Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

jueves, 7 de octubre de 2010

Robobos


Una de las sorpresas de la última Campus Party celebrada el pasado verano en Valencia fue la presentación en sociedad de AISoy 1, descrito como sigue: "el primer robot social dotado de conciencia y vida propias destinado al gran público, para convivir con todos aquellos seres humanos que lo adquieran". La noticia me rechinó de inmediato, empezando por la vulgaridad del nombre, que juega con el término Artificial Intelligence -en inglés- y con el sonido del pronombre yo -también en inglés- escrito I pero pronunciado Ai. No sé a quién se le habrá ocurrido bautizar así a semejante artefacto (por cierto de aspecto tan indescriptible como aparece aquí arriba a la izquierda) pero lo suyo es que, ya puestos, lo hubieran llamado AIam 1, todo en inglés. Significaría lo mismo, Yo soy, pero tendría más coherencia. Esto de los nombres no debe ser en todo caso el punto fuerte de sus constructores, dado que la empresa a la que pertenecen responde a la misma mezcla sin sentido de idiomas: AISoy Robotics.

Según la declaración oficial de Diego García, uno de los orgullosos padres de la criatura, este robot fue concebido "para entretener y hacer compañía al usuario, pero", y aquí viene lo bueno, "su principal objetivo es vivir". ¿Vivir? Pues sí: el equipo que lo construyó, y al que vemos aquí a la derecha insiste en que el trasto, con una altura de 25 centímetros y kilo y medio de peso es "casi un ser vivo" ya que "percibe, se emociona y toma decisiones, tiene la misma actividad, autonomía y consciencia de sí mismo y posee necesidades avanzadas como el amor, el reconocimiento, la libertad y divertirse y pasarlo bien".  Afirman que, a diferencia de otros robots conocidos hasta el momento, éste no lleva incorporado un conjunto de acciones delimitado y una serie de respuestas programadas (que es lo que define a una máquina: cada vez que le das a la misma tecla reproduce la misma acción y, si no lo hace, una de dos: o está estropeada o más vale que huyas muy lejos porque eres el protagonista de un relato de Ciencia Ficción con rebelión de máquinas incluida) sino que es dinámico, capaz de aprender de la experIencia y modificar su acción siguiente, "sus comportamientos y sus propios valores" de tal modo que al final resulta incluso "impredecible". Para demostrar el asunto se supone que "si tomas a dos AiSoy 1 y los dejas en dos familias diferentes, dentro de dos meses serán totalmente diferentes porque habrán tenido una experiencia distinta". 

Todo lo anterior suena muy pomposo, sobre todo esa frase final de que con este robot "hemos alcanzado el reto de crear algo con vida, que no existía antes" y que por cierto según la empresa se podrá comprar a nivel particular por un precio inferior a lo que su presunta complejidad debería obligar: unos 400 euros. En fin..., a lo mejor es que los integrantes del equipo de AISoy Robotics no llegaron a jugar nunca con los tamagotchis: esos exasperantes muñequitos virtuales que una vez activados en la pantalla/llavero donde mostraban sus habilidades se pasaban el día protestando porque sus presuntos dueños (en realidad, esclavos de la susodicha minipantalla) no les dedicaban la atención continua que exigían (para "alimentarlos", "limpiarlos" o "darles cariñito") al objeto no ya de "crecer" y "ser felices" sino incluso para "no morirse". El nuevo robot "con vida y conciencia" me parece un simple y feo tamagotchi en tres dimensiones.

Lo más grave de toda esta historia es no ya el empeño sino la obsesión de tantos científicos en todo el mundo (también en España, ya lo vemos) por avanzar un paso más en el camino de nuestra autodestrucción..., pues no otra cosa es lo que nos espera al final de esa senda si es que algún día (cosa que dudo, por cierto) alguno de estos iluminados doctorado en ciencias físicas, químicas y/o cuánticas logra realmente crear un robot lo bastante avanzado como para desarrollar una potente IA (inteligencia artificial) equivalente a la inteligencia natural del ser humano. Y es que el argumento es de cajón y lo hemos visto repetido en las advertencias de la literatura de género cientos de veces: sabemos que las máquinas pueden hacer las cosas que les ordenamos con mucha mayor rapidez, velocidad y eficiencia que el mejor de nosotros (una simple calculadora está a años luz del más dotado de los matemáticos a la hora de hacer una operación corriente) luego, entonces, sería una simple cuestión de tiempo que un robot con ese tipo de autonomía decidiera no ya tomar el poder dominando al hombre sino directamente descartarlo y destruirlo por inútil en el proceso productivo.

En los años cuarenta, Isaac Asimov (o John W. Campbell: cada uno decía que lo había hecho el otro) inventó en uno de sus relatos las famosas tres leyes de la robótica que más tarde han llegado a trascender de la literatura de CF para convertirse en sugerencias de una futura normativa legal para la coexistencia entre hombres y máquinas. Eran las siguientes: 

1º: Un robot no debe dañar a un ser humano o, por no actuar, dejar que un humano sufra algún tipo de daño.
2º: Un robot debe obedecer todas las órdenes que le sean dadas por un ser humano, excepto si entran en conflicto con la primera ley.
3º: Un robot debe proteger su propia existencia, excepto si entra en conflicto con la primera o la segunda ley.
  
Los alelados con el progreso robótico aducen que éstas u otras leyes similares evitarían cualquier tipo de posibles problemas futuros (léase rebeliones) de las máquinas contra el ser humano porque actuarían como diques de contención antes una actuación equivocada. No quieren ver que sucedería así siempre y cuando los robots se mantuvieran en un estado como el actual, ya que en cuanto dispusieran de una inteligencia equivalente a la nuestra tenderían por lógica a liberarse de las imposiciones que les hubiéramos impartido nosotros para autodotarse de sus propias leyes. Y éstas no tendrían por qué respetar a sus creadores sino más bien al contrario, al considerarlos unos entes inferiormente dotados.


Por lo demás, con esto de los robots humanoides me asalta  siempre la misma duda: ¿para qué los necesitamos, después de todo? ¿Para producir más cosas en menos tiempo y más baratas? ¿Para incrementar nuestro grado de dependencia de la tecnología? ¿Para satisfacer nuestro orgullo como "grandes creadores de la ciencia moderna"? A menudo tengo la impresión de que los expertos enfebrecidos por este tipo de investigaciones son gente interiormente fracasada, onanistas mentales y espirituales incapaz de relacionarse correctamente con otros seres humanos y que en lugar de aprender a vivir la realidad se obsesionan con crear sustitutos de ella con los que sentirse seguros (falsamente seguros) en lugar de disfrutar de la aventura que significa estar vivo y ser consciente de verdad.

1 comentario:

  1. gran artículo! Cuanto más se avanza en robótica más retrocedemos en humanidad...

    JOSE

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