo sospechoso, dada su insistencia en ejercer su libertad de pensamiento y escritura. Y es que entre los muchos textos que dejó escritos figuran dos novelas muy especiales que son de lectura obligatoria para todos aquéllos que deseen comprender de verdad cómo funciona el mundo: Rebelión en la granja, que se publicó en 1945, y 1984, que vio la luz en 1949. Nada contaré ahora sobre ellas pues a los lectores habituales de esta bitácora ya les debe sonar. Los que las hayan leído conocen la importancia de su contenido y los que no, deben acceder en persona a su asombrosa descripción por adelantado de nuestro mundo contemporáneo. Sólo destacaré un hecho muy chocante, que me comentaba Mac Namara hace un par de días y que no suele 
 subrayarse... Estas dos novelas, lo mejor de su producción, fueron las dos últimas que publicó Orwell: meses después, falleció oficialmente de tuberculosis a la prometedora edad de 46 años llevándose consigo la promesa de nuevas obras en la misma línea, quizás aún más clarificadoras, más potentes. Se supone que la enfermedad le comía por dentro desde que la contrajera en su juventud pero, casualidades de la vida, la tuberculosis se le reprodujo con especial fuerza justo en la época en que publicó Rebelión en la granja. Entonces le condujo de hospital en hospital durante los tres años que mediaron hasta que publicó 1984..., poco después de lo cual se cobró su vida.  "Curioso, curioso...", que diría el conejo de Alicia.

 Como curioso es el hecho de que en los últimos años se haya puesto una sigilosa pero auténtica campaña de desprestigio de nuestro hombre. Por ejemplo, se le ha acusado poco menos que de ser un espía al servicio de la Inteligencia Británica (él, que fue espiado...) elaborando una lista con la que cual traicionar a "amigos" (que en realidad nunca lo fueron) y colegas (algunos lo fueron, otros no) de la literatura y el campo artístico señalando con el dedo a aquéllos que mostraban simpatías con el comunismo: desde el editor Kingsley Martin hasta el actor Michael Redgrave, pasando por el actor Charlie Chaplin o el cineasta Orson Welles, entre otros. La verdad es que para cualquiera que conociera el percal en aquella época semejante lista no le diría nada nuevo. El propio Orwell reconoció que no era "muy sensacional y no dirá a tus amigos nada que ellos no sepan ya" según las palabra que escribió a su amiga Celia Kirwan, que trabajaba en el Foreing Office y lógicamente tenía contactos en los servicios secretos británicos.

En verdad, el supuesto escándalo con el que se quiso salpicar a Orwell cuando todo esto se publicó hace pocos años en la prensa británica se quedó en nada. Quizá por ello ahora vuelven a la carga contra su persona, con una información surrealista que ha aparecido hoy mismo. Resulta que el University College de Londres acaba de publicar una base de datos que detalla las compensaciones abonadas a 3.000 familias británicas involucradas con el tráfico de escalvos en el Caribe, las islas Mauricio y Suráfrica, tras la abolición formal de esta actividad durante el siglo XIX. De acuerdo con documentos históricos, estas familias se repartieron unos 20 millones de libras esterlinas de la época: una cantidad equivalente a unos 2.600 millones de dólares actuales. La directora de la investigación, Catherine Hall, destacaba con una ingenuidad completamente artificial (si no, habrá que considerar seriamente la teoría de que la mujer es una perfecta analfabeta histórica), que "el gran descubrimiento de la base de datos es que el esclavismo en la época colonial británica era mucho mayor de lo que ha sido reconocido hasta el momento"

Bien, pues resulta que entre las muchas familias que se dedicaban al esclavismo, figuraba la de Charles Blair, un escocés que llegó a poseer más de 200 esclavos en Jamaica y que resulta ser el tatarabuelo de Eric Blair/George Orwell. Otros "ilustres" británicos también tuvieron antepasados esclavistas como el actual primer ministro David Cameron o el conocido novelista Graham Greene pero... ¿Cuál es el titular de la información? ¡"Antepasados de Orwell fueron compensados tras la abolición de la esclavitud", textualmente! ¡Como si Orwell pudiera ser acusado de un cargo digno de su neolengua, más o menos, el de "esclavista-en-potencia-por-sus-genes-familiares": él, cuyas ideas políticas estaban precisamente en favor de la justicia social y la mejora de las condiciones de vida de las clases más desfavorecidas! 

Y ojo al hecho de que la información no llevara el titular de "antepasados de Cameron" (¿no tendría mucho más morbo..., perdón, interés informativo, el citar al actual jefe del gobierno británico que a un erudito viejo autor al que las jóvenes generaciones ignoran?) o incuso "antepasados de Greene"... O habría que ver antepasados de cuántas más familias conocidas hoy pero cuyos nombres no se han dado a conocer (empezando por la propia familia real inglesa, una de las mayores tratantes de esclavos de la Historia de Europa). Pues no: hay que centrarse en atacar a Orwell.

El objetivo es evidente: se trata de descalificar al autor, para descalificar por efecto mimético su obra. El razonamiento inducido es: "Si este tipo fue capaz de traicionar a sus amigos y simpatizaba con el esclavismo (ninguna de ambas afirmaciones es cierta, pero es el mensaje directo al subconsciente del lector desprevenido) sus obras no son en absoluto de fiar y por tanto no me interesa leerlas." Volviendo al principio: "Mirad el dedo, no la Luna".

En cierta ocasión, alguien me dijo que si te gustaba un escritor determinado nunca trataras de conocerle en persona porque lo más seguro es que salieras decepcionado. Lo mejor es contentarse con su obra e inmortalizarla. Un buen autor es capaz de transportarnos a mundos de fantasía (o a un perfecto análisis de la realidad) de manera brillante porque posea una inteligencia brillante, pero eso no significa que su personalidad, su apariencia o sus habilidades sociales también sean brillantes. Y, además, tampoco importa. Muchos de los escritores famosos que hoy nos siguen fascinando, en su vida privada han sido auténticos truhanes, ladrones, drogadictos, adúlteros, violadores, pederastas e incluso asesinos y sólo cuando por curiosidad nos acercamos a sus biografías nos enteramos, con sorpresa, de su propia peripecia vital que, en todo caso, fue suya, no nuestra, y en nada debería afectar a la consideración que nos merezcan sus libros. Pero es que, además, en el caso de Orwell, un tipo en general recto, despierto, cultivado y defensor de la humanidad, la nauseabunda y soterrada campaña en su contra apesta.

No dejéis de leer a Orwell. Y de releerlo.

