Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 30 de mayo de 2014

Si eres un guerrero

La vida es una guerra, pero una guerra divertida, como en un juego de rol. Las creencias vikingas resumen perfectamente este concepto cuando describen cómo los elegidos de Wotan pasan el día combatiéndose entre ellos (hasta la mutilación e incluso la muerte) para luego resucitar íntegros por la noche y pasar ésta festejando de buen humor. Olvidémonos de esa tontería "civilizada" de lo bonito que sería vivir en paz y armonía con el vecino, con el tigre y el cordero bebiendo juntos en una tierra de leche y miel..., porque no es más que una mentira tan ridícula como categórica, tajante y definitiva. Para vivir en paz y armonía no hubiéramos necesitado abandonar nuestra Casa de Origen, olvidar quiénes somos y adoptar una identidad perecedera en este inmenso y peligroso campo de juegos que nos rodea. Somos guerreros y aquí hemos venido básicamente a batallar y a conquistar. Gran parte del porcentaje de éxitos que podamos obtener de nuestro paso por el mundo depende de lo rápido que nos despejemos del estado de aturdimiento al que nos deja sometidos el desembarco en el planeta y aprendamos/recordemos a la manera platónica quiénes somos, cómo hacernos con nuestras armas y hacia dónde encaminarnos sin pérdida de tiempo. Somos como esos concursantes televisivos a los que les hacen girar muchas veces sobre sí mismos y luego, mareados como cubas, tienen que competir entre ellos para superar una serie de obstáculos (el primero de ellos y el más serio, mantenerse de pie y orientarse) a fin de superar la prueba.

Hemos de asumir las reglas del juego y una de las más importantes es la de que nuestra guerra es defensiva, puesto que tenemos prohibido ganarla. No es que no podamos desear e intentar hacerlo (de hecho, la actitud debe ser siempre ésa: batallar como si de verdad pudiéramos triunfar en el mundo material), sino que no nos van a dejar hacerlo de ninguna manera y por ello el enemigo contará siempre con una superioridad aplastante y completamente inasumible para nuestras limitadas fuerzas. Este planeta es un Coliseo gigantesco, diseñado y conservado por ciertos motivos concretos (aparte y más allá de nuestro entrenamiento), así que ninguno de sus usuarios dispondremos jamás de poder
 suficiente para dominarlo, so riesgo de destruirlo. Si uno es tan bueno que llega demasiado lejos simplemente será eliminado del juego... Pero eso no tiene la menor importancia: ya tenemos asumido que la "muerte" es el "final" así que, de lo que se trata es de no quedarse inmóviles sino de jugar y destruir cuantos más enemigos mejor antes de que aparezcan las letras Game Over. Como los samurais, somos conscientes de que ya estamos "muertos" (o en vías de estarlo), por lo que no tenemos ningún miedo a nada: habiendo perdido todo, no nos queda más que perder. Sin embargo, ¡cuidado!, una de las pautas más importantes del reglamento y que nunca debemos olvidar es que nosotros no podemos atacar: sólo defendernos. ¿Acaso se puede conquistar defendiendo?, puede preguntar el escéptico de guardia... Por supuesto que sí. La tradición de las artes marciales atesora bien este matiz peculiar de nuestra lucha, como muestran por ejemplo el Kenpo (cuyo concepto teórico Fuerza Prestada alude precisamente al aprovechamiento de la energía ofensiva del rival para volverla contra sí mismo) o el Aikido (todo un sistema enfocado en este sentido). Por medio de la autodefensa, sin perder nunca el respeto por nosotros mismos, sin dejarnos dominar por los enemigos externos o internos, derrotaremos uno tras otro a nuestros oponentes y avanzaremos recogiendo el valioso botín que hemos venido a buscar aquí y cuya naturaleza se revela en el momento mismo en que descubrimos nuestro verdadero nombre.

Sidarta Gautama fue uno de los más poderosos guerreros entre los nuestros, un capitán de capitanes. Cuenta la leyenda que cuando estaba a punto de alcanzar la perfección (o lo que para los homo sapiens simula la perfección), la Naturaleza entera tembló y se manifestó con aclamaciones, músicas y vítores mientras el héroe caminaba hacia el Árbol Bo, el Gran Árbol de la Iluminación (siempre hay un árbol, sea éste Yggdrasil, el Árbol del Paraíso, el Árbol Cabalístico, el Manzano del Conocimiento o cualquiera otro..., tiene que haberlo porque es la escalera que une el plano de arriba con el de abajo), bajo el cual finalmente se sentó, exactamente en el Punto Inmóvil, en el Ombligo del Mundo, dispuesto a la mayor Meditación. 

Entonces apareció Mara, el demoníaco Señor de la Ilusión, la Ignorancia y la Muerte, montado en un poderoso elefante y portando armas en cada una de sus mil manos (para eso medía nada menos que 9 leguas de altura), rodeado por su inmenso ejército que, según los cronicones orientales, se extendía 12 leguas ante él, 12 a su derecha, 12 a su izquierda y 12 a su espalda. Tan impresionante era la visión de aquella turba de engendros infernales que los mismísimos dioses pusieron pies en polvorosa. Pero Sidarta se mantuvo en su puesto. Era un guerrero. Y llevaba a sus espaldas la experiencia de mil batallas anteriores, junto con los trofeos saqueados durante su existencia (entre otros, las conocidas como "nueve grandes virtudes": haber despertado, estar automotivado, poseer el conocimiento superior y la perfecta conducta, hablar la verdad, ejercer la sabiduría con prudencia, estar capacitado para la formación de discípulos, ser maestro tanto de devas como de humanos, estar lleno  de gracia y ser digno de homenaje por su vida santa y libre de los caprichos del mundo). Mara rugió, blasfemó  y maldijo, antes de tratar de extraerle de su estado de concentración arrojándole no sólo armas convencionales, sino otras más originales como lodo hirviendo, vientos huracanados, grandes rocas,cenizas llameantes..., y hasta una oleada de oscuridad. 

