Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

miércoles, 9 de marzo de 2011

El contrato de Robert Johnson

Uno de los personajes secundarios de la película O Brother, Where Art Thou? rodada por los hermanos Coen en el 2000 (y de la que lo más destacable es, con diferencia, su fabulosa banda sonora) es un bluesman negro llamado Tommy Johnson, junto al cual el trío de protagonistas (interpretados por George Glooney, John Turturro y Tim Blake Nelson) recién fugados de un penal de Mississippi en 1937 durante la Gran Depresión graban una canción que se convierte automáticamente en un número uno de todas las emisoras de radio del Estado. Se trata de una versión de Man of Constant Sorrow  (El hombre del dolor constante) que interpretan tras inventarse un grupo ficticio llamado The Soggy Bottom Boys (Los traseros mojados).
El papel de Johnson corre a cargo, precisamente, de un músico de blues, Chris Thomas King, quien en la película cuenta como de pasada (y con cara de no haber roto un plato en su vida) que vendió su alma al Demonio a cambio de la habilidad para tocar la guitarra. Más tarde, entre las múltiples peripecias del largometraje, los tres reos fugados tendrán oportunidad de rescatar a su amigo guitarrista de morir ahorcado en medio de un paródico aquelarre del Ku Klux Klan...

Lo curioso es que este Tommy Johnson está inspirado en un personaje real del mismo apellido: Robert Johnson, el primer músico moderno sobre el que se tejió la leyenda de que había vendido su alma al Demonio. Robert, el Johnson de verdad, nació en mayo de 1911 y vivió sólo 27 años. Conocemos muy poco de su vida, apenas conservamos un par de fotografías de él (ambas reproducidas en este comentario) y una treintena de canciones grabadas, pero su influencia en el mundo de la música norteamericana, tanto en lo que se refiere a las letras como a lo puramente musical y más allá del blues puro y duro, ha sido inmensa. Se le considera como el principal gran maestro de la técnica slide para guitarra a fin de obtener un sonido muy característico y típico de la primitiva música de los negros norteamericanos, cuyo empleo se expandió posteriormente a otros estilos. Bob Dylan, Peter Green, Muddy Water, Eric Clapton, John Mayall, Jimmy Hendrix, Neil Young, John Fogerty, Ry Cooder y muchos otros le han rendido homenaje con versiones de sus temas o con la composición de canciones nuevas pero inspiradas en ellos, además de reconocer en público su aportación al corpus musical norteamericano (y, a partir de ahí, anglosajón y mundial). 

La vida de Robert Leroy Johnson, conocido en su corta pero fulgurante trayectoria como "El rey del Delta Blues" y después de su muerte como "El abuelo del Rock and Roll", constituye un interesante argumento para una película. Hijo ilegítimo en una familia pobre y numerosa de Mississippi, fue tan pésimo estudiante como, desde pequeño, hábil intérprete de instrumentos musicales, lo que le llevó a conocer a algunos de los bluesmen más populares de su época como Charlie Patton y Son House. Con 18 años se casó con Virginia Travis, de 16, y enseguida ella se quedó embarazada pero tanto la madre como el bebé murieron en el parto. Mucho tiempo después, algunas malas lenguas han sugerido que estas muertes podrían haber tenido algo que ver con el posterior pacto con el Demonio. Según su leyenda negra, Robert vendió su alma en el cruce de la autopista 61 con la 49 en Clarksdale, a cambio de que el Señor del Infierno le convirtiera en el mejor intérprete de blues del mundo.

El antes citado House fue el primero que sugirió la existencia de tan siniestro padrino después de escucharle junto a otro experimentado bluesman, Willie Brown. Según sus palabras, "Ha tenido que vender su alma al Demonio para poder tocar así". No fue el único en opinar lo mismo, sobre todo a raíz del éxito de algunas de sus canciones en las que aparecía directamente mentado el por entonces "innombrable" (ya que los pastores eclesiásticos lanzaron una dura campaña contra este tipo de música "satánica", identificada desde muy pronto con el juego, el alcohol y las prostitutas). En Me and the Devil blues (El blues sobre mí y el Demonio) contaba como "Early this morning when you knocked upon my door/and I said: ¨Hello Satan I believe it's time to go¨,/ me and the Devil was walking side by side./I´m goin' to beat my woman until I get satisfied" ("Esta mañana a primera hora cuando llamaste a mi puerta/y yo dije:¨Hola Satán, creo que es la hora de irse¨,/el Demonio y yo camiábamos el uno junto al otro./Voy a ir a pegar a mi mujer hasta quedar satisfecho".) Y en la misma canción advertía de que "You may bury my body down by the highway side/so muy old evil spirit can get a Greyhound bus and ride" ("Debéis enterrar my cuerpo junto al arcén de la carretera/a fin de que mi viejo y diabólico espíritu pueda tomar un autobús Greyhoung -galgo- y marchar" -se supone que directo al Averno-).

Si Johnson llegó a algún tipo de acuerdo con los vapores infernales debió pasar por alto un pequeño pero importante detalle: el tiempo que podría disfrutar de su extraordinario don musical, puesto que murió joven y además en circunstancias enigmáticas, que no hicieron sino incrementar los rumores sobre sus contactos diabólicos. Al fin y al cabo, y como reconocía en otra de sus canciones, Hell hound on my trail (Un sabueso del infierno tras mi pista), "I gotta keep on movin' -...- And the days keep on worrying me, there's a hell hound on my trail" ("Tengo que seguir moviéndome -...- Y los días siguen preocupándome, porque hay un sabueso del infierno tras mi pista")

Existen varias versiones sobre su muerte, sobre la cual lo único que se sabe a ciencia cierta es que se produjo el 16 de agosto de 1938. El propio Son House contó que "nunca supimos cuál fue la causa real (...) oímos tres cosas diferentes y nunca logramos averiguar cuál fue la verdadera". Esas tres causas son a tiro limpio, cosido a puñaladas o envenenado. Ésta última parece ser la teoría más aceptada generalmente y se achaca a uno de sus muchos líos de faldas generados por su desmedida afición a conocer, bíblicamente hablando, a cuantas mujeres se cruzaban en su camino con independencia de su compromiso con otros hombres. Se supone que la última actuación de Robert Johnson fue en el local Three Forks Stores a las afueras de Greenwood, donde el artista se lió con la mujer del dueño de un salón de baile. Con gran sangre fría, este tipo invitó al guitarrista a beber whisky envenenado con estricnina y luego le deseó "una buena actuación". Mientras Johnson tocaba empezó a sentirse cada vez peor, hasta que tuvo que retirarse. Sin dinero suficiente para pagar un médico que pudiera atenderle, agonizó durante tres días aullando de dolor como el sabueso del infierno al que tanto había cantado, antes de fallecer.

El remate de la historia es que ningún doctor firmó su certificado de defunción y que el testigo que dio fe de su muerte, un hombre llamado Jim Moore, desapareció poco después misteriosamente. Hay quien dice que el tal Moore no era otro que el mismo Satanás que había ido personalmente a recoger a Johnson para que le amenizara musicalmente el camino de regreso al Infierno. Un curioso monolito recuerda hoy el lugar donde se supone yacen sus restos mortales.

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