 



lunes, 25 de febrero de 2013

Del plástico al grafeno

Una de las cosas más agradecidas de ser un alumno en la Universidad de Dios es la libertad de pensamiento y la tranquilidad de espíritu que te confiere el hecho de despreocuparte de las circunstancias diarias que martirizan al homo sapiens. A medida que uno progresa en el plan de estudios (aunque sea lentamente: recuerdo que a mí me ha costado treinta años terrestres de duros exámenes y trabajos llegar a Tercero de carrera y aún me quedan unos cuantos cursos por delante para conseguir la Licenciatura y Master de Dios), va adquiriendo una visión muy completa del papel del ser humano en el planeta Tierra: su evolución histórica general y, naturalmente, el momento contemporáneo que vive (o que padece). Comprender el punto exacto de la pirámide evolutiva en el que se encuentra, así como las fuerzas que influyen en él en un sentido o en otro, alivia muchísimo esa sensación de perpetuo agobio y de miedo por lo que ocurrirá el día de mañana. Una sensación de la que, ya lo ha contado mi gato conspiranoico Mac Namara en varias ocasiones, ciertos poderes que controlan el mundo en este momento usan y abusan constantemente, con el objetivo de mantener a los humanos corrientes tensos y estresados como las cuerdas de un violín en exceso afinado.

Un ejemplo: el miedo al colapso energético. Hace más de treinta años que vengo oyendo o leyendo las advertencias acerca del futuro a lo Mad Max que nos aguarda a la vuelta de la esquina debido al agotamiento de las fuentes de energía que han permitido el desarrollo tecnológico de nuestra civilización. En especial, del petróleo, pero también de otras como el gas o el carbón (eso, por no hablar de la contaminación que generan). Se ha dicho muchas veces que vivimos en la cultura del petróleo y que ésta no podrá sobrevivir cuando se acabe. En los últimos diez o doce años se han publicado diversos trabajos muy detallados sobre el Peak Oil, el Pico del Petróleo o tería de Hubbert, según la cual la producción mundial de crudo llegará en un momento muy próximo a su máximo (si es que no ha llegado ya: la Agencia Internacional de la Energía advirtió hace poco más de un par de años de que ese cénit de producción se habría alcanzado en 2006) y a continuación declinará tan rápidamente como creció, de manera que antes de 150 ó 200 años habrá dejado de extraerse..., y bastante antes, de emplearse como energía básica.

  
 Muchas personas argumentan que no les importa demasiado, pues no usan el coche a menudo y tal vez no tengan ni carnet de conducir. Pero la realidad es que deberíamos referirnos a la nuestra más bien como la edad del plástico (si bien el plástico es un subproducto del petróleo y éste es tal vez el principal riesgo del final del "oro negro" disponible) ya que estamos rodeados de este material por todas partes. Hay plástico en las botellas de las que bebemos, en los teléfonos y ordenadores con los que nos comunicamos y entretenemos, en los vehículos que nos transportan, en las cajas y las bolsas donde guardamos y transportamos cosas, en los electrodomésticos con los que cocinamos o preservamos alimentos, en muchos de los muebles donde nos sentamos o dormimos..., hasta en algunas ropas con las que nos vestimos. La desaparición del plástico, dentro de la general del petróleo, sí que sería un gran problema para la supervivencia del mundo tal y como hoy lo comprendemos, aunque desde el punto de vista medioambiental llegaría poco menos que como una bendición, habida cuenta las especiales características de este producto que le conceden un alto poder contaminante.

Pero el ingenio humano es extraordinario. Son diversos, y algunos de ellos bastante creíbles, los expertos que hablan de que en este momento existen ya fuentes alternativas de energía, incluso más potentes y más baratas, que no se han desarrollado a gran escala por el simple hecho de que no se ha querido hacerlo. ¿Y por qué no? Pues sencillamente porque alterarían el control financiero y político que la cultura del petróleo/plástico ha impuesto sobre el mundo en los últimos decenios. Esas personas (supongo que a nadie le sorprenderá saber que, las más importantes en la escala científica o social se niegan a comentar estas cosas en público, aunque en privado te cuenten detalles asombrosos al respecto) están convencidas de que esas fuentes de energía se empezarán a aplicar en cuanto aquéllos que las están desarrollando en el mayor de los secretos hallen la forma de rentabilizarlas sin que escape a su control, como sucede ahora con el crudo, cuyo manejo oficial está en manos de un puñado de compañías a nivel mundial. 

En lo personal, puedo hablar de cierto inventor español que hace unos años descubrió un motor de agua que funcionaba perfectamente aplicado a un coche normal. Su motor descomponía el agua (agua del grifo, ni siquiera agua destilada o tratada de ninguna otra forma) químicamente de manera natural en las dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno de la que está formada. Empleaba el hidrógeno para mover el vehículo y expulsaba como "desecho" el oxígeno. Resultado: un coche completamente ecológico y de consumo baratísimo. El hombre pensó hacer negocio presentando su prototipo en ferias de la automoción o con el apoyo del Estado pero en cuanto intentó su comercialización recibió una millonaria propuesta de una muy conocida compañía petrolera. Aceptó el dinero, a medias por lo jugoso de la oferta, a medias por las veladas amenazas de la compañía de que le convenía aceptarlo. Ni que decir tiene que su proyecto fue guardado en una caja fuerte y que a día de hoy el coche de agua español ni está, ni se le espera. Sólo cuando el agua sea un recurso tan caro y valioso como el petróleo (o sea, privatizada con ese fin) tendremos posibilidad de ver algún día semejante desarrollo industrial.

Desengañémonos: o mucho cambia la organización del poder en nuestro planeta o sólo tendremos acceso general a aquellas tecnologías que estén bajo control estricto de los mismos "Amos" de siempre. El sueño de Nicola Tesla de proporcionar energía abundante y barata, y con ella bienestar, a la Humanidad a través de los avances técnicos fue secuestrado hace mucho tiempo. En el caso del gran inventor serbio, todo le fue robado y él mismo, condenado a morir en la miseria. Muchos otros que intentaron seguir su estela de no beneficiar exclusivamente a los de siempre también vieron frustradas sus expectativas, como sucedió con l vergonzoso caso del colombiano Manuel Elkin Patarroyo, cuyos estudios sobre la malaria podrían haber convertido esta gravísima enfermedad (ésta sí que es una pandemia que afecta a millones de seres humanos, y no las dolencias regionales promocionadas por la OMS casi como generadoras del fin del mundo, como la gripe "aviar") en un recuerdo del pasado si no hubieran sido saboteados permanentemente debido a su negativa a privatizar las vacunas para llenar los bolsillos de la industria farmacéutica a costa del común de los ciudadanos.

Así las cosas, en los últimos dos o tres años se ha empezado a hablar públicamente de un material que podría convertirse en la base de una nueva era: el grafeno. Se trata de una sustancia de carbono puro, cuyos átomos se engarzan en un patrón regular hexagonal, como sucede en el caso del grafito pero en un átomo de espesor por hoja. Se conoce desde hace casi un siglo, pero sólo en los últimos tiempos se ha empezado a valorar las múltiples ventajas de este material: su transparencia, su enorme ligereza, su flexibilidad, su elasticidad, su dureza casi similar al diamante, su capacidad de autoenfriamiento... Una recientísima investigación del Instituto de Ciencias Fotónicas de Barcelona con sede en Castelldefels acaba de descubrir además una nueva propiedad: su fabulosa eficacia para convertir la energía de la luz en electrones y por tanto en corriente eléctrica. Según explican los propios investigadores, "en la mayoría de los materiales, cada fotón absorbido genera un solo electrón, pero en el caso del grafeno un fotón es capaz de producir muchos electrones excitados y, por tanto, una señal eléctrica mayor". Esto significa que cualquier dispositivo que convierta la luz solar en electricidad será mucho más eficiente, potente y barato si se construye con grafeno.