Pero ninguno de estos proyectiles le hirió. Al contrario, se convertían en flores celestiales y en ungüentos en cuanto tocaban la piel de nuestro héroe. Frustrado, Mara recurrió al viejo truco con el que ha descarriado a tantos grandes sabios (recordemos al pobre Merlín): es decir, envió a sus tres hijas llamadas Deseo, Anhelo y Lujuria, que se presentaron rodeadas de una corte más que sensual. Tampoco funcionó, así que el Señor de la Muerte decidió emplear su arma definitiva: convertirse en abogado y ganar a Sidarta Gautama en un juicio celestial. Así, puso en duda ante propios y extraños su derecho de sentarse en el Punto Inmóvil al mismo tiempo que lanzaba otro furioso ataque echándole encima a su ejército entero. A estas alturas, el guerrero debía estar ya un poco harto de aquel bellaco infernal y se dignó mover una mano para tocar el suelo con la punta de sus dedos. De esta forma ordenó a la diosa de la Tierra que fuera testigo directo de su real derecho a sentarse allí. Convocada por un héroe, la diosa respondió según la leyenda con cien mil alaridos ratificando la legitimidad de Sidarta, mientras éste quizá tenía en mente aquella emblemática canción de Battiato ("Busco un centro/de gravedad permanente/que no varíe lo que ahora/pienso de las cosas, de la gente..."). 

Visto lo visto, el elefante de Mara se arrodilló inclinándose ante Sidarta, mientras su ejército se deshacía y él mismo regresaba a las tinieblas, derrotado... Los dioses de todos los mundos mostraron su satisfacción por lo ocurrido y esparcieron guirnaldas, perfumes y armonías por el mundo, mientras el guerrero se acomodaba y, ya tranquilo, se aprestaba a pasar la noche en vigilia. En ese momento adquirió el conocimiento de sus reencarnaciones previas, el ojo divino de la visión omnisciente y la comprensión de la cadena de causas y efectos. En el momento de la aurora, experimentaba la perfecta iluminación y de hecho, es a partir de ese momento y sólo desde entonces cuando se le puede llamar por el nombre con el que hoy es universalmente conocido: Buda. O sea, el Despierto. Luego vinieron las celebraciones. que fueron tan peculiares como él y que básicamente consistieron en disfrutar de su nuevo estado, meditando o reflexionando. Tan interesante fue lo que encontró que se planteó mandarlo todo a paseo y probablemente retirarse del juego por su propia voluntad, pero tuvo que intervenir el mismísimo dios Brahma para impedírselo. Brahma le recordó que había vencido, entre otras minucias, el egoísmo, lo que le obligaba a ejercer el grado de Maestro alcanzado. De esta manera Sidarta Buda se encogió de hombros y aceptó enseñar a todo aquél, hombre o dios, que estuviera dispuesto a emprender la ordalía, como él lo había hecho. Todo guerrero es un discípulo, lo es durante toda su vida, pero llega un momento en que, lo quiera o no, debe asumir también el rol de maestro con aquellos guerreros más jóvenes e inexpertos que él y que le piden consejo y ayuda. De hecho, un maestro no es un dios sino simplemente alguien que está unos pasos por delante de uno, en el mismo camino.

La leyenda de la iluminación de Buda no es una simple fábula o una historieta para pasar el rato inventada en la época en la que, para fortuna de nuestros ancestros, no existían los medios de comunicación de masas, sino una apropiada metáfora del camino que debe seguir todo aquél que se tenga por algo más que un simple homo sapiens destinado exclusivamente a trabajar, fornicar, alimentarse, relacionarse socialmente y, en general, comportarse como un mono más, de ésos a los que nos les preocupa otra cosa que divertirse lo más posible y esforzarse lo menos. Es decir, una metáfora del camino de todo aquél que descubre, en un momento dado, que es un guerrero. Cualquiera que de verdad aspire a la revelación del Punto Inmóvil tendrá que enfrentarse a Mara y sus secuaces y soportar los ataques contra sus emociones (lodo hirviendo), contra sus pensamientos (vientos huracanados), contra sus instintos materiales (grandes rocas) y sexuales (cenizas llameantes). Tendrá que sobreponerse a la asfixia de la soledad (oleada de oscuridad) y la opresión social (su inmenso ejército), por no hablar de sus tres pasionales hijas. Respecto a la denuncia ante la corte celestial, la Naturaleza (la diosa de la Tierra) siempre protege a sus hijos contra cualquier peligro. Siempre. Pero sólo a sus hijos. 

Hombre o mujer, si eres un guerrero habrás reconocido aquí la letra de la Canción. Y si no, qué más da.










viernes, 23 de mayo de 2014

Lux perpetua

World Sop Corporation es una empresa especializada en fabricar y distribuir sistemas de iluminación con la marca Iwop. Recientemente ha llegado a un acuerdo con la compañía Ariston para distribuir en España una bombilla (la de la imagen) basada en la tecnología LED con un consumo de 3,5 watios, aunque aseguran que ilumina como una bombilla incandescente de hasta 100 watios. El ahorro es de cerca del 97% en gasto energético respecto a la tecnología incandescente y de hasta un 50% respecto a la tecnología LED convencional. Pero su novedad más llamativa es su carácter sostenible, por reparable. De hecho, es la única bombilla reparable y actualizable del mundo, según la información que ha distribuido la compañía. ¿Es posible eso? Sí, si está fabricada al margen de esa estafa capitalista hoy tan generalizada que es la conocida como obsolescencia programada. Si alguien, a estas alturas, no sabe lo que significa este concepto, es porque está fuera del mundo ya que se trata de una de las principales razones del despilfarro consumista que está destrozando los recursos del planeta tras destrozar los cerebros de muchos de sus habitantes.

