Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

lunes, 8 de abril de 2013

Siete obstáculos

Muchos lectores se han interesado por la dirección de la Universidad de Dios así como por la convocatoria de pruebas de acceso y el temario que es preciso recopilar para someterse a los correspondientes exámenes. Lamentablemente no puedo aportar ninguno de esos datos concretos, porque no están a disponibilidad del público en general. Ingresar en esta peculiar institución es una cuestión complicadísima (aunque parece un juego de niños cuando se compara con el plan de estudios propiamente dicho y sobre todo cuando empiezas a trabajar con éste: entonces descubres que cada curso es geométricamente más complicado que el anterior y así cuesta lo que cuesta subir de nivel...) y depende mucho de cada aspirante: no existe un protocolo general, más allá de la recomendación de dejar que el contenido de la redoma llegue al justo punto de ebullición. Entonces se podrá entrever, entre los vapores generados por las altas temperaturas, la puerta peculiar que se entreabre para acceder al campus y, desde ahí, a la secretaría donde presentar la solicitud individual, personal e intransferible para convertirse en alumno. Es un poco como lo que sucede en Glastonbury Tor, donde todo el mundo puede ver los restos de la iglesia de San Miguel pero sólo un número muy limitado de iniciados (y de acuerdo a ciertas condiciones muy concretas) puede contemplar en el mismo sitio, pero en otro plano y a través de la neblina mágica, el acceso a Avalon e ingresar de este modo en la eterna Tierra de las Manzanas.

Sé que esta explicación no es satisfactoria para muchas personas que tienen verdadera curiosidad por echar un vistazo a las impresionantes aulas de la Universidad de Dios (mucho más solemnes, poderosas y realmente mágicas que las fantochadas de los cuentos para niños como Hogwarts) e incluso asistir como oyentes a las clases de alguno de nuestros peculiares maestros. Mas lo cierto es que estas personas a menudo ni siquieran tienen un kit básico de alquimia (como para pedirles la redoma adecuada). Así son las cosas: yo no he inventado las reglas, por lo que más vale que no se enfaden conmigo. Los conocimientos mágicos de verdad son muy peligrosos, nada que ver con las ingenuas varitas mágicas de las hadas madrinas, y las medidas de seguridad han de ser por fuerza rigurosas: la curiosidad mató al gato, como dice el refranero. Y eso que los aspirantes ya no tienen que arriesgar físicamente su vida en las pruebas de acceso... A veces he pensado que una de las principales labores de mi mascota (por llamarla según los estándares humanos corrientes) Mac Namara es la de vigilar mis artículos para que no se me vaya la mano aportando demasiados datos sobre la ubicación espaciotemporal de este lugar, de la misma forma que Heródoto se cuidaba muy mucho en sus manuscritos de contar lo que había aprendido en ciertos templos egipcios.

Dicho esto y aprovechando que hoy es lunes, día de la Luna, razón por la cual mi gato conspiranoico anda especialmente absorto en la contemplación de este cuerpo celeste viendo algo que sólo los gatos parecen ver cuando la observan con detenimiento, voy a aprovechar la circunstancia para transcribir unos fragmentos especialmente interesantes de uno de los libros de texto básicos en la Universidad de Dios: El hombre estelar, de John Baines. Se refiere precisamente a los obstáculos comunes del homo sapiens a la hora de enfrentarse a la vida: obstáculos que además le impiden acercarse a nuestro campus... Partiendo de la base del sueño como energía universal de la creación, energía que impide despertar al sujeto y que, por ende, le hace soñarse a sí mismo y al mundo real, Baines apunta las siguientes siete vallas internas que es preciso superar si uno de verdad pretende avanzar en este sendero:

"El concepto erróneo del hermetismo o esoterismo en conjunto", pues las creencias comunes oscilan "entre los dos extremos: los que consideran lo esotérico como algo supersticioso, malo o diabólico, y los que creen ciegamente" en cualquier cosa y se pasan el día hablando, como si supieran lo que dicen, de la "necesidad" de "abrir el tercer ojo o que hay que despertar la Kundalini, y que en su tremenda ingenuidad, están sinceramente convencidos de la veracidad de lo que dicen”. En este caso concreto, como en todas las actuaciones de la vida, lo recomendable siempre es no tomar una postura previa, sino agarrarse al escepticismo y la experimentación personal. Para aprender a montar en bicicleta, no sirve de nada escuchar lo que nos puedan contar otros ciclistas, por muy experimentados que sean. Y aún más inútil resulta leer una enciclopedia sobre el mundo de las dos ruedas. La única forma es buscarse una bicicleta, subirse en ella y empezar a pedalear.


