En medio del océano de insensateces que se publica a diario, todavía es posible encontrar de vez en cuando alguna perla que le devuelve a uno cierta esperanza por el periodismo. Sí, me refiero a ese subgénero de la literatura, siempre fronterizo y sólo a medias definido, que se mueve entre la descripción más o menos honesta de la realidad, el diario personal, la mera publicidad y la más abyecta de las propagandas. He encontrado estos días una de esas perlas. Se trata de una interesante entrevista firmada por Cayetana Álvarez de Toledo en el diario El Mundo, en febrero de este mismo año, con el psicólogo clínico y profesor universitario canadiense Jordan Bernt Peterson, que no tiene desperdicio. Peterson analiza muy someramente (el tema da, como es evidente, no ya para un libro sino para varias enciclopedias) las relaciones hombre/mujer y la progresiva criminalización del hombre por el mero hecho de serlo, que ha terminado por conducir en los últimos años a muchas personas a la tan cacareada "crisis de la masculinidad".
Tengo que partir de la base de que el hecho de que Peterson se haya declarado en varias ocasiones lector y admirador de autores como Carl Jung, George Orwell, Aldous Huxley e incluso el Viejo Fritz (Friedrich Nietzsche, para los neófitos), entre otros, ya supone para mí una excelente carta de presentación... Pero es que además se trata de un investigador dispuesto a mirar lo que sucede más allá de los carriles más ortodoxos, incorporando y analizando en sus clases universitarias conceptos de la filosofía, la mitología y la religión, lo que le han granjeado tanto entusiastas seguidores, alucinados por las perspectivas que les ha abierto, como acérrimos enemigos, que ven en él a un tipo difícil de manipular y por tanto una pieza a batir. Como decía uno de sus alumnos en un foro universitario en Internet: "si tienes un proyecto raro, el departamento te enviará inmediatamente con Peterson, porque saben que él sí lo aceptará". La extravagancia es de las pocas cosas de interés que van quedando en el decadente mundo que se desploma a cámara lenta a nuestro alrededor.
Para quienes no le conozcan, Peterson enseña ahora mismo en la Universidad de Toronto y está especializado en psicología de las creencias ideológicas y religiosas (lo cual demuestra fehacientemente que se preocupa por el mundo y lo conoce con cierto detalle, puesto que los homo sapiens no suelen moverse por realidades sino por creencias), aunque también ha trabajado con psicología anormal, neuropsicología y psicología de la personalidad, entre otras áreas. Ha publicado un par de libros curiosos. El primero se titula Maps of Meaning: the Architecture of Belief (Mapas de significado: la arquitectura de la creencia) y en él explica cómo la gente construye su personalidad basándose, más que en las circunstancia diarias o personales, en los modelos proporcionados por la religión y los mitos. A pesar de ello, las identidades forjadas suelen resultar muy frágiles ya que las personas "por lo general prefieren que la guerra sea algo exterior a ellas, en lugar de tomarla como un conflicto interno" y por tanto aprovecharla para poder crecer y transformarse desde dentro de sí mismas. Su libro más reciente, publicado a primeros de este año, se titula 12 Rules for Life: an Antidote to Chaos (12 reglas para la vida: un antídoto contra el caos) y resulta más convencional, en la tradición de facilitar la creación de decálogos que permitan orientarse en medio de este parque de atracciones que llamamos existencia, con especial hincapié en la importancia de la responsabilidad personal.
Activista político en su juventud y, como cualquier persona inteligente, desencantado enseguida de esa etapa de su vida, Peterson podría definirse como un tipo bastante excéntrico dado que es capaz de pensar y, además, no tiene miedo a enfrentarse a los esclavos de lo políticamente correcto. Así lo demuestra el acoso y la crítica severa que ha recibido durante los últimos años por parte de esos guardianes de la "nueva moral" empeñados en que todos pensemos y actuemos según lo que ellos dicen. O, por emplear su propia forma de expresarse, lo que ellxs dicen, porque a este grado de ridiculez y vergüenza ajena (ocultar el género de las palabras colocando una X en lugar de una O o una A para no "molestar" a nadie) hemos llegado con los fanáticos seguidores de la popular secta contemporánea cuyo nombre exacto no está del todo claro pero muy bien podría ser algo así como El-género-es-superior-a-todas-las-cosas-y-especialmente-a-la-Biología.