Dicho así, los neófitos podemos quedarnos un tanto fríos pero los especialistas están entusiasmados con lo descubierto. Y es que, convenientemente desarrollado, este hallazgo permitirá una auténtica revolución en el campo de la energía fotovoltaica. De hecho, los científicos de este centro han comparado precisamente  la explosión tecnológica que supuso la fabricación en serie del plástico en el siglo XX con lo que en este mismo siglo XXI supondrá el uso masivo del grafeno. Podría llegar a constituir, por ejemplo, la pieza clave que hacía falta para aprovechar y aplicar de forma masiva todas las posibilidades de la energía solar. Y, si es capaz de desbancar al plástico, su aparición equivaldría también al principio del fin de la era del petróleo.

Así llegaremos a la era del grafeno. Eso sí, todo se producirá sin que los simples mortales puedan intervenir en ello, sin arte ni parte, más allá del consumo en el nuevo material de moda. Simplemente, un día nos levantaremos de la cama y alguien nos dirá a través del pertinente discurso audiovisual: "Señoras y señores, hasta aquí hemos llegado con el plástico. A partir de ahora empiecen a comprar grafeno." Y las órdenes serán cumplidas: consumiremos grafeno y nos olvidaremos del plástico igual que hicimos antes con otros materiales, como la madera o la piedra. Viviremos una nueva época de desarrollo tecnológico que, en principio no tendrá fin aunque, cuando transcurrido el tiempo suficiente las posibilidades del grafeno se empiecen a agotar como hoy se agotan las del petróleo, volveremos a las ansiedades por el futuro, mientras se hace público el nombre del siguiente material mágico... Así que la recomendación de este simple estudiante no es otra que la que ya ha hecho pública en tantas ocasiones anteriores: nada de angustias, nada de temores por lo que vendrá..., y a vivir el día a día, el aquí y el ahora. Es lo único que tenemos real y a nuestro alcance.








viernes, 22 de febrero de 2013

Por qué perdimos en Waterloo

- Bueno, señores: esto está ganado... Wellington y Blücher son dos principiantes y su táctica es hasta infantil. Se lo dejo encarrilado. Ahora, si me disculpan, rematen ustedes el trabajo porque me veo obligado a ausentarme rumbo al excusado -dijo Bonaparte con gesto de incomodidad y aferrando el estómago con su mano derecha por debajo de la casaca; entonces todavía no sabíamos que pasaría horas en la letrina, agotado por el despeñe diarreico.

Más tarde, cuando la batalla hubo terminado, pasé un buen rato buscando al cocinero personal del Emperador. El mismo que se había ofrecido a aliviar el estreñimiento que desde hacía dos días padecía nuestro jefe de filas: decía poseer una receta de un guiso bretón infalible para hacer de vientre.

 Mi objetivo era ahorcarle personalmente, pero el maldito cocinero había caído en combate.
 


miércoles, 20 de febrero de 2013

El plomo en oro

El plomo es un metal pesado de densidad relativa. Es abundante, flexible y fácil de fundir (como saben todos aquéllos que han tenido soldaditos de plomo..., o balas de plomo). Su color es a medias gris, a medias plateado, a medias azulado. Además de su maleabilidad, tiene la capacidad de formar muchas sales, óxidos y otros comuestos y posee una gran elasticidad molecular, influida por la temperatura ambiente. Es tóxico y, a pesar de ello, muy usado desde la antigüedad aunque en raras ocasiones se le encuentra en su estado elemental original. Es tan pesado que su nombre en latín, Plumbum, ha inspirado un adjetivo tan español como plúmbea, para definir a una persona inaguantable por lo denso y cargante de su discurso o de su forma de ser. El plomo se relaciona con Saturno, dios no especialmente popular por su relación con el paso del tiempo y ciertas divinidades infernales.

Su número atómico es el 82.

El oro también es un metal pesado y muy maleable, fácil de fundir ya que es blando. Sin embargo su color es muy diferente: de un amarillo tan característico que incluso da nombre a su denominación en latín, Aurum (y al de su signo químico Au), que significa amanecer soleado. No reacciona con la mayoría de los productos químicos (entre las excepciones figura el mercurio, tan alquímico). Se le ha encontrado a menudo en estado puro y ha sido también muy utilizado desde tiempos inmemoriales, tanto para la joyería y la acuñación de monedas, como para usos electrónicos e industriales. Está directamente relacionado con el Sol, el Señor de nuestro Sistema Solar, el Padre de los Dioses que proporciona vida, fuerza y vigor y no sólo a los seres humanos sino a toda la creación que les rodea. Por su belleza, valor y coste económico, es el signo por excelencia de la riqueza económica.

Su número atómico es el 79.

La ciencia moderna nos cuenta que existe muy poco oro en la Tierra, porque este elemento se crea gracias a la fusión nuclear que se produce a consecuencia de las condiciones extremas en el núcleo de las supernovas. Algunas teorías planteaban la posibilidad de que pudiera generarse también a partir de complejas reacciones en el interior de nuestro planeta mas, por lo que se sabe hasta ahora, no parece que éstas lleguen a ser lo bastante poderosas como para poder producirlo. Así que el oro se ha convertido casi desde el principio de la Historia conocida de la Humanidad en uno de los principales objetos de deseo para el homo sapiens. Generaciones enteras han soñado con la riqueza sin cuento contenida en una gran mina de oro o en un tesoro de viejas civilizaciones y han perdido su dignidad, su honor, su fortuna personal y hasta su vida tratando de hallar estas quimeras. El oro obsesionó al mitológico rey
Midas, a los gobernadores romanos que arrasaron el norte de la península ibérica donde en su día estuvieron los más importantes yacimientos auríferos conocidos, a los usureros medievales que acumulaban avariciosos las divisas de toda Europa, a los conquistadores españoles que buscaron El Dorado, a los príncipes renacentistas ávidos de una financiación inagotable, a los mineros del Salvaje Oeste que cribaban los ríos de California, a los buscadores de tesoros que igual rastrean la fortuna perdida de los Romanov que la del Reichbank... A día de hoy, incluso a los más pequeños se les inocula la fiebre del oro (aun antes de que sepan lo que es y para qué sirve) con esos videojuegos en los que, para subir de nivel, hay que apoderarse de un número concreto de monedas de oro.

