Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

martes, 8 de marzo de 2011

Acepto... (veinticinco cláusulas abusivas)

Hay algunos personajes históricos que debieron llevar una doble vida o al menos contar con un par de negros (en el sentido literario) trabajando para ellas durante buena parte de su existencia porque, si no, no se explica cómo es posible que, aparte de la cantidad de políticas que impulsaron, inventos que diseñaron, batallas en las que combatieron y hechos en los que participaron en general, tuvieran tanto tiempo para idear frases geniales: de ésas que pueblan los libros de recopilaciones y, últimamente, tantas páginas de Internet. Gente, por ejemplo, como Winston Churchill, Napoleón Bonaparte o Albert Einstein.


En el caso de Einstein, una de sus sentencias más citadas (y más acertadas, con independencia de que fuera realmente suya) es la siguiente: "El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquéllas que permiten la maldad sin hacer nada". Sé que Mac Namara nunca estará de acuerdo con esto, porque considera tan poderosos a los protagonistas de sus conspiraciones y paranoias varias, que está convencido de que es imposible parar a los "malos" una vez se han puesto en marcha. Sin embargo mi propia experiencia me dice que esos mismos "malos" son, en realidad, pocos, muy pocos, y que basan buena parte de su fuerza (si no la mayor parte) en el miedo que inspiran y que paraliza la reacción en su contra. Es como el enfrentamiento contra un chulo o un matón: este tipo de personaje impone su voluntad gracias a su atemorizante presencia porque sabe que nadie le va a contestar pero, oh sorpresa, si uno se enfrenta a él en 9 de cada 10 ocasiones descubrirá que no sólo no es tan fuerte como parecía sino que incluso se le puede ahuyentar con relativa facilidad (en 1 de cada 10 casos, el matón te puede partir realmente la boca, pero la próxima vez procurará no meterse contigo porque no le interesa andar pegándose con nadie, no vaya a ser que encuentre a alguien que pueda vencerle, y preferirá ir a otro lado a imponer su miserable personalidad).

Sí, los "malos" mandan porque les dejamos mandar y lo más triste del caso es que la mayoría de las veces no encuentran oposición no porque les tengamos miedo sino por pura y simple comodidad. O por inercia. Hasta por aburrimiento. Puff, ponerse a pensar ahora en una alternativa... ¡Más vale lo malo conocido que lo bueno etc.! Mientras nos mantengamos tibios, mientras no sintamos el frío en nuestros pies o el hambre en nuestros estómagos, es muy difícil que reaccionemos. Y sin embargo es en este momento cuando deberíamos hacerlo ya que podemos estudiarlo con calma, trazar una estrategia y seguirla aunque sea pasito a paso. Porque si un día sentimos frío y hambre de verdad estallaremos..., pero entonces estaremos tan desesperados que nuestra furia y nuestra rabia no cambiarán nada realmente, porque no podremos aprovecharlas nosotros sino que nos serán arrebatadas para emplearnos como peones y forzar una serie de cambios cosméticos destinados a reforzar el control del ajedrez secreto que se juega en el mundo. Muchos árabes que participaron ilusionados y de buena fe en la ola revolucionaria que estamos viendo en los últimos meses en sus países ya se han desengañado y se preguntan si de verdad va a cambiar algo, si su vida va a ser mejor sin el cacique de turno. Esto no es una defensa de ese cacique, por supuesto. Está bien que haya desaparecido pero ¿en qué momento la situación ha pasado a ser controlada por otro cacique que no se ve y que nos hace pensar que no existe cuando nos controla y asfixia aún más que el que antes se veía? Una sarcástica frase política muy de moda en España durante la Transición y más profunda de lo que parece recordaba que "Contra Franco vivíamos mejor".

