Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

lunes, 7 de marzo de 2011

El infierno bajo tierra

Mi tutor en la Universidad de Dios me advirtió hace mucho (y entonces no quise creerle pero el tiempo le dio la razón enseguida con un asunto concreto y, a partir de entonces, en innumerables ocasiones) que la gente en general es muy ingenua. Tanto, que cuanto más fantástico e inverosímil sea el cuento que les presentes, más fácil es que se lo traguen y actúen como tú deseabas al relatárselo. Tal vez se trata de un fallo generalizado en la mente de nuestra especie o tal vez es que la mayoría de las personas tienen tan poca inventiva que no pueden creer que a alguien se le ocurran historias tan extraordinarias y piensan que por fuerza deben ser verdaderas. 

No es un problema exclusivamente de nuestros tiempos: ahí tenemos cuentos como El traje nuevo del emperador, de Andersen, en el que se detalla cómo un par de vividores que se hacen pasar por sastres fabulosos confeccionan "un traje mágico" a precio de oro para el susodicho emperador. La vestimenta, dicen, tiene la propiedad de ser preciosísima pero al mismo tiempo resulta invisible para aquéllos que no son dignos del cargo que ocupan o bien poseen un nivel intelectual rayano en la estulticia. Naturalmente, el traje no existe en realidad aunque los "sastres" simulan cortarlo y coserlo y, cuando el emperador se lo "prueba", todo el mundo empezando por él mismo alaba la obra de arte..., aunque nadie es capaz de verlo pero no dice nada por temor a que los demás sepan que es un tonto o que no debería tener la dignidad que ostenta. Cuando el emperador se pasea en un gran desfile por su capital, la gente aplaude y enaltece el traje que nadie ve en realidad, hasta que un niño pequeño (ahhh..., la voz inocente de la infancia...), que no tiene que guardar ninguna imagen ante los demás, dice en voz alta lo que todo el mundo ve pero nadie se atreve a decir: "¡El emperador está desnudo!"

Internet se ha convertido, entre otras muchas cosas, en el terreno perfecto para contar todo tipo de historias fantásticas y rematadamente increíbles, sobre todo gracias a su capacidad demostrada para clonar una y otra vez el mismo cuento en miles de páginas diferentes (sólo de continente, porque el contenido es un copia-y-pega descarado que muchos de sus "autores" ni siquiera se molestan en disimular un poquito). Uno de los relatos de terror más divertidos que he leído/escuchado en los últimos años, y que incluso llegó a los medios de comunicación serios, se refiere a cierta perforación subterránea practicada en Rusia durante los últimos años de la Unión Soviética. Según la información publicada inicialmente por un periódico finlandés, un grupo de geólogos dirigidos por un doctor apellidado Azzacov trataba de batir todos los récords de profundidad y había taladrado ya más de 14 kilómetros hacia el interior del planeta en Siberia cuando tuvo que detener los trabajos porque la gigantesca broca utilizada en las operaciones empezó a rotar en el aire, como si hubiera llegado a una gran caverna. Perplejos ante semejante obstáculo, los especialistas decidieron introducir un micrófono ultrasensitivo y resistente al calor de aquellas profundidades. El micro aguantó apenas unos segundos antes de estropearse, pero la grabación que obtuvieron los geólogos les puso los pelos de punta.

"Lo que escuchamos convirtió nuestra lógica científica en ruinas. Parecían unos sonidos débiles pero al mismo tiempo de atla frecuencia, que en un principio pensamos se originaban en nuestro propio equipo. Sin embargo, tras algunos ajustes, comperndimos que aquellos sonidos provenían del interior de la Tierra y apenas podíamos creer en lo que estábamos escuchando. Porque eran voces humans, gritando con dolor. Alguna voz era más perceptible que otras pero pudimos escuchar miles, millones de almas tal vez gritando y sufriendo. Tras este impactante descubrimiento, la mitad de los científicos que participaban en el trabajo decidió renunciar al proyecto, por puro miedo. Esperamos que lo que esté allí abajo, allá se quede (...) Como comunista, le diré que no creo en el Cielo, ni en nada de lo que dice la Biblia, pero como científico reconozco que ahora creo en el Infierno..." 

