Esta misma semana me llegó a uno de los muchos grupos de WhatsApp a los que estoy esclavizado y que en este caso comparto con una veintena de personas un mensaje de un bienintencionado pero ingenuo conocido. En él se veía a un niño pequeño, dentro de su carrito, junto con el siguiente aviso: "Se lo acaban de robar a una mamá en Barcelona zona Reina María Cristina. Pásalo a todo el mundo!!!" Mi conocido añadía luego que se lo habían enviado pocos minutos antes y pedía máxima difusión para la imagen. Otro miembro del mismo grupo preguntó de inmediato si la noticia estaba confirmada o era un bulo y el primero contestó con un inocentón: "No sé. Me lo ha pasado un amigo de Barcelona hace cinco minutos... No sé más." Diez minutos más tarde, y presa de un gran azoramiento, reconocía que sí, que era un bulo, adjuntando la imagen que encabeza este artículo, con el aviso de Policía Nacional. Irónicamente, la misma persona que había alarmado a todo el mundo sin pensárselo dos veces reenviando la foto, añadía a continuación este otro mensaje: "Que no os creáis esas mierdas si no son de fuentes oficiales, porque ayer secuestraron al mismo niño en Gran Canaria." Semejante comportamiento me recordó ese momento en el que alguien se acerca a ti, te hace gestos de complicidad y, en voz baja, te dice: "No se lo cuentes a nadie, porque es secreto y me han dicho que no lo divulgue, pero resulta que..." Es decir, lo que la sabiduría popular conoce como "una cosa es predicar y otra, dar trigo". Nadie debería tener el cuajo de pedir a los demás que no hagan lo que él personalmente está haciendo.
Por cierto, bulo es una palabra adecuada -y más breve que noticias falsas- para traducir el término anglosajón fake news, que tan de moda se ha puesto hoy por hoy. Siempre ha existido este tipo de engaños masivos que, cuando yo era un tierno infante en esta misma vida, tenía una variante muy conocida: el de las cadenas postales. Consistía en la llegada al buzón de tu casa de una carta anónima, sin remitente y casi siempre sin remitido también, en la que, mezclando un misticismo trasnochado con veladas amenazas alguien, que nunca quedaba claro quién era, te conminaba a actuar de una manera concreta -rezar no sé cuántos padrenuestros, visitar un número concreto de iglesias, hacer supuestos conjuros sencillos para convocar la buena suerte, etc- y luego además escribir copias para reenviar el mensaje a un mínimo de otras cinco, diez o quince personas porque, si no lo hacías, sufrirías una penalización. "Fulanito de tal hizo lo que decimos y a los tres días le tocó la Lotería. Menganito de tal hizo caso omiso y rompió la cadena y esa misma semana le echaron del trabajo"... A día de hoy, aunque el correo postal está en vías de -acelerada- extinción, este tipo de cadenas continúa, ahora a través de los dispositivos electrónicos, con casos como "reenvía este mensaje a diez contactos y optarás a un iPhone de última generación" o "esta vez es cierto: WhatsApp va a ser de pago a partir del mes que viene, avisa a todos tus conocidos", etc.
Resulta verdaderamente alarmante conocer que la mayor parte de las personas sigue tragándose éstos y otros bulos sin más problemas, pese a que este tipo de mensajes son cualquier cosa menos fiables: suelen ser anónimos y, si citan alguna fuente, no es fiable ni atribuible a un autor real, a menudo están pésimamente redactados y el contenido raya a veces lo grotesco. Hace pocos años, en 2009, la Asociación de Internautas elaboró un estudio sobre rumores y bulos en Internet cuya principal y pavorosa conclusión fue que ¡¡¡el 70 %!!! de los usuarios españoles de la red era incapaz de distinguir una noticia real de un rumor falso. ¿Nos damos cuenta de lo que significa ese porcentaje? ¡Siete de cada diez españoles es incapaz de distinguir la realidad informativa, de diferenciar una información verídica de un invento! ¿Como nos va a sorprender luego lo que sucede en España? Hablamos además de un porcentaje en crecimiento porque el año anterior el número de personas no preparadas para diferenciar los bulos era del 60 %. Me gustaría saber cuál es el porcentaje actual porque me da la impresión de que aquí no se escapa nadie. Yo mismo he caído más de una vez al creerme bulos que tenían una extraordinaria apariencia de verdad. Tenían el color de la leche, olían como la leche, sabían a leche..., pero eran agua coloreada de blanco.