En cierto momento de la Edad Media y, sobre todo, en los siglos inmediatamente posteriores cuando los primeros alquimistas se incorporaron ya como arquetipo al pensamiento europeo, surgió la leyenda de la Alquimia como método científico (de acuerdo con los estándares de la época) para crear oro a partir de metales mucho más baratos y por tanto "inferiores"; en especial, el plomo. En teoría es muy factible. De hecho, si nos fijamos en las representaciones de las capas electrónicas de sendos metales que aparecen al comienzo de este artículo, ambas son muy similares. Porque, en efecto, el oro sólo tiene 3 protones menos (¡sólo 3 y sin embargo es tan distinto!) que el plomo, así que lo único que habría que hacer es encontrar la fórmula por medio de la cual restar esos electrones de más a cada uno de los átomos plúmbeos para rearticularlos como átomos dorados. Y recordemos la elasticidad del plomo. No obstante, la opinión general consensuada de los químicos contemporáneos es que semejante operación es completamente imposible. Afirmación que (habida cuenta de todas las veces que los científicos de una época nos dijeron que algo era imposible y sin embargo los científicos de la siguiente época materializaron ese mismo algo hasta entonces "imposible") podríamos replantear de esta otra forma: de acuerdo con nuestros conocimientos químicos actuales, semejante operación es completamente imposible. 

O tal vez no es rentable, sin más. En alguna parte he leído que algunos experimentos de última hora sí han permitido realizar el sueño alquímico y transformar enormes cantidades de metales baratos en minúsculos puñados de oro, pero el proceso final ha resultado tan caro que se ha desechado por inútil. Nadie es tan tonto como para gastarse mil millones de euros en material para obtener a cambio oro por valor de cincuenta céntimos de euro...
 En todo caso, los esfuerzos por recuperar hasta el último micropedacito del preciado metal que pudiera hallarse en el planeta y guardarlo bajo llave en algún lugar secreto continúan, a menudo con una obsesión digna de mejor causa. A veces me he preguntado qué puede haber de verdad escondida en algunos argumentos de Ciencia Ficción como los del sistemáticamente desprestigiado L. Ron Hubbard, cuya obra más conocida, Campo de Batalla: la Tierra, cuenta cómo unos extraterrestres curiosamente denominados Psychlos esclavizan a los humanos condenándoles a extraer y recuperar para ellos todas las reservas de oro de la Tierra...

La última forma de recolectar oro, aun en cantidades minúsculas, es gracias a las bacterias, que podrían convertirse en eficaces mineros del futuro trabajando para el homo sapiens. Un microbiólogo ambiental de la universidad australiana de Adelaida llamado Frank Reith descubrió hace pocos años que la bacteria Cupriavidus metallidurans es capaz de desintoxicar el oro disuelto acumulando nanopartículas del metal en el interior de sus propias células. El oro soluble es tóxico para la mayoría de los microbios, pero no en este caso... Todavía mejor, hace apenas un par de semanas se ha publicado un estudio de un equipo de científicos canadienses de la Universidad McMaster de Hamilton, en Ontario, en el que se certifica que otra bacteria, la Delftia acidovorans, actúa de manera parecida pero más prometedora para los intereses humanos. Y es que, en este caso, no metaboliza el oro soluble como la Cupriavidus sino que lo solidifica en el exterior y de forma no tóxica, empleando una molécula para crear estructuras sólidas complejas similares a las de las pepitas de oro. Salvando las distancias y presentando excusas por lo bizarro de la comparación, es como si un enanito recogiera nanopiezas de Lego tan pequeñas que nosotros no pudiéramos verlas y, con ellas, fuera capaz de construir una figura de un tamaño visible y ya útil para nosotros. Una cantidad suficiente de estas bacterias, estratégicamente desparramadas en los desechos mineros, podría permitir una verdadera conversión de basura en un tesoro, al estilo alquímico, al concentrar las partículas de oro disperso en oro sólido.







 

lunes, 18 de febrero de 2013

Empastillados

Corre por Internet una historieta de humor negro, que podría resumirse así:

"Un tío mío, que estaba a punto de cumplir 70 años en un envidiable estado de salud, recibió la visita de su hija, mi prima, que le planteó el temor por su futuro con estas palabras:

- Papá, ahora estás muy bien pero deberías hacerte una revisión médica -e, impidiendo hablar a su padre, que protestaba diciendo que se encontraba fenomenal, prosiguió:- porque en este momento no te duele nada pero es ley de vida que empieces a ir cada vez peor. Y si podemos prevenir cualquier problema, mejor que mejor. Así que ya te he reservado hora para ver a un médico que es muy amigo mío y te tratará fenomenal.

La mujer de mi tío consideró que el planteamiento de mi prima era correcto y le insistió una y otra vez a su marido hasta que al final acabó yendo a la consulta.  El médico, en efecto, le trató estupendamente pero le encargó análisis de todo lo que se podía analizar. Quince días después le recibió de nuevo y alabó el buen estado general en el que se encontraba con casi 70 años. Eso sí, había algunas pequeñas deficiencias, nada grave, propias del desgaste de la edad. A fin de ayudar a la mejora del estado general le recetó un medicamento para reducir el colesterol, otro para reforzar el corazón, otro para prevenir la diabetes, otro para evitar la hipertensión, otro por si con los cambios de tiempo le sobrevenía alguna alergia y un polivitamínico para darle energía extra. Ah, y uno más para proteger el estómago ante la irrupción de tantas pastillas. Y aún otro que sirviera de diurético.

Y ahí estaba mi tío entretenido con cajitas de píldoras de distintos colores... Por cierto, que tuvo que gastarse un auténtico dineral de su exigua jubilación para comprarlo todo. Teniendo en cuenta lo despistado del carácter del buen hombre, pronto se hizo un lío y ya no sabía qué se había tomado y qué no. Empezó a tener dolores de cabeza, pero era incapaz de decir si ello se debía a que estuviera realmente mal y era un síntoma de algo o bien se trataba de alguna reacción de su cuerpo a tanta medicación. O, simplemente, se encontraba de los nervios por la situación anómala que estaba viviendo. Volvió al médico para contarle sus preocupaciones..., y éste le regularizó las pastillas imponiéndole el régimen ahora por escrito y añadiendo un tranquilizante para reducir sus preocupaciones y un tratamiento de somníferos para domir mejor.

Sin embargo, sucedió al revés: tanta química en su cuerpo, sumada a la creciente tensión psicológica ante la posibilidad de que realmente necesitara todas aquellas medicinas porque no se encontraba tan bien como creía, le sumió poco a poco en la depresión. Ya casi no salía de casa y se pasaba el día meditabundo o viendo la televisión. Un día se resfrió..., y mi tía llamó al médico. Éste fue a su casa y le dio una nueva medicina para combatir la gripe y, como tenía taquicardia, otra para relajarle, además de un antibiótico. El hombre se quejó además de dolor en las articulaciones, ya que había dejado de dar sus paseos diarios, con lo que recibió en el lote una receta para esos dolores. Y, para redondear todo, un antidepresivo.  

Nadie sabe exactamente cuántas medicinas llegó a tomar en un momento dado, pero lo cierto es que mi tío se murió el día antes de su 70 cumpleaños. La persona más triste del velatorio, aparte de su mujer y su hija, era el dueño de la farmacia donde se había gastado tanto dinero en las últimas fechas.

Y aún pude escuchar a mi tía decir, entre suspiros:

- Y menos mal que le llevamos al médico para que le controlara... Si no, hubiera muerto antes y en peores condiciones."

