Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 14 de diciembre de 2018

Un tigre con Photoshop

Si alguien piensa que el nivel del Periodismo actual deja bastante que desear, que vaya atándose los machos ante el que viene. Cada vez tenemos más gente joven (y no tan joven, en realidad, pero los mayores saldrán antes del mercado laboral por pura ley de vida) en los medios de comunicación que confunde información con opinión, se cree que una investigación periodística pasa por meter el dedo en el ojo y se arroga el derecho de "orientar" a su audiencia sobre lo que debería pensar respecto a cualquier tema, en lugar de limitarse a mostrar los hechos tal cual éstos son y que la audiencia opine lo que quiera. Ojo, no son todos los jóvenes, porque también conozco a unos cuantos que verdaderamente llevan la profesión en la sangre y se están esforzando por honrarla, pero sí un elevado porcentaje de ellos. Hablo con conocimiento de causa: llevo más de veinticinco años ocupándome directamente de la formación de becarios de Periodismo en distintos puestos por los que he pasado (no sé por qué me han destinado tantas veces a esa labor porque nunca la he pedido..., aunque quizá sea justo por eso). 

En todo este tiempo me he esforzado en tratar de inculcarles el sentido de responsabilidad por cada una de las líneas que escriban y la necesidad de ser honestos (ya que es imposible ser objetivos, la necesidad también de tender hacia la objetividad) cuando uno se ocupa de información pura y dura (lo que hay en esta bitácora, supongo que está bien a la vista, tiene que ver más con la opinión personal que con la información). Y es que el único privilegio del periodista (y no es pequeño) pasa por ser testigo y representante de la sociedad allá donde la propia sociedad no llega o no le dejan llegar, para luego contarle lo que ha visto. No para indicarle lo que debe hacer en función de lo que ha visto (para inclinarla hacia su ideología personal) ni para creerse que en lugar de testigo es, él mismo, el protagonista (conozco periodistas que se creen ministros, presidentes de corporaciones y hasta parte de la familia real, porque trabajan para esas instituciones, cuando nunca han sido nada más -y nada menos- que periodistas).

Ejemplos hay muchos, pero uno especialmente cegador por lo llamativo es lo que ha ocurrido con el "pelotazo electoral" del partido VOX en las elecciones andaluzas. Sentí bastante vergüenza ajena al escuchar a los "analistas" de tantos medios de comunicación sorprendiéndose después de conocerlo, ante un resultado que no tiene nada de sorprendente... Porque cualquiera que haya seguido mínimamente de cerca la campaña electoral andaluza estaba avisado de ello. Por ejemplo, no había más que comparar la asistencia a los mítines de unos y otros partidos. O percatarse del volumen de informaciones publicadas sobre la corrupción relacionada con los ERE de la Junta de Andalucía (muchísimo peor, tanto en cantidad de dinero escamoteado como en el lugar de donde fueron robados los fondos, que todos los casos juntos de corrupción achacados al antiguo gobierno del Partido Popular) y los escándalos de cargos autonómicos con droga y puticlubs, al más puro estilo gangsteril. Eso, por no mencionar el efecto en Andalucía de los destrozos que a nivel nacional el elefante socialista está causando en la cacharrería española desde que tomó el poder por la puerta de atrás (algo que le gusta mucho a ciertos individuos de trayectoria francamente detestable como el amigo George Soros, para cuyas organizaciones trabajó en su día el actual presidente del gobierno y a quien por cierto recibió sin tapujos en el Palacio de la Moncloa al poco de aposentarse allí).

Con VOX ha sucedido exactamente lo mismo que con Alternative für Deutschland en Alemania o con Donald Trump en Estados Unidos. En los tres casos fue fácil predecir su ascenso electoral, sin necesidad de ser politólogo. Particularmente, no soy especialista en política pero seguí sus respectivas evoluciones por curiosidad y no me equivoqué a la hora de prever su progresión, porque el apoyo que recabaron se produjo a cara descubierta, sin cábalas raras, sin movimientos extraños, siempre a la vista de todo el mundo..., menos de los periodistas que se dejaron dominar en cada país por su ideología personal para teñir la realidad y pensar que así se transformaría a su gusto. Pero aunque tomes una foto a un tigre de Bengala y lo conviertas en un dulce gatito gracias al Photoshop el tigre sigue siendo tal y si te acercas a él te dará unos cuantos zarpazos y después te devorará.

