Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 21 de marzo de 2014

Reflexiones de un filósofo polaco

El Archivero Mayor del Cotolengo de Santa Eduvigis es un hombre ciertamente culto y viajado. Aparte de haberse paseado por medio mundo, gestiona una de las bibliotecas secretas particulares más grandes que existen en España (hablo de una biblioteca de verdad, con libros de papel). Y no se lleva bien con la tecnología: baste decir que abomina de los teléfonos móviles, motivo por el cual se hizo instalar un palomar en el balcón. La idea era atar mensajes en las patas de las palomas para enviarlas a familiares y conocidos cuando tuviera que comunicarles algo. Sin embargo, las ratas con alas no sólo se negaban a cumplir con su propósito (nunca conocí a una sola paloma que llegara a su destino y, a veces, ni siquiera echaban a volar) sino que le dejaban el balcón, el toldo y la fachada perdidos de excrementos..., hasta que decidió liquidar la iniciativa (y a las palomas). El caso es que el hombre es muy desconfiado respecto a las posibilidades de la informática y el otro día trataba de convencerme de que Internet es poco menos que el pozo de todos los vicios y maldades. Yo negaba la mayor. Tal vez en un principio Internet fuera concebido como una red secreta para secretas actividades políticas y militares pero, en la actualidad, no sólo es el único medio de comunicación medianamente libre que queda en (algunas partes) del planeta, sino que funciona como un obvio reflejo de la actividad humana. Es decir: contiene todo lo bueno y todo lo malo, como la vida real (o lo que consideramos como eso).

Sí, es cierto que la red almacena incontables páginas vomitivas alabando y propiciando desde la pederastia hasta la anorexia pasando por la ludopatía y todo tipo de sectarismos y excesos, pero no es menos cierto que también se pueden encontrar (yo lo hago a menudo) numerosas páginas llenas de luz desde las más fascinantes imágenes de ciertos recónditos paraísos que aún quedan en nuestro planeta y las instrucciones para llegar a ellos hasta descargas de libros descatalogados y perseguidos que nunca pensé llegar a encontrar y hoy atesoro celosamente, pasando por la misma web de la Universidad de Dios (lo siento, pero no puedo dar su dirección: la primera prueba para los aspirantes a entrar en nuestro campus y cursar nuestra peculiar carrera consiste precisamente en encontrar por sí mismos esa recóndita url, en medio del océano mundial de direcciones informáticas).


 Para disfrutar de lo bueno y olvidarse de lo malo, sólo hay que dejarse guiar por una regla universal, bien conocida por cualquier estudiante con un poco de seso: Lo semejante atrae a lo semejante. Uno siempre termina encontrando aquello por lo que se siente atraído. Me refiero a lo que le atrae de verdad, no a lo que la hipocresía social le lleva a decir que le parece interesante. La famosa prueba de las dos copas de vino a la hora de solicitar el ingreso en las antiguas Escuelas de Misterios se basaba precisamente en este concepto. Los iniciados ponían ante el neófito dos copas exactamente iguales con la misma cantidad del mismo vino. La única diferencia entre ambas era que una poseía, además, un poderoso y mortal veneno. Si el espíritu que animaba al aspirante a entrar en la Orden Sagrada era ciertamente puro y honesto, le haría escoger la copa sin veneno, pero si lo que buscaba no era la Sabiduría y el Progreso Espiritual, sino que se planteaba el acceso al conocimiento como una mera herramienta para después lograr la fama, la riqueza o el poder (o simplemente para satisfacer su indebida curiosidad)..., hasta ahí había llegado, porque su ceguera interna le conduciría a escoger inevitablemente la del veneno.

Así que..., sí, por supuesto que Internet no es malo. Ni bueno. Es una simple herramienta y, como tal, sirve en función de la mano que la utilice. Es como el cuchillo con el que se corta el jamón..., o se degüella a alguien. Como la pistola con la que podemos matar a un inocente..., o evitar que nos mate una fiera salvaje. Como el fuego que nos calienta..., o que quema una ciudad. La búsqueda, la Quest, siempre depende antes que nada de lo que queramos encontrar y de la voluntad que tengamos de seguir hasta el final. Que se lo digan a Jasón, o a Galahad, o a Orfeo, o a tantos otros...