Sí, es un historieta..., o puede que no. Puede que esté basada en hechos reales, como los telefilmes de Hollywood. ¿A cuántas personas, sobre todo mayores, no conocemos nosotros, que han sido esclavizadas al consumo de fármacos de todo tipo por esta sociedad en vías de desmoronamiento en el que la farmacéutica es la tercera industria que más dinero mueve en el mundo, sólo superada por la de la guerra y la de la droga (ilegal)? Probablemente, el tío al que hace referencia la historia hubiera podido vivir diez, veinte o más años sin problemas si hubiera mantenido el régimen de vida que le permitió llegar a los casi 70 años: una alimentación equilibrada, un nivel de ejercicio moderado, una relación sana con su entorno...

Pero la industria farmacéutica necesita clientes y, si no los hay, es preciso fabricarlos. Para ello, se inventa enfermedades donde nunca las ha habido (cada vez que oigo hablar de cosas como el síndrome postvacacional, por ejemplo, me pregunto cómo no se le cae la cara de vergüenza a los que, con toda seriedad, proponen "tratamientos" para "mejorarlo"), se inventa necesidades donde nunca las ha habido (¿en qué lugar está escrito que una mujer de la tercera edad, para ser feliz, tenga que lucir una piel "sedosa y brillante, como si tuvieras veinte o treinta años menos"?), se inventa todo tipo de necesidades vitamínicas donde nunca las ha habido (el negocio de los polivitamínicos es especialmente execrable: una buena alimentación es suficiente para dotar al cuerpo de cuanto necesita)...

A finales de enero, se publicaba la más reciente Encuesta sobre Alcohol y Drogas EDADES correspondiente al período 2011-2012. En ella se revela que el consumo de hipnosedantes (medicinas tranquilizantes, somníferos o sedantes) se ha incrementado en los últimos años de manera espectacular: de hecho, en los últimos seis años se ha doblado su uso, desde el 5,1 % en 2005 al 11,4 % en 2011. Los especialistas ya tienen una definición para calificar lo que está ocurriendo: la psiquiatrización de la vida cotidiana, surgida del creciente nivel de estrés al que están sometidos los ciudadanos y de la también creciente incapacidad de éstos para reaccionar de forma normal a las exigencias vitales. Así, la timidez de un niño, la rebeldía de un adolescente, la muerte de un familiar, los problemas en el trabajo..., desafíos todos ellos naturales en la vida de cualquier persona y que hasta ahora eran entendidos y afrontados como tales, forzando al afectado a sacar lo mejor de sí mismo (a desarrollar paciencia, coraje, voluntad, fortaleza personal..., para resolver y superar esos problemas) ahora se han convertido en problemas poco menos insolubles que "requieren" una ayudita farmacológica.



Pues no, no hace falta medicarse tanto. Es más: resulta hasta contraproducente. Muchos médicos te lo cuentan en conversaciones privadas aunque pocos se atrevan a decirlo en voz alta, por los intereses económicos antes mencionados. Uno de ellos se llama Juan Gervas y en una reciente entrevista nos aportaba algunos datos escalofriantes y que dan mucho que pensar acerca de este sucio negocio que se lucra con el sufrimiento humano. Hay que leer dos veces sus declaraciones para empezar a darse cuenta de lo que está en juego:

* "El sistema sanitario, en sí mismo, es la causa de 225.000 muertes al año en Estados Unidos. En el caso de España, las medicinas provocan la muerte a 6.500 pacientes anuales, además de provocar unos 19 millones de efectos adversos (...) En Israel se ha demostrado que, cuando los médicos hacen huelga, las muertes disminuyen en un 45%".

* "El diagnóstico precoz es poco útil: hoy se diagnostica antes y más, pero la mortalidad es la misma. Puedes estar diagnosticado antes pero eso no mejoro tu diagnóstico de muerte (...) se produce así algo terrible: hordas de supervivientes que viven más tiempo con el diagnóstico, pero no viven más que si no hubieran sido diagnosticadas."

* "Hay vacunas necesarias; pero otras como las de la gripe, el virus del papiloma humano, el neumococo, el rotavirus o la varicela son puro negocio (...) Durante la pandemia de la gripe la población sueca fue vacunada con una previsión de beneficio teórico de 50 muertos menos..., pero produjeron 200 casos de narcolepsia entre adolescentes" (...) Lavarse la manos disminuye mucho la transmisión de la gripe pero el 40% de los médicos y enfermeras no lo hace. La vacuna de la gripe no disminuye el contagio ni las muerte, no es eficaz en personas sanas ni en personas mayores de 65 años: lo ha publicado nada menos que la revista 'The Lancet'."

* "Su nivel de colesterol no tiene nada que ver con su pronóstico respecto a las posibilidades de sufrir un infarto de miocardio, y la mayoría de dichos infartos se dan en personas con colesterol normal o bajo (...) Sepa que un TAC equivale a 750 radiografías en un adulto y al doble en un niño. La radiación que recibió la población en Japón durante la Segunda Guerra Mundial equivale a 5 TACs, así que ¡mucho ojo con los chequeos!"









 

viernes, 15 de febrero de 2013

Exorcismos

Lo que no sabía yo (pero para eso sirve la vida: para aprender cosas nuevas cada día) es que en la actualidad existen dos rituales de exorcismo en vigor en la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Me enteré porque justo en los días en los que Joseph Ratzinger anunciaba su dimisión como Papa (según Mac Namara, le obligaban a dimitir como Papa y no precisamente por razones de salud, aunque mi gato conspiranoico no me ha contado todavía todos los detalles del asunto) estaba yo leyendo (oh casualidades, oh causalidades) ciertos textos relacionados con esa característica y peculiar institución que fundara, hace ya unos cuantos siglos, cierto ex recaudador de impuestos que se cayó de su montura y vio así la luz, según relata en su propia autobiografía. Y allí me enteré de que el ritual romano que se ha empleado hasta nuestra época para exorcizar demonios fue autorizado en tiempos del Papa Pablo V. En el año 1614 para ser exactos.

Por alguna extraña razón, nunca bien explicada, alguien decidió cambiar ese ritual que se había mantenido sin alteración alguna durante casi cuatrocientos años..., y lo hizo muy poco tiempo atrás: en 1990. Entonces el llamado Trono de San Pedro lo ocupaba Karol Wojtyla, ese Papa con cara (y complejo) de personaje de Charlton Heston (pobre Chuck: le pilló muy mayor para interpretar en el cine a este señor polaco del que tantas cosas se han dicho y muchas más se han callado). Lo llamativo del caso es que los más importantes exorcistas católicos del mundo, los principales usuarios del ritual, no habían abierto la boca. Es decir, no habían solicitado cambio alguno y parecían bastante desconcertados con la propuesta formal de "modernización", que partía de la Congregación para el Culto Divino. Esta inusual descoordinación pública de intereses creó un cierto escándalo entre las jerarquías vaticanas y un indudable morbo periodístico. Para resolverlo, Wojtyla llamó a Ratzinger, entonces cardenal ya poderoso en la Curia Romana. La solución fue emitir un dictamen papal de urgencia, según el cual el ritual del siglo XVII era repuesto en todo su vigor pero sin suprimir el nuevo, que había sido presentado a bombo y platillo. Desde entonces, ambos están vigentes, aunque el de 1990 prácticamente no se usa. ¿Pero es que el de 1614 se utiliza mucho? Pues parece ser que sí.

