Bill Gates es un tipo que no me cae especialmente bien, pero supongo que en esto no me diferencio mucho de la inmensa mayoría de los que se han beneficiado del espectacular desarrollo de la informática (a la que él tanto ha contribuido) durante los últimos treinta o cuarenta años. Todavía me acuerdo de cuando las pantallas de los ordenadores eran verdes, las letras blancas y los PCs más desarrollados no tenían ni la mitad de la mitad de la potencia que tiene hoy cualquier teléfono móvil de los más normalitos. Con la memoria de pez que caracteriza nuestra sociedad (qué razón tenías, Sócrates) ya hemos olvidado la revolución que supuso la aparición de la primera versión del Word de Microsoft, la empresa de Gates, para todos aquéllos que vivimos de juntar palabras. Siempre he dicho que este tipo de programas de edición y escritura me parecen el invento más útil desde la creación del alfabeto y cualquiera que haya escrito un documento de más de dos o tres páginas de extensión entenderá lo que digo...
Más allá del romanticismo y la belleza estética de rasgar el pergamino con una pluma para crear hermosos caracteres góticos, ni siquiera la aparición del bolígrafo y los papeles modernos de distinto gramaje mejoran las facilidades de los computadores modernos con sus múltiples posibilidades para escribir y reescribir guardando diversos borradores, cambiando párrafos de sitio y caracteres de tamaño, comprobando automáticamente la ortografía, imprimiendo a petición del usuario, etc. Y de lo de escribir a máquina ya ni hablamos, por muy cinematográfica que sea la imagen del tipo remangado en una habitación llena de humo y con la botella de whisky al lado tecleando hasta dejarse las huellas dactilares con ese eterno clac-clac-clac de fondo, aderezado con un whiiiiiiirp extra del carro, al final de cada línea. Si yo tuviera que publicar un artículo cada día en este blog escribiéndolo a la antigua usanza (incluso con máquina de escribir), ni siquiera me hubiera planteado la posibilidad de poner en marcha esta aventura.
Sí, los que nos dedicamos a esto de las palabras, nos guste o no, le debemos mucho a William Henry Gates III (aunque sigo sin fiarme, por principio, de alguien que coloca números romanos al final de su apellido, como si fuera un poderoso monarca de la Antigüedad), más conocido como Bill Gates o Guillermito Puertas, que es la traducción de su nombre a nuestro idioma (imagino que lo de llamar Windows, es decir, Ventanas, a su sistema operativo, fue una especie de guiño/homenaje a sí mismo). Es posible que muchas de las ideas que él popularizó no fueran suyas, sino copiadas del ingenio de otros. De hecho, ahí tenemos toda la tormentosa relación con Apple, que algunos analistas han presentado como si Gates fuera el ejecutivo aquél que se fugó de la empresa Coca-Cola, la primera que empezó a comercializar la "zarzaparrilla de coca" con los secretos necesarios para fundar su principal competidora (la que hoy le ha desbancado en buena parte del sector), Pepsi-Cola. Pero si Gates se aprovechó de la inventiva ajena, su mérito consistió no sólo en sacarle mayor rendimiento personal sino, insisto, en popularizar el uso y disfrute del ordenador a nivel masivo.
Otra cosa es que, subido al carro de la fortuna, la fama y el dinero (es el segundo hombre oficialmente más rico del mundo, según Forbes -aunque según me explicó Mac Namara la clasificación de la revista está falseada porque no aparecen en ella los verdaderamente ricos, los que no tienen sus miles de millones a su nombre aunque los emplean igualmente mientras ellos continúan a la "sombra" de la opinión pública-), se haya dedicado según mi gato conspiranoico a servir en cuerpo y alma los intereses de cierta odiosa casta cuya intención declarada es el gobierno puro y duro del mundo mediante la imposición de una esclavitud progresiva que beneficiará exclusivamente a los nuevos señores feudales y que entre otras cosas supondrá la muerte de más de la mitad de los seres humanos que hoy día existen (suena fuerte pero así lo definía). Qué duda cabe que, si algún elemento técnico ha servido para acelerar la imposición del yugo de la globalización y el manejo de grandes masas a nivel mundial con extraordinaria facilidad y haciéndoles creer que sus decisiones son "personales e independientes", ése es la informática y en especial el PC personal.
