Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 20 de febrero de 2015

Los "racionalistas" atacan a las "pseudociencias"

En los últimos tiempos proliferan en Internet las webs de autores que se definen a sí mismos como "racionalistas", "científicos" y hasta "intelectuales" y cuyo ideario declarado sin ningún tipo de pudor abunda en expresiones y autocalificaciones como "la verdad sobre el timo de los ovnis", "el desenmascaramiento de las pesudociencias", "el azote de los supersticiosos" y otros tan rimbombantes como surrealistas títulos con los que pretenden demostrar que son una especie de seres superiores porque no creen en nada más que la Ciencia, así en mayúscula, o, si acaso, en la Razón, diosas ambas de las cuales se creen sus profetas y los encargados de “iluminar” al mundo. De vez en cuando me paseo por alguna de estas páginas (bueno, en realidad, me dejo pasear por Mac Namara, que es el que está lo bastante ocioso como para perder el tiempo husmeando todo tipo de tonterías en la red y quien, por cierto, me las descubrió porque hasta entonces yo no sabía que existían tantos y tan activos neoinquisidores) alternando la sorpresa con la carcajada y a veces hasta con la indignación cuando leo cosas como que los “creyentes” en realidades alternativas son (somos) "peligrosos" en tanto en cuanto responsables de la muerte de no sé cuántas personas en el mundo por propagar verdades distintas a las oficiales.

Para entender lo que está pasando, hay que recordar una vez más una historia ya contada por aquí y es que, cuando los “buenos” abrieron sus primeras Escuelas de Misterios (como mi Universidad de Dios) hace ya tantos siglos (o milenios) que ya ni recuerdo, los “malos” se devanaron los sesos estudiando cómo entorpecer e impedir definitivamente la llegada de aspirantes hasta sus puertas. En aquella lejana época, la primera prueba para acceder a uno de estos centros tan peculiares consistía precisamente en llegar hasta él. Había muy pocos, en lugares muy lejanos, pero mucha gente sabía dónde estaban ubicados y se podía intentar la aventura. Otra cosa era lograr llegar, sorteando problemas como las enormes distancias impuestas por los antiguos medios de locomoción, los ataques de piratas y mercenarios o el acecho de todo tipo de fieras. Y luego, una vez allí, había que enfrentarse a una serie de ordalías de las que uno podía salir vivo, muerto o esclavo. Algo de todo esto conté en mi última novela publicada por el momento: “La tumba de Gerión” (Robin Books).

Por muchos esfuerzos que hicieran los “malos” por impedir la afluencia de aspirantes al conocimiento del camino espiritual real y el desarrollo de los poderes divinos, siempre había héroes que, protegidos por su inocencia, su valor y su buen corazón, conseguían alcanzar las puertas del Templo y, tras superar los rigurosos exámenes impuestos por los profesores encargados de la admisión, ingresaban en el Lugar Donde Se Debe Estar. Por lo demás, fuerzas poderosas han protegido siempre a las Escuelas de Misterios y, de acuerdo con su nombre, lo han hecho misteriosamente,  lo que ha impedido que fueran destruidas definitivamente aunque durante ciertas épocas se vieran forzadas a sobrevivir ocultas por velos invisibles. Personalmente, he sido testigo de algunos “milagros” y “casualidades” que, si hubieran sido descritos en una obra de ficción, habrían sido descartados por el editor o por el propio escritor del texto, al considerarlos “demasiado fantásticos”…  

Sin embargo, cierto pésimo día uno de los “malos” tuvo una gran idea, desde su propia perspectiva por supuesto, y fue la de utilizar aquel viejo refrán de “si no puedes con ellos, únete a ellos”. El plan, tan sencillo como genial, fue la creación de multitud de Escuelas Falsas de Misterios que comenzaron a fundar a bombo y platillo por todo el orbe, facilitando sobremanera su acceso y prometiendo todo tipo de beneficios a quienes a ellas quisieran acceder. Además, copiaron 
(o quizá sería mejor decir corrompieron) los rituales, los símbolos y las palabras originales vaciándolos de sentido o dotándolos de otro diferente, de manera que aquéllos que, sin saber nada, tuvieran acceso a ese tipo de información (que no conocimiento) quedaran ya marcados por el error. Cuando uno lleva toda la vida escuchando que el ojo es el símbolo del Gran Hermano que nos vigila y de las hermandades negras obsesionadas con el control mundial resulta cuando menos chocante descubrir que su verdadero significado tiene que ver con el hombre despierto y capaz de “ver” el mundo real, por ejemplo. 

