Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

jueves, 17 de diciembre de 2009

El miedo al año 2012

Nunca entenderé la obsesión que padecen los mortales por la llegada del fin del mundo. O, mejor escrito, del Fin del Mundo, con mayúsculas, para impresionar más. Existe un placer morboso y sadomasoquista a la hora de regodearse en la posibilidad de participar en el Apocalipsis, como si eso pudiera dar sentido a una vida por lo demás anodina y mediocre. Sólo en esta reencarnación ya he conocido 4 fines del mundo "seguros".

El primero estaba fechado en 1983, cuando se suponía que un planeta gigantesco llamado Hercólubus se precipitaría contra nuestro sistema solar y especialmente contra la Tierra y nos convertiría en víctimas de una carambola brutal que podría enviar nuestra bola azul directamente al agujero (negro, por supuesto). Como ése no llegó (aunque tuvo un aspecto bueno para la industria editorial: la gente que escribió todos aquellos libros sobre lo que se suponía iba a suceder ganó un montón de dinero con sus alarmismos), de inmediato los expertos se dedicaron a estudiar una posible nueva fecha.

Y al fin la encontraron: ahora sí, el mundo se acabaría en 1999, con un colapso informático a nivel mundial resultante de un cálculo insuficiente cuando se crearon los primeros ordenadores. Además, era el fin del segundo milenio y no sólo teníamos el demoníaco número de la Bestia 666 boca abajo en ese año con toda la leyenda apocalíptica asociada, sino que además había que recordar el pánico de las gentes medievales con la llegada del año 1000... O eso decían los listillos, porque en realidad casi la totalidad de la gente que vivió en aquellos lejanos días jamás supieron el año en el que se encontraban. En primer lugar, porque no les importaba lo más mínimo (no estaban preocupados por el calendario, por el segundo a segundo que nos horroriza a nosotros). En segundo lugar, porque no contaban el tiempo como nosotros lo hacemos (no decían "estamos en el año 997 después de Cristo" sino por ejemplo "estamos en el cuarto año del reinado de Gudrun el Magnífico"). En tercer lugar, porque vivían el Apocalipsis a diario pues sus circunstancias vitales eran tremebundas con hambre, guerras, violaciones, pestes..., todo permanente.

De todas formas, tampoco llegó esta vez el final. Alguien se dio cuenta entonces del "error": ¡no era 1999, sino 2000! Sería definitivamente en el 2000, la tercera fecha elegida, cuando todo se iría definitivamente al traste, porque se necesitaba un número redondo que justificara la conjunción cósmica. Pero resulta que el calendario que usamos hoy día no es correcto. Es decir, en este momento no han pasado 2009 años desde el nacimiento de Jesús en Belén, sino algunos más, porque el cálculo que empleamos es erróneo gracias al monje escita Dionisio el Exiguo quien en el siglo VI d.C. se equivocó entre cuatro y siete años (generalmente, se redondea a cinco) al fijar el comienzo de la era cristiana. Es decir, que hoy en realidad sería 17 de diciembre de 2014.

Para complicar aún más las cosas, un científico ruso llamado Anatoly Fomenko, al que le llamaron la atención las numerosas disfunciones de las épocas conocidas, se dedicó a estudiar todo lo que sabemos de Historia y llegó a una conclusión sorprendente en su documentadísimo libro History: fiction or science? y es que alguien se ha inventado literalmente cientos de años en la cronología histórica que manejamos, en especial durante la Edad Media en lo que los ingleses llaman "Edad Oscura". Por ejemplo, Fomenko demostró que el tiempo transcurrido entre el 614 y el 911 jamás existió en realidad. Para mejor entender esto hay que pensar que los libros históricos que hoy existen han sido redactados por historiadores que se basan en las fechas que recibieron de otros historiadores anteriores en el tiempo que a su vez se basan en los que les precedieron, etc., y es imposible saber cuántos Dionisios Exiguos alteraron las fechas de los acontecimientos por interés, ignorancia o simple descuido.

Con todo esto, ahora estamos a la espera del cuarto fin del mundo que, esta vez (como las otras) nos dicen sí que es seguro. Y nos lo colocan en 2012, basándose en una presunta interpretación del calendario maya. Pero vamos a ver: si los científicos contemporáneos son incapaces de traducir aún hoy los complicados y enigmáticos códices y geoglifos de esta asombrosa civilización precolombina, ¿cómo me van a convencer de que han podido traducir la fecha profetizada del final de los tiempos? Da igual: lo mismo que en 1983, hay un montón de personas haciendo negocio con el 2012, a base de libros y sobre todo (triste época la nuestra) de películas impactantes y sombrías.