Un colega de la Universidad de Dios que está en tercer curso y sabe algunas cosas más que yo me mandó un contrato que, asegura, no sólo hemos firmado hace tiempo sino que encima lo renovamos día a día. "El problema", me decía, "es que no somos conscientes de ello. Es como en una de esas películas de Ciencia Ficción en las que el protagonista olvida lo que ha hecho el día anterior y tiene que intentar recordar su pasado antes de que llegue la noche y se vuelva a la cama a dormir y todo desaparezca una vez más. Si lográramos tomar conciencia del contrato y denunciarlo, es decir, dejar de cumplirlo y empezar a actuar de manera diferente, todo cambiaría, pero de verdad. Las revoluciones tendrían un sentido porque se podría cambiar el sistema, no como sucede ahora que se limitan a cambiar un títere por otro". El contrato tiene algo más de una veintena de cláusulas. Las resumo:

Cláusula 1: Acepto la búsqueda de la comodidad como objetivo primordial de la Humanidad y la acumulación de riquezas como el mayor logro de nuestra vida. Cuanto más infeliz sea, más consumiré y así contribuiré al buen funcionamiento del sistema.

Cláusula 2: Acepto que la investigación relacionada con mi salud esté en manos de empresas cuya única motivación es generar beneficios. No me preocupa que las empresas farmacéuticas financien los congresos de medicina y así puedan controlar la información que puedan manejar mis médicos. Confío en la buena fe de la industria farmacéutica y en que sólo están desarrollando medicinas buenas para mi salud que pondrán en el mercado a un precio muy barato sin robar conocimientos de pueblos indígenas, patentar plantas de uso común ni alterar genéticamente productos que voy a ingerir sin conocer cuáles son las consecuencias a largo plazo de semejantes alteraciones.

Cláusula 3: Acepto que los bancos controlen mi salario para invertirlo en las actividades que más dinero generen, independientemente de su moralidad o su impacto ambiental. Asumo que las inversiones más lucrativas son las que explotan a los ciudadanos, en especial los de los países más desfavorecidos. No me preocupa lo más mínimo que especulen para genera riqueza virtual, creando dinero a partir de más dinero sin una contrapartida económica real.

Cláusula 4: Acepto que las autoridades guarden todos los datos que tengan sobre mí y estoy dispuesto a que sean cuantos más, mejor. Confío completamente en mis políticos y creo que son independientes y que no están sometidos a presión alguna por parte de intereses que no aparecen en primer plano. No me importaría que decidieran injertar un microchip dentro de mi cuerpo, como se hace ya con las mascotas, para contribuir a la seguridad y el control del sistema.

Cláusula 5: Acepto la existencia de los paraísos fiscales para que los millonarios y los delincuentes puedan eludir el pago de los impuestos que yo sí abono en su totalidad a costa de grandes esfuerzos. Y estoy dispuesto a medrar en el sistema con intención de algún día poder llegar a utilizarlos yo también.

Cláusula 6: Acepto que los bancos internacionales presten el dinero necesario a los países que desean ir a la guerra contra sus vecinos y me parece bien que las empresas de mi país exporten todo tipo de armamento que, como es lógico, sólo se puede usar de una manera. Soy consciente de que lo mejor es financiar a los dos bandos en lucha para que el conflicto dure el mayor tiempo posible, no sólo para poder venderles más armas sino para, una vez finalice el conflicto, esquilmar mejor los recursos locales cuando el "vencedor" se encuentre con que no puede pagar los créditos que solicitó para matar mejor a su rival.

Cláusula 7: Acepto que la publicidad me cuente mentiras y me haga desear cosas nuevas constantemente. Cosas que, por otra parte, una vez que las he conseguido, aportan poco a mi vida y de las cuales me aburro enseguida para ponerme a pensar en las que no tengo todavía.

Cláusula 8: Acepto que las grandes compañías de Internet guarden mis datos y mis mensajes todo el tiempo que quieran, aunque yo los haya borrado técnicamente o incluso aunque haya clausurado mi relación con el servicio que me prestaron en un momento dado. Me parece bien que grandes empresas como Yahoo faciliten algunos de esos datos a las autoridades de países con regímenes dictatoriales como China para que las autoridades locales puedan encontrar y detener a las personas que piensan de manera diferente. Creo que es estupendo que las últimas tecnologías de teléfonos móviles me permitan estar permanentemente localizado, aunque sea en contra de mi voluntad, por el mero hecho de llevar encima el mío.

