Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

martes, 25 de enero de 2011

Me gusta reír

Me lío mucho en clase de Astrología (y ya no hablo de lo mal que lo pasé cuando estudiamos Numerología en la clase de Mancias o cuando, en la clase de Idiomas, nos tocaba algún lenguaje como el hebreo donde cada letra posee un valor numérico y por tanto una cifra concreta equivale a una o varias palabras o conceptos), porque los números nunca se me han dado bien. Se supone que son muy importantes porque actúan como abstracciones de principios y fuerzas universales y hasta dicen por ahí que son la herramienta preferida de los dioses porque para ser dios hay que ser creador y para crear hay que ser matemático (en esto no estoy de acuerdo, la verdad: para ser dios me parece más importante ser artista). El caso es que de Astrología sé lo básico para aprobar e ir tirando y tal vez por eso tengo algunos problemillas para comprender las cartas astrales empezando por la mía.

Por ejemplo, me gustaría saber si hay alguna forma de modificar mis influencias estelares para cambiar algunos aspectos de mi personalidad o al menos para manejarlos temporalmente y ponerlos en suspensión en circunstancias concretas. Así me evitaría broncas como la que me echó el otro día Epicteto cuando me descubrió riéndome a carcajada limpia con otros dos compañeros de Facultad. Me gusta reír. Me gusta mucho reír. De hecho, me paso el día riéndome (o al menos sonriendo) de muchas de las cosas que veo a mi alrededor: de mis propias meteduras de pata (tengo algunas antológicas), de las "casualidades" que me suceden (y además, cuando estoy solo: estas cosas raras no me pasan en compañía de posibles testigos), de los errores divertidos de la gente que se pretende seria, etc.  

La pregunta personal que más veces me han hecho en esta vida es: ¿Pero de qué te ríes ahora?, además de su variante ¿Por qué te ríes de mí? (ésta generalmente me la hace la gente muy pagada de sí misma que se autocontempla siempre como protagonista única e indiscutible de los hechos, porque no suelo reírme de las personas como tales sino de ciertas circunstancias en las que se ven implicadas).

La risa mueve no sé cuántos músculos de la cara y reírte un minuto es añadir un día de vida a tu existencia y no hay terapia mejor para curar y/o conservar la salud que reírse y la risa es la mejor defensa contra el miedo que nos inoculan los que gobiernan el mundo y etc. Me da igual la cantidad de frases hechas para defender la risa porque no necesito ninguno de esos argumentos. Me río porque me gusta, y punto. Eso debe venir predeterminado en la carta astrológica y por eso me gustaría saber más sobre el asunto. Sí sé que Mercurio, el dios de la comunicación, proyecta su presencia sobre mí de manera apabullante porque por lo visto me aspecta no sé cuántas influencias astrológicas. Esto explica por qué, siendo básicamente un zulú social, no tengo problemas a la hora de establecer relaciones y comunicar con la gente y precisamente en esta vida me dedico a un oficio muy relacionado con la comunicación, además de tener una facilidad de palabra hablada y escrita que a estas alturas me parece evidente. Pero no sé si Mercurio tiene algo que ver con la risa.

Bien, la bronca de Epicteto... Cuando nos descubrió a mis dos colegas y a mí charlando animadamente y riendo aún más animadamente, se plantó junto a nosotros y, tras mirarnos con severidad, advirtió:

- Guarda frecuente silencio, no digas más que las cosas necesarias y hazlo además en pocas palabras. Habla cuando lo exija la ocasión, pero no lo hagas sobre cosas triviales y comunes: no hables de juegos de azar, de deportes, de personajes sociales, bebidas o comidas, que son tema de conversación ordinaria. Sobre todo, no hables nunca de persona alguna: ni para injuriarla, ni para alabarla, ni para hacer comparaciones. Entonces, lleva tu discurso y la conversación de tus amigos a todas aquellas cosas que sean decentes y convenientes. Y si te encuentras con extraños, cállate. No rías: ni mucho, ni frecuente, ni con exceso.

Dicho lo cual, se dio la vuelta y nos dejó más helados que el témpano que adornan los esquimales en diciembre para usarlo como árbol de Navidad.

La severidad de Epicteto en este asunto me dejó muy pensativo, porque me pareció excesiva (y porque por primera vez no estaba muy de acuerdo con una de sus extraordinarias lecciones), aunque me recordó a otros autores antiguos interesantes que mostraron un comportamiento parecido. Por ejemplo al Apolonio de Tiana de la fascinante narración de Filóstrato. Este gran filósofo iniciado era capaz de materializar las mayores maravillas tanto físicas como espirituales pero, según su leyenda, adolecía del mismo aspecto adusto y carente de humor que en cierto modo amargaba sus logros. Te hacía pensar: "Sí, me gustaría ser como él pero ¿al precio de acabar siendo tan estirado como la señorita Rotenmeyer de 'Heidi'?"
Así que solicité audiencia con mi tutor, Thoth, y le pregunté a él sobre este asunto. Contradiciendo a Epicteto, el gran Djehuty sonrió con su característico gesto picudo. Luego me explicó:  

- No se lo tengas en cuenta. Los profesores sólo buscan vuestro perfeccionamiento y hacen lo imposible por ayudaros y aconsejaros de la mejor manera. Sobre todo si, como en el caso de Epicteto, se relacionan con antiguas escuelas especializadas en soportar hasta lo insoportable, como el Estoicismo. Pertenecen a una generación diferente... De todas maneras, tiene razón en que uno no debe desperdiciar fuerzas con conversaciones ni personas banales. Y que, como decían también los griegos: 'De nada, demasiado'. Y eso incluye la risa. El buen humor es un antídoto feliz para muchos venenos de la vida, pero uno no puede estar todo el día tomando medicinas si no quiere que al final esas medicinas no le sirvan de nada porque el cuerpo se haya acostumbrado a ellas. Personalmente, tienes la ventaja de poseer la risa interna. Está bien, no todo el mundo puede disfrutar de ella. Úsala siempre que la necesites..., pero no la despilfarres. Reír demasiado puede conducir al fracaso en las cosas que deben afrontarse con seriedad interna.

Dándole vueltas a esta recomendación, más tarde, empecé a pensar si a lo mejor esa falta de seriedad interna (o las risas excesivas que habían conducido a ella) podía ser la razón de los supensos en los exámenes para pasar a Tercero de Dios durante los últimos años. Pero no pude meditar mucho rato sobre esto porque me dio la risa al recordar que el encargado último de esos exámenes había sido precisamente... Epicteto.

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