Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

lunes, 4 de junio de 2012

Científicos y principios herméticos

El cuarto principio hermético dice que "Todo es doble, todo tiene dos polos. Todo, su par de opuestos: lo semejante y lo antagónico son lo mismo. Los opuestos son idénticos en naturaleza pero diferentes en grado. Los extremos se tocan, todas las verdades son semiverdades, todas las paradojas pueden reconciliarse". Aunque a nuestra robotizada mente occidental contemporánea le resulte difícil de digerir en un primer momento, acostumbrada como está a considerar las circunstancias desde un punto de vista lineal, lo cierto es que no hay nada más cercano entre sí que aquello que en apariencia es radicalmente opuesto si consideramos la situación desde un punto de vista circular, más aproximado a la realidad. Tal era uno de los significados más importantes del antiguo símbolo del ouroboros: el reptil que se muerde su propia cola de manera que el principio y el final quedan diluídos en un eterno continuum.

Esta ley encierra, además, uno de los mayores secretos de la vida: la posibilidad de cambiar nuestro futuro simplemente cambiando la polaridad del acontecimiento que nos afecta. ¿Simplemente? En realidad, no es tan sencillo como chasquear los dedos, pero la base de la técnica es muy clara: uno puede convertir cualquier defecto (digamos, por ejemplo, la cabezonería) en una virtud (en este caso, el tesón) siempre que trabaje de la manera adecuada y con la necesaria perseverancia en ello. Por desgracia, el homo sapiens suele inclinarse a utilizar esta ley justo al revés (por ejemplo, pasando del amor al odio), ya que el camino del Bien (por llamarlo de alguna manera), al encontrarse en lo alto siempre requiere esfuerzo y trabajo, mientras que el camino del Mal (por llamarlo de alguna manera), al encontrarse en lo bajo es como un tobogán: sólo hay que dejarse caer.

Resulta interesante ver cómo la ciencia, en su vertiente de vanguardia, se aproxima más, cada día que pasa, a la sabiduría interna de la Antigüedad, después de haber recorrido un largo y tortuoso sendero en el que tantos han perecido abrazados a las banderas más extremas y estériles del materialismo y el racionalismo. Es un nuevo ejemplo de la vigencia del ouroboros.

En Barcelona estos días se han desarrollado unas jornadas sobre "Los orígenes de la mente humana" en las que se han podido escuchar cosas interesantes, como las conclusiones y los razonamientos de la sueca Kathinka Evers, profesora de filosofía e investigadora del centro sobre ética y bioética de la Universidad de Uppsala en Suecia. Evers acaba de publicar Neuroética: cuando la materia se despierta, libro en el que recuerda la plasticidad y el dinamismo de nuestro cerebro, lo que en algunas ocasiones resulta una ventaja y, en otras, no tanto. De hecho, al estar sometido al impacto de la sociedad y evolucionar parejo con el nivel cultural y de relaciones del mundo en el que vive inmerso el individuo, resulta que el cerebro humano acaba siendo un órgano "muy influenciable", según sus propias palabras. Tanto, que los propios científicos están tratando de desarrollar e impulsar una neuroética que permita afrontar con éxito los problemas generados por las neurociencias, que van además in crescendo. Se trata de analizar riesgos y beneficios de las investigaciones más modernas en torno al cerebro y calcular unos baremos que definan las fronteras que se pueden traspasar alegremente y las líneas rojas a las que no conviene ni acercarse. Claro que primero deberíamos tener claro qué entendemos por valores humanos dignos de defender porque, mirando a nuestro alrededor, mucho me temo que los Valores con mayúscula hace mucho tiempo que dejaron paso a otros bastante más viles. Los esfuerzos de la neuroética pueden acabar degenerando en algo tan poco práctico como una nueva religión: una religión científica en la que creer o no, y poco más.


El gran problema, el eterno problema, de todos los estudios sobre nuestro cerebro es que los investigadores parten de la base de que es un mecanismo de precisión perfecto en sí mismo y establecen todas sus conclusiones a partir de las observaciones realizadas con el mismo. Pero, ¿y si resulta que el cerebro no es una máquina tan bien engrasada como se supone que es? ¿Y si está manipulada para dejarnos emplear tan sólo parte de su potencia o para deformar los resultados en función de intereses, digamos, espúreos? Pensemos en un potente computador que tuviera instalados una serie de programas en apariencia correctos pero que escondieran algunos secretillos como en repetidas ocasiones se ha denunciado respecto a los que componen el famosísimo Office de Microsoft. Cierta persona experta en informática cuyo nombre no citaré por obvias razones de seguridad me mostró en su día algunas de las sorpresas escondidas dentro de un programa tan utilizado y en apariencia inocente como el Word. Por citar sólo la parte más divertida, este procesador de textos albergaba (ignoro si en la versión actual sigue sucediendo así) ¡un pinball que podía activarse con cierta combinación de teclas y del que la inmensa mayoría de usuarios jamás fue consciente!