Como digo, la entrevista es muy recomendable en su totalidad, pero por cuestión de espacio y con ánimo de resumir destacaré a continuación sólo parte de lo que cuenta Peterson (apellido de origen noruego, lo que denota alma de vikingo irreductible..., cada vez me cae mejor este hombre). El que quiera más, que se tome el trabajo de buscarla y leerla.
Como digo, la entrevista es muy recomendable en su totalidad, pero por cuestión de espacio y con ánimo de resumir destacaré a continuación sólo parte de lo que cuenta Peterson (apellido de origen noruego, lo que denota alma de vikingo irreductible..., cada vez me cae mejor este hombre). El que quiera más, que se tome el trabajo de buscarla y leerla.
* "La izquierda posmoderna y sus guerreras feministas han logrado imponer la idea de que la jerarquía es una construcción social del malvado y corrupto patriarcado occidental. Sepultan la biología bajo su ideología. Niegan la naturaleza para culpar al varón. Es absurdo. Sus ideas no tienen base fáctica alguna. La Biología evolutiva y la Neurociencia demuestran que las jerarquías son increíblemente antiguas (...) A muchos intelectuales y filósofos les cuesta asumir las lecciones de la Biología evolutiva: descubrir lo mucho que tenemos en común con los animales, que no todo es cultura o razón... Les escandaliza profundamente. Y se entiende. (...) las jerarquías producen ganadores y perdedores. Y ser un perdedor o convivir con perdedores, gente que lucha pero malvive, es existencialmente doloroso. Además está demostrado que el exceso de desigualdad genera sociedades inestables. La izquierda tiene derecho a preocuparse. A lo que no tiene derecho, porque es científicamente falso, es a culpar de la desigualdad al capitalismo, a Occidente o al presunto patriarcado. Ocurre también con la riqueza. Dicen: es injusto que la riqueza se distribuya de forma desproporcionada y que pocas personas acumulen la mayor parte (...) Pero no es culpa de nadie. Es un fenómeno enraizado en la naturaleza: los que más tienen, más acumulan. Se ve en el tamaño de las ciudades. En las masas de estrellas. En la altura de los árboles. Ahora hay unos señores que se hacen llamar 'econofísicos'. Estudian la Economía a partir de las leyes de la Física. Y han descubierto cosas fascinantes: las mismas leyes que rigen la distribución del gas en el vacío rigen la distribución del dinero en la economía. El problema de la desigualdad no tiene una explicación simple."
* "La constatación del fracaso del comunismo, de su criminalidad estructural, fue un 'shock' (...) pero después de Solzhenitsyn ni los más dogmáticos, ¡ni los intelectuales franceses!, pudieron seguir justificando el comunismo. ¿Qué hicieron entonces Derrida y los posmodernos? Una maniobra tramposa y brillante. Sustituyeron el foco del debate: de la lucha de clases a la lucha de identidades (...) el mundo está sujeto a un número infinito de interpretaciones. Pero variedad no denota viabilidad (...) Vaya al Smithsonian Museum en Washington. Verá expuestos cientos de esqueletos de mamíferos. Son todos increíblemente parecidos. Las extremidades varían de longitud, pero el plan básico del cuerpo no ha variado. Lleva así decenas de millones de años porque no hay tantas configuraciones que funcionen. Y cuando una funciona, se conserva. Lo mismo ocurre con la jerarquía: es la solución evolutiva al problema de que muchos elementos del mismo tipo de una cosa convivan en un mismo lugar. Y hasta ahora no hemos dado con una alternativa. Si los posmodernos tuvieran razón, habría cientos de formas distintas de organizarse socialmente. Y no las hay. (...) En el fondo, la obsesión de los posmodernos con el poder y las relaciones de dominio refleja sus ansias de poder y su afán de dominio. Niegan la Biología porque ella desmiente su idea de que las personas son de plastilina. Y ellos las quieren de plastilina para poder moldearlas. La existencia de la naturaleza imposibilita la ingeniería social (...) No podemos percibir el mundo sin una jerarquía ética. Lo demuestran la Psicología y la Biología, y lo saben hasta los ateos. Necesitamos un orden. Sin orden se impone el vacío ético y moral. El relativismo absoluto. El caos."