No hace mucho tuvimos un auténtico master de bulos orquestado por los independentistas catalanes y sus palmeros a través de las redes sociales. La avalancha de imágenes falsificadas o mal atribuidas durante la tristemente famosa jornada del 1 de octubre de 2017 fue de tal calibre que hubo quien sugirió con cierta ironía la creación de un nuevo estilo musical para sustituir a la rumba catalana: la bulería catalana. Algunas imágenes eran fácilmente identificables como falsificaciones y buen ejemplo de ello es precisamente la reproducida aquí al lado -a la izquierda el bulo, a la derecha el original- con una estética muy a lo batalla de Iwo Jima. Por cierto que uno de los más activos difusores de estas falsedades es una persona muy relacionada con la música: el antes conocido como José María -hoy, Josep Maria- Mainat, ex integrante del grupo musical La Trinca y productor de cosas como Operación Triunfo (lo que tal vez explica por qué la última edición de este programa la ganó cierta empalagosa y pro independentista parejita, que fracasó de manera memorable en el festival de Eurovisión).
Las mentiras y manipulaciones a través de Internet y, lo que es más grave, de los supuestos medios informativos reales reconvertidos una vez más en vulgares pandilleros de la propaganda, florecieron mucho antes y siguen haciéndolo a día de hoy. Sin embargo, el 1 de octubre supuso un ejercicio de adulteración de la realidad que debería ser estudiado en cualquier Facultad de Ciencias de la Información digna de ese nombre. Entre las imágenes más compartidas para satanizar a los "malvados españoles" y sus "fuerzas de seguridad asesinas" figura la de un niño con la cabeza sangrando gracias a la brutalidad de tres adultos: la de los padres, que se lo llevaron con ellos para que "disfrutara" de la inseguridad de las movilizaciones callejeras y, sobre todo, la del agente que le dio con su porra. El pequeño detalle que se escapó a todos los que viralizaron esta imagen es que no fue tomada en 2017 sino en 2012, durante una carga policial en la huelga general del
14-N y, más interesante aún, que quien golpeó al niño no fue un policía nacional ni un guardia civil sino un mosso d'Esquadra, es decir, un agente de la policía autonómica catalana. Aunque hoy los independentistas catalanes publiquen una y otra vez en sus medios y sus redes sociales que se enorgullecen de "su" policía autonómica, lo cierto es que se trata de uno de los cuerpos de seguridad con peor fama no ya de España sino de los países europeos occidentales, debido a los sucesivos casos de brutalidad policial, con muertes incluidas en algún caso, que han protagonizado en los últimos años. Fotos como las de este chaval herido se multiplicaron en las cuentas de Facebook, Twitter e Instagram de los independentistas catalanes, escandalizando a todos aquéllos que se dejaron escandalizar por no comprobar el verdadero origen de estas imágenes. Y para muestra, un par de botones más: un minero en Madrid herido en 2012 y una muchacha de Chile enfrentada a un antidisturbios de ese país durante una movilización del 11 de septiembre (Cataluña no es el único punto del mundo donde
sucedieron cosas justo en esa fecha) se convirtieron en "patriotas" catalanes frente a la "brutalidad" española. En el segundo caso, tiene especial gravedad el hecho de que el individuo que distribuye la imagen es nada menos que Ramón Tremosa, un eurodiputado independentista catalán oficialmente adscrito al Partido Demócrata Europeo Catalán (el actual nombre de las huestes de Pujol, Mas y Puigdemont). Si el señor eurodiputado es capaz de mentir a su parroquia en redes sociales con una imagen tan fácilmente desmontable como la que publicó (antes de buscar en Google la imagen, no hay más que fijarse en el equipo que porta el antidisturbios y en sus rasgos indígenas para sospechar que la foto no fue tomada en España), podemos imaginar cuántas mentiras más
puede haber ofrecido sobre cosas más importantes y cómo de fiable puede ser este individuo en un cargo político... Pero mucha gente se tragó todas estas cosas, independentistas y no independentistas, porque ya hemos visto que siete de cada diez españoles (y tiendo a pensar que no sólo españoles, sino europeos en general porque el problema no es de este país sino de la sociedad occidental contemporánea) son incapaces de distinguir rumores falsos de noticias reales. Probablemente sean más. No hay más que ver la cantidad de tonterías que asaltan nuestros ojos en cuanto damos un pequeño paseo por cualquier red social...