 Resulta que el número real de exorcismos que practican los sacerdotes expertos a lo largo y ancho del mundo es un dato muy reservado, pero, a pesar del silencio que mantienen habitualmente tanto la Iglesia como los medios de comunicación, no debe ser pequeño si hoy sabemos que incluso el propio Juan Pablo II reconoció en sus memorias haber practicado algunos... Y él no estaba especialmente dedicado a esta conocida orden menor (incluida entre profesiones eclesiales muy antiguas, algunas de ellas hoy desaparecidas, como la de ostiario o la de acólito). En realidad, según el dogma católico, el exorcismo puede ser practicado con éxito por cualquier cristiano digno de ese nombre. Hasta el Concilio Vaticano II, que pasa por ser poco menos que la gran cita progre de la Iglesia moderna, insistió en la importancia de este ritual, ratificando la necesidad de practicarlo en cuanto se registrara suficiente constancia de una intervención diabólica.

Pero hoy hay mucha gente que no cree en el Demonio: ni como el ente personal con una imagen más o menos confundida con la del gran dios Pan que habitualmente ha pregonado la Iglesia, ni como fuerza impersonal pero con poder y capacidad autónoma e inteligente para influir en la vida de los seres humanos según la opinión de algunos filósofos. Al mismo tiempo, hay mucha gente que sí cree en el Demonio, pero no al estilo tradicional del enemigo-a-batir sino todo lo contrario: el nuevo-dios-a-seguir. La Iglesia de Satán, que existe oficialmente constituida como tal tras su fundación en EE.UU. de la mano de Anton Szandor LaVey, es sólo su cara más conocida pero según Mac Namara son sólo un grupo de amiguetes en comparación con otras instituciones menos conocidas y más peligrosas. Y paradójicamente el propio Vaticano, tal y como relatan sotto voce diversos expertos en la materia, cuenta en sus filas con muchos más cargos involucrados en el aquelarre de lo que en principio podríamos pensar. Cargos que seguramente fueron, de una u otra forma, los impulsores de ese intento de sustitución del ritual. ¿Por qué?

Gabriel Amorth es probablemente el exorcista más conocido del mundo. A sus ochenta y tantos años de edad sigue actuando en la diócesis del Vaticano y ha concedido algunas jugosas entrevistas sobre este tipo de asuntos. Hace menos de un año, por ejemplo, se refirió a la investigación, en la que él participó, sobre la desaparición de una quinceañera romana llamada Emanuela Orlandi que fue secuestrada en 1983. Impávido, aseguró al diario británico The Daily Telegraph que gracias a sus investigaciones descubrió que Orlandi había permanecido durante años encerrada en el mismo Vaticano, donde fue utilizada sexualmente como víctima en varias orgías antes de ser asesinada. Según sus declaraciones, uno de los gendarmes de la Santa Sede, con ayuda del personal diplomático de una de sus embajadas en el extranjero, era el encargado de reclutar a jóvenes como Orlandi para emplearlas como esclavas sexuales en manos de ciertos altos cargos de la jerarquía eclesial. Incluso señaló con el dedo a un archivista del Vaticano, Simeone Duca, como uno de los directamente implicados en este turbio asunto. El tema es espectacular..., pero fue rápidamente silenciado. ¿Quizá porque todo era cierto?

Es el mismo Amorth que en el diario italiano Il Foglio denunciaba un par de años antes la existencia de satanistas en el Vaticano, algo que conocía por personas implicadas "directamente" y de lo que había informado con detalle a Benedicto XVI. Pero el Papa "hace lo que puede"..., que como podemos deducir tras su sorprendente dimisión como Sumo Pontífice anunciada esta misma semana no parece que haya sido gran cosa. Comentando el asunto con Mac Namara, me recordaba que el estado de salud de Wojtyla era mucho peor que el de Ratzinger y sin embargo aguantó hasta el final en el cargo. Nadie renuncia a uno de los puestos más poderosos del mundo sin una razón poderosa (y mucho menos una persona de la trayectoria de Ratzinger, que no puede argumentar que no sabía donde se metía cuando se hizo con el poder eclesial: recordamos que era un buen experto en los tejemanejes vaticanistas y además prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que no es más que el nombre moderno de la Santa Inquisición). 

- La marcha de Ratzinger sólo tiene dos explicaciones posibles -me explicaba Mac Namara-. En primer lugar puede sufrir una enfermedad degenerativa del estilo del Alzheimer que en poco tiempo le convierta en un inválido mental, la peor forma de la invalidez. Y en su caso, además, una dolencia especialmente cruel teniendo en cuenta su nivel intelectual. Ten por seguro que por una enfermedad física no se va a retirar, y mucho menos por un cáncer maligno que acabe con su vida en seis meses, por ejemplo. Para eso, habría aguantado en el cargo. En segundo lugar, lo que creo más probable, se marcha porque está sometido a chantaje. La cúpula del Vaticano está minada no sólo por los satanistas sino por representantes de cierta famosa sociedad discreta y aún de otros grupos que no quiero nombrar porque me llamarías "fantasioso".

Hay una tercera entrevista que concedió Amorth en su día. Tercera a la hora de citarla, pero anterior en el tiempo a las otras dos que hemos apuntado. En esta ocasión fueron declaraciones a la revista 30 Giorni, en junio de 2004.  Recordemos todo el asunto del doble ritual del exorcismo... Pues sí: Gabriel Amorth fue uno de los principales líderes del grupo de exorcistas que protestó contra el nuevo y, a su juicio, ineficaz ritual. Extraigo algunas frases interesantes de aquella curiosa entrevista:

* "...los que tenemos que usarlo, aprovechamos para volver a señalar que no estamos de acuerdo con muchos de los puntos del nuevo ritual. Un ritual tan esperado (diez años trabajaron las dos comisiones correspondientes en su elaboración) que al final se ha transformado en una farsa. Un increíble obstáculo que podría impedirnos actuar contra el demonio..."

* "... hay cosas increíbles, como en el tema de los maleficios y cómo enfrentarlos (...) El antiguo ritual romano explicaba cómo afrontar esto. El nuevo ritual declara categóricamente que está totalmente prohibido hacer exorcismos en tales casos. ¡Absurdo! Los maleficios son, con mucho, la causa más frecuente de posesiones y otros males causados por el demonio..."

* "...otro punto declara solemnemente que no se deben hacer exorcismos si no se tiene la certeza de la presencia del diablo. Esto es una obra maestra de la incompetencia: la certeza de si el diablo está o no realmente en la persona sólo se puede tener durante la realización del exorcismo..."

* "...ninguno de los miembros de las dos comisiones que elaboraron el ritual nuevo han hecho jamás un exorcismo, ni han estado presentes en uno, ni tienen en realidad la menor idea de lo que es un exorcismo..."

