Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

No nos enteramos de nada

La imagen publicitaria que aparece a la izquierda muestra a una bella señorita (según los cánones de la época) del siglo pasado degustando una copa para celebrar lo bien que trabaja (ya lo dice el anuncio: the best) el equipo de D.J.Flooring: igual atiende a particulares que a comercios, un trabajo completamente asegurado, reparaciones de todo tipo, se les puede contactar a cualquier hora... No pasaría de ser un anuncio más si no fuera porque se trata de uno de los más famosos (y antiguos, en prensa) ejemplos de mensaje subliminal con el que constantemente son bombardeados los seres humanos desde los medios de comunicación, casi siempre sin que los propios trabajadores de esos medios se percaten de ello. En realidad, no es un asunto de ahora mismo. Mi viejo amigo y maestro Arístocles Platón, y luego su aplicado discípulo Aristóteles, y Leibnitz más tarde, y muchos otros después, ya nos advirtieron de que el mundo está lleno de infinitos mensajes e informaciones que llegan a nosotros sin que nos percatemos de ello y que en consecuencia somos incapaces de percibir o recordar. Precisamente por eso se meten hasta el fondo del cerebro, se instalan allí y empiezan a operar como aliens que nos inducen a tener "opiniones", "pensamientos" o "intuiciones" acerca de lo que debemos hacer en la vida.

Este asunto de los mensajes subliminales es un tabú contemporáneo, precisamente por su utilidad para manipular a la gente sin que se dé cuenta. En la mayoría de países occidentales está prohibido utilizarlos en la publicidad o al menos no está bien visto hacerlo porque resulta muy poco ético. Sin embargo se emplean profusamente. Si quieres investigar más a fondo resulta difícil encontrar quien te quiera ilustrar, sobre todo en el propio sector publicitario, donde los creativos hablan de "coincidencias" cuando descubres uno de sus mensajes ocultos. En cuanto a estudios científicos al respecto, en español, por ejemplo, existen muy pocos trabajos serios publicados y son difíciles de encontrar. Sólo recuerdo ahora los de la doctora en psicología Lucía Sutil como Mensajes subliminales o Estimulación subliminal o el texto del televisivo Eduardo García Matilla Escrito en nuestro cerebro. En internet se pueden encontrar algunas cosas más, pero en general suelen ser refritos de refritos y con escaso fundamento científico: más bien en plan "mira qué divertido".

Un ejemplo de su uso en la publicidad contemporánea, aunque en este caso resulta hasta gracioso es el de una agencia francesa que recibió el encargo de crear un anuncio eficaz pero al mismo tiempo elegante (y que no
produjera sonrojo) de un producto tan complicado de promocionar como un gel lubricante para las "partes íntimas" de la mujer (a fin de mejorar las relaciones sexuales). El resultado fue el siguiente:


La mayoría de los mortales que desconocen el poder de los mensajes subliminales y que no tiene tampoco mucho tiempo para examinar cada uno de los anuncios que desfilan ante él cada día pasó por encima d
e este anuncio sin fijarse gran cosa aparte de si poseía una estética más o menos limpia... Pero si observamos con atención la imagen descubriremos todo el poder del gel, que es realmente apabullante: hasta el punto de que la modelo es capaz de sentarse sobre el noray del muelle. Pero sentarse hasta el fondo tal y como sugiere su postura con los brazos apoyados en el suelo y las piernas abiertas mientras contempla el horizonte pensando seguramente en su marinerote, que no termina de regresar a casa...

¿Cuántos anuncios en prensa o en televisión (lo subliminal funciona especiamente bien con la imagen) hemos visto en los últimos tiempos que no hemos entendido, aunque el producto nos resultaba atractivo por algún motivo? Muchas mujeres que vieron el anuncio anterior y que no lo entendieron, se encontraron luego con el mismo gel en la droguería o el supermercado y, sin saber muy bien por qué, decidieron adquirirlo.

Una de mis películas favoritas, que ha salido recientemente editada en DVD con (por fin) una cierta calidad (no excesiva, tampoco) es Agency y trata precisamente acerca del poder de la información subliminal. Rodada en 1979, los protagonistas son Robert Mitchum en el papel de un poderoso y maléfico emp
resario y Lee Majors (el que fuera marido de Farrah Fawcett, la más popular de Los Ángeles de Charlie y que murió este mismo año, en junio) en el de un jefe de creativos publicitarios de la Agencia que da nombre a la historia. Sucede que el inquietante Ted Quinn (Mitchum) asume la dirección de la Agencia apoyado en el dinero de unos inversores desconocidos. Los métodos del nuevo mandamás no le gustan a los publicitarios de la empresa y en consecuencia van siendo despedidos uno por uno y sustituidos por otros trabajadores que aporta el propio Quinn. El director creativo Philip Morgan (Majors) se queja a Quinn pero éste insiste en que confía en él y por eso le mantiene en el cargo. Poco después, el mejor amigo de Morgan, que desde el principio ha visto algo muy turbio en la forma de actuar de Quinn y así se lo ha comentado en multitud de ocasiones, aparece muerto en extrañas circunstancias (y dentro de su congelador: eso sí que es creatividad asesina). Morgan entonces empieza a investigar en serio y descubre que Quinn se dedica a manipular los anuncios con mensajes subliminales. Y que piensa ir aún más allá...

El final no lo cuento porque merece la pena descubrirlo por uno mismo y seguramente sea ése el motivo (por sus paralelismos con la realidad) por el que, curiosamente, nadie se haya planteado hacer un remake treinta años después, ahora que Hollywood está tan necesitado de guiones que no hace más que rodar una y otra vez las mismas películas (se acaba de anunciar la enésima versión de la historia de Robin Hood, ahora con Russell Crowe como protagonista).

Hay distintas técnicas para ocultar un mensaje y hacérnoslo tragar sin que nos enteremos. Sutil por ejemplo nos habla del enmascaramiento (presentar un primer estímulo que queremos que llegue y un segundo estímulo al mismo tiempo que impida la correcta percepción del primero de modo que nos da la impre
sión de que sólo hemos recibido el segundo), el emborronamiento (difuminando una imagen para que forme parte del fondo o retocando con aerógrafo), el anamorfismo (muy usado en pintura, sobre todo en el Renacimiento, a base de distorsionar el dibujo de forma que sólo se vea correctamente en un ángulo concreto) o el efecto Pötzl (todos los estímulos normales que no son objeto directo de nuestra atención actúan como subliminales: eso quiere decir... ¡casi todo lo que nos rodea!).

Lo único bueno de los mensajes subliminales es que, una vez descubiertos, pierden el poder sobre nosotros. Esto es realmente curioso porque si somos capaces de desentrañar un mensaje de este tipo cada vez que volvamos a ver la imagen en la que se oculta lo primero que veremos es ese mensaje.

En el caso de nuestra señorita celebrando por el trabajo de D.J.Flooring, veremos que se ha puesto tan contenta que, después de tomarse la copita, decide ofrecerse un autohomenaje más en profundidad. Para descubrir cuál es, basta con darle la vuelta al anuncio. Y para verlo mejor, tapemos con un papel la parte inferior del dibujo, donde se encuentra la cabeza y la mano con la copa. Sorprendente, ¿no?

Tampoco cabe extrañarse demasiado: la inmensa mayoría de los mensajes subliminales juegan siempre con el Eros y el Tánatos, pues son las dos pulsiones más importantes del ser humano.

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