Así que Gates, como todo el mundo, tiene una parte divina y otra parte infernal. Una parte por la que estaríamos dispuestos a arriegarnos para salvarla en una catástrofe y otra que no nos importaría lapidar si no hubiera algún impedimento legal o moral dispuesto a hacérnoslo pagar. Es el equilibrio eterno y eternamente inestable que da sentido a la lucha del día a día, que nos hace dudar y gracias a ello nos mantiene vivos y alerta. En ese sentido, podemos aprender tal vez de la parte que nos interesa, aunque escupamos sobre la memoria de la que no nos interesa. Si la encontramos. Hace un tiempo, un lector de este blog me envió una especie de decálogo, Las 11 reglas de Bill Gates, que se supone un resumen de una conferencia que según parece el Señor Puertas impartió en la Universidad de Yale para sus alumnos y para los padres de sus alumnos. No estamos hablando de simples familias de clase media que han tenido que trabajar lo suyo para que sus hijos obtengan una cualificación universitaria, sino de uno de los mayores criaderos de la clase elitista destinada a alumbrar a los gobernantes de ese tremendo mundo futuro sugerido en el párrafo anterior. Para la persona que me envió las reglas, éstas constituyen una especie de panacea, una auténtica "guía para la vida" muy recomendable y que es preciso hacer circular en beneficio de todos. ¿Lo son?
Llama la atención el contenido de este decálogo (aunque en realidad son 11 y no 10 las normas establecidas..., ¡tal vez Gates pretendía superar la importancia de otras diez leyes muy famosas impresas en ciertas tablas de piedra!) porque resulta en muchos puntos contraproducente respecto al mensaje general que se transmite a la mayoría de los estudiantes, los que sí son de familias corrientes, en la escuela norteamericana (y en la europea). Como si a éstos últimos, la gran mayoría, se les transmitiese un montón de vaguedades y lugares comunes, mientras a los cachorros de la Dirección se les facilitaran las leyes verdaderas, y desde luego despiadadas, para que supieran cómo superar a los primeros en todo momento. Éstas son las reglas de Gates:
2º: AL MUNDO NO LE IMPORTA TU AUTOESTIMA. El mundo sólo espera que logres algo, con independencia de que te sientas bien contigo mismo.
Estupenda fórmula para triunfar laboral y económicamente en la vida..., y fracasar en lo más importante. Sólo a un tipo frígido desde el punto de vista emocional se le podía ocurrir que el objetivo básico de la vida consista en "lograr algo" que no incluya el sentirse bien con uno mismo. ¡Pero si uno mismo es la única persona con la que vamos a estar durante toda nuestra vida! ¿No debería formar parte de nuestras prioridades el querernos, comprendernos y asumirnos..., y gracias a eso estar bien con nosotros? De hecho, me parece que la única forma de lograr algo verdaderamente trascendente durante nuestra vida es hacerlo desde dentro de nosotros mismos, no desde nuestro implantado sentido-de-la-productividad-económica.
3º: NO GANARÁS 5.000 DÓLARES SEMANALES JUSTO NADA MÁS TERMINAR LA UNIVERSIDAD. Tampoco serás vicepresidente en tan poco tiempo. Sólo conseguirás una cosa y otra después de ganarte ambas cosas con tu esfuerzo.
Extensión de la regla anterior. Está bien entender que el esfuerzo está en la base del logro y que sólo si uno trabaja duro conseguirá los objetivos que anhela, en contra de esa estupidizante política de igualdad al estilo régimen socialista con que se bombardea a los alumnos de los colegios no de elìte de nuestro mundo occidental para inculcar en la mente de la mayoría de personas que más vale no destacar y ser uno más del rebaño de ovejas. Sí, está bien..., pero de nuevo parece que lo único importante es ganar mucho dinero y un puesto laboral y social relevante.
4º: SI PIENSAS QUE TU PROFESOR ES DURO, ESPERA A TENER UN JEFE. Ése sí que no tendrá vocación de enseñanza ni la paciencia requerida.
Una gran..., falsedad. Un lugar común, tan vago e inexacto como el de que todos los empresarios son gente marrullera que no está pensando más que en estafar a sus trabajadores y hacerse de oro con el trabajo ajeno. Yo he tenido varios jefes a lo largo de esta última reencarnación, y cada uno ha sido muy diferente. Y, sí, también los he tenido duros..., pero justos y capaces de enseñarme (si yo quería aprender lo que ellos podían mostrarme, cosa que creo que hice y por lo que les estoy agradecido: soy buen observador). Los prefiero mil veces a esos otros de palabras amables y obsequiosas, pero de trasfondo traicionero y sinvergüenza. En cuanto a comparar profesor y jefe..., es como comparar aprender a montar en bicicleta cuando eres niño con aprender a conducir un coche siendo adulto. O al mismo niño con el adulto. Cada nivel tiene su dificultad.
5º: DEDICARTE A PREPARAR HAMBURGUESAS NO TE HACE PERDER LA DIGNIDAD. Tus abuelos llamarían a eso "tener una oportunidad".