Inquietante declaración, la del doctor Azzacov, que puede complementarse escuchando la siguiente grabación, donde se recogen esos sonidos terroríficos. La verdad es que si uno se coloca unos auriculares para escucharlos y además lo hace solo en casa y con poca luz el escalofrío está asegurado:


Tremebundo, fantástico, impactante... Y todo falso. Como el añadido posterior a la historia según el cual el mismo día en el que se grabaron los sonidos del infierno el pozo expelió un gas luminoso en medio de una columna de humo incandescente del cual emergió un ser demoníaco con alas parecidas a las de murciélago y que, volando hacia el cielo, gritaba (en ruso, por supuesto, para que le entendieran): ¡He vencido! O como el epílogo al relato según el cual un nutrido grupo de ambulancias se llevó a casi todos los que habían participado en la expedición, algunos con graves ataques de ansiedad, y todos ellos con un tratamiento ya prescrito para que se les inyectara una droga útil para borrar la memoria de corto plazo y reducir los efectos del shock...

Toda la historia la montó un telepredicador norteamericano obsesionado con el infierno "clásico" de Pedro Botero, las calderas, los demonios con tridentes, las llamas eternas, las cavernas, etc. Pensando en la manera de incrementar su grey, se le ocurrió que lo mejor era retomar la más rancia tradición iconográfica del averno según la Iglesia (aunque no siempre era un lugar en llamas: Dante en la Divina Comedia lo presenta más bien como un lugar gélido, a la par que desolado) y, razonando como Maquiavelo que lo importante era el fin y no los medios, mandó mezclar en un estudio de grabación varios sonidos diferentes. En el estudio se sumaron los aullidos y gemidos de diversas películas de terror con otras de sadomasoquismo, además de chillidos infantiles, oraciones musulmanas y algún ingrediente más. Ralentizando la velocidad de unos sonidos y acelerando la de otros, consiguió un efecto asombroso y verdaderamente potente como el que podemos escuchar. Hollywood ha empleado este truco muchas veces para lograr imágenes sonoras características e inolvidables: desde el famoso grito de Tarzán (mezclando diversos ruidos y gritos, incluyendo un fragmento de ópera) hasta los lamentos diabólicos de los seres infernales que acuden a por los "malos" en Ghost (compuestos básicamente por lloriqueos de bebés pasados a velocidad muy lenta).

Naturalmente, ni el doctor Azzacov, ni los geólogos, ni la perforación en Siberia existieron jamás. Todo el cuento del Pozo del Infierno lo montó el telepredicador a partir de la gran excavación de Kola, un agujero real de unos 12 kilómetros de profundidad que sí practicaron los soviéticos en la península del mismo nombre y en el que encontraron algunas anomalías geológicas de interés pero poco más. Por cierto que aunque nos parezca una gran profundidad, y pese a los ingentes esfuerzos económicos y técnicos que fue necesario emplear para llegar a ella, esa perforación es apenas un arañazo en la costra de nuestro planeta.
De todas maneras, el telepredicador consiguió su propósito: el número de fieles atemorizados que no querían ir al infierno después de escuchar la sobrecogedora grabación se multiplicó por muchos. Y no sólo los de su parroquia, sino los de numerosas iglesias americanas (en todo el continente) que han copiado y recopiado los espantosos sonidos mezclándolos en ocasiones con dibujos e imágenes de demonios de todas las épocas para reforzar el efecto. Aún a día de hoy existe un número considerable de crédulos que están convencidos de la veracidad de este cuento de miedo que he querido recordar hoy porque acabo de ver Nine miles Down (Nueve millas hacia abajo) editada en español como El infierno bajo tierra de Anthony Waller.

 Rodada en 2009 en coproducción británico-norteamericana-húngara-australiana, se trata de una película de bajo presupuesto protagonizada por Adrian Paul y Kate Nauta que desarrolla cinematográficamente la historia del inexistente doctor Azzacov pero ambientándola en el desierto del Sahara. Allí hay una antigua estación de perforación gasística abandonada que es reutilizada por un equipo de científicos internacionales cuya misión es conseguir la excavación más profunda del mundo. Por supuesto, encuentran la caverna y escuchan los "sonidos de los condenados". Luego, todos mueren uno por uno menos una doctora que es la protagonista de la película junto con el guardia de seguridad que acude a la estación para saber por qué se ha perdido contacto por radio con sus miembros desde hace tres días. Lo que sigue es una discreta película de terror, con sustos hasta el final y una doble explicación a gusto del consumidor: lo que perforaron los científicos fue realmente la puerta del Infierno del que escapó algún malvado demonio que es el culpable de la matanza en la estación o en realidad la caverna contenía un poderoso gas tóxico que al salir a la superficie enloquece a cuantos lo aspiran, que se dejan llevar por las alucinaciones y pasa lo que pasa. O las dos cosas.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario