Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 12 de octubre de 2018

El Valle de los Caídos

Por razones que ahora no vienen al caso pero que no son en absoluto las que podría imaginar cualquiera que pasara accidentalmente por esta bitácora, hace unas semanas tuve la oportunidad de pernoctar en la hospedería del Valle de los Caídos un par de días. Una habitación austera, una cocina igual de austera y un entorno natural fabuloso, por lo feraz y por lo tranquilo. Hay una energía muy especial en toda esa zona de la sierra de Madrid y con un poco de atención es fácil de captar. Si uno se detiene en medio del bosque, cierra los ojos y despierta su atención profunda, casi puede tocar las vibraciones que palpitan alrededor, como si estuviera sentado sobre un animal gigantesco que respirara con suavidad, indiferente a cualquier amenaza porque conoce su propia y colosal fuerza y en consecuencia no teme a nada. No en vano fue elegido precisamente este sitio para la construcción de este impresionante monumento, cuya gigantesca cruz está en línea con el colosal (y misterioso) monasterio de El Escorial, previo paso por el monte Abantos, que era ya sagrado en la época de los celtas.

En cierta ocasión, alguien que posee ciertos conocimientos, digamos, extraordinarios me explicó, haciendo referencia a este lugar, que las históricas tensiones políticas entre Madrid y Barcelona en el fondo tenían mucho que ver con las energías acumuladas en esta zona de la sierra madrileña y las contenidas en el famoso macizo de Montserrat. En opinión de esta persona, ambos son los dos puntos más potentes de toda la península ibérica en lo que se refiere a las energías telúricas acumuladas y por eso las dos ciudades más grandes de España están condenadas a andar a la gresca per saecula saeculorum, ya que buscan imponerse una a la otra, desde un plano que está más allá de lo simplemente material. El hecho de que Madrid domine el panorama parece sugerir que esa fuerza extraordinaria sería mucho mayor aquí que en Cataluña. Esta misma persona me comentaba, con cierto grado de jocosidad, que "si la capital del reino fuera trasladada un día a Barcelona, no tengas duda de que el independentismo catalán se disolvería en un tiempo increíblemente corto, pero a continuación comenzaría la rebelión contra el Estado..., desde Madrid".

(A este respecto, guardo un cariñoso recuerdo de uno de los relatos que más me he divertido escribiendo, El derbi, que fue publicado en la antología de Minotauro Franco, una historia alternativa. Allí compartí páginas con auténticos gigantes del género fantástico en español como Juan Miguel Aguilera, Javier Negrete y Rafael Marín, entre otros, coordinados todos por el gran Julián Díez. El leit motiv de la antología era, como indica el título, la creación de un puñado de ucronías sobre cualquier momento de los famosos "cuarenta años", aunque en realidad fueron menos, pero en este país nos gusta redondear los aniversarios. Escribí El derbi -que, por cierto, tuvo una buena acogida entre los críticos, excepto uno que se tomaba a sí mismo demasiado en serio- un tanto molesto conmigo mismo por no haber sido capaz de crear otro de los cuentos allí publicados: el genial Ñ de David Soriano, que es una de las narraciones ajenas que más me han gustado de las que he leído en toda mi vida..., y he leído unas cuantas. Su argumento es magnífico: partiendo de la base ucrónica de que en la Edad Media fue Cataluña y no Castilla la que triunfó como principal reino español y terminó construyendo el Estado moderno, resulta ser Lérida y no Madrid la capital de España en el siglo XX. Aparte de esta "pequeña variación", el resto de la Historia es similar, guerra civil de 1936/1939 incluida. El cuento relata la transición española durante los años setenta pero con un dictador de origen catalán -en lugar de gallego- que acaba de morir tras gobernar los casi cuarenta años de rigor y un nacionalismo castellano rampante que reclama sus derechos históricos -y su propia lengua: el castellano, porque en toda España el idioma "español" es el catalán- desde la "nacionalista" ciudad de Valladolid a donde acaba de regresar el exiliado expresidente castellano equivalente al Josep Tarradellas real.) 

Mezclar energías telúricas con política suena, aparentemente, raro pero los actuales partidos políticos españoles, con su máscara de racionalidad y seriedad -corrupción incluida-, esconden a muchos personajes -y muchos de ellos, muy conocidos: de ésos que vemos en la televisión a todas horas- cuyas actividades privadas sorprenderían a los ingenuos ciudadanos contemporáneos presos del materialismo y el consumismo, que están convencidos de que cosas como la brujería, el satanismo, los hechizos y otros conceptos similares no sólo son supercherías sino que pertenecen al pasado. En realidad, esos elementos nunca han dejado de existir. Hay multitud de ejemplos a lo largo de la Historia aunque, irónicamente, muchos de los que están dispuestos a creer cualquier teoría conspiranoica -especialmente las más irracionales- siempre que suceda en Estados Unidos, Alemania o Inglaterra luego son reacios a pensar que en España también puede ocurrir algo parecido. Pero lo cierto es que ocurre. 

