Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Dark City

El cineasta australiano Alex Proyas firmó, en 1998, una de las películas más interesantes y, tal vez por lo mismo, menos conocidas entre las producciones cinematográficas de Ciencia Ficción alumbradas a finales del siglo XX: Dark City (La ciudad oscura). Algunos críticos la han calificado como "la hermana pobre" de la super exitosa The Matrix, que se estrenó un año más tarde y a la que se refieren un tanto despectivamente poco menos que como una copia en cierto modo deshonesta. No tienen razón. Cierto que ambas obras tratan sobre el mismo asunto de fondo (¿quién soy yo y qué demonios estoy haciendo aquí?) pero la forma de plantearlo y su desarrollo formal son muy diferentes. Ambas se pueden, y se deben, disfrutar cada una a su manera: el festival de efectos especiales, ruido y furia postmodernos que acompaña las aventuras de Neo poco tiene que ver con el tono oscuro, pausado y de estilo noir años treinta que envuelve a John Murdoch, aunque la confusión de ambos protagonistas ante lo que experimentan y su indecisión frente al reto que se les exige para cumplir sus respectivos destinos sean muy similares.

Dark City arranca en una anónima habitación de hotel donde Murdoch (bien interpretado por el incómodo rostro de Rufus Sewell) se despierta desnudo dentro de una bañera llena de agua. A su lado, el cadáver de una mujer y el arma con el que fue asesinada. Todos los indicios apuntan contra él acusándole de asesinato..., pero no recuerda haberla matado, ni siquiera la conoce. De hecho, no recuerda absolutamente nada acerca de sí mismo y de su pasado. Desconcertado, recibe la llamada telefónica de un tipo que dice llamarse Doctor Schreber (asumido por un endeble Kiefer Sutherland) que le conmina a huir. Así lo hace y ya no parará de correr por las mal iluminadas y tenebrosas calles de la nunca identificada ciudad (de ahí el título) hasta el final de la película, que se pasa doblemente perseguido: por un lado, le persigue la Policía encabezada por el inspector Bumstead (el solvente William Hurt) que le considera un asesino en serie de prostitutas y, por otro lado, le persigue una misteriosa cofradía de seres calvos y vestidos de negro conocidos como los "extraños" y, más tarde, los "ocultos".

Aquí está la clave de los sucesos, puesto que los ocultos resultan ser unos peligrosos extraterrestres telépatas unidos entre sí por una decadente gestalt y cuya raza está en riesgo de involución y posterior desaparición. Para tratar de reconducir su futuro, están desarrollando un colosal experimento sobre la población de la ciudad, que ha sido abducida en masa, a fin de jugar con sus memorias, intercambiarlas y examinar los resultados de la operación. Gracias a sus poderes mentales y tecnológicos, cada medianoche los ocultos duermen a todos los humanos y deciden el papel que asumirán al día siguiente (un día que es un eterno crepúsculo) en el teatro que es en realidad su existencia: al despertar, algunos seguirán interpretando los mismos papeles y otros cambiarán, aunque todos ellos seguirán viviendo según los recuerdos que se les haya implantado. Por ejemplo, el que ayer era un paralítico incapaz de moverse sin su silla de ruedas, mañana caminará sin problemas (y además estará convencido de que siempre lo ha hecho) una vez cambiada su personalidad... Para facilitar los planes de observación, los ocultos alteran y transforman a placer la geografía urbana: surgen edificios en un momento mientras otros desaparecen, las calles cambian de lugar y la ciudad nunca es la misma que fue, ni que será. Lo único que permanece igual es su carácter de trampa puesto que nadie puede abandonarla por más que intente llegar a las afueras y largarse a otra parte.

Murdoch ha despertado con una nueva personalidad asociada: la de asesino. Pero él no desea ser un asesino, no recuerda haberlo sido, no le encuentra sentido a serlo..., y algo extraño despierta en él, algo que le convierte en una anomalía (o tal vez ese algo ya estaba presente en él, en sus identidades anteriores, y ha ido tomando fuerza poco a poco -impulsado quizás por el doctor Schreber, harto de su papel de marioneta consciente de los ocultos- hasta revelarse finalmente en este momento), un factor inesperado dentro del experimento, que acabará dando al traste con él. Nuestro protagonista quiere darle un sentido a su existencia y busca el apoyo de otros personajes como Emma (una melancólicamente convincente Jennifer Connelly), su melódica y bella esposa, además del secreto que se esconde detrás de sus recuerdos infantiles (¿son suyos realmente?) de Shell Beach, una playa que debería estar en  las inalcanzables afueras de la ciudad.

Al final, Murdoch acaba derrotando a los ocultos porque la chispa de conciencia que se ha despertado en su interior viene acompañada por un acelerado desarrollo de sus poderes mentales, similares a los de los alienígenas. Con ellos y con la ayuda del doctor Schreber, descubre además el gran secreto de la ciudad, que no desvelo aquí para que los futuros espectadores de la película disfruten como yo lo hice cuando llegamos a la última parte del largometraje y se confirmaron mis sospechas acerca de la ubicación de la extraña urbe mutante.

Con Murdoch y su chica finalmente disfrutando de Shell Beach y de sus nuevas capacidades mentales, la película se cierra con un falso final feliz..., pues está pronosticando que el día de mañana los seres humanos terminarán desarrollándose de igual forma que los ocultos... Y, como ellos, serán al final esclavos de una monstruosa mente común, carente de humanidad real. Sin embargo, a estas alturas de la película, el argumento nos ha sugerido ya tantas ideas extrañas acerca de nuestra propia vida diaria que poco importa el futuro, teniendo en cuenta lo inquietante que puede llegar a ser el mismo presente.
  


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