Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

jueves, 3 de febrero de 2011

Los palacios perdidos de los faraones

 A propósito de mi último viaje a las tierras de Kemet, lo que hoy conocemos como Egipto (de donde regresé justo a tiempo, antes de que alguien encendiera la mecha que incendia hoy el Don del Nilo), el Archivero Mayor de Santa Eduvigis (otro fervoroso lector y gran hincha de esta bitácora digital) me planteó no ha mucho una cuestión interesante que, como todas las cuestiones interesantes, carece de explicación satisfactoria por parte de la ciencia (de la arqueológica y de la histórica en este caso). Hay que señalar que el Archivero Mayor es un documentado erudito que responde perfectamente a su apelativo ya que el hombre ejerce una extraordinaria labor de documentación, recuperación y archivo de auténticos incunables que sobrevivieron a la destrucción definitiva de la Biblioteca de Alejandría y además es mayor, lo que le confiere un depósito importante de experiencias acumuladas a través de muchos años dedicados a leer y viajar por todo el planeta. 

El caso es que su pregunta tenía toda la lógica del mundo y era la siguiente: el viajero que tenga oportunidad de observar con atención los restos de la gran civilización faraónica (y digo bien: el viajero, no el turista bovino que es pastoreado por los yacimientos arqueológicos igual que por los duty free de los aeropuertos) descubrirá hermosos templos, grandiosas tumbas, impresionantes monolitos, estatuas colosales, enigmáticas pirámides…, pero ¿y los palacios? ¿Dónde están los palacios de los faraones? Ni siquiera guardamos testimonio de la existencia de las residencias oficiales de aquéllos que fueron los más famosos entre ellos como el poderoso Ramsés II…

Lo cierto es que esa misma reflexión del Archivero Mayor de Santa Eduvigis también me la había hecho yo en alguna ocasión. En concreto durante este último viaje, tuve la oportunidad de preguntarle a algún especialista local y la respuesta fue tan inmediata y rotunda (aprendida por reflejo condicionado, obviamente) como decepcionante:

- Como usted sabe, los antiguos egipcios conformaban una cultura en la que la muerte estaba muy presente. Pensaban que si tenían que escoger entre unos pocos años en esta vida y una eternidad en la otra, la elección estaba clara. Por tanto, su arquitectura respondía a este principio y decidieron dedicar sus esfuerzos a levantar grandes monumentos funerarios antes que palacios o edificios destinados al lujo y el boato pasajeros. Además, los primeros los construyeron en piedra, para que duraran lo más posible, como así ha sucedido pues han llegado hasta nuestros días, mientras que los segundos los levantaron con adobe y otros materiales perecederos porque no les dieron mayor importancia.

El argumento podría parecer convincente…, para los alumnos de Primaria en un sistema educativo como el nuestro donde se dedica una semana del curso a hablar someramente de todos los pueblos de la Antigüedad y el resto de los meses a estudiar las instituciones políticas de la “nacionalidad” o Comunidad Autónoma correspondiente. Pero no para cualquier persona con dos dedos de frente y mucho menos si ha tenido la oportunidad de estudiar un poco la civilización que nos ocupa y de ver in situ la vieja arquitectura egipcia.

Lo primero que debemos considerar es que los varios miles de años que duró el período faraónico no son uniformes. Nada, excepto las formas (y no todas), tiene que ver la época de los primeros y significativos faraones de piel blanca, ojos azules y cabello rubio o pelirrojo con la de aquéllos otros de la estirpe griega impuesta a partir de Ptolomeo (el antiguo general de Alejandro Magno, que se quedó con uno de los mejores pedazos de la tarta macedonia). En nada se parecen los anteriores con los reyes de origen hicso que ocuparon el trono tras la invasión del país vecino, ni éstos a su vez con los faraones negros como el tizón por ser de origen nubio... No, aunque a primera vista parezca una cultura uniforme y en algún aspecto lo sea, a lo largo de tantos siglos, se sucedieron en el poder gentes muy diversas de diferente formación y capacidades. Gentes que podrían, o no, tener ese respeto hacia la muerte y conformarse con humildes edificios reales, o no. Por ejemplo, los conquistadores hicsos, ¿no caerían en la vanidosa tentación (como hicieron todos los pueblos antiguos que pudieron) de aprovechar sus victorias para levantar palacios suntuosos en territorio capturado en los cuales alojarse y residir ad maiorem gloriam de sus gestas guerreras?