Insistimos en el tema económico, pero sí: aquí estamos de acuerdo. Todos los trabajos son dignos. Todos. Y en todos podemos prosperar si sabemos aprender y practicar bien lo aprendido. Y respecto a tantas personas que se quejan por lo aburrido, mal pagado, peligroso o estupidizante de su oficio (que, por cierto, suelen ser las mismas que no hacen absolutamente nada por formarse y buscar otro mejor), recuerdo aquel chiste del cepillo de dientes que se lamentaba de lo asquerosa que era su labor de limpiar la boca de su amo..., hasta que se encontró con el papel de WC y éste le contó lo que hacía él.
6º: SI METES LA PATA NO ES CULPA DE TUS PADRES. Así que no lloriquees por tus errores: más bien, aprende de ellos.
También de acuerdo..., en parte. Tenemos la tonta tendencia a pensar que sólo los éxitos y triunfos son interesantes, mientras que los errores y los fracasos no sirven más que para sentirnos mal. Sin embargo, podemos aprender mucho más de algo que hemos hecho mal que de algo que hemos hecho bien (puesto que si ha salido bien, ya sabemos todo lo que teníamos que saber al respecto para repetirlo una y otra vez). De todas formas, el decálogo insiste también aquí en el desapego emocional y el desarraigo familiar, cuando la importancia de la familia es capital: los hijos son fotocopias de los padres y, a menos que hayan llevado a cabo un intenso trabajo personal consigo mismos para cambiarse conscientemente, se limitarán a reproducir los comportamientos paternos, con sus mismos vicios y sus mismas virtudes, a lo largo de toda su vida. Les guste o no.
7º: ANTES DE QUE NACIERAS, TUS PADRES NO ERAN TAN ABURRIDOS: EMPEZARON A SERLO AL CUIDARTE, LIMPIARTE Y PAGAR TUS CUENTAS. Así que, antes de emprender tu lucha en defensa de las selvas vírgenes contaminadas por la generación de tus padres, inicia el camino limpiando las cosas de tu propia vida, empezando por tu habitación.
Extensión de la regla anterior, que parece diseñada para separar aún más a los padres de los hijos y culpabilizar a éstos últimos, convenciéndoles de que sus progenitores no llegaron más lejos por su culpa. Por cierto, es otra regla falsa. Se puede cuidar a un hijo y tener una vida cualquier cosa menos aburrida (hablo por pura experiencia en sucesivas reencarnaciones) y también se puede luchar por "las selvas vírgenes" y limpiar periódicamente la habitación.
8ª: EN LA ESCUELA PUEDE HABERSE ELIMINADO LA DIFERENCIA ENTRE GANADORES Y PERDEDORES; PERO EN LA VIDA REAL, NO. En el colegio te dan las oportunidades que necesites para encontrar la respuesta correcta en tus exámenes y para que tus tareas sean cada vez más fáciles. En la vida real, cada oportunidad te pasa factura.
Relacionada con las reglas 2ª y 3ª, ésta es una idea cierta pero incompleta. Para empezar, volvemos a lo de siempre: ¿qué entendemos por "ganador"? ¿El tipo que es vicepresidente y gana 5.000 dólares semanales? ¿Probablemente el mismo tipo egoísta, frígido y trabajoadicto que ha tenido que sacrificar familia, pareja y amigos para llegar y mantenerse donde está? Por lo demás, es cierto que la vida pasa factura..., pero también abona lo que a uno le corresponde: ¡ya está bien de considerarla como una enemiga declarada! La vida, la Naturaleza, puede ser dura pero también es justa. Y tarde o temprano acaba poniendo a cada cual en su lugar. Aunque lo haga a su ritmo, que no es el nuestro.
9ª: LA VIDA NO SE DIVIDE EN SEMESTRES. No tendrás cuando seas adulto largas vacaciones de verano en lugares lejanos y muy pocos jefes tendrán algún interés en ayudarte a que te encuentres a ti mismo. Todo esto tendrás que hacerlo en tu tiempo libre, que será muy poco.
Si tenemos muy poco tiempo libre en nuestro mundo contemporáneo es gracias a decálogos como éste, que nos impulsan a la búsqueda exclusiva del triunfo laboral en lugar de al personal. No deja de ser un sarcasmo que la nuestra haya sido llamada "la sociedad del ocio" y que nos sigan vendiendo un montón de trastos para "facilitar las tareas del hogar" cuando tenemos menos tiempo que nunca para dedicarnos a lo que realmente queremos hacer. Claro, la vida no se divide en semestres..., sino en trimestres a efectos de impuestos, presentación de balances, proyectos de objetivos y demás.