Y sin embargo el pasado 27 de diciembre de 2004 sí pudo haber sido el verdadero Fin del Mundo, aunque nos hemos tenido que enterar casi cuatro años después. En aquella fecha, la Tierra recibió un "regalito" desde la lejanísima constelación de Sagitario (a más de 50.000 años de luz de distancia de nosotros): un bizarro tipo de estrella de neutrones o púlsar conocido como magnetar y cuyo nombre científico es SGR 1806-20 nos lanzó un estallido de energía equivalente a medio millón de años de luz solar que alcanzó nuestro planeta a la velocidad de la luz durante dos décimas de segundo. Afortunadamente sólo fueron esas dos décimas y la constelación estaba muy lejos porque el resultado fue la ionización de las capas superiores de nuestro mundo por el súbito impacto de cantidades masivas de rayos gamma que entre otras cosas provocaron que buena parte de nuestros satélites dejaran de funcionar. Si la emisión hubiera durado más tiempo o el púlsar hubiese estado más cerca de nosotros, el planeta entero habría quedado esterilizado en menos de un segundo. O algo peor.

Y el 19 de marzo de 2008 pudo ser otro Fin del Mundo, pues fue entonces cuando la Tierra detectó la mayor oleada de energía jamás apreciada por nuestros instrumentos modernos al encontrarse con la brutal explosión cósmica bautizada como GRB 080319 B. Fue tan grande que pudo distinguirse a simple vista desde la Tierra durante cerca de 15 segundos (aunque casi nadie la vio: había que saber dónde mirar y en qué momento) y los delicados instrumentos del satélite de la NASA Swift que la detectaron quedaron temporalmente inútiles por su brillo.

La pasada noche, más allá de las dos de la madrugada, un terremoto de 6,3 grados en la escala de Richter en la costa sur de Portugal sacudía Andalucía y Extremadura y llegaba incluso a Madrid. Pocas personas lo apreciaron pues en ese momento dormían. Pero si el seísmo hubiera sido más fuerte y se hubieran hundido sus casas probablemente habrían muerto sin enterarse. Eso sí que habría sido un Fin del Mundo rápido y eficiente. Si el Apocalipsis nos puede llegar individualmente a cualquier hora en cualquier lugar, ¿no es un poco tonto tenerle tanto miedo?

Carpe diem, decían los antiguos y cínicos romanos.

1 comentario:

  1. "Nunca entenderé la obsesión que padecen los mortales por la llegada del fin del mundo".

    En realidad no es muy difícil de entender. Aun cuando sea de forma muy subconsciente, creo que todos los seres humanos que habitamos en "sociedades occidentales" sabemos nuestra civilización está caracterizada por la degeneración y el engaño total. Entonces, y también a nivel muy subconsciente (o quizás a otro nivel profundo pero más auténtico, presente en todos nosotros) anhelamos el fin de toda esta farsa, de este desquiciante alejamiento de todo lo que pueda considerarse como genuino, bello y verdadero. Y por eso proyectamos ese anhelo en forma de visiones apocalípticas. Fantaseamos con ellas porque queremos que toda esta inversión de las Leyes del Cosmos termine cuanto antes.

    Otra manifestación de este mismo deseo profundo son las visiones de una Nueva Era de Amor y de Luz, también muy presentes (sobre todo desde las últimas décadas) en nuestras sociedades. En este caso, estamos ante algo más positivo, más constructivo, y que nos impulsa a un cambio individual que todos podemos realizar, extrapolable después al mundo entero. Y por primera vez (y eso marca la principal diferencia con fechas apocalípticas previas), el "evento de 2012", sea algo real o una proyección jungiana colectiva, no viene caracterizado por el fin, la muerte y la destrucción, sino al contrario: por la posibilidad de un nuevo Nacimiento, de una nueva Vida para el ser humano y el mundo en que vivimos.

    Pudiera ser que estemos ante un verdadero Cambio de Conciencia, y que "los mismos de siempre" aprovechen la fecha para manipular, engañar, y enturbiar esa hermosa posibilidad con visiones catastrofistas del fin del mundo.

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