Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Examen de Destrucción del Paradigma

Lee Jun-fan, mi profesor de Destrucción del Paradigma a través de la Educación Física, está obsesionado con la libertad absoluta de movimientos. Yo le doy la razón, naturalmente. Primero, porque estoy de acuerdo con su filosofía general y segundo, porque es mi profesor y me tiene que calificar así que más vale que me aprenda sus lecciones...  No obstante, a veces se pone un poco machacón. La verdad es que resulta difícil conservar en la memoria todas sus lecciones si las dicta como acostumbra. Es decir, mientras nos somete a una serie tras otra de abdominales o flexiones. Y eso, cuando no nos tiene toda la hora de clase corriendo alrededor del campus de la Universidad de Dios (le gusta hacerlo especialmente cuando hace más frío, llueve o, mejor, graniza: "para haceros fuertes", dice).

El otro día, nos hizo un examen parcial. Reunió a toda la clase y nos distribuyó todo tipo de armas: katanas, sais, nunchakus, bos, shirasayas, shurikens, ganchos y no sé cuántas cosas más. Parecía que fuéramos a asaltar los mismísimos infiernos. Luego exigió que le prestáramos atención y dijo:

- No golpeéis a ciegas ni toméis caminos sinuosos, sino seguid una línea recta hacia el objetivo: la simplicidad es la distancia más corta entre dos puntos. Esta simplificación significa tener libertad en el sentido primario, esto es sin dejarnos limitar por dependencias, confinamientos, parcializaciones, complejidades de los estilos de combate. La ausencia de una  técnica esterotipada significa ser total y libre, de manera que no hay líneas ni movimientos mejores que otros: todas las líneas y todos los movimientos son la función. Recordad que la naturaleza original del hombre es la independencia. La mente debe emanciparse de antiugas costumbres, prejuicios, procesos de pensamientos restrictivos e incluso de los pensamientos corrientes. La verdad no está limitada por un modelo, ni por varios, sino fuera de todos ellos. El hombre clásico no es más que un manojo de rutina, ideas y tradición y, cuando actúa, traduce cada momento actual en términos de lo antiguo. Es como el conocimiento normal, fijado en el tiempo, mientras la sabiduría es algo continuado, vivo, un movimiento...  Una mente condicionada nunca es una mente libre: condicionar limita a una persona dentro de una estructura de un sistema particular así que, para expresarte a ti mismo con libertad, debes morir a todo lo de ayer. Sí, para comprender la libertad, la mente debe aprender a mirar la vida, a aprender de la vida, que es un movimiento vasto, sin la limitación del tiempo porque la libertad está más allá del campo de la conciencia. Recordad: para comprender y vivir ahora, todo lo de ayer ha de morir en vosotros. Si seguís los modelos clásicos, estáis comprendiendo la rutina, la tradición, las sombras..., pero no estáis comprendiendoos a vosotros mismos...  ¡Atacadme todos, ahora!

¿Atacarle, todos a la vez? ¿Este hombre valoraba su vida? Los más aguerridos de la clase no se lo pensaron mucho y se lanzaron a por él. En aquel momento creí que lamentaría haber lanzado su desafío, pero no le costó mucho librarse de ellos. Sin embargo, pronto se le echaron encima otros alumnos, algunos deseosos de hacerle pagar tanta flexión de las clases precedentes. Y, de repente, estábamos todos envueltos en la batalla campal: todos nosotros, armados, contra Lee Jun-fan, con las manos vacías. A pesar de eso, el hombre se movía con una potencia y una precisión tremendas, como el ojo de un huracán que lo arrollara todo a su paso, empleando dinámicamente cada parte de su cuerpo para esquivar, golpear y desembarazarse de cuantos le rodeaban. En el reparto de armas, me había tocado un kamayari, así que pensé (optimista, como de costumbre) que podría frenarle a distancia, antes de que se me acercara demasiado... Eso pensé, pero a la hora de la verdad, el tipo se desplazó tan rápido que no me dio tiempo ni a intentar golpearle antes de recibir un sonoro mazazo de su puño derecho.

Lo siguiente que recuerdo es estar tumbado en el suelo, dolorido y con las sienes palpitando de dolor. Me incorporé un poco y descubrí que todos y cada uno de los alumnos de la clase estábamos despatarrados, vencidos. De manera increíble, nos había derrotado a todos juntos.

Lee Jun-fan nos miró sonriendo y concluyó la clase con una última recomendación: 

- Vacía tu copa para que pueda ser llenada, quédate sin nada para ganar la totalidad.





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