Con la característica arrogancia que distingue a nuestros contemporáneos, empeñados en demostrarle a la Historia que todos nuestros ancestros eran unos analfabetos y que el homo sapiens de comienzos del siglo XXI es poco menos que la cumbre de la evolución, un programa producido por la BBC (la sobrevalorada cadena audiovisual británica, cuyos fundadores no han caído en que sus siglas, British Broadcasting Corporation, se pueden traducir en español como Bodas Bautizos y Comuniones) trató de convencernos hace unos años de que el físico de Jesús (y, en particular, su rostro) inmortalizado por el arte a lo largo de los últimos dos mil años poco tenía que ver con la realidad y que el famoso galileo era en realidad poco menos que una especie de troll.
No entro ya a considerar el rostro que se puede reconstruir a partir de la Sábana Santa (de la cual hemos hablado más a fondo en otro lugar de esta bitácora y una imagen de la cual podemos ver al comienzo de este artículo) y que, oh casualidad, coincide con la representación habitual, tanto pictórica como escultórica. Por lo general, y aunque el Nuevo Testamento no contiene una descripción precisa, de los datos que facilitan los textos religiosos, canónicos o no, se extrae la conclusión de que Jesús era un tipo alto (para la media de habitantes de Palestina), delgado pero de complexión fuerte, piel clara, pelo largo rubio o castaño y bigote y barba del mismo color. En una rara muestra de unanimidad, la casi totalidad de artistas de todos los tiempos (desde los grandes maestros hasta los más humildes, pasando por aquéllos que sabemos pertenecieron a escuelas ocultistas) le han representado de la misma forma, cada uno de acuerdo con su estilo.
Pero entonces llegó la BBC y produjo un documental titulado Hijo de Dios en el que utilizando "las más modernas técnicas forenses para recrear el rostro de Jesucristo" trataron de convencernos sin pudor alguno de que dos milenios de tradición estaban equivocados y que la faz más probable era la que adjunto aquí
a la derecha. ¿Cómo llegaron a semejante conclusión? A partir de un dato erróneo o, más bien, de un engaño. Una mentira que en los últimos decenios ha ido cobrando fuerza progresivamente, al mismo tiempo que el en apariencia imparable crecimiento de la ignorancia en nuestra sociedad occidental... No deja de sorprenderme que nunca en toda la historia conocida de la Humanidad haya existido un momento similar a éste, en el que el ciudadano corriente tiene acceso a ingentes cantidades de información y, sin embargo, ese mismo ciudadano corriente es, culturalmente, más necio que nunca: entretenido en una espectacular oferta de ocio, desprecia todo cuanto signifique formación y aprendizaje personal.
¿Cuál es el dato erróneo/engaño? Pues que la imagen se recreó a partir del cráneo de un hombre judío del siglo I, un posible contemporáneo de Jesús..., pero es que Jesús no era judío.
Dejemos aparte las cuestiones teologales, según las cuales este planteamiento ni siquiera es admisible. El dogma de fe de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana (y del resto de iglesias llamadas cristianas) ordena creer que Jesús nació de la Virgen María pero que no fue concebido por hombre alguno sino por el mismísimo Dios (versión palomo Espíritu Santo, versión rayo de luz emanada directamente desde Dios, versión equis). En consecuencia, si era hijo directo de Dios, no podía ser judío, ni romano, ni humano de ningún tipo, y por tanto la discusión llega hasta aquí (según el dogma de fe cristiano, insisto). Ahora bien, para cualquier persona no cegada por la fe y con dos dedos de frente, es preciso reconocer que Jesús nació de un hombre y una mujer... Lo que está claro es que el hombre no fue San José, un anciano según el relato bíblico (rejuvenecido en las películas de Hollywood y en las figuritas de los belenes, para evitar preguntas incómodas de los jóvenes) que, tal vez sí o tal vez no, descendiera de la Casa de David, pero que en cualquier caso no pudo dar su sangre ni su genética a Jesús. Además, el hecho de que la vida de éste se desarrollara, en su mayor parte, en Palestina en medio de la cultura, las costumbres y la religión de los judíos, no es más que el marco para el personaje, mas tampoco resulta determinante del mismo, de igual forma que el Dalai Lama hoy en el exilio ha vivido la mayor parte de su vida bien en la India bien en Occidente buscando apoyos para su causa y no podemos decir que Tenzin Gyatso sea un piadoso hinduista o un característico materialista.