La incongruencia va más allá. Tomemos otro ejemplo, esta vez de un egipcio de pura cepa. El del archiconocido Tutankhamon y su famoso tesoro, hoy en parte saqueado y destrozado tras los recientes sucesos de Egipto. Su fama se la debe única y exclusivamente al hecho de que, de momento, es el único cuyo tesoro funerario apareció intacto en tiempos modernos. Y son precisamente esas piezas las que plantean una poderosa contradicción, pues ¿quién puede creerse que un faraón de nula trascendencia en la Historia como éste, que murió a los 17 años y lo único que hizo fue servir de títere a los sacerdotes de Amón para poner punto y final a la “Herejía de Amarna”, durmiera pese a ello en camas de oro, se sentara en tronos forrados con el precioso metal y con joyas preciosas, vistiera fijos ropajes, viviera rodeado de lujo…, en un palacio de adobe?

Aún más. ¿No estamos hartos de escuchar de boca de los expertos que el faraón resultaba para los antiguos egipcios un caso de auténtico dios viviente, manifestado entre los hombres comunes como descendiente de la estirpe del mismísimo Horus, el primero de los faraones según el Mito? ¿No resulta chocante que un dios caminando entre los vulgares mortales destinara una enorme cantidad de recursos a gigantescas construcciones religiosas (fuera de cualquier escala humana, con todo lo que eso sugiere) que sólo ocuparía tras su fallecimiento y no se dedicara a sí mismo un mínimo de cómodo esplendor para reforzar su presencia, su gloria y su poder terrenal sobre sus súbditos? ¿No parece completamente absurdo imaginar que su existencia transcurriera en un edificio de pobre factura o bastos materiales?

Así que dándole vueltas al asunto el Archivero Mayor de Santa Eduvigis y yo llegamos a una conclusión que, una vez alcanzada, parece bastante evidente, aunque ninguno de los dos recordamos haberla leído antes en los muchos libros de los "especialistas" en el Antiguo Egipto que han caído en nuestras manos. Y es que el faraón no residía en ningún palacio corriente, como podría hacerlo un rey corriente de un país corriente. No, el faraón debía vivir en los mismos templos en los que vivían sus familiares divinos Amón, Isis, Osiris, Sekhmeth, Hathor..., representados por estatuas e imágenes para el culto sacerdotal. ¿Qué mejor residencia para un dios viviente? Los gigantescos templos egipcios albergaban a miles de miembros del sacerdocio de las distintas divinidades: en sí, eran pequeñas ciudades autónomas dentro de las ciudades reales, cerradas al pueblo y con sus propias reglas. Y los mismos faraones, en su mayor parte (al menos durante las primeras dinastías) surgían de las capas altas de la misma clase sacerdotal para los que eran primus inter pares aunque oficialmente y ante la gente vulgar aparecieran como seres únicos y divinizados. En esas capas altas se encontraban sus familiares y amigos, hermanos de culto en los Misterios. Y en esas capas altas hallaban también a las hermanas con las que se casaban, para mantener el nivel de la realeza...

Lo que son las "coincidencias",  apenas unos días más tarde de llegar a esta fascinante deducción por nuestro propio pie, recibo uno de los trabajadísimos y muy interesantes boletines o introitos de Ética y Estética de mi amigo y colega el filólogo y prehistoriador Jorge María Ribero Meneses titulado El verdadero origen del monacato y de la Nochevieja (y el porqué de Euskalerría) en el que me encontré, entre otras, con las siguientes ideas:

* "¿Qué mejor prueba queréis de que los REYES fueron originalmente SACERDOTES, que el hecho de que la MONARQUÍA y los MONARCAS hayan recibido sus nombres de estos términos…?:
MONACATO   >>>   MONARKÍA
MONACOS  (Monjes) >>>  MONARCAS 
En realidad, el nombre primitivo tanto del MONACATO como de la MONARKÍA era más extenso y ha perdido su sílaba inicial: ALMANARKAS… Y aquí tenéis el porqué del nombre de los ALMANAKES, de las ALMONEDAS y de las limosnas o ALMOINAS. Aquí aflora, igualmente, el porqué de que las más viejas tradiciones históricas hispanas nos hablen de los monjes guerreros ALMONUZES que rendían culto a PENDONES ENCARNADOS como los Castellanos o como aquellos que, con el Lábaro grabado sobre ese mismo fondo ROJO, siguen siendo venerados tanto por los BASKOS como por sus hermanos gemelos los NABARROS… "