La manipulación no se limita a hechos políticos puntuales. Así, existe una grosera adulteración de la realidad para "sensibilizar" a la sociedad hacia determinadas políticas o "maneras de ser" que son las que los Amos dictan como correctas y que deben ser seguidas por los obedientes borregos con vistas a asegurar la lealtad del rebaño aunque a la larga las consecuencias de esa manera de actuar conlleven la destrucción de su ecosistema ganadero. Como sucede por ejemplo con los empleados de grandes centros comerciales que trabajan como cajeros y a los que los jefes les obligan a enseñar a los clientes cómo pagar ellos mismos sin necesidad de cajeros..., para el día de mañana poder echar a los empleados tranquilamente. Véase el caso
de un joven senegalés llamado Abdou Diouf que fue subiendo a su cuenta de Instagram diversos selfies de su peligroso viaje hacia el "rico y próspero" Occidente. Desde Senegal llega a Marruecos en un camión. Luego cruza el Estrecho en una patera. Alcanza las costas españolas y huye de la Policía junto con sus compañeros hasta que por fin logra llegar a su destino en una ciudad española. Muchos usuarios de Instagram siguieron las peripecias de este hombre y dejaron comentarios animándole a llegar o bien invitándole a volverse a su casa. Varios periodistas se fijaron en el perfil y empezaron a seguir también aquella dramática carrera hacia el "sueño español". Algunas de las imágenes son interesantes y de indudable atractivo periodístico...
Qué lástima que sea todo mentira. Otra mentira de las redes sociales.
En realidad Abdou Diouf nunca existió. Bueno, sí: existe una persona llamada así, que es el actual secretario general de la Organización Internacional de la Francofonía aunque ocupó cargos más importantes como primer ministro de Senegal y también como presidente, sucediendo nada menos que a Leopold Sedar Senghor, el primer presidente de este país africano y uno de los grandes líderes de las independencias negras durante los años sesenta. Pero la ironía de utilizar el nombre de un presidente de Senegal para llamar a un inmigrante fantasma está fuera del alcance de la inmensa mayoría de usuarios de las redes sociales que, a día de hoy, saben más sobre las dinastías Stark y Targaryen o sobre cuántas ciudades norteamericanas cuentan con equipos de CSI que sobre historia y geografía del planeta Tierra. Y eso que disponen de acceso a más información que cualquier persona común en cualquier otra época de la humanidad, aunque parece que no saben (ni suele interesarles) utilizarla. También podría haber llamado la atención el hecho de que alguien que se está jugando la vida en un viaje de este tipo no debe tener muchas ganas para andar jugueteando en Instagram, posando de sonrisa en sonrisa. Y posiblemente ni siquiera tenga un teléfono que le permita hacer eso, visto que es tan pobre que tiene que emigrar de esa manera tan peligrosa...
El caso es que el simpático y osado inmigrante ilegal que aparece en las imágenes era un actor de una campaña publicitaria para promocionar el festival de fotografía Getxophoto. Con la justificación de que "Occidente no sabe lo mal que lo está pasando esta gente y etc.", este certamen aceptó la idea de unos estudios creativos para lanzar una campaña en la que según reconocieron los autores de la misma en una entrevista "buscábamos esa contradicción de la veracidad ya que fuera del marco de la imagen cada uno puede crear su propia ficción". Y la ficción se rodó en 30 kilómetros a la redonda alrededor de Barcelona, en un sólo día, con un solo teléfono e introduciendo "unas pequeñas trampas" para que la gente se creyera que el periplo era cierto, incluyendo el envío del perfil a los periodistas antes citados para que se interesaran por la historia, sin contarles que era mentira.
Siete de cada diez.
También en relación con la inmigración ilegal pero desde otro punto de vista más dramático, una foto muy famosa y distribuida hasta la náusea (precisamente para favorecer las políticas de inmigración masiva hacia los países de la Unión Europea) en la modalidad que podemos ver aquí o en otros ángulos, tanto en los informativos televisivos como en los medios de papel o digitales, fue la del niño sirio de tres años Aylan Kurdi. Murió ahogado junto a su hermano de cinco años y su madre, además de otra docena de inmigrantes sirios que trataban de alcanzar Grecia a bordo de dos botes, y su cuerpo apareció luego en una playa turística cerca de la ciudad de Bodrum. Se publicaron muchos dibujos de homenaje, tanto de humoristas gráficos conocidos como de gente anónima, se hicieron varias esculturas gigantes de arena con su imagen, el grupo U2 (Bono es un asiduo a este tipo de cosas) modificó una de sus canciones para rendirle homenaje... Hasta tiene su propia entrada en una
de las enciclopedias menos fiables del mundo y, sin embargo, de las más consultadas: la Wikipedia... ¡Qué distinto tratamiento tuvo esta otra foto adjunta, que fue prácticamente vetada en los grandes medios de comunicación (y en los pequeños) y contra cuya distribución se pronunciaron agria y abundantemente los mismos que habían reproducido hasta la extenuación la del pobre Aylan! En este caso se trata de una niña muerta, cubierta por una manta térmica, junto a su muñeca. Las redes sociales se poblaron, de pronto, de una auténtica muchedumbre de "almas sensibles" que exigían retirar la imagen por respeto para la familia de la niña, cuyo nombre ignoramos y a la que no se ve en ningún momento, no como en el caso de Aylan, de cuyo cuerpecito fueron distribuidas varias tomas diferentes. En este caso se trata de una de las víctimas del atentado islamista de Niza, un año después del naufragio de Turquía, cuando un tunecino conduciendo un camión de carga de 19 toneladas mató a 85 personas e hirió a más de 300 que se habían congregado en esta ciudad de la Costa Azul durante los festejos del Día Nacional de Francia. La clave es la misma que en el naufragio turco, pero a la inversa: el autor del atentado era un inmigrante musulmán y, de la misma forma que en un caso se podía y se debía airear por doquier las "malvadas" políticas de la "insolidaria" Europa, ahora tocaba ocultar a las víctimas para disimular en la medida de lo posible este nuevo fracaso de la llamada multiculturalidad. Por cierto que dos de mis colegas en la Universidad de Dios podían haber fallecido allí, porque tenían intención de pasar el día precisamente en la zona donde se produjo el atentado. Para su fortuna, había tanta gente que decidieron irse..., y así salvaron su vida.