Por lo demás, en los textos evangélicos se repite por activa, por pasiva y por perifrástica que Jesús era galileo, no judío. Incluso se le conoce por este apodo: el Galileo. Sin embargo, nunca, nadie le llama el betlehemita u oriundo de Belén, donde se supone que nació.... ¡Lo cual, por raro que parezca, no parece llamarle la atención a ningún especialista contemporáneo! Y si examinamos todos los estudios históricos sobre la región, la mayor parte de ellos disponibles hoy para cualquiera que se quiera tomar la molestia de buscarlos y estudiarlos a través de Internet, llegaremos enseguida a conclusiones bastante claras acerca de lo que eso significa. Hoy pensamos en la patria de los judíos y nos viene a la mente un solo país, Israel (aunque en lucha permanente con los palestinos, los descendientes de los filisteos) pero en la antigüedad aquellas tierras estaban muy lejos de ser homogéneas. Mil años antes de Jesús, existían dos reinos independientes: Galilea en el norte de Palestina (un territorio bien comunicado de población heterogénea, abierto al comercio y los intercambios culturales, con presencia de gentes originales de todo el Mediterráneo oriental e incluso más allá) y Judea en el sur (en una zona mucho más aislada, con aplastante mayoría judía en torno a su ciudad fetiche de Jerusalén). Pensemos que para un habitante de Nazaret de aquella época resultaba más fácil y más rápido llegar a Damasco que a Jerusalén. Setecientos años antes de Jesús, los asirios, pueblo guerrero e implacable, había despoblado prácticamente toda Galilea. Aquellas tierras fueron ocupadas entonces por los conquistadores asirios, pero también por colonos griegos y escitas. Más tarde llegaron los fenicios. Trescientos años antes de Jesús, Alejandro Magno expulsó a las gentes de Samaria y los sustituyó por colonos macedonios (parte de los cuales emigró también al norte, a territorio galileo).
Está claro que Galilea respondía claramente al nombre original con el que fue bautizada por los judíos: Gelil haggoyim que significa Tierra de paganos, es decir de no judíos. Para aquéllos que quieran ir un paso más allá, les sugiero que relacionen el nada causal prefijo de aquel pueblo, los galileos, con el de otros pueblos netamente europeos como el de los galos, los galeses, los gallegos..., e incluso los gálatas (asentados en territorio hoy turco pero de origen celta).
El hecho de que los habitantes de Galilea se sometieran, con el tiempo, a las leyes e incluso a la religión judía, obedece más bien a cuestiones de comodidad económica e incluso política para favorecer el desarrollo de la región, de la misma forma que siglos más tarde los jázaros optaran artificialmente por adoptar la religión judía para conservar su independencia y no ser absorbidos por sus vecinos cristianos bizantinos en el oeste o por sus vecinos musulmanes turcos en el este. Sin embargo, los propios textos veterotestamentarios ofrecen numerosas referencias respecto a la consideración que los galileos merecían para los propios judíos, como un pueblo extraño. Por ejemplo, en el Libro de los Reyes se especifica cómo uno de los líderes macabeos "reunió a todos los judíos que habían vuelto a Galilea y les obligó a regresar a Judea. A todos, sin excepción" menos de doscientos años antes de Jesús. O, si echamos mano de los textos evangélicos, encontramos frases significativas como cuando en el Evangelio de San Juan se explica con claridad que "los judíos afirmaban que ningún profeta había salido jamás de Galilea (puesto que los profetas sólo podían surgir entre los propios judíos)".