En todo caso, y como deferencia para los ingenuos y/o ignorantes pero con ganas de aprender, podemos recordar que la obsolescencia programa no es sino la planificación del final de la vida útil de cualquier producto o servicio tras un período temporal previamente fijado por el fabricante. Es la razón por la que, por ejemplo, hoy podemos seguir cruzando sólidos puentes de piedra construidos por el imperio romano y capaces de atravesar los siglos casi sin mantenimiento pero nadie garantiza que nuestros modernísimos puentes contemporáneos vayan a aguantar ni la mitad de la mitad del tiempo que los primeros. O, por poner un ejemplo más reciente, hoy podemos seguir conduciendo uno de esos simpáticos (e incómodos) SEAT 600 a pesar de que dejaron de fabricarse en 1973, mientras que nuestra lujosa berlina comprada hace apenas un par de años estará fuera de nuestras carreteras casi con total seguridad dentro de ocho o diez años más. 

Es la misma razón por la que un PC, una impresora, un reloj electrónico, un televisor..., dejan de funcionar un día cuando no tienen ninguna razón lógica por la que hacerlo, y motivan el clásico comentario de las personas de más edad: "En mi época, las cosas duraban más tiempo". Es, en definitiva, un fraude de la industria para garantizarse una renovación del stock de sus productos, independientemente de que sean de mejor calidad o tengan mayores prestaciones. La confirmación del timo es cuando uno acude al servicio técnico de alguno de estos productos , teóricamente destinado a su mantenimiento, y se encuentra con la sorprendente respuesta de: "Uf, esto es complicado de reparar. Le va a resultar más barato comprar uno nuevo que arreglar este viejo. Fíjese: precisamente ahora tenemos en oferta..." Por más que uno insista en que de todas maneras quiere que le reparen el objeto, la mayoría de las veces ni siquiera se lo admitirán para arreglarlo. Los supuestos técnicos de conservación son, a menudo, comerciales camuflados...  Si a esto sumamos otras estrategias comerciales como el uso de baterías irreemplazables (cuando podrían ser recargables), el lanzamiento de nuevas versiones de software que no pueden ser reconocidas por las anteriores (cuando podrían ser perfectamente reconocidas) o la presión para el reemplazo de consumibles (en función de un cálculo muy conservador que no suele estar relacionado con el empleo real que le da el usuario), podemos ir atando cabos.

La obsolescencia programada se puso en marcha en los años treinta del siglo XX, en Estados Unidos y fue abrazada con pasión, casi como una auténtica ideología militante, por los empresarios anglosajones que, con el tiempo, la exportaron al resto de Occidente con el único objetivo de hacer aún más dinero del que ya obtenían con sus negocios. A ella debemos, también, un elevado porcentaje de los niveles de contaminación y agresión contra el medioambiente que padece nuestro planeta.

El caso de la bombilla de iWop está especialmente relacionado con todo esto. ¿Cuánto tiempo nos dura una bombilla en casa, sobre todo en las habitaciones que más utilizamos? Seguramente mucho menos de lo que desearíamos. Y sin embargo, en el parque de bomberos número 6 de Livermore, en California (EE.UU.) hay una (la que señala este señor, tan anacrónico él) que lleva encendida desde al menos 1901, prácticamente sin interrupción. Originalmente tenía 60 watios, pero hoy, 113 años después (¡113 años!) su potencia no alcanza ni los 5 watios. Esta bombilla incandescente lleva en consecuencia cientos de miles de horas encendida, motivo por el cual figura, por cierto, en el Libro Guinnes de los Records, cuyo comité verificó que no se trataba de ningún fraude (como ya lo habían hecho antes otros técnicos como por ejemplo los de la compañía General Electric). Fabricada por la Shelby Electric Company norteamericana a finales del decenio de 1890 y en uso desde entonces (o sea, que en realidad lleva más tiempo encendida, llegó al departamento de bomberos en junio de 1901 y desde entonces ha permanecido siempre encendida en el garaje donde aparcan los camiones de bomberos. Sólo dejó de lucir cuando en 1976 el cuartel se mudó de ubicación. Durante 22 minutos fue transportada con mucho mismo al lugar donde, una vez reconectada, sigue brillando débilmente desde entonces.

Para tranquilizar las sospechas de los usuarios que la ven en funcionamiento y se preguntan por qué sus bombillas se funden con facilidad y aquélla sigue irradiando, los expertos de turno han buscado todo tipo de excusas: que si su filamento es más grueso, que si es semiconductor, que si es una bombilla "única en su especie"...  Pero no es la única. Sin salir de Estados Unidos, hay otras parecidas que llevan cerca de un siglo encendidas, como la de Forth Worth en el Museo Stockyards de Texas luciendo desde 1908 o la de la tienda de suministros Gasnick en Nueva York desde 1912.

Es decir, que se puede, pero obviamente no se quiere. De hecho, la Iwop es el sueño cumplido de un empresario español llamado Benito Muros quien, al frente de una veintena de ingenieros, fabricó esta bombilla con garantía de uso mínimo de 25 años seguidos inspirada precisamente en la bombilla de Livermore. Decía cosas muy interesantes en una entrevista que le hicieron hace un par de años en el diario La Vanguardia. Por ejemplo, en relación a la obsolescencia programada: "los fabricantes de todo tipo de aparatos electrónicos los programan para que duren sólo un tiempo determinado (...) antes un frigorífico duraba 30 años y, ahora, 6. Unas medias de nailon que eran prácticamente irrompibles simplemente dejaron de fabricarse..."
respecto a las amenazas de muerte que ha recibido y que le llevaron a denunciar lo ocurrido ante la Policía: "Existe una decena de patentes de bombillas con más de 100.000 horas de uso, entre 60 y 60 años encendidas, pero nunca han llegado a salir al mercado. Hay una organización que controla a los fabricantes de bombillas; no es oficial, pero doy fe de que existe (...) De hecho, todos los componente electrónicos los fabrican tres o cuatro empresas en el mundo." O, lo más importante de todo, que se puede luchar para cambiar el modelo... Sólo hay que tener el coraje para ello: "He creado el movimiento SOP (Sin Obsolescencia Programada) (...) espero que se unan fabricantes conscientes de que crisis de endeudamiento como la que vivimos son evitables y que podemos detener el crimen ecológico y la injusticia que provoca (...) No serán los políticos los que desmonten la actual locura de usar y tirar. Deben ser los ciudadanos los que impulsen el cambio, pero no es tan difícil: tenemos las redes sociales y hemos de ponernos de acuerdo. Intentémoslo al menos". 