 * "La dificultad de verse a sí mismo objetivamente", que podemos apreciar con facilidad a nuestro alrededor en el día a día y que en este interesante camino constituye uno de los peores obstáculos para avanzar pues "cada persona hace ondear el pendón de las cualidades que más aprecia de sí misma. No puede evitar proyectar su propia imagen a lo externo y juzgar todo según su propio concepto". La comparación que se hace en el libro es brutal pero eficaz: "Esto es como si alguien devorara todos los días parte del mundo, para vomitar después todo lo que no correspondiera a su imagen de 'agradable', 'verdadero' o 'positivo'”. Baines señala el colmo de la vanidad humana al llegar a construir (y lo que es peor: creer ciegamente en esa construcción) "un  Dios a su imagen y semejanza, y lo ha imaginado como a un bondadoso 'viejito de barba blanca'”, una especie de Papa Nöel para adultos.



* "El desinterés por conocer la verdad". En esta bitácora hemos hablado largo y tendido sobre este punto. Como muy bien describe nuestro recomendado autor, "la gente no quiere la verdad, porque no le interesa. Prefiere dormir apaciblemente, aun cuando en el día de mañana sea devorada por la naturaleza, conocimiento que está presente en todos los seres humanos desde su niñez." Esto lo vemos día a día en cuestiones políticas, económicas, financieras y sociales (con esos divertidos analistas de los medios de comunicación que  atacan o defienden el mismo hecho, en ambos casos con uñas y dientes, según sus respectivas simpatías personales en lugar de aplicar criterios puramente objetivos..., o con esas manifestaciones en las que "habla el pueblo" que se organizan según el gobierno sea de un signo o de otro diferente). Cuánto más no tiende a suceder cuando se trata de cuestiones más espinosas, no estrictamente materiales.

* "El conformismo con el rebaño", otro clásico de nuestro tiempo, puesto que mantenerse dentro de los límites "le permite al individuo tener la falsa sensación de 'que todo está bien', sencillamente porque está haciendo 'lo que todos hacen y aceptan'. Por la misma razón, no se atreve a decidir nada por su cuenta, ni menos, a emprender el estudio o la realización de algo no aprobado por 'la ciencia oficial'”. Y cita el caso del hipnotismo, tachado como una superchería y una tomadura de pelo..., hasta que fue aceptado por los científicos y empezado a practicar por ellos, que incluso le cambiaron el nombre a la actividad para que no se notara demasiado, rebautizándola como sofronización. Así que al final, los conceptos de respetabilidad y moral "sólo reflejan, la mayoría de las veces, el grado de conformidad con el rebaño".


* "La dependencia de las pasiones", que expresan "las tendencias animales inferiores del individuo" y manifiestan "el apetito de la masa corproral que busca su propia satisfacción sin tener en cuenta para nada los intereses superiores del individuo". Y aquí hay que tener en cuenta no sólo las más evidentes de la gula o la lujuria sino otras más peligrosas si cabe como "la inercia, la desidia, la abulia, la amargura, el resentimiento, los celos, la envidia"..., por citar sólo unas cuantas. Cada uno de estos estados pasionales, en forma de yo inferior, se apodera alternativamente del control del sujeto, incapaz de desarrollar un sólo Yo con mayúscula para controlar su existencia, y la marea acaba llevándole de aquí para allá completamente perdido. 




* "La proyección de los problemas psicológicos hacia la enseñanza" ya que resulta demasiado corriente que las personas empiecen a circular por este camino no para evolucionar o crecer interiormente sino "para compensar sus ansias de poder o sentimientos de inferioridad".  Si no existe un espíritu puro que guíe al aspirante a la sabiduría, éste acabará proyectando "sus traumas, temores, ambiciones, y deseos inconscientes, hacia la enseñanza, para extraer de ella los elementos nutrientes de estos problemas, a la vez que su justificación por medio de nuevos antecedentes que hagan más efectivo el proceso de racionalización psicológica". O, lo que es lo mismo, un camino rápido para el fracaso completo a corto plazo.


* "El temor a la libertad" es la séptima valla de esta serie según John Baines y sin duda una de las más dramáticas... Todo aquél que está de verdad interesado en la Sabiduría real aspira a liberarse, pero la pregunta angustiosa es: "¿quiere el sujeto ser libre, en verdad? Generalmente, el gran porcentaje de la especie sapiens prefiere la más mediocre esclavitud a la más gloriosa y brillante de las libertades. Por eso las personas buscan en la vida algo a lo cual esclavizarse, ya que no soportan la sensación de libertad." Una vez que encuentran la roca a la que atarse, ya tienen la excusa para justificarse ante sí mismos y ante los demás. Son legión los que dicen a voz en grito querer romper sus grilletes pero la experiencia indica que aquéllos que más berrean son luego los que más se aferran a las cadenas. La libertad es un bien extraordinario pero muy caro: hay que estar dispuesto a renunciar a ciertas comodidades. Por ejemplo, un esclavo siempre va a disponer de techo y comida, sin tener que preocuparse por buscarlos, porque se los va a proporcionar su amo para que pueda trabajar. Un hombre libre ha de procurarse su propio techo y su propia comida. Y todo lo demás... Es un hecho para cualquiera con cierta experiencia en este camino que el número de los que están dispuestos a levantar uno por uno los siete velos de Isis hasta poder verla desnuda es muy limitado.










 


 



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