Aún más patética que la "sorpresa" por los resultados fue la inmediata descalificación de los mismos "analistas de prestigio" de un partido político al que han tachado de extrema derecha, racista, xenófobo, machista, homófobo, anticonstitucionalista y antieuropeísta. El pack completo de descalificación incluye todo tipo de insultos, los mismos que no se han dedicado a otros partidos políticos que sí padecen ese tipo de actitudes constantemente (VOX acaba de llegar y habrá que ver lo que hace) y sobre los que no se dice nada. El gobierno de Pedro Sánchez (del que no hace falta explicar gran cosa porque él se autodestruye día a día con su narcisismo espantoso y su política de insistir en que sale el sol y hace un día magnífico cuando todos vemos que es de noche y está lloviendo) está hoy de pie apoyándose en independentistas catalanes y vascos, en cuyas filas hay antiguos asesinos terroristas (sí, yo me acuerdo, no hace tantos años de eso, de cuando salías a la calle con miedo por si te "tocaba" verte envuelto en un atentado, en la época en que llegó a haberlos casi a diario; ésa que nos dicen que hay que olvidar para siempre, mientras a cambio nos dan la lata todos los días con Franco) que hoy van de luchadores democráticos, que aspiran a destruir lo que queda de España dinamitando la actual Constitución (que tiene muchos, muchísimos puntos que arreglar pero que, hay que reconocerlo, ha permitido a nuestro país vivir un período de pacificación extraordinariamente raro en su Historia, plagada de guerras civiles e internacionales) y que aspiran a conservar medios feudales de controlar económicamente a la población (como los fueros vascos y navarros, contra los que Europa ha alertado ya a España en varias ocasiones por la discriminación que suponen para el resto de españoles). Ese gobierno también se apoya en hipócritas de ultraizquierda que dicen defender a la mujer mientras en chats privados fantasean con azotarlas hasta sangrar, que se definen como parte del pueblo más necesitado cuando viven en chalets de lujo o en pisos de barrios de referencia y que claman contra la pobreza cuando ganan más dinero en un año por opinar sobre lo primero que se les viene a la cabeza que lo que ingresa una familia de trabajadores reales -él y ella, y a veces alguno de sus hijos mayores-.

Un amigo me pasó hace unos días un texto que comparaba a tres partidos políticos (dos españoles, VOX y Podemos, y uno francés, el Frente Nacional ahora rebautizado como Agrupación Nacional, de Marine Le Pen) a tenor de lo que propone cada uno de ellos en sus respectivos programas electorales y sus idearios como formaciones políticas. Un test que arroja resultados muy curiosos. Entre otros puntos, se planteaban los siguientes:  ¿Están a favor de subir los impuestos?  En los programas de Le Pen y de Podemos, sí; en el de VOX, no. ¿Quieren suprimir la actual Constitución y abrir un "proceso constituyente" (eso que los horteras llaman "un tiempo nuevo", porque todos los horteras quieren pasar a la Historia de un modo u otro)? Le Pen (en Francia) y Podemos (en España) sí; VOX, no. ¿Quieren controlar los medios de comunicación? Le Pen y Podemos, sí; VOX, no. ¿Justifican la violencia y la subversión callejera como medio de cambio social (aquello de "cómo no lo gano con votos en las urnas lo gano con bofetadas en la calle")? Le Pen y Podemos, sí; VOX, no. ¿Tienen candidatos "interraciales" en el patido? Le Pen y Podemos, no; VOX, sí. ¿Sus seguidores emplean simbología y estética ultras? Los de Le Pen (de carácter derechista) y Podemos (de carácter comunista y anarquista), sí; los de VOX, no (aunque para algunos "periodistas" lucir la bandera española equivale a ser un ultra). 