Por poner un ejemplo, ahí tenemos el magnicidio en 1870 del general Juan Prim, del que siempre se nos dijo que había muerto tras el tiroteo de unos republicanos resentidos: las heridas que le produjeron no fueron mortales, pero causaron una infección que a la postre acabó con su vida. Sin embargo, en 2012 una comisión científica (cuyos resultados dieron forma al libro publicado dos años después, Matar a Prim, escrito por Francisco Pérez Abellán) concluyó que en realidad el entonces presidente del gobierno español había sido estrangulado, mientras se le dejaba desangrarse. Además, el libro de Pérez Abellán desvelaba la implicación en todo el suceso de algunos miembros de cierta "discreta sociedad" de la que el propio Prim también formaba parte. Alguien con poder debió asustarse ante "la polémica creada" porque inmediatamente se formó otra comisión de investigación que llegó a conclusiones radicalmente diferentes, confirmando la versión oficial. Luego, se echó tierra sobre todo este fascinante asunto, a pesar de que según el propio Pérez Abellán, podría rastrearse un muy interesante "hilo conductor" entre éste y los magnicidios posteriores de Cánovas del Castillo (1897), José Canalejas (1912), Eduardo Dato (1921) y Carrero Blanco (1973). Sí, cinco jefes de gobierno fueron asesinados en España en cien años. ¿No es un tema interesante y bien conspiranoico para escribir una investigación a fondo? Sobre todo, cuando es evidente que la inmensa mayoría de españoles -sobre todo, las generaciones más jóvenes- ni los recuerda ni sabe cómo murieron.

Volviendo a la hospedería del Valle de los Caídos, no fue iniciativa mía pasar la noche allí. Lo cierto es que hasta entonces ni siquiera era consciente de la existencia de la susodicha hospedería, que se encuentra en la parte de atrás de la fachada más conocida de este curioso lugar: la basílica. Ésta sí la había visitado en alguna ocasión, años atrás, picado por la curiosidad histórica y por el morbo político y periodístico que sin duda alberga el lugar, por contener las tumbas de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera. Tampoco deja de ser irónico que los restos de ambos reposen allí, teniendo en cuenta la historia particular de cada uno de ellos, incluyendo su mutua animadversión y las sospechas de que Franco no hizo todo lo que pudo haber hecho para evitar el brutal asesinato (una condena a muerte por fusilamiento se convirtió en un auténtico "tiro al pato" con decenas de balas acribillándole a pocos metros de distancia, entre las burlas y los vítores de los asistentes) de José Antonio a manos de los milicianos republicanos en la cárcel de Alicante. Para el "Generalísimo", el fundador de Falange Española tenía mucho más valor como "mártir de la causa" que como incómodo aliado y rival por el liderazgo político. Quizá por eso sus lápidas están enfrentadas, cada una a un lado distinto del altar central de la basílica.

Así que, estando en la hospedería, surgió la posibilidad de visitar la basílica pero acompañado por alguien que la conoce muy bien, Pablo Linares, el presidente de la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos. Fue muy interesante ir desmontando uno por uno los embustes que estos días campan a sus anchas por las redes sociales y aún por algunos medios de comunicación que dicen ser serios pero son manifiestamente incapaces de contrastar las informaciones que no cuadran con la ideología, no ya del medio, sino de los dizque periodistas que trabajan en ellos y que han renunciado al código ético profesional que exige honestidad a la hora de separar la información de la opinión. Veamos algunas de ellas. La mentira se señala entre comillas y en cursiva, la realidad va después.

"Se construyó para conmemorar la victoria de los franquistas." No, fue desde un principio concebido como un inmenso recordatorio de la tragedia que supuso la guerra civil de 1936/1939 y como un símbolo de reconciliación. Por eso fueron enterrados allí tanto caídos del bando franquista como del bando republicano: más de 33.000 personas en total (un 58 % de las cuales murieron en las filas franquistas y el otro 42 %, en las republicanas). Dentro de la basílica se encuentran varias alegorías de ese carácter de apaciguamiento. Por ejemplo, todos los ángeles con espadas mantienen ésta con la punta hacia abajo, en señal de fuerza bajo control, no de invitación a la guerra ("¿Y por qué tiene que haber ángeles con espadas en un sitio de reconciliación?", pregunta el ignorante de turno, olvidándose ya de que es un monumento para recordar una guerra). Un símbolo especialmente potente es el que encontramos en el pasillo que va a dar al altar mayor, donde existen seis figuras encapuchadas en dos grupos de tres, uno frente al otro, aunque ninguno de los dos está en un plano superior. Incluyo una imagen de uno de los dos grupos. Representan a los ejércitos de tierra, mar y aire de ambos bandos, las figuras son gemelas e indistinguibles (respecto a las que están enfrente de cada una), de manera que es imposible saber cuáles representan a unos y cuáles a otros. Se reconoce así el valor de los que lucharon y murieron en los dos bandos, no sólo en uno.

"Murieron unas 20.000 personas en su construcción y la mayoría de ellos eran presos políticos, obligados a trabajar de sol a sol como esclavos." No, es una opinión más falsa que un billete de seis euros partiendo de la base de que, durante la construcción del monumento (entre 1940 y 1958), trabajaron unas 6.000 personas en total. El número real de fallecidos, todos por accidentes de trabajo, es incierto pero en todo caso inferior a 20 (a alguien se le debió ocurrir que poner un "1.000" detrás de "20" hinchaba de manera conveniente el número de fallecidos laborales). Respecto a los presos republicanos, el número real de los que participaron fue de unos 2.000, y sólo durante los 7 primeros años. Y no eran presos "políticos": todos ellos tenían delitos de sangre (es decir, habían asesinado a una o más personas durante la guerra civil). Pero lo más grande (y ahora es cuando le estalla la cabeza a más de un lector ocasional del blog) es que todos ellos se presentaron voluntarios, por una muy buena razón: trabajar allí les permitía reducir su condena en una proporción que llegó a ser de 6 días de prisión por 1 de trabajo. No sólo eso, sino que cobraban lo mismo que los trabajadores libres y podían tener a sus familias alojadas en los poblados construidos dentro del valle, que todavía se conservan. Lo cierto es que muchos de los presos continuaron trabajando allí una vez redimidas sus condenas, por las buenas condiciones laborales. Hay un libro esclarecedor sobre todo esto. Lo escribió Alberto Bárcena Pérez y se titula Los presos del Valle de los Caídos. Surgió de su documentadísima tesis doctoral, sobre la que trabajó con miles de actas oficiales durante más de siete años. Es el estudio más completo que existe al respecto pero..., no he visto a Bárcena invitado en ninguno de los programas de televisión que regularmente se organizan sobre esta polémica.

* "Es un mausoleo de Franco."  Ésta es una de las mayores estupideces, y de las más repetidas, porque Franco jamás dio orden de ser enterrado allí. De hecho, se sabe que su familia tiene desde 1969 una cripta en un panteón propio ubicado en el cementerio de Mingorrubio, en El Pardo a unos 50 kilómetros del Valle de los Caídos, y donde de hecho está enterrada Carmen Polo, su viuda, desde 1988. Franco está sepultado en la basílica porque así lo decidió el rey Juan Carlos I, de acuerdo con el gobierno que entonces presidía Carlos Arias Navarro y con el apoyo pleno del Ayuntamiento de Madrid, a los tres días de su fallecimiento. Su propia hija confesó que ella misma se enteró de que iba a ser enterrado allí el día antes de que lo cubrieran con la lápida, porque en familia siempre se habló de la cripta del Pardo como el lugar idóneo.

* "El gobierno de Pedro Sánchez lo exhumará a la fuerza." No puede, por muchas proposiciones que su grupo apruebe en el Congreso de los Diputados o por muchos decretos que quiera imponer su gobierno..., si no se salta la ley a la torera, en cuyo caso estaríamos ante una profanación de tumba pura y dura. Y no puede, porque legalmente la autorización para la exhumación depende de la familia y del prior, ya que la autoridad sobre la basílica no es de Patrimonio Nacional sino de la Iglesia. Mientras la familia y el prior no lo autoricen, nadie puede desenterrar a nadie en el Valle de los Caídos. Además, uno de los principales argumentos jurídicos que quieren utilizarse para esta exhumación es inviable: el monumento se construyó para los que murieron en la guerra y ése no fue el caso de Franco, ergo según las propias indicaciones del régimen franquista no debería estar allí. Pero resulta que, según el Derecho Canónico, el fundador y benefactor de un edificio religioso tiene la potestad de ser enterrado en él y, de hecho, así podemos comprobarlo en tantas capillas, iglesias, catedrales y otros edificios religiosos de todo el planeta que guardan en su interior las sepulturas de los reyes, nobles o gentes con posibles que financiaron sus respectivas construcciones. 