* "Hay una crisis de la masculinidad. La 'tóxica masculinidad', dicen las feministas. Los chicos reciben de la sociedad moderna un mensaje devastador y paralizante. Primero, se les recrimina su agresividad, cuando es innata y esencial a su deseo de competir, de ganar, de ser activamente virtuosos. Luego se les dice que la sociedad es una tiranía falocéntrica corrupta de la que ellos, por supuesto, son culpables de origen por el mero hecho de ser hombres. Y finalmente se les advierte: «No se os ocurra intentar prosperar o avanzar, porque entonces además de culpables seréis cómplices activos de la tiranía feminicida». El resultado es que muchos varones, sobre todo jóvenes, tienen la moral por los suelos. Están empantanados, perdidos. No tienen rumbo ni objetivos. (...) Lo peor que han hecho los posmodernos es propagar la confusión entre poder y competencia, aptitud, habilidad. Las jerarquías no son de dominación sino de competencia. Lea la luminosa obra de Frans de Waal. Los chimpancés tiránicos acaban muy mal: destrozados a pedazos. Los chimpancés más exitosos, también sexualmente, son los que interactúan mejor. Los que hacen amigos y tratan bien a las hembras. La competencia es más eficaz que el poder puro y duro. (...) Sólo los hombres débiles intentan dominar a las mujeres. Otra lectura imprescindible: 'Machos demoníacos', de Richard Wrangham. Hay tres géneros de orangutanes: las hembras, los machos dominantes que cautivan a todas las hembras y los machos débiles, que morfológicamente parecen adolescentes y que, como no logran aparearse, recurren a la violación. ¡Violan! La lección es evidente: sólo los perdedores recurren al poder para obtener más sexo del que, necesitándolo, pueden alcanzar."
* "Hemos pasado de intentar convertir a las mujeres en hombres a intentar convertir a los hombres en mujeres. Y eso no conviene a ninguno de los dos sexos. Tampoco a las mujeres. Las mujeres tienen tanto interés como los hombres en acabar con la crisis de la masculinidad. (...) Una mujer sensata no quiere un párvulo como pareja. Quiere un hombre. (...) Las feministas radicales se equivocan ¡radicalmente! No distinguen entre un hombre competente y un déspota. Su pánico cerval a cualquier exhibición de habilidad masculina es revelador de una pésima experiencia personal. Dicen: '¡Arranquemos a los hombres sus garras y sus colmillos! ¡Socialicémoslos! ¡Hagámoslos blandos, flácidos y femeninos, porque así no podrán hacernos más daño!' Es una manera patológica de contemplar el mundo y las relaciones humanas. Y es también un grave error estratégico. Porque cuando anulas a un hombre, aumentas su amargura y su resentimiento. Lo conviertes en un ser inepto, atormentado, carente de sentido. Y las vidas sin sentido son desdichadas. Y el hombre anulado se enfada. Y entonces sí se vuelve agresivo. El despotismo de los débiles es mucho más peligroso que el despotismo de los fuertes. (...) Cuando las únicas virtudes sociales son lo fofo e inofensivo, la dureza y la dominación se vuelven fascinantes. Mire el fenómeno de '50 sombras de Grey'. Seis meses estuve riéndome cuando se publicó. Pensé: ¡Qué apropiado! La cultura entera arde en exigencias de que el hombre envaine las armas y el libro más vendido de la historia es una fantasía sadomasoquista. Es extraordinario. Freud estaría a la vez horrorizado y exultante."
* "La brecha salarial entre hombres y mujeres es menor de lo que dicen. Los que hacen las estadísticas suelen confundir la media y la mediana. Y la media se desfigura por la existencia de un segmento ínfimo de billonarios, que en su mayoría son hombres (...) Lo que no existe es lo que llaman la brecha salarial 'de género'. Es decir, una brecha fruto de un prejuicio machista. Para que el argumento feminista funcione habría que asumir que el empresariado mundial es masoquista, tonto, suicida: '¡Ajá! Les pagamos menos y también las contratamos menos'. Es absurdo. La realidad es que la diferencia salarial tiene unas 20 causas, de las que apenas 1 sería atribuible al prejuicio (...) Por ejemplo, la personalidad: las personas agradables cobran menos que las personas desagradables porque les cuesta más pedir un aumento de sueldo. Triste pero cierto. Y resulta que, de media, las mujeres son más agradables que los hombres. Es un dato científico. Esto produce un ligero sesgo a favor de los hombres, que no es fruto de ningún prejuicio machista; si acaso, es una injusticia con las personas amables del sexo que sean. Finalmente, los intereses: a los hombres les interesan más las cosas y a las mujeres, las personas. Y las profesiones relacionadas con las cosas están mejor pagadas que las profesiones relacionadas con las personas. Ingeniero y enfermera. Banquero y maestra."