Tras examinar con un poco de objetividad la situación, uno llega rápidamente a la explicación de por qué VOX ha explotado en Andalucía y por qué ahora lo hará en las siguientes elecciones, incluidas las generales, pese a las encuestas oficiales del gobierno que siguen pronosticando el ascenso en votos del PSOE y la ausencia absoluta de VOX en el dibujo del arco parlamentario final donde, según los cálculos del actual CIS, no obtendrán ni un solo diputado. A la espera, pues, de llevarnos otra "sorpresa" en unos meses más, lo que está sucediendo es extremadamente simple: un número creciente de ciudadanos españoles están hasta la coronilla de que les tomen el pelo. Están hartos de que les estafen unos políticos que se dicen socialistas pero que están especializados en "socializar" los recursos sólo entre familiares y amigos y a los que no les importa destruir el país y enfrentar a la gente entre sí, con tal de mantenerse en el poder. Están hartos de que les estafen unos políticos que se dicen de derechas pero que practican unas políticas económicas, sociales y de corruptelas muy similares a las de los socialistas. Están hartos de que les estafen unos políticos que se dicen comunistas y antisistema cuya única ambición real es llegar a vivir a cuerpo de rey a costa del sistema al que tanto critican. Están hartos incluso de unos partidos minúsculos (éstos sí, de extrema derecha) para los que el futuro se escribe con la misma letra que se escribía Franco, pese a que éste se murió (¡Atención todo el mundo, a derecha e izquierda: Franco ya se murió!) hace 43 años, nada menos. Muchos de esos españoles hartos votaron en su día a Podemos, engañados por la falsa promesa de que "no somos de izquierdas ni de derechas, somos los de abajo contra los de arriba" y ahora, decepcionados, lo han hecho, y lo volverán a hacer, a VOX.

(Y no, no soy de VOX, no los he votado nunca. No me caen ni bien, ni mal. Analizo la evolución de este partido como la de los demás. Como lo hago con la política internacional o con otras cosas que pasan, aunque en este caso no necesito la ayuda de Mac Namara... Pero el solo hecho de que tenga que escribir estas palabras de justificación demuestra hasta qué punto nuestra sociedad contemporánea se está convirtiendo rápidamente en una tiranía, cada vez más lejos de la democracia y la libre expresión.)

Hay algo peor, en el Periodismo del futuro, que la manipulación ideológica para intentar que la sociedad piense como uno quiere que piense (la verdad es que ni siquiera los periodistas más ideológicamente definidos son líderes de opinión reales, sino muñecos a sueldo de quien les ha iniciado en esa ideología) y es la ignorancia. Esto sí que es preocupante, porque el nivel de ignorancia y la falta de cultura general entre los jóvenes actuales (entre la inmensa mayoría de ellos, no sólo los que estudian o quieren dedicarse al Periodismo) son pavorosos. Es el fruto podrido y obvio de una serie de leyes educativas, a cual peor, impuestas sucesivamente por el PSOE y el PP durante sus respectivas etapas de gobierno desde los años 80' para acá, que han descapitalizado culturalmente a la sociedad española hasta convertir a muchas personas en simples borregos con conocimientos limitados que son fáciles de movilizar con los adecuados instrumentos de ingeniería social.

Un ejemplo: una de esas personas a las que he tutelado en su empeño por dedicarse a esta profesión tenía que elaborar una noticia sobre unos premios internacionales. Al revisársela, descubrí que sólo dos de los premiados tenían asignada la nacionalidad y le indiqué que buscara la del tercero, para incluirla en la información. Recuerdo que le comenté: "Por el nombre, este premiado debe ser holandés pero compruébalo", ya que tenía unos apellidos de sabor flamenco. Al cabo de un rato me dijo: "Lo he buscado en Google, pero debe estar mal porque me dice que es sudafricano y no es negro: es un hombre blanco, rubio y de ojos azules". Claro, un boer, pensé yo. O, mejor dicho, un descendiente de boers. Pero entonces me fijé en lo de "debe estar mal porque me dice que es sudafricano y no es negro". Y le pregunté a esta persona: "¿Qué sabes de Sudáfrica?" Me contestó: "Es un país que está en el sur del continente, un país de negros que sufrieron mucho por el 'apartheid', y el presidente es Nelson Mandela. O era, no sé". Ésta es la respuesta de una persona que ha terminado la carrera de Periodismo y el Máster correspondiente. Que mañana seguramente esté informando en alguna parte.

