Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

miércoles, 2 de junio de 2010

Recordando a Charles Fort

No he podido evitarlo. Me he acordado de él esta mañana en cuanto he recibido la información: el investigador y escritor norteamericano Charles Hoy Fort, Charles Fort para los amigos (del que recientemente se han cumplido 78 años de su fallecimiento), estaría encantado con la lluvia de "loros borrachos" que ha descargado sobre la localidad de Palmerton, en el Territorio del Norte, en Australia. Parece ser que esta peculiar "lluvia" descarga anualmente en la zona pero nunca en la espectacular cantidad de ejemplares que se han desplomado en las últimas horas.

Fort se hizo famoso en todo el mundo a raíz de la publicación en 1919 de su El libro de los condenados, un texto absolutamente IMPRESCINDIBLE (lo escribo así, en mayúsculas, para que se note más lo imprescindible que es) para todo aquél que verdaderamente desee entender quiénes somos y qué diablos estamos haciendo en este planeta. Y no por las explicaciones que da a estos en apariencia complejos interrogantes, sino por su capacidad para destrozar cualquier esquema preconcebido y racional introducido a martillazo limpio en nuestro cerebro a través de los dos tipos principales de adoctrinamiento sectario que padecemos en nuestra vida: los que llamamos educación y socialización. Gracias a los dioses, yo lo leí hace muchos años, cuando era aún joven (me refiero a esta reencarnación) y el entorno material aún no me había envuelto completamente para convencerme de lo ventajoso que resulta ser una "persona normal". Las palabras de Fort me ayudaron muy mucho a reconsiderar la visión corriente del mundo, en una época en la que resultaba más complicado que ahora adquirir y sobre todo mantener cierta independencia de opinión sobre los asuntos realmente importantes de la vida. La última reedición en español (aparte de que el texto pueda ser encontrado en Internet) de la que soy consciente es de hace dos o tres años, dentro de la excelente colección de El Árbol Sagrado en Círculo Latino.

Ni que decir tiene que, ya en su época, el texto se convirtió en un escándalo inmediatamente después de su publicación y, como los mejores libros de la historia de la Literatura, logró convocar enseguida a dos legiones: una de críticos mordaces y demoledores que lo machacaron públicamente y otra de incondicionales defensores que empezaron a partirse la cara por él y por el ramillete de extrañas, inquietantes y atractivas ideas que contiene. Ideas, la mayor parte de ellas, sugeridas, porque básicamente se trata de un catálogo de hechos inexplicables (y por tanto ignorados, despreciados y, a menudo, metidos discretamente debajo de la alfombra) por la Ciencia y la Razón oficiales. El volumen en realidad es la primera selección de varias decenas de miles (se calcula que un mínimo de veinticinco mil, aunque algunas fuentes hablan de cuarenta mil notas) de estos sucesos heterodoxos que, con terrible paciencia y metodología, Fort recopiló y ordenó cuidadosamente a lo largo de su vida en tarjetitas en sus archivadores personales (en un principio, cajas de zapatos) que bautizó con el peculiar nombre de "El sanatorio de las coincidencias exageradas".

Nieve negra, lluvias de ranas, bolas de fuego de comportamiento caprichoso, desapariciones misteriosas jamás aclaradas, sugerentes huellas de animales desconocidos, aguaceros de sangre, soles de color verde, precipitaciones de grandes pedazos de hielo desde cielos despejados, gigantescos "barcos" volantes paseándose por encima de grandes ciudades... Acontecimientos completamente fuera de "lo normal" que le fascinaron tanto a medida que los coleccionaba (obteniéndolos en su mayor parte de las noticias publicadas en la prensa de su época, tanto la popular como las revistas más prestigiosas como Scientific American o Nature) como él a su vez fascinó a sus lectores al organizarlos por materias y presentárselos debidamente documentados. No es extraño que tuviera gran influencia en los textos de otros grandes autores consagrados hoy en el Santoral del Misterio como el sombrío Howard Phillips Lovecraft (el hombre que a través de sus escalofriantes relatos nos recordó la existencia de los temidos Antiguos y su secreto afán de volver a enseñorearse del mundo) o Louis Pawels y Jacques Bergier (los autores de Le Matin des Magiciens, en español traducido como El Retorno de los Brujos, donde siguiendo muy de cerca el estilo de Fort, concluían como él lo había hecho antes que "no nos lo creemos todo pero creemos que todo debe ser examinado").