Por cada una de las verdaderas Escuela de Misterios, ellos fundaron 100.000 Escuelas Falsas de Misterios. De esta manera tan simple, comenzaron a desviar a los buscadores sinceros que, de pronto, no supieron a dónde exactamente tenían que dirigirse y comenzaron a errar el tiro. ¿Para qué viajar a alguna remota y poca accesible localidad de Egipto, España, Grecia, Turquía, la India…, si uno podía fácilmente encontrar lo mismo apenas un par de calles más allá de su propio domicilio? Con el tiempo, todo esto fue vulgarizándose aún más, a medida que muchos “iniciados” en Escuelas Falsas de Misterios se hicieron famosos y escribieron sus libros y fueron tomados (aún hoy lo son, muchos de ellos) como Grandes Hombres y Mujeres Espirituales. A medida que las informaciones sobre otras realidades fueron tiñendo las capas sociales, atraídas por la ley de la gravedad hacia abajo, siempre hacia abajo, todo fue enmarañándose y ensuciándose aún más. Así que hoy tenemos “brujas” que “echan las cartas del Tarot”
 no sólo en cualquier feria sino en todas las televisiones, cuando el Libro de Thoth no fue pensado para ser empleado como entretenimiento de personas desnortadas y sin voluntad propia. Tenemos anoréxicos mentales que son capaces de aconsejar el camino de otras personas, aún más anoréxicas que ellas, en función de sus supuestas capacidades de videncia o explotando de forma aberrante el verdadero secreto de la Astrología y conduciéndolas así al desastre. Tenemos “contactados” con “extraterrestres”, “ángeles”, “hadas”, “maestros ascendidos”, “espíritus” y todo tipo de entes fabulosos que pertenecen precisamente al terreno de la fábula y cuya vida está siendo drenada por seres muy diferentes a lo que ellos o sus consultantes creen. Tenemos…

Tenemos todo eso y mucho más, pero las verdaderas Escuelas de Misterios han seguido existiendo, siguen haciéndolo hoy día si bien a día de hoy ya no hay que buscarlas en lo alto de las cordilleras, lo profundo de los desiertos o algún valle escondido, sino que están más cerca de lo que pareciera. Por cierto, siguen siendo tan escasas en número como al principio, pero el conocimiento que ofrecen es tan genuino y real como entonces y una de sus principales características es la de que todos aquellos alumnos que de verdad trabajan con él alcanzan cierto grado de sabiduría, junto con ese concepto tan deseado como desconocido, que se llama poder. Por supuesto, sigue habiendo pruebas para acceder a estas Universidades de Dios y la primera de ellas consiste en encontrar una de verdad. Y sigue habiendo personas que a base de inocencia, valor y buen corazón logran llegar a ellas y entrar.

Volviendo al comienzo de este artículo, los llamados “racionalistas” cargan contra todo y contra todos demostrando así su ignorancia. Está bien desmitificar y desmontar los negocios de las gentes que prostituyen el verdadero conocimiento, pero los autonombrados sacerdotes inquisidores de la nueva Religión Científica (pues a eso han reducido a la noble actividad investigadora) parecen olvidar que en todas partes cuecen habas y que, igual que la Sabiduría real está rodeada de supuesta sabiduría, la Ciencia real está igualmente sometida a la presión de multitud de idioteces que se hacen pasar por científicas. No hace ni siquiera seis meses que la revista Science Insider reveló el hallazgo de unos científicos de la Universidad Pompeu Fabra que descubrieron más de treinta artículos biomédicos de otros tantos equipos chinos muy parecidos unos a otros. Tan parecidos, que aunque trataban temas diferentes (la enfermedad de Crohn, el cáncer, los problemas de corazón…) gracias a un análisis de datos se descubrió que tenían la misma estructura, el 
mismo orden de desarrollo, los mismos valores…, ¡hasta la misma estética! La conclusión es que habían sido en realidad todos ellos escritos por las mismas manos y que aquello era sólo la punta del iceberg de una industria de estudios científicos fraudulentos. Lo grande del caso es que no es la primera vez que esto sucede, y no sólo en China sino en los países “desarrollados” de Europa y en Estados Unidos. Pero… Oh, sorpresa, normalmente este tipo de noticias no se hacen públicas más allá del sector más directamente implicado. No se le puede decir a la persona corriente, de la calle, que existe un porcentaje inquietantemente alto de trabajos “científicos” que en realidad son copias de otros o están falseados o nadie los ha podido comprobar o… En resumidas cuentas, que son tan fiables como una “tarotista”.