Pensé en explicarle unas cuantas cosas a esta persona. Por ejemplo, que Sudáfrica es una creación europea. De colonos holandeses y también alemanes y franceses, y posteriormente británicos, que convirtieron unos territorios despoblados, en cuyas fronteras apenas vivían algunas tribus de xhosas y zulúes (emigrados allí desde otras zonas de África), en la nación más rica de todo el continente. Pensé hablarle de cómo la Compañía Holandesa de las indias Orientales fundó lo que hoy es Ciudad del Cabo durante el siglo XVII, aunque antes que ellos fueron los portugueses los primeros en llegar al Cabo de las Tormentas que el monarca luso cambió después de nombre por Cabo de Buena Esperanza, por la promesa de riquezas que esperaba obtener con el comercio con los lejanos territorios del Este, en Asia. Y de cómo el Imperio Británico le mojó la oreja a portugueses y holandeses, desatando incluso la llamada guerra de los boers (fueron dos guerras, en realidad) porque ambicionaba quedarse con ese importante puerto para controlar el comercio y porque quería también el oro y los diamantes que se descubrieron allí. Por cierto, que los ingleses crearon en Sudáfrica los primeros campos de concentración de la historia para encerrar a familias enteras de boers (cuyas casas y tierras quemaron de forma brutal) en condiciones infrahumanas, peores incluso que algunos famosos campos de este estilo durante la Segunda Guerra Mundial. Pero nadie hace películas ni escribe libros sobre eso.

Pensé que también podría hablarle también del apartheid, la palabra más famosa del idioma afrikaner, que significa "separación" y que instituyó en Sudáfrica el mismo régimen de vida basado en el segregacionismo racial que de hecho habían impuesto británicos y holandeses en otros países donde fundaron colonias. Por ejemplo, en Estados Unidos donde hubo que esperar hasta 1957 para que los primeros 9 estudiantes negros pudieran entrar en una escuela secundaria en Little Rock, Arkansas. Y donde el acceso a la universidad para esta raza llegó algo después (por cierto, el mismo Estados Unidos donde se cometió probablemente el mayor genocidio de la Historia conocida contra los pueblos indios). El apartheid sudafricano era un detestable sistema de segregación que convertía a los negros en personas de segunda clase, sin derecho a votar ni a viajar libremente, sin posibilidad de ganar lo mismo que un blanco por el mismo trabajo, sin permiso para estudiar en las mismas zonas que los colegios blancos, etc. Hasta 1994, ayer mismo, no hubo elecciones de verdad democráticas en Sudáfrica, en las que Nelson Mandela fue elegido presidente por mayoría absoluta en representación del CNA, partido que se ha apoderado de la poltrona y no lo ha abandonado desde entonces.