10ª: LA TELEVISIÓN, EL CINE Y LOS VIDEOJUEGOS NO SON LA VIDA DIARIA. En la vida cotidiana, la gente tiene que salir del café de la película para ir a trabajar.
Estupendo. Entonces, que alguien me explique por qué la industria del "entretenimiento" es ahora mismo una de las más boyantes del mundo (entre las legales) y por qué las autoridades de todo el planeta están encantadas de que pasemos nuestro escaso tiempo libre hiptnotizados frente a las pantallas de televisión ("el arma definitiva del doctor Goebbels", como la definió el inolvidable Bonvi en sus Sturmtruppen), espiando y comentando las insulsas vidas de las estrellas de cine o estupidizados con todo tipo de juegos audiovisuales (hay que releer El juego de Ender de Orson Scott Card). Que alguien me lo explique..., aunque ya sé la respuesta.
11ª: SÉ AMABLE CON LOS "EMPOLLONES". Existen muchas probabilidades de que acabes trabajando para uno de ellos.
Esta regla suena a broma personal del propio Gates: él mismo, un prototipo de "empollón", con toda la carga de frustración personal que arrastra esa palabra durante la juventud. No obstante, la realidad es justo la contraria: mi experiencia me dice que, precisamente los alumnos excesivamente dóciles y estudiosos de pequeños, de mayores suelen ser (salvo excepciones) los esclavos perfectos al servicio de aquéllos otros mucho más canallas y con menos escrúpulos y cuya mayor habilidad consiste en aprovechar las ideas y los talentos ajenos para explotarlos en su propio beneficio.
Y aunque parezca que me he saltado una norma, no es así. He dejado a propósito la regla número 1 para el final, porque me parece la más mentirosa de todas (y también la más peligrosa para inculcarla en otras personas). Además, contiene en sí misma el porqué de considerar a Bill Gates, con todo su dinero y su posición social, como un ser humano fracasado..., si realmente cree en ella. Esa regla es:
1º: LA VIDA NO ES JUSTA. Acostúmbrate a ello.
En la regla 8ª había una referencia similar a este concepto pero si la vida es algo, es precisamente eso: justa. Otra cosa es que entendamos las normas y los tiempos de esa justicia, de la justicia en general. Es muy divertido escuchar a las personas que han pasado por un juicio, cómo opinan sobre su experiencia. Excepto casos de extraordinaria lucidez, por lo común el que ha resultado beneficiado por una sentencia cree que "se ha hecho justicia" mientras que el que ha resultado perjudicado opina que "no existe la justicia en este país". Lo cierto es que la Justicia, con mayúsculas, se basa en el equilibrio y la Naturaleza es un prodigio de equilibrios: ni un solo ladrillo del universo se mueve de sitio en una esquina si en la otra no se reajusta el ladrillo correspondiente. En nuestro absoluto desconocimiento propio de primates vanidosos y narcisos, nos creemos que sabemos lo suficiente sobre cómo funciona todo (cuando nuestros mejores científicos reconocen que no saben qué es la "materia oscura", con la que está edificado el 90 por ciento -¡¡¡el 90 por ciento!!!- del universo) y que de verdad "el hombre es la medida de todas las cosas", cuando somos menos que el piojo de un piojo en la inmensidad de lo creado.
Pues resulta que la Naturaleza tiene sus propias reglas de funcionamiento, que pueden coincidir o no con las que las sociedades humanas se dan a sí mismas (hoy todo el mundo se declara profundamente demócrata y la democracia aparece como el sistema político ideal, pero hace un siglo los totalitarismos aparecían como ideales, y en el siglo anterior lo eran los imperios, y así sucesivamente) pero que se basan en un estricto quid pro quo, como dirían los antiguos romanos. El refranero, que recoge la experiencia y el saber de las generaciones que nos precedieron, apunta algunas aplicaciones prácticas en frases muy conocidas que no hacen más que resaltar que "el que la hace la paga" o "el que siembra vientos recoge tempestades". Frases técnicas, que coinciden con las enseñanzas de diversos maestros espirituales, al estilo de "haz a los demás aquello que quieres que te hagan a ti".
Por resumirlo mucho: todo aquello que hagamos, nos será devuelto en un momento u otro, y con intereses, en función de nuestra intencionalidad o no y de nuestra responsabilidad en lo ocurrido, la reconozcamos o no ante los demás. Eso es Justicia.
Que la devolución sea en una moneda que no esperamos (y por eso no la reconozcamos) o que el proceso judicial cósmico instruido por la diosa Maat se alargue en el tiempo y acabemos recibiendo sentencia 30 años después de los hechos que la propiciaron, no es más que una muestra de nuestra ignorancia sobre cómo funciona el asunto.