Este artículo podría ser mucho más largo. Podría ser incluso un libro. Así que vamos a terminarlo aquí con otro caso muy conocido de manipulación y, el que quiera más, que bucee en Internet. Esta vez se trata de la famosa niña que sufre por culpa de la guerra y quiere ahorrar los horrores del mundo a su muñeca, tapándole los ojos. Esta historia es hasta divertida, en realidad. Aunque se ha ubicado a la pequeña reiteradamente en diversos escenarios bélicos, sobre todo en Siria o en los territorios palestinos, y su imagen ha sido compartida cientos de miles de veces durante los últimos años por gentes que se sienten compasivas, sensibles y muy buenas personas por el mero hecho de viralizar fotos así, resulta que la niña vive en la zona de Bursa en Turquía y nunca ha padecido los horrores de la guerra. La fotografió un compatriota suyo llamado Fatih Özenbaş en el año 2007, cuando ella sólo tenía dos años, como parte de un reportaje fotográfico sobre la pobreza en su país. Pero la verdadera historia de esta imagen sólo se ha conocido en los últimos años, a partir de 2014, según ha declarado el propio fotógrafo en algunas entrevistas, muy sorprendido de que casi a diario le contacte alguien para preguntarle por el paradero de la muchacha. Según Özenbaş, españoles, argentinos e italianos son los principales interesados por saber más acerca de ella. Ahora bien, la verdadera razón de que tape los ojos a la muñeca
es, de acuerdo con su relato, que aunque la niña era muy pequeña comprendió que iban a hacerle a una fotografía y no quiso que su muñeca, sucia, vieja y con los ojos estrábicos saliera en la imagen. Es decir: en realidad no le estaba tapando los ojos sino toda la cara, seguramente porque se avergonzaba de tener un juguete tan deteriorado. El fotógrafo que la inmortalizó nunca ha sido reportero de guerra, sino que se ha dedicado a tomar imágenes de la naturaleza para medios como National Geographic. Sus fotos tuvieron tanto
éxito que, poco después, le regaló una muñeca nueva a Zeliha y, con el tiempo, se hizo amigo de su familia e incluso se convirtió en una especie de padrino para ella llevándole ropa y comida regularmente. El aspecto actual de la niña, que tiene ya 13 años, no tiene mucho que ver con el que ofrecía cuando fue fotografiada por primera vez, como se puede apreciar en la imagen adyacente.
Visto todo lo cual, creo que esta vez no hace falta llamar a Mac Namara para sacar conclusiones acerca de la credibilidad que podemos dar, en líneas generales, al enorme volumen de información que nos anega a diario. Sólo tenemos una defensa: nuestra racionalidad, aplicada desde un alto nivel de vigilia. Y sólo podemos ejercerla desde un autodominio mental difícil de alcanzar y aún más de mantener pero imprescindible si aspiramos a salvar nuestro pellejo.
No me resisto a una última imagen que simboliza todo lo anterior: la diferencia entre hacerle un mal gesto a la prensa o confirmarle, orgullosamente, que ya tienes tres hijos, depende sólo del ángulo de la foto...
No me resisto a una última imagen que simboliza todo lo anterior: la diferencia entre hacerle un mal gesto a la prensa o confirmarle, orgullosamente, que ya tienes tres hijos, depende sólo del ángulo de la foto...
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