En su libro, Bárcena reconstruye una historia que simboliza todas las mentiras que en los últimos años se han lanzado sobre el Valle de los Caídos por una serie de oscuros intereses que cualquier lector con dos dedos de frente puede investigar por su propia cuenta. Es la de uno de los personajes más famosos de la historia de este conjunto monumental: Justo, el "Matacuras". Justo Roldán Sainero fue un miliciano socialista y de la UGT que durante la guerra civil asesinó a un número indeterminado de sacerdotes y guardias civiles -la cifra varía según las fuentes aunque, al menos en una ocasión documentada, se jactó públicamente de haber matado a siete de los primeros y a otros tantos de los segundos, y de ahí venía su apodo-. Fue condenado por ello al final de la guerra y tuvo la suerte de conseguir un puesto en las obras, donde ofició distintos trabajos, desde guarda a cocinero hasta terminar como clavero de la abadía. Así pudo redimir su condena inicial de 30 años de prisión en sólo 7, en unas condiciones muy ventajosas cobrando su sueldo, su antigüedad, su plus familiar, sus gratificaciones por trabajos especiales, etc. Llegó a ser ayudante personal del regidor de las instalaciones, Emilio Martínez Masté, quien había sido teniente de la Guardia Civil. El hecho de que el Matacuras (y Mataguardiasciviles) hubiera podido llegar a ser clavero de un monasterio y ayudante de un guardia civil (y que lo fuera cuando ya era un hombre libre, pero siguió en el Valle de los Caídos por su propia voluntad durante los 13 años siguientes al fin de su condena) dice mucho sobre la inmensa montaña de engaños, tergiversaciones y falsificaciones históricas se ha ido acumulando en los últimos años sobre este lugar tan peculiar.

Y ya que mencionamos antes la existencia de esos personajes públicos cuya vida privada resulta ser chocante cuando se compara con su trayectoria pública, hay que decir que también existieron durante la época de Franco. Sí, ésa que nos han contado que fue tan católica, tan romana y tan apostólica, cuando hubo ciertas circunstancias extrañas documentadas que no suelen aparecer en los libros de Historia (con Franco ha pasado en cierto modo un poco como con Felipe II, que nos dicen fue uno de los monarcas más católicos jamás habidos cuando resulta que su corte albergaba la mayor concentración de la época de alquimistas, astrólogos, brujos y hasta pensadores herejes, mientras que en el monasterio de El Escorial -ése cuya planta resulta ser del mismo tamaño que la gran pirámide de Keops- contenía la mayor biblioteca de ocultismo del momento). Por ejemplo, ya que estamos hablando del Valle de los Caídos y hemos citado de pasada a la pirámide más famosa, recordemos que uno de los primeros diseños para la obra era..., una pirámide.

La idea partía, según dijeron ellos mismos en un largo artículo que apareció en 1940 en la publicación falangista Vértice, del arquitecto Luis Moya, el escultor Manuel Laviada y el vizconde de Uzqueta, que plantearon construir esta obra aunque más cerca de la capital: en un cerro entre el cementerio de San Martín y el Hospital Clínico. El artículo recogía todo tipo de detalles de su propuesta, que incluía una pirámide de 150 metros y otros elementos, como un inmenso arco triunfal, dentro de una ciudadela "acrópolis de este siglo" y "ordenada a la española, como el Escorial" -de nuevo la referencia al monasterio...-. La pirámide se construiría con hormigón y sería hueca, para acoger una enorme basílica, así como las tumbas de los caídos y el sepulcro "no de un democrático soldado desconocido sino de un Héroe único". El acceso a este peculiar templo estaba previsto también con aire monumental: un atrio hundido entre muros de granito con hornacinas y jardines elevados alrededor y un acceso de cuatro carriles en cada sentido.

El propio Valle de los Caídos posee otros secretos interesantes para investigar, desde la presencia de algunas peculiares representaciones angélicas hasta los enigmáticos "juanelos", pasando por la propia apariencia de la zona de la hospedería, que me recordó mutatis mutandis la disposición e incluso el aspecto físico de ciertos templos egipcios como el de Hatshepsut. Y para aquéllos a los que les rechina el tema de la cruz, el cristianismo y demás debido a sus ideas políticas o religiosas (o antirreligiosas), sería bueno recordar también que la cruz es un elemento sagrado -especialmente en Europa- mucho antes de Jesús y del advenimiento de la Iglesia católica. De hecho, una real bandera europea debería contener tal vez más cruces que estrellas, pero ésa es ya otra historia...

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