Cláusula 9: Acepto que el poder esté en manos de personas ambiciosas y probablemente sin escrúpulos, que han llegado a lo más alto simplemente por ganar unas elecciones y sin tener que someterse antes a ningún tipo de test de aptitud, ni psicológico, ni laboral como los que me exigen a mí cuando voy a cambiar de empresa.

Cláusula 10: Acepto que no vivimos en una democracia real sino en una partitocracia donde sólo puedo expresar mi opinión cada cuatro años como término medio y además sin poder elegir a las personas que deseo que me gobiernen, sino a las que escogerán por mi propio bien a quien ellos consideren que deben ser nombradas. Es estupendo que los políticos posean tantos privilegios como los que disfrutan en la actualidad, empezando por el hecho de ganar mucho más dinero que un ciudadano medio trabajando menos horas al mes y con el aliciente de que se les asigne la pensión máxima con sólo estar presentes en un par de legislaturas mientras yo puedo trabajar toda mi vida sin llegar a disfrutar de ese nivel de pensión. Me parece divertido que, a la hora de gobernar, organizaciones y personajes no elegidos por mí, como dirigentes sindicales, representantes religiosos o grandes banqueros, puedan influir en mi gobierno y hacerle tomar decisiones de acuerdo con sus intereses particulares que lógicamente no tienen por qué ser los míos.
Cláusula 11: Acepto que la inmensa mayoría de los medios de comunicación se concentren en muy pocas manos y no me importa que sean las mismas que manejan los poderes económicos y políticos. Confío completamente en ellos y sé que siempre van a contarme la verdad y nada más que la verdad, sin esconderme nada que me interese. Sé que sólo lo que ellos expliquen merece ser tenido en cuenta y que cualquier tipo de información o interpretación de los hechos que ellos no me proporcionen pero yo pueda conocer por otro lado no será más que un bulo para gente crédula o débil mental. Les agradezco que me muestren el mundo como me lo muestran porque es por mi bien.
  
Cláusula 12: Acepto que los resúmenes de noticias en todos los medios informativos me ofrezcan por sistema una apabullante colección de crímenes, corrupciones, guerras, expolios, desastres y otras informaciones negativas y pesimistas obviando las más alegres y esperanzadoras, a fin de mantenerme en un estado depresivo y convencido de que este mundo es una basura y de que la vida no merece la pena ser vivida. Estoy convencido de que alimentar mis miedos, mis rabias y mi desesperación es lo mejor que pueden hacer por nosotros, porque creer que se puede cambiar algo y empezar a trabajar por ello es muy peligroso para mí y para los demás.

Cláusula 13: Acepto las versiones de los grandes acontecimientos mundiales que me facilitan los medios de comunicación aunque la lógica e incluso las evidencias a mi disposición me hagan sospechar de que las cosas no son realmente como me las están contando. Apoyo todas las divisiones entre los seres humanos que me cuentan los diferentes gobiernos y organizaciones económicas, financieras, sindicales, religiosas, sociales y hasta deportivas que me imponen las distintas autoridades mundiales.

Cláusula 14:  Acepto que se condene a muerte, incluso acepto matar yo mismo, a todo aquél que pertenezca a un país distinto al nuestro cuyo gobierno y el nuestro se hayan declarado mutuamente la guerra. No puede ni debe haber piedad contra nuestros enemigos.

Cláusula 15: Acepto que se desechen o se destruyan toneladas de alimentos de todo tipo con el único fin de que su precio no baje en los mercados internacionales. Me niego a que esa comida que mi país no va a utilizar ni rentabilizar sea donada a los países más desfavorecidos del mundo donde diariamente muere de hambre un número desconocido de personas.

Cláusula 16: Acepto que, en lugar de organizar planes reales y eficaces de ayuda alimentaria a la población hambrienta del mundo, se entregue el dinero a sus corruptas autoridades locales sin supervisar su destino. Me parece una interesante demostración de gastronomía popular que en lugares como Haití los desfavorecidos incluyan en su dieta habitual ratas, raíces o incluso galletas hechas con tierra.