Todos estos fenómenos le convencieron, en primer lugar, de la deshonestidad inherente (consciente o no) de los científicos contemporáneos predispuestos a aceptar sólo como ciertos aquellos hechos que encajen en la descripción del mundo generalmente aceptada. En segundo lugar, le llevaron al convencimiento (coincide en esto con Mac Namara) de que nuestro planeta es, en el mejor de los casos, una especie de finca privada perteneciente a alguna poderosa raza no terrestre que lo utiliza para sus propósitos, desconocidos para nosotros. Por supuesto, y como seres pertenecientes al planeta, también nosotros somos propiedad privada de esa raza y estamos a su disposición. Pegados a la superficie de la Tierra, somos, desde su punto de vista, como los pececillos que viven en el fondo marino, mientras las naves de los amos viajan sobre nosotros con capacidad para decidir sobre el futuro que nos espera. O tal vez ni eso, tal vez ni siquiera nos consideran lo suficientemente inteligentes (como nosotros a las criaturas del mar) como para preocuparse de manera especial por nuestro destino.

Algunos de los más fieles seguidores de Charles Fort en el Reino Unido fundaron la Sociedad Charles Fort, encargada de dar continuidad a su obra a través de la publicación del resto de sus trabajos en la revista Doubt (Duda) pero esta iniciativa se disolvió en 1959. Más tarde, otro grupo de admiradores crearía la International Fortean Organization (Organización Internacional Forteana) que editó su propia revista, INFO Journal, hasta 1977. Finalmente en 1973 comenzó a publicarse el Fortean Times (Tiempos Forteanos) que a día de hoy aún sigue en la brecha. Se publica cada dos meses y además organiza todos los años una convención que reúne a interesados en misterios y sucesos extraños de todo tipo. De hecho, en el Reino Unido, a este tipo de hechos extraños se les conoce como Fenómenos Forteanos.

"Leer a Charles Fort es cabalgar en un cometa" decía el escritor Maynard Shipley para describir su experiencia ante la deslumbrante y excesiva obra de Fort. Éste, aun siendo consciente de las críticas que se vertían en su contra, solía repetir que "me maravilla que las personas se contenten con ser simples novelistas, o sastres, o industriales, o barrenderos", habiendo todo un universo de misterios esperando más allá de las fronteras autoimpuestas a la investigación de lo insólito.

De este Fort es de quien me ha acordado al leer la descripción de la prensa australiana del extraño comportamiento de los loros de Palmerton que, sin que nadie sepa cómo ni por qué, pierden la coordinación, se quedan dormidos y, tras ser recogidos por los habitantes del lugar y colocados en jaulas ad hoc, pasan allí una especie de "resaca". Por eso les llaman "los loros borrachos". Los veterinarios de la zona aseguran que los pájaros se intoxican con algún tipo de alimento que altera sus funciones motrices (empezando por el vuelo) y luego enferman como si se recuperaran de una noche de juerga con gran consumo de alcohol. Aunque no está nada claro si la intoxicación la produce en realidad un virus o cualquier otro motivo. Para facilitar su recuperación, se les administra un potaje con fruta a modo de reconstituyente y, en ocasiones, pasan varios días antes de que puedan recuperar su facultad para echar a volar de nuevo.

¿Qué les intoxica? ¿Y por qué? Sabemos que un animal no es como un hombre: no tropieza dos veces en la misma piedra. Es decir, que si un loro cae un año, y otro, y otro, y otro más en el mismo tipo de comportamiento que le deja absolutamente indefenso y atontado durante unos días es, una de dos, porque algo le obliga a ello (alguna conducta tipo gestalt de la especie o algún tipo de fuerza electromagnética desconocida) o porque le gusta (porque le merece la pena la intoxicación posterior a la ingesta de algún tipo de sustancia concreta). ¿Qué diría Fort de todo esto? Diría: "Lo imposible se puede convertir en razonable, siempre que se presente con la suficiente educación".

1 comentario:

  1. YA CON SOLO VER Q ERES CREYENTE TU BLOG VALA PARA PURA MADRE,,,,LA EVOLUCION ES LA REALIDAD,,,Y DIOS O DIOSES SOLO SON COSAS IMAGINARIAS DE TU MENTE,,,

    EL PLACEBO DE LAS MASAS,,,EN FIN EL SER HUMANO ES UN IMBECIL,,,,Q NECESITA CREER EN ALGO,,PARA VIVIR,,,Q NO PUEDE TANSIQUIERA CREER EN EL MISMO Y YA? EN FIN,,,

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