* "...el mayor éxito de Satanás es hacer creer que no existe, y casi lo ha conseguido incluso dentro de la iglesia. Nuestro clero, nuestro episcopado, han dejado de creer en el demonio, en los exorcismos (...) al no practicarlos, al no estudiarnos ni haberlos visto nunca, el clero hoy no cree en los exorcismos, pero ni siquiera en el propio Demonio (...) un gran número de obispos y cardenales, en cuanto son nombrados para una diócesis, lo primero que hacen es quitarles a todos los exorcistas la facultad de ejercer. Hay obispos que afirman abiertamente: 'No creo en eso, son cosas del pasado' (...) por influencia de ciertos estudiosos de la Biblia, y podría dar los nombres de muchas personas conocidas (...) Nosotros, que estamos diariamente en contacto con el mundo del más allá, sabemos que esta influencia ha afectado a muchas reformas litúrgicas..."

* "... el humo de Satanás ha entrado en todas partes, ¡en todas! Quizá nos excluyeron (a un grupo de 150 exorcistas) de la audiencia con el Papa porque tenían miedo de que tantos exorcistas juntos consiguieran expulsar a las legiones de demonios que se han instalado en el Vaticano. Le podrá parecer una broma, pero yo creo que es cierto: no tengo duda alguna de que el demonio tienta a las autoridades de la Iglesia igual que a cualquier otra autoridad en cualquier materia, ya sea política, economía..."

Y un texto final especialmente llamativo, por cuanto refleja que la Iglesia no se libra, a pesar de su poder e influencia, y de su propia constitución característica, de uno de los grandes males de nuestro tiempo: la soberbia. 
Dice Amorth:

* "Muchos ritos han sido empeorados por esa manía de querer deshacerse de todo lo pasado, para rehacerlo de nuevo. Como si la Iglesia, hasta el día de hoy, lo único que hubiera hecho es engañarnos y mentirnos. O como si sólo hoy día dispusiera de grandes genios, super teólogos, super estudiosos de la Biblia, super liturgos, que saben darle a la Iglesia lo que es realmente bueno..."

Tal vez Ratzinger se esté preguntando hoy día si le habrían dejado seguir en el cargo de Papa caso de haber atendido mejor a Amorth y sus colegas y, tal vez, seguir sus consejos. 



 










miércoles, 13 de febrero de 2013

Vocación frustrada

Me gustan los hombres lobo. Toda la vida he querido ser un hombre lobo. Un licántropo. Un lobishome. Un Werwolf. Un vukodlak. Una bestia peluda...

Desde muy niño me he sentido completamente fascinado por su leyenda. Cada noche de luna llena me sentaba junto a la ventana y contemplaba desde allí la brillante faz del astro de la muerte rezando a todo tipo de dioses y demonios, reales e imaginarios, para que tuvieran la deferencia de contagiarme con la maldición que transforma a los hombres corrientes, débiles y prescindibles, en magníficos animales velludos, armados con garras y colmillos, feroces e implacables.

 Me imaginaba a mí mismo sufriendo los dolores de la metamorfosis, contemplando cómo mi piel imberbe y pálida se transformaba en una espléndida mata de pelo oscuro; mis miembros flacos y endebles, en poderosas extremidades con las que correr, forzar y sajar; mi rostro anodino, en una máscara de pavor ajeno. Todo yo, mutando hacia un estadio diferente y legendario de la evolución: todo instinto, todo fuerza, todo vitalidad y presencia... 

Me gustan los hombres lobo...

Pero al final lo que me mordió fue un ornitorrinco. Y no soporto mirarme al espejo.


lunes, 11 de febrero de 2013

Fundador de religiones

En cierta ocasión, un pésimo alumno de la Universidad de Dios hoy felizmente expulsado porque confundía el Poder con el poder, le preguntó a mi profesor de Misticismo y Paradojas cuál era el secreto para construir una religión eficiente. Estudiábamos el primer curso de carrera y el mulá Nasrudin sospechaba desde tiempo atrás acerca de las verdaderas intenciones de este estudiante, así que le contó la siguiente historia:


 
- Cierto imam tenía dificultades para que prosperara su ministerio. No era muy popular entre los fieles, debido a su carácter, sus ambiciones y su nula sabiduría. Lo cierto es que se había dedicado a la religión sólo por tener una manera cómoda de ganarse la vida. Su propia congregación le degradaba regularmente al no encontrar en él las virtudes necesarias para ejercer, mas no podía expulsarlo de forma directa porque ya había sido ordenado como imam y por tanto sólo cabía incentivarle a que dimitiera él mismo.

La estrategia estaba a punto de surtir efecto. El imam llegó a estar destinado en una remota aldea donde vivían campesinos bastante rudos y no precisamente conocidos por su generosidad: sus donativos al templo se limitaban a un puñado de zanahorias y manzanas, y no de la mejor calidad. A la hora de cenar, contemplando el mísero caldo que le aguardaba como cada noche antes de acostarse en un pobre jergón de paja, el imam había decidido ya arrojar la toalla y abandonar la religión para ganarse la vida de cualquier otra forma en alguna gran ciudad. Sin embargo, esa noche Satán hizo su aparición y le susurró una idea entre sueños.

Al día siguiente, tras las oraciones comunales en el templo, el imam adoptó la pose más solemne que pudo y, con voz engolada, anunció: "Se me ha pedido que os informe de que a partir de ahora he sido encargado de redactar una lista con aquéllos de entre vosotros que, a su muerte, irán directamente al Cielo así como de aquéllos que irán directamente al Infierno".

A partir de ese mismo día, al imam nunca le faltó la carne fresca, la manteca, el guiso de arroz, la nata ni los pasteles.

El pésimo alumno fue expulsado de nuestra Universidad cuando varios profesores encabezados por Nasrudin se lo encontraron pocos días más tarde como supremo pontífice de una religión que se presentaba con gran éxito a la gente corriente como "la única que puede salvar tu alma".


viernes, 8 de febrero de 2013

El arte de pensar

Rolf Dobelli podría encarnar el prototipo ideal de escritor: lo suficientemente bueno como para vender bien sus libros (cuidado, no valoro su literatura..., sólo su éxito de mercado) y por tanto poder dedicarse profesionalmente a ello y, al mismo tiempo, lo suficientemente desconocido como para seguir viviendo bien. Es decir, en la tranquilidad de la vida privada. Una de las peores tragedias personales que le puede acaecer a un escritor es hacerse famoso, al estilo por ejemplo de J.K.Rowling. Aquéllos que sueñan con ser conocidos en todo el mundo, rodeados de fans dispuestos a adorarles y llevarles en palmitas de un lugar para otro, no tienen ni idea del castigo divino que están invocando.

Dobelli es suizo y aún le quedan unos pocos años para llegar al medio siglo de edad. Graduado en Ciencias Empresariales por la Universidad de St. Gallen y director en su día de varias empresas relacionadas con el grupo aéreo Swissair, además de autor es empresario y fundador de varias iniciativas curiosas. Entre ellas, una comunidad llamada Zürich Minds (Mentes de Zurich) que agrupa a personajes internacionalmente conocidos del mundo de la cultura, el diseño, la ciencia y la empresa que se reúnen anualmente en una conferencia a puerta cerrada al estilo del foro de Davos, aunque es de suponer que con intenciones menos siniestras que esos aspirantes a dominar el mundo. Entre sus miembros figura gente del estilo del neuroeconomista Ernst Fehr, el psicólogo experimental Roy Baumeister, el astrofísico Ben Moore, el filósofo Daniel Dennett o el premio Nobel de Química Kurt Wüthrich.