* "El libre mercado existe precisamente porque es imposible llevar a la práctica la fórmula 'a igual trabajo, igual salario'. ¿Quién y cómo determina que dos trabajos son idénticos? Ya se intentó bajo la Unión Soviética. Y así acabó. (...) Respecto a por qué hay tan pocas mujeres al frente de grandes empresas, tengo un amigo que dirigía una de las principales empresas tecnológicas de Canadá. No cogió vacaciones en 20 años. Ni un sólo día. Y no eran jornadas de ocho horas, la mitad en el yate. Eran de 18 horas. Todo el día en un avión. Ya, en primera clase..., pero lejos de casa. De su familia. En hoteles anónimos. Nada de juerga y tequila. Para vivir así hay que estar configurado de una manera muy particular. Hay gente así, claro. Y la mayoría son hombres. ¿Son mejores? No. Son distintos. Incluso podríamos decir que sus prioridades son peores que las de las mujeres que optan por una vida más equilibrada, trabajando media jornada y cuidando de sus hijos. En todo caso, es su elección. ¿Usted qué haría? (...) Los países escandinavos han hecho lo imposible por imponer una igualdad formal entre hombres y mujeres. De la cuna hasta la tumba, han eliminado todos los elementos culturales que pudieran condicionar o acentuar las diferencias de género. Hasta los juguetes son neutros. ¿Y qué ha pasado? Exactamente lo contrario de lo previsto: ¡las diferencias de personalidad entre hombres y mujeres se han acentuado! Es un descubrimiento científico impresionante: si erradicas las diferencias culturales, maximizas las diferencias biológicas."
* "Considerar a todo hombre como un agresor sexual en potencia es como pensar que toda mujer es una manipuladora caza-ricos en potencia En todo individuo existe una capacidad muy elevada de hacer el mal. La pregunta es: ¿por qué se difunden estas ideas sobre los hombres? (...) La izquierda posmoderna exige a la vez expresión sexual ilimitada, de cualquier gusto o color, ahí está el Orgullo Gay, y seguridad sexual absoluta. A ver cómo cuadran ese círculo. Su última ocurrencia es una maravilla: el consentimiento afirmativo. Cada paso y etapa de un encuentro amoroso o sexual debe quedar debidamente registrado para evitar equívocos. ¡Es tan orwelliano! Sólo un pobre ingenuo de 13 años puede considerar que esto es no ya positivo, sino viable. A veces da la impresión de que nuestra cultura ha sido tomada por gente con graves trastornos de personalidad. Lo digo seriamente. Clínicamente. (...) No hay derecho a pensar sin derecho a ofender. Porque nada de lo que yo pueda decir será universalmente aceptado y asumido. ¿Y quién decide qué es ofensivo? Tu interlocutor. ¿Y si hablas con mil personas? Como mínimo una de ellas se ofenderá. ¿Y entonces qué haces? Dejas de hablar. Te limitas a decir obviedades: 'este suelo parecería ser de color gris'. (...) Lo que necesitamos en los medios es pocas personas súper inteligentes dispuestas a decir la verdad. Lo que tenemos son hordas de columnistas de segunda poseídos por el miedo y la ideología. Y pronto dejarán de ser leídos y escuchados".
Respecto al mensaje de Peterson, hay un aspecto que me parece especialmente preocupante en el enfrentamiento que se ha generado y alimentado de manera artificiosa en los últimos años en la sociedad occidental entre el hombre y la mujer y es el hecho de que la inmensa mayoría de "guerreras" que hablan del miedo que les produce el terrible ogro masculino y que argumentan además sobre el tema con una dialéctica tan estructurada y a menudo impecable (una dialéctica tan similar a la que utilizaban los agitadores de la lucha de clases en el primer tercio del siglo XX) son muy jóvenes. Y desde la lógica y limitada experiencia de sus años (y la desbordante osadía proporcionada por esa forzada ignorancia vital) hablan con una falsa seguridad en sí mismas y con un dogmatismo que ya hubieran querido para sí algunos de los antiguos inquisidores medievales. Así que (lo sé, lo he intentado varias veces por razones que no vienen al caso, nunca con éxito) resulta imposible debatir con serenidad con ellas sobre este tema sin que pierdan los nervios a los pocos minutos: exigen que uno asuma sin rechistar su punto de vista que consideran blindado e incuestionable o que se retire adornado con las etiquetas de machista, retrógrado, ignorante o fascista..., y eso en el mejor de los casos. Particularmente, siento una inmensa pena por estas mujeres jóvenes, por lo que se están haciendo a sí mismas. La experiencia es un grado y por ello estoy convencido de que, dentro de unos años, la mayoría de ellas terminará abriendo los ojos y descubriendo hasta qué punto fueron manipuladas. Espero que en ese momento no tarden demasiado en perdonarse a sí mismas por haberse dejado enfangar en los pantanos de rabia, odio e inquina que mentes perversas les han inoculado para sus propios fines no revelados.