Esto, por no hablar de los millones de dólares y la incontable cantidad de horas y equipos científicos que se invierten cada año en las investigaciones más estúpidas (y que, de forma incomprensible, son publicadas y hasta celebradas jocosamente por algunos medios de comunicación). Por ejemplo, y por citar sólo algunos del año 2014, el trabajo de un equipo de expertos japoneses que se preocuparon por indagar por qué resbalan las cáscaras de plátano… No es broma: su trabajo se titulaba Coeficiente de Fricción bajo una Cáscara de Plátano. O el de un grupo de investigadores noruegos y alemanes que se dedicaron a la trascendental tarea de estudiar cómo reaccionan los renos cuando ven a seres humanos…, disfrazados como osos polares.  O muchas otras tareas absurdas como el estudio del dolor relativo que la gente sufre por mirar pinturas feas (!), la investigación sobre el posible uso de la caca de bebé para la producción de salchichas fermentadas (!!) o el análisis de qué ocurre en el cerebro de las personas que creen ver la cara de Jesucristo en una rebanada de pan tostado (!!!).

Categoría aparte merecen los que desprecian a las personas que no tragan las verdades oficiales de los gobiernos en asuntos como los chemtrails, el supuesto origen extraterrestre de los OVNIS (cuya realidad, igual que en el caso de las estelas químicas en el cielo, es obvia para cada vez más testigos en todas las partes del mundo por más que esté prohibido hablar de ello seriamente en los medios de comunicación) o los hoy muy comunes atentados de falsa bandera. Las ridiculizan tratándolas de “conspiranoicos”, “ignorantes”, “enfermos mentales” y cosas mucho peores…, ¡como si algún gobierno hubiera dicho la verdad en los grandes acontecimientos de nuestra época (y de las anteriores)! Sólo hace falta dejar pasar los años suficientes para que se destapen las verdades…, cuando ya hayan prescrito los crímenes o hayan fallecido tranquilamente los criminales. Aquí hemos citado varias veces los casos de verdades escondidas a los ciudadanos por sus propios gobernantes. Uno de los últimos engaños que se ha destapado pero que tampoco ha sido precisamente noticia de portada en ninguna parte es el hecho de que más de medio centenar de farmacéuticas occidentales utilizaron a los ciudadanos de la RDA, la antigua Alemania comunista, para sus ensayos clínicos de nuevos fármacos, por supuesto sin advertirles de ello.

El semanario Der Spiegel contaba hace unos meses cómo un grupo de investigadores que estudiaron los archivos de la Stasi, la antigua policía secreta comunista, habían descubierto que ¡al menos 14.000 personas! habían sido “aportadas” por los dirigentes de la deteriorada RDA como cobayas humanas a cambio de divisas. Compañías como Sandoz, Bayer, Schering, Böhringer Mannheim y muchas otras alemanas, suizas, estadounidenses, francesas, belgas, danesas y finlandesas desarrollaron, que se sepa, no menos de 220 ensayos clínicos sin advertir a los pacientes de lo que estaban haciendo con ellos. Aplicaron fármacos de quimioterapia, antidepresivos, anticoagulantes e incluso pasta de dientes y pagaron por ello más de 16 millones de marcos alemanes de la época. Y esto sucedía ¡entre 1983 y 1990! O sea, antes de ayer. 

Repitamos el asunto: un gobierno aceptó pagos por “prestar” a sus ciudadanos sin que éstos lo supieran para ser utilizados en experimentos médicos. Y en una época en la que por cierto se multiplicaron las películas sobre lo que hicieron o dejaron de hacer los alemanes en la época del Tercer Reich con los prisioneros de sus campos de concentración hace ya 70 años. Curioso… Nadie ha rodado nunca ninguna película sobre lo que hicieron el gobierno de la RDA o el de Francia, el del Reino Unido, el de Estados Unidos, el de otros países europeos plenamente “democráticos” en épocas más recientes: desde los años 50 del pasado siglo XX hasta la actualidad, con sucesivos experimentos sobre su propia población como el del suministro de placebos en lugar de medicinas en Tuskegee,  la pulverización de la tos ferina en Tampa, la difusión de la fiebre amarilla y el dengue en Georgia y Florida, la infección deliberada de infecciones venéreas en la población de Guatemala, la esterilización forzosa (y silenciosa) de los retrasados mentales en Francia…

Todo esto conduce a la pregunta obvia: ¿qué y quién están probando hoy con nosotros? “¡Nada hombre! Eso es conspiranoia pura y en todo caso lo hacían los gobiernos de antes, sobre todo los de los países malvados. Eso no pasa ahora”, insisten furibundamente los “racionalistas”.

Los mismos que seguramente se creyeron aquello de “vamos a invadir Iraq porque tienen armas químicas”.






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