Cláusula 17:  Acepto que la felicidad equivale a la comodidad personal, que el amor es un sinónimo de satisfacción sexual y que la libertad significa tener dinero suficiente para satisfacer todos mis deseos y caprichos.

Cláusula 18: Acepto alimentarme con carne bovina tratada con hormonas sin que haya obligación legal alguna de advertirlo en la etiqueta del producto a la venta de los consumidores. También me parece fantástico poder servir como cobayas humanos consumiendo productos transgénicos cuyo impacto en nuestra salud es impredecible. Y no tengo nada que objetar al bombardeo de pesticidas, herbicidas y otros productos tóxicos con los que se rocía los vegetales que consumo. Si las grandes compañías agroalimentarias patentan seres vivos, controlan los recursos mundiales de la alimentación y se dedican a obtener grandes beneficios pese a los mil millones de personas que pasan hambre según la FAO, es porque es lo mejor que puede pasar.

Cláusula 19: Acepto el maltrato animal, su explotación en condiciones de hacinamiento aberrante y de engorde químico, con tal de abaratar su carne y poder obtener mayor beneficio de ellos. Después de todo, somos la especie superior y podemos hacer con ellos cuanto queramos. Y asumo que si algún día llega a nuestro planeta unos sere de una raza extraterrestre superior a la nuestra hagan lo mismo con nosotros.

Cláusula 20: Acepto la política internacional de "revolting doors" o puertas giratorias que permite a los directivos de organismos internacionales como la ONU, el FMI, la OTAN, el Banco Mundial, la OMS rotar dentro de un circuito en el que van pasando de un despacho a otro de estas organizaciones o de grandes multinacionales relacionadas sin perder nunca sus privilegios.
 
Cláusula 21: Acepto la hegemonía del petróleo y me niego a considerar cualquier posibilidad que permita sustituir esta energía costosa y contaminante. Me parece bien que las propias empresas petroleras adquieran sistemáticamente a cambio de pequeñas fortunas y/o presiones personales a sus inventores los métodos de energía libre ya descubiertos y sistemáticamente silenciados para no poner en peligro el sistema.

Cláusula 22: Acepto que el valor real de una persona dependa de su capacidad para generar dinero, aunque sea de manera ilegal o inmoral, o bien de las veces que salga en la televisión o en las revistas del corazón. Tomaré como referencia personal a estos personajes e intentaré orientar mi vida de manera que me parezca lo más posible a ellos.

Cláusula 23: Acepto que se abonen auténticas fortunas a profesionales del fútbol o del cine, a fin de convertirlos en modelos de éxito social. Me parece absolutamente lógico que los profesores, en cuyas manos descansa la formación de las generaciones futuras, cobren tan poco y que además su trabajo sea constantemente despreciado por las propias autoridades que poco hacen para defenderles de los abusos de numerosos padres y alumnos.

 Cláusula 24: Acepto que las personas mayores son un estorbo y que hay que quitárselas de encima cuanto antes a no ser que tengan mucho dinero para gastar y personalmente me pueda beneficiar de ello. No creo que la experiencia de otras personas me aporte gran cosa. Apoyo el culto exclusivo al cuerpo, a la juventud y a lo material.

Cláusula 25: Acepto no cuestionar el sistema, no hacerme preguntas de cómo podríamos mejorarlo ni plantear qué podría aportar yo en concreto. Acepto ser una pieza más y educar a mis hijos para que también lo sean. No deseo oponerme a cuanto está ocurriendo pues ya tengo bastante con mis propios problemas, los únicos importantes. Naturalmente, acepto defender este contrato con mi propia vida, puesto que más que miedo tengo verdadero pánico a enfrentarme con las consecuencias del cambio, por más que éste pudiera aportar algo de felicidad a mi vida.

Todas estas cláusulas, creo yo, se pueden resumir en una sola: conciencia individual. Si lográramos ser conscientes de nosotros mismos y de lo que estamos haciendo con nuestra existencia, de nuestra responsabilidad en el mundo, no haría falta plantear acción alguna. Simplemente la estaríamos poniendo en marcha. 

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