Ese cambio de modelo es el que justifica que Iwop se fabrique en España para España, en lugar de abaratar la fabricación llevándola por ejemplo a China: "la idea surgió para hacer las cosas de otra manera. Deberíamos reflexionar cuando vemos un producto en una tienda y miramos su precio. Si es barato, pensamos que si se rompe compramos otro, pero no pensamos que detrás de esa fabricación hay personas con bajos sueldos, sin derechos... Todo eso también genera paro en nuestro propio país. Esos productos también generan más residuos porque se estropean muy rápido. Fabricando localmente no tenemos esos problemas ni consumismos petróleo ni contaminamos con el transporte..."  

Por cierto, iWop en inglés significa "I, without opsolescence" o, lo que es lo mismo: "Yo, sin obsolescencia".

La verdad es que todo este asunto de la luz casi perpetua me llama la atención porque me recuerda las lámparas perennes de nuestros ancestros. Ésas que ardían en templos y tumbas de manera misteriosa, como la que según Plutarco llevaba siglos encendida, sin que la lluvia o el viento pudieran apagarla, en un santuario dedicado a Amón. U otra muy similar que cita San Agustín en un templo egipcio y que, tanto le asustó su misma existencia, aseguró era "obra del diablo".  Hay diversos casos a lo largo de la Historia, aunque todos muy 
parecidos. Uno de los más famosos fue la lámpara que se encontró encendida en  1534 en la localidad británica de Yorkshire, en plena fiebre anticatólica atizada por la separación del rey Enrique VIII del Vaticano. Numerosas iglesias fueron saqueadas y destruidas por los partidarios del monarca, que había fundado una nueva religión: la anglicana. En una de ellas se encontró la tumba del emperador romano Constancio Cloro, padre de Constantino, quien murió en el 306 en Eboracum, luego York, en el Reino Unido, en plena campaña contra los pictos. Los saqueadores abrieron el sepulcro y hallaron allí una luminaria ardiendo desde hacía más de 1.200 años...    



viernes, 16 de mayo de 2014

Vida cómoda de espía

Siendo como es una actividad rastrera y traicionera cuyo fin es adquirir una ventaja subrepticia sobre el rival o enemigo, lo cierto es que hubo un tiempo en el que el espionaje tenía su atractivo e incuso su glamour. Para practicar este tipo de guerra secreta era necesario (aún lo es en algunos casos) poseer ciertas cualidades que no están al alcance de cualquiera: desde una mente especialmente despierta con gran capacidad intelectual para buscar pistas y resolver situaciones imprevistas hasta una notable sangre fría (pero muy fría) para controlar las emociones, pasando por un grandioso amor a la aventura, un trabajado sentido del teatro y algunas otras dotes del ramo. Hoy, sin embargo, parece que basta con una simple botella de refresco de cola. La fotografía que vemos aquí arriba a la izquierda es buena muestra de ello. 


Y es que la imagen de la mujer escribiendo en el teclado de su ordenador ha sido obtenida gracias a esta botella de la derecha que comercializa la tienda online Espiamos.com, que en la presentación de este curioso artilugio ante los medios de comunicación destaca que su concepto es "una completa innovación en el panorama español y europeo de dispositivos para la vigilancia". Estamos ante el último invento conocido de la tecnología contemporánea para vigilar sin que el vigilado tenga conciencia de ello. Y con disimulo completo, porque es posible que a la víctima de espionaje le guste mucho el refresco y caiga en la tentación de levantarse de su puesto de trabajo para intentar abrirla y echar un traguito. ¿Descubrirá entonces su secreto? 


No necesariamente, si está muy despistada, puesto que la botella posee realmente refresco y se puede servir en un vaso. Pero si se fijara un poco más se daría cuenta de que no todo el interior del recipiente contiene líquido. Entonces podría ocurrírsele desenroscar la botella..., y se encontrarse con esta pequeña sorpresa: la cámara oculta que se esconde en su interior y que, por lo que podemos ver en la primera fotografía, funciona muy bien. Además, cuenta con varias ventajas como grabar en alta definición, disponer de sistemas de detección de sonido y/o de movimiento, alarma para empezar la grabación a una hora prefijada...  Impresionante. La tienda que vende este ingenio afirma representar en exclusiva  a la compañía LawMate (en inglés, literalmente, "el compañero de la ley"), marca líder a nivel mundial en este tipo de gadgets construidos, según la empresa original, "para la vigilancia y el espionaje, empleados por los policías, periodistas, detectives y profesionales de la investigación de todo el mundo". Tantos años en el mercado laboral y no sabía yo que una cámara así era imprescindible para mi trabajo como periodista, mira... La publicidad afirma que existe un laboratorio propio para desarrollar los productos "a demanda del cliente" y que es precisamente debido a un encargo concreto por lo que se fabricó la primera botella espía de este tipo, que ahora se vende en serie. Es decir, que si uno tiene el capricho de introducir una cámara en un bolso, en una lámpara o en una efigie de Jesús Nazareno puede (previo pago, naturalmente) pedir que los expertos se la acoplen discretamente.

La verdad es que echando un vistazo a las webs especializadas en espionaje casero, o sea a disposición de cualquier ciudadano corriente, uno puede acabar adquiriendo ínfulas de James Bond. Sólo en lo que se refiere a las cámaras disimuladas, tenemos los clásicos relojes, bolígrafos, gafas de sol, llaveros..., pero también otros objetos menos corrientes como gorras de béisbol, termómetros de mesa o adaptadores de enchufes, por no volver a la susodicha botella. Lo divertido es que en los mismos sitios de Internet donde se explica cómo espiar al vecino por un módico precio también se ofrecen los medios para
evitar ser espiado: detectores de frecuencias, anuladores de micrófonos, generadores de ruido blanco... Recuerdo una novela del gran maestro de conspiranoicos que fue Robert Anton Wilson en el que uno de sus personajes aseguraba que la mejor manera de anular los micrófonos ocultos era hablar en susurros en un cuarto de baño donde estuvieran abiertos al mismo tiempo los grifos del baño y del lavabo. Ignoro si esto es real o fue una boutade más de nuestro querido señor Crudo (RAW), pero si se trata de algo verídico igual funciona también contra las cámaras espía gracias al vaho generado (eso sí: siempre que los grifos abiertos lo sean de agua caliente).

Ahora, la pregunta: si estos sofisticados elementos se encuentran al alcance de todo el mundo, ¿qué maravillosos a la par que diabólicos ingenios manejarán los profesionales? Aunque, bien mirado, hay otra pregunta que supera a la anterior: ¿realmente son ya necesarios semejantes instrumentos?

Las historias de espías son tradicionalmente muy entretenidas. Aquí va una que nos muestra parte de su potencial, aunque en este caso concreto se refiere al financiero, ahora que estamos conmemorando el comienzo del primer acto de la gran tragedia de la destrucción calculada de Europa que conocemos oficialmente con la denominación de Primera Guerra Mundial... Todo empieza la tarde del 31 de mayo de 1916, cuando tuvo lugar en el estrecho de Skagerrak, 
frente a la costa de Dinamarca, la batalla de Jutlandia. Está considerado como el combate naval más importante de este conflicto y, de facto, el único "cara a cara" directo de gran calibre entre la flota alemana al mando en aquel momento del vicealmirante Reinhard Scheer y la británica dirigida por el almirante Sir John Jellicoe. Por resumir mucho lo sucedido, la idea de los alemanes era atraer a la escuadra británica a una trampa para destruir la mayor parte de la que tradicionalmente ha sido principal arma de guerra del Reino Unido: sus barcos. Sin embargo, los británicos eran demasiado zorros para arriesgarse y eludieron verse acorralados y destruidos. De todas formas, en el curso de las maniobras de aquella jornada ambas escuadras terminaron enfrentándose durante unas dos horas en un durísimo cañoneo mutuo, hasta que la caída de la noche con la desaparición de la luz frenó la carnicería. El resultado final fue el hundimiento de 14 barcos británicos y 11 alemanes, con severas pérdidas humanas tanto en un lado como en el otro. En un primer momento, los dos bandos reclamaron la victoria de lo que había concluido en realidad con un sangriento empate técnico...

En aquellos años, las comunicaciones no alcanzaban la capacidad actual; ni soñaban siquiera con llegar a la capacidad casi instantánea de hoy día para la transmisión de información. Por ello, todo el mundo aguardaba expectante el reagrupamiento de cada flota, la evaluación de pérdidas y la información más concreta posible sobre el resultado definitivo del enfrentamiento entre las dos principales armadas del momento. Los espías del Intelligence Service británico, el precedente de las agencias actuales del MI-5 y el MI-6, poseían una rama autónoma en la Armada y fueron los primeros en reunir un análisis detallado en el Reino Unido. Lo estudiaron con urgencia, calibrando el provecho que podrían sacar de la situación sobre todo desde el punto de vista propagandístico. Irónicamente, fue un financiero judeoalemán nacido en Colonia e instalado en Londres quien les proporcionó la mejor idea para 
 hacerlo. Se trata de Ernest Cassel, nombrado Sir por su amistad (y sus cuantiosos préstamos, muchos a fondo perdido) con el rey Eduardo VII, gran aficionado a la vida disipada, incluyendo los juegos de azar. Cassel era uno de los hombres más ricos de su tiempo, acostumbrado a sacar dinero de debajo de las piedras..., y de debajo de los cadáveres de los marineros muertos en combate, si era necesario. Propuso cablegrafiar un mensaje a Nueva York al día siguiente, 1 de junio, advirtiendo de una severísima derrota de la armada británica, inflando estrepitosamente las pérdidas propias y acallando las de los alemanes. Como era de esperar, la noticia sentó como una bomba en Wall Street, donde las acciones de las empresas británicas se hundieron más profundamente que los navíos torpedeados en el Mar del Norte. El propio Cassel contribuyó, dada su posición, a dar credibilidad a este telegrama en público para fomentar el pánico.

A continuación, financieros de segunda fila a sueldo de los agentes británicos compraron en masa a un precio mucho más bajo del real esas acciones de las que todo el mundo quería desprenderse. Adquirido todo lo que había que adquirir, el Intelligence Service envió a Nueva York un nuevo telegrama que rectificaba el anterior pero sin contar tampoco toda la verdad sino escorando el resultado exactamente al contrario. Ahora se explicaba que la victoria había sido total por parte de los británicos, que no habían perdido tantas naves como parecía, mientras que la flota alemana había sido machacada hasta casi su desintegración. Wall Street se disparó en el sentido contrario y las acciones británicas que no valían un centavo el día antes en encarecieron por encima de la jornada anterior a que llegaran las primeras "noticias" de lo ocurrido. Los mismos financieros que las habían adquirido a un precio irrisorio revendieron las acciones como si fueran oro puro. Algunos expertos estiman en 60 millones de libras esterlinas, una fortuna completamente extraordinaria en aquella época, el beneficio obtenido por los hombres de paja de los servicios secretos 
británicos en sólo unas horas... He aquí cómo los servicios secretos británicos (y alguno de sus colaboradores, de paso) obtuvieron pingües beneficios para financiarse a partir de un trágico hecho de guerra. Y el truco no es nada original: El siglo anterior se había usado exactamente la misma estratagema tras la batalla de Waterloo y con la Bolsa de Londres como escenario..., y en épocas posteriores este tipo de operaciones se ha repetido con éste u otros formatos similares. Los seguidores de esta bitácora recordarán una operación similar desarrollada también en Wall Street a raíz de los atentados de "Al Qaeda" el 11-S en Nueva York, sin ir más lejos.

Y, como planteaba antes: ¿de verdad se necesitan hoy complicados instrumentos tecnológicos para adquirir ventaja en el siniestro submundo del espionaje? Sí..., pero de otro tipo muy distinto. Hoy se necesitan herramientas informáticas porque el problema no es manejar poca información sino justo lo contrario: gestionar, seleccionar y aprovechar la inmensa avalancha de datos a los que tienen acceso hoy por hoy los espías profesionales. Además, no hace falta correr grandes riesgos. Antes había que sufrir, quizá resultar herido y hasta puede que morir para conseguir alguna información relevante. Hoy, los ingenuos corderitos facilitamos toda la información que nos piden y encima damos las gracias por regalarla, a cambio del acceso al club más cool del momento: Internet.

Como dice cierto abogado que conozco, la mayor mentira de las muchas que pueblan Internet es "He leído atentamente y acepto las condiciones de uso", la frase estándar que aparece cuando uno desea registrarse en una red social para que quede claro que acepta su llamada "política de privacidad". Esa política es simplemente la notificación al usuario de cómo la red va a usar y abusar de todos los datos que a partir de ese momento incluya en ella y suele detallarse en un documento de condiciones que, por supuesto, no se lee casi nadie. Si al 
señor Zuckerberg y a cuantos le sostienen desde una discreta segunda fila se les ocurriera incluir en las condiciones para entrar en Facebook que es necesario entregar el alma al diablo, hoy Satanás tendría problemas de overkooking porque la gente seguiría aceptando, sin más, con tal de acceder al patio de vecinos del Caralibro.  Y eso que las condiciones son de por sí casi esclavistas. Ojo a lo que dice Facebook sobre el acceso a su red: "nos concedes una licencia no exclusiva, transferible, con posibilidad de ser sub-otorgada, sin royalties, aplicable mundialmente para utilizar cualquier contenido" que se quiera aportar, incluyendo fotos y videos. Un ejemplo: alquilamos un velero en vacaciones, nos tomamos una foto y la "subimos" a la web con la intención de que la vean sólo familiares y amigos..., pero de acuerdo con la aceptación de la política de "privacidad" de la red se puede encontrar con que, unos días después, su imagen aparezca reproducida en todas las paradas de autobús de la ciudad como fondo para anunciar una colonia. Sin que nadie le haya pedido permiso y sin que nadie le pague un céntimo por ello... Y legalmente.

Ahí va otro detalle de Facebook: "algunas categorías de información como tu nombre, tu foto de perfil, tu lista de amigos y de páginas de las que eres fan, tu sexo, región geográfica y redes a las que perteneces, se consideran totalmente públicas y disponibles para todos, incluyendo las aplicaciones avanzadas de Facebook, por lo que no puedes configurar su privacidad". Atención a esa última frase. Recordémosla la próxima vez que estemos "configurando nuestra privacidad" en una página de esta red social y nos encontremos con preguntas tan estúpidas como "¿Quién puede ver tus páginas?" y otras similares para hacernos pensar que realmente tenemos algún control sobre nuestros datos...

Lo que sucede en esta red sucede en otras. Twitter, Instagram, Linkedin, Pinterest... Basta con leerse las condiciones de uso. Y eso por no mencionar al mayor monstruo de todos: Google, que es capaz de monitorizarnos por doquier a poco que le demos un primer permiso. Lo dice bien clarito en sus normas de uso: "almacenamos las preferencias del usuario y supervisamos las tendencias de comportamiento, por ejemplo, el tipo de búsquedas que realiza". No sólo eso. Utilizando sus servicios, "Google podrá asociar (...) tu número de teléfono con tu cuenta" y almacenar "información detallada sobre cómo 
utilizas nuestro servicio, por ejemplo tus consultas de búsqueda (...) datos telefónicos (...) datos sobre tu ubicación física (...) recogida y tratamiento de datos de tu ubicación real..."  Aquellos temerarios que hayan tenido la ocurrencia de activar el servicio Google Now ya están experimentando un nivel de intromisión y vigilancia de su vida personal que alcanza niveles inquietantes y hasta insidiosos. Y aún más: "es posible que combinemos los datos que nos proporciona el solicitante a través de su cuenta con la información procedente de otros servicios de Google o de terceros". Los terceros puede incluir, por supuesto, a cualquier servicio secreto que quiera conocerlo todo sobre uno o, vulgarmente, a cualquier empresa que pague el dinero suficiente para que Google trafique con la información que tiene de nosotros a fin de conocer con detalle esas "tendencias de comportamiento" para vender sus productos al usuario.

No, el espionaje ya no es lo que era...







viernes, 9 de mayo de 2014

Creadores de arcoiris

A riesgo de ser descrito como un tipo cómodo, hoy me voy a limitar a reproducir un texto que me ha llegado en las últimas horas. No conozco el origen del mensaje pero, si no pertenece a otro alumno de la Universidad de Dios, debe haber sido redactado por algún aspirante de los que preparan estos días el próximo examen para tratar de ingresar en nuestro peculiar campus cósmico. Así pues, retrasaré la entrada original prevista para esta semana hasta la que viene porque el texto me ha parecido tan claro, contundente e inspirador que creo merece la pena detenerse un momento, releerlo varias veces y reflexionar sobre él, sin añadir más. Me he limitado a subrayar algunos conceptos con cursiva. Dice así:


"Antes de asegurar haberlo visto todo o saber la verdad absoluta, tienes que saber que...


… sólo puedes ver menos del 1 por 100 del espectro electromagnético e igualmente escuchas menos del 1 por 100 del espectro acústico.

Mientras lees esto estás viajando a 220 kilómetros por segundo a través de la galaxia.

El 90 por 100 de las células en tu cuerpo cargan su propio ADN microbiano y no el tuyo.

Los átomos en tu cuerpo son, en un 99,999999999 por 100, espacio vacío y no son los mismos, ninguno de ellos, con los que naciste, pero todos fueron originados dentro de una estrella.

Los seres humanos tienen 46 cromosomas, 2 menos que una patata promedio.

La existencia del arcoiris depende de los receptores cónicos en tus ojos. Para los animales que no tienen conos, el arcoiris no existe. Así que no sólo miras el arcoiris: lo estás creando.