Claro que también habría que añadir que a pesar de que han transcurrido ya nada menos que 24 años desde el fin del apartheid contra los negros, el país no ha logrado remontar las tensiones raciales y económicas. Los niveles de violencia, crimen y violaciones han sido en los últimos años superiores incluso a la época de dominio blanco. ¡Algunas cifras oficiales hablan de 50.000 homicidios por año! Es, además el país del mundo con mayor número de afectados por sida (nada extraño teniendo en cuenta que su expresidente Jacob Zuma decía alegremente que él podía tener relaciones sin problemas con mujeres seropositivas porque cuando terminaba se duchaba y eso arreglaba el problema). Y la reforma agraria que pretende basarse en la devolución de supuestas tierras arrebatadas a los negros en la época colonial olvida que muchas de esas tierras no eran de nadie cuando los colonos boers llegaron allí. Mucho menos, de los negros actuales, descendientes en buena parte de etnias foráneas, ajenas a la xhosa y zulú (que recordamos fueron tan emigrantes allí como los holandeses, franceses y británicos), cuyos ancestros emigraron hacia Sudáfrica precisamente porque a pesar del segregacionismo blanco tenían mejores oportunidades para salir adelante que en sus tierras originales. La "impaciencia" por esa devolución ha llevado en los últimos años a la comisión de crímenes verdaderamente horrorosos contra granjeros blancos (hombres, mujeres y niños: he visto fotos infernales pero no voy a reproducir ninguna de ellas aquí, aunque se pueden encontrar con cierta facilidad en las redes sociales). La policía sudafricana reconocía el asesinato de 74 personas en granjas de blancos sólo entre abril de 2016 y marzo de 2017, por 58 el año anterior en la misma etapa. A ello hay que sumar cientos de denuncias de ataques a esas granjas. Tal y como van las cosas, el miedo es que pase lo mismo que en Zimbabue, el país vecino donde se expropió sin más las tierras a los blancos y se le entregó a negros sin suficiente preparación, lo que derivó en una agricultura mal gestionada y, al final, una hambruna colosal. 

Los crímenes contra los granjeros blancos y las últimas leyes impuestas desde Johannesburgo que promueven un apartheid contra los blancos, por ejemplo prohibiendo que puedan tener un puesto de trabajo si hay un negro que se presenta al mismo empleo, ha generado una silenciosa ola migratoria de la que absolutamente nadie habla en ningún medio de comunicación. Según algunos estudios, desde 1994 hasta hoy se calcula que cerca de un millón de blancos (en torno al 16 % de la población total de blancos) ha abandonado el país. Y teniendo en cuenta que son menos del 10 % parece cuestión de (poco) tiempo que el país termine completamente oscurecido.

Respecto a Nelson Mandela, es uno de esos personajes idealizados hasta la náusea por intereses no siempre bien explicados y él mismo declaró en alguna ocasión, cuando permanecía en prisión, que una de sus mayores preocupaciones era "la falsa imagen" que proyectaban de él al mundo exterior porque "me consideran un santo que nunca he sido, incluso aunque definas a un santo como un pecador que continúa intentándolo". Recordemos que hablamos del hombre que formó parte del comité central del Partido Comunista Sudafricano, que dirigió el grupo terrorista Umkhonto we Sizwe (Lanza de la Nación) que dejó su propio rastro de muertos -niños incluidos- en sucesivos atentados y que dio el visto bueno al necklacing: la salvaje práctica de colocar un collar de neumáticos ardiendo en torno a los miembros del CNA que eran considerados como traidores o confidentes. Ese hombre cuyo coraje se ensalza por sus críticas al dictador nigeriano Sani Abacha pero que guardó un pudoroso silencio respecto a otros regímenes dictatoriales e incluso hacia la deriva corrupta de sus sucesores en el propio gobierno sudafricano. Y que mantuvo relaciones personales con multimillonarios de diverso pelaje que le beneficiaron personalmente, aunque él decía que "sé ordeñar a los hombres de negocios para las buenas causas". Ya he hablado de él más en profundidad en otra entrada de este blog.

Pensé en hablarle sobre ésta y sobre otras cosas relacionadas con Sudáfrica a esta persona recién llegada al Periodismo porque, por mucho que le moleste a los abanderados de lo políticamente correcto, nadie es del todo bueno y nadie es del todo malo. Hay muchas escalas de grises, más allá del blanco y el negro. Y una de las mejores cosas de esta profesión es que te permite llegar mucho más lejos en el conocimiento de las cosas y de las gentes.

Pero mi aprendiz de periodista estaba sólo interesado en sí podría librar durante el próximo puente para irse de fiesta un fin de semana largo.








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