De esta manera podemos entender que el aspecto físico real de Jesús no tuviera mucho que ver con el del clásico judío de la época, como el de la reconstrucción de la BBC, y sí se pareciera más al tipo del europeo occidental. Pero todas estas cosas y muchas más (por ejemplo, que el padre físico de Jesús pudo ser un soldado romano popular en su época, apodado el Pantera por su fuerza y valor, según recogen los evangelios apócrifos y el mismo Talmud hebreo) se conocían bien en la antigüedad. ¿Por qué, entonces, hoy se insiste una y otra vez desde los medios oficiales u oficialistas, en que Jesús y sus apóstoles (todos los cuales, por cierto menos uno llamado Judas Iscariote, eran también galileos) procedían de extracción judía? ¿Y por qué a los últimos dos Papas, el actualmente en el cargo y su predecesor, se les ha llenado la boca de calificar como "hermanos mayores" de los cristianos a los judíos, identificando religiones radicalmente diferentes aunque se desarrollaran en el mismo espacio geográfico?
Pues por lo mismo por lo que los textos del llamado Viejo Testamento y los del llamado Nuevo Testamento, pese a pertenecer a culturas, creencias y tradiciones espirituales completamente diferentes, se nos siguen presentando como si fueran la primera y la segunda parte de una sola e idéntica religión. Porque existen muy poderosas (y ocultas, no hace falta llamar a Mac Namara para que nos confirme esto) razones de índole económico, financiero, político y social para mantener y reforzar la ficción del Jesús judío. Saulo de Tarso, ex recaudador de impuestos judío que adoptó el alias de Pablo y fue santificado posteriormente, fue uno de los primeros y más activos artífices de lo que podríamos llamar, aunque suene fuerte a primera vista, la auténtica estafa espiritual en que ha devenido el cristianismo: una religión que muchos practican creyendo que es una cosa cuando es en realidad otra muy diferente.
Nunca me cansaré en este sentido de recomendar la maravillosa (no en vano polémica e incluso prohibida en varios países) La última tentación de Cristo , película de Martin Scorsese basada en la homónima y aún menos conocida obra literaria de Nikos Kazantzakis.
No es éste el lugar para describir pormenorizadamente las razones antes aludidas que justifican el constante engaño de la parte más ingenua y/o ignorante de la sociedad actual respecto a Jesús (y a casi cualquier hecho histórico de importancia, cuando uno se pone a estudiar un poco), pero toda persona interesada que empiece a tirar de algunos hilos a la vista podrá investigar por su propia cuenta y llegar por sí misma a conclusiones sorprendentes. Como dejé escrito antes, nunca ha habido más y mejor oportunidad para la investigación particular del ciudadano medio que hoy día, gracias a Internet. Y, como dice el refrán, el que busca, halla. Pero hay que tomarse el trabajo de buscar.
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Postdata:
Este artículo hace el número 500 desde que se estrenó el blog Fácil para nosotros. Gracias a todos los lectores que han invertido parte de su tiempo en compartir éste o cualquier otro de los 499 textos publicados hasta el momento. Como corresponde a la tradición de mi linaje, con la llegada del Solsticio de Invierno, un servidor se retira del planeta Tierra momentáneamente para volver a mi casa, al Walhalla, donde residiré las próximas semanas descansando del desgaste que me supone manifestarme en el mundo humano, aunque me pase la mayor parte del tiempo en la Universidad de Dios. Estaré de vuelta por aquí, si Wotan quiere, para el próximo mes de enero, después de las fiestas. Os dejo con mi preceptiva vela roja, para festejar y ayudar al Espíritu del Sol en estos tiempos oscuros e inciertos (y a la vez entretenidos) del Kaly Yuga.