Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 16 de abril de 2010

Mire aquí fijamente...

A mediados de diciembre del año pasado se organizó un seminario en Madrid a cargo del italiano Stefano Benemeglio, presidente de la Academia Internacional de las Disciplinas Analógicas con el objetivo de presentar en España las bases de la bautizada como Psicología Analógica incluyendo la Hipnosis Dinámica. El objetivo, según esta academia, pasa por establecer una comunicación no verbal con el inconsciente para resolver problemas graves o cotidianos, y mejorar así la calidad de vida. El objetivo es loable, pero el medio no parece el más adecuado.

En el Colegio Oficial de Médicos de Madrid, Benemeglio aseguró que recurrir a la hipnosis se ha convertido en los últimos tiempos ya en "una verdadera moda en España". Se usa para muchas cosas: intentar mejorar el aspecto físico, tener una vida sexual más satisfactoria, mejorar en la vida laboral e incluso para recuperar la pareja perdida. De hecho y según sus estadísticas, 4 de cada 10 españoles que echan mano de la hipnosis lo hacen para resolver problemas emotivos, otros 4 para enfrentar problemas de su vida cotidiana y los 2 que quedan para, afirma, "llenar vacíos existenciales" (será para ocupar su tiempo libre o algo así). Uno de los objetivos más solicitados es dejar de fumar: un 23 por ciento de los que recurren a la hipnosis reconocen carecer de fuerza de voluntad suficiente para conseguirlo en solitario. Según el método de la Psicología Analógica, el 80 por ciento de los que se someten a un máximo de diez sesiones, logran el éxito.

La Hipnosis Dinámica (o regresiva) no es de todas formas novedosa. Se trata de que el paciente regrese a su pasado para identificar las causas del malestar que le aqueja y así poder ayudar a resolver su trauma pues "es el mismo paciente quien facilita las claves e indica el acontecimento traumático que provoca el sufrimiento". Quizá lo más llamativo sea que, en lugar de emplear sugestiones verbales, utiliza gestos, signos o sonidos para comunicar con la parte interior, pero también ha habido practicantes de hipnosis tiempo atrás que hacían esto mismo (sobre todo en la Antigüedad y en ciertos centros ceremoniales con carácter internacional, puesto que era una forma rápida de actuar sobre la persona sin necesidad de conocer su lengua).

Es cierto que el interés por la hipnosis en España ha crecido en los últimos tiempos (conozco algún caso concreto de cursos que se están impartiendo a todo tipo de personas), aunque no sé si tanto como en Italia, donde según un estudio promovido por la Academia de Benemeglio y elaborado por el Centro Italiano de Estudios Políticos, Económicos y Sociales, en los últimos 6 meses de 2009 se incrementó en un 108 por ciento el número de personas que recurren a la hipnosis de manera habitual. Este informe asegura que ahora son ya ocho millones de italianos los que lo hacen.

Y bien, nadie duda de la utilidad de la hipnosis para bucear en la psique pero, como sucede con todas las herramientas que manejan la parte más sensible y frágil del ser humano (su mente), se olvida enseguida los graves riesgos que conlleva el manipulara sin la experiencia y sobre todo sin la limpieza de intenciones que precisa el manejo de este arte. Como dice la Primera Ley: Todo es mente, el universo en mental.

De hecho, más de una vez me he preguntado como usaría yo la hipnosis si tuviera la posibilidad de emplearla como por ejemplo se ve entre los jedis de La Guerra de las Galaxias: llega el jedi a un sitio y el portero le dice que no se pasa; entonces el jedi le mira fijamente y dice que él sí que puede pasar y el portero se apresura a franquearle el paso... Si yo tuviera esa habilidad (que por cierto la tendré, pero me parece que se aprende en Cuarto de la carrera de Dios, así que aún me queda...) ¿qué haría con ella? Veamos, ¿le diría al camarero de la marisquería que me ha servido una cena por valor de mil euros que ya le he pagado y él me perdonaría la cuenta? ¿Me pasaría por casa de Claudia Schiffer y le diría que soy su amadísimo marido y ya nos podemos imaginar que no nos pasaríamos la tarde jugando al parchís? ¿Me dirigiría al país a través de un programa de telebasura -al que habría accedido hipnotizando a su presentador- y desde allí en hora de máxima audiencia convencería a todo el mundo para que me nombraran no simple presidente del gobierno sino nuevo dictador vitalicio y por supuesto saldría ya en hombros del plató?

La tentación, la maldita tentación del poder personal ("póstrate ante mí y te daré el dominio del mundo entero..."). ¿Cuál será la motivación oculta de todos aquéllos que se interesan por aprender y practicar hipnosis? En principio, no dudo de las buenas intenciones de médicos y psicólogos como es el caso de Benemeglio y tantos otros que la emplean para curar todo tipo de fobias hoy día, pero la vida me ha enseñado a ser muy desconfiado.

Por lo demás, la hipnosis demuestra una falta alarmante de control sobre la propia vida. Que uno no sea capaz de asumir la responsabilidad de sí mismo y de hacer algo que le beneficia además (como dejar de fumar o ponerse a adelgazar) y decida someterse a las órdenes de otra persona, obedecerlas como si fuera su superior, para poder materializar sus propósitos no deja de ser patético. Sobre todo teniendo en cuenta cómo se nos llena la boca en estos tiempos con palabras y conceptos como el de la libertad: ésa que se supone exist
e hoy más que nunca cuando es justo al contrario (el esclavo que se cree libre es el que más cargado de cadenas malvive).

Y aún más. Resulta paradójico preocuparse por si uno puede aprender a hipnotizar y deshipnotizar a otra persona cuando la sociedad entera, el planeta entero vive sumido en un estado de duermevela y de semiconciencia asombroso, sin percatarse de lo que está sucediendo realmente. Cuánta gente vemos cada día actuando como si fueran "en piloto automático" con la mirada perdida, sus pensamientos en
otro sitio y sin darse cuenta de lo que les está pasando. Cuántas cosas importantes se nos van de la cabeza, cuántas oportunidades perdemos, cuántos accidentes sufrimos, cuántos malos ratos lamentamos..., todo porque nuestro estado de vigilia habitual es verdaderamente penoso. Cuántas cosas compramos que no necesitamos, cuántas ideas defendemos que no nos importan, cuántos prejuicios expresamos sobre cosas acerca de las cuales nada sabemos en el fondo..., todas injertadas desde fuera precisamente porque nuestro nivel de conciencia es sonambúlico, como si fuera una portería de fútbol sin portero, y así no es raro que nos cuelen todos los goles. Tampoco resulta extraño que las películas y los libros de zombies se hayan puesto de moda, teniendo en cuenta que vivimos en medio de una auténtica sociedad zombie. El filósofo chileno Darío Salas bajo su seudónimo de John Baines ha tratado magistralmente este tema en varios de sus libros y especialmente en Hipsoconciencia y en El desarrollo del Mundo Interno.

Los hipnotizados que querían aprender hipnosis..., parece el título de una de esas novelillas pulp del siglo pasado.

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