Dobelli se estrenó en el 2003 en la literatura con su primera novela Fünfunddreissig (Treinta y cinco) que se convirtió en inmediato bestseller en su país. Le siguieron otras cinco: Und was machen Sie beruflich? (podríamos traducirla como ¿Y usted a qué se dedica?), Himmelreich (El Reino de los Cielos), Wer bin ich? (¿Quién soy yo?), Turbulenzen (Turbulencia) y Massimo Marini (nombre italiano y la única obra que no tiene título originalmente en alemán). Sus críticos aseguran que el hilo conductor de sus obras es el análisis del éxito: cómo llega, por qué se produce, cómo se desarrolla y, sobre todo, cuánto de aleatorio tiene. Tal vez ello explique que su mayor impacto editorial hasta el momento no sea una obra de ficción sino un ensayo: Die Kunst des Klaren Denkens (El arte de pensar con claridad). Publicado en 2011, se encaramó de inmediato a lo más alto de las listas de éxitos literarios, incluyendo el número 1 de la elaborada por la principal revista de habla alemana: Der Spiegel. Y tanto éxito ha tenido, que al año siguiente generó una especie de secuela: Die Kunst des klugen Handelns (El arte de actuar con sabiduría).

A la espera del "arte" que toque publicar en 2013, acaba de traducirse y aparecer en el mercado literario en español El arte de pensar. Así a secas y sin la claridad de la edición original. Y quizá sea mejor así, porque este texto irregular comparte en sus páginas algunas ideas y fórmulas de actuación muy prometedoras junto a otros razonamientos tan infantiles como decepcionantes... Dobelli se ha planteado el libro como una especie de manual en el que aspira a recopilar algunos de los principales errores que debemos evitar si queremos que nuestros planes triunfen en la vida. De hecho, recoge medio centenar de lo que califica como "errores de lógica" que en su opinión es "mejor que cometan otros". El argumento está bien..., si somos capaces de aprender de los errores ajenos, algo que por desgracia no resulta nada común en nuestra sociedad, ni ahora ni en ninguna otra época del mundo. Como dice mi libro de consulta favorito, el Gran Libro de los Refranes: "Nadie escarmienta en cabeza ajena". Pero, bueno, por intentarlo que no quede... Los tres errores más graves, en opinión del autor, son:


1º) La prueba de confirmación. Esto es, la tendencia a buscar informaciones que confirmen nuestras teorías y opiniones, filtrándolas de manera que sólo nos quedamos con las que nos convienen pero obviamos e ignoramos por completo las que nos contradicen. Sucede a diario y, en verdad, es la misma base del fanatismo religioso, político, deportivo, económico, social y hasta científico.

2º) La prueba de la sociedad. Lo que significa que tendemos a pensar que las cosas son ciertas o correctas por el único hecho de que millones de personas piensan lo mismo que nosotros y las consideran igualmente ciertas o correctas. Lo que me recuerda el escatológico y castizo aforismo de "Mil millones de moscas no pueden equivocarse: coma caca".

3º) La prueba de la autoridad. La concesión de demasiada credibilidad a políticos, economistas o expertos de la clase que sea sirve para renunciar a la propia opinión e investigación de los hechos. La libertad de pensamiento y de actuación exige crítica hacia las autoridades.

 Lo cierto es que Dobelli no se ha roto demasiado la cabeza. Muchos autores antes que él (entre ellos algunos sabios y filósofos prominentes de la Historia) han señalado estas "pruebas" mucho tiempo atrás. En el caso de 1º), en la actualidad conocemos incluso el mecanismo cerebral que actúa para bloquear las informaciones desechables a través del sistema mesodiencefálico. En el caso de 2º), ésta es sin duda la más peligrosa de las pruebas en nuestros días puesto que pone en cuestión dogmas importantes de la sociedad contemporánea, empezando por el sacrosanto concepto político que tenemos acerca de la democracia: ¿podría ser que no fuera el mejor sistema político, a pesar de que la mayoría de los occidentales lo apoye sin fisuras? En el caso de 3º), tenemos un ejemplo claro de a dónde nos ha conducido la "autoridad" de los financieros internacionales, sus bancos y sus agencias de calificación de riesgos...  En este sentido, me ha gustado que Dobelli señale,
aun tímidamente, a uno de los principales responsables de la crisis actual: el ex responsable de la Reserva Federal de los EE.UU. Alan Greenspan, durante mucho tiempo el gran oráculo e intocable pope de las finanzas mundiales y hoy, por fin, empezando a ser reconocido (aunque no se diga en voz alta, porque los correligionarios de su secta protegen al "patriarca") como uno de los más chapuceros, incompetentes y podría decirse que hasta criminales (por las consecuencias de sus actos, mortales literalmente para muchos ciudadanos del planeta) culpables del desastre financiero global. Un practicante de la antigua ciencia de la Fisionomía diría que no hay más que verle la cara, de todas formas, pues posee los rasgos y los gestos característicos de los "malos", de los "muy malos", como diría Mac Namara...

Pero igual que digo una cosa digo la otra. Después de señalar con claridad pruebas como éstas, Dobelli mete luego la cabeza debajo del ala y nos sale con una muy decepcionante tesis según la cual la economía mundial es "ingobernable" e "imposible de pronosticar", como "demuestra" la crisis actual que "ningún experto fue capaz de predecir" por culpa de un "estrepitoso fracaso colecitvo" debido a errores de lógica "inevitables en un mundo cada vez más complejo e incomprensible para nuestro cerebro" que "no está lo suficientemente evolucionado" para comprender "cómo funcionan los mercados financieros y los avances tecnológicos". ¿Perdón? ¿Piensa esto realmente Dobelli o le han pagado para que lo diga? 


Si estamos en el primer caso y resulta que nuestro autor es, en el fondo, un mercenario a sueldo tratando de vendernos la estúpida idea de que una actividad humana inventada y practicada por humanos no puede ser comprendida y controlada (y en su caso alterada o incluso sustituida si no hay otra forma de mejorar la situación) por otros humanos, el asunto es grave. 
Pero si estamos en el segundo caso y de verdad piensa eso, me atrevería a sostener que semejante argumento invalida todo el contenido del libro porque resulta difícil que un tipo con tantos contactos y experiencia en el mundo empresarial y económico y que en algún momento de su libro recomienda "confiar en nosotros mismos, leer mucho, pensar, ser capaces de poner en tela de juicio todo, aplicar la lógica y la reflexión..." se arrugue luego a la hora de enfrentarse al análisis de un problema de verdad: el de los sacerdotes de Mammon que esclavizan a la Humanidad a través de la usura y disfrazan a ésta de economía "de mercado". Si es así, podemos decir que Dobelli se ha convertido en Dobby.