Esto último es bastante asombroso, especialmente considerando que todos los hermosos colores que ves representan menos del 1% del espectro electromagnético."




viernes, 2 de mayo de 2014

Glozel

Mucha gente me pregunta qué se siente al ser inmortal y a menudo respondo que la sensación es como la de un actor con una larga carrera a sus espaldas (quizá por eso me gusta tanto el cine). Uno posee su identidad real, pero la oculta bajo sucesivos papeles como legionario romano, caballero medieval, pistolero del Oeste, asesino en serie, oficinista agobiado o astronauta del futuro perdido en un planeta de algún remoto lugar del Universo. Cada una de esas personalidades tiene su sentido en su entorno momentáneo pero sólo en él y únicamente la identidad original es capaz de sobrevivirlas a todas, aunque a ratos quede escondida a los ojos ajenos. Encontrar el sentido de la vida implica encontrar ese Yo verdadero y aprender a fijarlo y diferenciarlo en todo momento respecto a los yoes pasajeros y suplantadores de lo que somos. El gran problema del homo sapiens es que no sabe (y lo que es peor, no le interesa) hacer ese trabajo y prefiere seguir interpretando una ficción hasta el final de sus tristes días (los de la ficción) sobre la Tierra.

Hablando de cine, hace ya unos cuantos años tuve la oportunidad de visitar el parque temático de Universal Studios en Florida, en los Estados Unidos, y disfrutar de las atracciones que entonces estaban en boga allí: vivir un terremoto en el metro neoyorquino, acariciar al gran tiburón blanco de Jaws, ver mi tranvía zarandeado por King Kong o revivir en un escenario en directo una de las espectaculares secuencias de Indiana Jones y el Arca Perdida, entre otras cinematográficas referencias concretas en aquel momento. Pero una experiencia que me llamó la atención resultó ser sorprendentemente eficaz, a pesar de su simpleza. Consistía en un pequeño y falso horizonte de Nueva York, pintado y recortado con suma habilidad y suspendido en el aire. Si uno se hacía la fotografía en el ángulo adecuado delante de este skyline de pega, podía mostrarla después como si hubiera estado en la mismísima Gran Manzana.

Así es el mundo en el que vivimos: pura tramoya teatral. Pruebas de que las cosas no son como suelen decirnos que son existen muchas y de todo tipo, pero hay que tomarse la molestia de levantarse del sofá e ir a comprobarlo, porque el decorado es tan grande y está, en líneas generales, tan bien construido, que si uno se limita a quedarse parado admirándolo, jamás descubrirá la trampa. En las historias neotestamentarias, hay un discípulo que siempre me interesó especialmente: Santo Tomás o San Gemelo, pues ése es el significado de su 
nombre ya que, según cierta herética tradición, este hombre fue gemelo o mellizo del propio Jesús. Hay muchas historias curiosas a su alrededor. Por ejemplo, se le atribuye la autoría de uno de los evangelios apócrifos de Nag Hammadi y, además, aparece citado nada menos que en el Pistis Sophia gnóstico como uno de los tres verdaderos testigos de la enseñanza crística. Pero lo más interesante ahora es su actitud cuando le anuncian que Jesús ha resucitado. Tras mostrarse escéptico, declara que no creerá en esa resurrección si no ve él mismo las heridas de la crucifixión en su cuerpo vivo y, aún más, si no las toca personalmente: si no mete sus dedos en los agujeros de los clavos y su mano en la llaga de la lanza. De ahí viene la famosa sentencia de "si no lo veo, no lo creo". Así que ocho (¡ocho!) días después, Jesús aparece ante él y se deja ver y tocar, mientras le recrimina por su incredulidad.

Sin embargo, Tomás hizo lo correcto. Lo que debe hacer todo aquél que transite por el camino del conocimiento si pretende hacerse merecedor de ese tesoro. El escepticismo es la manera adecuada de reaccionar. Es decir, no negar ni descartar nada, pero tampoco creerse cualquier cosa que le digan. Comprobar por sí mismo los hechos que le están contando, sobre todo si son de importancia capital para su persona. Jamás debemos fiarnos completamente de la palabra o la experiencia de nadie, por santo que pueda llegar a ser o nos lo parezca, si nosotros personalmente no podemos experimentar lo mismo. Lo ajeno nos puede servir, y muy bien, de indicador del destino pero nunca como sustituto de ese mismo destino. De hecho, Jesús se pasa buena parte de su predicación en los Evangelios recomendando a sus discípulos que no se limiten a seguirle sino que actúen ellos mismos, que tracen su propio camino en función de lo que les está revelando...  (Por cierto que la aparición física, carnal, del Jesús crucificado habla a favor de otra de las grandes herejías que tan bien describiera Andreas Fäber Kaiser en su imprescindible Jesús vivió y murió en Cachemira)

La actitud escéptica en la vida es muy trabajosa, porque obliga a movilizarse en lugar de fiarse de las indicaciones del tipo "Hay dragones", pero rinde buenos beneficios para la salud mental personal. 

Un caso concreto de lo que nos cuentan..., y de lo que no nos cuentan, lo tenemos en el yacimiento arqueológico de Glozel, una pequeña localidad francesa ubicada en el municipio de Ferrières-sur-Sichon, muy cerca de Vichy, famosa desde antiguo por sus aguas termales. El 1 de marzo de 1924, su subsuelo reveló otra riqueza inesperada: un agricultor de sólo 17 años de edad, Emile Fradin, roturaba el terreno con sus bueyes para sembrar avena cuando uno de los animales cayó en el interior de un agujero. Tras sacarlo de allí, el campesino descubrió que era una tumba porque estaba llena de huesos 
humanos. Junto con su abuelo, escarbaron el lugar en busca de tesoros y los encontraron..., pero no como ellos pensaban. Su intención era recuperar monedas u objetos de oro o plata que alguien hubiera podido enterrar allí en épocas pasadas. Sin embargo, sólo hallaron hachas, vasos, urnas..., y unas tablillas grabadas, así que recogieron estos restos y taparon con tierra el lugar para terminar su siembra. Cuando relataron la noticia a sus vecinos, un médico de Vichy gran aficionado a la arqueología y llamado Antonin Morlet visitó a los Fradin y les pidió permiso para publicar el hallazgo. También aparecieron algunos miembros de la Sociedad del Borbonesado que obtuvieron sus propias muestras y las remitieron al doctor Louis Capitan, uno de los más importantes prebostes científicos de la época en Francia. 