Por eso suelo encontrar cosas verdaderamente interesantes. Por ejemplo, cierto artículo del filósofo polaco Marek Glogoczowski, escrito hace ya unos años pero que conserva toda su vigencia. Se titula Sobre las patrañas de Ahrimán y en él interviene en medio de la disputa a medias filosófica a medias teológica a partir del libro God is not great, traducido al español como Dios no es bueno (aunque, en el original, lo que dice es que no es grande), que fue escrito por el periodista Christopher Hitchens y que a pesar de su simpleza y sus múltiples errores argumentales se convirtió en el mundo anglosajón en un éxito de ventas. Como buen y declarado ateo, Hitchens (me pregunto, por cierto, qué le habrá parecido lo que ha encontrado al Otro Lado, ya que falleció en 2011) describe la religión como la peor de las plagas de la humanidad, calificándola de "violenta, irracional, intolerante, aliada del racismo, el tribalismo y la ignorancia, hostil al libre pensamiento, despectiva respecto a las mujeres y coercitiva con los niños". Se me ocurre que todos estos desprecios se podrían aplicar a muchos otros tipos de actividad humana como la Política, el Deporte o la Finanza..., pero no hace falta entrar en comparaciones muy detalladas. Esta sarta de descalificaciones se desmorona por sí sola si uno conoce verdaderamente la historia de las religiones (y ya no digamos el camino espiritual específico) donde, como en la historia del transporte, hay de todo y muy variado. No es lo mismo desplazarse en monociclo que en un tren AVE de alta velocidad, de la misma forma que no se puede acusar de "hostiles al libre pensamiento" a los sacerdotes que alimentaban, custodiaban y compartían la maravillosa Biblioteca de Alejandría,  o de "despectivas respecto a las mujeres" a los cultos europeos de la Diosa Madre. Por poner sólo dos ejemplos.

No entraré a comentar God is not great porque, en el fondo, no es más que una mera rabieta escrita de Hitchens, defraudado por su propia educación judeocristiana que, muy a su pesar, modeló sus más íntimos mecanismos. Lo diabólico del tema es que nunca pudo liberarse de esa manera de razonar, porque la misma educación limitó enormemente su campo de visión y en la práctica le imposibilitó para poder analizar el fenómeno religioso: como tantos otros eruditos/ignorantes que pueblan la intelectualidad contemporánea, barnizó su experiencia y sus conocimientos con las mismas capas de creencias de las que pensaba haberse librado por el mero hecho de descubrirlas en sí mismo. Y es que un error muy común en tantas corrientes psicológicas modernas es el de pensar que basta con reconocer las características negativas de la persona para eliminarlas. "Hemos puesto luz a tu oscuridad, a partir de ahora eres libre por fin..." Y frasecitas similares. Pero no es así. En primer  
lugar, conocerse a sí mismo de una manera profunda es algo más complicado que asistir una docena de veces a una sesión personal con un terapeuta (no en vano el Gnóthi seautón  o Gnosce te ipsum era LA frase grabada en el frontispicio de tantos antiguos lugares de sabiduría). En segundo lugar, no conozco a nadie (y mira que he conocido gente a lo largo de medio siglo, sólo en esta última reencarnación) que, aún habiendo logrado diseñar un mapa parcial o total de sí mismo, haya podido librarse para siempre de alguna característica concreta de su personalidad.  Porque la cosa funciona de otra manera: uno debe aprender cómo es, sí, pero después debe aprender a manejarse a sí mismo, integrándose por completo y sin renunciar a nada.

El mayor fallo de Hitchens, en el que también por cierto incurre el propio Glococzowski en alguna ocasión a lo largo del artículo, es el de confundir al Dios del llamado Nuevo Testamento con el dios del llamado Viejo Testamento, siendo así que no son el mismo, ni mucho menos, como ya hemos comentado en esta bitácora en varias ocasiones. No entenderemos jamás la historia del cristianismo si no comprendemos antes que lo que la mayoría de la gente entiende como tal no lo es. En absoluto. Jesús el Cristo no fundó ninguna iglesia. Se limitó a trabajar en sí mismo a fin de poder cumplir la misión que tenía encomendada y, durante la marcha, enseñó ciertas cosas a ciertas personas, que trataron de seguir su ejemplo con mayor o menor fortuna. Después de su calvario, y no antes, uno de sus más fervientes enemigos, Saulo de Tarso, que participó entre otras cosas en el asesinato del que hoy conocemos como San Esteban y que más tarde, siguiendo una costumbre muy arraigada entre sus correligionarios, se hizo cambiar el nombre por el de Pablo (y que por cierto nunca fue discípulo de Jesús por más que le hicieran "santo"..., conviene recordarlo porque es increíble la cantidad de indocumentados que se consideran a sí mismos fervientes hombres de fe e ignoran este hecho básico), fue quien se inventó y organizó lo que hoy llamamos cristianismo y que en realidad no es sino un judaísmo light: el judeocristianismo. Si Saulo/San Pablo actuó en solitario viendo el negocio que podía resolverle la vida a él y a los suyos o, más bien, actuó siguiendo órdenes ajenas con oscuros propósitos fáciles de deducir, es algo que está por resolver oficialmente...