Porque existen intereses ocultos en todo esto, por supuesto. No se trata sólo de "un movimiento espontáneo de defensa de la mujer" contra la "brutal violencia que caracteriza a todos los hombres". Las fuerzas que mueven el feminismo radical y que buscan emputecer las relaciones entre los géneros para facilitar la destrucción de la familia tradicional como núcleo de la sociedad occidental están relacionadas con otras circunstancias muy particulares que vienen sucediendo en Europa en especial desde comienzos del siglo XXI de acuerdo con un plan previamente trazado. Y sólo hay que rascar un poco para encontrar el cartón piedra que se esconde debajo del
dorado de los decorados. He aquí una pista. El tuit aquí reproducido y que dice textualmente: "A ver, lo vuelvo a repetir porque no os enteráis. Las feministas no nos defendemos de violaciones de inmigrantes #EsUnaGuerra contra el hombre blanco solamente". Este mensaje fue publicado (y luego borrado, pero ya demasiado tarde porque todo aquello que sube a Internet ya no vuelve a bajar) por Irantzu Varela, cuya biografía en su cuenta personal de Twitter comienza con la siguiente frase: "Feminista radical es poco" y que utiliza etiquetas del estilo #EsUnaGuerra (así define la relación hombre/mujer en la que por supuesto el hombre es el agresor -el hombre blanco, recordemos-) #AutodefensaFeminista (siempre contra hombres, claro, no se habla de defensa contra otras mujeres) o #FeminismoOBarbarie (se comenta solo).
Varela tiene más de 32.000 seguidores (seguidoras, la inmensa mayoría) en Twitter y es una de las gurúes de las jóvenes generaciones de mujeres que buscan, como cualquiera en la adolescencia, una causa justa cuya bandera abrazar para salvar al mundo. Teniendo en cuenta el inmenso poder de las redes sociales sobre estas personas, tuits como éste podrían explicar cómo es posible organizar en tan pocas horas masivas manifestaciones contra los miembros de la tristemente famosa Manada, todos ellos de nacionalidad española, mientras que otras "manadas" tanto o más infames e integradas por inmigrantes del norte de África pasan completamente inadvertidas. Y, por favor, a todo aquél que se sienta ofendido (u ofendida) por lo que acabo de escribir, le sugiero que utilice a San Google o cualquier otro buscador de Internet y rastree las noticias sobre, por poner un ejemplo, la decena de argelinos que violaron en Alicante a varias niñas -a una de ellas, de 14 años, durante 24 horas- el pasado mes de marzo. O, por poner otro ejemplo, la media docena de marroquíes que violaron a niñas de 12 y 13 años en Cádiz en septiembre de 2017. Hay incluso "manadas" de una sola persona, como ese otro marroquí calificado de "agresor sexual en serie" y detenido hace tan sólo una semana en Elche tras violar a siete mujeres, de las cuales seis son menores. ¿Cuántos de los nombres y rostros de esos tres casos -por citar sólo éstos- hemos visto con la misma profusión en los medios de comunicación que los de la "manada" española? ¿Cuántas manifestaciones masivas de protesta -o al menos concentraciones localizadas en Alicante, Cádiz y Elche- se han convocado contra ellos? ¿Cuántos tuits se han publicado haciendo referencia a los mismos? Y lo más importante: ¿por qué?