 *  "De todo esto deriva el que sigamos llamando almenas a los remates de los Castillos…, en los que preceptivamente moraban aquellos MONJES-GUERREROS. Y de ahí el que muchos de los más antiguos MONASTERIOS o ALMONASTERIOS tengan una inequívoca factura ACASTILLADA. Y citaré, como ejemplos ibéricos más representativos, los casos de SANTES CREUS, en la Provincia de Tarragona, del MONASTERIO DE CRISTO, en la población portuguesa de THOMAR, y de SAN BENITO EL REAL, en Valladolid.
 Ahora entenderéis mejor por qué han sido siempre los MONARCAS los grandes protectores de los MONASTERIOS… y por qué la mayoría de los REYES procuraron disponer de dependencias y mausoleos en ellos… Y sirvan como ejemplos los de CARLOS V en el Monasterio de Yuste, de su hijo FELIPE II en San Lorenzo del Escorial, de la Reina María de Molina en Las Huelgas Reales de Valladolid o de los antiguos Reyes de Castilla en Las Huelgas de Burgos y en San Salvador de Oña… Del mismo modo que los Reyes de Nabarra hacían lo mismo, en la propia Oña y en Santa María la Real de Nájera…, los Catalanoaragoneses en Ripoll, Poblet y Santes Creus… o los Leoneses en San Isidoro de León… 
Dicho de otro modo, los MONARCAS volvían a los MONASTERIOS, huyendo de los fastos, insustancialidad, pompa y boato palaciegos, porque eran conscientes, sin duda, de que fue en ellos en los que moraron y de los que salieron sus antepasados… "


*  "ESPAÑA fue el país en el que moró la primera raza humana y, por ende, la primera REALEZA: léase, aquellos Sacerdotes que se tenían por herederos y descendientes del SOL. Por consiguiente y hasta la aniquilación de España por el nefasto Imperio Romano, todas las Naciones del mundo acudían a la Península Ibérica en busca de individuos de estirpe regia, siempre que el nacimiento de un nuevo país o la fractura de una línea dinástica imponían la necesidad de dar vida a un nuevo linaje real. Ningún pueblo del mundo hubiera reconocido como Monarca a alguien que no estuviera emparentado con la más antigua Monarquía de la Tierra. Y para aquellos a quienes estas últimas palabras suenen a música celestial, bueno será que recuerde cómo el abate francés D´Iharce, en un libro publicado en París a comienzos del siglo XIX, se hace eco de este mismo estado de opinión al transmitirnos esta crucial información: 
'Historiadores modernos hacen derivar de CANTABRIA la raíz de todas las MONARQUÍAS occidentales, así como el origen de las mitologías de egipcios, fenicios, griegos y romanos y de todos sus Dioses y Héroes… '
Sí, todos los Pueblos de la Antigüedad fueron herederos de nuestra MONARKÍA…, y también de nuestra MITOLOGÍA… y de nuestro KALENDARIO, estrechamente relacionado con esta última. Como demuestra el hecho de que en estos días de finales del mes de ENERO y principios de FEBRERO en los que se producía el Cambio de Año, nuestros antepasados concentraran lo más granado de su Mitología y de su Teogonía. Justamente porque eran los días en los que se conmemoraban los primeros instantes de la Creación del Mundo y de la VIDA...   (...) Creo que fue el muy Docto SAN ISIDORO quien en su Elogio de España se refiere a ésta como MADRE DE TODAS LAS NACIONES… Un título que podría hallarse en el origen de aquel otro, MADRE PATRIA, que todavía se escucha en los países iberoamericanos referido a ESPAÑA… Y añadiré, a este respecto, que nunca he oído que los países americanos  o africanos de habla inglesa, se refieran a las Islas Británicas como su Madre Patria…"

Qué cosas pasan.

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