Evers aportó algunas ideas curiosas. Por ejemplo: "¿Qué es exactamente un ser humano? Ése es un concepto singular porque la verdad es que puede significar muchas cosas diferentes. Hay quien relaciona la humanidad con el libre albedrío, mientras otra gente dice que tiene que ver con la razón, pero ¿cuál es la verdad?"  Hace mucho tiempo, las Escuelas de Misterios ya enseñaban que no todo lo que uno ve por ahí con aspecto de persona lo es realmente, pero es preciso poseer ciertos conocimientos y una escala de valores a toda prueba (incluyendo un elevado nivel de conciencia y de moralidad) para no convertirse en un completo paranoico al examinar esta cuestión. La misma investigadora sueca, en plan utópico, aseguraba que en la neuroética "deben regir los mismos mandamientos que en otras disciplinas: la honestidad, la apertura de mente y el respeto (...) además de un extremo cuidado para evitar que los trabajos neurocientíficos acaben siendo utilizados de forma espuria, secuestrados por una ideología concreta, sea ésta progresista o conservadora". La música suena bien pero, una de dos, o esta mujer expresaba sus deseos profundos en lo que respecta a su profesión o vive más aislada de lo que parece en Uppsala porque la honestidad, la apertura de mente y el respeto no es precisamente lo que abunda en una profesión en la que sobran las actitudes contrarias, visto todo el dinero en juego a través de los fondos de investigación de gobiernos y/o multinacionales.

Además, ella misma reconocía cómo se están empleando los avances en las nuevas tecnologías: "Nos encontramos con ideas absurdas como la de instalar escáneres cerebrales en los aeropuestos para intentar identificar a posibles terroristas antes de que suban a bordo. Es un terreno peligroso. En la neurociencia forense se han cosechado grandes progresos en el estudio de la psicopatía, con patrones claros en el caso del tipo de asesino en serie..., pero no existe un diagnóstico concreto según el cual se pueda definir quién es terrorista. De hecho, esto es una concepción política que varía según la época y los países. Hay, por ejemplo, regímenes dictatoriales para los que los 'terroristas' son aquéllos que defienden las libertades de su país, aunque usen la violencia en sus acciones." 

 Y mientras en Barcelona se discute sobre el principio de Polaridad, en Zaragoza estudian (aunque seguramente muchos lo ignoren) el sexto principio hermético, que dice aquello de "Toda causa tiene un efecto, todo efecto tiene su causa: todo ocurre de acuerdo con la ley. Azar no es más que el nombre que se le da a una ley desconocida. Hay muchos planos de causación, pero ninguno escapa a la ley". Y es que un centenar de investigadores de toda España, expertos en ciencia de sistemas complejos, participan hasta pasado mañana en el Congreso Nolineal 2012. Estudian las relaciones entre las partes y el todo dentro del comportamiento humano y, por supuesto, cómo aplicar todo ello al campo económico, y también al político, al social y al tecnológico. La propia Universidad de Zaragoza reconoce que el objetivo final del congreso es "analizar las relaciones en sistemas complejos en los que la intensidad de la causa y la del efecto o entre el todo y las partes no necesariamente están en proporción directa". Por ejemplo, los científicos no pueden predecir la fecha de boda de una pareja a partir de los detalles de la relación que haya mantenido la misma: ¿por qué? ¿sería posible hacerlo en el futuro? ¿cómo?

Aunque jamás haya oído hablar de esta cumbre científica, resulta que ésta es, curiosamente, la octava edición del Congreso Nolineal que se desarrolla en nuestro país desde 1997. Ávila, Almagro, Cuenca, Toledo, Ciudad Real, Barcelona y Cartagena han sido las citas anteriores. Y esta vez no se trata sólo de
neurocientíficos, sino que contamos con matemáticos, físicos, economistas y biólogos, entre otros expertos.... Todos analizando los llamados "fenómenos no lineales", como la propagación de un virus en Internet, la frecuencia y los porqués de las crisis económicas, la formación y evolución de un huracán o la adopción de comportamientos colectivos de relaciones sociales... Qué interesante... ¿Por qué habrá tan poca difusión en general e información en particular sobre los resultados de estos congresos si resulta que según portavoces de la cita de Zaragoza "en España existe un gran potencial" para trabajar en este campo y hay de hecho "numerosos grupos de investigación" aplicados con "asuntos parecidos"?






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