El feminismo radical bebe, entre otras, de figuras épicas de esta ideología como Margaret Sanger, Alfred Kinsey o Margaret Mead, entre otros, cuyas obras son leídas, enseñadas y citadas a menudo como grandes contribuciones por la liberación sexual de la humanidad, a pesar de las limitaciones y errores de las tesis que contienen y de las propias fracasadas vidas de sus autores (parecería lógico pensar que uno debe tener una vida envidiable o, al menos, ejemplar si es que pretende dedicarse a dar lecciones al resto del planeta de cómo orientar su propia existencia).
Varela tiene más de 32.000 seguidores (seguidoras, la inmensa mayoría) en Twitter y es una de las gurúes de las jóvenes generaciones de mujeres que buscan, como cualquiera en la adolescencia, una causa justa cuya bandera abrazar para salvar al mundo. Teniendo en cuenta el inmenso poder de las redes sociales sobre estas personas, tuits como éste podrían explicar cómo es posible organizar en tan pocas horas masivas manifestaciones contra los miembros de la tristemente famosa Manada, todos ellos de nacionalidad española, mientras que otras "manadas" tanto o más infames e integradas por inmigrantes del norte de África pasan completamente inadvertidas. Y, por favor, a todo aquél que se sienta ofendido (u ofendida) por lo que acabo de escribir, le sugiero que utilice a San Google o cualquier otro buscador de Internet y rastree las noticias sobre, por poner un ejemplo, la decena de argelinos que violaron en Alicante a varias niñas -a una de ellas, de 14 años, durante 24 horas- el pasado mes de marzo. O, por poner otro ejemplo, la media docena de marroquíes que violaron a niñas de 12 y 13 años en Cádiz en septiembre de 2017. Hay incluso "manadas" de una sola persona, como ese otro marroquí calificado de "agresor sexual en serie" y detenido hace tan sólo una semana en Elche tras violar a siete mujeres, de las cuales seis son menores. ¿Cuántos de los nombres y rostros de esos tres casos -por citar sólo éstos- hemos visto con la misma profusión en los medios de comunicación que los de la "manada" española? ¿Cuántas manifestaciones masivas de protesta -o al menos concentraciones localizadas en Alicante, Cádiz y Elche- se han convocado contra ellos? ¿Cuántos tuits se han publicado haciendo referencia a los mismos? Y lo más importante: ¿por qué?
El feminismo radical bebe, entre otras, de figuras épicas de esta ideología como Margaret Sanger, Alfred Kinsey o Margaret Mead, entre otros, cuyas obras son leídas, enseñadas y citadas a menudo como grandes contribuciones por la liberación sexual de la humanidad, a pesar de las limitaciones y errores de las tesis que contienen y de las propias fracasadas vidas de sus autores (parecería lógico pensar que uno debe tener una vida envidiable o, al menos, ejemplar si es que pretende dedicarse a dar lecciones al resto del planeta de cómo orientar su propia existencia).
Otra Margaret, la apellidada Mead, también se casó varias veces y nunca con éxito, entre otras cosas porque, como descubriera su propia hija revisando su documentación tras su fallecimiento en 1978, era bisexual y ello le atormentó toda su vida. Desde su amargura personal se permitió afirmaciones como la que lanzó en cierta ocasión en el Washington Press Club al declarar que "la heterosexualidad rígida es una perversión de la naturaleza" (teniendo en cuenta que la propia naturaleza establece que la heterosexualidad es necesaria entre los humanos para permitir la supervivencia de su especie, estas palabras de Mead suenan, cuando menos, delirantes). La obra que le dio fama mundial como antropóloga fue Adolescencia, sexo y cultura en Samoa, publicada en 1928 y que se presentaba como un sesudo trabajo de campo que demostraba científicamente lo felices que vivían los habitantes de esta isla del Pacífico ejerciendo una sexualidad libre, carente de compromisos de ningún tipo, con toda clase de variantes sexuales permitidas y sólo amenazados por los malvados misioneros cristianos y su moral retrógrada. En los años 80 del siglo XX se demostró que este estudio fue un fraude, fruto de una breve estancia en la isla donde esta antropóloga vio lo que quiso ver. Los propios samoanos denunciaron las falsedades que contenía el libro destacando entre otras cosas la importancia de la virginidad en su cultura o el hecho de que su moral fuera mucho menos permisiva que la de los norteamericanos.