¿En qué nos afecta a nuestra vida real todas estas aburridas disquisiciones de índole más bien teológica? En todo. Glogoczowski cita un ejemplo obvio en Las raíces históricas de nuestra crisis ecológica, un artículo de Lynn White Jr., que no puede ser más clarificador: "A fin de afrontar con éxito la emergente crisis medioambiental, los seres humanos deben primero examinar y criticar sus actitudes hacia la Naturaleza (...) Lo que la gente hace sobre su ecología depende de lo que piensa de sí misma respecto a las cosas que le rodean. La ecología humana está profundamente condicionada por las creencias acerca de nuestra naturaleza y destino. Es decir, por la religión (...) El cristianismo occidental (o sea, el judeocristianismo) es la religión más antropocéntrica que el mundo ha visto (...) lo que da 'permiso' a los humanos para explotar la Naturaleza con un talante de indiferencia hacia la integridad de los objetos naturales (...) La Naturaleza no tiene así razón para existir salvo servir a los seres humanos..." Después de leer esto, tal vez no nos sorprenda tanto que los postulados del ecologismo actual fueran inicialmente diseñados y defendidos en los países del norte de Europa, mucho menos influidos por el judeocatolicismo romano que los del sur.


Ahí va otro ejemplo citado por nuestro autor polaco, esta vez no ecológico sino cultural, a la par que económico y político: "...el histórico discurso de 1832 de Lord Macaulay en el Parlamento Británico (en el que este piadoso británico judeocristiano explicaba lo siguiente:) He viajado a lo largo y a lo ancho de la India y no he visto a una sola persona que sea mendigo o ladrón. Tal riqueza he visto, tan altos valores morales, gente de tal calibre, que no creo que pudiéramos conquistar alguna vez esta nación, a menos que rompamos su misma columna vertebral: su herencia espiritual y cultural. Por lo tanto, propongo que reemplacemos su muy antiguo sistema de educación, su cultura, ya que si los indios piensan que todo lo que es extranjero e inglés es bueno, y más grande de lo que ellos poseen, perderán su amor propio, su propia cultura natal, y se convertirán en lo que nosotros queramos: en una nación realmente dominada." Este párrafo es demoledor y destruye muchos de los tópicos que en la actualidad manejamos en Occidente sobre la "atrasada" e "inculta" India. Lo es, sí. Pero por causas, como vemos, muy diferentes a las que suele contarse.

Por cierto, ¿nadie detecta un modus operandi similar con la situación de Europa y los europeos en los últimos decenios?

No estoy de acuerdo con todas las cosas que cuenta Glogoczowski, pero puedo asegurar que la lectura de este artículo es sumamente estimulante. No es cuestión de destriparlo aquí, pero me gustaría finalizarlo con el interesante aserto de Aristóteles que cita este filósofo polaco: "Aquél que no desarrolla ningún trabajo con su mente y está acostumbrado a creer pasivamente en las cosas, verá pronto muerta una importante parte de su pensamiento."

Por cierto, en todos los centros educativos hay una pandilla de macarras malencarados: malos estudiantes que, se ve de lejos, acabarán destrozando su vida y las de los que les rodean. En la Universidad de Dios también tenemos una de esas bandas de "malotes", en la que militan Jehová, Moloch, Ahrimán, Huitzilopotchi y otros como ellos. La diferencia es que los alumnos de nuestro campus estudian para dioses, no para hombres, y los dioses no tienen miedo. Por ello esos pandilleros no pintan nada ni asustan a nadie en nuestras clases..., y se ven limitados a aterrorizar a los homo sapiens corrientes.









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