Un año y pico más tarde, el propio Capitan se desplazó a Glozel donde llegó a reconocer en público que el yacimiento era "maravilloso" y pidió a Morlet un detallado informe de lo que había estado trabajando durante aquel tiempo. Todo el que conoce un poco cómo funciona el mundo de las publicaciones científicas entenderá las reticencias del médico de Vichy a pasarle su trabajo a Capitan. Éste había comprendido la importancia del descubrimiento y Morlet temía, con razón, que terminara relegándole o incluso plagiándole y arrogándose el mérito del hallazgo. En España ya sabemos, desde lo de Altamira, cómo se las gastan, en particular, los arqueólogos franceses... Así que el médico hizo oídos sordos y publicó sus resultados. Capitan montó entonces en cólera y movilizó todas sus influencias en contra del yacimiento arqueológico. Algunos de los expertos en prehistoria se pusieron, sin embargo, de parte de Morlet por lo que a partir de ese momento se desató una verdadera guerra entre los que apoyaban la veracidad del descubrimiento y los que lo consideraban un fraude.

Entre tanto, Fradin optó por sacar provecho y montó un museo con los restos exhumados: cobraba cuatro francos de entrada a cada uno de los curiosos e interesados por conocerlos de cerca, cuyo número crecía día a día. El presidente de la Sociedad Prehistórica de Francia viajó al lugar, lo visitó y luego demandó a Fradin acusándole de estafa. La policía francesa se presentó en su casa y la registró violentamente en busca del supuesto taller donde se suponía que "fabricaba" sus "falsificaciones". Tras romper parte de su mobiliario y maltratar al campesino, los agentes destruyeron parte de los hallazgos y se llevaron el resto. Fradin fue interrogado durante 63 horas con objeto de que "confesara" su "crimen" autoinculpándose, pero no pudo hacerlo, sencillamente porque era un hombre sin estudios que no tenía ni idea sobre etapas históricas y aún menos sobre las prehistóricas. Fue entonces liberado, pero durante dos años la policía local le mantuvo bajo estrecha vigilancia, interviniendo incluso su correo. Al cabo de este tiempo, su caso fue sobreseído. Le dejaron en paz y pudo seguir con su vida: se casó y tuvo familia.

Morlet siguió de cerca los acontecimientos pero las autoridades no se atrevieron a acosarle igual que habían hecho con el pobre agricultor. El médico optó por continuar las excavaciones en la zona, pagándolas de su bolsillo y defendiendo en todos los foros posibles la autenticidad del hallazgo, durante 16 años. En ese tiempo, descubrió más de 3.000 objetos..., pero en 1941 fue obligado oficialmente a desistir de la labor de su vida tras aprobarse una ley que prohíbe desde entonces las excavaciones arqueológicas sin autorización oficial en suelo francés. Morlet murió en 1966 sin ver reconocido el hallazgo. 

Pero ¿qué contenía el yacimiento de Glozel para levantar semejante expectación? La clave estaba en sus tablillas grabadas con una escritura desconocida que vemos aquí a la derecha. Las conclusiones de Morlet apuntaban a que la antigüedad de esas letras grabadas era de entre 5.000 y 6.000 años antes de Jesucristo. Semejante afirmación resultaba sensacional, teniendo en cuenta que un epigrafista muy conocido en la época del descubrimiento, René Dussaud, acababa de publicar un estudio sobre el sarcófago del rey Ahiram de Byblos según el cual la escritura la habían inventado los fenicios 1.600 años antes de Jesucristo. Por cierto que en esos días ya se conocía también la arcaica escritura cuneiforme mesopotámica, pues el oficial británico Henry Rawlinson la había identificado en 1835 en la conocida Inscripción de Behistún (que suele compararse con la Piedra de Rosetta por cuanto la primera permitió descifrar los primeros textos cuneiformes igual que la segunda hizo lo mismo con los jeroglíficos egipcios). Aún así, los signos de las tablillas de Glozel resultaban más antiguos que los cuneiformes.

En 1972, un ingeniero de la Comisaría de la Energía Atómica llamado Henri François había tomado muestras de los huesos y de varias cerámicas y terracotas encontrados por Fradin y los remitió a tres laboratorios extranjeros independientes. Los tres laboratorios arrojaron los mismos resultados: el yacimiento de Glozel era auténtico. Los huesos tenían hasta 17.000 años de antigüedad; las cerámicas, 5.000; las tablillas grabadas, 2.500. ¿No resulta un poco extraño la presencia en el mismo sitio de restos con tanta diferencia de edad, unos junto a otros? Y eso sin contar que lo fechado fueron únicamente los fragmentos enviados a análisis. En 1975, el Estado francés reconoció oficialmente la autenticidad del hallazgo de Glozel, aunque hubo que esperar a 1983 para que el Consejo Superior de Investigación Arqueológica de Francia reiniciara los trabajos de excavación. Entre esa fecha y 1990 se trabajó en varios kilómetros de lo que hoy se conoce como "el campo de los muertos". Ahora bien, no se publicó oficialmente ningún resultado sobre estos trabajos. ¿Por qué? ¿Qué encontraron los arqueólogos en Glozel, sobre lo que no conviene hablar? ¿A qué cultura pertenece esa escritura? ¿Por qué Glozel no figura habitualmente en reportajes televisivos o libros de texto entre los grandes descubrimientos prehistóricos y apenas se habla acerca de lo que allí fue desenterrado?

Como diría el historiador y ensayista alemán recientemente fallecido Karlheinz Deschner: "Mi escepticismo me salvaguarda de volverme un fanático, algo contra lo que ninguna fe ha conseguido nunca proteger."  Ni siquiera la fe del actual dogma científico.