En cuanto a Alfred Kinsey, sus biógrafos destacan el contraste entre la imagen exterior de éxito profesional que proyectaba y sus turbulencias personales que le condujeron a obsesionarse con el sexo, la homosexualidad y el masoquismo a pesar de su matrimonio y sus hijos. En 1947 fundó el Sex Research Institute (Instituto de investigación sexual) donde según se reveló con el tiempo organizaba fiestas con altos cargos de la institución y sus parejas que terminaban en orgías disfrazadas de investigaciones científicas, grabadas en ocasiones. Algunos participantes de esas fiestas detallaron la afición de Kinsey a masturbarse introduciendo objetos variados en su uretra, como cucharillas para remover cócteles. Defendía la pedofilia, la pederastia y el bestialismo como manifestaciones "normales" de la sexualidad. Uno de sus más inmediatos colaboradores, Paul Gebhard, reveló los peculiares métodos de investigación científica utilizados para sus estudios, incluyendo el famoso informe que lleva su nombre, que fue manipulado con el fin de elevar artificialmente el porcentaje de ciudadanos orientados hacia la homosexualidad. Y es que seleccionaba la población estudiada no entre grupos de ciudadanos corrientes y anónimos, sino entre presos, hombres con antecedentes de agresión sexual o prostitutos donde, lógicamente, la proporción de homosexuales resultaba mucho más elevada, y luego extrapolaba esos datos a toda la sociedad.
Son sólo unas pinceladas. Habría mucha tela que cortar con este asunto que es francamente complicado e incluso diría que peligroso de tratar, tal y como está el patio ahora mismo. Pero es necesario hablar de estas cosas, aunque sea políticamente muy incorrecto (hasta la extensión de este artículo es muy incorrecta teniendo en cuenta la que tiene un post medio en un blog). Es preciso remover conciencias y decir en voz alta que a lo mejor las cosas no son como nos las están contando (ese compromiso lo aprendí de mi gato Mac Namara). Y quien tenga algo que decir debe salir ahora y decirlo porque, al paso que vamos, pronto será imposible disentir de las verdades "oficiales" si no somos capaces de defender la posibilidad de un debate honesto con puntos de vista distintos. Siempre he sido férreo partidario de la libertad de expresión y publicación. Eso sí, convenientemente acompañada de la responsabilidad por lo que uno expresa y publica. Y también supongo que pesa el hecho de que en otra vida fui un gladiador del tipo provocator, cuya función en el Coliseo era precisamente ésa: provocar a otros gladiadores a luchar, desafiarlos.
Son sólo unas pinceladas. Habría mucha tela que cortar con este asunto que es francamente complicado e incluso diría que peligroso de tratar, tal y como está el patio ahora mismo. Pero es necesario hablar de estas cosas, aunque sea políticamente muy incorrecto (hasta la extensión de este artículo es muy incorrecta teniendo en cuenta la que tiene un post medio en un blog). Es preciso remover conciencias y decir en voz alta que a lo mejor las cosas no son como nos las están contando (ese compromiso lo aprendí de mi gato Mac Namara). Y quien tenga algo que decir debe salir ahora y decirlo porque, al paso que vamos, pronto será imposible disentir de las verdades "oficiales" si no somos capaces de defender la posibilidad de un debate honesto con puntos de vista distintos. Siempre he sido férreo partidario de la libertad de expresión y publicación. Eso sí, convenientemente acompañada de la responsabilidad por lo que uno expresa y publica. Y también supongo que pesa el hecho de que en otra vida fui un gladiador del tipo provocator, cuya función en el Coliseo era precisamente ésa: provocar a otros gladiadores a luchar, desafiarlos.
Me gustaría terminar este artículo con unas palabras de Peterson, extraídas de la entrevista con la que comenzó: "La sobreprotección ha creado una generación de mimados y quejicas, cero preparados para encarar la vida. Esos padres edípicos, que hacen un pacto con su niño: 'No nos abandonarás jamás y a cambio nosotros haremos todo por ti'... Puro egoísmo envuelto en mimos. El resultado es que los niños crecen sin madurar. No tienen sentido de la responsabilidad. Son victimistas. Se vuelven inútiles y acaban resentidos. (...) Mi mensaje a los jóvenes es sencillo. Espabilad. Dejad de pudriros en casa. Dejad de quejaros y de culpar a los demás. Sed honrados, rectos y disciplinados. Haced algo útil. Asumid vuestra responsabilidad. Buscad sentido a la vida. (...) Porque al mundo le sobran niños. Lo que necesita son hombres adultos."
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