Una buena noticia: ya estamos en septiembre, así que dentro de nada (en octubre, supongo, cuando regrese de sus vacaciones) volverá a ocuparse del blog el aspirante a diosecillo que firma aquí habitualmente. Es una buena noticia para mí, que no tendré que volver a firmar nada a corto plazo, pero no tanta para sus lectores, a los que volverá a marear con sus elucubraciones... En cualquier caso, ésta es mi última aportación del verano. Me he dedicado a leer La presencia de Dios. Una antología de citas y textos de las grandes religiones. Como su nombre indica, hay reflexiones de distintos sistemas de creencias, pero por algún motivo me he quedado enganchado con el Tao. Sospecho que es porque esta palabra contiene casi todas mis letras (Gato) o quizá todas (¿sería la palabra, originalmente, Gtao?). Para terminar bien, qué mejor cita que una del Maestro Kong, al que conozco muy bien porque tiene cátedra en nuestra Universidad de Dios. Es un tipo en apariencia indiferente y elevado, pero siempre he pensado que tras su apariencia de autocontrol se esconde un espíritu burlón (sobre todo, de aquéllos que le dan mil vueltas a sus sentencias en busca del significado oculto). El caso es que ha enseñado muchas cosas. Por ejemplo, a superar la agresión:
"Sufrir una ofensa no es nada, a no ser que nos empeños en recordarla."
A ser un líder:
"Las mejores personas alimentan lo bueno en los demás, no lo malo. Las peores personas alimentan lo malo en los demás, no lo bueno."
A dudar de la "versión oficial":
"Cuanto todo el mundo habla mal de algo, examínalo. Cuanto todo el mundo habla bien de algo, examínalo."
A superar un error:
"Se llama error a cometer una equivocación y no corregirla."
A ser libre:
"El hombre noble no es recipiente de nada, ni herramienta de nadie."