Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

miércoles, 5 de octubre de 2011

El mundo como voluntad y representación

El progresismo se basa en un concepto lineal de la Historia a su vez asentado sobre la creencia de que cualquier tiempo pasado fue peor. Según esta fe, nuestros antepasados eran unos brutos y unos ignorantes, por debajo de nuestras capacidades modernas y nuestro desarrollo actual, y a medida que pase el tiempo las cosas irán cada vez mejor hasta alcanzar una etapa de dicha y felicidad completa para el ser humano. Es decir, en una escala de cero a diez, partiríamos de la nada para alcanzar ese maravillosísimo e inefable diez.

Como buen estudiante de la carrera de Dios, mi opinión es justamente la contraria, basada precisamente en la Tradición con mayúscula que nos habla de la existencia de una Edad de Oro en tiempos lejanos que progresivamente (nunca mejor dicho) fue perdiendo brillo a medida que el hombre se dejaba corromper en su camino a través de los siglos. Así se degradó a una Edad de Plata, más tarde a una edad de Bronce y finalmente a la Edad de Hierro donde ahora nos encontramos, a un paso del final de ciclo. La escala es justo la contraria: comenzamos en el diez y avanzamos, cada vez más deprisa, hacia el cero más redondo. La ciencia contemporánea que, para sorpresa de tantos, llega en nuestros días cada vez más a menudo a similares conclusiones como las que manejaran los sabios de la Antigüedad, también apoya esta visión en cierta medida. Pensemos en Jeremy Rifkin y sus estudios sobre los poderosos efectos de la fuerza disolvente que supone la entropía.

Sí, ahora poseemos un cada vez más avanzado nivel tecnológico pero ¿en qué se diferencia nuestra vida de la de los que nos precedieron en el tiempo? ¿Acaso somos más felices que los europeos de la Edad Media, que los antiguos romanos, que los mismísimos sumerios? Como ellos, lo único que nos preocupa es pasar la vida lo mejor posible: comer, beber y fornicar cuanto más, mejor; trabajar lo menos posible y, si se puede, en algo que nos guste; tener descendencia de la que poder sentirnos orgullosos y que alimente la ilusión de que podemos ser recordados mucho después de muertos... También como ellos estamos dominados por las mismas pasiones que nos conducen a envidiar a quien tiene más que nosotros, desear el lujo y el poder, mentir y perjudicar a otros para mejorar nuestra propia posición aunque no seamos merecedores de ella...

Lo único en que realmente nos diferenciamos de esos antepasados es en las comodidades que ahora disfrutamos pero hasta esa presunta ventaja acaba siendo perjudicial para nosotros: la televisión que vemos a todas horas embrutece nuestro cerebro, la música que escuchamos en los iPods nos deja sordos, el azúcar que satura nuestros alimentos y los hace tan deseables destroza nuestra dentadura, los ascensores y los coches y todos esos artefactos que nos llevan y nos traen refuerzan nuestro sedentarismo y, con él, atraen el sobrepeso, la diabetes y otras enfermedades...

Y ya no tenemos sabios. ¿Alguno conoce algún sabio? Digo de los de verdad, no esas parodias que nos presentan a veces los medios de comunicación y que, en el mejor de los casos, no son más que simples ordenadores con piernas: depósitos de datos e informaciones que a pesar de su aparente conocimiento no saben mucho más del mundo que cualquier dependiente de unos grandes almacenes o que un conductor de autobús.

Hubo sabios entre nosotros hasta no hace tanto. En algún otro momento de esta bitácora he contado algo sobre ese magnífico y admirable sabio salvaje conocido en el mundo como Nietzsche y al que siempre tuteé con el tratamiento socarrón de El Gran Fritz, aunque a él personalmente no le hacía mucha gracia. De hecho, como buen germano, era incapaz de encontrar la gracia de las cosas. Aunque le gustaba reírse a carcajada batiente mientras degustábamos cerveza y salchichas con Sauerkraut, su risa no era tanto producto del humor sino una expresión de vitalidad y afirmación en el mundo. Muchas veces discutimos precisamente sobre el sentido del humor. Defendí entonces, y defiendo ahora dos o tres reencarnaciones más tarde, que precisamente el humor es el arma más poderosa de la que disponemos los dioses para no volvernos locos durante nuestra estancia material en este diminuto e incómodo planeta. Creo que no hace falta recordar que Fritz murió loco y, aunque le echaron la culpa a la sífilis, la verdadera razón de su demencia hay que buscarla en la llama de su espíritu, que ardía con demasiada fuerza para el contenedor material de su cuerpo y acabó consumiéndole con rapidez. 

Recuerdo la época en la que el Gran Fritz desbarraba contra Wagner, después de haber sido discípulo suyo. Al final de su relación, llegó a considerarle una especie de pequeño burgués, demasiado encajonado por su brillante obra musical y autolimitado en su rígido sistema de pensamiento. Un sistema tan alemán y, por tanto, tan enfermo de precisión y de método, que le llevaba a sabotearse a sí mismo impidiéndole ir más allá, sujetándole en lugar de empujarle para lanzarse al vacío como lo hiciera el autor del Zaratustra, con el fin de alcanzar los paisajes de comprensión de sí mismo y del mundo que no sólo le inmortalizaron sino que, como digo, quemaron su alma material.

En aquellos días el Gran Fritz también despotricaba contra otro de sus antiguos maestros, al que nunca hasta ahora presté demasiada atención, tengo que reconocerlo. Era Arthur Schopenhauer, el filósofo de los pelos locos como solíamos llamarle, al que creo que nunca perdonó que fuera el introductor del orientalismo en la filosofía occidental. Los dioses saben que el planeta está dividido en dos hemisferios y que, pese a las falacias de lo políticamente correcto que insiste en la supuesta igualdad de todos los humanos, el camino del hombre de Oriente no es el mismo que el del Occidente, aunque sería largo de explicar aquí. De hecho, la visión filósofica de Schopenhauer era tan oriental que, en esta vida en la que él consideraba que básicamente "todo es sufrimiento" sólo entrevió tres opciones para huir del mundo: la estética a través de la contemplación del arte; la ética mediante la práctica de la compasión, en un plan muy budista; y la ascética, buscando una autonegación del yo como ese deseo suicida tan oriental de disolución de la persona en el caldero del Todo.

No obstante, Schopenhauer ofreció también algunos puntos de interés que el Gran Fritz y otros recogerían más tarde por su validez. Los principales son:

a) La lucha contra el materialismo: "...El absurdo fundamental del materialismo consiste en tomar lo objetivo como punto de partida, como primer principio de explicación (...) en la materia no debe buscarse la explicación definitiva y última de las cosas, sino sólo el origen temporal de las formas inorgánicas y los seres organizados (...) la verdadera filosofía es idealista."

b) El poder de la voluntad, fuerza motriz dentro de la Naturaleza, donde se necesita para luchar y salir adelante: "...la fuerza que palpita en las plantas y los vegetales y aún la que da cohesión al cristal, la que hace girar la aguja magnética hacia el polo norte (...) A alguien que me preguntase qué es ello le remitiría a su propio interior, donde lo hallará completo con colosal tamaño, como un verdadero 'ens realissimum' (...) La vida del hombre es un perpetuo combate, no sólo contra males abstractos como la miseria o el hastío, sino contra los demás hombres. En todas partes se encuentra un adversario. La vida es una guerra sin tregua y se muere con las armaas en la mano."

c) La importancia de la libertad, y no sólo de su existencia sino de su aplicación al día a día: "... La libertad no puede encontrarse entocnes en la Acción, tiene que radicar en el Ser. Es un error fundamental atribuir la necesidad al Ser y la libertad a la Acción pues lo cierto es lo contrario. Sólo en el Ser reside la libertad. De él y de los motivos resulta necesariamente la Acción y, en lo que hacemos, reconocemos lo que somos (...) Todo depende de lo que uno es: lo que haga, resultará como un corolario necesario por sí mismo (...) Los demócratas que halagan al pueblo para seducirlo hablan de libertad pero siguen siendo esclavos de su propia sociedad."

d) La definición de calidad humana por encima de la presunta igualdad: "...¡Ah si la cantidad de la sociedad pudiera ser reemplazada por la calidad! Entonces merecería la pena vivir hasta en el gran mundo pero, desgraciadamente, cien locos puestos en un montón no llegan a formar el equivalente a un solo hombre razonable (...) Si gustáis de planes utópicos os diré que la única solución del problema político y social sería el despotismo de los sabios y de los justos, de una aristocracia pura y verdadera, obtenida mediante la generación por la unión de los hombres de sentimientos más generosos con las mujeres más inteligentes y agudas."

La obra más importante de Schopenhauer fue Die Welt als Wille und Vorstellung, o sea El mundo como voluntad y representación. Hoy está considerado como un auténtico clásico de la filosofía, que marcó la carrera de tantos discípulos a lo largo de los años, desde el propio Fritz hasta Jung, pasando por Tolstoi, Cioran, Bergson, Borges y tantos otros. Pero su primera edición fue un fracaso absoluto y sólo al final de sus días empezó a ser reconocido por sus ideas y los textos en los que las publicó (lo cual debería cuando menos animar a muchos autores contemporáneos).

2 comentarios:

  1. los mas importante de tu escrito es la reflexion sobre la regresion de la sociedades, pero no sera acaso un facilismo y un engaño pensar de manera automatica, es decir a traves de contrarios, es que cuando señalas que si no te parece que la sociedad va progresando no quiere decir tampoco que baya retrosediendo, eso es miopia, prefiero pensar en este sentido como nietzsche vivimos en una epoca de nihilistas y que debe ser superada, pues el hombre de hoy es un puente entre el mono y el ultrahombre.

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  2. una de las facetas del nihilista (tanto cristiano como budista) e incluso del ateo es la nostalgia por lo que paso y la desesperanza por lo que vendra, segun nietzsche eso era consecuencia de jusgar la vida con valores cristianos, al darnos cuenta que estos son falsos pensamos tambien que la vida es falsa, en consecuencia seguimos estando dentro de los valores cristianos, debemos construir nuevos valores.

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